EL 17 DE OCTUBRE DE 1945 Y LA POESIA,
LOS RELATOS, LOS TESTIMONIOS Y LAS REFLEXIONES
Este lugar de nuestra página esta dedicado a aquellos que, espiritual y literariamente inspirados, han convertido sus sentimientos y emociones en poesías, sonetos, poemas, dichos y cantares. Nuestro reconocimiento a todos ellos.
Un especial recuerdo para Darwin Passaponti, estudiante del colegio Mariano Acosta, primer mártir peronista de solo 17 años de edad, asesinado a primera hora del 18-10-1945 en Avenida de Mayo 1345 de la ciudad de Buenos Aires, por disparos que partieron desde el diario Crítica cuando se desconcentraba de la Plaza de Mayo después del pronunciamiento y acto popular y revolucionario que rescató al Coronel Perón de su prisión. De él, publicamos una brevísima y bella poesía, dramática y premonitoria, sobre la cual solo el destino podría pronunciarse.
También está dedicado el espacio, a los significativos e impactantes relatos y testimonios de los protagonistas del 17 de Octubre, lo mismo para aquellos que, dedicados al pensamiento y a la meditación con los pies sobre la tierra y no desde un intelectualismo siempre alejado del sentir popular, revelaron los significados de este maravilloso día en las más profundas reflexiones.
Insoslayables resultan los testimonios y reflexiones de Perón y de Evita.
Gran parte de este trabajo fue realizado por una compatriota que prefiere no publicar su nombre. Respetando su deseo, le expresamos nuestra inmensa gratitud.
Viejo puente Pueyrredón sobre el Riachuelo. Fue levantado el 17 de octubre de 1945 para que las columnas de trabajadores no ingresaran a la Capital Federal. No fue obstáculo. El curso de agua putrefacto y contaminado, fue atravesado a nado, en botes y sobre tablones de madera. Tuvieron que bajarlo.
Quise cruzar la vida
con la luz del rayo
que el espacio alumbra,
seguro de no vivir más que un instante,
seguro de no morir debilitado.
Así como el rayo,
corto, breve y soberano.
VOCES DEL 17 DE OCTUBRE
“Aquí están
estos son
los muchachos de Perón”
“Queremos a Perón, queremos a Perón”
“Si este no es el Pueblo, el Pueblo ¿Dónde está?”
“Maricones a otra parte,
Viva el macho de Eva Duarte”
“¿Dónde estuvo?”
Pregunta el pueblo al Coronel Perón en Plaza de Mayo
«Yo te daré, te daré patria hermosa, te daré una cosa, una cosa
que empieza con P, ¡Perón!»
“Sin galera y sin bastón, los muchachos de Perón”
“Mañana San Perón, que labure el patrón”
El pueblo trabajador durante la jornada del 17 del
octubre de 1945
POESÍA
Marcha triunfal de los descamisados
Ya vienen, ya vienen
del Sud y del Este,
del Oeste y del Norte
bajo una bandera: la blanca y celeste.
La trae en sus manos el Pueblo Consorte
porque ella es la insignia de los corazones,
–Virgen impoluta-
la madre de tantos soldados campeones,
la flor y la fruta
y el fuego de todas nuestras concepciones.
Ya vienen, ya vienen
llenando las calles de la Vieja Aldea,
cubriendo el espacio de las diagonales;
sudor y marea
que brama sonora, descuaja y voltea
el barro y la escoria de los pedestales
que ya no soportan
los mitos sangrientos de los capitales.
¿Qué sueñan los hombres? ¿Qué quieren, qué anhelan?
¿Adónde los llevan sus pasos que vuelan?
¿Por qué van cantando la estrofa bravía,
sin mengua ni atajo,
donde se confunde la Soberanía
con las expresiones rudas del Trabajo?
Ya vienen en grupos. Ya crece y avanza
la fiel muchedumbre que llega sin lanza,
sin puños cerrados
y al grito de ¡Patria! dicho con amor,
fornidos y honrados,
las frentes altivas, los pechos sudados,
llenan de alegría la Plaza Mayor.
La plaza, la plaza,
allí donde un día despertó la raza,
se llenó de golpe por encantamiento.
Allí están los hombres, allí los hermanos,
allí el sufrimiento
de miles de cientos
y cientos de miles de manos.
Miradlos, son ellos:
los simples obreros de todas las cosas.
No cantan degüellos
sino victoriosas
palabras que nacen del fondo del pecho,
por las jubilosas
semillas que han hecho
florecer espigas del inmenso erial:
doradas espigas: Trabajo y Derecho,
derecho a la vida, Justicia Social.
¿Quién es que los mueve?
¿Quién los acaudilla
que están en silencio como en la capilla?
¿Quién es el gigante que así determina
la ruta de todos los trabajadores?
Nada más que un hombre de estirpe latina,
el que necesita la Patria Argentina
para sus miserias, para sus dolores.
Ya vienen en grupos; ya no dan abasto
la acera, la fuente, la estatua y el pasto.
Se encienden las luces
y antorchas de fuego giran como bólidos
al aire agitadas por los brazos sólidos
de los que llevaban hasta ayer sus cruces.
(¡Oh Pueblo, mi Pueblo,
mi sangre, mi vida;
qué inmenso escenario para vuestra herida!
Seguidlo a ese Hombre que ya os acompaña
y el llanto de vuestras tristezas restaña).
Ya vienen, ya vienen
del Norte y del Sud,
del Oeste y del Este,
los trabajadores y la juventud
bajo una bandera: la blanca y celeste.
Ya vienen, ya vienen en grupos formados:
Son ellos, los simples obreros honrados,
del hierro y la fragua,
más puros que el viento, más limpios que el agua:
los descamisados.
Pedro Argentino
CANCIÓN
TRIUNFO DE LAS PATAS (fragmentos)
Un aluvión de gente
de pata al suelo
que anda cruzando
a nado el Riachuelo
por las orillas marchan
octubre y fuego
para cambiar de cuajo
la ley de juego
Triunfo, triunfo macho
sobre cipayo
para bailarlo en patas
en Plaza de Mayo
para birlarlo en patas
en Plazo de Mayo
Una mujer y un hombre
son fe y bandera
que van siguiendo calles de primavera
meten patas en fuentes
hay que indecentes….!!!!!!
Alejandro Mayol
SONETO
Era el pueblo de Mayo quien sufría,
no ya el rigor de un odio forastero,
sino la vergonzosa tiranía
del olvido, la incuria y el dinero.
El mismo pueblo que ganara un día
su libertad al filo del acero
tanteaba el porvenir, y en su agonía
le hablaban sólo el Río y el Pampero.
De pronto alzó la frente y se hizo rayo
(¡era en Octubre y parecía Mayo!),
y conquistó sus nuevas primaveras.
El mismo pueblo fue y otra victoria.
Y, como ayer, enamoró a la Gloria,
¡y Juan y Eva Perón fueron banderas!
Leopoldo Marechal
POEMA
Los grasas
Ahí están,
irrumpen la abulia de la ciudad pacata,
todo es asombro en la mirada ciudadana
vienen nomás,
desde todos los rincones.
Son los grasas, Eva.
Están llenos de olores,
de broncas y de fuego.
Se han juramentado diluir
los silencios de la infamia.
Llegan bailando como duendes,
desde todos los recovecos,
desde lejos.
Del fondo de la historia y del agravio.
Vienen montados en la cabalgadura del Chacho Peñaloza
y de la efigie tremenda de Facundo Quiroga.
Tienen la cicatriz del desprecio.
Los veo ensamblados
en tu mirada reparadora,
están seducidos
y se han obcecado
en vivir un tiempo nuevo,
Eva, Eva!
Todo se transforma como antaño,
ya no son los evadidos
ni se anotan en la encuadernada
antología del miserable.
Ahora son los compañeros gremiales,
los muchachos sindicalizados
organizándole el pudor popular.
Ahora han dejado de ser los parias,
tienen norte y conductor.
Aterrorizan sus gestos desenfadados
con ese repiquetear de bombos y puteadas.
¡Es el descamisado!
y viene a sudar la historia.
Se han vuelto locos,
se les ha antojado que ahora son los protagonistas,
la creatividad,
la confluencia de un mismo destino,
Y cantan como la cigarra bajo el sol.
Alfredo Carlino
Vastedad del abismo
Arrancaron de Berisso, Ensenada,
Avellaneda y Valentín Alsina.
En el resplandeciente fulgor
de la muchedumbre esperanzada
violaron la fuente de la plaza,
se lavaron los pies del cansancio
y del mundo que se iba, irremediablemente.
Hoy nazco lleno de esta música tamboril,
imperecedera, que seguirá en la descendencia
y en el mito de la popular.
Porque el 17 de octubre fue el nacimiento
y la eternidad nos esperaba.
Alfredo Carlino
V o l v e r e m o s
Aquella noche de octubre, la plaza se iluminó
Yo la sonrisa triunfante, vos saliste al balcón
con las patas en la fuente y que labure el patrón
Si mañana es 18, el día de San Perón
Y que felices que fuimos, paz, pan, trabajo y amor
La dignidad hecha vida, del pueblo trabajador
Por eso volví a la plaza, cada octubre, de overol
La lealtad es el obrero, lealtad te devolvió
Y que felices que fuimos, paz, pan, trabajo y amor
La dignidad hecha vida, del pueblo trabajador
Por eso volví a la plaza, cada octubre, de overol
La lealtad es el obrero, lealtad te devolvió
Y se oscureció la plaza, quedo vació el balcón
Las bombas y los fusiles, persecución y terror
Muchos inviernos pasaron, el pueblo no te olvido
Como pueden olvidarse del General Juan Perón
Luche y vuelve y luchamos, con coraje y corazón
Aunque vengan degollando, que esto nada fue peor
Nos convoca una gran causa. Y todo le voy a dar
Si la vida se va en esta, la vida doy por Perón
Nuevamente en primavera, se concretó la ilusión
Vuelven a sonar los bombos del pueblo trabajador
El retorno tan ansiado la sonrisa instaló
En los rostros descamisados, que las calles inundó
Y volvimos a la plaza y volviste al balcón
La música maravillosa este pueblo te canto
En sublime despedida en tus oídos grabó
Y que solos nos quedamos el balcón, la plaza y yo
Como un eterno espejismo, en el cielo se grabó
Tus manos allá en lo alto saludando en el balcón
Y nos muestran el camino hacia la revolución
Que se vuelve primavera y nace como una flor
Como en aquel 18 el día de San Perón
Volveremos, en primavera o no en alguna otra estación
Volveremos, con los bombos del pueblo trabajador
Volveremos, porque tu causa no conoce rendición
Volveremos, nuevamente como tu reencarnación
Volveremos, pa’ que sufra y que llore el gorilón
Volveremos a la plaza y volverás al balcón
Volveremos a gritar, mañana es 18, el día San Perón
Aldo Díaz
AL 17 DE OCTUBRE
Pensaba con honda tristeza en esas cosas
en esa tarde del 17 de octubre de 1945.
El sol caía a plomo cuando las primeras
columnas de obreros comenzaron a llegar.
Venían con un traje de fajina porque
acudían directamente de sus fábricas y
talleres.
No era esa muchedumbre un poco envarada
que los domingos invade los parques de
diversiones con hábito de burgués barato.
Frente a mis ojos desfilaban rostros atezados
brazos membrudos, torsos fornidos,
con las greñas al aire y las vestiduras
escasas cubiertas de pringues,
de resto de breas , grasas y aceites.
Llegaban cantando y vociferando,
unidos en la impetración de un solo nombre:
Perón.
Era la muchedumbre más heteróclita
que la imaginación puede concebir.
Los rostros de sus orígenes
se traslucían en sus fisonomías.
El descendiente de meridionales europeos
iba junto al rubio de trazos nórdicos
y al trigueño de pelo duro
en que la sangre de un indio
lejano sobrevivía aún.
El río crece bajo el empuje del sudeste
disgrega su enorme masa de agua
en finos hilos fluidos que van cubriendo
los bajitos y cilancos con meandros
improvisados sobre la arena
tan minúscula que es ridícula y desdeñable
para el no avezado que ignora
que es el anticipo de la inundación.
Así avanzaba aquella muchedumbre en hilos
de entusiasmos que arribaban
por la Avenida de Mayo, por Balcarce,
por la Diagonal.
Un pujante palpitar sacudía la entraña
de la ciudad.
Un hálito áspero crecía en densas vaharadas,
mientras las multitudes continuaban llegando.
Venían de las usinas de Puerto Nuevo ,
de los talleres de la Chacarita y Villa Crespo,
de las manufacturas de San Martín
y Vicente López, de las fundiciones
y acerías del Riachuelo,
de las hilanderías de Barracas.
Brotaban de los pantanos de Gerli y Avellaneda
o descendían de las Lomas de Zamora.
Hermanados en el mismo grito
y en la misma fe iban
el peón de campo de Cañuelas
y el tornero de precisión,
el fundidor mecánico de automóviles,
la hilandera y el peón.
Era el subsuelo de la patria sublevada.
Era el cimiento básico de la Nación
que asomaba, como asoman las épocas
pretéritas de la tierra
en la conmoción del terremoto.
Era el substrato de nueva idiosincrasia
y de nuestras posibilidades colectivas
allí presente en su primordialidad sin reatos
y sin disimulos.
Era el de nadie y el sin nada
en una multiplicidad casi infinita de gamas
y matices humanos,
aglutinados por el mismo estremecimiento
y el mismo impulso,
sostenidos por una misma verdad
que una sola palabra traducía:
Perón.
Raúl Scalabrini Ortíz
Conciencia-Cuadro de Ricardo Carpani
17 de Octubre
Desde la negra barrera del otro lado de la villa,
donde el horizonte se fundía con la nada,
con salitre en la mejilla resecada
y una miel despavorida en la mirada
llegaron los descamisados.
Desde la fragua abierta cual granada de su sangre,
encajada en el molde de la muerte,
desde altos hornos pavorosos, crudo fuego enemigo
con las uñas carcomidas
y el cabello chamuscado en cansancio secular
sus mujeres desgreñadas por el hambre y sus crías
que no lloran porque miran,
llegaron los descamisados.
Sin más arma que el cansado desaliento que en sus trazos se hizo hueco
frente al río enchapado de alquitranes y petróleos,
solfatara de mil diablos expulsados,
del ansioso cielo antiguo de los pobres,
detenido en el asombro de su paso,
la pupila desbarrada en la angustia esperanzada
en un hombre que hace luz en la tiniebla,
que levanta todo aquello que se daba por perdido,
por perdido y para siempre,
llegaron los descamisados.
Desde el otro lado de los puentes destruidos
por la mano codiciosa de los despechados
con un grito silencioso en la grieta de los labios,
clamoroso, esperanzado,
latir azul celeste en las venas que se crispan,
levantando los racimos en las manos,
hacia un hombre presentido,
que vibraba delicado,
llegaron los descamisados.
Desde el taller cerrado y la fábrica con su cara
clausurada de bondad,
patinada
por el antiguo sudor de sus familiares,
invadieron la ciudad
y el grito fue invadiendo las conciencias
hasta hacerle claridad.
Claridad junto al Líder recobrado
por su pueblo, el gran pueblo, solo el pueblo,
y para siempre… para siempre, desde entonces
es nuestro, solo nuestro, recobrado por el pueblo,
en aquel día de gloria que empezó oscuro y trágico
hasta hacerse claridad,
cuando el nombre iluminado,
mi prójimo y vecino, mi compañero y hermano,
lo rezaran con el alma, cuando llegaron los descamisados.
Nicolás Olivari
Se levanta tu luz hecha de Pueblo,
del Pueblo que venía
entre arrancados párpados de sombra
para salvar sus días en tu día.
Qué multitud de brazos levantados,
de gritos que son canto,
de rostros que por fin se reconocen
en el amor y en la señal del llanto.
17 de Octubre en la alegría
de la historia que empieza a ser creación.
Tiempo de libertad el tiempo tuyo,
nivel del hombre, signo de Perón.
Encuentro de la tierra con el Pueblo,
dulce unidad que suelta resplandores.
Contienes y custodias
el corazón de los trabajadores.
Se levanta tu luz con forma humana
hasta tocar la altura.
Entre los días eres nuestro día,
el que no pasa y en amor perdura.
Es nuestra verdad en carne viva,
tu acontecer inmensamente puro.
17 de Octubre,
Pueblo y pasión, columna del futuro.
Maria Granata
Octubre entero
Miradme así en octubre, la boca levantada,
para decir los nombres que en mi sangre macollan.
Todo lo que en el Pueblo se vuelve luz gritada
cuando el hombre y la tierra se buscan y se apoyan.
Miradme así en octubre, con mi ruano mañero
que a la fiesta del pueblo me arrimó receloso.
Traigo un campo de huesos. Viene el paisaje entero
con un perro y un chico y un arroyo barroso.
Traigo la voz del pueblo en mi boca de octubre,
en mi sangre de octubre parecida a una mora.
Miradme así en octubre, con las manos de octubre
y tendones rosados empujando a la aurora.
Quiero mirar la patria en el humo que sube
azul desde las fábricas, azul desde mis venas,
nombrarla en un tobillo que no tiene cadenas,
mirarla como el hombre cuando mira a la nube.
Quiero decir obrero, decir descamisado.
17 de octubre, laurel en la tormenta.
Quiero abrir una fiesta en mi jergón colorado
y una garza rosada.(La aurora que se asienta).
Miradme así en octubre, con mi ruano mañero
que la fiesta del Pueblo me arrimó resudado.
Traigo un campo de lino. Viene mi octubre entero.
Con un perro y un chico y un arroyo cortado.
Fermín Chávez
Algunos versos de un bello poema titulado «Martín Pueblo». Para quienes no lo conocen, el mismo toma elementos del criollísimo «Martín Fierro» de José Hernández, resaltando las penurias del hombre de campo que, hasta antes de la llegada de Perón, no tenía derechos ni Patria. Desplegado el postulado peronista de la Justicia Social, el autor dará cuenta de la felicidad de los olvidados como el imaginario «Martín Pueblo», quienes ahora se sentían integrantes de la Nueva Argentina de la justicia social, la independencia económica y la soberanía política. «Martín Pueblo» consta de casi 50 páginas, fue escrito por Pedro Maglione Jaimes y publicado en septiembre de 1952 por Ediciones Mundo Peronista. Una auténtica joya.
(En el Blog de la Agrupación Patriótica Aurora)
El criollo anduvo hasta entonces
rotoso a más no poder
y no era posible crér
que en un páis lleno ‘e riqueza,
a sus hijos la pobreza
los tuviera que morder.
Porque era granero ‘el mundo
a nuestro páis lo esquilmaban;
los animales fainaban
sin respetar ni al cordero;
no dejaban ni los cueros
pa saber cuántos faltaban.
Todo estaba preparao;
trenes y barcos grandotes
pegando sus largos trotes
encima ‘el agua o la tierra,
llevaban hacia otras tierras
lo mejor de nuestros brotes.
Nos quedábamos mirando
como el que ve un camalote,
cómo en tales «paquebotes»
lo que s’ eiba no volvía;
de mirar tanto sentía
puntadas en el cogote.
-«Pa que votes»- decía yo
y aclarada la razón,
véia bien la dirición
del vino y las empanadas:
con eso estaba pagada
ésta y la otra votación.
Y ellos no tenían la culpa.
Pa mercachifles nacieron
y en todo momento vieron
el negocio antes que nada;
la cuenta será cobrada
a los que todo vendieron.
Daba pena caminar
al costado de la vía
porque en ello se advertía
que si uno estaba en su tierra,
otro dirijía esa yerra
con el fierro que quería.
Preparaban los gobiernos
como relleno ‘e empanadas:
dende adentro, no había nada,
de ajuera todo venía
y sin pagar, se sabía
cómo iba a ser la llegada.
Dende ajuera nos tocaban
tambor pa marcar el paso,
y hasta el menor barquinazo
de ajuera aquí se sentía;
llamarle a eso «tierra mía»
me dolía como un lonjazo.
Muchas veces he penao
al óir la patria canción,
que en su hermosa rilación
de tanta gloria pasada
parecía una puñalada
en mi triste condición.
Me quedaba la bandera
pa verla flamiar altiva;
se me hacía un nudo ‘e saliva
y mi vista se empañaba,
pues véia que palpitaba
como una esperanza viva.
«Pero ha querido el destino
que todo aquello acabara…»
y que de pronto llegara
pa imponerse a los patrones,
en medio ‘e tantos varones,
uno, que al fin los gritara.
Aura se ha parao la bola
cansada ‘e tanto rodar
y no hace falta «aguantar
hasta que nos trague el hoyo»,
porque al final llegó «un criollo
en esta tierra a mandar».
Es claro que jué un regüelo.
Se vieron todos perdidos
y dentrando enjurecidos
con mentiras a insultar,
trataron de mesturar
en uno cinco partidos.
En cambio el criollo valiente
que el pecho puso adelante,
se vió rodeao al istante
por los otros descontentos,
que vivían sin sustento
en los tristes tiempos de antes.
Jué de ver el espetáculo.
Los pobres menesterosos
mirados como pestosos
en la propia tierra de ellos;
los otros -charlas y cuellos-,
elegantes y rabiosos.
Encontró el Pueblo a su padre.
Y él, que andaba sin patrón
se volcó en una elección
sin urnas pa guardar votos;
conservo entuavía las fotos
de esa noche ‘e redención.
Pedro Maglione Jaimes
Inequívoco y elocuente testimonio fotográfico del 17 de octubre de 1945
Este excepcional cuadro fue pintado en 1934. Refleja caras con angustia y dolor por la pobreza y la injusticia. Esas mismas caras se transformaron el 17 de octubre de 1945 en alegría, felicidad, pasión y sentimiento de lealtad hacia quien por ellos daba todo.
EL 17 DE OCTUBRE POR JUAN DOMINGO PERON Y POR EVITA
Artículos de museo
“Ese día habían caducado todos los esqueletos políticos tradicionales….”
Juan Domingo Perón
en “Así hablaba Perón” de Eugenio P. Rom
“El día más importante de mi vida”
”El 16 de octubre se reunió la Comisión Confederal de la CGT. Era un martes. Dispuso una huelga general para el día jueves 18.
Pero de esto, la mayoría de los trabajadores ni se enteró. No estaban para esperar un día más. Movidos al unísono, por un maravilloso y poderoso vínculo, se lanzaron a la calle en las primeras horas del día 17, arrasando todo cuanto se ponía a su paso. Piquetes de obreros se apostaron espontáneamente en las entradas de las fábricas y talleres. Invitaban a sus compañeros a no entrar y, en cambio, dirigirse a la Plaza de Mayo. Nada ni nadie lo había dispuesto así de antemano. Fue el resultado puro de la improvisación.
La «huelga espontánea» corrió como un reguero de pólvora. De una fábrica pasaba a otra y de allí a un taller. A veces, los obreros desde la calle vociferaban en las puertas, hasta que salían los pocos que, por confusión, habían entrado a trabajar.
Yo, por mi parte, ese mismo día había sido trasladado al Hospital Militar Central debido a una bronquitis.
Allí tuve la alegría de comunicarme por teléfono con Evita, que me infundió ánimo y me instó a tener fe.
Mientras tanto, miles y miles de hombres y mujeres cruzaban la avenida General Paz, desde las zonas industriales: Matanza, San Martín, Vicente López, etc.
Caminando, en su enorme mayoría, algunos en camiones, otros en vehículos de las propias empresas que habían decomisado.
Además de muchos tranvías que fueron tomados y conducidos a la Plaza por sus propios guardas.
No había jefes ni soldados, todos eran «compañeros».
Llegó la orden de levantar el puente de Avellaneda. Tarde, ya lo habían pasado el grueso de los trabajadores de la zona sud. Pero igual, desde Gerli, Banfield, Quilmes y Lanús, en botes o en lanchas, y luego a pie, marchaban a la Casa de Gobierno, el ‘ejército de los trabajadores’.
Sin armas. Uniformados únicamente por sus ropas de trabajo y por sus manos callosas de obreros. Muchos con las herramientas de trabajo en los bolsillos de sus mamelucos. Otros con el almuerzo del mediodía en un paquete de bolsillo.
Todos. Eso sí, todos con la irrenunciable decisión de no regresar a sus hogares sin obtener mi libertad. En las ciudades del interior ocurría otro tanto.
Al mediodía, la Plaza de Mayo estaba repleta. Al caer la tarde, ya no cabía un alfiler. Era el basamento social del país que afloraba.
Era el país subyacente que la orgullosa gente de la » clase dirigente» no conocía. Era el pueblo argentino, fuente de toda soberanía, mando y poder legítimo, sin cuya aprobación nada es válido.
Yo, por mi parte, seguía preso en el Hospital Militar. Mercante, que había sido llamado desesperado por Ávalos, vino a verme y me informó de todo. Lo habían llamado a Casa de Gobierno, pero en el camino consiguió escabullírseles por unos minutos. Estaba eufórico.
Su fe era contagiosa y nos llenó a todos de la seguridad en el triunfo.
Otras informaciones nos llegaron informándonos de que el paro en el gran Buenos Aires era total.
Al caer la tarde, Farrell me llamó por teléfono proponiéndome una negociación. Nosotros, que ya estábamos al tanto de todo, decidimos que lo mejor era esperar para tener todos los triunfos en la mano. Mercante ya estaba de regreso de la Casa de
Gobierno y decidió quedarse con nosotros.
Estábamos deliberando cuando se presentó el general Pistarini. Venía de parte del Presidente. Me transmitió, en su nombre, que yo había ganado la partida. Sólo me pidió que fuese considerado con el general Ávalos. Muy bien, yo le garanticé su persona, con la única condición de que desapareciese del panorama de inmediato. Así fue.
Se convino una reunión con Farrell en la residencia presidencial y allí fuimos. Conversamos amigablemente y al cabo de un rato terminó por poner todo en mis manos y decirme que, en adelante, yo decidiera.
Así fue que nos trasladamos todos a la Casa de Gobierno, cuando ya estaba entrada la noche.
Bueno, allí me encontré con un espectáculo grandioso. La Plaza entera vociferaba y pedía mi libertad. Cuando se anunció que iba a hablarles, la ovación duró varios minutos.
Me presenté en el balcón y saludé. Tuve que esperar un largo rato antes de que me permitiesen hablar.
Los tranquilicé y les prometí que en adelante estaría junto a ellos para siempre. Les pedí confianza, trabajo y unión.
Que se cumpliera con el paro dispuesto para el día siguiente, pero en el mayor de los órdenes y festejando el triunfo de todos. Les dejé mi corazón y me despedí de ellos.
Ellos se despidieron de mí, dejando en mi visión el espectáculo más maravilloso a que pueda aspirar un hombre que ha consagrado su vida a la Patria: el amor del pueblo. Después de unos minutos nos retiramos. Me despedí de Farrell y me fui a buscar a mi compañera Eva me esperaba para retirarnos unos días a descansar.
Había terminado el 17 de Octubre. El día más importante de mi vida.
El día en que quedó sellada definitivamente nuestra unión con el pueblo. Una unión que no se quebraría jamás.”
Juan Domingo Perón
en “Así hablaba Perón” de Eugenio P. Rom
¿Quién hizo el 17 de Octubre?
“….¡Nadie dio el toque de salida!
¡El pueblo salió solo!
No fue la señora de Perón.
Tampoco fue la Confederación General del Trabajo
¡Fueron los obreros y los sindicatos todos lo que por sí mismos salieron a la calle!
La Confederación General del Trabajo, la señora de Perón, todos nosotros lo deseábamos. ¡Pero fue una eclosión popular! Fue el pueblo el que se dio cita sin que nadie se lo hubiese indicado!.”
Evita
en “Historia del Peronismo” de Evita
Una de las pocas imágenes fotográficas existentes de Perón hablando desde el balcón de la Casa Rosada el 17 de octubre de 1945
Testimonio
El coronel Perón había sido traído ya desde Martín García. Mi domicilio era este mismo departamento de calle Rivadavia. De pronto me llegó desde el Oeste un rumor como de multitudes que avanzaban gritando y cantando por la calle Rivadavia: el rumor fue creciendo y agigantándose, hasta que reconocí primero la música de una canción popular y, enseguida, su letra:
«Yo te daré
te daré, Patria hermosa,
te daré una cosa,
una cosa que empieza con P,
Perooón».
Y aquel «Perón» resonaba periódicamente como un cañonazo.
Me vestí apresuradamente, bajé a la calle y me uní a la multitud que avanzaba rumbo a la Plaza de Mayo. Vi, reconocí, y amé los miles de rostros que la integraban. No había rencor en ellos, sino la alegría de salir a la visibilidad en reclamo de su líder. Era la Argentina «invisible» que algunos habían anunciado literariamente, sin conocer ni amar sus millones de caras concretas, y que no bien las conocieron les dieron la espalda. Desde aquellas horas me hice peronista».
Leopoldo Marechal
Poeta, narrador, dramaturgo,
novelista y ensayista argentino
Testimonio
Juan Adolfo Flury es un vivaz y memorioso militante de 81 años que vive desde hace 48 años en Ciudad Evita, donde conduce desde 1953, la Unidad Básica “Evita Eterna”, y participó del 17 en la Plaza de Mayo. Así lo contó:”En 1945 yo ya trabajaba políticamente en los cuadros denominados ‘Soldados de Perón’, que tenían la misión específica de mantener las pintadas en todos los barrios de Capital Federal.
Estos trabajos se hacían de noche y los había creado el Coronel Domingo Mercante. Comenzamos en 1943 y para el 45 ya éramos una masa concientizada. Yo viví el 17 de Octubre como uno más, porque era muy grande la alegría y la afluencia de gente. La mañana de ese día nos juntamos todos los muchachos del grupo y comenzamos a avisar a todos los obreros que había que salir. Yo trabajaba en la firma Bonafide como encargado de control de calidad y no quedó nadie en la fábrica. Recuerdo que después me echaron de ahí por hacer cumplir las leyes laborales.²
–¿Se pasaron todo el día en la Plaza de Mayo?
— Sí, nadie se movió de su lugar. Los bolicheros de los alrededores no daban algún sanguchito y agua para aguantar. De alguna forma fue una fiesta, nunca vi algo así. No había ninguna información oficial, pero cuando a la noche se corrió la voz de que venía el General, la gente saltaba, cantaba, lloraba. Cuando recuerdo esos años…. se vivía tranquilo y con respeto. Para mí, nunca habrá otro 17 de Octubre…
-¿Por qué cree usted que se genera el 17 de Octubre?
-Este cambio se dio porque el estado de la gente era tremendo, había mucha pobreza, mucha pasividad. El obrero soportaba toda con estoicidad, se aguantaba horas y horas parado frente a un cartel que pedía 2 obreros pero recién al otro día. Era tanta la pobreza, que la que hay ahora ya no me asusta. Eso fue generando una conciencia que está muy bien expresada en la Doctrina Peronista, ésa que muchos peronistas olvidaron y otros ni la conocen. Hoy eso de que para un peronista no hay nada mejor que otro peronista ya no existe más. Hoy si usted dice que es peronista le preguntan primero de qué Línea es… a quien responde…
“Perón no salió de las combinaciones de un comité político. No es el producto del reparto de las prebendas. No supo, no sabe, ni sabrá nunca de la conquista de las voluntades sino por los caminos limpios de la justicia. Esa es la raíz de la razón de ser del 17 de Octubre. Esa es su partida de nacimiento. Esta es la definición de un peronismo auténtico, que tiene su raíz en la mística revolucionaria. Esta es la definición del mismo peronismo del 17 de Octubre de 1945, sin otro interés, sin otro cálculo, sin otra proyección que el bienestar de la Patria, traducido en el bienestar de los trabajadores en sus múltiples actividades.
Yo invito al pueblo a meditar sobre el significado, sobre la honda proyección del 17 de Octubre. Es la única, la auténtica, la definitiva revolución popular que se opera en nuestro pueblo. Una revolución histórica se justifica cuando sus causas sociales, políticas y económicas las determinan. Y ahí esta la justificación de la revolución histórica del 17 de Octubre. Fue determinada por causas sociales, políticas y económicas. En lo social, el abandono total de la justicia, con el enquistamiento de los privilegios y la explotación del trabajador. En lo político, con la sistematización del fraude a favor de los partidos que se turnaban en el Gobierno o se lo quitaban mutuamente según el menos o mayor apoyo de los intereses en juego y, en lo económico, el entreguismo y la venta del país, surgidos de sus reyertas. Contra ello, y para destruir ese estado de cosas, el Pueblo rescató a su Líder y lo ubicó en el balcón de la Casa Rosada el 17 de Octubre de 1945”.
Miguel Contissa
Bariloche, 15 de octubre de 2005
Testimonio “Fue como si Dios hubiera bajado al balcón y nos hablara”
Josefa Buela, trabajadora en 1945 en la fábrica de medias Minué: “Yo trabajaba en esa fábrica hasta los días domingo. Como era menor de edad, una vez vinieron los inspectores y para que no me vieran, los patrones me encerraron dos horas en el baño. Teníamos que limpiar los pisos y la heladera, y si protestábamos: a la calle.
El obrero no tenía derecho a ninguna queja, si levantábamos la voz, nos hacían llevar por la policía. El 17 de Octubre es imposible de describir. Fue como si Dios hubiera bajado al balcón y nos hablara. Porque lo que Perón nos decía, nos daba tanto estímulo para vivir que es imposible decirlo con palabras.
El resultado fue que a ningún obrero le faltó comida, ni ropa; a ningún obrero le faltó un juguete de Navidad, ni el pan dulce. Acordarme del 45 es acordarme de Perón, padre de los pobres.
Ahora, los militantes del «proceso» destrozaron el país y en los gremios hay dirigentes buenos que defienden a los obreros, pero hay otros que no hacen nada a favor nuestro. Yo lo sé, porque fui delegada.”
Testimonio de un obrero que luego fue dirigente sindical
“El 17 de octubre de 1945 me encuentra cumpliendo tareas en un establecimiento metalúrgico ubicado en Constitución, sobre las calles Luís Sáenz Peña y Pedro Echagüe. Yo tenía entonces 24 años de edad. Mi oficio era oficial tornero mecánico… En la mañana del 17 de octubre, aproximadamente a las 9, grupos de personas venían desde Avellaneda y Lanús avanzando hacia el centro de la ciudad. Pasaron por la calle Sáenz Peña, observaron que había un taller mecánico (donde trabajaban 130 personas) se acercaron a nosotros y nos dijeron: “Muchachos hay que parar el taller, hay que salir a la calle a rescatar a Perón.”
Las noticias que teníamos en ese momento eran que Perón estaba detenido y que todo lo que se hacía era para rescatarlo. Efectivamente, el taller paró y la gente salió a la calle. Algunos fueron a sus casas. Pero la gran mayoría siguió con los compañeros que venían del sur. Fuimos caminando hacia Plaza de Mayo y habremos llegado aproximadamente a las once y media, porque en el camino íbamos parando los diversos establecimientos de la industria metalúrgica y maderera que había por Constitución.
A esa hora no había tanta gente como la que hubo por la tarde, que cubrió toda la Plaza. En la marcha hacia allí se pintaban sobre los coches, con cal, leyendas como “Queremos a Perón”. También sobre los
tranvías. La gente se paraba y reaccionaba a favor de la manifestación que iba a Plaza de Mayo para tratar de cumplir con la idea que tenían los que habían organizado eso. Perón había aplicado leyes nuevas y otras las había ampliado: pago doble por indemnización, preaviso, pago de las ausencias por
enfermedad. Eran cosas que antes no se cumplían; hasta es momento, donde yo trabajaba, no se cumplía ninguna de esas leyes. Le voy a decir más: creo que
pocos días antes de su detención, Perón había conseguido un decreto por el que se debían pagar al trabajador los días festivos: 1º de mayo, 12 de octubre, 9 de julio, etcétera. Recuerdo que uno de los patrones nos dijo entonces: vayan a cobrarle a Perón el 12 de octubre (ya estaba detenido).
Después del 17 de octubre cobramos ése y muchos días más.
Eran tan reaccionarios los patrones (me aparto un poco del 17 de octubre) que en enero de 1946, estando el capitán Russo en la Secretaría de Trabajo, la empresa en la que yo trabajaba fue citada tres veces. No se
había presentado. Tuvo que ser intimado por la fuerza pública a concurrir a la Secretaría de Trabajo, donde algunos de nosotros éramos representantes del personal; no elegidos, porque no había organización gremial, sino porque éramos los más decididos. Uno de los patrones dijo que no tenía tiempo para pagar aguinaldo, vacaciones, a última hora. Le contestaron que la ley 11.729 fue aprobada en 1932. Y que todas las cuentas que no se habían hecho desde
entonces habría que hacerlas ahora. Efectivamente, el 1º de febrero de es año cobramos aguinaldo, pagos por enfermedad y tuvieron vacaciones los que quisieron tomárselas.
Siguiendo con el 17, llegamos a la Plaza; cada vez se hacía más entusiasta; había alegría, fervor. Frente a la Casa Rosada empezaron a armar los altavoces. Hablaron distintas personas, el coronel Mercante, el doctor Eduardo Colom, que fue uno de los últimos oradores. Trataban de ir calmando a la gente: por cada intervención de los oradores, la reacción era más
fervorosa a favor de Perón. Se decía que venían trabajadores del interior del país. No lo puedo probar. Recuerdo, sí, que era una tarde muy calurosa y la gente se descalzaba y ponía los pies en las fuentes, muchos por haber caminado tanto. Concretamente lo que yo presencié era la gente que venía del sur. Berisso, Avellaneda, Lanús, Lomas de Zamora. A medida que crecía la cantidad, en la Plaza de Mayo aparecían los carteles. Por primera vez yo observaba algo igual: nunca había visto una asamblea tan extraordinaria.
Cuando el coronel Perón apareció en los balcones sentí temblar a la Plaza.
Fue un griterío extraordinario que nos emocionó de tal manera. Todo parecía venirse abajo.
Unos días antes se decía que Perón estaba gravemente enfermo. Por los parlantes se había anunciado que el coronel Perón se encontraba bien de salud y que estaba en el Hospital Militar. En un momento, Colom dijo, más o menos: “Quédense que vamos a traer a Perón”. Mucha gente gritaba por Perón –quizá por primera vez- sin tener todavía conciencia clara de su actividad.
Porque, además, la gran prensa trataba de desvirtuar la figura de Perón. La gente se enteraba a través de los delegados o los activistas pero no por la prensa, que casi en su totalidad estaba en contra. Aunque él había hablado en distintas oportunidades desde la Secretaría de Trabajo. Y se había hecho carne que era un auténtico defensor de los derechos del trabajador.
Nos causó mucho dolor saber que lo habían detenido pero –en lo que respecta a mí y un grupo de compañeros- sinceramente nos considerábamos
impotentes, porque recién estábamos despertando, después de muchos años, en el país. Para otros –quizá- con anterioridad, pero a partir de ese 17 de octubre despierta la conciencia para nosotros. Se hace carne que al pueblo tiene que respetársele como tal, cosa que Perón proclamaba diariamente. De ahí que, si bien nos sentíamos impotentes, podíamos hacer algo: sacar a
Perón de las garras de la oligarquía y colocarlo en el lugar que correspondía para que sea permanente una auténtica justicia. Es decir, ese idealismo que teníamos nunca lo habíamos vivido en el país. No creí que iba
a haber tanta gente en la Plaza; lo que sí pensaba era que el agradecimiento del pueblo a Perón tenía que ser auténtico. Pero yo no conocía la reacción de la gente, hasta que la viví”.
Sebastián Borro.
Obrero que participó de la jornada
de aquel 17 de Octubre.
Publicado en La Opinión Cultural
el 15 de octubre de 1972.
Testimonio, «Al otro día, nadie era el mismo»
”Con 20 años, Juan Esteban Ubalde, trabajaba en 1945 en la usina incineradora de residuos de Chacarita, ubicada en Rodney, entre Guzmán y Jorge Newbery, Buenos Aires.
Quemábamos basura todo el día en un horno grandísimo. Venían las chatas con la basura y la descargábamos en una plaza. Yo tenía que rastrillarla hasta las bocas del horno. Yo era un pibe muy joven y no era muy lindo tener que estar allí empujando basura. Para colmo, después de laburar no tenías agua caliente para bañarte, ni en invierno ni en verano. ¿Sabes lo que era bañarse con agua fría cuando salías del turno de 24 a 6 de la mañana? Pero lo tenías que hacer, no te podías ir a tu casa con ese olor.
Trabajábamos en turnos de 6 a 12, de 12 a 18, de 18 a 24 y de 24 a 6 horas. Cuando subió Perón nos pusieron agua caliente y prohibieron el horario nocturno. Antes era muy distinto, todos eran muy pacíficos, muy tranquilos, era la pobreza, el laburo,
la casa, tomar mate en la puerta de la calle con los vecinos, eso era lo común. Había mucha pasividad y más en los lugares de trabajo. No había mucha conciencia. Antes un simple capaz era dueño y señor. Te veía mal parado y te podía suspender. Hacía
lo que quería. Uno no tenía ni derecho al pataleo, te quejabas y te echaban del laburo ¡Mira el mundo que era!.
Yo entraba ese día a las 12 del mediodía. Fui a la usina y al llegar los veo a todos en la puerta. Nadie trabajaba. Era una sorpresa pero una sorpresa para bien. Como si pudieras hacer lo que tenías ganas. Se sentía una esperanza como una luz que venía.
Era tanta la alegría y la confusión que todo el mundo en la calle se mezclaba, se hacían amigos y todos a la Plaza. Era un día hermoso, de color. Quizá de ahí quedó eso del «día peronista». A las 2 de la tarde nos ubicamos casi en la mitad de la Plaza. Había una alegría terrible, puro canto, puras risas, vivas al coronel Perón, parecía una fiesta, un carnaval. Seguía llegando gente de todos lados y hacía cada vez más calor. Las mujeres de las fábricas se escribían en los delantales con el lápiz de labio ¡Viva Perón!
Cuando apareció el hombre, eso es imborrable, cuando lo vimos en el balcón, cuando levantó los brazos, cuando dijo «Compañeros.»
Contento el hombre con su pueblo y el pueblo con ese dios que venía. No lo quiero comparar con Dios, pero era algo así. Por lo menos, así lo sentíamos, era la esperanza, confiábamos ciegamente en él.
Cuando terminó, recuerdo que me vine a casa y mis viejos me levantaron en peso, no por haber ido a la Plaza sino porque estaban preocupados por mí.
Al otro día nadie era el mismo. Había una paz completa, totalmente distinto al día anterior. Nadie se creía superior a nadie. Pero, a partir de allí, empezaron los grandes cambios. Cambió también la actitud: basta de amenazas, de suspensiones, de despidos, de prepotencia de los capataces y de los jefes. Tomábamos conciencia de que éramos seres humanos.
Fue hermoso ver a la gente en la calle, pero para algunos fue muy desagradable. El mismo Perón nos dijo: cuiden esto, porque la
oligarquía jamás se los va a perdonar. “
Testimonio. Una anónima ama de casa cuenta su experiencia en ese día inolvidable de octubre
“Ese día el más importante de mi vida – dice la mujer de pelo cano y ojos transparentes por el entusiasmo al recordar aquel lejano 17 de octubre-. Mire, yo no sé qué pasó, fue como un contagio. Vivía en Entre Ríos e Hipólito Yrigoyen y cuando sentí que pasaban los hombres gritando, largué el delantal y salí a la calle. Fue el nacimiento de la alegría del pueblo argentino. Ese día entramos por la puerta grande y no por las ventanas como nos acostumbraba la patronal. Por eso los gritos de Perón/Perón, te llegaban al alma, era nuestra esperanza renacida, todo fue espontáneo. Y por eso era revolucionario, porque el pueblo ganó la calle y al vernos pobres como éramos, los oligarcas nos llamaron descamisados. Era verdad, no se imagina cómo vivíamos entonces, en qué estado de pobreza.
Con Perón, aprendimos, tuvimos más cultura, supimos qué era vestirnos o ir a cenar (..).Esa noche Perón salió al ventanal que da a Hipólito Yrigoyen, ahí se había recostado la multitud. Fue la única vez que habló desde ese balcón. Y nosotros abajo, al verlo, comenzamos a gritarle qué le había pasado, qué le habían hecho. Y él nos dijo la primera frase que nos enseño a pensar: «no pregunten lo que yo ya he olvidado».
Otra cosa que se calla, es que los gorilas no estaban vencidos, ni mucho menos: recuerdo un mocito «bien» que tenía una ametralladora arriba de una coupé, y Perón nos dijo que nos desconcentráramos con cuidado, que no se perdieran vidas. Pero nos estaban esperando hubo muertos y gente herida también. Así terminó esa gloriosa jornada, con gorilas corriéndonos para matarnos por la espalda….. “
en «Perón y el 17 de octubre»,
Edición de la Comisión Perón Ley 25114,
Biblioteca del Congreso de la Nación
Testimonio, «Los obreros hablaban todo el día de Perón»
-¿Cómo viviste los sucesos del 17 de Octubre?
-El 12 de octubre, día en que lo sacan a Perón, me fui a la Plaza San Martín donde se cantaba la consigna de «¡Todo el poder a la Corte», es decir, a la Corte Suprema de Justicia. Uno de los compañeros con los que me vi ese día fue Olivera, del gremio de camioneros quien, autorizado por el Partido, concurría a la Secretaría de Trabajo para resolver problemas de su gremio.
Él me explicó cómo era la cosa. Entonces, medio en broma y medio en serio, le dije: «Andá, decile a Ávalos que le pegue cuatro tiros a ese turro, así nos
liberamos de Perón».
-¿Pero cómo? ¿Te habías dado vuelta?
-No, les explico. Lo que ocurre es que yo pensaba que Perón había sacado a la clase obrera, que nos había hecho pelota todo nuestro trabajo. Expulsado Perón, vendría otro que, por lo menos, no sería tan inteligente como éste. Ese día volví rápido a casa porque me sentía mal, pero igualmente no podía quedarme quieto, porque sentía la efervescencia de los barrios obreros.
-¿Qué tipo de efervescencia? ¿Cómo la definirías?
-Bueno, miren, los obreros en las fábricas, en los bares, hablaban todo el día de Perón. Salían con carbón a hacer pintadas. Era una espontánea, una cosa nueva. Vos veías a muchachitos de 12 ó 13 años incorporarse a la política. El 17 de Octubre yo me fui al balcón de Crítica y ahí vi la masa obrera. No era como decían por ahí los desclasados o lumpenproletarios. ¡Otra que lumpen! Era la clase obrera, los sectores más pobres de la clase obrera. ¡Vieran ustedes! Desfilaban y desfilaban. Ahí estaban en el palco Puiggrós, Agosti y otros. Mirábamos y nos preguntábamos «¿qué te parece?».
-Vos ¿Qué pensabas? -Que estábamos frente a un movimiento popular. Miren, yo ya sabía que esto iba a ocurrir. En los años 1943-1944 la gente en las fábricas lo seguía a Perón, y yo traté de que los compañeros se pusieran a la cabeza de la gente. Claro que no podían aparecer como comunistas. La gente decía: «somos de Perón», y marchaba hacia la Secretaría de Trabajo por sus reivindicaciones.
Jorge Michellón
dirigente comunista
El día que levantaron los puentes
Si la caída del tranvía ingresó en la historia del Riachuelo como uno de sus acontecimientos más trágicos, los pobladores de la ribera rescatan para sí el orgullo de haber «bajado los puentes» cuando el 17 de octubre de 1945 millares de obreros cruzaron sus orillas para pedir la libertad del coronel Juan Perón, frente a los balcones de la Casa de Gobierno. «Eran las 7 de la mañana y en Avellaneda —recuerda el historiador Félix Luna en su best-seller El 45— la avenida Mitre estaba llena de gente, gritos, banderas y carteles improvisados. Algunos pasaron el puente hasta que la policía lo levantó; otros atravesaron el Riachuelo en bote o por otros accesos. La gente empezó a pasar en barcas medio deshechas o haciendo equilibrios sobre tablones amarrados a guisa de balsas. Cuando el puente volvió a tenderse tan misteriosamente como había subido, nuevos contingentes cruzaron ese roñoso Rubicón.» La historia popular olvidó el nombre del que enfrentó a la policía para bajar el puente Pueyrredón, pero no el exceso de trabajo que ese día tuvieron los boteros que arriman pasajeros de una a otra orilla: «En la Boca no dejaban cruzar a nadie; los que eran autorizados por la policía tenían que justificar un motivo de verdadera necesidad —recuerda Antonio Alepidote (68, botero jubilado)—; pero nosotros, que teníamos la escalera frente al frigorífico Anglo, trabajamos toda la mañana. Ese día el cruce era gratis. ¿Cómo les íbamos a cobrar si eran los mismos obreros que trasportábamos todos los días? Si no lo hacíamos corríamos el riesgo de ser tildados de traidores. Y eso sí que no lo podíamos aceptar. Recuerdo que esa noche trabajamos hasta muy tarde, casi hasta el alba. Pero el esfuerzo valió la pena: cuando Perón fue presidente, se nos reconoció el derecho a jubilarnos de boteros y aportar a la caja de marítimos».
Lejos de allí, pero cerca del río, precisamente debajo del puente Uriburu, otros heroísmos se unieron al de los boteros. “Español hasta las últimas consecuencias», como él mismo se define, José Vázquez (65, jubilado) trabajaba en la industria del vidrio. «Yo tenía un puesto de responsabilidad —recuerda— y de mí dependía el buen funcionamiento de los hornos, que, como todo el mundo sabe, no se pueden apagar sin peligro de inutilizarlos. Cuando mis compañeros decidieron plegarse a la huelga general, yo preferí defender la herramienta y quedarme a atizar el fuego.» Sin embargo, cuando logró convencer a los demás que la suya no era una actitud de rechazo al movimiento popular sino, al contrario, una forma de defender la fuente de trabajo, Vázquez se quedó solo. «Estaba en medio de la fábrica, mirando el fuego cuando yo mismo me dije: «¡Hombre! Has luchado en la Guerra Civil, allá en tu tierra. Has sido anarquista de los buenos ¿y ahora te echas atrás?» Y entonces apagué los hornos y me fui a Plaza de Mayo.
Cuando volvió la normalidad, fue despedido bajo la acusación de negligencia. Los treinta operarios, compañeros suyos, sufrieron una suspensión de quince días, mientras duraron las tareas de construcción de las nuevas fraguas. «Y entonces, ¡vaya la paradoja! —sigue aún extrañándose Vázquez—, mis propios camaradas me recriminaron haberlos dejado sin la quincena».
en www.magicasruinas.com.ar
El huracán de la historia
Los relatos personales se entrecruzan. Nadie es dueño de su vida y de su historia cuando esa vida se cruza con la Historia. Cuando se hace colectiva. “El 17 de octubre de 1945 yo tenía 15 años y trabajaba de cadete en una panadería, acá a dos cuadras, en Urquiza y Chiclana”. Julio Morresi dice “acá” con la naturalidad que da una vida en un barrio. Y ese acá es Parque Patricios, un barrio obrero y reo, y de impronta peronista desde ese octubre mitológico. Sigue Julio: “Y justo ese día, cerca del mediodía, venía por Chiclana una columna de gente impresionante, venían de Lanús. Gritaban ‘Perón, Perón, queremos a Perón’. Y entonces me entusiasmé y pensé ‘qué bueno que está esto, me camino unas cuadras y después me vuelvo’. Me sumé a la columna y cada vez que pasábamos por una fábrica se sumaban más obreros. Cuando me quise acordar estaba en la Plaza de Mayo. Y eso me marcó para siempre.”
Julio cuenta esto como quien lo contó mil veces, pero siempre parece que es la primera vez, tiene 79 años y una larga vida de militancia que empezó, igual que el peronismo, aquel 17 de sol. Yo no conocía la Plaza de Mayo, sabía del Cabildo por las estampitas de la escuela, pero nunca había ido. Y cuando llegué, junto con toda esa gente que era muy humilde, fue algo inolvidable.”
Ernesto Barbosa rememora de aquella jornada casi una conclusión cerrada: “Lo pedimos, lo pedimos, lo pedimos, y lo largaron. Eso fue una cosa impresionante porque ver esa explosión de gente defendiendo sus derechos, en las pupilas de una persona de esta edad aún sigue estando”. Ángel German también cuenta “El 14, el 15 de octubre yo estaba en las calles de Berisso, y con un grupo que éramos veinte, veinticinco, íbamos hasta la destilería de YPF a entusiasmar a los obreros al grito de ‘Queremos a Perón’, que ya estaba detenido en Martín García”. Juan Clidas completa: “El 17 salimos de Berisso para Buenos Aires, más o menos a las dos de la tarde, y hasta que no salió Perón no nos vinimos”. Estos relatos de “veteranos de guerra” mantienen la intensidad de esa experiencia que aún hoy se cuela en el tono y en los ojos mientras cuentan y traen a la memoria las imágenes de las multitudes argentinas caminando o en tranvía llegando a la plaza, un día parteaguas, inconcientes de estar fundando una mitología.
Julio Morressi-Ernesto Barbosa-
Angel German-Juan Clidas
Relato de Alberto Pignataro
«Llegamos a la plaza de mayo desde el Tigre, estábamos reunidos con algunos compañeros, y lo primero que me llamó la atención, fue que desde una garita, en la línea del Cabildo, estaba Scalabrini Ortiz, y me gritaba, «lo conseguimos, lo conseguimos», viendo la cantidad de gente que iba llegando a la plaza, lo cual a nosotros mismos nos llamaba la atención.»
Si bien sabíamos que todo el pueblo estaba en estado de asamblea, no pensábamos que las columnas iban a ser tan inmensas.
Arriba del Hotel Mayo, sobre la Avenida de Mayo, estaba la sede de la Unión Revolucionaria, donde participaban el doctor Rivera, Cacho Rodríguez Baigorria, cuyo padre había sido ministro de Yrigoyen, Ernesto Palacio, el historiador y escritor, y todos nos saludábamos, ellos desde los balcones, Scalabrini desde la garita, todos nos saludábamos, todo era un regocijo, ¡lo logramos!, ¡lo logramos!, ¡lo conseguimos!
Pensando que nosotros veníamos de una larga lucha de motivación, después de haber hablado Perón, los corrillos que iban quedando, porque ustedes se dan cuenta de que aquello era un hecho inédito, así que nosotros nos quedamos largo tiempo, como ahora nos quedamos también, después de algún acto, comentando los hechos o nos vamos a algún café en ese momento nos quedamos comentando, y entre esos comentarios que nos llegaban, decían que en Avenida de Mayo al 1300 donde estaba el diario Crítica, se habían organizado grupos de choque había mucha pelea, mucha pedrea.
Con el dirigente textil, Juan Rosi, empezamos a caminar, y con el gallego Iglesias, efectivamente cuando llegamos a las puertas de Crítica, en avenida de mayo al 1333, habían bajado todas las persianas y estaba a oscuras y ahí vimos que había comenzado el tiroteo.
Entonces al mayor Álvarez Pereyra, tenía una oficina en el Pasaje Barolo, que estaba enfrente de Crítica. Entonces dice: «los de Crítica están tirando al aire para intimidar a la manifestación!», efectivamente desde Crítica querían dispersar las columnas, que fueran hacia las veredas, porque era un hecho inédito.
Las columnas comenzaron a salir por Avenida de Mayo, y habían tomado todo el ancho de las calles y las veredas, entonces el mayor Álvarez Pereyra, que tenía una oficina en el Pasaje Barolo, me dice: «los de Crítica están tirando al aire, para intimidar la manifestación pasa y grita, «viva la patria, viva Perón»!, y un joven que portaba una bandera cayó al lado de un árbol. Entonces nosotros, tiramos unas mesas que había en una lechería y neutralizamos el tiroteo.
Cuando quisimos entrar a Crítica, o sea cuando volvimos a querer cruzar la calle, porque ahí se armaba el desbande, llegó la policía..
Me enteré al mes el nombre del militante muerto en ese árbol, me enteré por Vázquez, y Basilio Ruiz que eran hombres de FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina), me dijo que su nombre era Darwin Passaponti, y que pertenecía a Alianza.”
Alberto Pignataro
www.pjmoreno.org.ar
17 de Octubre TODOS A LA PLAZA (1ª Parte)
¿Un mate?
-Sí, estamos reunidos todos los compañeros y acá se vive un aire de romería – dijo el más espontáneo, el que primero se pone hablar en toda reunión.
-Está presente el negro, un compañero de toda la vida – presenta un señor rubio
-Perón… ¿qué puedo decir del General? Vendrán generaciones de hombres que no van a poder creer que caminó en carne y hueso un hombre como él -el morocho sentencia con admiración
-El militante como Sócrates… –expresó un gordito que todos miraron con sorpresa.
-(¿…?) -luego de una pausa y tomar aire continuó.
-El militante como Sócrates jamás cerraba un tema, tiene que estar abierto a las dudas y a las alternativas -prosiguió inspirado- Afirmar eso, ser insolente con los poderosos. Solidario con los humildes. Buscar la escultura dentro del bloque de mármol, debe buscar la esencia y eso lleva mucho esfuerzo. La verdad surge del debate, evitar la comodidad del descanso en la silla.
-Perón -viendo la realidad – siempre fue frentista –agrega uno que nunca falta con olfato de estratega.
-Es que solo no se pude –acotó un compañero que estaba en silencio hasta ese momento.
EL ORIGEN
El mayor de ellos comenzó a contar su historia desde sus orígenes.
-Mi padre fue militante socialista, en el 17 de octubre del 45 tenía 44 años. Los chicos en esa época eran muy distintos a los de ahora. Yo andaba con los cortos. Tenía 14 años y ¡lo tomaba de la mano a mi papá! Hoy un nene de 8 años ¡Ni bola! ¡Andá a agarrarlo de la mano!
-Como dije siempre –agregó una anciana -los humildes sabemos por donde pasa la realidad, donde pasa la historia.
Como sea el viejo militante continuó con su relato.
-En el año 1945 no había medios de comunicación como ahora. Lo único que existía era una radio chota que no escuchaba nadie. Llegué con mi papá que era ferroviario a la estación Retiro a las 9:30 y caminando enseguida arribamos frente a la Casa Rosada.
Sigo su relato, se puede percibir que lo que vio ese día sigue presente en su mirada. Yo imagino el griterío o tal vez un silencio de espera tensa, el estado de ansiedad, los colores de las prendas de esas personas que veía subidas a los tranvías añejos, siempre me pregunté: ¿Quién sería ese hombre que con sus brazos en alto sostenía un cartel con el fondo
de una multitud imponente?
-Los nadie de la historia hicieron el 17 de octubre. No se conocen, no se recuerdan sus nombres, sus apellidos, sentencia.
-Debe ser difícil arrancar algo que jamás se les reconoció: dignidad, la conciencia de clase trabajadora, expresé.
-Querían, pretendía borrar, desaparecer al coronel. Todos, todos querían estar presentes en la Plaza de Mayo.
Llegaban… Llegaban cada vez más…Era emocionante –tal como la humedad que le empaña la mirada, prosigue- venían solos, en grupos de 2 o 3, varias mujeres muy humildes con sus hijos en brazos. No había excusa para no estar: cruzaban, ¡andá a hacerlo ahora el riachuelo a nado!, en botes que estaban sobrecargados. Atravesaban el río Matanza con el agua al pecho.
en
www.facebook.com/historias peronistas
Testimonio,“…nunca más pidieron permiso.”
“Los hombres y mujeres pobres que habían vivido a los márgenes de la coqueta Buenos Aires habían invadido la ciudad. Ellos, que se habían acostumbrado a andar discretamente como para no ser notados sin un día tenían que pasar por el centro. El 17 y 18 de octubre de 1945 habían conquistado esa ciudad blanca y de “buena presencia” que de mil maneras les hacía sentir que no era suya. Llegaron con sus ropas pobres y sus modales groseros y, contra todas las reglas de urbanidad, retozaron en las plazas con sus cuerpos sudorosos a la vista, y refrescaron sus pies en el agua de las fuentes. Y como ese día la victoria fue suya, y como se sintieron mirados con desdén por el público que los veía pasar, pero bienvenidos por Perón cuando por fin apareció en el balcón de la Casa Rosada, en adelante ya nunca más pidieron permiso”.
Ezequiel Adamovsky
en “Historia de la clase media argentina”
Reflexión
”El 17 de octubre es la culminación de los movimientos de masas en nuestro país, los que se iniciaron con Artigas y continuaron con Dorrego, Rosas, Yrigoyen y Perón.
Estos cinco movimientos de masas tienen el mismo objetivo: la lucha contra la dependencia y el olonialismo y el ascenso social.
El 17 de octubre tiene características propias y especiales que son:
1—Ante todo se realiza por la propia iniciación de grandes oleadas populares en ofensiva contra el régimen que había apresado a su líder, y que superaron las bizantinas deliberaciones de los dirigentes de entonces. Es un movimiento que se autodetermina.
2 — En ellas aparece el elemento nacional criollo —cabecita negra— desbordando el sentido meramente urbano.
3—Su principal ideal es la justicia social y el propósito de ascenso del pueblo al poder político, espiritual, cultural y económico.
Por estos aspectos el 17 de octubre se coloca a la cabeza de los movimientos de liberación en virtud de las condiciones carismáticas de su Jefe el general Perón, las que a su vez lo convierten en uno de los grandes arquetipos de América y de la historia universal.”
Alberto Baldrich
Revista Dinamis-1972
Reflexión
«…A caballo unos, en bicicleta o camiones otros, a pie los más, aquella muchedumbre abigarrada marchaba como un sonámbulo invulnerable. La argentina de los campos vacíos, siempre iguales a sí mismos, estaba paralizada. Todo el país había concentrado la energía del trabajo cotidiano en una gigantesca huelga general. Los obreros de los frigoríficos, del petróleo, del caucho, los portuarios, de la construcción, habían cruzado sus brazos sobre el pecho. Los trenes, inmóviles como largos animales dormidos, exhibían en la protesta desoladora y terrible de su mudez, esa voluntad nacional de un pueblo más tensa que los poderes entumecedores de una historia construida con millones de seres aplastados y levantada sobre un siglo de infamia. «¡Libertad para Perón! ¡Perón sí, otro no! ¡Muerte a los traidores!», se leía en los vagones ferroviarios. Desde Córdoba, Tucumán, San Juan, Mendoza, Jujuy, los parias anuales de las cosechas, los criollos a precios módicos, descendían en marejadas sombrías a la ciudad puerto como símbolos eternos de un pueblo eterno.”
Juan José Hernández Arregui
Escritor, historiador y político.
Reflexión
«El país era otro país y no quisieron entenderlo… El 17 de octubre, más que representar la victoria de una clase, es la presencia del nuevo país con su vanguardia más combatiente y que más pronto tomó contacto con la realidad propia.”
Arturo Jauretche
Escritor y fundador de FORJA
Reflexión
”Era el subsuelo de la Patria sublevado… Éramos briznas de multitud y el alma de todos nos redimía. Presentía que la historia estaba pasando junto a nosotros y nos acariciaba suavemente, como la brisa fresca del río.. Lo que yo había soñado e intuido durante muchos años estaba allí presente, corpóreo, tenso, multifacetado, pero único en el espíritu conjunto. Eran los hombres que están solos y esperan que iniciaban sus tareas de reivindicación. El espíritu de la tierra estaba presente como nunca creí verlo.”
Raúl Scalabrini Ortiz
Escritor y fundador de FORJA
Reflexión
”Algunos en camiseta, muchos en camisa, otros montados a caballo, aquéllos agrupados en camiones ,trepados al techo de tranvías, amontonados en colectivos que perentoriamente debieron cambiar su ruta y conducirlos a la Plaza de Mayo, las mujeres obreras con sus niños en brazos, otros con pantalones arremangados hasta la rodilla, munidos de palos o de latas para agregar estrépito a su desfile, lanzando burlas soeces a los caballeros bien vestidos que miraban las manifestaciones en silencio, llevando carteles improvisados, o botellas vacías, bebiendo refrescos, comiendo un trozo de pan, enronquecidos y desafiantes, profiriendo ironías gruesas o epítetos agresivos, esa gigantesca concentración obrera inaugurada el 17 de Octubre un nuevo capítulo de la historia argentina.
(…) La noche había caído sobre la ciudad y seguían llegando grupos de exaltados a la Plaza de Mayo, jamás se había visto cosa igual excepto cuando los montoneros de López y Ramírez, de bombacha y cuchillo ataron sus redomones a la Pirámide de Mayo, aquel día memorable del año 20. Ni en el entierro de Yrigoyen una manifestación cívica había logrado congregar masas de tal magnitud. Cómo
se preguntaban los figurones de la oligarquía azorados y ensombrecidos- los obreros no eran estos gremialistas juiciosos que Juan B. Justo había adoctrinado sobre la ventaja de comprar porotos en las cooperativas. De qué abismo surgía esta bestia rugiente, sudorosa, brutal, realista y unánime que hacía temblar a la ciudad. Con el diario La Prensa retorcido a guisa de antorcha, aquella noche inolvidable el proletariado iluminó con una llama viva la trama de la conspiración oligárquica. Miles de antorchas rodearon de una aureola ardiente,
la mole espectral de la Casa de Gobierno.”
Jorge Abelardo Ramos
Historiador y político
Reflexión
”El 17 marca el punto de partida de la revolución peronista y es un ejemplo incuestionable de cómo, a través de la movilización de los trabajadores, es posible alcanzar los objetivos que hacen a la grandeza de la Nación y al bienestar del pueblo. Yo recuerdo cómo millones de trabajadores irrumpieron en las calles. Entonces entendí qué era eso de ‘las masas’. Allí estábamos, movilizados, dispuestos a la pelea. No nos imaginábamos que eso se iba llamar Peronismo.”
Andrés Framini
Dirigente peronista
Reflexión
”Un día me invitaron a hablar sobre el 17 de Octubre y me dijeron «para que la cosa no sea tan fría,»¿cómo titulamos para la publicidad?
Y a mí se me ocurrió decirles «Yo hice el 17 de Octubre», así se va a llamar la charla. Pero cuando volví a casa me dije no, guarda, que la publicidad la pueden leer muchos y la charla que voy a dar la van a oír 20 ó 30; entonces van a decir que Darío está loco. «¿Cómo dice que él hizo el 17 de Octubre?». Porque la verdad es que todos hicimos el 17 de Octubre. Es como fuente ovejuna. Por eso tenemos tanta gente en el peronismo que lealmente, conscientemente, creyendo que está decidiendo la verdad, se sienten los ejecutores del 17 de Octubre. Pero el 17 de Octubre no tuvo patrón, no tuvo mente inspiradora. El 17 de Octubre lo hicieron uno a uno todos los argentinos pasándose el mensaje como tam-tam de la selva.”
Darío Alessandro
Integrante de FORJA
Testimonio
“El 17 de octubre yo estaba en mi casa, en Santos Lugares, cuando se produjo aquel profundo acontecimiento. No había diarios, no había teléfonos ni transportes, el silencio era un silencio profundo, un silencio de muerte. Y yo pensé para mí; esto es realmente una revolución….”
Ernesto Sábato
Escritor
Testimonio de Saverio D’Aquila
Con sus frescos y lúcidos 82 años, somos recibidos por Saverio D’Aquila en su casa de Temperley, partido de Lomas de Zamora.
Vamos a hablar con él, porque es nada más y nada menos, que uno de los centenares de miles que estuvieron presentes aquel glorioso día en la Plaza de Mayo.
“Al momento del 17 de octubre me faltaban 13 días para cumplir 18 años y trabajaba en una fábrica de caños en Pineyro, partido de Avellaneda.
En ese momento ya se hacían sentir las normas y leyes de trabajo establecidas por Perón desde la Secretaría de Trabajo y Previsión: salubridad, aguinaldo, vacaciones, horarios de trabajo, descanso semanal y todo lo demás. Se cumplían rigurosamente. Tal vez algunas estuvieran previamente, pero nadie las cumplía. Nadie.
Recuerdo que se venía hablando desde hacía meses sobre la destitución de Perón. Las fuerzas en su contra eran muchas y muy fuertes.
Todo esto se hablaba mucho entre nosotros, pero faltaba la acción. No recuerdo que existiera organización sindical alguna presente en la fábrica.
Si cobraron mucha importancia, a partir de la asunción de Perón en 1946.
Cuando se supo que Perón estaba detenido en Martín García, se comenzó a hablar de movilización para que se lo liberara. Así hasta el día 17 en que se produce esa avalancha de gente.
Las 48 hs. previas fueron un torbellino. Se esperaba una represión militar apoyada por los conservadores. El lunes 15 trabajamos, pero los rumores invadieron la fábrica. El martes 16 lo mismo y el nerviosismo era creciente.
La noche de ese martes para mí fue normal. Las radios no decían gran cosa. Las que si informaban algo, eran las radios uruguayas.
El 17 fui a trabajar normalmente. Pero ya se sabía que había levantamientos obreros en La Plata, Berisso, Ensenada y otros puntos del país.
Cuando salí del trabajo el fervor era notorio y la gente decidió ir a Plaza de Mayo. Entre ellos yo y mi amigo Sebastián Di Pino. Compañero del colegio, vecino y amigo para toda la vida.
A las 18 hs, salimos aproximadamente 100 de Galicia y Rivadavia, en dirección a Puente Alsina. A 10 cuadras del puente ya no éramos cien, éramos miles, una cosa tremenda. Nos apurábamos para llegar antes de que levantaran el puente. Pasamos y después lo levantaron.
Del lado de la capital sobre avenida Caseros, había un escuadrón de la policía tirando gases lacrimógenos. Paramos unos segundos para ver que pasaba y un oficial a caballo se nos acercó y nos dijo: ‘muchachos tenemos orden de reprimirlos, mojen sus pañuelos, pónganselos en los ojos, avancen lo más rápido que puedan y Viva Perón.’
Mientras caminábamos la gente brotaba de todos lados y se sumaba a la columna.
Llegamos a Plaza de Mayo entrando por Diagonal Sur alrededor de las 20 hs. Una multitud. El Viva Perón era la constante.
En un momento apareció Ávalos en el balcón de la Casa Rosada y quiso hablar. No pudo, la rechifla fue ensordecedora y tuvo que desistir.
Nosotros éramos muy jóvenes, no teníamos ni miedo ni preocupación, sabíamos que Perón iba a venir.
Mas tarde Colom informó que Perón venía desde el Hospital Militar y después se anunció que iba a hablar. Fue el “acabose”.
Cuando apareció Perón se vino abajo la plaza, se vino abajo todo.
Estuvo alrededor de 15 minutos donde no podía empezar a hablar. La gente no lo dejaba hablar.
Al principio no importaba tanto que empezara a hablar. Estábamos contentos de verlo vivo y bien, porque se rumoreaba también que lo iban a asesinar. No quiero pensar lo que hubiera pasado de suceder eso con toda la gente que estaba ahí….
Muchos le preguntaban ¿Dónde estuvo general?, porque le decían general.
Era todo un delirio total, lo interrumpían a cada instante. La gente saltaba a los gritos. No sé como la plaza quedó en pié. Era como tocar el cielo con la mano, viéndolo a Perón.
El discurso termina recomendándonos que nos fuéramos a casa tranquilos, unidos, que no hiciéramos lío ni desmanes, que cuidáramos a las mujeres y a los chicos (había chicos con los padres) y que al día siguiente iba a ser feriado. La gente le había pedido ‘mañana San Perón’.
Salimos de la plaza por la calle Bolívar en tranvía y arriba del techo. Llegamos a puente Alsina y ahí tuvimos que seguir a pié. Todos íbamos a los gritos pelados en plena madrugada, ‘Viva Perón’!!!.
Yo no avisé a mi familia adonde iba, pero se lo imaginaban. Cuando llegué alrededor de las 3 de la mañana, no hubo ningún reproche, todos contentos, mi padre especialmente, que me preguntó ‘¿Cómo había estado la cosa?’.
En ese momento tuve la sensación de haber hecho algo que lo sentía, del deber cumplido.
Los opositores a Perón, con Botana a la cabeza (editor del diario Crítica) nos daban con un caño, a Perón y a todos nosotros. Para ellos era imposible que pasara lo que pasó. Salir a la calle era como una afrenta.
Rescatar a Perón y enfrentarlos a ellos, eso fue lo que hicimos. Fue una demostración de fuerza y de poder. El 19 fuimos todos tranquilos a trabajar y a cosechar lo que habíamos conseguido.”
Testimonio al autor del sitio
18-06-2011
CON LOS OJOS DEL ALMA….PERON O NADIE…….