Angel Gabriel Borlenghi, un hombre de estado

 

 Para VIDA Y MILITANCIA

 

Ángel  Gabriel Borlenghi, hombre de estado

 

 

 

 

“Mi compañero y amigo Ángel Borlenghi estuvo siempre de mi lado”

                                                                                                    Juan D. Perón (1)

 

 

 

 

Quien en vida fuese durante nueve años ministro del Interior de los dos primeros gobiernos de Perón, no llega a semejante altura por simple azar del destino. Como bien define Perón al destino, al mismo debe ayudárselo y fortalecérselo para convertirlo en sinónimo de victoria.

Borlenghi lo hizo desde sus tempranísimos 16 años, tiempo de la vida en que comenzó a militar. Vaya que si aportó a la victoria, primero desde su gremio, el mercantil y luego a la Revolución Justicialista.

Nuestro recuerdo y reconocimiento desde este sitio con la trascripción de dos breves capítulos del libro de Enrique Pavón Pereyra,Borlenghi, Hombre de Estado. (2)

 

 

 

El hombre y las palabras

Cap. 2

 

¿Cuál es la arquitectura de este hombre de Piscis, que vino al mundo en Buenos Aires el 18 de marzo de 1906? Anclado en su vocación obrerista, la cuestión social pertenece e inspira a Borlenghi en el abrazo tenaz de una genuina vocación humanista. No en balde Perón lo considera un hombre de las circunstancias, dispuesto siempre a acudir a la primera señal de requerimiento.

Se diría que la prudencia y la equidad presiden su habitual buena voluntad. Enemigo declarado de la intriga, las trenzas de la Casa Rosada no lo tienen en cuenta. Borlenghi está de continuo ocupado y evita distraer un solo minuto en menesteres ajenos a su labor concreta.

Reiteramos encontrarnos ante una personalidad polifacética, a la vez desprejuiciada, capaz de desembarcar sobre la comprensión directa, sin alifafes, en la diversidad de la política. Ni se asusta ni se achica ante los hechos sorprendentes o inesperados del diario vivir.

Pero resulta que, además, Borlenghi aparece munido de una dialéctica concreta, atinada, que en él se vuelve argumentación irrebatible; pertinaz en los objetivos, y lúcida en la selección de los argumentos convincentes.

Se diría que, una vez que el dirigente ha asegurado su frente interno, el sindical, amplía y planifica los objetivos metapolíticos e institucionales. Piensa Borlenghi que el lanzamiento del líder no puede demorarse, puesto que la labor obstinada de siembra y adoctrinamiento ha dado sus frutos. Para Borlenghi ha llegado la etapa de la explotación de la victoria. Poco o nada le ha costado persuadir a Perón de que es preciso divulgar una consigna concreta: la de “Perón Presidente constitucional”.

Este puntapié inicial –y definitivo- tiene una fecha propia y determinada, el 12 de julio de 1945, cuando la C.G.T., protagonizó por primera vez un acto de apoyo a Perón. El proceso estaba maduro para jugar esta brava carta.

Si en noviembre de 1944 fue escaso el acto destinado a recordar la creación de la Secretaría de Trabajo, ahora, ocho meses más tarde, la demostración de fuerzas fue impresionante. Concentraciones parciales en Congreso, Plaza San Martín y Monserrat, avanzaron ordenadamente hacia Diagonal Norte, entre Maipú y Forida, donde se realizaría el acto. Compacta, sólida, haciendo gala de un entusiasmo enronquecido que no se veía en las calles, la multitud llevaba algunos cartelones con la inscripción: “Perón Presidente”. El desafío estaba cumplido. Casi como una apuesta a todo o nada. El dato es calve para quien pretende disputar la calle. Y en ese terreno de arenas movedizas Borlenghi juega y gana. Aparece el futuro Ministro no solo como un conductor de manifestaciones masivas, cuyo resorte solo él administra, y lo que es más notable, el Secretario General de la Confederación de Empleados de Comercio, se muestra como un auténtico conductor, de patente y obstinada capacidad de movilización. Ha dicho: ‘solo conduce el que moviliza multitudes’ “.

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                      

 

1-Perón, J. D., Palabras en el XX Congreso de la Confederación de Empleados de

    Comercio.

2-Enrique Pavón Pereyra-Borlenghi, Hombre de Estado-Desmemoria Ediciones, Buenos

    Aires, 1999

 

 

 

 

Epílogo del libro citado de Enrique Pavón Pereyra

por David Diskin

 

Para presentar una biografía de Ángel Gabriel Borlenghi, es preciso considerar su acción sindical con su gestión de estadista como integralidad, ya que ambas se complementan en su fecunda trayectoria hasta forjar una personalidad única en el que se funden la firmeza, el pragmatismo y la audacia del dirigente obrero, con el equilibro, madurez, y una comprometida búsqueda del bien común, que corresponde a un estadista.

Desde su inicio en la acción sindical, Borlenghi revolucionó las estrategias del Movimiento Obrero imperantes en la Argentina, superando los estrechos moldes corporativos, para proyectarse a las necesidades generales de toda la familia obrera y a los altos intereses del país, estampados en la Constitución Nacional vigentes en ese entonces.

No empleó la acción directa para la conquista de reivindicaciones laborales que aplicaban la generalidad de los dirigentes sindicales de su época, sin la persuasión propia de los estadistas, el análisis profundo de los estudiosos, interesando a todos los sectores políticos en la aprobación de las leyes que lograba a favor, no sólo de los empleados de comercio, sino de todos los asalariados.

De esta manera, se manifiesta a través de 30 años de ininterrumpida actividad sindical su formación de estadista, no se limita a simples convenios para satisfacer reivindicaciones obreras parciales en documentos carentes de estabilidad, sino para plasmar las conquista en leyes perdurables y exigibles, de vasta aplicación social, que se incorporaron a la Nación como derechos inalienables e imprescriptibles, junto al resto de la legislación nacional.

En esta intensa, continua y fructífera gestión, en una época en que las noticias sindicales aparecían en la sección policiales de los diarios, Borlenghi, en representación de la Confederación General de Empleados de Comercio, se entrevistó con los presidentes de la Nación: Marcelo T. de Alvear, Agustín P. Justo, Roberto Mario Ortiz y Ramón Castillo para peticionarles derechos obreros, demostrando su inmensa capacidad para llegar a las más altas cumbres del poder, siempre inaccesibles para los dirigentes sindicales, hasta la llegada de Perón.

Y cada una de las conquistas que lograba eran recibidas en actos públicos multitudinarios, formados por empleados de comercio, donde participaron como oradores, junto a Borlenghi eminentes personajes nacionales. Así, la sanción de la ley 11.729 se celebró en julio de 1934 con un acto donde usaron de la palabra legisladores nacionales de distintos partidos político: Unión Cívica Radical con Dr. Octavio Cordero; Demócrata Nacional, Dr. Carlos D. Curelli; Socialista Dr. Silvio Ruggieri y el Dr. Alfredo Palacios.

Este acto realizado en plena época del fraude electoral, marcó una nueva era den país, pues era inédito en el Movimiento Obrero Argentino.

Borlenghi fue el promotor y partícipe en la redacción de derechos fundamentales en materia laboral, que excedieron el ámbito de su propio gremio para proyectarse al resto de los asalariados de la República Argentina.

Para dar una idea de su magnitud se reservan las leyes más importantes de las que fue iniciador: años 1932, sábado inglés en la Capital Federal; 1934, ley 11.729 que consagra vacaciones pagas, licencias por enfermedad o accidente, indemnización por despido, preaviso por despido y sentó las bases defensivas de la dignidad laboral; 1934, cierre uniforme del comercio en la Capital Federal; 1937, sábado inglés en la Provincia de Buenos Aires; año 1938, prohibición de despido por matrimonio, ley de viajantes de comercio; 1944, Caja de Jubilaciones de Empleados de Comercio; 1945, Decreto 33.302 que amplía los alcances de la ley 11.729 a todos los obreros, duplica las indemnizaciones por despido, dispone un aumento general de salarios y crea el Instituto de las Remuneraciones; 1948, el Primer Convenio Colectivo Nacional del Gremio Mercantil.

Su encuentro con Perón marcó el destino de Borlenghi. Como dijo Homero Manzi “fue el encuentro providencial, la convergencia fecunda de dos hombres preocupados por el país y por la justicia social”-

Cuando asume el Ministerio del Interior, se produce una especie de simbiosis del dirigente sindical con la del hombre de Estado, completando y enriqueciendo su vigorosa personalidad, ensamblando su acción sindical con su gestión de gobierno, que se desarrollaron simultáneamente durante diez años consecutivos.

 

 

 

Caracas, 15 de Noviembre de 1957

Sr. D. Ángel G. Borlenghi

La Habana

Mi querido amigo:


En estos momentos doy término al último capítulo de mi libro «Los Vendepatrias» dedicado a todos los compañeros caídos y perseguidos por la canalla que azota a nuestro país. He deseado hacerlo para usted personalmente por intermedio de esta carta, ya que ha sido uno de nuestros hombres más injustamente calumniados, sin duda, por haber sido también el más útil, más leal y más sincero servidor del pueblo a lo largo de toda su vida.

Si bien la lucha por el pueblo acarrea estos inconvenientes tiene, en cambio, inmensas satisfacciones.

Nosotros tras los sacrificios y penurias del esfuerzo comenzamos ahora a recibir las satisfacciones del reconocimiento popular. Es, precisamente, en estos momentos que yo dirijo la gratitud de mi espíritu a los hombres que, como usted, lo dieron todo por el movimiento sin otro interés que el de ser leales servidores del pueblo y de la patria.

Nadie, como yo, han sido testigo de toda su grandeza espiritual en la desinteresada tarea de servir: lo he visto desde los prolegómenos de la epopeya justicialista en el sacrificio de interminables horas de trabajo por reivindicación de los trabajadores, lo he seguido luego en el ministerio con su ecuanimidad imperturbable, su juicio sereno y su elevada apreciación de los hombres y de los hechos y lo he observado en los momentos de decisión siempre pronto al sacrificio personal por el bien de la comunidad y la causa que servimos.

Reconozco que su extraordinaria experiencia llegó siempre más lejos que nuestra propia previsión y los hombres pequeños que lo combatieron, mostraron en las horas de prueba, toda su pequeñez y su miseria.

Y, ¡a cuantos de ellos me ha sido dado enrostrárselo! Por eso, usted debe sentirse feliz en su pobreza, como me siento yo mismo, porque poseemos una riqueza que no todos alcanzan a comprender y a gozar.

En las duras horas que vive el pueblo Argentino en la actualidad está patente nuestra verdad, esa verdad que usted ha sostenido durante toda su vida de dirigente y que, en estas horas aciagas, refleja también toda su grandeza y su sinceridad. Las lecciones más duras suelen ser las que mejor enseñan ¿Cuántos pensarán en estas horas en Borlenghi? Esa es una satisfacción que no se alcanza sino con el sacrificio.

Los que no tienen una causa para servir, no merecen la vida y el hombre aún cobarde, no escapa a su destino. Usted tiene la satisfacción de haber sido el hombre de una causa y haber hecho útil su vida. En nuestro reconocimiento está el único premio que puede llegar y llenar su espíritu superior, por eso deseo que sepa por mi propia palabra, todo mi agradecimiento por todo lo que usted ha hecho por la grandeza de nuestro movimiento y conozca también que al dedicar mi libro, usted estaba preferentemente en mis pensamientos y en mi corazón.-

En ese recuerdo agradezco también al consejero leal todos sus sabios y prudentes consejos que el tiempo ha venido demostrándome en todo su verdadero valor. Cuántas veces he recordado esto en las horas duras y penosas del exilio y la lucha presente.

Yo no puedo dedicar mi libro a ustedes, mis amigos y compañeros, sin hacer un distingo especial hacia el hombre que, desde la primera hora, jugó su vida y su destino junto a mi, en las horas de incertidumbre con decisión insuperable y en las de triunfo con una modestia y prudencia que evidenciaron su verdadera y auténtica grandeza.

Esa es la causa de esta carta, que anhelo le llegue como mensaje sincero del amigo y compañero de todas las horas, que le guarda con su admiración un indestructible cariño y una inextinguible gratitud.

Un gran abrazo.

Juan Domingo Perón

 

Texto publicado por Perón Vence al Tiempo

http://www.peronvencealtiempo.com.ar

 

                                                   

 

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