Primer Gobierno de Perón
LA FUNDACION EVA PERON
Av. Paseo Colón 850, Buenos Aires, sede de la Fundación Eva Perón, a pocos días de su inauguración. Hoy, quitadas y destruidas la estatuas que la coronaban, es la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires.
Foto publicada por www.peronvencealtiempo.com.ar
Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires, declarada monumento histórico nacional el 30 de diciembre de 2011.
Fundamentos
Antes de historiar los hechos producidos por la Fundación Eva Perón, es imprescindible hacer pié en sus cimientos, en sus fundamentos, en todo aquello que la justifique históricamente desde las concepciones, aún reconociendo que, como siempre lo sostenemos, las realizaciones son superiores a esas mismas concepciones.
En el caso que nos ocupa, es preciso tener en cuenta dos cuestiones determinantes. Una hace a los antecedentes de las sociedades de beneficencia en la vida de la comunidad argentina, y su total y deliberada inoperancia para remover las causas de la injusticia social. La otra está referida a la misión de la Fundación Eva Perón, precisamente como herramienta para realizar la justicia social y su también deliberada separación de las estructuras estatales, es decir su decisivo y revolucionario carácter como organización libre del pueblo.
Cuando fijamos nuestra mirada en el pasado de las sociedades de beneficencia, salta a la vista que se desarrollaron en una Argentina pobre, con un pueblo mísero y una oligarquía rica, poseedora de lujos inimaginables, ostentosa e insultante para la condición humana del resto de los argentinos. Esa misma oligarquía fue la que impulsó esas sociedades, las que no tenían ni por casualidad plantearse remover las causas de la misma pobreza que decían asistir. Eran una especie de lava conciencias para los mismos explotadores y negreros que provocaban las situaciones de injusticia, donde prevalecían la indigencia, el abandono y la muerte prematura para niños y “adultos” (apenas superaban los 30 años el promedio de vida en el norte argentino antes de los años 40). Evita es concluyente cuando dice: “…el rico cuando piensa para el pobre, piensa en pobre.” (1)
Asistida la oligarquía por la jerarquía eclesiástica, pasó esta a ser parte integrante de aquella y el círculo se cerraba de ese modo. Extrema injusticia y perdón de los pecados. Injusticia social y sociedades de beneficencia. Algo para mostrar y dejar las cosas como están.
Cuando Perón y Evita entran en la vida y el corazón de los argentinos, surge inmediatamente la imperiosa necesidad de asistir con urgencia a los desposeídos. Esa es la razón de existencia de la Fundación Eva Perón, pero no la única ni definitiva, sí la primera, porque había que proveer con urgencia alimentos, abrigos, salud y contención, no como limosna, sí como reparación de justicia. Como derecho natural a una vida mejor y más digna.
Decimos no las únicas razones, si las primeras y transitorias. Las realizaciones definitivas se iniciaron paralelamente con las más apremiantes. Toda la obra de la Fundación Eva Perón fue pensada y ejecutada hacia el futuro, para siempre. Para una Argentina con justicia social, con hechos perdurables y no con mitigaciones momentáneas y efímeras.
Estas son las razones por las cuales fue creada la Fundación Eva Perón.
De la Beneficencia a la Justicia Social
Bernardino Rivadavia-Medalla conmemorativa del centenario de la fundación de la Sociedad de Beneficencia de la Capital. (Ciudad de Buenos Aires)
La opinión de H. S.Ferns, profesor canadiense de Ciencias Políticas de la Universidad de Birmingham, Inglaterra.
«Rivadavia era incapaz de lealtad, honestidad o siquiera buenas maneras en sus relaciones con los hombres que lo rodeaban con quienes estaba obligado a llevar los negocios de la comunidad. Odiaba a los hombres que eran más notables o tenían más éxito que él. No encontraba nada demasiado maligno que decir sobre San Martín y Bolívar.» (2)
Esta institución, la primera en su tipo creada por el estado argentino desde la Independencia, nació el 2 de enero de 1823 a iniciativa de Bernardino Rivadavia, en ese entonces ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores del gobernador de la provincia de Buenos Aires general Martín Rodríguez.
Inspirado Rivadavia en las ideas europeas sobre esta materia, tomó como modelo la Junta de Damas de Madrid, España, adonde la había observado durante su estadía en Europa.
La orientación de la Sociedad apuntó a dos objetivos: salud y educación. En el primero se hizo cargo del control y administración de la Casa de Expósitos (niños recién nacidos abandonados generalmente en los atrios de las iglesias o en las puertas de casas particulares), aunque renunció a la misma gestión en el Hospital de Mujeres, la que asumirá recién después de 1852 a la caída de Rosas.
Ambas instituciones estaban por ese entonces bajo la órbita de la Iglesia Católica, y en particular de la cofradía religiosa de laicos llamada Hermandad de la Santa Caridad de Nuestro Señor Jesucristo, que había sido desligada de esas administraciones el año anterior, 1922, por una resolución de Rivadavia.
En lo educativo se hizo cargo de la dirección y administración de las escuelas femeninas, las que hasta ese entonces estaban en manos religiosas y aquellas por crearse. Dos eran esas escuelas, la de Santa Catalina y el Colegio de Huérfanas. Además de estas dos instituciones, la educación femenina estaba reducida a la instrucción particular que podían costear para sus hijas algunas familias con recursos. Aparte de estos lugares, no existía en la incipiente Argentina nada más para educar a las niñas. Se trataba en otras palabras, de la secularización de la educación. La importación de modelos europeos, traía este fenómeno a cambio de la indudable ampliación de la escolaridad, que pasó de ser lo reducida que era, a mucho más amplia y con más llegada. Pero el precio de esta importación, también implicaba otros contenidos ideológicos que enseguida pasaremos a analizar.
DECRETO DE CREACION DE LA SOCIEDAD DE BENEFICENCIA
Ministerio de Gobierno
Buenos Aires, Enero 2 de 1823.
(texto original)
La existencia social de las mujeres es aún demasiado vaga e incierta. Todo es arbitrario respecto de ellas. Lo que a unas vale, a otras pierde; las bellas como las buenas cualidades, a veces las perjudican, cuando los mismos defectos suelen serles útiles.
Esta imperfección del orden civil ha opuesto tantos obstáculos al progreso de la civilización, como las guerras y los fanatismos, pero con una diferencia que los ha hecho menos superables, tal es la de haber sido siempre menos percibidos. Porque, si la fuerza natural de las cosas los ha hecho de cuando en cuando sentir, sólo ha producido las contradicciones, que resultan de los códigos, sobre el personal civil o legal, respecto de la mujer.
Estos obstáculos, sin embargo, importan mucho más que los que resultarían de dividir a los hombres por mitad, acordando a una todos los recursos del arte, del estudio y de la práctica, y no ofreciendo a la otra más medios que los del trato e imitación. La razón de ello, es que la perfección física de un pueblo emana igualmente de la belleza y sanidad del hombre, como de la mujer, su perfección moral e intelectual, estará también en razón de la que posean los individuos de uno y otro sexo que lo componen. La naturaleza, al dar a la mujer distintos destinos y medios de hacer servicios, que con los que rinde el hombre, para satisfacer sus necesidades y llenar su vida, dio también a su corazón y espíritu cualidades, que no posee el hombre, quien, por más que se esfuerce en perfeccionar las suyas, se alejará de la civilización si no asocia a sus ideas y sentimientos, los de la mitad preciosa de su especie.
Es, pues, eminentemente útil y justo acordar una seria atención a la educación de las mujeres, a la mejora de sus costumbres y a los medios de proveer a sus necesidades, para poder llegar al establecimiento de leyes que fijen sus derechos y sus deberes y les aseguren la parte de felicidad que les corresponde. Más no hay medio que pueda contribuir con tanta habilidad y eficacia a la asecución (consecución) de tan importantes fines, como el espíritu público de las damas que, ya por la situación distinguida que han obtenido, como por las dotes de su corazón y de su espíritu, presiden en su sexo y prueban su aptitud. Ellas no pueden dejar de aprovechar con una ansiosa solicitud, la primera oportunidad que se les proporciona, para reducir a hechos las verdades que se han indicado y otras muchas que no les honrarían menos. El Gobierno, pues, decidido por el principio de que no hay medio ni secreto para dar permanencia a todas las relaciones políticas y sociales, sino el de ilustrar y perfeccionar a hombres y mujeres y a individuos como a pueblos, ha acordado y decreta:
1°- Queda autorizado el ministro secretario de gobierno para establecer una sociedad de damas, bajo denominación de Sociedad de Beneficencia.
2°- El ministro secretario de gobierno nombrará una comisión, encargada de acelerar el cumplimiento del artículo anterior.
3°- Instalada que sea la sociedad, se procederá a la formación de una minuta de reglamento que se elevará para su aprobación.
4°- Las atribuciones de la Sociedad de Beneficencia serán:
a) la dirección e inspección de las escuelas de niñas.
b) la dirección e inspección de la casa de expósitos, de la casa de partos públicos y ocultos, hospitales de mujeres, colegio de huérfanas y de todo establecimiento público dirigido al bien de los individuos de este sexo.
5°- La Sociedad entrará gradualmente en los cargos detallados, a medida que se perfeccione en su organización y funciones.
6°- Se asigna para subvenir a los gastos de dicha sociedad, la cantidad de seiscientos pesos anuales del fondo reservado del gobierno.
7°- Queda destinada al costo de escuelas de niñas la cantidad de tres mil pesos del fondo acordado en el presupuesto general para primeras letras, y la de mil pesos del legado del Doctor Roxas.
8°- En la escuela de niñas existente que se fundó con parte del precitado legado, será colocada una inscripción que perpetúe la memoria del respetable eclesiástico que lo instituyó.
9°- El ministro secretario de gobierno y relaciones exteriores queda encargado de la ejecución de este decreto, que se insertará en el registro oficial.
Martín Rodríguez
Bernardino Rivadavia
Hasta acá, el decreto que da origen a la Sociedad de Beneficencia y que desmonta el modelo de asistencia social colonial existente. El proyecto de nuevo estado liberal que intenta Rivadavia, estaba teñido de anticlericalismo y hace pié en las tareas de asistencia social que la Iglesia tenía a su cargo.
Lo que hay que tener muy presente es que, por detrás de los primeros objetivos logrados en lo que hace a la ampliación de los servicios que prestaban las instituciones trasladadas, hay una clara diferenciación entre las llamadas por Rivadavia, “damas linajudas” y el común de las mujeres criollas. Esto implica, nada más y nada menos, que una desvalorización de lo nativo a favor de lo importado, como si necesariamente tuviese que haber en ello una jerarquía de valores. Es una expresa renuncia al ser nacional, en este caso portado por la mujer argentina. Por la condición de pobres o de poco instruidas de esas mujeres, a quienes los servicios iban dirigidos, quedaba implícito un no reconocimiento a todo el bagaje cultural de la estirpe criolla o argentina o americana, que en lo político se declaraba independiente del imperio español, pero que caía en otra dependencia política y cultural. Para el caso que nos ocupa, hay que prestar atención sobre el hecho de que la ilustración europea hace pié en nuestra tierra también de este modo y a través de una institución como la Sociedad de Beneficencia.
En el discurso de inauguración, Rivadavia sostiene claramente el objetivo político comercial al cual estará destinada la obra educativa de la Sociedad recién creada. La Argentina debe fundarse de acuerdo al modelo del libre cambio importado desde Europa, que consistía para hombres como Rivadavia, en la adquisición de todo lo elaborado en aquel continente a cambio de las materias primas originarias de nuestra tierra, más el agregado de las debidas garantías del Estado Argentino para la renta financiera, especuladora y parasitaria extranjera, especialmente la inglesa. Bien temprano comenzaba en nuestra historia la dependencia y el modelo colonial inglés, alternativo al recientemente derrotado modelo colonial español. El solo caso de la contratación del empréstito Baring Brothers que significó para la Argentina, no solo el negociado y el desfalco inicial en cuanto a cómo se hizo la operación, sino una deuda externa que se extendió por 120 años y que es tomado como el verdadero origen de la misma.
“Este país” (SIC), así se refiere el ministro de gobierno a la Argentina, (igual que hoy lo hacen algunos) necesita de más mano de obra para proveer a la industria, entendiéndose en ese entonces por tal actividad, a todos los oficios autóctonos que estaban vinculados con la provisión de los enseres más elementales de la vida de la comunidad de Buenos Aires. Faltando mano de obra masculina, porque esta hacía falta fundamentalmente para el ejército, se apuntaba entonces a la capacitación femenina. Decía: “producir ellas mismas lo que no dan ahora y adquirir por si mismas medios de subsistencia.” (3)
Pero no todo terminaba ahí, Rivadavia pensaba que “las mujeres podían contribuir a la grande obra de terminar la revolución, porque podían valerse hábilmente del poder e influjo que tienen sobre el corazón del hombre para hacer que sofoque de una vez esos resentimientos y pongan fin a la revolución.” (4)¿De que revolución está hablando Rivadavia? ¿Qué resentimientos había que sofocar? La respuesta es una sola: ya se instalaba el modelo europeo, que precisaba del centralismo unitario en oposición antagónica al modelo hispano-americano, herencia cultural del colonial español y que se expresaba a través del federalismo. Eso era lo que había que sofocar. La educación para la mujer, bienvenida, pero debe saberse cual era el objetivo político que perseguía.
Así las cosas, tenemos que la conducción de la Sociedad no podía estar en manos de cualquier mujer. Las que fueron convocadas, “calificaban”, según un sector social de pertenencia muy específico. Emilio Tenti Fanfani, explicando al tipo de mujer a quien se recurría y el modo en que se centralizaba la administración, lo dice así:“centralidad que en la mujer tenía poco de femenino y mucho de elitismo; ya que todas las mujeres de la Sociedad de Beneficencia eran esposas y parientes próximos de los grandes terratenientes, comerciantes y propietarios significativos de la ciudad y provincia de Buenos Aires”. (5)
Dicho en otras palabras, un temprano despertar de la aristocracia, que con el correr de los años devendría en oligarquía.
Los tiempos de Rosas, la Sociedad de Beneficencia y la asistencia social
Con la llegada de Rosas al poder y más precisamente en su segundo período, el que ocupó desde 1935 hasta 1952, la Sociedad de Beneficencia virtualmente dejó de funcionar, al menos con el esquema con que había sido fundada.
La presidencia de la misma fue ocupada por Agustina, hermana menor de Rosas, separadas las “damas linajudas” y todas las funciones de la Sociedad, disminuidas por cierto, fueron teñidas de un claro vínculo con el pensamiento y las acciones del Restaurador al frente de la Confederación Argentina. El hecho de que las niñas de las escuelas de la Sociedad y de todas las demás que no lo eran, usaran el distintivo de color punzó, corrobora esta aseveración. Eran épocas de afirmación de una identidad nacional, combatida tanto culturalmente como por la vía de los hechos más violentos. El unitarismo y su apoyatura ideológica en la ilustración europea, germen del liberalismo que vendría en las próximas décadas, no reparaba en la guerra más absurda y cruel para imponer un modelo que no era propio con la herencia cultural hispano americana.
Rosas, a su vez, no dejó resquicio mientras que de su poder dependiese para que esto no ocurriera. De ahí la transformación de las consignas de la Sociedad y del apartamiento de las personas que la condujeron en los primeros años. Un caso paradigmático fue el Mariquita Sanchez de Mendeville, quién habiendo sido socia fundadora, luego secretaria y más tarde presidenta de la institución, prefirió el exilio en Montevideo y ahí fue donde la encontró la caída de Rosas.
En rigor y vistos los hechos a la luz de la historia, las tareas de “ayuda social”, (adelantándonos con ese término y concepto de justicia en más de cien años a lo que por ello deberá entenderse a la llegada del peronismo), las encararon decididamente doña Encarnación Ezcurra, esposa de Rosas y su hermana Josefa Ezcurra. Ya antes de 1935 y estando Rosas en plena campaña al desierto, había escrito este a su esposa una carta donde le recomendaba una guía de acción para asistir a los más necesitados.
Este es el texto de dicha carta:
Río Colorado, Noviembre 23 de 1833
Mi querida Encarnación.
Ya has visto lo que vale la amistad de los pobres y por ello cuanto importa sostenerla y no perder medios para mantener y cautivar sus voluntades.
No cortes pues sus correspondencias.
Escríbeles con frecuencia: mándales cualquier regalo, sin que te duela gastar en esto.
Digo lo mismo respecto de las madres y mujeres de los pardos y morenos que son fieles. No repares, repito, en visitar a las que lo merezcan y llevarlas a tus distracciones rurales, como también socorrerlas en lo que puedas en sus desgracias.
Juan Manuel de Rosas. (6)
Es innegable, porque surge del texto, el sentido político de lo que recomienda Rosas a su esposa, pero no es menos cierto que toda esta tarea previa a su vuelta al poder en 1935, seguirá realizándose cada vez con mayor amplitud y profundidad durante su gobierno y se hará al margen del sentido que había tenido la “ayuda” en la Sociedad de Beneficencia. Otros propósitos y otros reconocimientos culturales y sociales animaban estas acciones. Se privilegió la asistencia a los más necesitados porque en ellos se veía la personificación de la patria. Distancias siderales separaban las políticas sociales de la Sociedad de Beneficencia de las de Rosas.
¿En que consistían estas tareas de ayuda? Lo primero que hay que decir es que se hacían relevando, o visitando casa por casa los hogares más pobres. Allí se dejaban desde donaciones, vestimenta y alimentos hasta la asistencia médica que alguien pudiese necesitar.
Josefa Ezcurra |
Encarnación Ezcurra |
Agustina Rosas |
La principal nota sobre la distancia que había entre la acción social durante los gobiernos de Rosas y el de Rivadavia que los precedió, está en que toda la operación de la ayuda partía de un concepto de comunidad, donde el bienestar debía ser compartido por todos.
Esta concepción es coherente con la práctica de Rosas en su vida privada como hacendado, donde él, su familia y su peonada formaban una unidad donde se compartían objetivos políticos, religiosos, necesidades y bienestares. Este mismo pensamiento fue insertado en la comunidad de la Confederación Argentina al mando del propio Rosas y es la principal diferencia que debe reconocerse con la asistencia impulsada por la elite ilustrada y linajuda que pensaba en algo tan disímil como la sociedad mercantilista que intentó imponer Rivadavia. Comunidad en oposición a individualismo. Esa fue la diferencia.
Y no solo se preveía la asistencia por inclusión a un proyecto político de país, el que conducía Rosas, sino que estaba en su base, un genuino sentimiento que Encarnación lo describe así: “si yo sigo atendiendo a los de chaqueta, peleando con los cismáticos y denunciando a los enemigos, alguien tiene que ocuparse de los pobres. Ocuparse en serio. Darles lo que necesitan. No dejar que pasen penurias. Que coman. Que tengan ropas y vean que les tenemos amor. Visitarlos, hablar con ellos.” (7)
Y para concluir con esta posición y con este pensamiento, recordemos que Encarnación decía: “Estamos obligadas todas las clases sociales a trabajar por el bien común.” (8) Algo muy notable si nos situamos en la década del 30, pero del siglo XIX….
El regreso de la Sociedad de Beneficencia
Después de la batalla de Caseros en 1852, cuando Rosas cae del poder, la Sociedad de Beneficencia retoma su conformación anterior a 1835.
Con los mismos objetivos y los mismos pensamientos, vuelve a instaurarse el modelo de educación y “asistencia social” de las clases privilegiadas a las más pobres.
Si algo se había dicho para que esto estuviese claro, en 1832 hacia el final de su primera época (anterior a Rosas), su presidenta Mariquita Sanchez de Mendeville expresaba en un discurso acerca de la educación femenina lo siguiente: “está distante de ser demasiado elevada, como lo han temido algunas personas respetables (sic) del pueblo. Los deseos de la Sociedad son, al contrario, que las niñas se complazcan más en su estado, conociendo mejor sus deberes y que acepten con resignación su destino (sic).” Personas respetables, resignación y destino. ¡No teman personas respetables, que la educación que impartimos no es demasiado elevada!
Junto con el regreso de la Sociedad de Beneficencia a su primer esquema, el liberalismo europeo hace su desembarque definitivo en nuestra patria, el que durará por noventa largos años. El acompañamiento cultural y “asistencial” de la Sociedad apuntalará en forma constante el desarrollo del modelo de país que se irá instaurando.
Desde el punto de vista de las declaraciones de principios y desde las acciones, puede que ambas confundan a desprevenidas personas que pudieran “consumir” frases tales como “premiar a la humildad”, “caridad”, “humanismo”, interés por la “infancia abandonada” y una evidente e innegable intervención en la salud pública paralela a las acciones del propio estado. Lo que debe intentar pensarse es que propósito encubría, muy pero muy en lo profundo de la conciencia de las damas de beneficencia y en el montaje del sistema político económico liberal, toda esta política asistencial.
Con el correr de los años, siempre dicho esto a partir de 1852, el crecimiento de la población por efecto de las inmigraciones que comenzaron en el último tercio del siglo XIX, tuvieron un efecto multiplicador en los problemas de educación, salud y saneamiento ambiental fundamentalmente.
Finalmente y después de concluida la organización nacional sobre la base del modelo liberal importado, después de casi treinta años de guerra de exterminio con el interior del país y siendo victoriosa la ciudad puerto de Buenos Aires, declarada además capital de la Argentina, nuestro país quedaba insertado en la nueva división del trabajo internacional, esto es país dependiente y productor principalmente de materias primas.
Muy incipientes industrias o actividades productivas de lo más básico para poder vivir, el desarrollo de los ferrocarriles, la construcción del puerto de Buenos Aires y toda la obra pública necesaria para consolidar un modelo agroexportador, ocuparon a cada vez más personas, las que sin viviendas adecuadas debían recurrir a refugiarse virtualmente en viviendas colectivas, los conventillos, donde lo que proliferaban eran las enfermedades, el hacinamiento y la promiscuidad.
Mansiones y conventillos
Una de las consecuencias de esta situación, entre varias otras y que cada vez se fue agravando más y más, fue el abandono voluntario o no, de los menores de edad, los que pasaron a alternar entre la calle como lugar de estadía y su propios“hogares”, los que no eran tales porque solo consistían en una miserable pieza donde convivían cinco, seis o más personas, estando esa pieza en el ámbito de lo que se llamó conventillo, o sea la agrupación de muchas piezas con esas características.
Lo cierto fue que el desarrollo de la comunidad argentina debido a las sucesivas inmigraciones europeas, multiplicados sus individuos por centenares de miles primero, por millones después, creo gravísimos problemas sociales donde, como ya apuntamos, la salud, la educación y la orfandad y el abandono, tuvieron connotaciones dramáticas.
La respuesta de las clases dominantes, fue la creación de múltiples instituciones como la Sociedad de Beneficencia de la Capital (Buenos Aires) en muchos lugares del interior del país.
Se crearon escuelas, asilos para mujeres, institutos neurosiquiátricos para hombres y mujeres, orfanatos y hospitales generales y para niños. Todo obedecía a un principio de contención de los problemas, no de su solución, porque el origen de todos ellos estaba en el desarrollo del modelo liberal, capitalista y dependiente que había adoptado la Argentina. Si estos males habían aparecido, alguna respuesta cabía dar. Alguna, no la que correspondía, porque pensar en una solución radical a estos problemas generados por la explotación de las clases dominantes, era ir directamente contra sus propios intereses y beneficios. Por lo tanto la contradicción era infranqueable.
Viviendas oligarcas y conventillos
Lujo y pobreza extremas
Desigualdad e inequidad exasperantes
Ciudad de Buenos Aires, palacio-vivienda de la familia Duhau
Foto publicada por www.highbuenosaires.com
Ciudad de Buenos Aires, frente del palacio-vivienda de la familia de Nicolás Anchorena y Mercedes Castellanos de Anchorena. Dama esta última de la alta sociedad porteña dedicada a la beneficencia, a quién el Vaticano le otorgó el título de Marquesa Pontificia y la condecoró como Dama de la Rosa de Oro. El edificio pertenece hoy a la Cancillería Argentina.
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Interior del palacio-vivienda de la familia Anchorena-Castellanos
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Frente de un conventillo en el barrio de La Boca, ciudad de Buenos Aires
Foto publicada por www.hola-buenosaires.com.ar
Ciudad de Buenos Aires, patio interior de un conventillo compartido por todos los habitantes del lugar y por esa razón con escaso lugar libre. El baño es único y de uso común para todos. Cada puerta es la entrada a una habitación-vivienda donde mora una familia entera, con 3,4,5 o más hijos.
Foto publicada por www.historiacocina.com
Interior de otro conventillo
Foto publicada por www.laciudadviva.org
Algo de sinceridad
A principios del siglo XX, se discutía que hacer con “los chicos de la calle” que proliferaban por doquier, fruto de la presencia de más inmigrantes y de las paupérrimas condiciones habitacionales y sociales en que les tocaba transitar su infancia. En un sorprendente atisbo de honestidad por parte de un diario oligarca, leemos esta casi confesión de partes: “No se trata de criaturas vagabundas, huérfanas sin hogar, entregadas a la vida errante en la ciudad, sino de niños de hogares pobres. De esta manera, la calle y la comisaría, son las dos aulas en donde se educan. ¿Cómo retener encerrados en los hogares pobres, sin luz y sin aire, sin patio…a numerosas criaturas máxime si sus padres tienen que abandonarlas para acudir a sus trabajos fuera del hogar?”
Diario La Prensa, 1908, pag. 8.
La Iglesia Católica, la oligarquía y la beneficencia
Hacia fines del siglo XIX, exactamente en 1891, la encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII, denunciaba la acumulación de riqueza en pocas manos y la pobreza para las inmensas mayorías. No ahorraba palabras para describir la situación a la que calificaba de miserable y calamitosa, y proponía “proveer con urgencia el bien a las gentes de condición humilde”. (9)Proveer el bien no significaba para León XIII administrar paliativos ni atenuantes que aliviaran el dolor de las masas. Lo que pedía era el bien y esto era no generar situaciones de injusticia que desembocaran justamente en el dolor y el sufrimiento. Pedía medidas de fondo y no transitoriedades que mantuviesen el esquema de la injusticia social.
Justamente esto fue lo que se fue engendrando en la Argentina de la segunda mitad del siglo XIX, injusticia y reparaciones que solo eran atenuantes. Un dato para tener en cuenta: las acciones de todas las instituciones juntas creadas por las sociedades de beneficencia, siendo que en realidad eran un número importante, quedaban a “años luz” de la problemática social creada por el sistema de injusticia e inequidad de las mismísimas personas que administraban esas sociedades. La miseria provocada era de tal tamaño, que superaba en varias veces los intentos por mitigarlas. Siempre estaban estos muy atrás de los problemas. Muy lejos y nunca jamás con intención de resolverlos, apenas de aliviarlos.
La oligarquía a su vez estaba en los dos lados, en las dos puntas del problema, en el capital del lujo, del derroche, de la mansión y de la explotación por los bajos salarios, las inhumanas condiciones de trabajo y la desocupación, al mismo tiempo que estaba en los orfanatos, en los asilos, en las escuelas y en los hospitales.
Una aparente contradicción: al fundarse, la Sociedad de Beneficencia de la Capital había reemplazado en las tareas que realizaba a instituciones de la Iglesia Católica, incluyendo funcionar desde el edificio del Convento San Ramón Nonato, de la Orden de los Mercedarios, teniendo estos que enclaustrarse o desalojarlo. Con el correr de los años y posteriormente a la caída de Rosas, la incipiente oligarquía anudó una alianza política con las jerarquías eclesiásticas, lo que derivó en el accionar conjunto para la beneficencia. Damas de la alta sociedad y religiosas (como en la foto) “bendecidas” ambas por altos dignatarios clericales que ignoraron el mensaje de León XIII. Esta alianza perduró hasta la llegada del peronismo.
1918-Mujeres bordando. Damas de la alta sociedad porteña que se dedicaban a la beneficencia.
Foto Revista Ñ (Diario Clarín)
Basta recorrer los apellidos de las “damas de beneficencia” para darse cuenta de cómo estaba construido este sistema asistencial: Quintana, Luro, Alvear, Leloir, Unzué, Ortiz Basualdo, Casares, Bosch, Torquinst, Lezica, Uriburu, Anchorena, Pellegrini, Perdriel, Cantilo, Lavalle, Rodríguez Larreta son solo algunos de esos apellidos. Es la personificación de la oligarquía argentina. El esquema debía garantizar y preservar de algún modo cierto orden social y algo que pertenece a un terreno tan personal como que penetra en la conciencia de las damas que promovían toda la beneficencia y esto es, lo que surge de la siguiente pregunta: ¿A quién servía más la beneficencia, a los pobres y desesperados destinatarios o a las propias damas que la ejercían? Todo indica que más a ellas mismas que para los semejantes.
De no haber sido así, la Argentina de la oligarquía no hubiese mostrado el espanto de la miseria generalizada por todos lados, la bajísima expectativa de vida, el hambre y la desocupación. Todo ello inseparable y propio del sistema de explotación a que era sometido el pueblo argentino. Había ollas populares y conventillos; hambre y epidemias que diezmaban a miles, pero había, como ya apuntamos, orfanatos, asilos y hospitales que no alcanzaban para lo mínimo. Ese era el esquema.
Bien lo dice Mary Main (seudónimo de María Flores) cuando afirma que la Sociedad de Beneficencia “había realizado en forma tranquila y un tanto feudal y con más beneficio para sus propias almas que para los cuerpos que recibirían la caridad, una apreciable cantidad de buenas obras.” (10)
La práctica religiosa católica de la oligarquía argentina, seguramente necesitaba de un “lavado de conciencias” frente a la dura realidad promovida por esa misma oligarquía. ¿Porqué no una limosna, una asistencia? Era más fácil que rever todo el sistema de injusticia social, pero León XIII sí lo denunció, aunque en la Argentina debió llegar el peronismo para hacer realidad la Doctrina Social de la Iglesia.
Decía Evita a propósito de la limosna: “Porque la limosna para mí fue siempre un placer de los ricos: el placer desalmado de excitar el deseo de los pobres sin dejarlo nunca satisfecho. Y para eso, para que la limosna fuese aún más miserable y más cruel inventaron la beneficencia, y así añadieron al placer perverso de la limosna el placer de divertirse alegremente con el pretexto del hambre de los pobres. La limosna y la beneficencia son para mí ostentación de riqueza y de poder para humillar a los humildes.” (11)
Por lo demás, debe decirse que el sistema de beneficencia estaba sostenido por presupuestos estatales destinados para tal fin, con donaciones de instituciones, personas adineradas y de las propias familias que participaban en la administración de las sociedades de beneficencia.
A propósito de los recursos que se obtenían para el sostenimiento de las entidades y que el principal de ellos se originaba en la renta derivada de la explotación de los trabajadores, es interesante ver la mirada del humor español sobre este sistema en la actualidad, pero que bien podía ser transportado imaginariamente al pasado de nuestro país y tener una fotografía de un aspecto del fenómeno de la beneficencia.
Fin de la beneficencia
Después de cien años de accionar y a ciento veinte de su fundación (con el interregno del período de Rosas al que hemos aludido), la beneficencia en la Argentina entra en sus últimos años previos al peronismo.
Efectivamente, en octubre de 1943, a poco de iniciado el gobierno surgido de la Revolución de junio de ese año y al mismo tiempo que el Coronel Perón es designado al frente del Departamento Nacional del Trabajo, el gobierno crea la Dirección de Nacional de Salud Pública y Asistencia Social. Un claro y evidente hecho solo atribuible a la mano de Perón, que ponía en jaque a la Sociedad de Beneficencia de la Capital y de todas las equivalentes en el resto del país, al crear un canal paralelo que anunciaba una muy distinta y diferente actitud y pensamiento frente a los problemas sociales.
Tres años después y ya comenzado el primer gobierno del general Perón, el 6 de septiembre de 1946 es intervenida la Sociedad de Beneficencia de la Capital mediante el decreto 9414/46. Es el fin. Se termina con el concepto y principio de limosna, de caridad y de beneficencia para abrirle paso al de la justicia social. Las diferencias de clase, sostenidas, promovidas y justificadas por la oligarquía son reemplazadas por la solidaridad social.
Dos años después, en 1948, verá la luz la Fundación de Ayuda Social María Eva Duarte de Perón. Una herramienta revolucionaria puesta al servicio del pueblo argentino.
EVITA
Discurso transmitido por radio desde su lecho de enferma
27 de octubre de 1951
Inauguración de la Ciudad Estudiantil en la ciudad de Buenos Aires
«Durante cien años, el pueblo argentino sólo ha recibido las migajas que caían de las mesas abundantes de la oligarquía, que primero lo explotaba y después, para quedar en paz con la conciencia, le tiraba las sobras de sus fiestas. En esto se diferencia mi obra de las que realizaron las decadentes sociedades de beneficencia.” (12)
Bibliografía y Documentación de apoyo
1. Perón, Eva-La razón de mi vida, Ed. Peuser, 1954, pag. 225
2. Ferns, H. S.–Gran Bretaña y Argentina en el siglo XIX, Ed. Solar/Hachette, pag. 178
3. Rivadavia, Bernardino-Palabras en la inauguración de la Sociedad de Beneficencia, 12-4-1823
4. Ibidem
5. Tenti Fanfani, Emilio-Estado y pobreza: estrategias típicas de Intervención, Ed. Centro Editor de América Latina, Bs. Aires, 1989
6. Conde Montero, Manuel-Doña Encarnación Ezcurra de Rosas, Correspondencia Inédita-Revista Argentina de Ciencias Políticas-Nro. 149-Buenos Aires, 1923
7. Pichel, Vera-Encarnación Ezcurra-Ed. Sudamericana, 1999, pag. 94
8. Ibidem, pag. 124
9. León XIII, Papa-Encíclica Rerum Novarum
10. Main, Mary-La mujer del látigo, Ed. La Reja, Buenos Aires, 1955
11. Perón, Eva-Ob. cit., pag. 182
12. Perón, Eva-Discurso inauguración de la Ciudad Estudiantil, 27-10-1951