ALEJANDRO ÁLVAREZ

ALEJANDRO FRANCISCO «GALLEGO» ÁLVAREZ

Homenaje a cuatro años de su fallecimiento

4 de Junio de 2016

Por Fernando Javier Liébanes
4 de Junio de 2020

Con recto conocimiento; de la religiosidad, de la sabiduría, de la sensatez, de la seriedad y de la verdadera cultura, fue un conquistador de la cumbre, en las verdades más profundas. Poseedor de un auténtico sentido nacional. Suscitador de luz. Peronista.

Con recta voluntad, propiciador de una verdadera justicia, instó a que sea: conmutativa, distributiva y legal. Exigiéndola al gobierno y al Pueblo. En esa misma instancia como buen peronista fue un infatigable misionero de una democracia social, orgánica y directa.
Luchó contra los falsos profetas del progreso que disiparon mares de tintas a lo largo de la historia argentina, difundiendo, explicando y encarnando al Movimiento Nacional.

Asumió su misión con heroicidad, encargada por el mismísimo Perón, que no fue ni más ni menos que la formación de cuadros para el Movimiento Nacional. Fue un conductor y organizador en eso de salir del cautiverio con otros bien pensantes. Buscador incansable de que haya condiciones más humanas en el Pueblo; en hacer todo lo posible para que el Pueblo salga de la miseria en la posesión de lo necesario, enseñándole a organizarse. Combatió todas las calamidades sociales, buscó la ampliación de los conocimientos de todos, alentó a la adquisición de la cultura. Todo para ver más, para “ver” a los demás, haciéndose realmente hermano de todos. Con espíritu generoso se entregó a la paz, para así encontrarnos todos en los valores supremos. Apóstol de la Fe, don recibido en su inmensa voluntad.

Miles de peronistas tratando de testimoniarlo a Él y en Él a Perón, lo recordamos en el primer aniversario de su partida. Dios bendiga tu alma querido Compañero

Fraternalmente en Cristo
Fernando Javier Liébanes


“Alejandro”

Un humilde homenaje a un prócer desconocido

Por Ricardo M. Romano
5 de Junio del 2020

Escasean los ejemplos históricos en los que, ante el llamado providencial a emprender titánicas gestas, los hombres responden a la altura épica de las circunstancias. Este es uno de los casos de aquellos que dan la talla frente al destino.

De entre los más allegados y entendidos se desliza: “lo único que le quepa es que podría haber sido el sucesor de Perón”. La expresión, lejos de una crítica no puede ser más que una ponderación. Afirmación semejante advierte por sí sola el calibre del hombre al que refiere.   

El pasado 4 de Junio se cumplió el cuarto aniversario de la partida terrenal de Alejandro Francisco “el Gallego” Álvarez. Fundador y jefe de Guardia de Hierro. Hombre de una extraordinaria personalidad, propia de líderes de antaño. 

Tenía un ferviente impulso por cultivar su mente con todo tipo de lectura e ideas, en la certeza de que no puede darse una dirección trascendente a la vida sin una consciencia nutrida de ideas trascendentes. Esto desarrolló su enorme bagaje cultural y capacidad de leer filosófica, antropológica e incluso (sumándose a su fe católica) teológicamente la realidad. Buscando constantes providenciales en la comprensión de la historia de la humanidad y, dentro de ella, de la Argentina. Álvarez no sólo conocía la historia (como pocos), la encarnaba. La vivía. Por ello “trataba” a los próceres como referencias reales vivas en la consciencia. Lejos de mitificarlos para convertirlos en algo ajeno a la realidad y distante también de la lógica contemporánea de “humanizarlos”, que no es más que el enmascaramiento de hacerlos descender a la mediocridad en la que nos reconfortamos. 

Alejandro, consustanciado con el alma argentina, asume el peso del legado de los grandes para darle continuidad histórica. 

La integralidad de su arquitectura intelectual armoniza de manera deslumbrante, la efectividad operativa con la profundidad metafísica que la trascendencia exige; la mentalidad de un estadista con la perspectiva de un cuadro político territorial.

Poseedor de una pluma sublime y propietario de una oratoria de inusitada originalidad e imponencia que, desbordantes de pasión patriótica y autoridad, alcanzan lo más hondo del alma humana.

Él sintetiza esa rarísima combinación como pensador y como realizador- lleva ambas dimensiones al más alto nivel- que lo convierte, a través de su accionar al frente de Guardia de Hierro, en un pilar fundamental para el general Perón, para el Justicialismo, para la Catolicidad, para la vitalidad y resistencia de la Causa del Movimiento Nacional y, con ello, para la Argentina misma y el porvenir de su Pueblo.

A pesar de ser ignorado por la intrascendencia insustancial contemporánea, es uno de los líderes más importantes de la historia argentina.

Alejandro Álvarez inscribe su nombre, a fuerza de virtud, en la línea de los grandes conductores. Un verdadero maestro en el dificilísimo “…arte de las artes, que es la conducción de las almas…”, como afirmaba San Gregorio Magno. 

En su “Vida de Shakespeare” Víctor Hugo afirma: “Tal como el agua que, calentada a cien grados, ya es incapaz de aumentar sus calorías y no puede ir más arriba(…)”, están también “los cien grados del genio.(…) que tiene una cumbre(…) Esa cima es el ideal(…)Dios desciende a ella; el hombre sube.(…)Los que logran subir son contemplados por las águilas; son alcanzados por los relámpagos(…)”. En consecuencia, “aquel que llega a la cima es tu igual (…) y escoger entre esos hombres es imposible…”

El dramaturgo Francés nomina a ese espectro de los más grandes genios, “la región de los iguales”.

Alejandro conforma esa región pero, en ella, es un distinto, pues alcanza también los cien grados del Espíritu. Su Fe en el ideal cristiano le proveyó la consciencia de saberse un instrumento humano y circunstancial, al servicio de una causa divina y eterna: la de Dios. De esa consciencia en un mandato providencial brota su mística revolucionaria y el sentido de responsabilidad intrínseca a la existencia humana. Existir como sinónimo de Misión. 

Una verdadera revolución política no es un conjunto de actos violentos e irracionales promovidos por el resentimiento, sino la rebelión ante el statu quo en tanto el mismo no sea plenitud de justicia, pero exige una conducción capaz de contemplar el accionar político regido por los tiempos humanos, en el marco de las leyes inviolables de los tiempos de Dios. Entonces, la revolución primero implica una conversión interior de quien encarna sed de justicia, para luego exteriorizarse apasionada, valiente, racional y organizadamente de acuerdo a las posibilidades reales que determina el estado de cosas. 

En función de estos principios, Alejandro, haciendo gala de creatividad como elemento medular en el arte supremo de la conducción, evitó la violencia hasta los límites de lo imposible aun cuando en las horas más oscuras, el caos (orquestado), la crispación, el odio y el enfrentamiento tiñeron a la Argentina de sangre.

Por el pleno entendimiento de que se jugaba la suerte de la nación en la concepción y ejecución de cada decisión, y cargando la cruz más pesada de todas que es la vida de sus conducidos (8.000 cuadros políticos formados y coordinados), a través de su asombrosa flexibilidad psicológico-intelectual lograba un finísimo equilibrio entre el efectivo cumplimiento de las misiones de la organización y la proporcionalidad de la forma en que las mismas se llevaban adelante. Salvando, a su vez, de esta manera, la vida miles de cuadros por enseñarles a pelear con “armas políticas”. 

Así, con la obediencia y disciplina de un soldado, y con la visión y el temple inmutable de un general, pudo burlarse de las distantes geografías para estar en perfecta sintonía con el pensamiento de Perón, estribando entre la conducción estratégica del General y la conducción relativamente táctica que le concernía. Relativa, no porque no la cumpliera a la perfección, sino porque Alejandro de alguna manera, también ejercía una conducción estratégica. Concebía a igual escala la visión global de Perón respecto del tablero geopolítico de poder mundial y la incidencia que esas fuerzas externas, en conjunción con los factores políticos y las fuerzas de poder internas, determinaban en el escenario local. Plasmándola luego, por el discernimiento de las circunstancias específicas, en la táctica necesaria. 

Alejandro Álvarez, jamás utilizó su poder en beneficio propio sino para expresar su autoridad y servir a la Nación. Haciendo así, por su capacidad y su sincero y heroico patriotismo, de Guardia de Hierro, una organización de absoluta fidelidad a Perón, determinante para su retorno al suelo argentino. A consciencia de lo que semejante acontecimiento histórico significaba.

Pocas personas comprendieron a cabalidad como él, a Perón y sus verdaderas y elevadas intenciones, y al Justicialismo y la implicancia del mismo, por otro lado, para la vida del Catolicismo en la cultura popular argentina como norte metafísico de realización nacional. 

El Gral. Perón asume cabalmente la herencia histórica y cultural de nuestra Madre Patria. Es ese el origen ontológico del Justicialismo: expresión político-nacional del Hispanismo católico. La ideología Justicialista busca constituir una cultura política nacional como síntesis de las virtudes griegas, la institucionalidad romana y el amor cristiano que impulsa un orden social justo. Qué otra cosa es la Política, en el sentido más acabado, que trabajar en la edificación del amor comunitario. Allí radica la justa relevancia que la cosmovisión de la “tercera posición” en verdad significa. Es decir, ante todo, nació como instrumento político de liberación del espíritu ante las fuerzas culturales de “insectificación” que pujaban por impregnar el continente. 

En este sentido, con una inagotable vocación de transmisión de su saber, Alejandro velaba por un trasvasamiento generacional de la cultura occidental greco-romana e hispano-católica, que permita la formación profunda de cuadros políticos conscientes de la grandeza del espíritu y la estatura existencial humana. Para que luchen, finalmente, por la supervivencia del Cristianismo en Hispanoamérica, la confirmación de la identidad cultural del Ser argentino y la conducción política del Pueblo hacia su Libertad. 

El fervoroso, apasionado, virtuoso e inextinguible paso de este gigante por nuestro suelo, lo encuadra a la perfección en la máxima napoleónica: “los hombres de genio son meteoros destinados a quemarse para iluminar su siglo”.

A continuación, un recorrido por algunas de las ideas y reflexiones, de distinta naturaleza, de este coloso desconocido, que denotan su agudeza intelectual y la magnitud de su genio, la vastedad de su cultura y su profusa erudición, la magnanimidad de su espíritu y su abnegado patriotismo. En fin, pensamientos que revelan al fuego imperecedero de la trascendencia impulsando su accionar.

 

EL PODER POPULAR

Todos los pueblos tienen una misión en la historia.  

La idea del poder que tenemos es la de concentrar la mayor capacidad de decisión de la mayor capacidad de argentinos respecto de la realización del bien común para todos. El poder es eso, ninguna otra cosa es el poder. Porque el otro poder al que se referían de la imposición de la voluntad, ese poder no es del hombre, ese poder es de Dios. Y obviamente que al decir poder popular decimos una redundancia, no hay otro poder que no sea popular, siempre tomando el poder en estas condiciones y en este nivel del que el hombre no puede salir. Y este es el plano donde la política se realiza. Donde la política se hace real. Por otra parte, única forma de comprobar su existencia, en estos actos. Entonces, al hablar de solidaridad y poder popular decimos, la consciencia de la solidaridad es lo único que puede reunir poder. Lo otro no es poder, es otra cosa. En general es tiranía; en el mejor de los casos dictadura. 

Las grandes movilizaciones populares se realizan en torno a un poder. Un poder que es el opuesto al poder del régimen oligárquico e imperial. Un poder que prefigurara Justicia a todos los niveles y la Nación en su integridad.  

 

NEO-ESCLAVITUD

Hay un tramo grande de la historia argentina que es totalmente secreta. ¿En qué sentido secreta? Está contada, por supuesto, pero han contado una falacia. Entonces, la verdad es la que es secreta, porque la Verdad está condenada en este régimen. No se puede decir la verdad. Y hagan la prueba y lo van a ver, como se trata a aquellos que dicen la verdad.  

(…) el avance tecnológico más importante es la invisibilidad de las cadenas… 

En la guerra cultural, la identidad cultural propia del Ser argentino es un arma que debe ser empleada.  

La destrucción de la familia argentina es terrorista, verdaderamente terrorista (…) la Argentina es objeto de este tratamiento por parte del poder extranjero mundial. 

 

POLÍTICA

(…) la política es el arte de definir con claridad y separar con claridad qué es amigo y qué es enemigo, y casi nada más. Es decir, si nosotros, tomáramos las palabras amigo y enemigo en los términos en que solemos tomarla tampoco entenderíamos nada. Debemos redefinir que significa amigo y que significa enemigo. Y yo empezaría por definir qué significa enemigo. Enemigo significa únicamente aquel que no permita que yo viva, y nada más. Mi enemigo no es el que piensa de otra forma, el que tiene otra fe, el que tiene otro color de piel, el que es rico o el que es pobre, sino simplemente y únicamente, aquel que no permite que yo exista. Y ¿qué es amigo entonces? Amigo es aquel que no participa de esa posición. Claro, cuando el evangelio dice  “amad a vuestros enemigos”(…) debemos amar a aquellos que nosotros llamamos enemigos, que son en realidad nuestros enemigos personales, el que me miró mal, el que me debe plata, el que se quedó con mi novia, el que me pego en la calle, ese es el enemigo con el que si debemos hacer la paz, y en el campo de esa paz nace la ecclesia. El lugar donde es posible terminar esta enemistad. Pero el final de esta enemistad, en este campo neutralizado de paz, implica el reconocimiento de la existencia del “hostis”, del enemigo verdadero, del que no me deja vivir. Y con él no hay paz posible, y quiero que se entienda, no hay paz posible. Y esto significa, entonces, que ¿la política implica una voluntad de destrucción del enemigo? No. Porque implica primero una voluntad de defensa del amigo. Antes que de destrucción del otro. Esto para nosotros. Y vemos en la historia concreta que el solo hecho de hacer la paz en el propio campo de reunir el propio campo, el campo del amigo en tanto y como quiera, sin imposición, es lo que termina destruyendo finalmente a aquel que está del otro lado de la línea. Porque no nos olvidemos que del otro lado de la línea nosotros tenemos una gran cantidad de prisioneros en campos de concentración abierto que debemos hacer transitar hacia este lado. Entonces, la política, desde su esencialidad hasta su forma más concreta va adquiriendo un contorno que no es el contorno que muchos de nosotros hemos vivido en los años precedentes, y que la primera cuestión importante está en un cambio que algunos pueden llamar psicológico, pero que yo llamo de conversión, porque creo que es más profundo, para transitar a la posibilidad de realizar una política acorde con la necesidad de hoy. Y esta necesidad de hoy que insisto en la definición primera, es cómo se organiza el campo del amigo, como se establece la paz, que no es la paz del cementerio sino la paz de comprender, está en la misma factura profunda de la política cotidiana.   

(…) la política es el arte que occidente ha inventado para oponer entre la conspiración y la guerra. Un campo de paz donde se pueda comprender y donde se puedan resolver los problemas con solidaridad.

  

CULTURA OCCIDENTAL

Hace 50 años que occidente no produce un pensador, hace 50 años que es incapaz de reflexionar sobre su propia condición, o bien particular o bien en general. Hace 100 años el hombre occidental está abandonado a sí mismo, en virtud de su progreso material, en virtud de una ideología “erzas”, de reemplazo, que es lo que llaman vulgarmente el hedonismo, entregado a lo único que pareciera tener vida en ese mundo que es la técnica. Ha muerto así, por allá en el siglo XVII la teología, luego la filosofía, luego la política, la ética, la ciencia, y finalmente el último resto que se sostiene porque el sistema económico se sostiene de él, la tecnología, se ha convertido también en un campo de lucha y también va a ser destruido. 

Sostengo que en alguna medida es inevitable la aparición de un nuevo proceso histórico, y esta, de algún modo inevitabilidad debe estar acompañada por una voluntad de construirlo de una forma que es lo que creo yo nos reúne a muchos de nosotros aquí y a muchos otros compañeros que provienen del peronismo y seguimos siendo peronistas y a muchos otros que no habiendo sido peronistas tienen una cualidad superior que es ser argentino. Y esto hace a la unidad de los argentinos.  

  

OLIGARQUÍA

Nosotros en aquel momento identificábamos a la oligarquía con una clase determinada de la sociedad, que era el patriciado terrateniente de la provincia de Buenos Aires. Y sin embargo, el concepto de oligarquía no se aplica a una clase, se aplica a un tipo de inteligencia. Que puede ser rico, puede ser pobre, tener cualquier color de piel, ocupar cualquier lugar en la sociedad e igualmente ser oligárquico. Éste es un complejo de inteligencia, conducta y formas de operación que es lo que lo caracteriza como oligárquico.  

 

SOCIEDAD, COMUNIDAD, “ALDEAS”, DESINTEGRACIÓN  

(…) ¿qué pasa en la Argentina?… La Sociedad desaparece. Y ¿qué queda a la vista, en la medida en que esta sociedad se va retirando porque se ha ido destruyendo en su tramado interior -esto es lo que la destruye como concepto-? Quedan en pie construcciones que eran anteriores,  que son las Comunidades. Y quedan también enormes zonas vacías pero pobladas que son las zonas que podríamos llamar anómicas, sin norma, de las grandes ciudades, de la marginalidad y de ciertas otras capas de la sociedad de las grandes ciudades de la Argentina, y de algunas no tan grandes donde los bordes van tomando también estas características de anomia.  

La respuesta a esta extensión, es decir, a la extensión de esta zona anómica y a esta desaparición del social, está clara por ejemplo en Bs. As., con el crecimiento de las “aldeas protegidas”, perdón, yo las llamo aldeas protegidas como los norteamericanos las llamaron en Vietnam. ¿Qué son? Son los “countries”, los countries son típicas aldeas protegidas; están amuralladas, tienen guardia, tienen un sistema de circuito cerrado de televisión de protección, y es más, desde algunas de ellas también se viaja directamente hasta el centro en vehículos especiales, van y vuelven. Desde estas aldeas protegidas hasta el centro, también protegido, de la ciudad de Bs. As.. Hay ciento y pico de aldeas protegidas alrededor de Bs. As., y esta es la respuesta a la creación de la zona anómica que ellos mismos han creado. Por un lado han creado esto, la extensión de la zona anómica en lo que era sociedad, por otro lado reducen la sociedad a los muros de la “aldea”. Esto se refleja en su política, en su discurso, y también en su consciencia económica. 

¿Cuál es la diferencia entre estas dos cosas (Sociedad y Comunidad)? podríamos hacer una diferencia externa. En principio por ejemplo, la Sociedad está caracterizada por su división en clase, quiero decir, que su funcionalidad, al menos en la consciencia de quienes participan, es una funcionalidad que podríamos llamar económica o en relación con la actividad económica, por lo tanto, esta es la existencia de las clases. En la Comunidad, más allá de que existan ricos y pobres, esta no es su funcionalidad. Su funcionalidad está en relación a de que manera la comunidad sobrevive, funcionando para todos. De modo tal de que aquel problema de clases desaparece, no porque desaparecen los pobres o desaparecen los ricos, más allá de que se atenúa grandemente la diferencia, sino porque la Comunidad es un todo que debe funcionar orgánicamente como un todo. No se puede permitir excluir, sobre todo, porque si se permitiera excluir desaparece en tanto Comunidad.  

“PRÉDICA”, MILITANCIA Y SENTIDO TRASCENDENTE DE LA POLÍTICA

(…) yo creo que toda política hoy, y empezando por el comienzo que es el movimiento comunal, sólo comienza con el testimonio, solo comienza si la política es testimonial, es encarnada, es libre y es responsable. Cada uno de los que participa debe dar testimonio de su conducta. No porque yo lo diga, sino porque la gente lo exige. Y la gente lo exige correctamente porque esa dialéctica de exigir la conducta y dar el testimonio es la dialéctica esencial de la creación de la autoridad. 

Este mundo donde pretendemos vivir es un mundo real, duro, no porque no tenga fantasías sino porque tiene exigencias. La primera y más próxima exigencia no es una mera cuestión psicológica sino una verdadera conversión. Porque sólo se puede dar testimonio de aquello en lo que se cree y de lo que se ama, nada más. Y este es el único testimonio necesario, todo lo demás es por añadidura. Primero es esto. 

Ustedes ven las “stars” y las “starlets” del “sistem filmográfico” de la política argentina donde aparecen como destellos duran 10 minutos y después se hunden (…) Han elegido el camino corto. Y ¿cuál es el camino corto? El camino de negar siempre es el camino corto y en eso reside la tentación. El rechazo de la tentación es el que carga sobre los hombros de quien lo acepta, la cruz que corresponde.  

“Lo que el pueblo argentino necesita es el otro con el que pueda dialogar. Hoy por hoy el pueblo argentino monologa, esperando un interlocutor que le responda. ¿Somos nosotros ese interlocutor?  

Es indudable que en una situación como la que vive nuestra Argentina y el mundo, es menester olvidar, hay tanto que no sirve, que es morralla, excrescencia. Pero es indudable que es más importante que nunca, también recordar. Entonces, esta distinción, la posibilidad que cada uno tiene de recordar y de olvidar, solamente cada uno la puede cultivar. Ni yo ni nadie les va a decir que deben olvidar o que deben recordar. Están solos cada uno de ustedes frente este problema. Y yo creo que la respuesta está en la conversión. Ese proceso les va a decir que se olvida y que se recuerda. Y lo que se recuerda es lo que es constante, eterno, permanente y también en permanente cambio. 

Si a nosotros no nos convocan los vivos, que puede ser que así sea, al menos que nos convoquen las tumbas. Porque la historia de un hombre no está hecha de la vida que le queda solamente, sino de aquella que tiene atrás, de sus antepasados, de los muertos en sus cementerios, porque del mismo modo una ciudad no es sólo la ciudad de los vivos es también de los muertos, que son las cosas que nos atan a la tierra, a nuestra tierra. Recuerdo entonces estas cosas porque creo que la Argentina necesita que el movimiento nacional vuelva a vivir. Y el movimiento nacional no ha muerto para siempre, y se los advierto porque estén ustedes dispuestos a hacerlo vivir u otros lo harán.  

Necesitamos pensar en grande como pensaba San Martín, como pensaba Bolívar, pensar en grande como pensaba Perón. Para entonces poder obrar en grande como lo hicieron ellos. 

La política y la marcha de la historia son al mismo tiempo don y tarea, recepción de sentido y creación de sentido. No son un puro azar, sino que dependen de la inteligencia y la voluntad de quienes actúan en ellas. Las ocasiones históricas pueden aprovecharse, desperdiciarse o frustrarse. Muchos acontecimientos que parecen fatales pueden cambiar su curso con una acción oportuna surgida de un juicio certero. 

Estamos llamados entonces a emprender nuevamente la militancia patriótica y revolucionaria tan abandonada, como consagración de todas las potencias de la voluntad y el intelecto al servicio de la causa popular.  

  

SOLIDARIDAD Y POLÍTICA 

(…) la vida familiar es una constante solidaria, indudablemente. Y es precisamente allí, donde el concepto de solidaridad se acuña, primero allí, luego en la comunidad, y finalmente  en la comunidad mayor, ciertamente desde un punto de vista más abstracta pero también más abarcativa, que es la Nación. No podría existir la familia, ni mucho menos la comunidad si no existiera la solidaridad. La solidaridad es entonces el concepto basal que nomina una serie de actos que están fuera de comercio. Son intercambios gratuitos, no referido al intercambio de dinero, sino algo mucho más importante, “gracioso”, de gracia. Es decir, es una manifestación de la gratuidad, del dar sin exigir, del recibir sin preguntar. 

No hay ninguna otra política posible, ya que si definimos a la Política como aquel arte de las relaciones de  los hombres en sociedad, no hay ninguna relación hoy viable, legítima y valedera que no sea la solidaria. Las demás relaciones, que también existen, no sólo no son solidarias, sino que son espurias. Son conductas que han llegado a comprar las actitudes, ni hablar de las consciencias y probablemente algo más importante que es la vida de hombres y mujeres, muchos, de toda la república argentina. 

(…)yo no creo que exista política sin hechos. La política está constituida por hechos. No hay una cosa llamada política que no sea acto. Y entonces el tema nuestro o de aquel que tenga interés de sacar a la Argentina de esta situación, piense como piense, es el tema de los actos que realiza. Bueno, a eso me refiero yo cuando digo solidaridad.  Digo actos que realizan esos hombres deben ser actos presididos por la solidaridad. Si esto fuera así se acabaría, por ejemplo, la lucha por la preeminencia, la lucha por los espacios. 

 

HISTORIA ARGENTINA

Esa es la historia del país de los argentinos, desde que Martín del barco Centenera en 1580 escribió un poema largo, en Santiago del Estero, llamado “La Argentina”. Desde allí somos argentinos, por una nominación o autonominación de un habitante de esta tierra. Creo que desde ese momento hasta hoy el avatar histórico de los acontecimientos, los cambios de los argentinos, pueden medirse en dos procesos. Un proceso reincidente, primero con los liberales españoles, desde Carlos III tercero en adelante, después con los ingleses y luego en el periodo independiente con el patriciado o la oligarquía, de imponernos una civilización extraña. Y, por otro lado, el desarrollo de una cultura propia, completa, que no excluyó los pedazos de la civilización invasora que le sirvieron para construir esta nueva construcción. Construcción que se construyó en una dialéctica de oposición a la civilización invasora, aprovechó a la civilización invasora, pero construyó también su propio edificio.  Creo que Juan Perón es el primer expositor orgánico de ésta cultura completa. 

La Argentina nació, no en 1810 por supuesto, porque no estamos ni en la historia de Groso ni en el colegio primario, sino mucho antes. Yo decía en una ocasión que la Argentina nació cuando don Martín del Barco Centenera la bautizó como Argentina en 1580. Porque lo paradójico de la Argentina es que su nombre existió antes de ella misma. La Argentina fue preanunciada, yo diría profetizada. Desde ese momento en adelante y esto se puede seguir en la historia que llaman independiente, que eso es una discusión, y en la historia que llaman colonial, cosa que también es una discusión. En ambos dos períodos, se puede seguir las constantes que todavía hoy, y que más que nada hoy, rigen en nuestro proceso.

 

FILOSOFÍA DE LA HISTORIA 

El movimiento nacional entonces, ha sido el portador de la forma en que la misión del pueblo argentino asumió en cada momento de su historia. Durante cuatro oportunidades, cinco ahora, el movimiento nacional desapareció. Piensen ustedes que entre 1852 y 1916 – que son 64 años-, no hubo movimiento nacional argentino, hubo el gobierno de Mitre, de Sarmiento, de Avellaneda, de Roca, de Figueroa Alcorta, de Luís Sáenz Peña, pero no hubo movimiento nacional, hubo eso. En 1916 volvemos y aparecemos nuevamente; catorce años después de la caída de Yrigoyen y en los catorce años que hubo entre 1930 y 1944 ocurrió lo mismo, sin embargo vino Perón. Por eso podemos pensar en la reconstrucción del movimiento nacional. Y esto ¿qué quiere decir? Ustedes saben que no se puede ir para atrás en la historia. El sentido de la historia es pasado porvenir y no a la inversa. Lo otro que podría ser porvenir hacia el pasado es sólo obra de Dios. Entonces, como este es el sentido es que anunciamos una revolución. De eso se trata, no se trata de politiquita, no se trata de una urna llena de papeles, no se trata de partidos, se trata de la Argentina tal cual es. 

El objetivo principal de Perón era la construcción – por lo menos en lo que pudiera, la demostración de que era posible- de una nueva civilización. Y esto es “grave”.  

En la decadencia de Atenas y en la decadencia de Roma se puede observar el mecanismo de la decadencia argentina. Atenas fracasa su pretensión llamada democrática, precisamente por la corrupción de las costumbres, de todas las costumbres. El abandono de la política que conducía directamente a sostener la presencia del ciudadano y del habitante de Atenas. Porque ciudadanos eran nada más que 30.000 y Atenas tenía 400.000 habitantes, en el período de la democracia. Pericles, un sin vergüenza, como tantos otros, sin embargo fíjense ustedes todas las historias que nos han pretendido enseñar lo ponen “por las nubes”, y era un reverendo sin vergüenza. Pero lo mismo pasó en Roma. Augusto gobernó durante 40 años y su periodo se llamó “la Pax Augusta” (…) Ese período que fue un período de paz y desarrollo –como se diría hoy-, pero a la muerte de Augusto Roma se precipita en el desastre. ¿Cuál fue el desastre? Hubo 100 años de guerra civil. 50 años antes y 100 después.  Sólo recién los antoninos pudieron recuperar en parte aquello que había sido Roma. Antonio Pio, Marco Aurelio, etc. 

Esta tierra (la Argentina) tomó todos los elementos que tuvo a su disposición, tanto técnicos, humanos, ideológicos o de conocimiento,  y los mezclo, yo diría los mestizó, los hibridó, en términos de algunos que saben de qué se trata -por ejemplo aquel que cría ganado lo sabe- la hibridación es una forma de potenciar la nueva generación. Esta hibridación sucesiva, que se ha venido dando en la Argentina en todos los planos, ha hecho y ha constituido un potencial. Éste es el potencial real de los  argentinos.  

Yo creo que fueron participes del movimiento nacional, en tanto portadores de la idea del espíritu y de la idea de la Argentina, de lo que la Argentina sería después -de una visión, quizás profética, quizás histórica o quizás individual y de sueño-, tanto el Virrey Ceballos, último gobernador y primer virrey del río de la Plata, como el general Perón. Creo que lo que pensaban y en la visión no hay diferencia. Creo que el movimiento nacional estaba presente en los blandengue que persiguieron a los piratas paulistas al correrlos a patadas hasta Río de Janeiro con Ceballos, como en los peronistas del 17 de octubre y los de hoy. El espíritu es el mismo. El movimiento nacional es anterior a la Argentina. La Argentina nace de un acto de voluntad, no de existencia política, sino de existencia autónoma independientemente sentido de la cultura mestiza de éste pueblo. Los resultados políticos son muy posteriores. El movimiento nacional encarna esto a profundidad. Es por lo tanto, nuevo, en ese sentido de mal nombre “revolucionario” – no es revolucionario como los jacobinos franceses-, es tradicional, aunque no sea tradicional en el sentido que los europeos daban en aquella época a la palabra tradición- que era quedarse con la monarquía española, por ejemplo-. Si no que se refería a nuestra propia tradición, a la enraizada en éste suelo” (…) Por eso Rosas, uno de los más grandes argentinos, se llamó restaurador. 

Nosotros, como el movimiento nacional ha sido siempre, somos restauradores, no restauradores del viejo régimen, sino restauradores de nuestra Patria, de nuestro pueblo, de nuestra cultura, y de nuestra propia civilización a la que amamos y de la vivimos, y a la que también contribuimos a crear y recrear. Cuando se habla entonces de revolución, aquí en nuestro seno, se debería hablar de restauración. Cosa a la que los invito, mucho más -aunque también- que como homenaje a Rosas, como viva encarnación del proceso que nos proponemos. Porque nos proponemos restaurar. Nos proponemos restaurar a nuestro pueblo en su dignidad, a nuestra gente en su derecho, a nuestra patria en el lugar que le corresponde -grande o pequeño-, a nuestra soberanía, a nuestra cultura, a nuestro Estado, y finalmente a aquellos que nos gobiernen que han de ser criollos también. 

El curso del movimiento nacional que se llamó Peronismo, antes no se llamó así, pero existió. Nosotros tuvimos gobiernos nuestros como el del general Rosas o como el de Don Hipólito Yrigoyen que son los antecesores, creadores, y así antecedentes del movimiento nacional en la Argentina. Perón ha sido la culminación, porque él pudo, para suerte nuestra y desgracia de nuestros enemigos, ejecutar la revolución Justicialista, y nos ha dejado el ejemplo claro de cómo se hacen las cosas y de cómo no se hacen.  

En ese proceso de abandono de sí, es que ocurren las cosas que ocurren en el mundo de hoy. El derrumbe de la civilización se mide por el derrumbe de las instituciones, por la inocuidad de las costumbres, por la ausencia del peso social, y en el plano económico por la predominancia del capital financiero y de la droga (por ejemplo) en el mundo de hoy también. 

Pareciera que hemos perdido la seriedad, pero la seriedad es algo muy importante, porque una revolución en Argentina, que es una revolución en América, es una cosa muy seria. Por ello hay que avocarse a lo que es verdaderamente importante, que es educar a nuestra gente. ¿Para qué? Para que comprendan que el destino que tienen es un destino de grandeza si en realidad son capaces de elegirlo. 

Sin una conciencia histórica compartida es imposible lograr una identidad común suramericana.  

Un mundo sin esperanza es un mundo inhabitable. Ahoga a la imaginación y al pensamiento y decide, por fin, la parálisis de la voluntad.  

Perón nos enseñó que no va a haber reconstrucción de la Argentina sin el hombre argentino, pero el hombre argentino se puede reconstruir en el proceso de reconstrucción de la Argentina. 

MOVIMIENTO NACIONAL ARGENTINO 

El problema principal del movimiento, que es también el problema principal de la victoria y la derrota, es la unidad. Y lo principal de la unidad, es la fe y la voluntad de vencer. Cuando la unidad no existe hay derrota segura, y la principal causa de la división es cuando la opinión ha sido colocada por encima de la voluntad de vencer. La opinión está bien tenerla pero debe estar subordinada a la fe común y la voluntad de vencer. 

(…)mucha gente, o alguna, cree que el proceso del movimiento nacional ocurre en la Argentina como un club de fútbol o una sociedad anónima, o un grupo de amigos. No. El movimiento nacional no ocurre en la Argentina, el movimiento nacional es la Argentina. Sería absolutamente incomprensible hablar de la Argentina sin él. Sin él significa, sin el virrey Ceballos-último gobernador y segundo Virrey del Río de la Plata-, sin San Martín y Belgrano, sin Rosas, sin Yrigoyen y sin Perón. No habría Argentina. Todo lo demás que ha ocurrido ha sido, en verdad, una respuesta a esto, que es en realidad, también la afirmación fundamental de que la Argentina existe. De que los argentinos somos un pueblo y que tenemos como todos los pueblos y cada uno de ellos una misión en la historia. Y de que si estamos reunidos y nos mantenemos reunidos es para precisamente tratar de cumplir esa misión. 

(…) cuando se piensa en la reconstrucción del movimiento nacional, y cada vez se piensa más en ello, y fíjense que yo no estoy pensando – y lo digo para que se entienda bien- en la reconstrucción del movimiento nacional justicialista. Yo no pienso eso. Y soy peronista, si por supuesto, lo fui toda mi vida y los seguiré siendo toda mi vida y voy a morir siendo peronista. Pero desde el punto de vista político me parece un absurdo suponer que es posible la reconstrucción del movimiento que fue. Lo que es posible es la reconstrucción del movimiento nacional, en toda su historia en una nueva versión.  

Si vos trazas una línea roja y decís, de la línea para abajo sumersión, para arriba emersión. El movimiento nacional, se sumerge, emerge, se sumerge navega por abajo y luego emerge. Aunque el relato debiera ser el del delfín y la boya. La boya está siempre ahí, flota, no cambia, es mecánica, son los gorilas. El delfín es un ser vivo, navega. 

Quiere decir que la primera cuestión de la reconstrucción del movimiento nacional no es una bandería política, sino precisamente lo contrario, un abarcar del conjunto de aquellas banderas políticas que participan de este mismo problema, es decir, que están dispuestos a coexistir conjuntamente con el pueblo argentino y son parte del pueblo argentino. Y son enemigos aquellos que impiden que el pueblo argentino exista, nada más -ni nada menos-. Yo no creo que se pueda reconstruir el movimiento nacional sin esta clave. Y esta clave se enuncia diciendo qué es la solidaridad, esto es la solidaridad, desde el punto de vista político es esto. Entonces, la primera premisa es tolerancia -con sus límites-, la segunda premisa es posibilitar que las diferencias de opiniones se mantengan ad intra del movimiento nacional, la tercera premisa que es emplear en términos tácticos, es decir, inmediatos y cotidianos, la solidaridad como patrón de conducta personal. 

 La guerra cultural es parte de la guerra por la liberación (…) e implica la lucha por la consolidación de la identidad cultural del hombre argentino (…) dentro de esa guerra, la batalla de hoy es la batalla por la opinión y por otro lado la batalla por la orgánica popular.(…) La orgánica del Movimiento Nacional, que no es organizado, nunca lo ha sido, sino que siempre ha sido orgánico. ¿Cuál es la diferencia? Lo organizado es producto de la voluntad de los hombres, de la direccionalidad que un grupo de hombres imprime a otro sector del Pueblo, dejando así a esta gente al servicio de unos personajes…Nosotros creemos en lo orgánico, que es natural, se produce y lo produce el Pueblo mismo, en pos de sus objetivos que organiza ese organismo,  por la voluntad de sus componentes no de su conducción. La función de su conducción, como lo hizo el general Perón, enseñar y convencer, el resto que es lo orgánico, se desarrolla con la vida del Pueblo y con sus necesidades y sus problemas, uno de los principales es la constitución de la Comunidad.   

 

TEOLOGÍA DE LA HISTORIA

Augusto gobernó durante 40 años y su periodo, que se llamó “la Pax Augusta”, fue un período de paz y desarrollo, y en su periodo nació Jesús, cosa que es muy importante porque es cuando Dios eligió el momento de la encarnación.  

 El ser humano no es un animal, no está en la escala zoológica, está en la escala de la creación. 

(…)la historia tiene una razón, no los historiadores, pero si la historia. Los más grandes  han buscado, de verdad, la razón de la historia, de los hechos. Algunos de los que han encontrado y dicho cosas, generalmente son los que han hecho teología de la historia. Vicente Sierra hace eso, encuentra una razón, una constante. 

La obra de Dios es siempre a través de los hombres respetando su libertad. No sin su libertad o contra su  libertad. Con su libertad.  El gran arte consiste en eso, por eso el gran político, como Perón, también hace eso.” 

“Cuando interviene la fe intervienen dos elementos. Por un lado la voluntad del hombre y por el otro el derrame de la gracia. La fe es estas dos cosas. Siempre es don de Dios y voluntad del hombre. Entonces, en el caso de Perón es igual. ¿Qué es primero? Primero es el don de Dios y la aceptación del hombre viene luego, sin la cual no pasa nada. (…)  

La gracia es como la lluvia, moja a todos, salvo a los que usan un paraguas para esa lluvia y no se mojan. No reciben el don los que no quieren, porque está la voluntad en el medio. El Señor respeta todo eso, siempre es así, no hay obligación. Hay voluntad o no. Nada más.

En el caso de Perón, su educación, su desarrollo, lo llevó a eso. El aceptó el don antes y después pasó lo que pasó. Es autónomo.  

  

LA GESTACIÓN DE LAS NACIONES: COMUNIDAD, ESTADO Y PATRIA

Una Nación es una larga obra de creación de los habitantes de un territorio determinado, de una cultura, de una comunidad, tanto de sentimientos como de intereses, de aspiraciones como de necesidades, de particularidades como de universalidades. 

La Nación siempre estuvo ligada, por ejemplo, a la universalidad idiomática, a un determinado conglomerado humano, mestizo o no, pero con una unidad cultural, y en general, a una suerte de ritos, que en muchos casos tienen que ver con la religión, aunque en otros no. Porque son muchas veces ritos civiles, tales como por ejemplo las costumbres, que forman parte de la cultura pero también de algo que es aún menos expreso, que es un ritual. Es decir, no todas las costumbres son fruto de una elaboración cultural sino que, en muchos casos, tienen de ex profeso un contenido estrictamente ritual. O sea productor de cultura, más que producto de ella.  

¿Qué es lo ritual? Lo ritual es una afirmación consciente de la personalidad. Es una distinción respecto del otro, del que no participa del rito, y por lo tanto no está incluido, no es parte de esa personalidad. En principio no es en contra de los otros, sino de afirmación y reconocimiento de lo que es propio.  

Este aspecto ritual, entonces, es uno de esos elementos constantemente reconocible en el concepto de Nación, porque es expresión de una personalidad. Y para que exista verdaderamente una Nación, para que se complete esa larga obra de creación que contiene numerosos elementos claramente reconocibles, previos de algún modo, debe existir finalmente, una persona. Las naciones son también personas, es decir, contienen ese elemento estrictamente espiritual que reúne, sintetiza y expresa de modo superior, a todos sus elementos anteriores. 

Avanzar en la comprensión del concepto de Nación requiere de una distinción precisa entre los conceptos de Patria, Estado y Nación. En el origen de estos tres conceptos hay que ubicar uno aún más antiguo, que es el de comunidad.  

 Una comunidad, cuando llega a un determinado grado de su desenvolvimiento, en principio estrictamente físico, biológico, reproductivo, requiere de un Estado, simplemente por un problema de organización de su subsistencia. A su vez, esta comunidad va descubriendo la existencia de un patrimonio, de un paisaje, de unas relaciones que le son propias.  

 Por otro lado, “Patria” es una palabra romana que deriva de patrimonio, esto es, lo que pertenece al padre. A los senadores romanos se los llamaba, por ejemplo, patris Patriae, padres de la Patria. Y la Patria surge cuando una comunidad ya tiene una organización adecuada a su subsistencia, ya tiene un Estado, y por ende puede sentirse cabalmente dueña de un territorio, pudiendo extraer de él en forma permanente el sustento para la vida y posee por lo tanto un patrimonio común. No se trata solamente de la organización social, sino de una organización que abarca a toda la comunidad. La patria es entonces el patrimonio de una comunidad.  

¿Qué es la Nación? Es la culminación de este proceso ya señalado (…) La permanencia de una misma comunidad –comunidad de idioma, de cultura, de niveles determinados de mestizaje tanto cultural como racial- en un territorio, en una geografía, en un paisaje, terminan finalmente por acumular una particularidad. Una particularidad que es estrictamente propia primero, de esa comunidad en ese lugar y con esa organización, y que culmina a lo largo del tiempo siendo una particularidad de lo universal. Es decir, teniendo un grado de reconocimiento a través del contacto con otros pueblos que han seguido un curso similar.  

 Ahora bien, al afirmar que la Patria es el patrimonio físico de la comunidad, base posible del nacimiento de una Nación, debemos atender al hecho de que ese patrimonio físico es a veces casi indistinguible, en su desarrollo en el tiempo, de la comunidad misma. Porque el patrimonio físico en el ámbito geográfico, geopolítico y también geoestratégico, y por lo tanto determinante esencial del curso histórico de esa comunidad y de la conciencia que esa comunidad tiene de sí misma y de los demás. Porque la interrelación con el paisaje forma parte del hecho cultural y también de la conciencia individual, de la constitución de la conciencia individual. Hay entonces, ya se ha señalado, una relación estrechísima entre el patrimonio físico de la comunidad y la comunidad en sí misma. En esa relación está también el origen de la conciencia de la Patria. 

Finalmente, la Nación es el espíritu que ha logrado forjar esta comunidad a lo largo de todo el proceso, y que finalmente la informa.  

Este particular universalizable tiene, individualmente, elementos de otras comunidades que ha recibido a través del intercambio. Porque ninguna comunidad está aislada. En ningún caso de la historia. Y la Nación es el producto final, que con ser el más acabado es también el más universal, aunque también posee el rasgo más particular: su identidad. Esta identidad es su personalidad, que es intransferible y única, como toda personalidad. La Nación se crea mediante un cobrar conciencia de la propia existencia. Y de modo análogo a la personalidad del hombre, cobra conciencia de sí a través del otro, a través de la interrelación.   

El proceso de gestación de la nación argentina fue determinado entonces inicialmente por la existencia de una comunidad. Una comunidad que fuera signada, de antemano, por un nombre: el de aquel larguísimo poema. Llamado justamente La Argentina, de don Martín del Barco Centenera, escrito presumiblemente en 1580 –o sea que en estos días ha cumplido cuatro siglos- y publicado en 1602. El ya llamaba Argentina a este territorio. La conformación de esta comunidad está signada también por un hecho fundamental: el mestizaje, racial y cultural, de los conquistadores españoles y los nativos de estas tierras. Fuimos y somos una comunidad mestiza. Proceso que continuó a lo largo de estos cuatro siglos incorporando nuevos y numerosos aportes, raciales y culturales. Esta comunidad va descubriendo la existencia de un patrimonio, de un paisaje, de unas relaciones que le son propias. 

¿Qué sucede entonces? Sobreviene un proceso cuya intención fundamental es asegurar ese patrimonio para los argentinos. Este es el proceso de la Independencia, fruto inicialmente  de la parte que nos tocó dentro de la tremenda guerra civil que asoló al Imperio Español tras el estallido napoleónico y que finalmente terminó por conformar una fuerte identidad propia. San Martín es el hombre, la fuerza en el sentido de tensión más que de violencia, la energía que conduce y asegura este proceso que consolida para los argentinos un patrimonio. 

El proceso de creación de la Nación sólo se plantea como ineludible a partir de la necesidad del pueblo de asumir la conducción de la administración de su patrimonio, es decir, el gobierno de la Patria. Pero tanto uno como otro son  elementos inanimados, faltos de las necesarias condiciones para el reconocimiento de cada unidad en el todo, fundamento último de la existencia de una Nación. Como ya hemos dicho más arriba, no son naciones los meros estados que administran, bien o mal, riquezas o miserias legítima o ilegítimamente adquiridas; son naciones aquellos pueblos que aún faltos de organización o inclusive hasta de territorio, cada individuo puede no obstante reconstruir el conjunto a partir casi únicamente de sí mismo. Esta presencia del todo en la parte y la férrea unión consiguiente del todo es lo que hace que una Nación exista por encima de la forma y del avatar histórico. 

Francia, por ejemplo, no fue una nación con Carlomagno, no con Hugo Capeto. Fue recién una nación cuando alguien dijo “franceses” y los que escuchaban entendieron a qué se refería. Allí se produjo su nacimiento. Y la primera que dijo “franceses” y fue comprendida fue Juana de Arco. Francia es ese momento estaba destruida. Invadida por Inglaterra en la guerra por la sucesión de la corona francesa. Y Juana de Arco salva a Francia de la partición, incluso de la desaparición. Fue una intervención providencial. Por eso Juana es Santa Juana. También, en otro sentido, fue un militar, porque éstos son medios de que la Providencia se ha valido para que la nación francesa exista. La nación, no la corona, no el reino. La nación, que como tal, y según se afirmo más arriba, es en este caso lo que distingue a los franceses  de todos los demás hombres.

   

LA MAGIA Y EL MILAGRO

El milagro, el mito cumplido, confirma la fe, y la fe confirmada proporciona un temple al alma colectiva con el que nada puede compararse. La nación, que existe plenamente desde entonces, ya es, y todo lo que no es ella no es, ya que ni siquiera puede alcanzar a ser su negación. 

(…) diferencia entre el milagro y la magia. Diría mejor la oposición. La magia, que es operante sólo con aquellos que creen en ella, es una violación del orden de la creación con el objeto mismo de su violación. Es en realidad un acto de negación. El milagro es, en cambio, una restitución. Es también aparentemente una violación de las leyes de la naturaleza, pero en realidad es siempre un acto de justicia, de re-instauración del orden cósmico. 

***

Es insuficiente decir que su vida es una inspiración, sino que trasciende esta con creces para determinar una interpelación al sentido heroico de la existencia.

Si la historia temporal administrada por hombres le hará justicia, es aún desconocido. Lo sabrán los siglos. Lo indudable es que Alejandro Álvarez posee ya la gloria de la historia atemporal administrada por Dios. 

Cabalga, ahora, sobre los corceles alados de Joaquín V. González, en las celestes altas cumbres de “la región de los iguales”, allí donde la jerarquía noble de su Espíritu lo ha colocado. 

 

Alejandro… 

¡GRACIAS! clama la Argentina…

Por estar dispuesto a morir por la Verdad

Por tu amor incondicional a esta Patria

Por salvar la vida de miles

Por electrizarnos el alma a tantos

Por encauzar la vida de muchos hacia el sentido trascendente de realización

Por un inmenso legado de Virtud y grandeza que jamás aceptará los límites del tiempo

 

 

Alejandro…

Una huella inmarcesible en los estratos más profundos del Ser Nacional

Un héroe al frente de una “Guardia” incólume que aún hace eco en la historia

Un prócer que habita en el linaje de los inmortales

Alejandro Álvarez…un desigual en “la región de los iguales”

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