Discurso a los trabajadores 1º de Mayo 1947

13 de mayo de 1974

Casa de Gobierno

Discurso del Presidente de la Nación,

Tte. Gral. Juan D. Perón a los

Organizadores de los actos del

 1º de Mayo

Compañeros: hay dos cosas que nunca dejaron de emocionarme en mi larga trayectoria de lucha política. En primer término, poder reunirme con los trabajadores y con los dirigentes-trabajadores y agradecerles, como lo hago en esta oportunidad, toda la colaboración y cooperación que ininterrumpidamente han tenido durante los últimos treinta años de lucha.

Es indudable que los trabajadores argentinos están organizados. En los últimos años he recorrido el mundo entero, y me he preocupado de observar y tomar conocimiento dentro de las organizaciones sindicales que he visitado. Sin embargo, no he encontrado ninguna organización que tenga la solidez, que mantenga la solidaridad y la unidad que mantienen nuestras organizaciones sindicales. Eso es lo que las transforma en un factor de poder.

Los trabajadores no pueden tener la intención de imponerse a la comunidad, pero deben tener la precaución de organizarse en forma de que ninguno de los integrantes de la comunidad se imponga sobre ellos.

Si las organizaciones mantienen su cohesión, su organización unitaria y firme, no hay poder suficiente para torcer la voluntad de los trabajadores en ninguna parte del mundo. Es indudable que todas las fuerzas de nuestra organización residen particularmente en la organización, en la unidad y la solidaridad que se ha desarrollado entre todos los trabajadores argentinos.

Hay que tener en cuenta que todo ese proceso no es estático, sino dinámico. Todo el mundo trabaja por desorganizar lo organizado. Los dirigentes deben trabajar incansablemente para que esa organización se mantenga con la firmeza y la unidad con que hasta ahora se ha mostrado en el panorama de la comunidad argentina. Sin esa unidad y sin esa solidaridad, las organizaciones valen poco.

Otra de las circunstancias que me llenan de satisfacción y de orgullo, es la capacitación de los dirigentes que, en otras organizaciones, es difícil de encontrar. He recorrido organizaciones, pero es difícil encontrar en ellas dirigentes auténticos, tan capacitados como los nuestros. Todos recurren a profesionales y a otras personas. Afortunadamente, tenemos dirigentes que surgen solos, de la masa, porque tienen las cualidades y virtudes necesarias para surgir como tales. No tenemos que pedir ayuda a nadie, pues tenemos dirigentes capacitados.

Es indudable que eso hay que mantenerlo y desarrollarlo cada día más. El dirigente tiene dos obligaciones: la de conducir o encuadrar la masa de trabajadores y, por otra parte, la de capacitarse para hacerlo en las mejores condiciones. De eso depende nuestro futuro.

La organización sindical, no vale sólo por el número de afiliados; más que nada vale por la clase de los dirigentes que la conducen y la encuadran. Esa es una verdad inamovible de toda organización, pero especialmente, de la organización sindical, porque es la más multitudinaria de todas las organizaciones.

            Hemos pasado estos últimos tiempos por todo este proceso que se está viviendo. La clase trabajadora viene sufriendo durante veinte años indecisiones, ataques e intentos casi todos fallidos. Esto habla muy a favor de nuestros dirigentes.

La clase trabajadora no se ha disgregado, a pesar de las intervenciones, presiones, trampas y todas esas cosas. No se ha destruido ni se ha anarquizado, porque nuestros dirigentes han hecho primar la unidad, la solidaridad y la organización. Cuando esos tres factores se cumplen en la organización sindical, no hay fuerza posible que la destruya. La experiencia de estos últimos veinte años nos muestra claramente que es como les digo.

En estos tiempos asistimos a una serie de factores políticos que, indudablemente, son nuevos en nuestro panorama. Esos primero de mayo y esos diecisiete de octubre que estejábamos hace veinte años, ya no tienen las mismas características. Entonces veíamos una masa inmensa que se juntaba y que transitaba por ahí. En la actualidad hay un amago de infiltración y de acción disolvente, que trabaja no sólo dentro de las organizaciones sino también fuera de ellas.

Dentro de las organizaciones, como caballos de Troya de dichas organizaciones, han surgido ahora, las que se llaman de base, como si la organización sindical no fuera la organización de base más grande que existe. Ese es un invento nuevo. Son intentos de disociación y de anarquía. Ceder es muy peligroso. Es como meter un caballo de Troya y una vez adentro se deshace, se rompe y se anarquiza.

Ustedes habrán notado que en algunas partes ya existe ese fenómeno. Contra eso no hay más que una sola cosa que hacer: cada dirigente debe esforzarse en mantener la homogeneidad de su organización, despachando por los colaterales o por fuerzas centrípetas a todos esos que intentan, al servicio de cualquier causa que sea, -que siempre son inconfesables, porque ninguna puede decir en qué está- destruir a la organización.

Las fuerzas que de afuera trabajan para la organización son peligrosas, aunque no tanto. Es mucho más peligroso ese microbio metido dentro de la organización, que los que actúan desde afuera. Esas organizaciones y esos individuos que trabajan de esa manera, no son todos negativos. También tienen un factor positivo, que es el que desarrollan dentro de la organización: las autodefensas naturales.

Lo mismo ocurre en la organización fisiológica. Estos individuos ingresan en las organizaciones de tipo institucional como las nuestras. Cuando esa gente actúa, hay que aprovecharla para que genere sus anticuerpos y sus autodefensas sirvan a la organización. Una organización que no tiene anticuerpos y se enfrenta con uno de estos problemas, es como un organismo humano que vive en un medio oscuro e incontaminado, y que al tener un contacto con los demás se contagia todas las enfermedades posibles, porque no ha recibido los anticuerpos de ninguna de esas enfermedades y, en consecuencia, no tiene las autodefensas que necesita.

Por esa razón, cuando los trabajadores hablan de un traidor, les digo que lo dejen, porque está generando anticuerpos. No son males, son pruebas a las que se someten las organizaciones. Las organizaciones firmes y bien organizadas, unidas y solidarias, resisten la acción de cualquiera de esos microbios o gérmenes patógenos que se pueden introducir en ellas. Cuando la organización no es real ni es buena, cede. Esto es lo que pasa cuando uno está débil: ingresa el microbio y uno afloja.

Lo mismo ocurre con las cuestiones orgánicas que necesitan de estos anticuerpos. Aprovecharlos es la tarea de los dirigentes. Ellos deben poner en evidencia delante de la masa esta cuestión, ya que la masa está siempre propensa a contaminaciones de una u otra naturaleza, porque le tocan sus intereses personales y directos, o bien, porque los engañan.

El dirigente debe trabajar a la masa, debe estar en permanente actividad político-sindical. En este orden de cosas, la idea del Justicialismo no es lo que algunos están diciendo por ahí, que hace que los políticos tengan miedo de que hagamos corporaciones. Este es un problema que viene desde la historia. No es nuevo.

La acción política es la acción profesional o corporativa. Han sido dos fuerzas que siempre han chocado en la historia. Cada sistema ha tenido sus deformaciones en estos sentidos o su lucha para aislar un sector.

El régimen capitalista que ha manejado al mundo desde la Revolución Francesa hasta nuestros días, sirvió para la explotación del hombre por otros hombres, lo que fue posible mediante el triunfo de la política sobre las demás actividades.

Cuando Napoleón, el 14 de Brumario, toma el poder en Francia, en primer término como primer cónsul y después cuando se corona como emperador, se encuentra con un problema gravísimo. La Revolución Francesa fue hecha por el pueblo llano, es decir, por los “grasas” –como diríamos nosotros- y las corporaciones, que eran en esa época las organizaciones de tipo gremial, que a su vez estaban constituidas por un maestro, con sus oficiales y sus aprendices, que organizaban una célula gremial, pero multiplicada por millones. Esa célula formaba –diríamos así- lo que menciono como corporación. Ahí nace el corporativismo.

Napoleón se encuentra con que esa revolución hecha por ellas es lo que él está representando. La revolución se hace contra el clero, la milicia y la monarquía. La situación del emperador es difícil, porque él es monárquico. Aspira a establecer una nueva monarquía que reemplace a la antigua. Entonces, el pueblo llano lo mira un poco “torcido” y, como es lógico, no le puede tener confianza, porque si el pueblo ha luchado contra la monarquía no se explica el advenimiento de un monárquico.

Asimismo, la monarquía, el clero y la milicia, ven torcido a Napoleón como revolucionario. Su situación es desesperada cuando toma el gobierno, pero como es un hombre de gran habilidad, llama a la burguesía –que no había intervenido en la Revolución Francesa y que, en consecuencia, no había sufrido- y le encarga la organización de lo que se llamó el Estado Nuevo. Ese Estado Nuevo, había que organizarlo sobre bases nuevas. Era el cambio del sistema medioeval –o sea el sistema feudal del Medioevo- por el Estado capitalista que nacía.

&Si esto lo hubiera organizado el pueblo llano, probablemente no habría resultado lo mismo, pero el pueblo llano estaba incapacitado para ninguna acción de ese orden, como el clero, la milicia y la monarquía tampoco, porque estaban desplazadas por la revolución.

En consecuencia, la burguesía organiza el Estado Nuevo. El andamiaje de ese Estado Nuevo, fue simplemente, crear los sindicatos para anular las corporaciones que habían hecho la revolución y por lo tanto estaban fuertes. Había que debilitarlas.

Crearon los sindicatos, a los que dieron la misión de discutir por diez o veinte centavos de aumento en los salarios, mientras la burguesía organizó los partidos políticos que eran los que hacían las leyes y, en consecuencia, tenían la parte del león.

Eso hizo que durante dos siglos los pueblos fueran sacrificados y escarnecidos en beneficio de una burguesía; una burguesía que tampoco sacó gran provecho pero indudablemente fue la que dominó y manejó a instancias del sacrificio del pueblo. Esa es una historia que viene arrastrando la humanidad a lo largo de todas las etapas de su evolución.

Llegamos a nuestro tiempo y ¿qué es lo que ocurre?. Esa burguesía, durante dos siglos, hizo avanzar la técnica y la ciencia más que en los diez siglos anteriores, a costa del sacrificio de los pueblos, pero también ellos dieron a los pueblos un conocimiento más integral de su propia historia y los pueblos ahora están esclarecidos, y conocen la verdad. ¿Por qué? Porque los medios técnicos le han hecho llegar esa verdad.

En la actualidad, un paisano, metido en las sierras, está con su transistor en la oreja, sabiendo lo que pasa en el mundo en ese momento. En consecuencia, los pueblos ahora no admiten el sacrificio; admiten el esfuerzo mancomunado para el progreso y la acción de una comunidad, pero no admiten el sacrificio de un sector. Ninguna clase puede estar sacrificada, y si se la obliga al sacrificio, se rebela.

Es lo nuevo, lo moderno, y lo que está sucediendo ahora, cuando muere la preeminencia política y nace la preeminencia social. La etapa que viene es de preeminencia social. Lo político cuenta en el cincuenta por ciento, el resto es lo social y cada día aumentará, disminuyendo consecuentemente lo político. ¿Por qué? Porque lo político es en el fondo una creación de sistemas. El hombre ha manejado siempre la evolución de acuerdo a sus necesidades.

El mundo viene evolucionando, y los hombres creen que son ellos los que lo hacen evolucionar. Son unos angelitos. Ellos son el producto de la evolución, pero no la causa. El mundo evoluciona por factores de determinismo y fatalismo histórico. Hay muchos factores pero no los maneja el hombre. Lo único que éste hace, cuando se presenta esa evolución, es fabricar una montura para poder cabalgar en ella y seguirla.

De esa manera, el Medioevo tiene su sistema feudal. Al terminar ese sistema, nace el capitalismo. El sistema capitalista es el mundo de las patrias, así como el Medioevo fue el de los Estados feudales. Ahora pasamos a los continentes, porque la evolución va hacia entidades mayores y estamos creando un sistema que permita cabalgar en esta nueva etapa de la evolución, que como he dicho, no es política sino que es social.

Algunos han creado el marxismo, es decir, un nuevo sistema que en el fondo reemplazó al capitalismo individualista por el capitalismo de Estado. Este otro sistema –no lo criticamos-, fue una solución para algunos países, porque indudablemente el capitalismo de Estado fue más atemperador del sacrificio de los pueblos que el capitalismo.

Ahora viene otra etapa distinta, donde ninguno de los dos capitalismos puede ir adelante, en el que van evolucionando los sistemas hasta tener la posibilidad de establecer un sistema que nosotros hoy llamamos “Justicialista”. Esta es nuestra posición, donde no existen ni explotadores ni explotados, donde hay una justicia distributiva y todo se alcanza no por la lucha cruenta, sino por el acuerdo, el diálogo y la Constitución. La lucha destruye, y destruyendo no es como se mejora. Se mejora construyendo.

Casi todos los países del mundo están evolucionando, algunos con sistemas socialistas, otros con republicanos, pero todos van cargando el módulo central sobre la justicia social. Hace treinta años que nosotros dijimos esto, y algunos recién ahora nos están descubriendo.

Hace pocos días, yo veía el programa de gobierno del conductor francés Giscard D’Estaing. Parece que todo eso hubiese sido sacado de la Constitución de 1949: los derechos de la ancianidad, los derechos del trabajador, todo lo que teníamos establecido hace treinta años. Es decir que los sistemas van evolucionando de acuerdo a la necesidad de la evolución. Todo esto permitirá, como se ha dicho, abordar la última etapa de la integración, para la solución de los problemas. Esa etapa no puede ser otra que el universalismo.

El continentalismo ya nos está quedando chico. Ya es una evolución de transición para entrar directamente en el universalismo, esto es, cuando todos los hombres se convenzan de que son hermanos y que tienen que comenzar a trabajar para defenderse, porque la amenaza del futuro es para todos, ya no es para determinados sectores.

Digo todo esto, porque en la concepción justicialista, tenemos la aspiración de que en la organización de un sistema no sean solamente los políticos los que decidan. ¿Por qué no vamos a decidir todos de acuerdo a la necesidad común, poniéndonos de acuerdo? ¿O acaso tienen que pensar lo mismo el obrero y el capitalista?¿Acaso tienen que pensar lo mismo el obrero y el político?

Hay que llegar a un sistema donde todos los factores se compulsen y se pongan de acuerdo, y es a eso lo que llamamos Justicialismo. Podemos llamarlo “equis”, pero para nosotros el nombre es lo de menos, lo importante es lo que tenemos que hacer.

Hay algunos que en la República Argentina, creen que para hacer esa evolución, es necesario matar todos los días a cuatro o cinco personas, asesinándolos o haciendo una guerra civil donde matemos a un millón de argentinos. ¿Por qué una guerra civil para decidir un problema de esa naturaleza?.           Frente a los problemas de superpoblación son dos los elementos de solución: uno, geopolíticamente, produciendo más y distribuyendo mejor y con más justicia. El otro, es suprimir bocas.

Por esa razón, siempre digo que quizás la bomba de cien megatones sea una solución. Si para el año dos mil, tenemos como se calcula, el doble de la población actual, si actualmente con cuatro mil millones la mitad del mundo se está muriendo de hambre, ¿qué será para el año 2000, con ocho mil millones? Ahí sí que habrá que matar cuatro mil millones para seguir como ahora. Es otra solución. ¿Es posible que la insensatez de los hombres sea de tal naturaleza que no permita solucionar el problema por el otro camino?

Esto es lo que piensa el Justicialismo. Nosotros no nos detenemos en la solución de nuestro caso político en particular. Estamos pensando para un futuro. Resolver el problema cuando se ha presentado, es de los tontos o de aquellos que no teniendo buena cabeza para prever, después tienen que tener buenas espaldas para aguantar.

Vayamos pensando que dentro de veinticinco años tendremos ese problema aquí y solucionémoslo; pero no basta con que lo solucionemos nosotros, porque si no lo solucionan los demás, los problemas se nos van a venir encima, y si producimos cosas de comer, nos las van a quitar por teléfono si no estamos preparados para que no nos las quiten.

Todo esto obedece a una visión más grande del problema. Siempre digo que es necesario abarcarlo con un conocimiento suficiente de la historia para tener una visión cósmica y amplia del problema y de la vida, si no ahí abajo –como yo lo llamo: gallináceamente- circulando por el suelo no se resuelven los problemas.

Por eso, todo este infantilismo revolucionario que estamos sufriendo, también lo sufre el resto del mundo. ¿Por qué? Porque estamos en la transición, estamos en el cambio. Nos están provocando para que tomemos una acción violenta y lleguemos a la guerra civil, pero ahí no nos van a llevar. Tenemos los ejemplos cercanos de las guerras civiles y qué es lo que ha pasado.

México tuvo una, y en ella mató un millón y medio de mexicanos. Me acuerdo de las fotografías en donde se veían colgados en los postes de teléfonos, a mexicanos revolucionarios, y de la guerra civil española, donde murieron un millón de españoles. ¿Todo esto para qué, si ahora están igual que antes?

Lo mismo que nos puede ocurrir a nosotros, que tengamos que matar un millón de argentinos, porque se ha llegado a una situación de absoluto enfrentamiento irremediable, y entonces uno de los dos bandos tiene que desaparecer.

¿No es mejor como estamos haciendo nosotros? Una revolución en paz, porque lo que hay que cambiar en el fondo son los modelos y el sistema debe irse cambiando por acuerdo de las partes. Yo sé que habrá mucha gente que no está conforme, pero esos poco a poco irán recibiendo la conformidad que la organización, el trabajo y el progreso va a poder dar.

Nadie puede solucionar un problema social, si antes no soluciona un problema económico, y nadie soluciona un problema económico sin antes solucionar un problema político. Cada una de esas cosas tiene su particular importancia. Trabajar por eso, es trabajar por el país. Hoy la lucha es por ideas y no por preeminencias o predominios de ninguna naturaleza.

Ninguno de los que trabajamos en el gobierno tenemos aspiraciones indebidas ni ambiciones. ¿Qué ambición podemos tener? Ya estamos totalmente amortizados, estamos haciendo el último esfuerzo para ver si podemos dejarle a la Argentina lo mejor que se le puede dejar. Cualquiera que lo pueda hacer mejor que nosotros, bendito sea, y que venga  a trabajar por el país y a resolver sus problemas; pero seguro que eso no se va a resolver a base de violencia o con guerra civil, porque de esa manera retrocedemos treinta años.

Afortunadamente, en el gobierno estamos gente de experiencia y por eso no los vamos a dejar, procediendo inteligentemente. Sí, señores, esos son los delincuentes comunes y en todas las comunidades hay un sector de delincuentes que hay que ir disminuyendo, haciendo desaparecer el clima en que proliferan, ya sea de carácter social o político; porque ahora hay dos clases, hay delincuentes comunes y delincuentes políticos; han creado una delincuencia dentro de la política.

Enfrentaremos el problema con la organización, y en este sentido, he visto con gran admiración la tranquilidad con que se toman estos fenómenos, a pesar de los sacrificios. La clase trabajadora ha perdido varios dirigentes, asesinados por estos señores. El haber reaccionado violentamente no hubiera sido una solución. Hay que dejar que la ley cumpla su cometido, aunque no se pueda realizar en el día. Este es un proceso que poco a poco la ley lo va a ir solucionando, metiendo en la cárcel a todos esos delincuentes. Ahí tendremos la solución.

Necesitamos que la clase trabajadora apoye este trabajo. Si ella lo apoya no tenemos nada que temer. Se irán terminando de la misma manera que han empezado.

Compañeros: muchas gracias por esta visita y les ruego que lleven a los compañeros de las distintas partes de donde ustedes provienen, un gran abrazo, un gran saludo afectuoso y cariñoso, con la exhortación que, como lo dicen los paisanos, “les siga muy bien”.

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