Parte IV: Evita, Historia de una Pasión


Evita, historia de una pasión

EVITA, historia de una pasión

 

Biografía 1919-1944

De su nacimiento al encuentro con Perón

 

 

 

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Se llamaba Eva…Y en la lucha que ella emprendiera contra la injusticia de su pueblo, ganará batallas al conjuro de su nombre.” 

                                                                        Alejandro Olmos  

 

 

 

EVITA

Una biografía, 1919-1944

 

Iniciamos en este documento la narración de la biografía de María Eva Duarte Ibarguren, previa a su trascendente encuentro con Juan Domingo Perón.

Los veinticinco años que median entre su nacimiento y este momento decisivo para la vida de ambos, van a sellar para el resto de su corta vida, el carácter, el amor y la pasión sin medida para con sus semejantes y la decidida y vital aceptación de la misión que Dios le propusiera para su paso entre nosotros.

Los antecedentes de su infancia y juventud son claves para entender como proceden su pensamiento y su sentir. Sin ellos no es posible comprenderla, aunque tal vez bastaría solo con ver sus actos, “Por sus frutos los conoceréis” (1) y ya nada más cabría decir.

Sin embargo, este periodo anterior a 1944 es tan rico en vivencias y experiencias que resulta imprescindible abordarlo, no meramente por los datos biográficos que en el se recogen, sino, precisamente, para escrutar su corazón, clave ineludible en su trascendente existencia.

Un libro de ella, “La razón de mi vida”, comienza justamente con estas preguntas acerca de las causas de su misión, No, no es el azar lo que me ha traído a este lugar que ocupo….(2), un alerta temprano en el texto, ya que ubica el concepto de misión para explicar de una vez y para siempre, que su vida no fue solo un “transcurrir” al decir de Eladia Blázquez, sino un permanente honrarla y merecerla no “callando ni consintiendo tantas injusticias repetidas”. (3) Esa fue la razón de su vida, de su misión.  

 

 

 

De 1919 a 1935

Infancia y adolescencia

 

 

Nacimiento de Evita

 

Evita, nació en la madrugada del 7 de mayo de 1919 en Los Toldos, localidad de la provincia de Buenos Aires, que más tarde sería rebautizada como General Viamonte aunque conservando el nombre de Los Toldos para su estación de ferrocarril.

El nombre de Los Toldos, deriva de la toldería donde habitaba la comunidad indígena mapuche del cacique  Coliqueo, muy próxima a la estancia La Unión.


 

 

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Cacique indio Coliqueo


 

Existe la controversia sobre si Evita nació efectivamente en el pueblo de Los Toldos, o a 20 kilómetros de ese lugar en la estancia La Unión del mismo distrito de General Viamonte, que era la explotación agrícola que administraba su padre.

Lo cierto fue que, viviendo sus padres y hermanos en la estancia La Unión, el alumbramiento fue en Los Toldos, adonde doña Juana se trasladó siendo inminente el parto y fue asistida por una comadrona mapuche de la zona de nombre Juana Rawson de Guayquil.

Los diferentes testimonios sobre el lugar del nacimiento que aporta Marysa Navarro en “Evita”, (4) parecen agotar el tema, aunque para la trascendencia universal de quien será la recién nacida, no agrega demasiado. Sí la particular situación de su familia y el entorno en el que se crió, haya nacido en un lado o a 20 kilómetros de ahí.

 

Su nacimiento fue inscripto en el Registro Civil de Los Toldos a nombre de Eva María y con apellido de su madre Juana Ibarguren. En la misma obra citada de Marysa Navarro, es posible encontrar un testimonio por demás revelador de Pascual Dilagosto, vecino de  Los Toldos, que confirma estos datos. (5)

Por razones en cierto modo de hermético secreto, pero que muy probablemente tuvieran que ver en 1945, con la particular situación política de quien sería su esposo en ese mismo año, es decir de Juan Domingo Perón, al redactarse el acta de matrimonio civil entre ambos, Evita aparece como María Eva Duarte, nacida en Junín el 7 de mayo de 1922 e hija de Juan Duarte y Juana Ibarguren,  es decir muy distinto a como había sido inscripta en Los Toldos, ya que en esta última no figuraba su padre y sí solamente su madre. La misma desapareció, dando lugar a una nueva, la Nº 728 del Registro Civil de Junín y en la que aparece con los mismos datos del acta de matrimonio civil.

Una razón de enorme peso, era que Perón no podía agregar un cuestionamiento más del ejército y de la oligarquía con quienes se había enfrentado días antes el 17 de octubre, al mostrar su casamiento con una hija natural al margen de los convencionalismos formales que imponía la sociedad de entonces, por otra parte vulnerados hipócrita y reiteradamente por los mismos que lo iban a cuestionar.

Sin embargo, un modo fehaciente y contundente de zanjar estas diferencias los proporciona el acta de bautismo, que no ha sido cuestionada jamás y cuya fotografía exhibimos a continuación.

La ceremonia fue realizada el 21 de noviembre de 1919 en la “iglesia vieja” de Los Toldos y estuvo a cargo del padre Carmelo Micone.


 

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21-11-1919 Acta de bautismo de Evita en General Viamonte


 

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Acta de matrimonio civil de Perón y Evita

 

¿Que aportan estos datos? Un testimonio que no cambia la esencia de la persona involucrada en el mismo. Simplemente los recogemos para consignar los hechos tal como sucedieron. Pero la historia reconoce valores y atributos infinitamente superiores a estos avatares humanos. Evita va a ser lo que fue, por su niñez y lo que en ella incubó; por su adolescencia y lo que en ella significó enfrentar la vida como la enfrentó y por la Evita ya joven, pero madre de los humildes y los desposeídos. Ahí la encontramos, más que en los documentos.

 

El lugar, en plena Pampa Húmeda, era esencialmente agrícola, con  aproximadamente  unos 3.000 habitantes para ese entonces, muchos de ellos vinculados a las explotaciones de esas actividades, chacras, estancias y acopiadores de granos. Una vida tranquila y sin sobresaltos, léase sin el vértigo y la locura de las grandes ciudades, era el resultado de ese particular entorno, aunque por supuesto no estaban ausentes las necesidades y la pobreza de una Argentina “granero del mundo”, pero injusta con sus propios hijos.

 

 

Su familia

Infancia en Los Toldos

 

Evita era hija de Juan Duarte de 48 años y de Juana Ibarguren de 35 años al nacer ella. Ultima de cinco hermanos: Blanca nacida en 1908, Elisa en 1910,  Juan Ramón en 1914 y Erminda Luján en 1916, todos ellos hijos naturales de Don Juan y Doña Juana. Sus abuelos maternos eran Petronila Nuñez y Joaquín Ibarguren, vasco por nacimiento.

Su familia, como solía suceder por aquellos años, no era la única que poseía su padre. En la ciudad de Chivilcoy, también de la provincia de Buenos Aires y a no muchos kilómetros de General Viamonte, Don Juan estaba casado formalmente con Adela Uhart Irribarrondo, con quien había tenido seis hijos y no con Estela Grisolía como erróneamente se publica con frecuencia. De tal modo que la situación de la pareja de hecho Duarte-Ibarguren, rozaba para la consideración y la práctica social usual de esos tiempos, con la de una “ilegalidad” consentida.

 

 

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Los padres de Evita, Juana Ibarguren y Juan Duarte

 

 

Nos apresuramos a impugnar y a desterrar el carácter de ilegitimidad de los hijos de esta pareja, porque como hijos de Dios los llamamos hijos naturales, no ilegítimos. De todos modos, es muy probable que la duplicidad de familias de su padre, haya acarreado en los sentimientos de Evita, la particular sensación de haber sido segregada y no considerada en algunos pasajes muy importantes de su niñez, lo que dejaría en el futuro un regusto muy amargo en su espíritu. 

 

La vida de la familia en La Unión era normal y sin mayores apremios, exenta por su puesto de toda holgura, pero ciertamente la presencia de Juan Duarte en la estancia era la garantía de solución a las necesidades más básicas.

Esto terminó abruptamente en 1920, año en el que el padre de Evita, por razones para nada claras, tal vez económicas, tal vez por presión de su otra familia en Chivilcoy, aunque estaba separado de su esposa Adela Uhart Irribarrondo (además prima suya), haya decidido dejar a su mujer Juana Ibarguren y a sus hijos en la estancia, situación que duró hasta 1926.

 

Muerte del padre  

 

El 8 de enero de 1926, su padre muere trágicamente en un accidente automovilístico en la ciudad de Chivilcoy.

Su madre, al enterarse del fallecimiento, toma una decisión difícil que revelaría su carácter en una situación tan extrema. Resuelve ir con todos sus hijos al velatorio de quien fuera su marido, sin serlo frente a la ley civil. Obviamente, habría de ocurrir un inevitable encuentro con la familia formal de don Juan Duarte. Tal como podía preverse ese encuentro sucedió y los testimonios indican por igual, que la familia de Evita, con ella incluida, no pudo entrar al lugar mismo del velatorio, promoviéndose una agria discusión entre ambas familias, como otros testimonios de que si pudieron hacerlo. Entre estos últimos se cuentan los de sus hermanas Blanca y Erminda y el Raúl Guillermo Muñoz, hijo de su media hermana Eloisa Duarte. Lo cierto es que pudieron acompañar a su padre hasta el cementerio y de esto no hay duda alguna.

El testimonio que su hermana Erminda aporta sobre el tema, es el siguiente: “Nuestra madre nos alzó, nos ayudó a besarlo mientras -¿cómo adivinarlo entonces?- sellábamos silenciosamente un pacto de sólida unión en torno a ella, viendo como su dolor se transfigura ante la necesidad de sustituirlo a él y asumir desde ese mismo día todas las responsabilidades con un estoicismo que tenía un solo sentido: el de fortalecernos.” (6)

 

 

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Frente de la casa donde Evita vivió en Los Toldos

 

El grupo familiar debió trasladarse a los Toldos donde la vida del mismo cambiaría radicalmente. Su nueva vivienda fue una humilde casa de dos habitaciones en la calle Francia 1021.

 

En Los Toldos, dona Juana tuvo que afrontar el sustento de sus cinco pequeños hijos cosiendo ropa para terceros, en duras jornadas desde la madrugada hasta bien entrada la noche. Las necesidades empezaron a acuciar. Este fue el primer contacto de Evita con las penurias, lo que impregnaría su alma para el resto de su vida.

Pero el momento clave de su existencia y lo según ella misma lo que más impactaría en su espíritu son las vivencias que tiene desde los once años de edad, lo que coincide con la mudanza de su familia a Junín en 1930.

 

Mientras tanto en Los Toldos la vida es de necesidades y de escolaridad. Con ocho años ingresa en 1927 a primer grado en la única escuela de su pueblo. Una pequeña casa de tres habitaciones aulas, donde cursará hasta mediados de 1930.

Además Evita es, en esos primeros años de su vida, una niña que pasa sus tiempos como cualquier otro niño, entre juegos y fantasías, disfrazada comúnmente de algún personaje para alguna representación familiar acompañando a sus hermanos, especialmente Erminda y Juan.

Según la investigación de Marysa Navarro, Evita repartía sus tiempos entre ir a la plaza del pueblo; el propio terreno de su casa donde pasaba buena parte del tiempo con juegos infantiles; el cariño que sentía por su perro llamado León; remontar los barriletes que le armaba su hermano Juan y una temprana y premonitoria actuación siendo muy pequeña en un circo improvisado por sus hermanos donde se disfrazó de payaso. Un verdadero anticipo de su futura vida de actriz.

 

 

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Evita con disfraz en el Carnaval de 1921


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Hermanos de Evita antes de su nacimiento: Juan, Elisa, Erminda y Blanca

 

Algo nunca confirmado, pero presumible en alto grado, fue el sentimiento de asedio y marginación de la comunidad de Los Toldos sobre los Duarte, solo por ser una familia de hecho. Un testimonio de su maestra en Los Toldos, Nidia de la Torre de Dilagosto parece indicar algo. Dice: “…recuerdo nítidamente la expresión de sus ojos: igual a la que exhibió durante todo el resto de su vida. Era más bien callada y no tenía amigos. Me parece recordar que las madres aconsejaban a sus hijos no acercarse mucho a ella y a sus hermanas”. (7) Nada sencilla era la vida de esta pequeña, a quien esperaba un destino de grandeza como ninguna mujer argentina tuvo en toda la historia. Ella no lo refiere concretamente en ningún escrito suyo, pero casi se deja traslucir en algunos párrafos donde se refiere a la injusticia dentro de la cual, seguramente incluía a la marginación.

Indudablemente la visión y la impresión que Evita tendrá sobre la pobreza, situación que le llegaba tan de cerca como que era pobre, el desamparo y la indiferencia humana moldeará su carácter para siempre. ¿Un alma dolorida? Con toda seguridad.

 

 

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Erminda y Evita

 

 

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1926-Evita toma su primera comunión

 

1930-Mudanza a Junín

 

     En agosto de 1930, Juana Ibarguren decide mudarse con su familia a la ciudad de Junín, Provincia de Buenos Aires, abandonando de ese modo la casa de Los Toldos. Se cierra una etapa en la vida de Evita.

 

¿Porqué ir a vivir a Junín? Esta ciudad era de las más importantes de esa zona de la provincia de Buenos Aires. Por ella pasaban dos ramales ferroviarios de singular importancia. Uno, el primero en llegar a la zona, el Buenos Aires al Pacífico, que luego se fusionaría con el Central Argentino y el otro ramal que era del Ferrocarril Oeste.

Siendo un punto clave, encrucijada de comunicación entre el centro del país y el oeste, la ciudad tomó el impulso que correspondía a esa situación de privilegio.

Los talleres ferroviarios que se levantaron en su perímetro urbano, llegaron a ocupar desde 2.000 obreros en 1914 hasta 4.000 hacia mediados de siglo.

De hecho que las necesidades de esa cantidad de personas promovió la diversificación y ampliación de todas las actividades, comerciales, artesanales, incipientes industrias, acopiadores de granos, educativas, culturales y de desarrollo urbano.

Un importante número de los nuevos juninenses provenía de las corrientes inmigratorias extranjeras, fundamentalmente italianos y españoles, ya ingresados en décadas anteriores a la llegada de Evita a esta ciudad y que realmente lo habían hecho con todo su bagaje cultural, tanto aportando trabajo en la zona rural adyacente, como comerciantes y mano de obra especializada en la ciudad misma, como con el funcionamiento propio de las respectivas sedes comunitarias de cada una de ellas. Tal como sucedió en toda la Argentina, donde inmigrantes italianos y españoles se radicaron, los edificios de esas sedes se destacaron nítidamente en cuanto a su arquitectura porque, aún los más humildes y sencillos, todos fueron construidos “según las reglas del arte”, como lo definían ellos mismos. Junín no fue la excepción y el aporte cultural resultó muy significativo.

 

Pero el crecimiento atrajo también a la inmigración interna. Numerosos pobladores de localidades vecinas se sintieron atraídos por el desarrollo de Junín y hacia allí se dirigieron. Tal fue el caso de Juana Ibarguren y sus cinco hijos. Atrás quedaban Los Toldos y las necesidades. Era preciso probar fortuna y apostar al progreso. Tal parece haber sido la motivación principal de la decisión que tomó la familia.

 

La nueva vivienda estará situada en la calle Roque Vázquez 86, Junín, casa que aún existe.

No fue la única casa donde habitó Evita. A la par de ir mejorando la situación económica con el aporte del trabajo de sus hermanos, la familia se mudó sucesivamente a Lavalle al 200 en 1932, donde doña Juana organizó un comedor para proveer de almuerzos debido a la estrechez económica en la que aún vivían y aprovechando que la casa contaba con una habitación grande adaptable a ese propósito; a Winter 90 en 1933 y por último a la calle Arias 171 en 1934.

 

Como quedó dicho, la situación económica del grupo familiar mejoró a partir del aporte laboral de Elisa, que consiguió su traslado al Correo Oficial de Junín; de Juan que se inició como cadete mandadero en una farmacia y de Blanca, ya recibida de maestra, que se incorpora como docente al colegio Sagrado Corazón. El desahogo fue notorio y resultó una ayuda importantísima para doña Juana, que había debido enfrentar la mudanza y los primeros tiempos en Junín casi sola y con evidentes dificultades que empezaron entonces a mermar.

 

 

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Vivienda ocupada por Evita y su familia en Roque Vázquez 86, Junín

 

 

El desempeño escolar de Evita

Sus inclinaciones artísticas

 

Evita registra el pase de escuela el 11 de agosto de 1930 a la Escuela Nº 1 Catalina Larralt de Estrugamou, donde termina de cursar su tercer grado iniciado en Los Toldos y es anotada con su nombre verdadero, Eva María. 

 

El desempeño escolar de Evita en esta etapa de la escuela primaria, deja ver claramente dos signos distintivos: las dificultades con las matemáticas y su elevado interés por la historia y la lectura. Notas bajas en la primera materia, elevadas en las otras. (8) Tal vez pueda concluirse, que su inclinación mas evidente era sobre las disciplinas humanísticas por encima de las exactas. Su historia posterior confirma esta tendencia.

 

 

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Escuela Nº 1  Catalina Larralt de Estrugamou, Junín, Provincia de Buenos Aires

 

 

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1933 – Evita en 6º grado de la escuela primaria


 

Pero, por encima de la instrucción y del aprendizaje de las materias clásicas de cualquier escuela de la época, algo se puso en evidencia en esta etapa de la vida de Evita. Algo que la atraía de más pequeña, que venía de sus primeros años en Los Toldos: la actuación, ya sea como declamación o simplemente como actuación misma.

Un testimonio sobre esto lo tomamos de su propia hermana Erminda en  “Mi hermana Evita”, cuando relata como Evita, siendo muy pequeña, la acompañaba a visitar a una anciana postrada que vivía como ellas en el Pueblo. Lo cierto es que Evita se pasaba largos ratos entreteniéndola cantando y bailando para ella o armándole, como alguna vez lo hizo, la representación de un circo con su propia actuación y con la decoración de la casa de la pobre anciana. Toda una deliciosa premonición.

 

Poco tiempo después de llegar a la nueva ciudad, tuvo la oportunidad de hacer una actuación con público por primera vez en su vida. En el Colegio Nacional adonde había ingresado su hermana Erminda, hubo una representación teatral actuada por los propios alumnos llamada “Arriba Estudiantes”. Pues bien, Evita con apenas once años, participó del grupo actoral.

También por esa época su voz salió por un micrófono en una casa de música de Junín. Su compañera de escuela  y amiga Delfina Ruiz lo recuerda: “A Eva le gustaba recitar, a mí cantar. Por aquel entonces, don Primo Arini tenía una casa de música y como no había radio en el pueblo, colocaba un parlante en la puerta frente a su negocio. Una vez por semana, de 19 a 20 hs., invitaba a desfilar a los valores locales para animar el programa ‘La hora selecta’. Eva recitaba poemas y agregaba: En Junín afloró la vocación artística de Eva. En la escuela, donde tenía grandes dificultades para seguir los programas escolares, se destacaba abiertamente por la pasión que mostraba por la declamación, la actuación y la participación en cuanto espectáculo se organizase en la escuela, en el Colegio Nacional, en el cine del pueblo o en las audiciones radiales.(9)

 

Ya en Junín y habiendo ingresado a la escuela, su maestra de sexto grado Palmira Repetti da un testimonio clave para entender esta etapa, diciendo que, efectivamente, Evita mostraba una clara inclinación por los recitados y la declamación. La misma Repetti recordará que Evita era:

 Una jovencita de 14 años, inquieta, resuelta, inteligente, que tuve por alumna allá por 1933. No le gustaba la matemática. Pero no había nadie mejor que ella cuando se trataba de intervenir en las fiestas del colegio. Tenía fama de ser excelente compañera. Era una gran soñadora. Tenía intuición artística. Cuando terminó la escuela vino a contarme sus proyectos. Me dijo que quería ser actriz y que tendría que irse de Junín. En esa época no era muy común que una muchachita provinciana decidiera ir a conquistar la capital. Sin embargo yo la tomé muy en serio, pensando que le iría bien. Mi seguridad era, sin ninguna duda, contagio de su entusiasmo. Comprendí con los años que la seguridad de Eva era natural. Emanaba de cada uno de sus actos. Recuerdo que ella se inclinaba por la literatura y la declamación. Se me escapaba de clase cuantas veces podía para recitar delante de los alumnos de otros grados. Con sus lindos modos se compraba a las maestras y obtenía permiso para actuar frente a otros chicos.(10)

En su mundo de fantasías, que pronto convertiría en pasión por transformar la doliente realidad, Evita coleccionaba fotografías de artistas, ayudada por su hermana Erminda, quien no dejaba de alimentar es vocación tan clara y evidente. Una conexión directa con el mundo artístico y un incentivo más para cuando decida viajar a Buenos Aires a intentar fortuna con la actuación profesional.

 

Vocación artística

Pero no puede dejarse de tener a la vista, como en ninguno de todos sus demás actos, la explicación que la misma Evita se encarga de dar acerca de su vocación artística. Dice en “La razón de mi vida”:

A medida que avanzaba en la vida, eso sí, el problema (la pobreza y la injusticia) me rodeaba cada día más. Tal vez por eso intenté evadirme de mí misma, olvidarme de mi único tema: y me entregué intensamente a mi extraña y profunda vocación artística.

Recuerdo que, siendo una chiquilla, siempre deseaba declamar. Era como si quisiese decir siempre algo a los demás, algo grande, que yo sentía en lo

más hondo de mi corazón.

¡Cuando ahora hablo a los hombres y mujeres de mi pueblo siento que estoy expresando «aquello» que intentaba decir cuando declamaba en las fiestas de mi escuela!  (11)

Toda una significativa reflexión sobre como dolía en su corazón la injusticia social y como trató,  tal vez, de evadirlo recurriendo a una también auténtica y genuina e innegable vocación, la actuación artística. Pero su verdadero destino estaba cada vez más cerca. Apenas faltaban nueve años.

 

A los once años: un hondo sentimiento

 

Al tiempo que Evita manifestaba estas inclinaciones artísticas, su inteligencia y corazón, como ya hemos señalado, discernían y dolían con un sentimiento de tristeza y angustia por lo que “descubría” en estos años de su vida.

¿Habrá sido el peso de su infancia de apremios y abandono? ¿Habrá sido el contacto con humildes en el comedor organizado por su madre? ¿Habrá sido una temprana madurez que solo se da en almas privilegiadas por el destino? ¿Habrá sido porque alguna vez vio algo determinante que iluminó para siempre su visión sobre la pobreza y la riqueza? Seguramente todas estas vivencias juntas confluyeron en su espíritu en un punto de su vida: los once años.

Dejemos que ella misma arroje luz sobre estos años decisivos. Dice en su libro “La razón de mi vida”:

“UN GRAN SENTIMIENTO

He tenido que remontarme hacia atrás en el curso de mi vida para hallar la primera razón de todo lo que ahora me está ocurriendo.
Tal vez halla dicho mal diciendo la primera razón’, porque la verdad es que siempre he actuado en mi vida más bien impulsada y guiada por mis sentimientos.
Hoy mismo, en este torrente de cosas que debo realizar, me dejo conducir muchas veces, casi siempre, más por lo que siento que por otros motivos.
En mi, la razón tiene que explicar, a menudo, lo que siento; y por eso, para explicar mi vida de hoy, es decir lo que hago, de acuerdo con lo que mi alma siente, tuve que ir a buscar, en mis primeros años, los primeros sentimientos que hacen razonable, o por lo menos explicable, todo lo que es para mis supercríticos un «incomprensible sacrificio» que para mí, ni es  sacrificio ni es incomprensible.

 
He hallado en mi corazón, un sentimiento fundamental que domina desde allí, en forma total, mi espíritu y mi vida: ese sentimiento es mi indignación frente a la injusticia.
Desde que yo me acuerdo cada injusticia me hace doler el alma como si me clavase algo en ella. De cada edad guardo el recuerdo de alguna injusticia que me sublevó desgarrándome íntimamente.
Recuerdo muy bien que estuve muchos días tristes cuando me enteré que en el mundo había pobres y había ricos; y lo extraño es que no me doliese tanto la existencia de los pobres como el saber que al mismo tiempo había ricos. 

LA CAUSA DEL «SACRIFICIO INCOMPRENSIBLE»

El tema de los ricos y de los pobres fue, desde entonces, el tema de mis soledades. Creo que nunca lo comenté con otras personas, ni siquiera con

Mi madre, pero pensaba en él frecuentemente.

Me faltaba sin embargo, todavía, dar un paso más en el camino de mis descubrimientos.
Yo sabía que había pobres y que había ricos; y sabía que los pobres eran

más que los ricos y estaban en todas partes.

Me faltaba conocer todavía la tercera dimensión de la injusticia.
Hasta los once años creí que había pobres como había pasto y que había

ricos como había árboles.

Un día oí por primera vez de labios de un hombre de trabajo que había pobres porque los ricos eran demasiados ricos; y aquella revelación me

produjo una impresión muy fuerte.

Relacioné aquella opinión con todas las cosas que había pensado sobre el tema… y casi de golpe me di cuenta que aquel hombre tenía razón. Más que creerlo por un razonamiento, «sentí», que era verdad.
Por otra parte, ya en aquellos tiempos creía más en lo que decían los pobres que los ricos porque me parecían más sinceros, más francos y también más buenos. Con aquel último paso había llegado a conocer  la

tercera dimensión de la justicia social.

Este último paso del descubrimiento de la vida y del problema social lo da indudablemente mucha gente. La mayoría de los hombres y mujeres saben que hay pobres porque hay ricos pero lo aprende insensiblemente y tal vez

por eso les parece natural y lógico.

Yo reconozco que lo supe casi de golpe y que lo supe sufriendo y declaro

que nunca me pareció ni lógico ni natural.

Sentí, ya entonces, en lo íntimo de mi corazón algo que ahora reconozco como sentimiento de indignación. No comprendía que habiendo pobres hubiese ricos y que el afán de éstos por la riqueza fuese la causa de la

pobreza de tanta gente.

Nunca pude pensar, desde entonces, en esa injusticia sin indignarme, y pensar en ella me produjo siempre una rara sensación de asfixia, como si no pudiendo remediar el mal que yo veía, me faltase el aire necesario para respirar.
Ahora pienso que la gente se acostumbra a la injusticia social en los primeros años de la vida. Hasta los pobres que la miseria que padecen es natural y lógica. Se acostumbra a verla o sufrirla como es posible acostumbrarse a un veneno poderoso.

Yo no pude acostumbrarme al veneno y nunca, desde los once años, me pareció natural y lógica la injusticia social.”  (12)


 

Texto completo de “La razón de mi vida” en el link La Historia por Perón y Evita

 


Seguramente y a luz de su propio testimonio, este es un momento decisivo en su existencia. A partir del mismo Evita ya empieza a ser Evita, aunque faltan algunos años para a que el pueblo la llame de ese modo.

 

 

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Evita adolescente en Junín

 

 

1934-Finaliza la escuela primaria

1935-Viaja a Buenos Aires

 

En este año Evita concluye su sexto grado, dando fin de ese modo a su etapa en la escuela primaria.

¿Cuál era el horizonte de muchas jóvenes de su edad en esta ciudad de la Pampa Húmeda? No muchas, seguir estudiando en la enseñanza secundaria con lo que podían acceder a un puesto de maestra, emplearse en la administración pública o en algún comercio, o bien concluida esa etapa casarse y ser ama de casa. No mucho más.

Evita en cambio con sus catorce años, tenía una vocación por la actuación muy definida. Cosa extraña a su edad, pero tan real como genuina.

Tan desarrollado estaba su instinto de actriz que, además de las fantasías que acuñaba en su colección de fotos, también tenía un modelo de artista en la cual inspirarse. Ese modelo era Norma Shearer, actriz norteamericana de destacada actuación precisamente en la década del treinta. Ganadora de un Oscar y nominada a varios más, era sin duda su modelo de referencia.

 

Evita debía dar un paso y ese paso era lanzarse a la escena nacional, que, como no podía ser de otro modo en aquella Argentina centralizada en Buenos Aires, se desarrollaba precisamente en esta capital del país.

Debió vencer primeramente la oposición de su propia madre, a quien, como ya dijimos no le faltaba carácter. Pero la determinación de Evita era superior y eso la llevó a viajar a Buenos Aires en los primeros meses de 1935 acompañada por doña Juana. Lo que ocurrió fue que pudo presentarse en Radio Nacional adonde recitó un poema de Amado Nervo llamado “Muerta”. Como resultado, el director de la radio Pablo O. Valle le ofreció un pequeño contrato que significó el comienzo de la vida artística profesional de Eva Duarte. Una nueva etapa comenzaba en su vida.

 

Se discute si Evita abandonó su casa o fue acompañada, aún contra su opinión por su madre. Erminda Duarte en su libro, deslinda la primera opción y reivindica el carácter decidido de su hermana lamentándose de los comentarios que le adjudican el abandono.

Lo cierto es que Evita se quedó en la casa de unos amigos de su madre, la que regresó a Junín. Tenía 15 años y un coraje gigantesco, el mismo que pondrá años después al servicio de su pueblo. No es común que una adolescente se traslade de un pueblo del interior a Buenos Aires en plena década infame, la de la “misciadura”, la tristeza  y el dolor de tantos y tantos, para probar fortuna en un medio que le iba a  resultar seguramente hostil, a ella como a cualquiera, ¡¡¡pero ella tenía solo 15 años!!! Y lo hizo.

 

Una escena imborrable de su llegada a Buenos Aires en la ficción, puede verse en la película “Evita, quien quiera oír que oiga” de Eduardo Mignogna, 1984. Bajando del tren que la trae de Junín, pone un pié en el andén, camina unos pocos pasos pensando, seguramente, en que a partir de allí enfrentaba a la vida, pero levanta su cabeza y su mirada y camina decidida hacia el futuro. Una escena extraordinaria. La realidad debió haber sido así, tal cual.

 

 

 

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Publicidad de la  película Evita, quien quiera oír que oiga


 

La dureza de los años por venir hasta que conozca a Juan Domingo Perón, serán otra prueba de fortaleza valor y coraje. También ganará esa batalla y daremos cuenta de ella en nuestra próxima entrega.

 

 

 

 Muerta

En vano entre la sombra mis brazos, siempre abiertos,
asir quieren su imagen con ilusorio afán.
¡Qué noche tan callada, qué limbos tan inciertos!
¡Oh! Padre de los vivos, ¿a dónde van los muertos,
a dónde van los muertos, Señor, a donde van? 

Muy vasta, muy distante, muy honda, si muy honda,
¡pero muy honda!, debe ser, ¡ay!, la negra onda
en que navega su alma como un tímido albor,
para que aquella madre tan buena no responda
ni se estremezca al grito de mi infinito amor. 

Glacial, sin duda, es esa zona que hiende. Fría,
¡oh, si!, muy fría, pero muy fría debe estar,
para que no la mueva la voz de mi agonía, 
para que todo el fuego de la ternura mía
su corazón piadoso no llegue a deshelar. 

Acaso en una playa remota y desolada,
enfrente de un océano sin límites, que está
convulso a todas horas, mi ausente idolatrada
los torvos horizontes escruta con mirada
febril, buscando un barco de luz que no vendrá. 

¡Quién sabe por qué abismos hostiles y encubiertos
sus blancas alas trémulas el vuelo tenderán!
¡Quién sabe por qué espacios brumosos y desiertos!
Oh, Padre de los vivos, ¿a dónde van los muertos,
a donde van los muertos, Señor, a dónde van? 

Tal vez en un planeta bañado de penumbra
sin fin, que un sol opaco, ya casi extinto, alumbra,
cuitada peregrina mirando en rededor
ilógicos aspectos de seres y de cosas,
absurdas perspectivas, creaciones misteriosas,
que causan extrañeza sutil y vago horror.

Acaso está muy sola. Tal vez mientras yo pienso
en ella, está muy triste: quizá con miedo esté.
Tal vez se abre a sus ojos algún arcano inmenso.
¡Quién sabe lo que siente, quién sabe lo que ve!
Quizá me grita: “¡Hijo!”, buscando en mí un escudo
(¡mi celo tantas veces en vida la amparó!),
y advierte con espanto que todo se halla mudo,
que hay algo en las tinieblas, fatídico y sañudo,
que nadie la protege ni le respondo yo. 

¡Oh, Dios! ¡me quiso mucho; sus brazos siempre abiertos,
como un gran nido, tuvo para mi loco afán!
Guiad hacia la Vida sus pobres pies inciertos…
¡Piedad para mi muerta! ¡Piedad para los muertos!
¿a dónde van los muertos, Señor, a dónde van?

                                                                            Amado Nervo

 

 

1935-Primer recitado profesional de Eva Duarte en Radio Nacional

 

 

 

 

Bibliografía y Documentación de apoyo

 

  1 – Mateo 7.20

  2Perón, Eva – La razón de mi vida – Ed. Peuser – 1954 – pag. 13

  3Blázquez, Eladia – Honrar la vida – Canción

  4 –Navarro, Marysa – Evita – Ed. Corregidor – Bilbao – 1981 – pag. 12

  5 –Ibidem, pag. 12

  6 – Duarte, Erminda – Mi hermana Evita – Ed. Centro de Estudios Eva

       Perón – 1972 – páginas 19 y 20.

  7 – Otelo Borroni y Roberto Vacca – La vida de Eva Perón- Ed. Galerna

       1970

  8 – Navarro, Marysa – Ob. cit. pag. 26

  9 – Ibidem – pag. 27

10 – Diario español ABC – Historias, anécdotas y testimonios. Documentos

        sobre Eva Duarte de Perón

11-  Perón, Eva – Ob. cit. 21

12-  Ibidem – pag. 15

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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