El progreso del pueblo

 

PRIMER GOBIERNO DE PERÓN

 

1946-1952

 

 

En lo económico

 

El progreso del pueblo

 

 

Sí, a la Economía de Abundancia-No, a la Economía de Miseria

 

 

Tal cual como hemos venido mostrando en el desarrollo previo de nuestra historia, la Argentina soportaba un economía propia de los países dependientes y colonizados. Esto es, la mayoría de la población sometida a la miseria y a las privaciones y otro minúsculo sector, vinculado a los intereses extranjeros en nuestra tierra, disfrutando los beneficios del esquema de dependencia. Así las cosas, ninguna esperanza podía albergarse para el progreso económico de los más sumergidos, porque su pobreza era requisito indispensable para el bienestar de los menos.

Solo una solución podía caber para transformar este cuadro de situación y torcer el rumbo de la historia: fundar una economía de abundancia, partiendo de la creación de trabajo para todos los argentinos. Esto fue lo que comenzó a realizar el gobierno peronista desde el primer instante de su llegada al poder en 1946.

 

 

 

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La reproducción del video que ya está insertados en nuestra página y que recordamos nuevamente, explica con claridad y sencillez demoledoras, propias de la sabiduría profunda, cuales fueron las primeras medidas que tomó Perón en dirección a la creación de una economía exactamente opuesta a la economía de miseria. La definición de, “En nuestro tiempo Gobernar es crear trabajo”, pasará a partir de este momento, a ser un principio inamovible del pensamiento y de la acción peronista. Trabajar, como acción dignificante de la existencia humana; su justa retribución y la inexcusable obligación de los gobernantes de proveer ese trabajo a la totalidad de los habitantes de nuestra patria, se  convertirán en un desvelo y en una guía para la acción del gobierno nacional.

 

Hemos visto que la conducción de la economía, se había hecho de todos los resortes necesarios para que las riquezas quedaran en la Argentina y no emigraran al exterior y que se habían ejecutado sobre esos resortes, todas las políticas e innovaciones revolucionarias necesarias para tal fin; se habían nacionalizado todas las empresas de servicios públicos y creado las nuevas para que, en manos del estado, se elevase la producción necesaria para la actividad económica.

Ahora bien, todo esto debía tener un correlato sobre los ingresos de los trabajadores, tal cual era el objetivo del peronismo, o sea, poner en manos de los mismos los recursos necesarios para que  se cumpliese la justicia social. La política para tal fin fue muy simple: en primer término se proveyó a la industria de crédito barato, aprovechando las reservas en oro y divisas que ya no debían respaldar al peso argentino según los cánones liberales, multiplicándose de ese modo las fuentes laborales; en segundo lugar a esa  misma industria se la protegió arancelariamente evitando la competencia con la manufactura importada; en tercer lugar se llevó a cabo un vasto plan de obras públicas que ocupó una enorme masa de trabajadores; en cuarto lugar se implementó el control de los alquileres urbanos y del arrendamiento rural y en quinto lugar, se hizo efectiva la obligatoriedad, de riguroso cumplimiento, de pagar el aguinaldo. Todo esto sumado, no hizo otra cosa que elevar superlativamente la demanda de mano de obra y por esta mismísima razón, la elevación debido a esa mayor demanda, del nivel de los salarios, los que no hizo falta aumentar por ninguna medida gubernamental para tal efecto, aumentaron solos. Consecuencia: tal como lo explica magistralmente Perón, todo el ciclo económico se puso en marcha hacia una economía de abundancia, dejando atrás el esquema de los beneficios para unos pocos y la miseria para muchos. Los salarios como queda dicho aumentaron significativamente, pero no solo eso, aumentaron en términos de salario real, lo que es realmente decisivo y aún más, su participación en la renta nacional comenzó a desnivelar la balanza respecto de la participación del capital y esto continuó hasta alcanzar niveles record, no conocidos hasta entonces y no superados nunca más en la historia argentina hasta el mismo presente.

 

 

Las cifras del bienestar económico en la Revolución Justicialista

Ciclo 1946-1949 – Miguel Miranda y su equipo

 

Pero analicemos estos hechos a luz de las cifras que corroboran el sentimiento de felicidad de todo el pueblo y en particular de los trabajadores.

Al ponerse en marcha íntegramente toda la estrategia económica del gobierno, es decir, innumerables obras públicas y fácil acceso al crédito para las empresas privadas productivas (entre 1945 y 1949 este sector, que recibía el 33% de la asignación total de los créditos del Estado, pasó a recibir el 50% de los mismos), esto provocó, como ya dijimos, la creación de nuevos establecimientos industriales, tanto como productores de bienes directamente para el consumo, como proveedores del Estado. Este se convirtió en “regulador, productor, gestor de sectores vitales de la economía y en un importante empleador”.

De acuerdo con las teorías macroecómicas de gran aceptación en ese momento en el mundo, esto es, las del economista inglés John Maynard Keynes, el sistema capitalista no estaba y no lo sigue estando hoy ni nunca lo estará,  en condiciones de asegurar el equilibrio entre oferta y demanda laboral, por lo que su resultado es lisa y llanamente la desocupación. Keynes desarrolló la teoría de que la intervención estatal mediante el gasto público, puede suplir la brecha entre oferta y demanda invirtiendo en obra pública que genere empleo.

El peronismo, en 1946, aplicó buena parte de esta teoría, cuidando de que la misma se volcara sobre emprendimientos productivos, directos o a través del crédito a los privados y sobre emprendimientos de provisión de servicios, como energía y comunicaciones entre otros. De este modo se aseguró que cada empleo estuviese directamente vinculado a la producción. También pudo haber generado, tal como se observa en la historia posterior, infinidad de empleos públicos engrosando el aparato estatal a punto tal de hacerlo lento e ineficiente, pero eso no ocurrió.

Una clara muestra de cómo repercutió esta política en la actividad privada, lo indica el número de establecimientos fabriles, que, partiendo de 65.803 en 1943, llega a 104.000 en 1948.

 

 

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Afiche de propaganda oficial

 

 

La consecuencia inmediata de este fenómeno, fue una increíble demanda de mano de obra que terminó con la desocupación en un plazo de apenas unos pocos meses y se llegó a la ocupación plena. Ver lo expresado por Perón en el video.  Cuando esto sucedió y ante la escasez, ahora, de esa mano de obra, los salarios aumentaron solos, como ya hemos dicho.

Los salarios en el sistema capitalista liberal, nunca alcanzan en su carrera de crecimiento al nivel de los precios, por eso son siempre insuficientes y están por detrás. Pero a partir de 1946 y por primera vez en nuestra historia económica, su aumento empezó a estar por delante del incremento de los precios. Esto significó  lisa y llanamente que el nivel del salario real comenzó a subir.

Según el estudio al que se recurra, encontraremos que este incremento oscila entre el 62% y un 72,7% entre su valor inicial del año 1945 y 1949. (1) Toda una realización que conmovió los pilares de la sociedad argentina. Enormes masas de personas hasta hace muy poco, desposeídas, empezaron a consumir todos los bienes necesarios para mejorar y elevar su estándar de vida. Significativos bienes ingresaron a los hogares de los trabajadores. Era posible comprar todo lo necesario para el mínimo y legítimo confort de un buen vivir. Descartado lo superfluo, llegaban a las manos de los trabajadores todos los bienes que jamás habían podido comprar y que su carencia había conspirado dramáticamente contra su nivel de vida. Así, desde una heladera eléctrica con lo cual abandonaba para siempre la precariedad de las heladeras a barra de hielo o la adquisición de una radio con lo que pasaba a estar comunicado y otros artículos del hogar; más y mejor indumentaria; más y mejores alimentos; más y mejor medicina y medicamentos; más esparcimiento y descanso; el decisivo refuerzo del aguinaldo en sus ingresos y de las vacaciones pagas. Todo, todo ello, a partir de mejores sueldos con una notable mejoría en las condiciones de trabajo y del rendimiento efectivo de la moneda. Es decir la elevación del salario real.

 

Como afirmamos, todo este impulso y esta nueva política de asignación de sueldos y beneficios, modificó radicalmente la participación de los trabajadores en la distribución de la renta nacional. En 1945, poco antes de la llegada del peronismo al poder, esta participación era del 45,9% para el trabajo y del 54,1% para el capital. Apenas cinco años después la misma era del 56,7% para el trabajo y del 43,3% para el capital, siendo en términos de participación en el Producto Bruto Interno, PBI en 1949, al equivalente de 12 puntos más por parte de los trabajadores, de lo percibido en 1945.  Un resultado contundente e incontrastable de toda la política dirigida a crear mejores condiciones de vida.

Así las cosas, el mercado interno se vio significativamente ampliado por efecto de la expansión del consumo popular, alentado a su vez por todos los incentivos salariales que ponía en sus manos la política económica.

 

 

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Dicho por Perón la situación puede describirse de este modo: “…el primer plan quinquenal que no ha sido, como muchos creen, un simple plan de obras públicas. Contenía una profunda reforma en lo político, en lo social, en lo económico, en lo cultural, en lo jurídico, en la legislación, etc. Comenzaba, pues, con la reforma constitucional. Era la puesta en acción de la doctrina justicialista largamente meditada y elaborada a la luz de las aspiraciones populares y dedicada especialmente a conquistar las aspiraciones de los trabajadores explotados y escarnecidos, durante todos los gobiernos que nos habían precedido.

En lo económico, el plan quinquenal aspiraba a promover una economía de abundancia que reemplazara a la economía de miseria que hasta entonces, los políticos y la oligarquía, habían impuesto al Pueblo Argentino. Para ello era menester cambiar totalmente el fondo y las formas de la economía argentina.

Comenzamos por establecer como base que, en la Nueva Argentina, el capital dependía de la economía y ésta del bienestar social y que en consecuencia el consumo fijaba la producción que debía esforzarse por satisfacerlo. Inmediatamente lanzamos las grandes obras del plan hasta obtener la plena ocupación. Con esto, los salarios alcanzaron un nivel jamás sospechado en nuestro país. Con ello la clase trabajadora comenzó a vivir, por primera vez, como gente.

El aumento del poder adquisitivo de la masa popular produjo y acrecentamiento súbito del consumo y comenzó así la verdadera promoción de la economía. Simultáneamente, como era de esperar, con el aumento de la demanda empezó también la especulación que dio motivo a la creación de la política económica y al control de precios y abastecimiento.

Lo importante es que la reactivación económica fue un fenómeno real. Los volúmenes de consumo se multiplicaron y obligaron a multiplicar la producción con efecto directo y en el mismo sentido en la transformación y distribución. Así la industria y el comercio recibieron un impulso inusitado.” Subrayado nuestro (2)

 

Campo e industria

Renta agraria y salarios urbanos justos

 

Se afirma constantemente que todo este progreso en el nivel de vida de los trabajadores urbanos, fue a expensas del retraso en la renta de los productores rurales. Nada más incierto.

La realidad mostraba que los productores rurales eran recompensados por el I.A.P.I., quien les compraba el 100% de la producción para ser vendida luego en el mercado internacional, por precios absolutamente más justos que los percibidos en los años anteriores, los del aprovechamiento de los consorcios privados de la comercialización de las cosechas a  productores que no tenían otro recurso más que vendérselas a esos mismos consorcios. Los precios viles con que eran retribuidos esos productores, significaban lisa y llanamente la ruina de muchos, acosados además por la falta de regulación de los alquileres rurales, los que muchas veces no podían ser afrontados, ya sea por las pérdidas de malas cosechas, como por los precios injustos que los consorcios les imponían.

Cuando el gobierno de Perón creó el I.A.P.I., este ignominioso esquema desapareció y el productor rural fue retribuido con precios verdaderamente rentables, además de la referida regulación estatal en los alquileres de los campos.

Esas cosechas, ya en manos del estado, eran comercializadas al exterior a precios obviamente mayores que los pagados a los productores. La diferencia, la famosa“renta diferencial”, era aplicada y redistribuida en forma de créditos a la industria y a la generación de bienes y servicios que llegan directamente al pueblo trabajador.

Por esta razón, la interpretación de que el campo subsidió a los trabajadores urbanos, es absolutamente desacertada si lo que subyace en esa explicación, es la idea de que un sector creció a expensas del otro. Lo que no se dice es que los ingresos de los productores rurales, comparados con las décadas anteriores, eran substancialmente mayores. De modo tal que la renta que “dejaron de percibir” en relación al precio internacional con que el estado colocaba esa producción, no debe tomarse en cuenta si uno la compara con lo percibido en décadas atrás. Como ejemplo que demuestra el aserto, debe decirse que el precio del trigo pagado a los productores se duplicó entre 1946 y 1948, de $10 a $20 cada 100 kilos, siendo esta última comparación, la verdadera relación que hay que tomar en cuenta.

 

 

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Afiche de propaganda oficial

 

Perón, apunta además, sobre cual fue tratamiento que recibió el agro durante todo su gobierno y en particular en el primer ciclo que estamos analizando.

Dice: “El agro fue una de nuestras permanentes preocupaciones. El régimen de la tierra argentina era en 1945 casi medieval. Dictamos la ley de arrendamientos rurales y aparecía ya el fruto en los comienzos de mi primer gobierno. Con esa ley fijamos una situación que impidiera el aumento de los precios y los lanzamientos.

Dado este primer paso de protección a los agricultores se anunció la reforma agraria y se declaró que el justicialismo sostenía que la tierra no es un bien de renta sino de trabajo y que, en consecuencia, la tierra deber ser del que la trabaja. Acto seguido se propugnó el acceso a la propiedad rural de los agricultores. El aumento de los precios del cereal en los años 1948 y 1949, permitió que algunos chacareros compraran los predios que arrendaban con el producto de una cosecha. Así, en el primer plan quinquenal se entregó en propiedad más de 1.000.000 de hectáreas de tierra útiles…” (3). Obviamente, si lo pagado por el I.A.P.I. a los productores no hubiese sido un precio justo, como se sostiene, estos no hubiesen podido acceder a la propiedad de sus campos ni a la compra de la maquinaria agrícola, tal como sucedió.

 

 

 progreso

 

 

Línea de montaje del primer tractor de fabricación íntegramente argentina “Pampa” y fotografía de una unidad terminada.

Así el gobierno de Perón respondió a las necesidades del campo, creando industria nacional para abastecerlo.

 

 

 

 

                          Restauración tractor I.A.M.E.- PAMPA

 

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El 11 de agosto de 1952, por Decreto Nro. 4075 se autoriza la creación de la Fábrica de Tractores. La misión primordial era producir tractores íntegramente nacionales y comienza a funcionar en el predio de I.A.M.E. Posteriormente la fábrica tuvo su infraestructura en Estación Ferreyra, en inmediaciones de la Ciudad de Córdoba. Su piedra fundacional fue bendecida el 21 de enero de 1953 frente a la presencia del Ministro de Aeronáutica Brigadier Juan Ignacio San Martín y el Presidente de FIAT, Profesor Vittorio Valleta.

Siguiendo las premisas de lograr un tractor económico, simple y de fácil mantenimiento se determinó la conveniencia de tomar cómo modelo al tractor LANZ de origen alemán. El motor era de dos tiempos semi-diesel mono cilíndrico de 10 l de cilindrada con una potencia de 55 cv.

El primer prototipo nacional denominado PAMPA, fue puesto en marcha el 7 de octubre de 1952. El 31 de diciembre del mismo año, 15 unidades estaban prestando servicio con carácter experimental en diversos lugares del país.

La cantidad total de tractores PAMPA fabricados desde 1952 a 1961 fue de 3760 unidades. Uno de ellos está siendo restaurado por la División Técnica del M.N.A. para su puesta en valor y exposición en la Sala de la Fábrica Militar de Aviones.

 

Texto del libro CRONICAS Y TESTIMONIOS DE LA FÁBRICA MILITAR DE AVIONES autor César Arreguez

 

 

Publicado por: museonacionaldeaeronauticamoron.blogspot.com

 

Reacciones de la  oligárquica

 

Las primeras dificultades

 

El empresariado y su ceguera histórica

 

Distintas reacciones se produjeron en nuestro país y en el exterior ni bien se pudieron observar los primeros resultados del plan económico.

Apenas iniciado el gobierno peronista, el diario oligárquico conservador La Prensa,mostraba su frontal oposición al sistema de comercio de los recursos agrarios. Decía:Es dentro de esa posición y ese espíritu, que es asimismo el de los hombres que lucharon por la libertad e independencia de la patria y del que están impregnados los principios y declaraciones que constituyen los pilares de nuestra organización nacional, que hemos expresado que el sistema instaurado en materia de exportación contraría la esencia de nuestro ser y no concilia con los derechos y garantía que consagra nuestra carta fundamental.” (4) Enseguida veremos de que se trataba la “esencia de nuestro ser”,  o dicho con más propiedad “la esencia de nuestros intereses y la defensa de nuestros bolsillos”.

Perón por su parte y después de transitar casi tres años de gobierno y dirigiéndose a la oligarquía particularmente y en ocasión del discurso celebrando el primer aniversario de la nacionalización de los ferrocarriles, le espeta la siguiente declaración y acusación: “Esa clase de gente que el pueblo llama comúnmente ‘fulmine’, dice que vamos a tener mala suerte y que la economía no va a poder andar bien en el futuro. Cuando me hice cargo del gobierno, decían que a los seis meses vendría la bancarrota económica. Ahora dicen también que antes de seis meses estamos liquidados; que no hay plata; que no tenemos moneda fuerte; que vamos a parar todas nuestras actividades y otras larguísimas series de rumores.”

 

Lo que sucedía era muy simple, la oligarquía ganadera advertía con espanto como el país abandonaba el esquema agro exportador para industrializarse, distribuir equitativamente los beneficios y además como el productor rural gozaba de beneficios que jamás había tenido. Por eso reaccionó sin pelos en la lengua ni prejuicio alguno y lanzó su odio social en declaraciones que pueden encontrarse, por ejemplo, en publicaciones como el Economic Survey, donde afirmaba: “Se ha verificado un desplazamiento indeseable hacia el trabajo en las fábricas” (5)

La misma publicación decía un año más tarde: “Después de haberse proclamado insistentemente la iniciación de este nuevo período, la realidad viene a demostrar una vez más que nuestra ganadería es la base principal en que descansa una gran parte de la estructura económica de la nación.” (6)

“Ya no tenemos la propiedad de nuestro propio ser.”, decía catastróficamente otro medio opositor ligado a la oligarquía. Era la publicación La Semana Financiera, que, con esas palabras, demostraba que sus únicas preocupaciones en realidad eran, la independencia económica argentina y los avances sociales del pueblo. La cita completa fue: “Estamos convencidos que son nuestros los ferrocarriles, las obras públicas, la soberanía económica, pero ya no tenemos la propiedad de nuestro propio ser: pertenecemos a un tercero. Ese tercero es el sindicato, el gremio, el partido, la revolución, los líderes políticos u obreros del momento, las obras en que colectivamente el país está embarcado.” (7) Pocas veces uno encuentra una “confesión de partes” tan brutal y tan clara en el odio a lo colectivo y a los derechos de la comunidad en su conjunto. Esto era lo que se dirimía: privilegios de pocos contra derechos de la mayoría. Una semana después la misma publicación decía: “el capital extranjero, la técnica extranjera y la colaboración industrial extranjera nos son, pues, indispensables.” (8) O sea: no al capital nacional, no al desarrollo tecnológico argentino y mejor comprar lo hecho afuera que fabricarlo en nuestro país.

 Con esto se enfrentaba Perón.

 

Inversión e inflación

 

Hacia 1949 el consumo continuaba creciendo pero la tasa de inversión había comenzado a bajar. Este fenómeno obedeció a varias causas, que antes de analizarlas conviene visualizarlo en los números que lo expresan.

 

Año  

Consumo  

Inversión

1946-1947

+ 12%

+37%

1947-1948

+ 4,7%

– 0,3%

1948-1949

+ 0,6%

– 20%

                       

 

La extraordinaria expansión de la demanda a partir de 1946, trajo como consecuencia el gran avance social que hemos visto. Pero para sostenerlo, el empresario nacional debía reinvertir las ganancias que todo este proceso les proveía. Podían reinvertir en nuevos bienes de capital y producir más y mejores productos y atender al creciente desarrollo de la población. Pero no lo hicieron como era de esperar. Por el contrario, atendieron a sus propias necesidades, esto es, dieron prioridad a sus propios consumos muchas veces superfluos y hacia allí canalizaron las fortunas que la situación económica ponía en sus manos. El resultado fue que la tasa de inversión comenzó a bajar como podemos apreciar en el cuadro anterior.

A esta situación hay que sumar que, por una política precisamente de protección de la industria y mano de obra nacionales, las importaciones de productos terminados estaban restringidas. El efecto de este fenómeno fue la aparición de la inflación, porque la demanda seguía creciendo pero no se producía lo suficiente para sostenerla, por lo tanto los precios subían ante la gran demanda y la oferta insuficiente. Esto provocó el primer recambio gubernamental del equipo encabezado por Miguel Miranda.

No se trataba de un fracaso. Muy por el contrario y Perón se encarga a cada instante de señalarlo, se había terminado un primer ciclo del despegue de una economía de miseria hacia otra de abundancia y Miranda había sido el gestor máximo de esa política. Había cumplido y en exceso, las expectativas puestas en él. La deuda de la nación para con su gestión es gigantesca.

Pero debía ponerse un “freno” y un correctivo a todo ese proceso para reencauzarlo en la misma dirección en que se había iniciado, pero con más armonía y mas prolijidad.

 

Antes de atender al desarrollo histórico que siguió a esta primera etapa, transcribimos íntegramente un texto que pone en blanco sobre negro la situación del empresariado argentino, lo que arroja mucha luz sobre que es lo que debía hacer, lo que hizo y lo que no hizo.

 

“Los nuevos empresarios:

 

Los nuevos empresarios, hombres surgidos en muchos casos de humilde origen, carecían del prestigio propio de las clases dirigentes tradicionales. Lo compensaban con sobrada osadía y las pingues ganancias que la nueva situación les posibilitaba. Sin embargo, por regla general se mostrarían incomprensivos frente al peronismo: les molestarían los salarios altos, los aportes provisionales, las ‘impertinencias’ de trabajadores y delegados sindicales.

En verdad los sublevaba que sus empleados y obreros se mostraran menos sumisos de lo que habían sido muchos de ellos cuando trabajaban en relación de dependencia. Entendían mal que esa clase obrera sólidamente sindicalizada y ascendente, con sueldos altos y crecientes hábitos de consumo (aún cuando se mostrara exigente y presionara constantemente por mejores condiciones de vida y de trabajo) era su aliada histórica frente a la oligarquía tradicional defensora del viejo país, y la garantía de un mercado interno estable y expansivo. No percibían de ese Estado intervencionista, que imponía regulaciones y obligaciones provisionales, que era a la vez su condición de existencia, al hacer posible su fortalecimiento y eliminar la competencia de las mercaderías importadas.

En 1945, el sector industrial era receptor de un tercio del total del crédito bancario. Hacia 1949, su participación alcanzaba a la mitad de los mismos. Por esa época, estaba casi completado el proceso de sustitución de importaciones en las ramas livianas.

Arturo Jauretche ha retratado con agudeza a ese grupo, explicando los fundamentos de su ceguera histórica: ‘A la sombra de esa expansión del mercado interno y el correlativo desarrollo industrial surgió una nueva promoción de ricos distinta a la de los propietarios de la tierra que venía de las clases medias, y aún del rango de los trabajadores manuales, y se complementaban con una inmigración reciente de individuos con aptitud técnica para el capitalismo. Pero esta burguesía recorrió el mismo camino que los propietarios de la tierra pero con minúscula. Bajo la presión de una superestructura cultural que sólo da las satisfacciones complementarias del éxito social según los cánones de la vieja clase, buscó ávidamente la figuración, el prestigio y el buen tono. No lo fue a buscar como los modelos propuestos lo habían hecho a París o a Londres. Creyó encontrarlo en la boite de lujo, en los departamentos de Barrio Norte, en los clubes supuestamente aristocráticos y malbarató su posición burguesa a cambio de una simulada situación social. No quiso ser guaranga, como corresponde a un burguesía en ascenso, y fue tilinga, como corresponde a la imitación de una aristocracia.

Eso la hizo incapaz de elaborar su propio ideario en correspondencia con la trasformación que se operaba en el país, hasta el punto que los trabajadores tuvieron mas clara conciencia del papel que les tocaba jugar a esa clase. Baste leer, después de 1955, la literatura sindical y la de la burguesía (…) para verificarlo.

Esa nueva burguesía evadió gran parte de sus recursos hacia la construcción de propiedades territoriales y cabañas que le abrieran el status de ascenso al plano social que buscaba. Fue incapaz de comprender que su lucha con el sindicato era a su vez la garantía del mercado que su industria estaba abasteciendo, y que todo el sistema económico que le molestaba, en cuanto significaba trabas a su libre disposición, era el que le permitía generar los bienes de que estaba disponiendo. Pero ¿cómo iba a comprenderlo si no fue capaz de comprender que los chismes, las injurias y los dicterios que repetía contra los nuevos de la política o del gremio eran también dirigidos a su propia existencia? Así asimiló todos los prejuicios y todas las consignas de los terratenientes que eran enemigos naturales, sin comprender que los chismes, las injurias y los dicterios era válidos para ella’.” (9)

 

 

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