INVASIÓN MUSULMANA. RECONQUISTA Y REPOBLACIÓN. UNA LUCHA DE 8 SIGLOS
El año 711
Como hemos visto la monarquía visigoda no representaba garantía de unidad peninsular. El norte, noroeste y noreste seguían en estado de permanente rebelión.
El Islam, por entonces en plena expansión, es la religión iniciada por el profeta Mahoma, cuyo nombre es la castellanización de Muhammad, tercer término de su nombre completo, Abu l–Qasim Muhammad ibn ‘Abd Allah al-Hashimi al-Qurashi.
Es el último, según el Islamismo, de muchos otros profetas entre los que se encuentran Abraham, Jesús y Moisés que, enviados por el Dios supremo habrían justificado su presencia terrenal para actualizar la palabra de Dios. Mahoma, según el Islam, como último de los profetas cristaliza, precisa y define ese mensaje divino, fundando el Islamismo y concluyendo la presencia de los profetas. Nacido en La Meca hacia 570 y fallecido en Medina el 8 de junio de 632, la religión por él fundada había alcanzado a principios del siglo VIII una enorme difusión en el norte de Africa, la península arábiga y buena parte del oriente próximo.
A menos de un siglo de la muerte del profeta, el Islam estaba en condiciones de seguir desarrollándose en lo que hace a su expansión territorial. Tres décadas antes de invadir la península ibérica, hacia 680, ya se producen intentos de dominio territorial en el sur de la misma. Fueron rechazados por los visigodos, pero quedaba en evidencia cual era el curso probable de ese desarrollo.
En el año 710, una avanzada proveniente del norte africano explora y pone a prueba las defensas del sur peninsular, más precisamente Andalucía. Comprueba lo que es evidente desde hace varios siglos: no hay unidad política real, más allá del de la monarquía central visigoda. La conclusión es una sola: la antigua Hispania es perfectamente invadible y dominable. Debilidad visigoda y diversas fracciones entre los pueblos indígenas que posibilitan la dominación. El Islam como religión y los pueblos árabes del norte africano tienen un objetivo claro y preciso para su expansión.
Un año después, en el 711 de nuestra era, Yebel al-Tarik, líder norafricano islamizado, lo que indica paradójicamente su origen no musulmán, invade el sur hispánico al frente de 6.000 beréberes, cruzando lo que hoy es el estrecho de Gibraltar, que se llama de este modo, porque en la costa española hay una formación rocosa que significa precisamente “el peñón de Tarik”.
Beréberes, etnía cristiana del norte africano, constituyen otra paradoja, a la que podemos sumar que hoy, en 2009, gustan definirse a sí mismos como “hombres libres”. ¿Casualidad o saldo genético cultural de contactos poblacionales?
El rey visigodo por entonces era Rodrigo, que controlaba la mayor parte del reino, pero las disensiones que apuntamos eran ostensibles y profundas. Un detalle revela la situación: al momento del desembarco de Tarik, Rodrigo está en el norte de la península combatiendo contra los siempre rebeldes vascones y en el Sur está enfrentado con la otra rama (familia) real con quién disputa el poder, los Wamba.
Trasladado repentinamente hacia el Sur, Rodrigo y su ejército se enfrentan con Tarik y con Muza, otro líder musulmán, cerca de Cádiz, a orillas del río Guadalete entre el 19 y el 26 de julio de 711. Rodrigo es derrotado y muere en la batalla que será recordada por el nombre del río en cuya cercanía se libró, pero mucho más porque dará inicio nada menos que a 8 siglos de dominación musulmana.
Muerto el rey Rodrigo, el avance musulmán hacia el interior peninsular es irrefrenable y en muy pocos años, hasta el 715, pasa a dominar Toledo, Mérida, Zaragoza, el valle del Ebro y las regiones de León y Astorga, quedando solo una pequeña franja en el norte de la península que no será dominada. Desde ahí comenzará la reconquista y repoblamiento, epopeya que durará 8 siglos hasta la caída de Granada en 1492. Ver en documentacion: mapas de reinos visigodos y de la invasión musulmana – Atlas de Historia de España-J. Vicens Vives, Ed. Teide, Barcelona
Reconquista y Repoblamiento
Completada la invasión de la mayor parte del territorio peninsular, tendrá lugar un fenómeno histórico que incluye lo cultural, lo religioso, lo político, lo militar, lo jurídico y es, en si mismo, un gran paradoja.
El norte, que siempre había sido indomable para los visigodos, da cabida a muchos guerreros del ejército de Rodrigo, el mismo que lo había combatido para dominarlo y a muchos pobladores del centro geográfico que huyen de la dominación musulmana.
Según Vicens Vives, se trata de “una paradoja histórica, donde astures y cántabros, que siempre habían sido los grupos más reacios a ingresar en la comunidad peninsular, se erigieron en continuadores de la tradición hispánica», y que «dieran a la lucha contra los emires un cierto sentido de rescate del reino perdido en Guadalete» (11)
Digamos que, en el resto de la península, irán a convivir con los musulmanes durante siglos e inicialmente bajo la organización política del Califato de Bagdad, el resto de los hispanos a partir de la tolerancia religiosa del Islam, con distintas alternativas, tantas como siglos duró la dominación.
Lo cierto es que ese norte está habitado por cántabros, astures y vascones donde la cristianización, desde siglos atrás, era una cuestión central en el carácter de esas regiones, como en el resto de la península, pero por alguna razón se convirtió en ellas y a partir de acá, en una particular “cruzada” que impregnó la lucha con un perfil decisivo.
Se advierte desde este punto de la historia, un ideal reconquistador que será absolutamente definitivo en la modelación del carácter español cristalizado siglos después y trasladado a América en sus elementos más esenciales.
La cuestión es encuadrada modernamente como conflicto de civilizaciones y en principio, esta definición es aceptable, en tanto que fue una lucha entre musulmanes y cristianos y se da el fenómeno de la recristianización a medida que avanza la reconquista y la repoblación, aunque la definición es incompleta y no se puede concluir la cuestión de ese modo, porque sería perder de vista, mucho del intercambio político cultural entre ambos sectores de esta particular e increíble guerra de 8 siglos.
Batalla de Covadonga
Solo pasaron 11 años de los centenares que habría por delante y desde aquel 711, para que se produjera el primer encuentro armado de significación. Esto ocurrió en el valle de Cangas de Onis, en un lugar llamado Covadonga, cerca del océano Atlántico, lo que da una idea de hasta adonde se había expandido la invasión musulmana. Solo quedaba una franja al norte de la península en poder de los cristianos.
El sitio es especialmente estrecho, lo que favorece el ocultamiento de las fuerzas defensivas que serán luego los atacantes y dificulta en extremo la movilidad de los que en principio son los atacantes. Esta particular situación, será la que más de un milenio más tarde enunciará el famosísimo teórico de la guerra Gral. Kart Von Clausewitz (12).
En ese lugar, cerca de 300 hombres al mando de Pelayo presentarán batalla a los aproximadamente 1000 hombres (cifras relativas e inciertas), que al mando del gobernador musulmán Munuza, se encaminaban a someter a los grupos astures que se negaban a pagar los impuestos que la dominación les reclamaba.
Como queda dicho, la situación topográfica favorece a los astures, de tal manera que la batalla, sobre la que alguna historiografía sostiene que no fue más que una escaramuza, termina con una amplia victoria para Pelayo y sus hombres, muriendo en combate el gobernador Munuza.
Los árabes sin embargo reciben el apoyo de una fuerza mucho más numerosa, cuyo número es todavía más impreciso, pero ciertamente muy elevado, al mando Al Qama. Son derrotados en iguales circunstancias y ya en el terreno de la tradición oral, de valor historiográfico por cierto, la precisión es que son víctimas de una avalancha de tierra provocada por los hombres de Pelayo en Cos Gaya, Cantabria. Siendo diezmados y en retirada total, concluye la acción militar iniciada en Covadonga, que significará el primer hito de importancia en la recuperación de la península.
Visión musulmana de la batalla
Según las crónicas árabes de la época:
Dice Isa Ibn Ahmand al-Raqi que en tiempos de Anbasa Ibn Suhaim al-Qalbi, se levantó en tierras de Galicia un asno salvaje llamado Belay [Pelayo]. Desde entonces empezaron los cristianos en al-Ándalus a defender contra los musulmanes las tierras que aún quedaban en su poder, lo que no habían esperado lograr. Los islamistas, luchando contra los politeístas y forzándoles a emigrar, se habían apoderado de sus país hasta que llegara Ariyula, de la tierra de los francos, y habían conquistado Pamplona en Galicia y no había quedado sino la roca donde se refugia el señor (muluk) llamado Belay con trescientos hombres. Los soldados no cesaron de atacarle hasta que sus soldados murieron de hambre y no quedaron en su compañía sino treinta hombres y diez mujeres. Y no tenían que comer sino la miel que tomaban de la dejada por la abejas en las hendiduras de la roca. La situación de los musulmanes llegó a ser penosa, y al cabo los despreciaron diciendo «Treinta asnos salvajes, ¿qué daño pueden hacernos?». En el año 133 murió Belay y gobernó su hijo Fáfila. El dominio de Belay duro diecinueve años, y el de su hijo, dos.
Visión cristiana de la batalla
Según las crónicas de Alfonso III. Crónica de Albelda datada en el 881:
Alqama entró en Asturias con 187000 hombres. Pelayo estaba con sus compañeros en el monte Auseva y que el ejército de Alkama llegó hasta él y alzó innumerables tiendas frente a la entrada de una cueva. El obispo Oppas subió a un montículo situado frente a la cueva y habló así a Rodrigo: «Pelayo, Pelayo, ¿dónde estás?». El interpelado se asomó a una ventana y respondió: «Aquí estoy». El obispo dijo entonces: «Juzgo, hermano e hijo, que no se te oculta cómo hace poco se hallaba toda España unida bajo el gobierno de los godos y brillaba más que los otros países por su doctrina y ciencia, y que, sin embargo, reunido todo el ejército de los godos, no pudo sostener el ímpetu de los ismaelitas, ¿podrás tú defenderte en la cima de este monte? Me parece difícil. Escucha mi consejo: vuelve a tu acuerdo, gozarás de muchos bienes y disfrutarás de la amistad de los caldeos». Pelayo respondió entonces: «¿No leíste en las Sagradas Escrituras que la iglesia del Señor llegará a ser como el grano de la mostaza y de nuevo crecerá por la misericordia de Dios?». El obispo contestó: «Verdaderamente, así está escrito». […] Tenemos por abogado cerca del Padre a Nuestro Señor Jesucristo, que puede librarnos de estos paganos […].
Alqama mandó entonces comenzar el combate, y los soldados tomaron las armas. Se levantaron los fundíbulos, se prepararon las ondas, brillaron las espadas, se encresparon las lanzas e incesantemente se lanzaron saetas. Pero al punto se mostraron las magnificencias del Señor: las piedras que salían de los fundíbulos y llegaban a la casa de la Virgen Santa María, que estaba dentro de la cueva, se volvían contra los que la disparaban y mataban a los caldeos. Y como a Dios no le hacen falta lanzas, sino que da la palma de la victoria a quien quiere, los caldeos emprendieron la fuga…
Fuente de fotos, parte de guerra y visiones de la batalla: Wilkipedia
Ya desde la imposibilidad musulmana de completar la dominación de la península, quedando sin invadir la franja norte como hemos descrito, la zona inmediatamente al sur hasta aproximadamente el río Duero será, en un inicio, una especie de tierra de nadie, escenario de los primeros siglos de la reconquista cristiana.
El fenómeno geopolítico y cultural que se desarrollará a partir de este punto tendrá como protagonista fundamentalmente a los llamados “hombres libres”, dotados de un particular carácter guerrero y habituados a las tomas de decisiones sin reserva alguna, como lo dijimos oportunamente.
La zona que llamamos “tierra de nadie”, va siendo poblada y reconquistada muy lentamente por pequeños asentamientos urbanos semi-nómades o semi– sedentarios, lo que resulta prácticamente lo mismo, dedicados a una economía básicamente ganadera, porque de ser agrícola presupondría una estabilidad territorial de momento inexistente. La guerra impone esta característica. La frontera entre el Islam y el Cristianismo es tan móvil como la guerra misma, de tal modo que, los asentamientos dependerán en gran medida de esa situación.
No son exactamente las ciudades libres de los tiempos visigodos, producto a su vez de la legislación romana, aunque esto hubiese dejado sus huellas indelebles en la genética cultural.
Serán en principio, pequeños poblados, por la misma razón anterior: la guerra hará escasa la disponibilidad de moradores para esa región. Sin embargo, se van creando esas pequeñas comunidades y sus usos y costumbres pasan a reglar sus vidas en común, a modo de ley establecida precisamente por la costumbre: se afirma el derecho consuetudinario.
Un modo de incentivar esos poblamientos serán las Cartas-Pueblas, que darán los reyes y señores para promover el establecimiento de más población en las tierras conquistadas a los musulmanes. Serán un verdadero antecedente de los derechos colectivos de las comunidades, o sea de los fueros municipales. Esas cartas se darán, además sobre asentamientos previos respetando a raja tabla el llamado derecho consuetudinario, es decir los modos, reglas y fundamentos de convivencia adquiridos por esas incipientes comunidades, según sus costumbres.
Serán además, para el caso del otorgamiento por los reyes, un modo de equilibrar el poder de los señores incentivando el repoblamiento y la tenencia en propiedad de las tierras, lo que también moviliza a muchos de los que se atreven a estar cara a cara con el mundo musulmán, pero del lado cristiano.
Vicente Sierra lo expresa de este modo: “Con el nombre Cartas-Puebla, o cartas de población, se conocen las dadas a las poblaciones que se iban formando en la frontera con los moros, a medida que la reconquista iba avanzando. Se trataba con ellas de atraer pobladores. Los fueros correspondían a poblaciones ya formadas. En esas Cartas y esos Fuero se establecían determinadas ventajas, exenciones de tributos, tierras, casas y aprovechamiento en montes y prados. Los primeros fueros provienen de los siglos VIII, IX y X.
Las leyes propendían a dejar a los pueblos que gobernaran por sus antiguas costumbres, con tal que ellas no estuvieran abiertamente en pugna con las normas imperativas del derecho público. Merced a esa libertad, los pueblos conservaron sus instituciones tradicionales o las modificaban en cada lugar y adoptando nuevas reglas, según ellos entendían sus propios negocios” (13)
Por estas razones, este particular modo de generar producción económica y de relacionarse comunitariamente tendrá como resultado, nada menos que el carácter español que hemos apuntado y tomará toda la Edad Media, en terminar de forjarse lo que se había insinuado o sembrado en los siglos anteriores a la invasión musulmana.
Un repoblamiento que, además, dará un signo absolutamente diferente a la Edad Media española en relación al resto de Europa. Mientras en esta, las relaciones señores-vasallos serán de una dependencia manifiesta y marcada, no se cumple tal requisito en España porque en la reconquista y el repoblamiento, tal como queda dicho prosperan las formas de libertad comunitaria y económica, tanto por necesidad del repoblamiento, como por los antecedentes genéticos culturales que vienen de siglos.
La España que ingrese en la modernidad posterior a la Edad Media y que transplante su cultura a América será diferente a Europa y diferente será su colonización, como quedará demostrado entre otras cuestiones, por los resultados de culturas tan opuestas como las que el presente nos permite apreciar.
Las asambleas y la democracia social
Pequeños asentamientos, situación de guerra, inestabilidad territorial, hombres libres, toma de decisiones. ¿Cómo se tomaban las decisiones? A favor de las características antedichas, los pobladores o en rigor repobladores y reconquistadores, se reunían en asambleas con asistencia de todos, del común. Asambleas en las que también tienen influencia directa la herencia de las asambleas germánicas, aquellas que por ejemplo elegían a sus jefes guerreros y a los reyes. Se podía porque no eran tantos y se decidía sobre las cuestiones de la vida y de la muerte. De la convivencia en paz y de la guerra. Problemas comunes y cotidianos, sobre los cuales todos en común y por la participación de cada uno de sus componentes, eran resueltos mediante ese mecanismo. Es el antecedente más original que reconocen los posteriores concejos. Un verdadero dispositivo de democracia social y directa.
Estos primitivos concejos, por ahora asambleas, a su vez, adoptarán ese nombre con el correr de los siglos y que pervive hasta hoy escrito con c y no con s, por diferentes orígenes que parecen opuestos y que en realidad no lo son tanto.
Uno lo vincula con el término concilio, es decir asamblea, que en la España visigoda y católica había sido determinante para el curso de su historia, porque a pesar de que eran convocados por los reyes y estos confirmaban sus resoluciones, tenían una fuerte influencia en las decisiones. El otro lo relaciona con los movimientos comuneros de principios de siglo XVI en España, que decidieron enfrentar a los reyes católicos y a Carlos I en defensa de sus autonomías. Lo escribían como concejo con poder resolutorio y no como hoy consejo, que en realidad eran los organismos presididos por un corregidor designado por la corona, o sea en disminución de las autonomías genuinamente construidas durantes siglos. Obviamente, la palabra consejo se vincula a aconsejar, es decir a proponer, a sugerir, más no a tomar decisiones propias. Ese era el conflicto real y visible que, tanto por concilio como por la escritura adoptada por los comuneros, la raíz de la cuestión es la misma.
De todos modos, volveremos sobre el tema, porque la historia tenía reservada a la hispanidad, una paradoja tal vez única en la historia de la humanidad, referida precisamente a este punto.
De la asamblea de vecinos o concejos, a los cabildos en los municipios
El recorrido de estas asambleas es paralelo a la repoblación y reconquista de territorios al Islam, que es lenta y sufre retrocesos para volver a avanzar nuevamente y con el correr de los años, siglos!, lograr la consolidación territorial. El resultado es que, aquellos pequeños asentamientos conforme al avance de la repoblación, crecerán y se tornarán ya en pueblos más grandes y algunos finalmente en ciudades o municipios.
Su consolidación, y obsérvese el tiempo que ha transcurrido, se ubica en los siglos XII Y XIII donde parece advertirse el auge del sistema de municipios medievales hispánicos, particularmente en Castilla.
Durante el siglo XIII precisamente es cuando reina Alfonso X, El Sabio, quién será el que dicte las famosas Siete Partidas.
Alfonso X, el Sabio. Rey de Castilla y León entre 1252 y 1284. Dictó las famosas Siete Partidas, un compendio de normas generales que constituyen una verdadera legislación, con un definido carácter legitimador, por ejemplo del derecho consuetudinario, al que considera un derecho natural. Siete siglos después Juan D. Perón dirá que la verdadera democracia es aquella donde el gobierno hace lo que el Pueblo quiere y defiende un solo interés: el del Pueblo. Es lo que la legitima.
Sin duda Alfonso X fue un precursor del justicialismo.
Fuente de fotografías: Wilkipedia
En la partida 1, en su título 2do., dice textualmente: “Embargar no pueden ninguna cosa las leyes que no tengan el poder que hemos dicho, sino tres cosas: la primera, uso y la segunda, costumbre y la tercera fuero y estas nacen unas de otras y poseen derecho natural en sí. Pues bien, como de las letras nace verbo y de los verbos, parte, y de la parte, la razón, así nace de uso, tiempo; y del tiempo costumbre; y de la costumbre, fuero” y como definición de lo que es un uso, en la ley 1 de este mismo título dice: “Uso es cosa que nace de aquellas cosas que el hombre dice o hace, y que siguen continuamente por gran tiempo y sin embargo ninguno.” y lo que debemos agregar para subrayar aún más estas sabias leyes, es que son parte de la compromiso que los reyes asumen frente a su pueblo, en tanto y cuanto en el pensamiento español medieval, el poder real, es decir el poder temporal, terrenal, está emanado del poder divino, lo que presupone la responsabilidad de ejercerlo con excelencia. Alfonso X el Sabio, con sus partidas, da su respuesta a este imperativo.
Lo que nos importa señalar para los objetivos de esta historia es, tal como lo señala Vicente Sierra: “si la historia del municipio medieval es unos de los capítulos más interesantes y fecundos de la historia de la civilización europea, el del municipio castellano tiene singular importancia como precursor del estado moderno. Como dice Hinojosa: “El suprimió las trabas jurídicas que separaban las varias clases sociales y daban el carácter de privilegio a la libertad civil y la participación en la vida pública”, agregando “Los grandes principios que informan la vida política contemporánea, la libertad de la persona, la unidad de fuero, la igualdad de derechos civiles y políticos, en suma, tuvieron su primera realización práctica en la esfera limitada por los muros del Municipio”.
Continua diciendo Vicente Sierra en cuanto a lo que ocurre en Castilla: “alcanza una importancia que no se advierte en otros pueblos del continente europeo, en los mismos momentos; lo que se explica porque el municipio leonés y castellano es esencialmente democrático, puesto que el gobierno de ciudad radica en el concejo abierto o asamblea de vecino, congregada el domingo, a son de campana, para tratar y resolver los asuntos de interés general”. (14)
Si Hispanoamérica recogerá de la colonización hispánica un profundo sentido y concepto de la libertad política, esta se gestó durante los siglos que hemos recorrido hasta acá y a pesar del centralismo monárquico que sobrevendrá en España desde el siglo XV en adelante, no alcanzará el carácter del absolutismo conocido en el resto de Europa y las autonomías municipales seguirán teniendo peso como mecanismo en la toma de decisiones de los hombres.
Para España ese absolutismo será importado y es “ajeno” a la mentalidad que se viene gestando. En realidad, ese absolutismo dará paso al liberalismo que proclamará supuestas libertades, pero que como dice Vicente Sierra: “…el hombre de la Edad Media en general, y el español durante más tiempo que el inglés o el francés, tienen un concepto de la libertad política más aguzado y exacto que el de un liberal del siglo pasado (S.XIX), puesto que sabe que su trabajo no es una mercancía, no se cotiza en ningún mercado, no está sujeto a las leyes de la oferta y la demanda, o sea, sabe que la energía creadora del hombre no se mide con dinero” y continua “Los marxistas, para esquivar esta verdad, siguieron la falsa historiografía liberal en su pintura tétrica de la Edad Media, a fin de ofrecer un panorama de lucha de clases, con proletariado y capitalistas de adopción, que constituye una interpretación humorística del pasado europeo. La verdad es que el hecho de que el tipo de economía dominante durante la Edad Media sea natural y se desarrolle el proceso de producción y consumo dentro de un mismo círculo de personas, afirma el sentido social y humano con que el hombre del medioevo ve los problemas políticos y afiance, por consiguiente, el contenido autonómico de la vida municipal”.(15)
Sin embargo la aparición del liberalismo en la historia universal pareciera ser, y así es presentada, como la panacea de la libertad de los hombres. Nada más lejos de la realidad: había más democracia en un concejo medieval español, que en la farsa partidocrática que se expresa contemporáneamente y desde el advenimiento del sistema de representación o de “estamentos”.
De hecho “el liberalismo considera pueblo a los representantes de los partidos políticos”, cuando en realidad lo que ocurre hoy fruto de la evolución de los principios liberales incubados en el resto de Europa, no en España, es que: “con el juego de los partidos, de las representaciones proporcionales y del respeto a las minorías, se evita que, siendo la democracia liberal el reinado de las mayorías, existan mayorías que puedan llegar a apoderarse del gobierno”. (16)
Lo que España crea en la Edad Media, es exactamente lo contrario a la brillante descripción que, sobre el fraude liberal hace Vicente Sierra en el párrafo anterior. El hombre, libre por naturaleza, encuentra y desarrolla un marco orgánico donde expresar en forma concreta esa libertad. Es libre porque opina, decide y actúa dentro de su comunidad, que a su vez actúa colectivamente. Tiene por lo tanto, además, sentido social, su propia acción y también la comunidad a la que pertenece.
Esta democracia directa, la de la Reconquista Española, aunque no se llamara de tal modo, calará tan hondo en el espíritu español, que aún después de iniciada la decadencia de las autonomías municipales, en España entiéndase bien, porque en Hispanoamérica renacerán, y tan profundo había sido el arraigo de esta forma de tomar decisiones, que un famoso proverbio de entonces, es recogido por el cronista real aragonés Jerónimo Blancas y Tomas en 1585, plena decadencia de las autonomías. Decía así:
En la medida que el tiempo avanza y se consolida la posición territorial del cristianismo, además del crecimiento de los precarios poblados que se transforman en municipios, también crecen y se consolidan los reinos.
El fenómeno político-militar que implica la reconquista y el repoblamiento, da lugar a la unidad política de España. A la península que encontraron los musulmanes en el siglo VIII, dividida en gran número de tendencias dentro de la monarquía visigoda, más los reinos que no habían podido ser sometidos por estos, siguieron todos los siglos posteriores que mostraron aparición y reacomodamientos de nuevos reinos, fusiones entre ellos y guerras intestinas que pueden ser estudiadas en detalles en la numerosas investigaciones que hay al respecto. Pero vistos los hechos, desde una mirada que abarque longitudinalmente todos estos siglos hasta la caída de Granada en 1492 y la expulsión del Islam, queda claro que, la constitución de España como Nación, se produce como consecuencia de la guerra de la reconquista y del repoblamiento a lo que se había perdido con los musulmanes, es decir casi toda la península. España es España a partir de la reconquista.
Por las mismas razones culturales y sociales, es incubada una democracia directa de la que hemos dado cuenta y que va a ser incorporada al torrente sanguíneo genético cultural de la hispanidad, aunque, una de las consecuencias de la organización nacional de España fruto y exigencia de la reconquista, como es la unidad nacional alrededor de una sola monarquía, traerá, como secuela y también en un proceso a largo plazo, que esos municipios de los que nos estamos ocupando, vayan siendo cada vez más dependientes, tanto de los reinos como de los señores. Los había entonces, desde siempre en realidad, de realengo o señoriales, según que tierras ocuparan en el repoblamiento, con absoluta independencia y libertad, a cambio del repoblamiento y del reconocimiento del rey, pero el tiempo, la reconquista y los repoblamientos exitosos fortalecieron la posición de los reyes.
Aunque la relación supuso siempre y de hecho así lo fue, una clara independencia de los municipios, queda dicho que los reinados eran ya, cada vez más fuertes política y territorialmente. Empieza a hacerse presente una contradicción que se revelará crudamente durante el reinado de los reyes católicos y de Carlos I, entre comuneros, es decir los hombres libres de los municipios, en defensa de sus autonomías, y los intereses de la corona en reducir las mismas.
Fin de la guerra de la reconquista
Guerra de las comunidades
La decadencia de la dominación islámica entraba en el siglo XV en su última fase. Solo subsistía, al final de ese siglo en poder musulmán, un reducido territorio al sur, entre Granada y Almería. Lo que quedaba territorialmente por detrás era toda la península, menos lo que hoy es Portugal. El saldo político era: una sola monarquía, fruto de la unidad de las coronas de Castilla, en la persona de Isabel I La Católica y de Aragón en la de Fernando II, quienes se casan en 1469, unidad que conduce al reino de España.
La consolidación del sistema de reino único y el retroceso de los musulmanes hasta su expulsión, fortaleció a la monarquía, proceso que venía dándose durante los últimos siglos de la reconquista.
Socialmente, lo que venimos describiendo, también resultado de un largísimo proceso iniciado muchos siglos antes.
Los municipios que tan largamente habían disfrutado de autonomías en las decisiones, ya son controlados muchos de ellos por el reino, a través de la designación de representantes de la corona con abierta intervención en los municipios y sus órganos de gobierno. La independencia de estos se torna cada vez más formal y menos real. La intromisión del estado es cada vez más relevante sobre las antiguas normas y privilegios locales, particularmente en las comunidades castellanas.
La monarquía, año a año, ha ido reduciendo las libertades de los municipios, al tiempo que ha crecido su propio poder. Son dos caras de un mismo fenómeno. Los municipios igualmente opondrán resistencia mediante la protesta constante y su decadencia no es para nada pasiva. Es una etapa larga y esa decadencia se tomará un siglo o más.
Entre 1486 y 1492, se produce la arremetida final del cristianismo reconquistando lo último que quedaba en poder del islamismo, culminando ese último año con la reconquista de Granada. (18)
En 1516 se autoproclama en Flandes como rey de España Carlos I, nieto de los reyes católicos, quién era flamenco por haber nacido en la ciudad de Gante en 1500 y que no pudo tomar posesión del trono español, sin antes jurar respeto a las leyes castellanas, a sus fueros y libertades. Esto sucede el 7 de febrero de 1518 en la iglesia de San Pablo, en Valladolid. Tal era el sentimiento nacional y la conciencia política y social de España en ese momento, a pesar de sus contradicciones y solo después de aceptar ese condicionamiento, pudo ser rey.
Carlos I hereda el trono de Alemania como Carlos V y se dirige en 1520 a asumir ese trono, dejando como regente al cardenal Adriano de Utrecht.
Previamente reclama al conjunto de las comunidades españolas la contribución de un impuesto extra para financiar, tanto a numerosos funcionarios flamencos que lo rodean, como para emprender su viaje a Alemania, lo que presupone una fortísima erogación, no solo para el viaje, sino para el soborno de los nobles que debían confirmar su asunción al trono.
Esta situación provoca una virtual rebelión del conjunto de las comunidades españolas, lo que será perfectamente reflejado en un documento redactado en los conventos de Salamanca en febrero de 1520, ya iniciado el levantamiento, donde, entre otras razones, se le hace saber al monarca lo siguiente: “…No es razón que Su Cesárea Majestad gaste las rentas destos reinos en las de otros señoríos que tiene, pues cada uno dellos es bastante para sí, y éste no es obligado a ninguno de los otros, ni sujeto ni conquistado ni defendido de gentes extrañas…”
Quienes habían tomado la iniciativa fueron los toledanos, liderados por Juan de Padilla, cuando el 7 de noviembre de 1519, por escrito, se dirigen al resto de las ciudades impugnando el impuesto. Cunde el descontento y se pliegan otras ciudades castellanas. Sin embargo, lo que aparece solo como un rechazo a un impuesto injusto, esconde una cuestión mucho más profunda. La rebelión expresa claramente también, el vivo reclamo por las libertades y por los fueros perdidos frente a la monarquía y que anida en las comunidades. Se convertirá en el principal reclamo y objetivo político de las comunidades.
Hace eclosión un largo proceso que había tomado todo el anterior siglo XV y culminaba en el reinado de Carlos I. Todo desembocará en una guerra que se llamará de las Comunidades, un nombre verdaderamente un emblemático.
Durante los 2 años que duró la guerra, la unidad de villas y ciudades castellanas significó el rechazo absoluto y extremo contra las pretensiones absolutistas de la monarquía y el resguardo de las libertades municipales.
Conforme al paso de las semanas y de los primeros meses, se pliegan Segovia, Madrid, Burgos, Avila, Cuenca y demás ciudades y villas de la región de los ríos Duero y Tajo. Se adhieren a la Comunidad además, Palencia, Cáceres, Badajoz, Sevilla, Jaen, Ubeda, Baeza. La rebelión adquiere significativa violencia, porque son ejecutados varios enviados reales, como tal es lo que ocurre en Segovia y en Medina del Campo e incendiadas las viviendas de muchos otros en varias ciudades.
Al tiempo que progresa la rebelión, también se fortifica la reacción del reino con el objetivo de sofocarla.
Después de un año y medio de luchas, levantamientos y ejecuciones, finalmente las tropas comuneras que ya se movían como ejército, son enfrentadas por tropas reales al mando del Conde de Haro, el 23 de abril de 1521 en Villalar, siendo derrotadas totalmente, diezmadas y hechos prisioneros muchos de sus hombres, entre ellos sus líderes, Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado, que son decapitados al día siguiente sin juicio alguno.
Son disueltas la mayoría de las juntas de gobierno de las ciudades castellanas y la derrota comunera, pasa a ser un hito en el retroceso de las autonomías y de las libertades políticas y sociales de esas comunidades. La monarquía se fortalece y prevalece, pero también va a pervivir el gen del pensamiento y de la acción comunitaria que viene de siglos.
Y dice Alejandro Alvarez: “Esta lucha enfrentaba a los partidarios del estado de la Reconquista, que estaba basado en las comunas combatientes, democráticas en el sentido de la democracia social, orgánica y directa, en su propia medida histórica, con aquéllos que propiciaban un estado centralista y absolutista. Finalmente éstos fueron los que se impusieron, aún cuando la tradición comunera persistiera, no sólo como un estilo político y el más profundamente español además, sino también trasplantada a América para arraigar con nuevas fuerzas fundamentalmente en los países del Plata”. (19)
En lo inmediato, aunque victoriosa, la monarquía deberá reconocer las autonomías y las propias decisiones de las comunidades en innumerables ocasiones, algunas de las cuales estamos dando cuenta y vendrán más, en España y en Hispanoamérica.
El 17 de abril de 1986, es decir 465 años después, las Cortes de Castilla y de León sancionan una ley, que lleva el Nro. 3/1986, por la cual se declara Fiesta de la Comunidad Autónoma de Castilla y León el día 23 de abril, en conmemoración de la batalla de Villalar…. Ciertamente, de altísima significación.