En lo Político: La Rama Masculina del Movimiento Peronista

 

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Parte III: 

PRIMER GOBIERNO DE PERON

1946-1952

En lo político:

La Rama Masculina 

La forma partido, “artículo de museo

El nacimiento del Movimiento Peronista

Fundamentos

Orgánica del Movimiento Peronista

 

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Presidente de la Nación Argentina y

Conductor Estratégico del Movimiento Peronista

General Juan Domingo Perón

 

 

 

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Escudo peronista

 

 

“El Movimiento Peronista no es un partido político; no representa una agrupación política. Es un movimiento nacional; esa ha sido la concepción básica. No somos, repito, un partido político; somos un movimiento y como tal no representamos intereses sectarios ni partidarios; representamos sólo los intereses nacionales. Esa es nuestra orientación. Nuestro objetivo es –lisa y llanamente- lo que debe ser el objetivo de todas las naciones que luchan por la felicidad de sus hijos y por la grandeza de la Patria.”

 

Juan Domingo Perón

11-1-1949

 

 

Introducción

 

Llegado Perón al poder en 1946, era necesario que organizara su propia fuerza política. Había transcurrido el 17 de octubre como un acto de poder y de afirmación del nuevo movimiento naciente. Se habían ganado las elecciones del 24 de marzo de 1946 con el apoyo de fuerzas políticas con muy diversos orígenes. Ninguno peronista claro está, por cuanto el peronismo no existía aún y lo que acababa de nacer era un movimiento político, aunque inorgánico. Su impulso era enorme, pero la masa era aún eso, una masa carente de toda organicidad.

Cuando Perón concibe al Movimiento Peronista, lo hace como una  forma superadora de los anquilosados y mentirosos partidos tradicionales, pero también tiene la clara conciencia de que en el van a convivir diferentes sectores sociales y de diferentes extracciones. Debía dotarlos a todos de una misma doctrina y de un mismo objetivo estratégico. Por eso los encolumnó dentro del mismo movimiento.

Pero también debía organizar cada una de las partes que lo componían, esto es las grandes columnas de marcha, las grandes ramas: la sindical, la femenina y la masculina. Cada una de ellas tenía su particularidad y su especificidad, y a eso debía dirigir sus esfuerzos. Un doble trabajo de conducción. La del conjunto y la organización de cada una de las ramas.

 

Decíamos, cuando en esta misma Parte III de nuestro trabajo analizábamos la naturaleza del poder en el peronismo, lo siguiente: El sistema demoliberal representativo, cree y hace creer que el poder está solo en el control del estado y que la vía son los partidos políticos. De acuerdo con esta idea, el poder es tomado cuando se accede a ese control mediante un acto eleccionario. Esa visión limitada y a veces ingenua, es la que prevalecía en la Argentina de principio de los cuarenta. El poder real estaba en otro lado, a veces coincidente con los partidos y con el acceso al estado, por caso el conservadorismo liberal, y siempre presente detrás de las estructuras de gobierno y del estado, esté quien esté en el gobierno.

   De modo tal que, la sociedad argentina se enfrentaba en la década del cuarenta con el fin de una era, porque ese esquema hacía agua por todos lados y no daba cabida a todos los integrantes de la comunidad, ni respuesta alguna a sus problemas.” 

 Dice Perón al respecto: “…En resumen, tanto en uno como en otro caso, las revoluciones comunistas, fascistas y nacionalistas, como las evoluciones británica y norteamericana, toman el mismo camino: la supresión de los partidos políticos. La vieja Europa, con sus miles de años de cultura y tradición, ha seguido esa evolución y cuando habla de democracia quiere decir una cosa absolutamente distinta de lo que hace medio siglo significaba. Solamente nosotros, con un siglo de atraso, seguimos a la zaga de los simuladores de una virtud que no practican y tenemos una multitud de remedos de formaciones políticas en las que todavía creemos, nos levantamos todos los días con el demoliberalismo en la boca y sostenemos la ‘democracia capitalista y burguesa’ como de palpitante actualidad, cuando ha pasado a ser un artículo de museo en todos los países medianamente civilizados”. (1)

 

Esta es la Argentina que encuentra Perón cuando llega a la primera presidencia. Era obvio, y consecuente con el desarrollo previo de su formación y pensamiento, que iba a dotar al pueblo argentino, mayormente a su clase trabajadora y sin exclusión alguna de otros sectores, de una orgánica que abarcara a todos aquellos que se encolumnaran detrás de los objetivos estratégicos del Movimiento Nacional.

Lo que encontró fue precisamente una multitud de partidos, pequeños o más grandes, que lo único que hacían era dividir el campo popular y que le hacían el juego a los poderes concentrados de la oligarquía y el imperialismo presente por detrás, al dividir las fuerzas a las que se suponía “representaban” en sus mejores intereses. Simplemente por esto. Por esa razón los llama“artículo de museo”, genial expresión que define todo.

Pero además y como será una definición liminar y filosófica del pensamiento justicialista, esa forma, la forma partido, era (y es) el espacio de la toma de decisiones de muy pocas personas. El espacio de una ficción democrática, de una simulación. Las mayorías estaban y están privadas, por definición de lo que es un partido y de su mecánica, de la participación en la toma de decisiones.

 

La observación que hace Perón, data del año 1967, cuando todavía los partidos se resistían y se resisten aún hoy a subordinarse a los grandes movimientos. Más de veinte años antes de decir lo que leímos, la situación era la misma y no daba para más. Se imponía la creación de una nueva forma política que encuadrara las aspiraciones de las mayorías, tanto en sus opiniones, como en sus deseos de participar en la ejecución de las acciones. O sea, de una forma seriamente democrática en tránsito hacia la Comunidad Organizada y no de una ficción como la de la democracia demoliberal representativa.

 

 

Los hechos

 

El sentido de organización que, por su propia formación Perón lleva en la sangre y en la conciencia, deberá ser puesto a prueba ni bien es alcanzado el poder en 1946. Es una cuestión de supervivencia política la que se acomete. Si no se logra trascender los marcos de la organización de un partido y por mas grande que este pueda serlo, no será verdaderamente revolucionario el nuevo movimiento político.

Precisamente, para llamarse movimiento, Perón lo habrá de dotar de una orgánica cualitativamente superior a la conocida forma partido. Está será una creación desconocida dentro de la política argentina. El nuevo movimiento estará compuesto como ya dijimos por tres ramas, la sindical, la femenina y la masculina. Cada una de ellas contendrá a los sectores del pueblo que, por desempeño laboral o por género masculino y femenino expresan a la comunidad. Fundamentalmente estos tres serán los que corporicen al Movimiento Peronista en tránsito hacia la Comunidad Organizada.

Tendrán su articulación una con respecto de las demás; su conducción estratégica para el conjunto de las tres y las conducciones tácticas de cada una de ellas; sus vanguardias, el grueso en cada una de ellas y una retaguardia formada por los niños de aquellos años, “los únicos privilegiados” y los que serán con el correr de los años el reaseguro de continuidad del peronismo, los “nuevos peronistas”, los niños del ayer.

 

Como método para facilitar la comprensión de cómo se fue conformando y organizando el Movimiento Peronista, iremos paso a paso desde la creación del Partido Peronista Masculino, la organización de la “Columna Vertebral del Movimiento”, la Rama Sindical y finalmente la creación del Partido Peronista Femenino, esto luego del otorgamiento del derecho de voto a la mujer argentina.

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GRAFICO DE LA ORGÁNICA DEL MOVIMIENTO PERONISTA
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El Partido Peronista Masculino

 

Como ya apuntamos, producido el triunfo electoral del 24 de febrero de 1946 donde la fuerza electoral del peronismo era, en lo partidario, la suma de diferentes sectores que decidieron apoyar a Perón, y en vísperas de asumir a la presidencia, era menester comenzar a unificar dichas fuerzas, no solamente como alianza electoral sino como verdadera estructura partidaria con una misma expresión y rumbo doctrinario. En suma una paso mucho más allá de lo que inicialmente fue.

El 23 de mayo de este año, Perón resuelve disolver todos los partidos que apoyaron su candidatura, con la finalidad de crear un solo agrupamiento. Este habrá de ser desde ese instante el que se llamó Partido Único de la Revolución.

Distintas reacciones se produjeron en la fuerza electoral que había constituido el frente nacional contra la Unión Democrática. Mientras que la Junta Renovadora Radical y el Partido Independiente acatan la directiva casi sin ninguna reserva (solo el caso aislado de algún dirigente radical que volvió a la U.C.R.), el Partido Laborista rechaza la disolución.

La rechaza, porque sus dirigentes simplemente no comprenden que ha llegado la hora de terminar  con los viejos moldes partidarios, sean del signo que sean y que es necesario crear un nuevo partido, pero integrado con otras ramas de expresión política y social dentro de una nueva orgánica llamada movimiento. Esto no lo entendieron por la extracción ideológica de la izquierda de la que provenían. Los laboristas pensaron que ellos debían ser la vanguardia partidaria y electoral del naciente peronismo y no tuvieron la mira superior que el momento histórico requería. Fue la primera gran contradicción de los laboristas con Perón. Habría más y mucho más dramáticas.

 

De este modo, y con la precaria y provisoria formación llamada Partido Único de la Revolución, termina el año 1946 para encarar el siguiente con una decidida y vigorosa acción destinada a consolidar el nuevo partido que será el Partido Peronista.

El 15 de enero de 1947 la dirigencia peronista promueve la primera reunión de lo que pasa a denominarse Partido Peronista. El 25 de enero del mismo año, se decide mantener ese mismo nombre hasta la reunión de un Congreso Constituyente donde se darán los pasos legales correspondientes para la formación del nuevo partido. El día 29 de este mismo mes Perón es inscripto como el afiliado Nro. 1 del partido.

Finalmente el 23 de mayo de 1947 y mediante la sesión de su Primer Congreso Constituyente, se crea el Partido Peronista.

 

 

Finalidad del Partido Peronista

 

Es imprescindible comprender porque, mientras Perón señala el agotamiento histórico de los partidos políticos, simultáneamente crea una estructura partidaria. Es que la diferencia trascendental y decisiva con las viejas formas partidarias será, que la nueva creada, el nuevo partido, estará integrada dentro de una orgánica superior, la del Movimiento Peronista y tendrá una finalidad específica dentro del mismo, complementaria o sumatoria a la del conjunto conducido por una misma Conducción Estratégica.  Esta es la clave para entender su existencia. No es una forma aislada con objetivos propios. Será la que, acompañando a los otras dos ramas del movimiento, provea de cuadros políticos a la estructura del Estado; en el mismo sentido será el espacio de las aspiraciones políticas del hombre argentino y finalmente será la herramienta electoral del Movimiento Peronista. No su conducción y ni estará por encima del conjunto del movimiento, será una parte de el. Solo eso, aunque también nada menos que eso.

 

Y en otro orden o perspectiva, será un espacio para los hombres, de resolución  de las naturales contradicciones que se presentan en la vida política con las mujeres. Estas contradicciones pueden ser resueltas de dos formas. Una antagónica, tal como lo hacen los partidos liberales o los marxistas, haciendo compartir a ambos géneros el mismo espacio y produciendo la consecuente competencia. Esta prevé la supresión política del otro, lo cual transforma el fenómeno en una contradicción antagónica.

La apertura de una Rama Masculina, como también lo será la Femenina, transforma esa contradicción en no antagónica al proveer a los hombres de su propio espacio. Se crea así un mecanismo virtuoso que pone a unos y a otros con un mismo objetivo compartido por todos y como metas hacia delante de todo el dispositivo y de todas las ramas: la liberación nacional y la justicia social.

 

El Partido Peronista, así organizado e integrado dentro del movimiento, pasa de ser un “artículo de museo”, a una herramienta perfectamente definida dentro de la finalidad general y revolucionaria del conjunto.

Los peligros que enfrentó esta estrategia de Perón fueron dos. Uno, las luchas internas entre las diferentes tendencias que habían apoyado y posibilitado su llegada al poder. La necesidad de conciliar los diferentes intereses y extracciones políticas de cada uno, poniéndolos a todos ellos dentro de una estrategia común y con un solo objetivo.

 El otro riesgo que se corría, mucho más peligroso y regresivo, fue el que todos los sectores del movimiento no dejaran de pensar como partido y no adquiriesen la conciencia de que formaban parte de una nueva orgánica, superadora de las anteriores y que eso no tenía retorno. Difícil y delicada operación de transformación de las conciencias. Algunos lo comprendieron. Otros siguieron pensando como partido, intentando copar siempre los puestos de conducción desde la estructura partidaria en desmedro de la organización popular y de la presencia de las organizaciones libres del pueblo.

 Esta lucha la vamos a ver reflejada en los años por venir y que nos toca historiar. Es una de las más crudas y cruciales dentro de la vida interna del Movimiento Peronista.

 

De inicio, esto es desde el mismo momento de la llegada al poder y con la necesidad de contar con un bloque de legisladores homogéneo, se pusieron de manifiesto las discrepancias políticas entre los que componían el frente peronista. Era natural que así sucediese por las diferentes extracciones políticas que lo componían. Y debía suceder, tal como sucedió, que Perón tomase las riendas de la cuestión y señalara cual eran los principios doctrinarios y cual era la política del gobierno. Los sectores debieron comprender a conciencia los mismos y sujetarse a ellos. Quienes no lo hicieron, en rigor muy pocos, debieron abandonar las filas del nuevo movimiento.

                                            

 

Discurso de Perón ante legisladores y dirigentes políticos del Partido Peronista

18 de junio de 1948

“Ni sectarismo cerrado, ni liberalismo inorgánico”

 

 

 

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Discurso del Gral. Perón

Fotografía publicada por conciencia-militante.blogspot.com

 

 

Perón describe como nadie este proceso inicial en la vida del peronismo en su discurso del 18 de junio de 1948 y apunta y advierte claramente, sobre la necesidad de compartir tanto la unidad de concepción en la doctrina, como la acción a desarrollar en forma convergente, desechando todo los riesgos de la organización divergente. Planteadas así las cosas y de frente a un objetivo común, produce este magistral discurso cuyo texto completo es el siguiente:

 

“En la acción política, no basta tener una orientación que fije una conducta general, sino que es menester organizar una acción que saque de esa conducta general el mayor provecho posible., lo que evidentemente no sucede en nuestras fuerzas por falta de una organización más o menos racional y completa. Es casualmente a ese aspecto al que me quiero referir hoy en forma especial, para que así comencemos todos nosotros, que somos en realidad de verdad los responsables si esa fuerza, por inorganicidad, más o menos prolongada, llegase a un grado de destrucción en que no pudiéramos parar los acontecimientos, con lo que hubiéramos destruido también es te maravilloso instrumento que las circunstancias han puesto en nuestras manos y bajo nuestra responsabilidad.

Hasta ahora nos hemos desempeñado, por el apremio de las circunstancias, en un ambiente inorgánico y eso tiene múltiples inconvenientes que nosotros deberemos salvar si queremos presentar una lucha en las mejores condiciones en el campo político. De ello surge que es necesario, indispensable e imprescindible organizar nuestras fuerzas. ¿O no? Eso es lo que hay que determinar y ponerse a trabajar enseguida para realizarlo.

Es así que yo quiero traer en esta conversación una contribución personal a este problema para que, considerado por todos nosotros, podamos comenzar algo constructivo a ese respecto. En primer lugar, señores, quiero distraer la atención de ustedes para hacer una ligera consideración y observación del estado orgánico de las fuerzas políticas argentinas.

Señores: según mi concepto, en nuestro país todavía no han existido partidos políticos orgánicos. Nuestra vida política se desenvuelto en un medio de inorganicidad permanente, y esto es una verdad que ustedes conocen tan bien como yo. Podrá haber habido en los movimientos políticos argentinos algunos sectores orgánicos, pero eso no indica que el conjunto de las fuerzas políticas haya estado bien organizado. En primer término, un rápido análisis de cómo han funcionado los partidos políticos argentinos –y, al decir funcionado, quiero decir cómo han nacido, cómo se han organizado, como se han desenvuelto y cómo han terminado- podemos hacerlo dentro del panorama general, sin particularizarnos con cada uno de los partidos.

Todos los partidos políticos argentinos tienen un nacimiento circunstancial; parten de una revolución o de un movimiento no permanente. Que después, con el tiempo, hayan conseguido más o menos organizarse dentro de las formas generalmente inorgánicas en que han actuado todos los partidos es otra cosa; pero ninguno ha nacido como un movimiento real y efectivo, con todas las bases que un movimiento político debe realizar. Yo pienso que quizá dentro de los partidos argentinos hay una diversidad tal de factores que han actuado en su organización, que van desde  el sectarismo cerrado, comunista o socialista, hasta el liberalismo inorgánico de un Partido Radical. Uno materializado por una doctrina sectaria y el otro diremos, creado en forma permanente de disolución por un espiritualismo un poco teórico; y unidos y aglutinados sentimentalmente el uno y el otro, aferrados a formas rígidas disciplinarias que cierran la acción de los hombres para limitarla al dominio de un círculo estrecho de pocos dirigentes.

Ninguno de esos dos extremos es, en mi concepto, el tipo orgánico que nosotros debemos buscar. La historia demuestra que en estos partidos el resultado ha sido perfectamente claro dentro de la acción política. El uno se ha limitado por sectarismo, se ha encerrado por ese sectarismo que lo ha llevado a una limitación que  representa primero la detención y después el retroceso. El otro ha ido directamente a la disociación por falta de aglutinación material en el desarrollo de la acción política.

Por eso el fin de estos partidos que hemos visto funcionar en nuestro medio ha sido bien claro. Unos están terminando porque no pueden seguir progresando debido a sus sectarismos cerrados Y otros, por su organización divergente, se disocian formando distintas tendencias y llegando finalmente a plasmar en tantas banderas y colores que no alcanzan las banderas y los colores conocidos para distinguir a las distintas fracciones en que se divide su permanente trabajo de disociación.

Estas son realidades que nosotros debemos tomar como ejemplo, porque los partidos políticos argentinos de este tipo, como también del tipo nuestro, pueden seguir el mismo camino si su organización es divergente.

Es necesario organizar al partido en forma convergente, porque en caso contrario se destruye a sí mismo. Carecería de la necesaria cohesión de fuerzas.

Nosotros tenemos que llegar a esa organización porque de otra forma organizaríamos un partido destinado a disociarse y morir por atomización de la masa, que el fenómeno que han venido sufriendo la casi totalidad de los partidos argentinos.

En esta cuestión juega un factor de extraordinaria influencia, nacido en todas las organizaciones de la Revolución Francesa, cual es el exceso de soberanía o el exceso de fraccionamiento de la soberanía. Hablamos nosotros, en nuestra organización de una convención nacional que es soberana; de una provincial que es soberana y de convenciones locales que también son soberanas.

En una organización donde existe un escalonamiento de tantas soberanías es fácil que vayan unas contra otras trayendo la disociación permanente. La soberanía ha de ser general sobre el organismo, pero no puede ser parcial.

Si nosotros creamos sistemas de este tipo tendremos que asegurar la soberanía en cada uno de los organismos a crearse. Puede haber una soberanía general y si quieren también parciales, pero subordinadas todas a las decisiones de la general.

Si no procedemos de esta manera existirá un pecado original que tarde o temprano pagaremos con la disociación y disolución de nuestras fuerzas.

Aparte de este factor, existen otros agentes permanentes de disociación de los partidos surgidos de la Revolución francesa. El hombre es otro factor que juega en la organización al lado del organismo y éste nunca podrá ser mejor que los hombres que lo componen.

Las pasiones, la picardía y las ambiciones de los hombres y algunas veces también sus intereses, hacen fracasar a los organismos cuando avanzan en sentido equivocado.

Así como los organismos crean esas distintas soberanías, que están unas en detrimento de otras, los hombres crean círculos políticos dentro del partido. Esos círculos políticos también son elementos permanentes de disociación, y quizás sean los peores porque suelen estar animados por pasiones e intereses  que los organismos no tienen.

Esos círculos políticos que actúan en la forma que acabo de referir hacen que porco a poco la descomposición, que en un principio se reducía a la célula elemental, se extendía produciendo el resquebrajamiento del organismo y reduciéndolo a pequeñas partes en permanente lucha dentro de la misma tendencia.

A estas cosas nos acostumbraba la antigua política, porque siempre se actuaba dentro de círculos cerrados donde la masa no contaba gran cosa. Había dos o tres fracciones que se disputaban la hegemonía dentro del partido, se lanzaban a la lucha, se imponía una de ellas, y los desplazados hacían el sabotaje permanente con todos los perjuicios consiguientes. El círculo que imponía sus hombres iba a las elecciones mientras los demás eran sólo espectadores.

Nosotros hemos combatido esas prácticas adoctrinando desde el comienzo a la masa que interviene en el actor electoral haciendo que piense y discierna de por sí, porque el nuestro es un movimiento de masa y no de círculos políticos.

Hoy vemos que se repite el fenómeno de los círculos políticos dentro de nuestro partido, pero la masa ya no los acompaña y a menudo sale de los círculos políticos para seguir su propia voluntad. Afortunadamente, eso es salvador de nuestro movimiento.

Algunos creen que es indisciplina pero, en cambio es la autodefensa de las masas que actúan así para con caer en manos de los círculos políticos.

Por eso hemos dicho tantas veces que queremos que todos sean artífices del destino común y no instrumento de la ambición de nadie.

El día que organicemos nuestro movimiento no será posible la formación de círculos políticos, con lo que el movimiento habrá ganado mucho en el desenvolvimiento de su técnica interna para la dilucidación de sus problemas.

 

Juan Domingo Perón

(2)

 

 

 

Bibliografía y Documentación de apoyo

 

1. Perón, J. D.-América Latina, Ahora o Nunca, Ediciones Argentinas, Bs. As.

  1973,  pag. 20

2. Perón, J. D. – Discurso ante legisladores y dirigentes políticos del

    Partido Peronista, 18-6-1948

 

 

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