Maffeis, Roberto

 

 

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DEL VOTO CANTADO AL VOTO CADENA

El fraude electoral en la Argentina 1857 – 2009

por Roberto Maffeis

Voto cantado: es el utilizado como forma de sufragar en la Argentina después de las guerras por la independencia y si bien está presente antes de 1857, es en ese año en que se legisla mediante la Ley 140, que el voto es no obligatorio, masculino y su emisión debe ser verbal (cantado).
Salvo excepciones como la que vamos a mencionar con Rosas en 1835, el sistema solo sirvió para hacer prevalecer la fuerza militar y/o política sobre el votante, ya que este debía en el momento de emitir su voto, hacerlo a viva voz y en presencia de las personas influyentes de su zona o circuito, por ejemplo del caudillo a quién no debía contradecir, porque si votaba en su contra esta conducta podía acarrearle, desde la pérdida de su vida, hasta la pérdida de un trabajo o su emigración con el traslado de vivienda y familia a otro lugar, ante el grave peligro que entrañaba su permanencia.
El sistema, junto con otras tantas trampas y fraudes con las listas de electores, la falta de documentación de las personas y el recuento de los votos, tuvo vigencia hasta la sanción de la ley Sáenz Peña en 1912, con la consagración del voto obligatorio, «universal» y secreto. Una concesión de la oligarquía por pocos años, hasta que se inaugurará una vuelta de tuerca más sobre la voluntad popular: el «fraude patriótico».

Voto cadena: es el que fue utilizado masivamente en algunos distritos en las últimas elecciones del 28 de octubre de 2007.
¿En que consiste? Constituida la mesa el día de la votación, al iniciarse el comicio, suele suceder que, a veces con el ingreso masivo de votantes, la mesa pasa algunos momentos de desorganización y desorden. En esos instantes o también posteriormente, el presidente de mesa, que puede estar involucrado en el fraude, o algún fiscal, hace desaparecer un sobre de los varios que han firmado todos los fiscales.
Ese sobre (es oficial, tiene todas la firmas y el sello) sale del colegio donde se está votando y es llevado por otra persona a un móvil donde se encuentran uno o más empleados políticos (militantes les queda grande), del partido o agrupación que está empeñado en el fraude. Entrega el sobre y recibe la paga convenida.
A ese móvil se acercarán las personas que, estando empadronadas en esa mesa, se han comprometido en la maniobra.
El primer votante entonces, previo pasar por el móvil donde se recibió el sobre firmado, y donde le han introducido una boleta del partido que comete fraude, se dirige a la mesa de votación donde le es entregado un segundo sobre sellado y firmado. Entra al cuarto oscuro para, supuestamente, elegir una boleta, la que en realidad ya tiene en el sobre que le dieron en el móvil y que guarda en su bolsillo. Saca ese sobre, guarda el que está vacío que le han entregado en la mesa y sale a votar con el primero. Vota y se dirige al móvil, haciendo entrega del sobre firmado y vacío y recibiendo en ese momento su paga. El próximo votante pasará por ese móvil y retirará el sobre con la boleta repitiendo el procedimiento, con lo cual se establece la «»cadena».
El rendimiento de la maniobra, estará dado en la cantidad de votantes que se hayan podido comprometer antes del comicio, con lo que, en una elección con notoria desventaja previa o con poca diferencia en menos para el partido que va a cometer fraude, el sistema del voto cadena puede dar vuelta claramente en su favor el resultado de la elección, tal como sucedió el 28 de octubre de 2007 en algunos distritos claves de la Argentina.

 

A MODO DE INTRODUCCION

      El sistema electoral argentino pareciera haber terminado de dar una vuelta de 360°, esto es, con la generalización del voto cadena y otras trampas electorales en los comicios del 28 de octubre de 2007 y 28 de junio de 2009, se ha producido una regresión tan brutal, que nos coloca en los inicios mismos del sistema llamado «democrático», consecuencia directa de la caída de J. M. de Rosas y la instauración del liberalismo en la Argentina.
Hoy, como hace 150 años, la aplicación del fraude electoral está directamente vinculada, en  gran medida, a la corrupción en la gestión gubernamental. No hay previamente fraude, si después no va a haber corrupción y esto incluye no solamente al acto administrativo, sino también a la conciencia que bastardea la política (desde hace muchísimo tiempo) haciéndola un medio de vida, una vía comercial diríamos y no un servicio para el bien común.
Salvando claramente las excepciones a estos hechos, una catarata de denuncias por corrupción en las gestiones de gobierno, junto al silencio cómplice de muchos de los que participan de la sociedad de esta política, agobia la mirada de los argentinos que se debaten entre la indiferencia de unos, el asombro de otros y la anomia de muchos,  paralizando la acción de una comunidad que, sin embargo, entrevé que en algún momento este eclipse argentino ha de terminar y que una nueva epifanía está por suceder.
Del mismo modo, siglo y medio atrás, fueron necesarios todos los métodos de fraude que vamos a comentar, porque el liberalismo debía instalarse sí o sí. Si contaba con consenso mejor, pero sino, todo debía ser de un «mismo color» y no importaba a costa de que, incluyendo el torrente de sangre que se invirtió en la guerra civil posterior a Caseros para asegurar  la doctrina del libre comercio y que duró décadas.
El estudio que sigue, pretende historiar brevemente el fenómeno del fraude electoral como herramienta para la dominación y la esclavitud, aunque no se  lo diga, claro está y  que se vista todo con el ropaje de una democracia, tan frágil, formal, desprestigiada y descreída como lo que se conoce hoy como «democracia» en la Argentina, verdadero simulacro de lo que no es y auténtica falacia, o sea una verdadera mentira con pretensiones de ser verdad.
Intentamos rescatar  y comprender de los hechos del pasado, aquello que sea esencial, más que ofrecer  un ejercicio de memoria vacío de contenido y en la vereda de enfrente, con lo que de contenido coloca la historiografía mediática y  modernosa de hoy, con gruesas omisiones y tergiversaciones del verdadero sentido de la historia y de sus consecuencias en el presente. Pensamos con esos elementos, colocarnos de cara al presente y a la necesaria construcción, en este caso, de una  verdadera democracia, más directa, más orgánica y más social, formas estas, de ineludibles presencias en el postergado Proyecto Nacional, tan postergado como la interminable agonía de la democracia formal y fraudulenta.

 

I – DESPUES DE CASEROS

El planteo ideológico

     Con la caída de Rosas en Caseros, sobreviene en la tierra de los argentinos la instauración del liberalismo procedente de Europa, con las ya conocidas hoy (por lo fraudulentas, ya que de fraude hablamos) sagradas consignas del progreso y  de la civilización, que al decir de Sarmiento sobre esta última:«se cifra en términos de población, comercio y riqueza» (los términos espirituales no cuentan al  parecer) (1).
El instrumento de esta política habrá de ser el unitarismo, emigrado durante los gobiernos de Rosas, el frente antinacional que idealiza un modelo de «nación» hecho a las necesidades del imperio inglés, que ha de ser quien ocupe el lugar vacante dejado por el imperio español 40 años atrás.
Este unitarismo será solo eso y su objetivo político será el control de la ciudad de Buenos Aires y su principal herramienta, la Aduana y sus fabulosas rentas, no para beneficio de todo el territorio nacional sino apenas para el de Buenos Aires. Por eso lo de unitarios significa solo unidad en torno a Buenos Aires, abriendo fronteras para el paso indiscriminado de los productos europeos y abriendo paso al espíritu y a las ideas liberales del siglo XIX.
Es importante comprender que la misión de Rosas al frente del gobierno de Buenos Aires, más allá de su declarado federalismo, fue esencialmente unitaria, aceptado explícitamente dos veces por Sarmiento en su libro Facundo, pero este unitarismo (y esto no lo dice Sarmiento, por supuesto) será de un profundo y efectivo sentido nacional, tanto para conservar la unidad e integridad del territorio frente a la voracidad del imperio inglés, como para conservar la prosperidad con la unidad del mercado interno y la unidad cultural del interior a través de sus lideres naturales, los caudillos, siendo en ese terreno, todo lo federal que debía y podía ser.
Es entonces este incipiente proyecto de nación un proyecto para todos,  pero derrotado en Caseros, lo que vendrá será antagónico y por lo tanto un proyecto para pocos y con la mirada puesta hacia afuera y también hacia el «interior», pero solo del interior de  los bolsillos  de algunos.
Deberán sostener entonces los unitarios liberales, « un principio fundamental como era la superioridad del extranjero sobre lo criollo, justificativo de todas las entregas»(2) y deberá comprenderse que » el romanticismo político había difundido por todo el mundo la pasión andante por la libertad abstracta y era natural que, para sus cultores, la personalidad de Rosas en su aspecto de héroe nacional fuera eclipsada por la imagen el mítico tirano retrógrado, al que era acción santa combatir hasta la muerte. Su derrota derrotaba sus principios y les daba validez a los contrarios………
La instauración del comercio libre es explicable también. Mortal para el interior, era beneficioso para el puerto de Buenos Aires, o mejor dicho, a partir de lalibre navegación de los ríos para el litoral ganadero. Significaba la reproducción de la política rivadaviana, cuya acción progresista había sido la nostalgia de la emigración, y se adecuaba a la imagen que del progreso se hacían los intelectuales urbanos de la época, consistente en la multiplicidad en el mercado de objetos europeos a precios razonables. El  resultado significaba el triunfo de Buenos Aires sobre el interior, en el dilema que la especial configuración del país planteaba y cuya  solución justa solo había impuesto Rosas; o sea  (traducido al lenguaje de los triunfadores) de la civilización sobre la barbarie……..
Pero explicar la génesis de un error y la posibilidad moral de su adopción, no implica justificar ni menos glorificar la ceguera política, ni exaltar sus resultados. El triunfo decisivo del partido de los emigrados en la época crítica del progreso mundial fue para la patria una verdadera desdicha, pues su influencia nos configuraría mental, social y económicamente en la forma menos adecuada para alcanzar la grandeza a que nos predestinaban nuestros fundadores» (3) (subrayado nuestro)
A esta brillante descripción que E. Palacio hace sobre las consecuencias de la instauración del libre comercio, con ropaje de libertad, progreso y democracia, agregamos solo una consideración (ya que no es el objeto de este trabajo) y es que decir defender lo nacional no es renunciar ni al progreso ni a la democracia, sino que aplicar estos términos en beneficio del interés argentino, cuestión esta, esencial, ocultada por los emigrados, o sea el partido unitario, porque es incompatible con la sociedad de privilegios que comenzaba a gestarse.

 

1857 – Los métodos para imponer el proyecto liberal: guerra interna y fraude electoral

     Como hemos dicho, todo este proyecto deberá imponerse después de la caída de Rosas en Caseros, pero esta caída en realidad era mucho la caída de Buenos Aires, que, en poder de un patriota fortalecía la unidad nacional. Con la aparición de los emigrados en el poder, queda aún por resolver una cuestión de tamaña envergadura  tal como es que el interior de la Argentina, sigue siendo federal y al decir de estos civilizadores unitarios, bárbaro y atrasado.
Elegimos el año de 1857, un poco arbitrariamente, como el de inicio de los más crudos fraudes de la historia argentina, porque es cuando aparece más claramente este fenómeno y también  porque antes de este año, no es que no existiera el voto cantado, como enseguida veremos, ya que no habían ni urnas ni cuartos oscuros, pero si existía la voluntad política de que  las elecciones claves fueran todo lo democráticas (para usar el mismo término de los emigrados) posibles. A la inversa de lo que sucederá de acá en más.
Además, porque es de este momento en el que contamos con testimonios crudos e inapelables, que permiten colocar a este año, como el del inicio de un proceso que durará hasta la sanción de la Ley  Sáenz Peña en 1912.
El liberalismo ha tenido siempre,  desde la proclamación en Europa de los principios de libertad, igualdad, fraternidad, democracia y progreso, la extraña «virtud» de auto negarse, en lo político, lo social y lo económico, ya sea por el inapelable peso de los hechos, que desmienten cualquier enunciado o principio, como por cuanto entran en contradicción flagrante entre sí.
Esta auto negación puede ser, a su vez más o menos hipócrita, más o menos cínica, más o menos eufemística, por citar solamente algunos modos. Pero también puede ser sincera, llana, frontal, por citar otros.
En la historia argentina, si bien han prevalecido el cinismo y la hipocresía, hay casos de absoluta sinceridad política, que no ofrecen lugar a dudas sobre la intencionalidad  de los hechos. 
Este el caso de Sarmiento, bestial y brutal en su proceder político-militar, pero sincero y transparente.
En 1857 después de las elecciones que llevan a Valentín Alsina a gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Sarmiento le escribe a su amigo  D. Oro el 17-6-1857 la siguiente carta:  
«Para ganarlas, nuestra base de operaciones ha consistido en la audacia y el terror, que empleados hábilmente han dado este resultado (de las elecciones del 29 de marzo). Los gauchos que se resistieron a votar por nuestros candidatos fueron puestos en el cepo o enviados a las fronteras con los indios y quemados sus ranchos. 
Bandas de soldados armados recorrían las calles acuchillando y persiguiendo a los opositores. Tal fue el terror que sembramos entre toda esa gente, que el día 29 triunfamos sin oposición. El miedo es una enfermedad endémica de este pueblo. Esta es la palanca con que siempre se gobernara a los porteños, que son unos necios, fatuos y tontos.»
Conocido es aquello  que «a confesión de parte, relevo de prueba». Bueno, aquí está Sarmiento, y  parece estar todo dicho por boca de uno de los principales ideólogos del liberalismo en la Argentina.  Más de 70 años después vendrá el «fraude patriótico», otro blanqueo de intenciones para salvar a la patria. Será durante la conocida década infame.

¿Que hacer y como proceder entonces?

     Planteada así la cuestión política de cómo votar, antes de eso deben prepararse las condiciones necesarias desde el punto de vista militar. Su objetivo: a la eliminación de los pueblos del interior, porque después de la caída de Rosas el interior seguía siendo mayoritariamente federal y este problema, incompatible con el liberalismo unitario, debía ser resuelto.
La decisión entonces es muy simple: debe imponerse la fuerza para sostener en el poder de las provincias, a los núcleos minoritarios unitarios con las imaginables matanzas y exterminios de caudillos y gauchos federales  y simular después, un ejercicio de la más » pura democracia», sembrando previo a las elecciones el terror y durante las elecciones propiamente dichas el fraude más descarado, mediante el voto cantado y la confección de actas, donde solo debe figurar el número de votos necesarios para imponer al candidato unitario prefijado. Y todo esto ha de ser a la sombra de los fusiles y los sables. Poco margen de acción le quedará al pueblo para expresar su voluntad.
Pero un dato de la historia reciente inquieta a los unitarios, lo tienen bien presente y será un estigma, que condicionará su conducta fraudulenta de aquí en  más hasta 1912.  No puede volver a suceder que el pueblo se exprese libremente. Es peligroso y suele suceder que no se equivoca en la defensa de sus intereses.
El dato es el siguiente: el 26 de marzo de 1935, Juan M. de Rosas, gobernador electo de Provincia de Buenos Aires, es legitimado en un plebiscito, convocado por la Sala de Representantes a pedido suyo, para resolver y recibir el respaldo popular sobre las facultades extraordinarias que se le habían otorgado, esto es la representación de las provincias ante el exterior y la suma de poder público. Frente al pedido de la Sala para que aceptara esos mandatos, Rosas contesta que lo hará solo si hay una resolución explícita del pueblo.
Convocada la elección para ese efecto, el resultado fue de 9.316 votos a favor y 4 en contra. Verdaderamente inapelable. Tanto, que una sorprendente aceptación de los resultados la encontramos nada menos que en boca del propio Sarmiento, quien en Facundo escribe:«¿Sería acaso que los disidentes no votaron el 26 de marzo de 1835 ? Nada de eso, no se tiene aún noticia de ciudadano alguno que no fuese a votar. Debo decirlo en obsequio de la verdad histórica: no hubo gobierno más popular, mas deseado, ni más sostenido por la opinión…»( 4)                                                                                                                     
Frente a tamaño antecedente, el unitarismo mitrista liberal porteño decide, como hemos dicho, invadir el interior, para lo cual dispone de ejércitos al mando del general Wenceslao Paunero y del general oriental Venancio Flores junto a otros jefes orientales, iniciándose la guerra civil  para derrotar primero y asesinar luego de rendidos, a los caudillos y sus tropas, de las provincias del centro. Caerán Santa Fé, Córdoba, Tucumán, San Luis, San Juan, Mendoza y más tarde La Rioja, con el asesinato del Chacho Peñaloza, en Olta en 1863, después de haberse entregado. Su cabeza, cercenada del cuerpo, va ser exhibida en la punta de una lanza para escarmiento del pueblo riojano. Civilización!!!!!

 

     Sarmiento, con el grado de coronel acompañará esta invasión, siendo designado  para tal efecto, Auditor de Guerra. No solo será  un cargo militar, también será el mentor espiritual de la carnicería desatada. Es el que «dará letra» y el que justificará todos los excesos y crímenes, bajo el lema «no ahorrar sangre de gaucho». El progreso todo lo admite. «Todos han sido pasados por las armas, según ordenes de V.S.»(5), escribe  a Paunero el coronel Sandes dentro del parte de una batalla y refiriéndose a los prisioneros tomados. 
Mientras tanto, el supuesto jefe de los federales J. J. de Urquiza luego de su «derrota» (en realidad abandonó el campo de batalla cuando tenía  ventaja, para gran sorpresa de los porteños) en Pavón en 1861, ha negociado y ha hecho las paces con Mitre. El acuerdo es: abandonar al interior y asegurarse los dividendos que Buenos Aires le permitirá seguir cosechando, a cambio de ser «neutral». Un gran negocio !
De tal forma, el interior federal quedará librado a su suerte, desunido, sin un mando centralizado todo estará librado al coraje de los pueblos del interior y sus caudillos, frente a la organización, superior en hombres, armas y conducción de las fuerzas porteñas.
«La consigna de la invasión porteña a la provincias interiores consiste en dar vuelta las situaciones políticas, para asegurar, la presidencia futura al vencedor de Pavón, disfrazando ese propósito con el pretexto de una guerra de policía contra los perturbadores del orden. La causa que se invoca para oprimir a las poblaciones es la de los principios  y la libertad triunfantes en aquella batalla y que autoriza a tratar como bandidos a quienes se le oponen.» (6)…..
Al caer una a una, las provincias fueron haciendo sus elecciones y «consagrando» en todos los casos a los candidatos liberales mitristas, mediante escandalosos simulacros de  elecciones democráticas, que «realizadas en todas partes al amparo de las armas triunfantes el ejército porteño, junto a los campos humeantes de la sangre montonera vertida en las últimas ejecuciones, tenían que dar necesariamente el resultado de un color, que reclamaba el general Manuel Taboada». (7)

 

     De estas elecciones surgieron los gobiernos locales y también los congresales al Congreso Nacional, que reunido en 1862, elegirá por «unanimidad» al general Bartolomé Mitre presidente de la república. La guerra interna estaba casi concluida y el resultado ya estaba a la vista. No la habían hecho ni para perder, ni para regalar el  espacio de poder político que se abría por delante para varias décadas. 
Pero una vez más apelamos a la auto negación y a la confesión de partes. Jorge A. Ramos transcribe un extraordinario discurso que sirve perfectamente para comprender como se apelaba al fraude para defender espuriamente un nuevo orden de ideas. «En la Legislatura de la provincia de Buenos Aires, mientras tanto estallaba un curioso escándalo. El joven legislador Marcelino Ugarte se incorporaba a la Cámara con un discurso en el cual pedía se investigasen las acusaciones de fraude que le dirigía un periódico mitrista. En caso de resultar ciertos los cargos, decía Ugarte, elegido por el alsinismo, renunciaría de inmediato a su banca. Héctor Varela, antiguo mitrista y luego diputado independiente, pronunció un discurso resonante: espurio
-Dígase la verdad y establézcanse los hechos históricos, una vez por todas, para que todos carguen con la responsabilidad de un pasado en que todos han tomado parte: desde el día en que el entonces coronel Bartolomé Mitre, nuestro amigo político, nuestro jefe en la lucha ardiente, cometió grandes fraudes para vencer en las urnas al caudillo que vino a golpear con su lanza la puerta de esta misma Cámara tratando de imponer de nuevo al pueblo redimido, hasta hoy, ¡ todos han hecho fraudes electorales !
Sr. Méndez Paz: ¡ Protesto contra las palabras del señor diputado Varela !
Sr. Varela: Puede protestar cuanto quiera, pero ha de oír las verdades que estoy dispuesto a decir. En estas grandes y agitadas corrientes de la revolución en que estamos viviendo, desde la caída del tirano, todos los partidos políticos han hecho fraudes electorales y es soberanamente ridículo que los mismos que han cometidos esos fraudes, que los que han establecido esa escuela funesta para la libertad, pretendan ahora lavarse las manos como Pilatos….Cuando se me interrumpió, hablaba del primer fraude cometido al día siguiente de caído el tirano que enlutó la patria argentina. ¿Que se hizo entonces? El señor don Bartolomé Mitre, nuestro compañero político poniéndose al frente de las necesidades supremas de aquel momento solemne, comprendiendo la necesidad de vencer a Urquiza en lo comicios, desenterró los muertos del cementerio, llevó sus nombres a los registros y venció a Urquiza en la contienda electoral, sin que a nadie se le ocurriese, entonces, ni después, en nombre de eso que se ha llamado aquí la pureza del sufragio, espantarse ante la aparición de aquellos muertos que venían a dar vida a las instituciones y a la libertad amenazada…..» (8) (subrayado nuestro)
Otro anticipo de la década infame por venir en 1930.
Esta es la forma en que se instauró el liberalismo en la Argentina.

    Todo lo que siguió por décadas, que constituyen la mayor parte del tiempo político y cronológico desde Caseros a nuestros días, estará signado por el fraude electoral, con las excepciones que marcarán la llegada al poder de Yrigoyen y Perón, es decir el Movimiento Nacional encarnado en estos dos jefes, y  algunas otras poquísimas excepciones en muy determinadas y especiales ocasiones.
Se sucederán después de Mitre hasta Irigoyen, una tras otra elecciones presidenciales, basadas todas en el sistema electoral con voto cantado, entre otros modos de fraude y con el sostén de las armas durante y después de la guerra civil contra el interior. 
Todos  los presidentes electos, sin excepción, lo serán en comicios donde imperará la violencia y la coacción de un sistema que se basa precisamente en eso.
La celebración de la elección de Sarmiento, se realizó en el templo masónico de la calle Cangallo, al que asiste Mitre y en su discurso este afirma  -«¿ Que es Sarmiento ? Un pobre hombre como yo, un instrumento como éste- (señalando el compás, que junto a la escuadra son el símbolo de la masonería internacional)»
 ¿Instrumento de qué y de quién? Digamos, en términos generales, que de la Civilización, con todas las implicaciones de sometimiento a Europa y sus directivas que, para ellos, dicho concepto resumía. (9)
No se salvan de la sospecha y de la comprobación de fraude, aquellos que, como Avellaneda o Roca, obtienen clara diferencia o simplemente son presidentes por unos acuerdos previos y luego legitimados en simulacros de elección.      . 
El carácter fraudulento del método electoral utilizado por el liberalismo argentino, se basa esencialmente en que apuntaló, siempre, la «representación» de las minorías asociadas al poder inglés y a la masonería. Es lo que permite acceder al poder a la oligarquía: la nueva clase dominante en la Argentina agro-exportadora y miserable, y explotadora fronteras adentro. Mal podrá  por lo tanto, desde ese entonces en adelante, permitir la  libre expresión, libre en serio, no por declamación, de los pueblos y de la raíz nacional. Por eso era necesario el fraude.
Un notorio emigrado como Juan M. Gutiérrez, en otra confesión de parte, no deja lugar dudas  sobre la cuestión «La elección libre es una ironía sangrienta en toda la república» (10)

 

La oligarquía y el régimen

    Pero, ¿Como serán los hombres de esta oligarquía argentina naciente ? Es interesante tipificarlos y subrayar, otra vez, a que intereses responden y defienden.
Dejemos que lo explique J. D. Perón: «para pertenecer a esta última (la oligarquía), era necesario, además de someterse a sus rígidas normas, estar por completo al servicio de los capitales extranjeros. Especialmente los británicos.
     Formaron su núcleo fundador, en primer lugar los hombres de Pavón y los exiliados, unitarios en general.
Además, consiguieron entrar en ella a última hora, un abigarrado núcleo de ex federales. Estos descubrieron después de Caseros, que habían estado equivocados.
     Otros, en cambio, que habían aplaudido calurosamente a Don Juan Manuel en sus épocas de gloria, anunciaron sorprendentemente que «siempre habían sido unitarios». Habían guardado estoicamente su secreto por razones de seguridad. Un ramillete de gente realmente «maravillosa».
     En fin después vinieron los «adulones», los «lacayos», los «escribas y los fariseos». De todo un poco y de lo malo mucho.
     Estos últimos, recientemente incorporados, debían suplir su falta de méritos con una mayor devoción por los «ideales».
     Y de esos «méritos», ninguno aportaba mayor prestigio que mostrarse entusiasta en la entrega de la soberanía económica. Esa era realmente, la mejor carta de ingreso.
     Controlaban y administraban en beneficio de Su Majestad, el comercio interno, la banca y las finanzas, los grandes diarios y la opinión sana en general. En cuanto al comercio exterior, allí actuaban como personeros. Se limitaban a recibir órdenes.
     En política, su papel se limitaba a cubrir los cargos que le indicaran, con las personas que se le indicaran, con las personas que se les impusieran. Lo que sobraba, se repartía entre sus amanuenses.
     Tuvimos el raro privilegio de llegar a ser la mejor colonia del Imperio Británico, y también una perla en la corona de Su Majestad, según palabras vertidas en el seno del Parlamente inglés. (11)
Indudablemente, siendo esta la caracterización  de la nueva «clase» de argentinos, todo lo que se podía esperar es exactamente lo que pasó. Con la mirada puesta hacia afuera y con el desprecio que prevaleció como hemos visto, hacia lo nacional y al hombre argentino, se engendró un inextinguible odio al Pueblo (sobre lo que volveremos más adelante) del cual el fraude, a la hora de votar, era  una (entre otras) consecuencia necesaria e inevitable. Es impensable que, con esta conformación mental y psicológica, pudiera la oligarquía en el gobierno y con el poder, dejar algún resquicio donde el Pueblo se expresara libremente. Cuando tuvieron que hacerlo en 1912, veremos porqué, como y cuanto duró esa ilusión democrática. Ellos eran los ilustrados y poderosos. El Pueblo no pasará, fue la sorda consigna.  

     Todo este período habrá de ser bautizado como el del «régimen» y  la necesidad de derrotarlo, será un objetivo  político permanente que dará lugar al nacimiento, por ejemplo, de una fuerza nacional, popular, de vieja raíz federal como la Unión Cívica, que a poco de andar se dividirá en Unión Cívica Nacional (Mitrista) y Unión Cívica Radical, de la mano de  Alem primero y de  Yrigoyen después.
Sus consignas plantearán  claramente la necesidad de alcanzar el poder republicano, con participación plena de los pueblos a la hora votar en comicios libres y sin fraudes, aunque con la limitación que  ya el tiempo demostrará, de ser solo un poder formal.
Conscientes de que la maquinaria de fraude era poco menos que imposible de desarmar, lo cual cerraba toda posibilidad de acceso al poder, el joven partido radical no mezquinó la vía de la insurrección popular para derrotar al régimen.
Yrigoyen así lo explica en el único libro que escribió en su vida y no deja lugar a dudas sobre la metodología política que su partido debía seguir. (aunque esto sea ignorado u ocultado por algunos radicales): » Fue, pues, en el ambiente de ese grávido recogimiento donde se gestaron los medios y las formas de la lucha, que servirían luego como técnica de acción, a la Unión Cívica Radical, y que son: la Revolución, la Intransigencia y la Abstención.
    Con la Revolución se propuso mantener en pie de permanente rebeldía (en la conspiración constante) a la ciudadanía argentina, contra los usurpadores del poder. Con la Intransigencia se encerraban los postulados del Dogma, en una interpretación ortodoxa e intangible. De tal modo, se hacía imposible la desvirtuación de su sentido ético e histórico en entendimientos o uniones con facciones políticas a las que siempre habíamos combatido. Con la Abstención se lograba evitar que gran parte de los ciudadanos cedieran a los halagos de las prebendas y del usufructo de las cosas materiales a cambio del debilitamiento de sus conciencias de hombres. Era ese modo duro y sacrificado de probar el temple de los mejores y resguardarlos como reservas morales para continuar con la larga lucha, hasta el día final de la victoria» (12)

    Así se sucedieron las revoluciones de 1890-1893 y 1905, todas ellas con la derrota del radicalismo a manos del régimen y varios intentos más que abortaron antes de iniciarse.  Pero algo se hacía evidente: a pesar de que las revoluciones radicales no triunfaban, el sistema de fraude estaba carcomido en sus modos conocidos. Los tiempos habían cambiado. Junto a la incorporación de una fuerte corriente de inmigrantes, empezaba a desarrollarse una importante clase media y una incipiente clase obrera. Ambas empujaban cambios sociales y políticos, a los que había que responder del algún modo.
Las revoluciones radicales, no eran un tema menor y creaban inestabilidad política. Algo debía cambiar para mantener el statu-quo oligárquico. Es el fundamento de la ley Sáenz Peña que está por venir. 
El autonomismo nacional, gobernante a principios de siglo, con alguna tibia (muy tibia) raíz nacional por ser originario del interior, hacia ya décadas que se había transformado en lo más rancio del conservadorismo liberal oligárquico. No había distinción entre unos y otros. Comprendió este conservadorismo que había llegado la hora de hacer una concesión: crear la ilusión de que por medio de elecciones libres y sin fraude, podía amortiguarse la presencia, cada vez más notoria, del empuje popular y sus reinvidicaciones democráticas.

    

Este papel de amortiguador lo cumplió el radicalismo, que a pesar de su raíz federal, nacional, popular y de la infatigable lucha de su dirigencia con Yrigoyen como jefe, no comprendió la naturaleza misma del poder y creyó que, obteniendo una ley electoral estaba algo así como cumplida la misión. Pero alcanzar el gobierno es una cosa y ejercer el poder es otra cosa completamente distinta y la oligarquía, la misma oligarquía que había concedido la Ley Sáenz Peña, se lo haría saber con crudeza pocos años más tarde.

 

II –  LA LEY SAENZ PEÑA

     Hacia 1911 con Figueroa Alcorta de presidente, una nueva revolución radical estaba en curso de desarrollo. Es el momento de la aparición histórica de Roque Sáenz Peña.
Tiene la responsabilidad de negociar con Yrigoyen, que, por supuesto, está al frente del nuevo levantamiento, una tregua, que consigue después de dos entrevistas con el jefe radical y una conciliación y un acuerdo con este(refrendado por la convención del partido), para crear una nueva ley electoral que contemple los reclamos populares que encarna el radicalismo.
El acuerdo alcanzado con Yrigoyen comprometía a la Unión Cívica Radical en la elaboración de la futura ley sobre la base, también acordada, de confeccionar un padrón militar (las fuerzas armadas responsables del padrón), la justicia electoral en manos de la justicia federal, lista incompleta para permitir el acceso de las minorías a los cargos electivos, voto secreto, universal (referido este universalismo al total de la población masculina, por lo tanto queda excluida la mujer argentina y por lo tanto nosotros decimos: medio universal) y obligatorio.
¿Porqué será Roque Sáenz Peña en quién se delegue esta «misión»? Hombre del autonomismo nacional, ha tenido sus diferencias con Roca y Pellegrini y encarna el ala «modernista» del autonomismo conservador y liberal. De su inspiración se conocen críticas a los modos electorales y a la gestión de gobierno del Régimen, lo que representa una variante de cambio que va a coincidir necesaria e históricamente con las reivindicaciones y la acción política del radicalismo.
Nunca nada es casual. Cuanto más difícil se presentaba el horizonte político argentino, la oligarquía «saca de la manga», esta variante «modernista» (muy parecida en algunos puntos al  papel que juega el «progresismo» de hoy) y llega a la conclusión  de que en algo hay que ceder. Y es así, por supuesto, más allá de la honestidad intelectual que pudiera reconocérsele a Sáenz Peña al intentar una renovación. Esto es una cuestión y la cuestión política profunda, que es lo que está en juego, es otra muy distinta. 
La oligarquía va intentar ceder un espacio del poder, el gobierno, sin dejar el poder real y jugará sus fichas, de mil modos, ejerciendo poder aún dentro del propio radicalismo para dividirlo (como veremos enseguida) y se reservará el derecho de borrar con el codo lo que firmó con la mano, cuando lo crea necesario. Sucederá en 18 años.
De todos modos, y a pesar de ser una «concesión» y de las reales intenciones de la oligarquía, es indudable que la sanción de la Ley Sáenz Peña  es un avance importantísimo y contundente en la lucha del Pueblo Argentino. 
En primer lugar, porque es el resultado concreto de una lucha del movimiento nacional, encarnado en aquel entonces por el radicalismo con Yrigoyen como jefe. En segundo término porque es la primer «ventana» por la cual habrá de expresarse genuinamente el Pueblo en el siglo XX, aún con todas las limitaciones políticas que antes comentamos  y de las que la misma ley plantea. Será el primer paso que luego permitirá, junto con un acto de poder real, profundo y gigantesco como es el 17 de octubre de 1945, la elección de Perón como presidente, la llegada del peronismo al  gobierno y dos años más tarde la sanción del voto femenino con la Ley 13010, iniciativa de Perón y Evita.
Finalmente la ley fue aprobada el 12 de febrero de 1912  con el número 8871, en los mismos términos del acuerdo Sáenz Peña-Yrigoyen. Se iniciaba otro ciclo histórico en la Argentina.
Cuando decimos que fue una concesión de la oligarquía frente a la presión popular, lo sostenemos a la luz de los hechos que sobrevendrán en la Patria en años posteriores, pero es importante al menos reflejar, previamente, algo de lo que se dijo en el debate abierto y nacional, a propósito de la sanción de la ley. Este es el pensamiento de la oligarquía y el espíritu con que esta recibía la victoria popular, por boca de un estanciero y profesor de derecho constitucional en la U.B.A., Carlos Rodríguez Larreta: «Si mi peón hubiera tenido la misma acción que yo para resolver los problemas económicos internacionales, o políticos del país, habríamos estado bajo un régimen absurdo. No ha sido así, gracias a Dios, porque yo he dirigido a mi peón. Pero el voto secreto lo independiza, al privarlo de una influencia saludable y legítima….Y lo malo es que, a menudo no tenemos un solo peón.» (13) Claridad y sinceridad, al hombre  no le faltaban. Revelan el pensamiento de la oligarquía y serán el sustento, años más tarde, de los nuevos sistemas de fraude por venir.
El presidente Roque Sáenz Peña, morirá en 1914. Lo sucederá el vice Victorino de la Plaza, quién en su primer mensaje presidencial dirá: «ni remotamente podría suponerse que, por salvar formas de imparcialidad electoral, pudiera serle (a él) indiferente la suerte del país o el desastre de las instituciones» (14)Agregamos, «país», el de su modelo oligárquico, e «instituciones» las consagradas o mejor dicho, las ocupadas por ellos mismos, de lo contrario habrán de salvarlas. La contradicción con Sáenz Peña es notoriamente dramática. Veremos como salvan las instituciones.

 

Elecciones libres: Yrigoyen-Alvear-Yrigoyen

     En 1916 de cara a la finalización del período presidencial, el radicalismo reúne a su Convención Nacional para elegir candidatos. Por aclamación es elegido candidato a presidente Yrigoyen, quién renuncia a esa designación para sorpresa de todos. Su fundamento: la negativa histórica a ocupar cargos. Algo muy peligroso para la oligarquía.
Sin embargo, y ante la férrea insistencia de los convencionales y el peligro cierto de fracturar el movimiento, acepta.
Los comicios se llevan a cabo el 2 de abril de 1916 y la fórmula Hipólito Yrigoyen-Pelagio Luna,  gana aventajando a la sumatoria de toda la oposición por más de 120.000 votos (372.810 contra 250.000).
Después de más de 60 años de fraudes de toda clase, desde el voto cantado, la imposición del terror pre-electoral, la volcada y adulteración de padrones, el voto comprado (innovación de Mitre) y adulteración de resultados, los argentinos podían votar libremente, quedando establecido, a pesar de sus limitaciones, un gran avance para la expresión popular: la aplicación del voto secreto, universal (medio universal) y obligatorio.
Iniciada la acción de gobierno de Yrigoyen, además de los indudables avances en materia social y de política nacional, el radicalismo avanza rápidamente hacia la definición y a la resolución de sus contradicciones, lo que llevará a la sociedad argentina toda, al punto crítico de la explosión del sistema de partidos y el desenmascaramiento de la oligarquía en no tolerar el juego de lo que el radicalismo llama la «democracia».
Veamos esta radiografía que encontramos en E. Palacio, porque mucho ayuda en la comprensión de la naturaleza del radicalismo y como su caída es, en realidad, la caída de un sistema de poder solo formal, cuando el poder real decide que no gobierne más. Y esto será así, hasta que algo más de una década después de 1930, aparezca otro movimiento nacional con otra definición y práctica de lo que es el poder real. Será el peronismo, que superará la concepción liberal del ejercicio de la «democracia», con la puesta en marcha de la orgánica del movimiento peronista, orgánica ausente (esta o cualquier otra) en el radicalismo y el ejercicio de una democracia real, no formal. 
     «El carácter democrático del movimiento (radical) prevalecería sobre las finalidades concretas de la revolución nacional, postergando su realización. Se llegó a creer que lo esencial era la conquista de las posiciones políticas y que, por el mero ejercicio del sufragio libre, se llegaría automáticamente a la solución de todos los problemas, o sea el voto como panacea. Y era natural que ello ocurriera después de 60 años de totalitarismo liberal en la enseñanza y con una generación educada en la mitología del régimen y la exaltación de sus falsos valores. La acción de Yrigoyen debía consistir permanentemente en un compromiso ante su pensamiento auténtico y la deformación que éste sufría en la mente de sus partidarios. 
     El carácter democrático del movimiento, amparado en la bandera equívoca de «la Constitución«, que sólo expresaba  un anhelo de vida legal y el goce de los derechos reconocidos en la letra y burlados en la práctica, constituía su fuerza  -electoral- que se manifestó arrolladora desde el comienzo. El radicalismo unía en un mismo propósito de recuperación moral y cívica a los sectores más diversos del pueblo argentino, que sólo coincidían en ese anhelo de mejoramiento difuso y en el repudio al régimen oligárquico. Pero esa misma diversidad – que lo instituía en representación auténtica de lo popular (que es, por definición, suma de contradicciones vitales)- entrañaba unadebilidad orgánica, cuyas  consecuencias no tardarían en manifestarse. Católicos y masones, progresistas y reaccionarios, burgueses y anarquistas, dentro de la gama social que abarcaba desde un grupo calificado de terratenientes hasta el proletario ínfimo, convivían mezclados en la empresa de la Reparación, que prometía una política de dignificación nacional y de satisfacción de todos los anhelos difusos de bienestar y de justicia que laten en el seno de una vasta colectividad en formación. Los unía, sobre todo, la confianza en el caudillo, quien sí sabía con precisión de dónde provenía y adónde iba y estaba a dispuesto a hacer honor a esa confianza…..» (15) (Subrayados nuestros)
Y efectivamente, esta naturaleza tan propia del radicalismo, forjada en los primeros años de su lucha frente al Régimen, fue engendrando su debilidad: creer que estar en el gobierno es tener todo el poder y que el sufragio es la barita mágica que todo lo puede resolver.

      La oligarquía demostrará que retiene una gran cuota de poder  y será uno de los dos enemigos de Yrigoyen. Obstaculizará de mil modos su gobierno, lo entorpecerá, lo provocará con extrema violencia (recordar la Semana Trágica) y alentará su división, la que finalmente obtendrá con la instalación del radicalismo antipersonalista. Es decir, en oposición al «personalismo» de Yrigoyen, el grupo azul o «galeritas», de la mano de Alvear, será la oligarquía infiltrada en el radicalismo y años después,  habrá muy pocas diferencias entre este nuevo radicalismo antipersonalista y  el conservadorismo.
El otro enemigo, será la burocracia interna que este modo de pensar la política engendrará. Una multitud de militantes y dirigentes, deberán conseguir una ubicación rentada en el  aparato estatal. Parece ser la única finalidad de la política. Resultado: lentitud, cuando no parálisis, e ineficacia en la gestión de gobierno. El movimiento radical, al no estar acompañado por una orgánica precisamente movimientista por fuera de la organización partidaria, se hará débil. No concibe el poder más allá de «controlar» el gobierno.
La oligarquía, que no está en el gobierno, sabe de esa debilidad.

     Hacia el final del gobierno del presidente Yrigoyen y estando inhabilitada por la constitución su reelección para un segundo mandato consecutivo, la convención partidaria debe proclamar candidato. Será elegido Marcelo T. de Alvear, oligarca de sangre pura. Obligado Yrigoyen por la falta de dirigentes con el suficiente peso, deberá acceder a promover esta candidatura.
Las elecciones mostrarán un crecimiento en el voto radical, solo explicable por la patriótica gestión de Yrigoyen: 458.000 contra 200.000 del conservadorismo (Concentración Nacional).
Dirá Alvear al asumir el mando el 12 de octubre de 1922  que haría todo para «completar la obra iniciada por la personalidad eminente y vigorosa de su antecesor». La realidad es que lo traicionará. Será un gobierno con notoria y evidente política conservadora y liberal. A tal punto, que para sostenerlo formará alianza con los conservadores para algunas de las elecciones de ese periodo gubernamental. «Es decir, un nuevo acuerdo sin el nombre de tal, o sea la consabida escisión en el 80 y en el 92. La oposición conservadora, que desde la elección de Alvear lo adulaba y lo incitaba a la resistencia, se regocijó ante el resultado previsto y se convirtió en apoyo del oficialismo alvearista, mientras que el auténtico radicalismo se volcaba a la oposición». (16) El radicalismo estaba próximo a dividirse.
No solo en la política gubernamental habría traición. También claudicarán los principios, o en rigor aflorarán los verdaderos pensamientos y las verdaderas intenciones, inconfesables hasta acá, de algunos radicales. Aquellos principios sobre la moralidad y la limpieza en el sufragio, por ejemplo, que habían sido columna vertebral en la lucha contra el régimen, eran cuestionados a fondo. Si bien no hubo fraude electoral durante este periodo, escuchemos al senador Torino en su discurso al discutirse en el Senado nacional la construcción de un monumento a Roque Sáenz Peña. El senador se preguntaba, si el voto universal no había sido «un grave error que quebró los resortes conservadores de la sociedad, para dejar a ésta a merced de las corrientes impetuosas de los elementos sin preparación suficiente para decidir sobre los complejos problemas de la vida pública orgánica.» (17) El senador Torino era radical antipersonalista !!! Se aproxima la confirmación de que la ley Sáenz Peña había sido mitad fruto de una victoria popular, mitad concesión de la oligarquía.

     Al final del gobierno de Alvear, nuevamente el radicalismo debe tomar decisiones de envergadura. Pero esta vez no hay opciones obligadas como en 1922. Ya en 1927 y faltando un año de gobierno, el antipersonalismo proclama fórmula propia: Leopoldo Melo- Vicente Gallo, ambos radicales. Cuenta con el apoyo, no explícito porque ya no hace falta, de todo el conservadorismo quien se abstendrá y recomendará votar por esa fórmula. El radicalismo está dividido y queda consumada una parte de la maniobra para retornar al sistema del Régimen.
El Yrigoyenismo elegirá la fórmula Yrigoyen-Beiró, que en la elección dará una  verdadera paliza histórica a sus oponentes: 800.000 contra 400.000. Un verdadero plebiscito.
Nuevamente una confesión de partes aclara más la cuestión. Estamos a poco tiempo de derribar por medio de las armas, la legitimidad del sistema inaugurado por la ley Sáenz Peña. Los resultadosno deben contradecir los intereses de la oligarquía, de lo contrario deberá apelarse a la vía militar. Esto era una voz común, dicha en tono bajo, pero el suficiente para ser escuchado, durante el gobierno de Alvear. Cuando el candidato oficial Melo se refiere en un reportaje periodístico a «la encrucijada alevosa y traidora del cuarto oscuro»(18), en referencia a la derrota de los candidatos antipersonalistas en Salta y Santa Fe, pareciera estar todo definitivamente claro. Efectivamente procederán de acuerdo con estos pensamientos.

 

III – LA DECADA INFAME

La restauración del Régimen

     El 6 de septiembre de1930, el gobierno legítimo y democrático de Yrigoyen cae, como consecuencia de un golpe militar encabezado por el general  José F. Uriburu.
La vía armada, tal como se había estado anunciando, pone fin a un gobierno popular, pero mucho más aún, pone fin a la ilusión «democrática» de sostenerse solo con el voto como panacea y la ocupación del aparato estatal.
Y aún más todavía, pareciera ser la primera muerte de los partidos políticos en su concepción partidocrática demo-liberal burguesa, al decir de Perón, por cuanto queda al desnudo que el sistema de representación, mediante el voto, sin una base de orgánica popular que trascienda lo partidario y que lo sustente, es solo la ilusión de una democracia formal. ¿Había en 1930 una organización partidaria, en el sentido liberal, más completa y desarrollada que la del propio radicalismo? Decididamente no. ¿Le alcanzó para sostenerse en el gobierno, más allá de sus propias debilidades, incluyendo las de su jefe? No. ¿No se transformó esa maquinaria partidaria en burocracia antagónica contra la acción de su propio jefe? Sí.
De un trabajo conocido como «Informe histórico», que le es llevado a Perón en 1967 a Madrid, rescatamos este análisis: «Tres causas fundamentales debemos anotar.(sobre la caída de Yrigoyen). La vejez del Caudillo, que ha dirigido con mano de hierro al partido durante más de 34 años. Las instituciones partidarias que practican el gobierno junto a la oligarquía para sacarse la molestia de un jefe que responde a los intereses de la Nación y del Pueblo antes que a los círculos y grupos de interés.
     Y por último, lo que decide el golpe militar que encabezará el Gral. José F. Uriburu, la nacionalización del petróleo argentino. (La tradición nacional de algunos generales como Moscón, Savio o Baldrich, que propugnaban la nacionalización de los recursos energéticos y de la industria pesada no pesó en el ánimo de la oligarquía). 
    Desde allí a la cárcel en Martín García  (isla de la Marina en el Río de la Plata) y a una muerte que sigue al cumplimiento de una misión superior, Yrigoyen, caudillo nacional, permanecerá en silencio. La lápida que ha caído sobre la Nación y la represión sobre su Pueblo, sepultarán por 15 años las formas visibles de la guerra nacional».  (19) (subrayado nuestro)

 

Nacionalistas y oligarcas

     La oligarquía, que ha estado trabajando desde 1912, año de la sanción de la ley Sáenz Peña, da un paso al frente y derriba por medio de un acto de fuerza, a un gobierno elegido democráticamente en elecciones absolutamente limpias.
Sin embargo, se vale aún de un paso intermedio. El gobierno revolucionario de Uriburu, es supuestamente nacionalista y en teoría debiera alcanzar objetivos nacionales, apoyado en la idea de que el Ejército Argentino, sería la herramienta «moralizadora» y garante de esos objetivos.  Vana ilusión que duró las horas que tardó en designar su gabinete de estado: la oligarquía en pleno copaba ese gabinete, lo cual indicaba, claramente, que el golpe había sido incitado por esta con planes a corto plazo que obviamente no incluían a Uriburu. Este triste papel del nacionalismo vernáculo, será reiterado de aquí en más en la historia de los argentinos.

     Ha comenzado la década infame, trece años en rigor, hasta 1943. Y comienza con un error histórico, que apresurará la implementación de todo el sistema de fraude que mucho contribuirá a dar el nombre de infame a  la década.
El error histórico consistió en creer que el radicalismo estaba aniquilado. Preso su jefe en Martín García, encarcelados y torturados centenares de sus dirigentes, además de estar acusados por delitos comunes siempre improbados, y el desprestigio propio que la fuerza de la gran prensa oligarca se encarga de agigantar, suponen que, convocando a elecciones para gobernador y vice en la provincia de Buenos Aires, en esas condiciones, la derrota radical es un hecho seguro.
Se convocan los comicios para el 5 de abril de 1931 y el resultado da como triunfador al Yrigoyenismo con 218.000 votos, contra 187.000 de los conservadores y 47.000 de los socialistas. La sorpresa dejó en la oligarquía una mezcla de estupor e indignación por esta resurrección de la «chusma» (término despectivo y descalificante, equivalente al «cabecita negra» o «negro de mierda» o «villero» de nuestros días), que lo único que hizo fue promover el final, para este periodo, de las libertades y mecanismos de garantías para la limpieza de los comicios previstos en la ley Sáenz Peña. De aquí en adelante, deberán «salvarse» las instituciones a cualquier precio. Entra en vigencia el «fraude patriótico», descarada expresión dirigida a conservar el sistema de privilegios y entrega de la nación, aún con la aceptación y explicitación del fraude como método legítimo. Décadas de liberalismo en la Argentina afloraban nuevamente y con renovados bríos, se apoderarán de los gobiernos con la brutalidad que les había pertenecido desde siempre.   
Obviamente, la elección del 5 de abril fue anulada y de esa manera burlada la voluntad popular.

      Como dijimos, detrás del golpe nacionalista del 6 de septiembre de 1930 está la oligarquía., rodeando al gral. Uriburu, quién no puede dar un solo paso hacia el Estado Corporativo que solo él y muy pocos seguidores, sueñan detrás de un modelo europeo recién inaugurado en Italia, el Fascismo. Además, con el escasísimo poder político que ostenta y siendo derrotado electoralmente por el radicalismo que sigue vivo, muy poco tiempo le queda en el gobierno.
Así las cosas el 8 de agosto de 1931 se convocan elecciones para presidente y vice, no si antes proscribir a cuanto dirigente radical hubiese participado del gobierno de Yrigoyen, e inclusive a cualquiera que hubiese manifestado su apoyo y vetar a  los candidatos que proclamó la Convención Radical. Ante esta situación la Convención declaró la abstención electoral en todo el territorio del país. Volvía el radicalismo de esta forma, a la situación inmediatamente anterior a la ley Sáenz Peña. 
Dos fuerzas quedan entonces en la contienda por la presidencia: los conservadores, con el apoyo de los radicales antipersonalistas más recalcitrantes y de los socialistas independientes, quienes no iban a dejar la  oportunidad de alcanzar algún cargo electivo, por esas «minucias» de proscribir ciudadanos y candidatos. Este acuerdo político pasará a la historia como la tristemente célebre «Concordancia». El candidato a presidente será el gral. Justo y para vice Julio A. Roca (hijo de quién fuera presidente) 
La otra fuerza será la «Alianza Civil» que reunirá al Partido Demócrata Progresista de Santa Fé y al Partido Socialista de la Capital Federal, quienes tampoco harán ningún tipo de objeción por las proscripciones, ni por el fraude que se cometió en el acto eleccionario. También ellos querían una parte del botín.
Ganará la fórmula Justo-Roca con 606.526 votos contra 487.955 de sus rivales de la Torre-Repetto, candidatos de la «Alianza Civil».
Se pondrán en juego para  esta elección, todos y cada uno de los mecanismos de fraude conocidos anteriores a la ley Sáenz Peña y algunas innovaciones : «El secuestro de individuos y libretas electorales, la presión directa o indirecta en el comicio de las policías bravas, la expulsión de fiscales y la supresión del cuarto oscuro, la sustitución de votantes, la designación como presidentes de mesa recaída en delincuentes políticos reconocidos, las bandas armadas regulando el acto y el vuelco de padrones, constituyeron la norma invariable en toda la República, salvo algunos distritos como Santa Fé y Capital, donde se mantuvieron las leyes del juego para justificar la presencia de la oposición Demócrata-Socialista en el nuevo régimen. » (20)  
¿ Y la ley Sáenz Peña ?  Letra muerta y borrada con el codo. Indudablemente, un retroceso enorme en la vida política argentina.

 

¿Qué  fue exactamente la Década Infame?

    Ante todo recordemos que la calificación con ese  término, se la debemos a un gran historiador como fue José Luís Torres, que escribió un libro que lleva precisamente ese título (además le debemos «La oligarquía maléfica», «Algunas maneras de vender la Patria» y «Los perduellis –los enemigos internos de la Patria-«, todos ellos brillantes y necesarios para comprender esta nefasta época). Gracias a ese libro y a esa denominación, contamos con un concepto tan  claro, tan justo, tan descriptivo,  tan lapidario y tan inapelable, que pasará a la historia como una visión inamovible de la dramática entrega del patrimonio argentino.
En 1929 – 1930, con la gran crisis del sistema capitalista traducida en una profunda depresión, muchos países adoptaron medidas proteccionistas destinadas a preservas sus propias economías. El imperio británico actuó en consecuencia.
En 1933 reunida en Ottawa, la Comenwell ( comunidad británica de naciones que agrupaba además de Gran Bretaña, a Canadá, Nueva Zelanda y Australia), decide incrementar el comercio entre estas naciones (dominios) y la metrópoli y darle al mismo, absoluta prioridad frente a cualquier otro intercambio con naciones que  no formaran parte de esa comunidad, gravando para ese fin las importaciones.
La oligarquía vacuna argentina entra en pánico, porque «seguramente» no iba a participar de ese intercambio. Siendo un proveedor más que calificado de carnes a Gran Bretaña, al no formar parte de la comunidad sería marginada.
Pero todo tiene solución, el gobierno argentino envía a Inglaterra una misión especial encabezada por el vicepresidente  doctor Julio Roca, secundado por el doctor Guillermo Leguizamón, quién era presidente de todos los ferrocarriles ingleses que operaban en nuestro país.
Para darles la bienvenida, Inglaterra resuelve emitir un sello postal en conmemoración de la usurpación de las islas Malvinas. Una actitud digna de la maldad que sostiene Shakespeare (dramaturgo inglés), en varios personajes de sus más conocidas obras. Debían «marcar» la cancha y hacerles saber quién era el amo, sabiendo de antemano el carácter servil y cipayo de los visitantes. La perversidad en toda su expresión!!!
En el caso de Leguizamón era tal era la sumisión al imperio, que había sido nombrado Sir!!! por la corona. El vicepresidente argentino para estar a la «altura» de las circunstancias, afirmó en un discurso que, la Argentina «era como un gran dominio inglés»… y que «por su interdependencia recíproca, es, desde el punto de vista económico, una parte integrante del Imperio Británico.»Verdaderamente un asco.   Esa era la delegación argentina.
Obviamente sucedió lo que debía suceder, al «compromiso» inglés de mantener una cuota adecuada de importación de carnes argentinas, se negoció el traspaso del control de los transportes terrestres de pasajeros en manos argentinas hasta ese entonces, a manos inglesas, para que no compitieran con los ferrocarriles también ingleses. Se comenzó por la ciudad de Buenos Aires y fueron expropiadas todas las pequeñas e incipientes empresas que desarrollaban esa actividad. Todo fue monopolizado por la Corporación de Transportes, con mayoría accionaria inglesa. La oligarquía vacuna de Argentina, respiró tranquila y el acuerdo pasó a la historia como el pacto Roca-Runciman.
En 1935 se funda el Banco Central de la República Argentina, con lo que debiera suponerse que nuestro país cuenta a partir de ese momento, con una herramienta de soberanía para controlar sus finanzas. Nada más lejos de la realidad .
Este increíble banco central tenía, en realidad, un directorio formado por integrantes de bancos privados extranjeros, integrantes de los grandes consorcios de exportación, integrantes de los grupos agro-ganaderos más poderosos y dos representantes del estado argentino (ante su propio banco !!!), de forma tal que el banco, de argentino, no tenía nada.
Cumplía tres funciones básicas: el ordenamiento del crédito a los sectores más poderosos, la regulación de las importaciones a través de arancelamiento preferencial para los productos con origen en la comunidad británica y por último la emisión de moneda. Todo esto, en un banco que se suponía era una herramienta de soberanía financiera nacional. Muy por el contrario, Inglaterra pasaba a controlar desde la creación del banco, la política económica argentina.
Dejemos que José L. Torres fotografíe la época resumiendo la escandalosa entrega y los negociados: «Entre ellos merecen atención especial por sus proporciones únicas en el mundo y en su género, el del puerto de Rosario, negocio explotado desde París y que daba utilidades anuales comparables a las dejadas por el gran canal de Suez, que era señalado en los círculos bursátiles de los grandes centros financieros como el mejor negocio del mundo; el del Banco Central de la República, que puso en manos de una organización de bancos extranjeros a toda la economía nacional; el del Instituto Movilizador de Inversiones Bancarias, al cual entregaron pesos 700.000.000 para la salvación de banqueros quebrados, arbitrándose la suma mediante la desvalorización de la moneda del pueblo; el de la Conversión de la deuda pública externa en el orden nacional y en los Estados federales, que causó perjuicios al país por miles de millones para enriquecer fabulosamente a la banca Bemberg, que concentró en su torno una serie de bancos internacionales con el objeto de explotar el negocio; el de la renovación de la concesión de la CADE, cuando todas las instalaciones y redes de distribución estaban a punto de ser entregadas al Estado, sin cargo, como había quedado establecido en una ley de concesión que tocaba a su término. La renovación se hizo hasta más allá del siglo, y autorizaba a un monopolio internacional –la SOFINA- para lograr del vecindario de la capital argentina en ese lapso utilidades de más de 8.000 millones de pesos». (21)
Debe tenerse en cuenta que, todo esto habrá que agregarlo a una situación previa de dependencia semi-colonial, por cuanto la extranjería, con Inglaterra a la cabeza, ya controlaba: los ferrocarriles, los puertos, la renta de los fletes marítimos, el comercio exterior agroganadero de exportación, las comunicaciones, la electricidad y la importación de un insumo básico para la época, el carbón que lo proveía precisamente Inglaterra. Además, esta última, era el principal acreedor financiero de la Argentina, con lo cual se cerraba el círculo, es decir control interno y acreedor externo.
Dirá Perón «de los argentinos había muy poquito» (22) y así era realmente. El saqueo y la extranjerización habían consolidado la colonia.

     Entre todas estas plagas, la situación del Pueblo no era mejor. La pobreza, traducida en hambre, desnutrición (enormes masas de jóvenes eran rechazados para cumplir el servicio militar obligatorio, por ser físicamente ineptos) y las enfermedades sociales endémicas, hacían estragos. Es la época de las ollas populares. Miles de argentinos desocupados se alimentan en la calle diariamente de esa forma. A la desocupación, debe agregársele el despido masivo de empleados públicos yrigoyenistas, que pagan de ese modo su pecado político. La expectativa de vida es bajísima: apenas llega a 40 años en Buenos Aires y es mucho peor en el interior pobre.
La ignorancia y analfabetismo también son parte de la infamia: el censo de alfabetismo acusa 800.000 analfabetos. Pero la Argentina es opulenta, solo que las riquezas se reparten entre muy pocos, poquísimos. Y para colmo del cinismo y la hipocresía, se sostiene, aún hoy, que eran épocas de prosperidad, medida esta, por el extraño resultado matemático, que resulta de promediar el ingreso de un oligarca con el de un pobre laburante que apenas gana para mal alimentarse (desocupación aparte).
Los negociados están a la orden del día y brotan como el agua. Algunos son gigantescos, como la sesión de tierras en El Palomar, que compromete a notorios apellidos de la oligarquía, o  como los negociados del comercio de carnes denunciados por Lisandro de la Torre, quién finalmente termina suicidándose.

     En lo político el yrigoyenismo, como expresión de movimiento nacional, acaba de ser derrotado, su jefe encarcelado en Martín García y nuevamente en Buenos Aires, morirá el 3 de julio de 1933. 
La actitud inicial del radicalismo, posterior a la proscripción de sus candidatos, será la abstención. La misma que en los tiempos revolucionarios de Yrigoyen. Pero la sostendrá solo hasta 1935. Desde ahí el radicalismo se reagrupará entorno a Alvear e Yrigoyen será sostenido solamente en los cuadros y los retratos. Algo así como hoy en día vestir y usar «la camiseta». La política llevará al partido radical a aceptar la situación de su derrota, su incapacidad orgánica para torcer una situación de hecho donde el poder real prevalece y terminará apostando toda su política, a la obtención de algún cargo electivo que el fraude oligárquico le permita alcanzar. Será un partido más en el conjunto de partidocracia liberal y de ahí no volverá. Aún mas, sectores internos participarán, de los mismos negociados que tiñen de vergüenza a la década. Por ejemplo: para la renovación del escandaloso y leonino contrato con la C.A.D.E., será necesario sobornar a una buena cantidad de concejales radicales de la Capital Federal.
El movimiento nacional pierde su última herramienta y la inorganicidad popular, favorece la reinstauración del régimen y de la profundización del sistema de coloniaje.

      Pero también habrá una la excepción dentro del radicalismo. Aunque minoritarios, un grupo importante de jóvenes no claudicará y se transformará en«una leve llama  que alentará en Buenos Aires, aquello de que sólo donde hay tumbas puede haber resurrecciones. FORJA, Fuerza Orientadora Radical de la Joven Argentina, seguirá la prédica yrigoyenista, esencialmente nacional y popular, durante el tenebroso período de gobierno discrecional de la oligarquía y del imperio». (23) Nombres para recordar que fundaron e integraron FORJA: Luis Dellepiane, Raúl Scalabrini Ortiz, Arturo Jauretche, Homero Manzi, Oscar Meana, Francisco Capella, entre otros.

     Una nota más sobre la década infame, la constituye la profunda depresión espiritual en la que cayó el Pueblo Argentino. Era tan pesada la carga de miseria, desocupación, desprotección, conciencia de la impunidad con que se manejaban los poderosos, conciencia de las mil y una formas en que se vendía la Patria, que no tuvo otro efecto más que una ostensible pérdida de iniciativa social y política, acompañada de un profundo escepticismo. Muy parecido a un periodo de oscuridad transitoria (¿un eclipse tal vez?), con altísimo grado de anomia social y descreimiento.
     Extranjerización, miseria, extraordinario grado de corrupción, fraude electoral, anomia y decepción: cualquier parecido a los tiempos actuales no es ninguna casualidad.

    

Enrique Santos Discépolo le cantará a este periodo con un tango que será el estigma de aquel mundo, desgraciada y equivocadamente utilizado hasta hoy para cuanta justificación del pesimismo pueda ocurrir. El tango es «Cambalache», escrito en 1935 y refleja aquella época como pocas descripciones lo han hecho. Solo su primera estrofa dice:

    

El mundo fue y será una porquería 
ya lo se 
En el quinientos seis 
y en el dos mil también 

Que siempre ha habido chorros 
maquiavelos y estafaos 
contentos y amargaos 
valores y duble… 

Pero que el siglo veinte 
es un despliegue 
de malda insolente 
ya no hay quien lo niegue 

Vivimos revolcaos 
en un merengue 
y en un mismo lodo 
todos manoseaos 

     Esta es la visión pesimista y apocalíptica que Discépolo tenía en la década del 30 y que en realidad reflejaba un sentir popular. No va a ser su visión definitiva de la vida. Después de 1945, con la llegada del Peronismo, dará un importante giro en su pensamiento y será todo lo contrario de un pesimista. Es más, aborrecerá del inconformismo frente a las contundentes realizaciones de Perón y lo hará saber también de una manera contundente. (24)

 

¡ Usted ya voto !

     Lógicamente, todo lo que estamos viendo de la década infame, debía ser sostenido por algo. Ese algo será, en primer lugar la desaparición de cualquier fuerza popular como es el caso del radicalismo, dividido, fagocitado por la oligarquía y transformado en un partido, aunque nunca había tenido una forma orgánica que lo consolidara como movimiento. No llegó nunca a esa conciencia. En segundo lugar, la extrema dependencia creada con el Imperio, causa y efecto de la situación social y en tercer lugar la aplicación del sistema de fraude, también causa y efecto,  que, inaugurado 70 años antes y con la sola excepción del periodo que va del 1916 a 1928, reaparece, recrudecido, perfeccionado y más descarado que nunca para apuntalar la tenebrosa década. Será llamado por sus propios ejecutores como «fraude patriótico», porque explícitamente deberá justificarse el mantenimiento de aquel «orden colonial», «patriótico», para ellos claro. Caídas todas las caretas del democratismo, la oligarquía llama a las cosas por su nombre, igual que Sarmiento. Lo que es terror es terror, lo que es fraude es fraude.
Al gral. Justo habrá de sucederlo en 1938, Roberto M. Ortiz, abogado de los ferrocarriles ingleses y «proclamado» como el mejor candidato posible, en un agasajo de la Cámara de Comercio Británica.(sic) 
Su elección será mediante la aplicación a nivel nacional,  del fraude más escandaloso posible. Una innovación es inaugurada: el contenido de las urnas es cambiado en las oficinas del Correo Central. Hoy se practica en los centros de cómputos. ¡ Es exactamente lo mismo !
Un importante número de abstenciones se da lugar en estas elecciones, síntoma inequívoco de  que la conciencia colectiva sabe lo que va a ocurrir. Y efectivamente  así ocurrió: Ortiz-Castillo vencen a la oposición de Alvear-Mosca por 1.097.430 votos contra 814.852. Es virtualmente imposible que una fuerza conservadora y oligárquica, minoritaria por definición y procedencia, pueda obtener más votos que el radicalismo a pesar de su desgaste y destrucción.  Es que además de la abstención, ha ocurrido fraude. Todos lo saben. Es difícil probarlo, porque todas las herramientas legales están con el régimen y además  porque la oposición no tiene capacidad política, ni ganas tampoco, para hacerse valer.  Hoy ¿ como es esto ? Suena muy parecido ¿ verdad ? 
La expresión ¡usted ya votó! se corresponde a una de las prácticas mas impúdicas, obscenas y deshonestas, a las que llegó la corrupción en materia de fraude electoral y que fue utilizada durante todo este periodo: llegado el elector a la mesa de votación, se le firma la libreta sin entrar al cuarto oscuro y se le informa que ¡usted ya votó!
¿Como podía ser tolerado todo esto? Inorganicidad política y social, anomia, frustración y pesimismo, son la explicación. Hoy, ¿no se cumplen estas condiciones?

 

IV – FIN DE LA DECADA INFAME

Comienza una epifanía

     Hacia el fin del mandato presidencial de Castillo (sucedió a Ortiz por enfermedad de este), se avecina una nueva sucesión en el sistema del régimen oligárquico. El elegido es Robustiano Patrón Costas, salteño de la alta sociedad, productor de azúcar y de gran fortuna. Candidato ideal para el régimen. Puede ser presidente,  pero solamente con el mismo fraude que llevó a ese cargo a sus antecesores. Solo que esta vez, el proceso de la década infame, es interrumpido antes de un nuevo fraude electoral, por el pronunciamiento militar del 4 de junio de 1943 del que participa el coronel. J. D. Perón.
Se llega a esta situación, en primer lugar por el enorme desgate del sistema oligárquico de miseria y corrupción. Ya no daba para más, a pesar del bajón existente en el pueblo.
En segundo lugar, porque el mundo había cambiado. Argentina estaba cambiando y no se podía mantener indefinidamente el modelo del viejo régimen, actualizado con más fraude y más violencia
Un nuevo ciclo histórico acaba de comenzar. Una epifanía, la manifestación y el encuentro de un líder con el pueblo sumergido.  Primero con tres años, hasta 1946, vertiginosos, a puro renacer del Pueblo Argentino. De conquistas sociales que serán indelebles en la memoria colectiva. Perón, en la Secretaría de Trabajo y Previsión constituirá una especie de «asamblea permanente» (25) desde donde «legislará» todas las normas necesarias en defensa de los derechos laborales y sobre todo, laudará, invariablemente en todos los casos de conflictos laborales, a favor de los trabajadores. El resultado será el único posible: el pueblo trabajador reconocerá en Perón a su líder.
Pero algo más y definitivo tenía que suceder: oligarquía, burguesía y fuerzas antinacionales, fuerzan el desplazamiento del cnel. Perón de todos sus cargos.(además de secretario de trabajo y previsión, también era ministro de guerra y vicepresidente de la nación). Era demasiado peligroso, aunque también era ya demasiado tarde para ellos. Encarcelado J. D. Perón en Martín García, sucederá el estallido popular del 17 de octubre, del cual no nos ocuparemos en detalle en este trabajo por no ser la finalidad. Solo diremos que es un acto de poder legítimo,ejercido por fuera de cualquier estructura partidaria o gremial, para imponer una voluntad, que es algo todavía superior a una simple opinión: la voluntad de obtener la libertad del cnel. Perón. Pero lo esencial es que, es un acto de poder sin el cual no tendrá sustento ni garantía, nada de lo que va suceder en la Argentina en años venideros,  y en particular, la elección que bien pronto se avecina. Primero un acto de poder, gigantesco como fue, y luego la legalidad a través del voto. Esa fue la secuencia.
Dejemos que el propio J. D. Perón nos hable sobre el pueblo protagonista de aquel 17 de octubre: «era el basamento social del país que afloraba. Era el país subyacente que la orgullosa gente de la clase dirigente no conocía. Era el pueblo argentino, fuente de toda soberanía, mando y poder legítimo, sin cuya aprobación nada es válido.» (26)
Continuando Perón: «Definitivamente, el pueblo había tomado conciencia de su propio valer. Entendió claramente que mientras se mantuviera unido, sería invencible. Ese día habían caducado todos los esqueletos políticos tradicionales, y en medio de ese clima comenzó la repechada electoral definitiva.» (27)(subrayados nuestros). Y también será, en la expresión de R. Scalabrini Ortiz que pasará a la historia por ser la exacta descripción de la realidad: «el subsuelo de la patria sublevado».
Un nuevo día acaba de comenzar en nuestra historia. Juan Domingo Perón será el conductor de este proceso y veremos como es elegido presidente de los argentinos, desenlace inevitable de lo que acaba de ocurrir.

 

Elecciones del 24 de febrero de 1946

     Comencemos por decir, que son juzgadas como una de las elecciones más limpias de la historia política argentina. Es que no podían ser de otro modo. El pronunciamiento popular y revolucionario del 17 de octubre, condicionaba cualquier intento oligárquico o de cualquier otro origen,  para poder torcer el curso de la historia y la voluntad popular. Esa fue la clave. El fraude electoral aparecía como de realización imposible. No podían hacerlo. No lo hicieron. 
Conservadores, radicales, socialistas y comunistas pro-Moscú se aliaron en lo que llamaron la Unión Democrática, bendecidos por su puesto, por el embajador yanqui en nuestro país S. Braden. La fórmula fue Tamborín-Mosca.
A Perón lo rodeó toda la dirigencia que advertía el nacimiento de una nueva etapa en la vida del Movimiento Nacional: socialistas, radicales, algunos conservadores que renegaban del fraude y la inmensa mayoría de los cuadros sindicales a los que Perón les había ganado su conciencia. La fórmula fue Perón-Quijano (radical) y el mejor impulso que tuvo la campaña fue la consigna Braden o Perón, es decir el Imperio o la Nación, el pueblo o la oligarquía.
Entre tantos hechos que marcaron esta campaña electoral, como las leyendas y consignas a tiza y carbón, la absoluta escasez de recursos, los intentos de atentados contra la vida de Perón y el masivo despliegue y participación de los trabajadores en la campaña, hay un hecho muy significativo que vamos a resaltar, porque era obvio y  notorio que los trabajadores del comercio, de la industria y del sector público tenían el suficiente grado de independencia de sus patrones, como que sus condiciones de vida y de trabajo así lo determinaban. No era lo mismo con los trabajadores rurales,  en cuyas situaciones se encontraban ligados muy estrechamente a sus patrones (en algunos casos verdaderos dueños de sus vidas), por vivir juntos, entre otros estados de sumisión.
Perón, desde la Secretaría de Trabajo había legislado el conocido Estatuto del Peón de Campo que rompía el estado de servidumbre y de semi-esclavitud y acercaba a los trabajadores rurales al goce de los mismos derechos que otros sectores. Pues bien, ¿Qué iba a pasar con esos hombres el día de la elección?  Juan D. Perón previó una situación difícil y actuó en consecuencia: apeló a la conciencia de la masa de trabajadores del campo y los convocó, mediante un mensaje radial previo al acto electoral, a actuar de este modo:

     «Me dirijo hoy a los trabajadores del campo. 
     En pocas horas estarán en condiciones de decidir sobre los destinos de la Patria. Este es un hecho trascendental. Tengan cuidado. No concurran a ninguna fiesta a que los inviten los patrones el día 23. Quédense en casa y el 24 bien temprano, tomen las medidas para llegar a la mesa en la que han de votar.
     Si el patrón de la estancia como han prometido algunos, cierra la tranquera con candado, rompan el candado o la tranquera o corten el alambrado y pasen  para cumplir con la Patria. 
    Si el patrón los lleva a votar, acepten y luego hagan su voluntad en el cuarto oscuro (28) (subrayado nuestro)

     El ámbito del cuarto oscuro permitía ejercer libremente y  plenamente la voluntad y la opinión de las personas, sin interferencias de patrones ni de punteros. Era el hombre solo frente a su decisión Atrás habían quedado décadas de fraude. El cuarto oscuro aparecía como inviolable. Así fue en aquella ocasión y en los años siguientes cuando el pueblo estuvo en el poder.
Despojado el pueblo del poder y del gobierno, aparecerán otros medios de fraudes que luego comentaremos, pero vayamos pensando que, alguien, en algún momento de nuestra historia, debe haberse tomado la molestia de elucubrar de que manera los argentinos no pudieran hacer su voluntad en la soledad del cuatro oscuro, sino que esta fuera torcida y burlada mediante la utilización de ese mismo cuarto oscuro por  mandantes, punteros, dirigentes, autoridades y cualquiera que pusiera dinero en manos de otras personas , para utilizarlo simulando un acto de legalidad, cuando en realidad lo que debía pasar era la burla de la voluntad mayoritaria . Algo debía pasar: así nació el voto cadena que luego analizaremos.      

Volviendo a la elección del 24 de febrero de 1946, el resultado fue, obviamente, el lógico y esperado: J. D.Perón ganó en casi todos los distritos del país y comenzaba de esa manera una etapa de luz y felicidad para el pueblo. Los cómputos fueron los siguientes: Perón-Quijano 1.527.231 contra los 1.207.155 de Tamborini-Mosca. De acuerdo al sistema de electores, J. D. Perón obtuvo 304 votos en el colegio electoral contra 72 de su rival. El eclipse (este al menos) había concluido.
   «En el orden político , afirmamos la nueva forma, barriendo del panorama de la República con todos males que agobiaron al país durante casi un siglo, empezando por suprimir lo que viciaba de nulidad a la democracia argentina: el fraude electoral, ese fraude que hacía visible a los ojos de cualquier observador cuan tremenda y terrible mentira era la democracia basada sobre un fraude que hacía que el que estuviera en el gobierno no fuera elegido por la voluntad de los argentinos sino por la voluntad de fuerzas extrañas, de un capitalismo extranjero», dirá Perón el 25 de julio de 1949 sobre la nueva era iniciada en la Argentina desde 1946.
En los siguientes nueve años con J. D. Perón en el gobierno y  en el poder, y sustentado en la mayoría del pueblo organizado, todas las elecciones fueron ejemplo de limpieza. No hubo denuncia alguna de fraude,  por ninguna fuerza política que haya participado en cualquier tipo de elección. El fraude no era posible y tampoco pertenecía a la naciente ética justicialista.
Es más, a iniciativa de Evita se legisló sobre el voto de la mujer en las elecciones. Reparación histórica que no podía demorarse más y que como hemos dicho, universalizaba verdaderamente el voto. Finalmente ese derecho fue otorgado en 1947 mediante la ley 13010. 
Empadronadas todas las mujeres argentinas y habiéndoseles otorgado un documento de identidad a cada una, la libreta cívica, equivalente a la libreta de enrolamiento masculina, la primera elección nacional en la que van a participar, será la presidencial del 11 de noviembre de 1951, donde su decisiva intervención dará nuevamente a la fórmula Perón-Quijano, nada menos que el 66 % de los votos. No se conoce denuncia alguna de fraude.
Del mismo modo, habrán de transcurrir los años que restan hasta la caída del peronismo. Desaparece el fraude electoral y el peronismo arrasa en todas las elecciones. El gobierno es democrático, legítimo y legal, sin cuestionamiento alguno en lo que hace al mecanismo electoral con el que obtiene las sucesivas victorias. Es doblemente peligroso para la oligarquía y el imperio: además de poder real, cuenta con actos electorales que no dejan la menor duda, ni por el número de argentinos que lo votan, ni por la limpieza con que se procede en los mismos.

 

V-1955-1973 DICTADURAS MILITARES Y GOBIERNOS SEUDO DEMOCRATICOS

      El 16 de septiembre de 1955 y a tres meses del baño de sangre en Plaza de Mayo, la Marina de Guerra vuelve a sublevarse con un mínimo apoyo en el Ejército. Esta vez cae el gobierno peronista, elegido por la mayoría de argentinos. La oligarquía vuelve al poder.
Dos factores, uno interno y otro externo provocan esta caída. Sobre el interno dejemos al propio J.D.Perón que lo explique: «Nuestros enemigos no nos han derrotado; sino que hemos caído por nuestras debilidades internas. O, con mayor rigor, de nuestras defecciones, de nuestro aburguesamiento. Un movimiento político cuyos dirigentes no estén dotados de una profunda moral, que no estén persuadidos de que ésta es una función de sacrificio y no una ganga, que no estén armados de probada abnegación, que no sean hombres humildes y trabajadores, ese movimiento está destinado a morir, a corto o largo plazo, tan pronto trascienda que los hombres que lo conducen y dirigen no tienen condiciones suficientes para hacerlo. 
     Muchas veces he dicho que los pescados y las instituciones se descomponen por la cabeza. Por otra parte, en el área popular, los altos estándar de vida, la plena ocupación, el acceso fácil y remunerativo a los puestos de trabajo, una justicia distributiva aplicada a rajatabla, creó un clima de enervamiento que era el menos indicado para resistir a la insidia, a la calumnia, al ataque frontal que se llevó contra las posiciones conquistadas. 
     En los equipos dirigentes, amén del desgaste propio del ejercicio del poder, defeccionó el espíritu de lucha, en tanto la corrupción burocrática, el descreimiento, la desidia, ganaban terreno hasta pudrir nuestros mejores elementos y volver aleatorias las intenciones mejor inspiradas». (29) 
La descripción del cuadro interno del peronismo es lo suficientemente clara como para que, al menos en este trabajo, no agregar más nada.
En lo externo, el peronismo, aún con la complejidad interna mencionada, era además de revolucionario en lo social y lo político, indigerible para el imperio. No podía seguir adelante el proyecto de la Comunidad Organizada, no podía haber justicia social y no podía continuar la política, ya iniciada para entonces, de unidad continental. Y además de todo y para colmo, ganaba limpiamente y por amplias mayorías las elecciones cada vez que estas eran convocadas.  Era demasiado y había que terminar con el. 
El instrumento para dar este paso fue, como no iba a serlo, la oligarquía, la misma de siempre. La que hizo el trabajo sucio de sus mandantes: Estados Unidos e Inglaterra.

A partir de este momento en la historia política argentina, se sucederán hasta 1973 todas y cada una de las contradicciones y auto negaciones de las que solo el liberalismo es capaz de cometer. Ya lo hemos apuntado al principio de este trabajo. Solo que desde ahora en adelante se van a combinar varias formas de negar al pueblo su libertad de expresión y su voluntad política en cuanto a elecciones se refiere, sin contar por supuesto, la represión. 
Algunas serán verdaderas innovaciones, otras serán viejas fórmulas, como por ejemplo anular elecciones y tantas otras conocidas de vieja data. Pero lo importante es comprender que, si bien no vamos a encontrar, por ejemplo, el famoso usted ya votó, tanto este método como prohibir la existencia legal de un partido, por ejemplo el peronismo, como otros hechos que vamos a mencionar, todos ellos configuran, además de actos ilegales e ilegítimos, formas de fraude electoral, por cuanto impiden y burlan la voluntad popular, que es lo que precisamente está en la base del acto fraudulento.
La clave para entender el fraude electoral en este período es que el peronismo y su conductor, el gral. Perón, durante los 18 años que median entre 1955 y 1973 van a seguir siendo los árbitros de la política argentina, porque no renuncian  a lucha política.  Nada se podrá hacer sin ellos y si se hace, las consecuencias no tardarán en sentirse. De un modo o de otro, más tarde o más temprano. Por lo cual, cuando a continuación nos ocupemos de cada uno de los actos electorales,  deberá tenerse presente que, luego del golpe militar de 1955 que lo despoja del gobierno, el peronismo sigue vivo, sigue en la acción de mil modos diferentes y su conductor, a pesar de la distancia que le impone el exilio forzoso, sigue al frente de su misión, contrariamente a lo que supone la revolución libertadora y que  no abandonará hasta su muerte. Estamos entonces ante la presencia de un poder real, que no está en el gobierno, está  desorganizado y reprimido con la mayor brutalidad posible, está en  plena resistencia, pero es un poder y  su acción define la política nacional.

Se suceden de esta forma los actos ilegales e ilegítimos de los gobiernos dictatoriales y de los seudo democráticos:

   El decreto ley 3855/55 de la revolución libertadora, exactamente un bando  militar, disuelve a los Partidos Peronistas Masculino y Femenino,  
complementado el 5 de marzo de 1955, con el decreto ley 4161/56 por el que se  prohíbe nombrar a Perón y Evita y cantidad de símbolos peronistas,
bajo la pena de 30 días a 6 años de prisión. Un verdadero disparate, inspirado en la idea de que la prohibición los  arrancaría del corazón y de la 
conciencia del pueblo. 

  1. El 27 de abril de 1956, la revolución libertadora, mediante otro bando militar anula la constitución nacional de 1949 y restablece la de 1853, con todas sus reformas posteriores, menos, por supuesto, la de 1949, violando el elemental principio jurídico que establece que, para reformar una constitución debe convocarse a elecciones de convencionales constituyentes para ese efecto. El mundo político demoliberal «civilizado» guarda absoluto silencio, sacándose de encima de ese modo, la constitución social más avanzada de la época. El pueblo, burlado.
  2. El 12 de abril de 1957 mediante otro decreto ley-bando militar, con el número 3838/57 se convoca a elecciones de convencionales constituyentes para reformar la constitución de 1853, con el peronismo proscrito, claro está. Otro disparate del cual nadie (la partidocracia cómplice) dice nada. El pueblo peronista no puede votar por sus candidatos y gana la elección con mayoría de votos en blanco, pero al liberalismo no le importa. La finalidad era que no hubieran candidatos peronistas. El pueblo, burlado una vez más.
  3. En 1958 y de cara a las elecciones presidenciales, Perón, exiliado y con el Partido Peronista prohibido, pacta con Arturo Frondizi, que había formado la UCRI (Unión Cívica Radical Intransigente) al romper con el radicalismo «tradicional», su apoyo a este para su candidatura a presidente. A cambio, el pacto prevé el levantamiento de todas las proscripciones políticas y gremiales y el restablecimiento de todas las conquistas sociales. No había muchas opciones. Frondizi gana con el 45 % de los votos, en su inmensa mayoría de origen peronista. No obstante un importante sector peronista desconoce el pacto y vota en blanco, sumando más de 800.000 sufragios. La democracia está de fiesta: la mayoría del pueblo no ha podido votar por sus candidatos naturales. Es pueblo, burlado una vez más.

–   En 1962 y con el peronismo todavía proscripto, hay elecciones para gobernador en 14 distritos electorales. Como el peronismo no podía presentarse con su verdadero nombre, adopta siglas diferentes según la provincia. En Buenos Aires, distrito absolutamente clave, se llamará Unión Popular y con ese nombre y llevando la fórmula Framini-Anglada, arrasa en la elección ganando la gobernación, lo mismo que en otros 10 distritos de los 14 que estaban en juego.
Frondizi, que ya hacia rato había traicionado el pacto con Perón, anula la elección al día siguiente, vaya uno a saber bajo que potestad o prerrogativa o derecho o como sea que se le llame. Lo cierto es que no podía soportar la presión militar antiperonista y aceptó sus condiciones, lo que no impidió que fuera derrocado el 29 de ese mismo mes. La seudo democracia mostraba la verdadera naturaleza y rostro del poder: simplemente no lo tenía. El pueblo, burlado una vez más.

     En 1963, después del interinato de José M. Guido, un personaje minúsculo,Títere del  militarismo antiperonista y después de dos enfrentamientos bélicos entre dos fracciones militares, «azules» y «colorados», que dirimen precisamente que debe hacerse con el peronismo, se llega a las elecciones presidenciales donde nuevamente el peronismo será proscripto, lo que viene a ser el resultado más claro de esos enfrentamientos
El Frente Nacional y Popular (peronista) con la fórmula Solano Lima-Silvestre Begnis, será prohibido y no podrá presentarse en la elección.
El 7 de julio de 1963 ganarán Arturo Illia-Carlos Perette (U.C.R.P.) con el 25,15 % de los votos. Este será el presidente que pasará a la historia como el paradigma del dirigente democrático. Algo así, como otorgarle ese título a cualquiera de los presidentes conservadores que lo fueron con fraude y proscripción, paradójicamente del radicalismo. El pueblo, burlado una vez más.
–   En 1965, el 14 de marzo, hay elecciones legislativas. Habitualmente se dice que el democrático presidente Illia, restableció los derechos del peronismo. Sin embargo, para estas elecciones debe concurrir con un nombre que no le es propio, tal cual es Unión Popular, precisamente porque se mantiene la prohibición del Partido Peronista o Justicialista. De cualquier modo el peronismo gana las elecciones, lo cual se constituye en un hito importantísimo en su larga lucha por retornar al poder y en una gravísima situación política (otra más) para el gobierno radical, porque sencillamente no puede, ni sabe, que hacer con el peronismo frente al malestar militar que lo acosa precisamente por eso.

–   En abril de 1966, en Mendoza, se vota para gobernador. El peronismo concurre dividido. El sector que respeta la conducción de Perón, con Corvalán Nanclares como candidato, derrota al sector neoperonista, de Serú García  y que expresa la  variante que desconoce la conducción de Perón, impulsada por Augusto T. Vandor y desde atrás por el radicalismo. Es el toque final para el gobierno de Illia. Dos meses después, será derrocado por un movimiento militar encabezado por el gral. Juan C. Onganía y se «iniciará» la recta final de siete años hacia el retorno del peronismo al poder.

Como queda dicho, entre 1966 y 1973 el proceso militar llamado «revolución argentina», muestra tres presidentes, todos con el grado de general: Onganía, Levingston y Lanusse. No habrá elecciones durante el onganiato,  especie de sueño con el poder por muchos años y apoyado inicialmente por el gremialismo vandorista, hasta su desgaste después del Cordobazo y de la muerte de Pedro E. Aramburu. Reemplazado por Levingston, este durará pocos meses, hasta que el verdadero poder ejercido por el comandante en jefe del ejército, Alejandro A. Lanusse, se haga cargo del  ejecutivo. 
¿ Que había sucedido desde 1955, año de la caída del peronismo, hasta acá ? Lo que sucedió es que se intentaron todas las variantes posibles para doblegar y derrotar al peronismo. Desde  disparates como el decreto 4161 y la represión absoluta de la revolución libertadora, creyendo que se podía exterminar a los peronistas y a su jefe; el claro mensaje de elecciones donde gana el voto en blanco; la traición del frondizismo al pacto que se había firmado no levantando la prohibición al Partido Peronista y la anulación de elecciones ganadas por este bajo otro nombre; la confrontación violenta entre sectores militares por no saber que hacer con el peronismo; el mantenimiento de la prohibición para votar en 1963, aún bajo otra sigla; la asunción por esa misma elección de un presidente elegido con la mayoría del pueblo proscripto; el fracaso electoral del neoperonismo; el fortalecimiento y crecimiento de los cuadros políticos y sindicales a pesar de la continua represión y prohibición con el resultado de que cada vez hay más peronistas; el fracaso estrepitoso de otro proceso militar en el gobierno, el onganiato, y el dato clave y esencial, de que ninguna decisión de envergadura podía tomarse en la Argentina ignorando la acción política de Perón en el exilio.
Un dato más. De aquel país dividido entre peronistas y antiperonistas de 1955, se comienza a avizorar que el proyecto de Perón, concita cada vez más la buena voluntad de los no peronistas. La inmensa mayoría de los argentinos, por encima de sus diferencias políticas, comienza a sentir que es un acto de justicia que Perón pueda regresar a la patria y que esta lo necesita. Perón dice: «para un argentino no debe haber nada mejor que otro argentino», y eso no pasa desapercibido, en verdad cala, hasta lo más profundo, aunque no lo digan, de casi todo el pueblo argentino. Este dato también es clave, porque revela un camino definido hacia la construcción de una nación, entendiendo a esta como una comunidad de espíritu y necesidades compartidas.

 

Elecciones de 1973 – Retirada militar 

     Frente al cuadro de situación que finalmente mostraba este largo proceso, el partido militar, con Lanusse como comandante en jefe del ejército y como presidente de la república, comprende que todas las variantes han fracasado. Es tiempo de retirarse. Esta comprensión es alcanzada por Lanusse no casualmente. Es el personaje adecuado y necesario para tal maniobra. Es el más inteligente y atrás quedan dieciséis años de represión y prohibición. No resultaron. Hay que entregar el poder y para eso está este general que conducirá este proceso final, pero claro está, intentando una última maniobra. Se permitirá la concurrencia del peronismo a las elecciones, no con su nombre natural, Partido Peronista o Justicialista y tampoco se permitirá (mediante una ridícula cláusula restrictiva en relación a su presencia en la Argentina) que Perón pueda ser candidato.
Además, la estrategia prevé derrotar al justicialismo en las urnas. Esta es la verdadera clave de la maniobra. ¿De que modo? Inventando la segunda vuelta, inexistente en la constitución nacional (ballotage), aunque esto a la dictadura militar de turno no le importa un rábano, para el caso de que ninguna fuerza electoral alcanzase el 50% de los votos en primera vuelta, de tal modo que, en la segunda, la alianza de los rivales al justicialismo lo superase en número de votos. Pero ni  en eso pudieron tener éxito. El 11 de marzo de 1973 la fórmula Héctor J. Cámpora-Vicente Solano Lima del Frente Justicialista de Liberación alcanza en primera vuelta el 49.7 % de los votos, reconociendo la dictadura de Lanusse, la innecesariedad de una segunda vuelta. La trampa quedaba abortada.
El 25 de mayo de 1973, asumía Cámpora la presidencia de la república y cinco meses después (Lastiri mediante por renuncia de Cámpora) lo hacía el gral. Juan D. Perón por tercera vez, en elecciones absolutamente limpias y ejemplares, con su esposa, María E. Martínez (Isabel) de vicepresidente, con el 61,8% de los votos, siendo el único caso de un argentino tres veces presidente. Lo increíble para muchos, había sucedido y quedaban atrás, amargos dieciocho años de nuestra historia.

 

1976 – 1983  Nueva dictadura militar

     El 24 de marzo de 1976 cae el gobierno constitucional y democrático de María Estela Martínez de Perón, que había asumido la presidencia al fallecer su esposo el 1 de julio de 1974. Dará comienzo la dictadura militar, autollamada «proceso de reorganización nacional», más feroz, sangrienta y trágica que haya conocido la historia política, social y económica de la Argentina.
El resultado será un baño de sangre y terror, con el que se resuelve la guerra civil contra los grupos armados que ejercían la violencia desde antes del 24 de marzo y que no habían entendido el mensaje de Perón para reconstruir en paz la nación, que lo habían enfrentado y que habían sido derrotados políticamente por él en Plaza de Mayo, el 1 de mayo de 1974. Pero la guerra no fue solo entre las fuerzas armadas y los grupos guerrilleros, también fue contra una generación de cuadros sindicales y militantes políticos vinculados o no, con los grupos armados, adherentes o no, a la violencia. Había que exterminar, otra vez el  método de la «libertadora», toda actividad política, social y sindical. Una verdadera ola de espanto dejará las consecuencias que hoy todavía, no hemos resuelto.
En lo social, la comunidad argentina sufrirá la profundización de sus contradicciones y de su disgregación. Perón en su último discurso al pueblo argentino del 12-6-74 lo había señalado crudamente: «Yo vine para ayudar a reconstruir al hombre argentino, destruido por largos años de sometimiento político, económico y social«(subrayado nuestro). 
Lo  que sucederá en el proceso militar, será una exacerbación del individualismo y del egoísmo asociado a la especulación económica. Una  exaltación casi pagana del éxito económico, bajo cualquier forma y sobre todo, una enfermiza y patológica ansia por poseer bienes materiales, junto a la creciente desocupación y miseria de los más humildes y de los que pasaban a serlo, conformaban el cuadro social de la dictadura que había venido a poner las cosas «en orden». Como siempre, el orden de ellos, aunque sería un error decir que los sectores oligárquicos favorecidos por el golpe estuvieron al servicio de los militares. Fue exactamente al revés. Como bien afirmó Isabel Perón, «el golpe fue contra las chimeneas de Perón». Lo que estaba en juego, además de la lucha militar contra la guerrilla (ya derrotada políticamente como hemos dicho), era la destrucción de la argentina industrial, lo que fue conseguido con creces y en verdad, no quedó ladrillo sobre ladrillo de la industria nacional. Se abrió la importación de absolutamente todo, especialmente de lo que, procedente de países factorías con bajísimos costos laborales, hacía imposible competir en el mercado interno con ese aluvión de productos ingresados a precios irrisorios. Resultado, quiebra de la industria nacional. Era el objetivo.
El modelo fue entonces, la especulación financiera como actividad principal y el endeudamiento de la nación a límites de quiebra, humillación y dependencia para varias generaciones venideras.
El endeudamiento fue monitoreado por el FMI, (30) cómplice de la destrucción y alcanzó al estado propiamente dicho, a empresas como por ejemplo Y.P.F. y a empresas privadas, solo que estas por su relación política con el poder, transformaron sus deudas privadas en deuda pública. Una monstruosa combinación de corrupción y traición a la patria que dejará a la Argentina saqueada y endeudada, al inconcebible límite de u$s 47.000.000.- casi ocho veces más la deuda pública que teníamos en 1976. (31)
El saldo de tanta catástrofe, fue la postración social del hombre y de la nación de los argentinos.
Pero, los pueblos siempre tienen reservas, espirituales y de  conciencia colectiva. El pueblo argentino comenzaba a levantar cabeza, y tanto por esta situación, como por el brutal desgaste político y económico de las fuerzas militares en el poder, estos debieron emprender, una vez más, la retirada, anunciando elecciones «libres», no sin antes dejar un país quebrado, endeudado, sin industria nacional y destruido el hombre argentino en vastas capas de la sociedad, no en todas, mucho más de lo que estaba cuando se inicio el «proceso».

 

VI – RETIRADA MILITAR Y RETORNO A LA DEMOCRACIA FORMAL

Elecciones de 1983 –   ¿Elecciones libres?

    Un saldo muy visible que dejó la dictadura militar, con intensión o sin ella, fue la de  instalar la panacea de la «democracia», formal y representativa, como la solución de todos los problemas del pueblo argentino. Pero sucede que este sistema viene quebrado y en desgaste permanente desde 1930, por lo menos, según hemos visto. ¿A que obedece este resucitamiento?
En primer lugar, a que el Movimiento Peronista está tan agotado en su orgánica que como tal no existe. Existen los peronistas, en el Partido Justicialista, en el sindicalismo y fuera de ambos espacios, pero no la orgánica que en algún momento de la historia fue superadora de la forma partido y que le permitió al peronismo gobernar con poder. En 1983 esto no se verifica en la realidad, a tal punto que ni siquiera existe una conducción del movimiento. Sí, hay autoridades del Partido Justicialista, que además tiene representación de las tres ramas (como si fuera el movimiento, pero que no lo es),  confusión que es aprovechada por propios y extraños.
Largos años de lucha y la ausencia de una conducción estratégica en reemplazo del gral. Perón, lo convierten en un partido, a favor de la prédica de sus propios enemigos en cuanto a que debía ser un partido organizado, juicioso, serio. En definitiva «democrático».
Lo era en verdad. Grande, enorme si uno repara en la cantidad de afiliados. Funciona con internas. Pero es un partido y no un movimiento. La democracia directa, con espacios para la participación en la toma de decisiones y en la ejecución de las acciones para una enorme mayoría del pueblo, iniciada en 1945, está ausente. Las decisiones las toman pocos. El ideal para el régimen liberal.
En segundo lugar, porque sencillamente con la democracia formal y representativa, no se toca ningún mecanismo, ni resorte del verdadero poder. Es casi un juego, reservado para una porción de los argentinos. Para algunos políticos según puede apreciarse, que solo miran a sus intereses y usufructúan parte de lo que el poder real les permite, mientras que este se reserva las grandes decisiones. En este cuadro la dictadura puede retirarse, medianamente  tranquila. Ni siquiera José Alfredo Martínez de Hoz, uno de los personajes más siniestros de toda la historia argentina, podrá ser enviado a donde debiera estar, la cárcel de por vida, porque en la causa por la deuda externa que se le siguió respecto de sus responsabilidades, se dictaminó, después de 18 años, que las mismas habían prescripto. (32) Habrá «barquinazos», convulsiones sociales severísimas, cambios de gobiernos traumáticos, etc., pero visto hoy  ¿cambió o se le quitó algo sustancioso al poder real?.
En esta situación se presenta una doble conciencia, contradictoria por supuesto. La democracia es la panacea, pero «yo en política no me meto». ¡Entonces la salida es solamente la representación!  Tal vez esto último, porque se ha doblegado o herido la voluntad de participación en la resolución de los problemas de las personas. Algo muy distinto, a solo opinar de tanto en tanto en una elección, mediante el recurso de introducir un papel en una urna. Hasta allí llega la participación que el liberalismo deja reservada a las mayorías.
¡Que los problemas los resuelvan los representantes, solamente!
Paralelamente y complementariamente a todo esto, una inquietante afirmación comienza a rodar en la sociedad argentina, seguramente fruto de la destrucción del hombre argentino a la que se refería el gral. Perón y por supuesto a las secuelas de los terribles años de la dictadura: ciertas cosas, como derrotar al poder real o construir una comunidad más vivible, son cosas que no se pueden hacer, no son posibles dice la contracultura. Dejemos entonces que otros no hagan, lo que tampoco podemos hacer nosotros. O que hagan solamente lo que se puede. Resultado: descreimiento en la política y desmovilización. (Que no es exactamente no ir a la Plaza de Mayo. Es otra cosa más seria.)

     Llegado el momento de las elecciones, sobre el final de la dictadura, solo dos grandes fuerzas estaban en condiciones de competir con éxito: el justicialismo y el radicalismo. Los demás acompañarían y/o volverían a abrir el arco de los partidos políticos, en una infinita e interminable lista de fracciones en las que, dividir la opinión de las personas se cristaliza el objetivo político del liberalismo. Recordemos: partido = parte. Cuanta más atomización haya, mejor. 
Por el justicialismo la fórmula es Italo Luder-Deolindo Bitel y por el radicalismo Raúl Alfonsin-Enrique Martinez. 
Una información de inteligencia, entre cuadros de lo que algunos años antes había sido la O.U.T.G. Organización Unica del Transvasamiento Generacional o Guardia de Hierro, preveía, cuatro meses antes de las elecciones del 30 de  octubre de 1983, que Raúl Alfonsín ganaría las elecciones por el margen exacto con el que ganó. La fuente era del ámbito militar, inobjetable en principio, por ser las fuerzas armadas las responsables de confeccionar los padrones.
El día de la elección pudo saberse, a la vista de todos, como, innumerable cantidad de personas, todas ellas afiliadas al Partido Justicialista no figuraban en los padrones, no pudiendo por lo tanto votar; del mismo modo otra importante cantidad de afiliados, todos ellos de condición económica muy humilde, fueron cambiados de su lugar natural de votación a otros de muy difícil acceso para esas personas. Muchos votos peronistas quedaron en el camino.
¿Por qué habría de proceder la dictadura de tal modo? La respuesta es más que obvia. Entre peronismo y radicalismo ¿por quien podrían optar? ….Optaron.
De todos modos y no debe negarse, algunos peronistas votaron a Alfosín, como resultado de una campaña del Partido Justicialista tardía (a menos de dos meses de la elección todavía no tenía candidato), imprecisa y mal comunicada.
En comparación, el radicalismo había diseñado con la asesoría de una agencia de publicidad, una campaña para instalar  con mucha agresividad comercial, un «producto» absolutamente nuevo en la política argentina. Esto es, una figura a la que había que envolverla con atributos comerciales diseñados en una mesa de trabajo publicitaria, donde lo que se concibe es como vender creando una necesidad, primer objetivo de esa disciplina.
A Alfonsín se le implantó una sonrisa; un saludo con las manos tomadas y hacia un costado con ambos brazos; estupideces como llamar a un médico desde el palco para atender a algún manifestante que  generalmente no existía, de modo tal de presentar a un candidato preocupadísimo por sus semejantes; denuncias falaces, como la de advertir que había un pacto sindical-militar, sobre el que jamás aportó dato alguno y tampoco sugestivamente se lo preguntó periodista alguno;  el recitado del preámbulo de la constitución de 1853 (por supuesto, porque daba por válida la anulación por bando militar de la de 1949), que enfervorizaba a los asistentes de los actos de campaña radicales, como si el recitado fuese la solución por si mismo, algo muy coherente con la definición de democracia formal y representativa que este radicalismo encarnaba a la perfección; la creación del «personaje máximo» de la democracia, el que simbolizaba y reunía en sí, todas las virtudes republicanas necesarias para dejar atrás la dictadura militar y reingresar a la vida democrática, para la cual el producto debía estar rodeado de y mencionar unas quinientas veces por día, la palabra democracia, afirmar que con la democracia se come, se sana y se educa, con lo cual ya era democrático, sin importar que en los hechos la sola enunciación de la palabra no garantizara nada, tal cual como sucedió en su desastroso gobierno; tampoco importaba que su íntima amistad con el gral. Albano Hardindeguy, ministro del interior del gobierno militar, lo había introducido en la Casa Rosada para los almuerzos que semanalmente compartía con su amigo, todo esto en los peores y más crueles años de la dictadura; el anuncio jamás cumplido de investigar la deuda externa, tema por demás sensible en aquel año de elecciones y tantas frases de campaña política, mucho más de laboratorio publicitario, como las que hubo que escucharle.
Tal vez, la más efectiva de todas las «virtudes» que le inventaron, fue la de representar el «mayor exponente de la democracia», precisamente en el final de la dictadura. Esta notable creación publicitaria, hacía centro en una necesidad ya instalada, pero que la potenciaba en sumo grado y a la que se le ofrecía una «solución», cual era la de salir de la dictadura, aborrecerla y presentarle un paradigma de dirigente democrático, un antimilitarista a ultranza, un tal Raúl Alfonsín. El producto fue comprado, literalmente, por una importantísima cantidad de personas, particularmente de la clase media, muy propensa a consumir este tipo de personajes providenciales. Por eso y por todo lo anterior, ganó las elecciones del 30 de octubre de 1983 por 7.724.559 votos (51,75 %) del radicalismo contra 5.995.402 (40,16%) del justicialismo. Seis años después, Argentina estaba en llamas. Lo que había ocurrido en 1983, se llamaba de una sola manera: fraude a la voluntad popular. Por donde se lo mire.

 

Elecciones de 1989 – ¡Síganme, no los voy a defraudar!

    Surgido de las propias entrañas del peronismo, Carlos Menem, gobernador de La Rioja, es candidato por el justicialismo en elecciones para presidente el 14 de mayo de 1989. El país por entonces estaba literalmente en llamas. La hiperinflación desatada por la ineptitud radical, convierte a la Argentina en un volcán donde no falta absolutamente nada: desde el desborde social con saqueos y  violencia extrema;  la desaparición hora a hora del poder adquisitivo de los sueldos, de la moneda y de las reservas del Banco Central; la comunidad disociada y al borde de la libanización (por expresas palabras del presidente Alfonsín durante un acto en Parque Norte, ciudad de Buenos Aires), el crecimiento  y estatización de la deuda externa privada que restaba (la misma que iba a investigar y que jamás lo hizo) y una cantidad enorme de hechos y síntomas de descontrol absoluto por parte del gobierno en la conducción de la república (no le pidiéramos de la nación, porque ni siquiera conocían la diferencia), llevan a Alfonsín, después de ser derrotada la U.C.R. en las elecciones, a pedirle al pueblo argentino que «entienda» que es impotente frente a la situación y que no puede gobernar más. Como consecuencia de esto, el traspaso del mando fue adelantado para el 8 de julio.   
Para la campaña electoral, Carlos Menen, repitiendo los principios publicitarios de su antecesor, había inventado tres consignas que serán decisivas a la hora de votar: revolución productiva, salariazo  ¿Quién podía oponerse a semejante propuesta? 
En los precisos momentos en que el país se hundía casi irremediablemente, aparecía el riojano Menem para prometer trabajo y salario. Inobjetable. Era lo que hacía falta.
Además, su sonriente figura aparecía en toda las fotografías de la campaña con un mensaje que decía ¡Síganme, no los voy a defraudar! Era la tercera mentira. Se establecía entonces una corriente de confianza y esperanza, que aparecía casi, como un círculo virtuoso. Se aseguraba de ese modo  la victoria en la elección y así ocurrió.
Los resultados numéricos fueron: para el justicialismo con Carlos Menen-Eduardo Duhalde 7.953.301 votos (47,49 %) y para el radicalismo con  Eduardo Angeloz-  Juan M. Casella 5.433.369 (32,45%).
Pero lo increíble estaba por suceder. En poquísimo tiempo, el gobierno tomó un rumbo exactamente contrario al prometido. Se dirigió rápidamente hacia el más crudo y abyecto liberalismo económico. Liberalizó lo que quedaba de la economía, privatizando todos los sectores claves y estratégicos del patrimonio y la producción nacional, lo que irremediablemente pasaron a manos extranjeras por sumas ridículas y pagadas con títulos patrimoniales argentinos revaluados solamente con ese propósito, varias veces su valor real de mercado financiero; se alía con sectores empresariales ultraliberales que son los que diseñan la política económica, traicionando sus propias fuentes doctrinarias, bajo el pretexto de «actualización doctrinaria», lo cual resultó ser lisa y llanamente una claudicación de principios, de tal gravedad, que motivó las felicitaciones de un gorila liberal, ultramontano y fin de raza, como Alvaro Alsogaray ; duplicó la deuda externa sin investigar absolutamente nada, a pesar de que él mismo, es testigo de cargo en la demanda iniciada por el patriota Alejandro Olmos en 1982; triplicó la desocupación en pocos años, lo que constituye uno de los delitos sociales más graves de toda la historia política, económica y social de nuestro país, lo que puede medirse de varias formas, entre ellas  por las muertes evitables en niños menores de un año y de los adultos por vejez prematura, todas ellas debidas a la miseria desatada por el gobierno; la destrucción y el abandono de la legislación laboral que había sido ejemplo en el mundo entero; de  la distribución del ingreso que como consecuencia de todo lo anterior, muestra claramente que cada vez hay más pobres, que estos son cada vez más pobres, que los ricos, siendo minoría absoluta, cada vez mas se benefician con mayor porcentaje en la distribución del ingreso  y que la distancia entre pobres y ricos crece escandalosamente;  pasa a la historia por el descomedido y gigantesco nivel de corrupción, desconocido hasta entonces, lo que hace acreedor a su gobierno del título «segunda década infame»; adhiere sin restricciones a la política de U.S.A.,  bajo el pretexto, convertido en consigna, de que hay que estar con el primer mundo y que la globalización (verdadera trampa para la dependencia) nos obliga a estas relaciones, lo que ocasiona a la Argentina un grado tal de dependencia y servilismo, que es estigmatizado oficial y  popularmente como «relaciones carnales»; crecimiento explosivo de la inseguridad y del delito, al igual que el narcotráfico y el consumo de drogas ya iniciado con esas características en el anterior gobierno «democrático». Todas estas calamidades, entre muchas otras, fueron hechas en nombre del justicialismo, bajo el pretexto cínico y falaz de actualización doctrinaria y con el silencio cómplice de la mayoría de la dirigencia del Partido Justicialista que mira para otro lado y ya veremos porqué.
     ¡Síganme, no los voy a defraudar! ¡Revolución productiva y salariazo! Tan grande y alevosa fue la traición a sus promesas electorales, que poco tiempo después de iniciado su gobierno, con toda tranquilidad y en una nueva e histórica confesión de parte, admitió que si decía lo que iba a hacer, no lo votaba nadie. Y fueron muy pocos los que reclamaron por semejante fraude y esto habla claramente del estado de postración del pueblo argentino.

 

La conciencia colectiva                                    

     A pesar de lo notorio y visible de la cuestión que referimos antes y que confirma el nivel de destrucción del hombre argentino y su comunidad, para nada y en absoluto definitivo como quisieran los  escépticos, los apocalípticos y los enemigos del ser nacional, a pesar de eso, la conciencia colectiva comienza o continua mejor dicho, forjando su pensamiento negativo respecto de la clase política que tiene por delante, lo cual en si mismo es un rechazo positivo, porque es quien le da la espalda, quien  parece vivir dentro de una campana de cristal aislada del resto de la nación.
El fraude electoral ya no se expresa solamente en el manejo espurio de los votos. Además de eso, el fraude está identificado con el incumplimiento vergonzoso de las promesas electorales. Una voz muy común para esa época, comienza a circular ostensiblemente y es la que dice: «es altamente improbable que lo que se promete sea cumplido». Sabiduría popular que le dicen. 
Los gobiernos de Alfonsín y Menem empujan a esa conclusión, que por un lado es absolutamente correcta y por el otro provoca una muy lamentable profundización del desinterés por la actividad política.

 

Elecciones 1995 – ¿Quién votó a Menem?

     En este año vence el periodo presidencial, por lo cual hay que llamar a elecciones con ese propósito.
Por el justicialismo, Carlos Menen puede volver a ser candidato porque así lo habilita la reforma constitucional de 1994, que ha legislado dos periodos consecutivos posibles para cualquier presidente. La asamblea constituyente, nada dirá sobre la anulación por bando militar de la Constitución de 1949. Silencio total.
La  fórmula por el justicialismo será entonces Carlos Menen-Carlos Ruckauf. El rival más fuerte a vencer es la alianza País-Frente Grande, Frepaso, con la fórmula  José O.Bórdon-Carlos Alvarez y muy lejos el resto de la infinidad de partidos que compiten.
Una extrañísima situación se presentaba a partir del desgaste y de la clara traición de Menem a las promesas del 89. Una importante cantidad de votantes, supuestamente, iban a dejar de votarlo, inclinándose por la fórmula del Frepaso a modo de castigo por todo lo incumplido y hartos ya de tanta corrupción, entrega y frivolidad mostrada desde el poder. 
Sin embargo hecha la elección, el escrutinio mostrará a Menem nuevamente triunfante con un porcentaje del 44,94 % de los votos (casi igual al de 1989) contra el 28,37 % del Frepaso. Curiosamente, preguntada una infinidad de personas sobre a quien habían votado, resultaba ser que nadie había votado a Menem. 
¿Que es lo que había pasado? Dos situaciones se habían conjurado. Una: el voto a Menen era vergonzante, por lo tanto inconfesable. Por eso mucha gente no lo admitía y había llegado a esa situación porque en rigor, a pesar de lo visible de la realidad, muchos creían vivir en el mejor de los mundos, aferrándose a una estabilidad ficticia que tarde o temprano estallaría en las manos de todos los argentinos, tal como sucedió.
Dos: el manejo de los cómputos hecho por el gobierno, dejó bastante más que la sensación de que se había dispuesto de los números con total arbitrariedad e impunidad. Una espesa sombra cubría los datos, por ejemplo, de la abstención, que creció significativamente, no solo por el número aportado por el gobierno, sino por estimaciones privadas que no tuvieron en cuenta la verdadera cantidad de habitantes en la Argentina. Este dato es clave y decisivo y no puede intentarse ningún análisis serio, ni para medir elecciones, ni para ninguna otra cuestión, sin saber realmente cuanto somos.
Ningún partido recurrió seriamente el resultado y todo quedó como estaba. La «democracia» era esto. Muchos se preguntaban, desde hacía rato ya, sobre el verdadero significado de vivir en «democracia», entendida esta por la democracia formal que conocemos, con mucha corrupción y pobreza. Bien lejos del pueblo. Se estaba incubando el estallido del 2001, que muy en lo profundo va a cuestionar y objetar este sistema.
Un significativo silencio, ocultamiento y escamoteo del análisis de la abstención más el voto en blanco, se hace más que notorio en los medios de difusión. O no se menciona o se lo hace de manera tan marginal, que es lo mismo que no hacerlo. Inmediatamente desaparece de los diarios.  ¡ De eso no se habla !

    

Sobre el segundo mandato de Menem baste decir, que el grado de corrupción se elevó a límites inconcebibles y las demandas judiciales se amontonaban en los juzgados. La política económica y social siguió su curso. Más endeudamiento, más pobreza y más distancia entre ricos y pobres. Un broche de oro para la «segunda década infame», según el decir de muchos y  hecha en nombre del justicialismo, desde aquel fraude fatal: ¡Síganme, no los voy a defraudar! Dramático.

VII – DE 1999 A 2009

Elecciones de 1999 – De la Rúa, «el moralizador»

     La mesa estaba servida para el radicalismo y sus aliados. El menemismo había concitado tal fastidio y tanta bronca, que la agencia publicitaria al servicio de la campaña radical, no tuvo más que identificar a su candidato con el antimenemismo. La misma trampa que habían pergeñado con Alfonsín, convirtiéndolo en el gran demócrata antimilitarista. 
Le bastó a De la Rúa dar algunos mensajes tales como, que iba a terminar con la corrupción del menemismo, con su frivolidad y el anuncio con bombos y platillos de convertir al futuro funcionariado del nuevo gobierno en  austero, recto y transparente y algunas tonterías efectistas tales como que iba a vender el avión presidencial, seguramente para atrapar ingenuos e incautos, que lo votarían por cuestiones tan trascendentales para la vida de la nación como esa estupidez.
Nada adelantó sobre la política económica, ni social, ni internacional. Mejor que no lo dijera. Con eso hizo su campaña electoral. Pero lo principal era su imagen antimenemista, garantía de triunfo, ante el aborrecimiento generalizado del pueblo hacia Carlos Menen. Eso fue lo que se votó. 
La alianza UCR-FREPASO, con Fernando De la Rúa-Carlos Alvarez como candidatos obtiene el 48,37 % de los votos y derrota a la alianza justicialista que lleva como candidatos a Eduardo Duhalde-Ramón Ortega que obtiene el 33,98 % de los votos. Ningún comentario aparece en los medios sobre la abstención  en esta elección y mucho menos su relación con la población real de la Argentina. Se profundiza el cerrojo informativo sobre esta cuestión.
 No obstante, si la participación en la elección presidencial muestra un avance de la abstención, esta es muchísimo mayor en las elecciones legislativas y ni hablar en las internas de los partidos donde para entonces tiende virtualmente a desaparecer.
El señor De la Rúa, como no podía ser menos que su antecesor, se tomó muy poco tiempo para mostrar el verdadero rostro de lo que había venido a hacer: mayor endeudamiento, con planes como el blindaje y el megacanje, (hoy sometidos a juicio sus responsables), con ministros de economía como José L. Machinea y Domingo F. Cavallo, gerente y presidente respectivamente del Banco Central en el gobierno de la dictadura militar; ajustes una y otra vez a la economía según lo indicado por el F.M.I., provocando cada vez más recesión; rebaja de sueldos;  mayor empobrecimiento general, porque siempre para el liberalismo los humildes pueden estar siempre un poco peor, ya que están «acostumbrados» (palabras en boca de muchos cristianos); mayor corrupción, batiendo un record como es el de  haber coimeado nada menos que a una buena parte del senado de la nación para aprobar una ley llamada de flexibilización laboral, en realidad una ley de mayor esclavitud y, entre muchos otros desastres, el final de este  breve y nefasto gobierno: incautación en los bancos de los fondos de los ahorristas, después de haber dictado una ley de «intangibilidad», es decir que nadie, el estado incluido, podía disponer de esos fondos. Lo hicieron, previo avisarles a los grandes capitales y obviamente en complicidad con los bancos, por supuesto. Consecuencia: estallido de la economía y  el caos y el quiebre social fue total. Renuncia De la Rúa y huye de la Casa Rosada en helicóptero, dejando tras de sí decenas de muertos por la represión policial.
¿Como se llama a todo esto? Solo hay una palabra: fraude. Recordemos la etimología de la palabra fraude: engaño malicioso. Los señores Alfonsín, Menem y De la Rúa, sabían perfectamente lo que iban a hacer. No lo dijeron por conveniencias electorales. Engañaron y así nos fue a los argentinos. 
El descrédito de la actividad política llegaba a su punto máximo.

 

¡Que se vayan todos!

     Este pensamiento, fue coreado por millones de argentinos mientras transcurrían los días de la explosión social y económica argentina y dejaba en claro cual era el prestigio del sistema demo-liberal, llevado este a la más alta expresión de su decadencia, sumado a la extraordinaria corrupción, inoperancia e ineficiencia de los funcionarios y de una gran cantidad de legisladores, con excepciones claro está y muy dignas por cierto.
La idea de que se fueran todos, no dejaba de ser una ingenuidad mayúscula, porque si se iban todos ¿»como seguía la vida institucional»? ¿Quienes eran los reemplazantes y   bajo que sistema político podrían operar? Era imposible como intención «operativa». Pero revelaba con inusitada fuerza la opinión del pueblo sobre «esta» democracia. Quedaba perfectamente claro que, ineficiencia e inoperancia  aparte, el sistema permitía que políticos elegidos de las maneras que hemos visto, o sea un «pequeño grupo de individuos, los representantes, toman decisiones y administran el poder de una gran cantidad de individuos, pero de tal modo que los representantes se convierten en individuos independientes de sus representados, y más aún, en sus propietarios.» (33) y era exactamente lo que estaba pasando.
El pueblo percibía esto nítidamente y se preguntaba ¿y además para qué? Seguramente para beneficio propio, era la respuesta. Los hechos hablaban por si mismos. El sistema, además, y parafraseando a El Gadhafi,  había terminado por «aislar al pueblo de gestionar la política de sus asuntos y  la soberanía popular era usurpada y monopolizada la política y la soberanía» (34) también en su provecho y de los aparatos que los habían colocado en esos cargos.
El pueblo muy lejos de todo esto, sufría en carne propia todo este desbarajuste de las «instituciones democráticas», como suele llamárselas y  que lo habían puesto en el quinto de los infiernos.
Una, entre otras, de la claves del problema estaba y está, en la distancia entre «representantes y representados». Distancia abismal. Sin control alguno, ni posibilidad de ejercerlo. El reclamo de que «se vayan todos» era en realidad, una impugnación al sistema tal como se lo conoce y un reclamo por una democracia más directa, sin fraudes, con participación popular en las decisiones y sin corrupción. Una importante pero efímera  respuesta tuvo lugar al intentar organizarse asambleas populares. Las mismas tienen un raíz  muy profunda, y son parte de la  herencia de cultural de España, que es donde nacieron las asambleas y concejos para tomar decisiones, y es una forma de participación democrática directa que estuvo presente durante algunos meses después de la crisis de diciembre de 2001, que es la que termina con el gobierno de De la Rúa. Poco iban a durar esas asambleas. La izquierda, especialmente la trotskista, las tomó como objetivo político para controlarlas con la idea de hacerlas algo así como parte de las «vanguardias  revolucionarias esclarecidas»  y, fieles a su enfermiza costumbre de romper todo lo que tocan, terminaron por agotarlas y la gente se apartó de ellas. Pero quedó claramente visto que el espíritu de participación colectiva en la toma de decisiones, está vivo. El sistema representativo demo-liberal burgués en la Argentina, nunca terminó de hacer pié definitivamente por esta razón. Siempre está de por medio la herencia hispánica. El 17 de octubre de 1945 como ya lo hemos afirmado, es una muestra. 
O democracia real o democracia formal. Esto es lo que estaba en juego en el 2001 y 2002, pero la crisis de este sistema de decisiones hay que buscarla muchas décadas atrás. Tal vez desde 1930 con la caída de Yrigoyen.

 

¡ Se quedaron todos !

     Como no podía ser de otro modo y como ya apuntamos, el pedido de que se fueran todos no derivó en nada que cambiara el sistema. Todos se quedaron. Reemplazar un sistema político no es, ni provocar un golpe de estado, ni hacer un acto de magia del que por sí solo todo quede transformado. Cambiar el sistema representativo demo-liberal burgués, exige mucho más que eso, sobre todo actuar como quien edifica una nueva casa: ladrillo sobre ladrillo, con la comunidad organizada como objetivo.  
Por lo pronto recordemos que  en el año 2002, con Eduardo Duhalde presidente  de la Nación elegido por la asamblea legislativa, se vota la ley que se llamó de internas abiertas. La intención era, ante el hondo desprestigio de la actividad política de los partidos y ante la gravísima crisis institucional del país, paliar, es decir atenuar, no resolver, ese desgaste y la propia crisis, llamando a votar dentro de los partidos a cualquiera que quisiera hacerlo, no importando si fuera o no afiliado. La ley se aprobó. Los partidos hicieron sus internas en el 2005 (en el 2003 el presidente Duhalde la había suspendido) y el resultado fue catastrófico, porque no hubo ningún interés de los «ciudadanos» en participar. ¿Porque habrían de tenerlo, si prevalecía la conciencia de que las decisiones finales y el reparto de los cargos se tomaban en las cúpulas y que en realidad todo era un «simulacro» de democracia? En realidad, con o sin internas abiertas, esto era un hecho cierto desde hacia muchísimo tiempo. 
Ante el estrepitoso fracaso  de la ley, la misma  fue derogada en el año 2006 porque«no fue un instrumento útil para renovar la dirigencia». Resultado: cuatro años después del más serio cuestionamiento popular de los últimos tiempos o décadas al sistema, todo siguió igual y ya para ese entonces  ¡se habían quedado todos!

 

Elecciones del 2003

     El resultado de la elección es bien conocido: la fórmula Nestor Kirchner-Daniel Scioli, una de las tres en que se dividió el partido justicialista, obtiene el 22,24% de los votos, (casi idéntica cifra a la abstención, 22 %, que vuelve a subir, e inferior si a la abstención se suman votos en blanco y anulados) quedando por debajo del 24,45 % de votos de la fórmula Carlos Menem-Romero. Como el sistema es de doble vuelta, ese porcentaje a Menen no le alcanza para proclamarse y ante su segura derrota en la siguiente vuelta por efecto de la alianza de los demás sectores en su contra, renuncia. Néstor Kirchner es proclamado presidente de acuerdo a la normativa de la ley electoral vigente. 
¿Cual fue una de las consignas ejes y centrales del kirchnerismo, usada como latiguillo en la campaña del 2003? El cambio radical de los modos, reglas y métodos para hacer política. Se atacaba esencialmente al sistema del clientelismo político y se proclamaba transparencia y honestidad en la función pública.    
A propósito del tema que nos ocupa, el fraude electoral, sería interesante  preguntarle al pueblo argentino si considera ese objetivo cumplido, es decir si se ha terminado con el clientelismo y con el fraude,  porque de lo que se habla es exactamente de lo contrario. No solamente no ha desaparecido el clientelismo político, sino que se ha reforzado hasta límites inconcebibles. 
No podía ser de otro modo, porque el poder político del kirchnerismo está, en buena medida, asentado sobre el viejo sistema de clientelismo desarrollado en el partido justicialista, especialmente en el Gran Buenos Aires desde hace tantísimo tiempo. Este sistema es el modo de hacer política de cuanto intendente esté en ejercicio o haya pasado por el. ¿Porqué alterar un sistema tan bien aceitado? Además, cualquiera que se revele contra el gobierno central puede sufrir las consecuencias políticas y económicas de, por ejemplo, paralizarle una obra pública. En el resto del país no es diferente, es exactamente igual. La cadena gobierno central, gobernadores, intendentes, punteros, activistas funciona con el mismo sistema.
¿A quién le puede importar si la gente vota más o menos, si los resultados con ese sistema están garantizados? Por lo tanto, lo que cabe pensar y actuar es seguir impulsando la vieja política, la del beneficio personal y la que liga dirigentes, activistas y punteros a partir de una cuestión meramente comercial.: la obtención de un cargo o de un negocio. ¿Qué es eso de hacer política para servir? Nada de cumplir con un servicio, la política es un medio para enriquecerse. Cuanto más profesional, mejor. Esto es lo que piensa el demoliberalismo. Es lo que no cambió y sigue vigente. Otra vez fraude: se promete lo que se sabe que no se va a cumplir.
Es oportuno en este punto insertar los siguientes párrafos de Ezequiel Gallo sobre la forma de hacer política en la Argentina entre 1870 y 1916: 
«El fraude no era, desde luego, aplicado sistemáticamente, porque la apatía de la población lo tornaba innecesario. Se utilizaba cuando la oposición vencía esa indiferencia y amenazaba la estabilidad de los gobernantes. Las formas de fraude fueron diversas, desde las trampas inofensivas, pasando por la compra de votos, hasta el uso abierto de la violencia física. Para que fuera eficaz, sin embargo, quien lo realizaba debía contar con sólidos apoyos entre la clientela política y poseer una organización bien montada. (…)Esta organización política debía proveer hombres para llenar los distintos y numerosos cargos en la administración nacional, provincial y municipal, a la par que parlamentarios y hombres de prensa enfrentaban los embates opositores. Pero debía, además, lograr la adhesión de una parte de la población para enfrentar los actos electorales y, aún, las revueltas armadas. Debían existir, en consecuencia, lazos de lealtad bastante fuertes entre los dirigentes y sus seguidores. Quienes aseguraban esos vínculos no eran los dirigentes nacionales, sino los caudillos de los distritos rurales o barrios urbanos, piezas claves del mecanismo político por ser la verdadera correa de transmisión entre el régimen y su clientela. La lealtad de la clientela no era gratuita, sino que descansaba en un complejo sistema de prestaciones recíprocas. El caudillo proveía una serie de servicios que iban desde la solución de problemas comunitarios hasta la menos altruista protección de hechos delictivos. Entre esos extremos se hallaban los pequeños favores personales, entre los cuales la obtención de empleos jugaba un papel preponderante.»(Subrayados nuestros) (35).
Esta descripción que se corresponde con una situación política de hace más de un siglo, parece notablemente actualizada, como si hubiese sido escrita hoy para la situación de hoy. En realidad no se parece, es idéntica. La descripción del sistema de prestaciones recíprocas, es una fotografía de nuestros tiempos.
Entonces, pasada la dictadura militar y ya en democracia, pasados los gobiernos que pasaron y todas las declamaciones y promesas sobre las notables virtudes de «este» sistema  democrático y vistos los resultados objetivos de tanto desbarajuste,  fraude, corrupción y el alejamiento y  distancia que toma el horizonte directivo  respecto del pueblo, no es de extrañar el crecimiento de la abstención, del voto en blanco y de los votos nulos, que dejan ya de ser una muestra de desinterés, para convertirse claramente en actitudes militantes de repudio.
Pero además, el 23 de octubre de 2005 en las elecciones legislativas nacionales, la senadora por Santa Cruz Cristina Fernández de Kirchner, aparece mágicamente como candidata a senadora por la provincia de Buenos Aires. ¿Como es esto posible si su domicilio está en Río Gallegos y es ahí donde está empadronada? Resultado: no votó, porque obviamente esa razón se lo impedía. Si votaba en el sur no podía ser senadora en la provincia de Buenos Aires y acá no estaba empadronada, por lo que tampoco podía votar. La señora fue electa senadora por la provincia de Buenos Aires. Nadie dijo nada.

 

Elecciones de octubre de 2007

    Con este cuadro de situación que venimos describiendo, todo se confabula y se presta para lo que inevitablemente va a suceder. Del desarrollo de las formas de la actividad política ya nos hemos expresado. A esto hay que agregarle un desaliento generalizado en nuestra comunidad donde prevalecen pautas, sentimientos y conductas tales como: que «somos protagonistas de brazos caídos…Ahora somos un conglomerado melancólico, triste, como si ya no tuviéramos destino o no creyésemos más en él. Esto es el centro de nuestra parálisis colectiva. Es lo que nos enferma. La falta de fe y de pasión nacional.  En realidad es como si aceptáramos un tácito pacto de resignación. Una parálisis. En vez de voluntad, la noluntad nacional.» (36) (subrayado nuestro)    
Y con este panorama se desemboca, aunque ya está presente en elecciones anteriores, en la opción por el menos malo, lo que se conoce como táctica del mal menor o táctica malminorista, una verdadera tragedia entre nosotros, los argentinos.
De una carta enviada al obispado de Avellaneda-Lanús, extractamos estos significativos enunciados: «-La táctica del mal menor es pesimista e ineficaz. No consigue reducir el mal mayor…..porque las energías que debían gastarse en proponer bienes plenos se gastan en proponer males menores.
-Porque es una opción de retirada……porque predica la resignación; y no precisamente la resignación cristiana, sino la sumisión y la tolerancia al tirano, a la injusticia y al atropello.
Porque el mal menor convierte en cotidiana una situación excepcional. «(37)     (subrayado nuestro)
Y nos quedamos con este último párrafo, porque define perfectamente lo que está sucediendo. Muchos,  de entre los que votan, proceden de acuerdo con estas pautas y no comprenden el resultado de convertir lo excepcional en cotidiano. Por esta razón y llegado el momento de una elección, todo vale para gran parte del horizonte directivo de hoy y asistimos  entonces, entre resignaciones y abstenciones, a lo que ocurrió el 30 de octubre de 2007.

Un hecho, por demás sombrío y preocupante, se anticipa a esta elección y pareciera querer decir que es lo que está por suceder a nivel nacional. 
Sucede que en la provincia de Córdoba, el 2 de septiembre se vota para gobernador. El candidato Luís Juez, denuncia en la madrugada del día 3, que se le ha robado la elección en favor del candidato oficialista Juan Schiaretti. Según la denuncia de Juez, el procedimiento de fraude se comete en el lugar de recuento de votos, pasada la medianoche y en las primeras dos horas de la madrugada, lo que motivó una movilización al correo donde estaban las urnas para custodiarlas. Pero ya era tarde, según se afirmó luego, porque ya se habían torcido los resultados en el centro de cómputos. Ganó Schiaretti por el 1,10 % de diferencia y a toda la Argentina le quedó la sensación de que se había cometido un fraude escandaloso y vergonzoso que, recurrido a la justicia, no obtuvo ninguna modificación y daba una clara muestra de que cualquier cosa era posible, tal como sucedería dos meses mas tarde.

Y ya para el 30 de octubre, es conveniente que vayamos por partes. Ninguna fórmula presidencial para estas elecciones surgió de una interna partidaria. ¡Ninguna! ¿Pero como? ¿No era que la vida interna de los partidos políticos hace a su esencia  y estos hacen a la esencia de la democracia? Cuando de todos los candidatos a presidente, ni uno solo surge de una elección interna ¿A dónde va a parar el sistema de los partidos tal como se nos lo presenta?  ¿Pueden seguir hablando de democracia? Si hasta debimos asistir a la elección de una candidata a presidente (presidente es el cargo que nomina la constitución nacional, no presidenta, Art. 87) por una «interna» entre dos personas, marido y mujer, Néstor Kirchner y Cristina Fernández. El resto fueron acuerdos de cúpulas en los diversos partidos que «compitieron». Nadie fue elegido en elección interna alguna. ¿Cual es entonces, el margen de expresión y de participación de los afiliados a los partidos políticos, cuestión tan declamada para concluir que se vive en democracia?
El día de la elección, entre otras muchísimas cosas, aparece la fórmula Cristina Kirchner-Julio Cobos en multiplicidad de boletas. De esta manera y bajo la nueva denominación de boletas colectoras, esta fórmula suma cantidad de votos a su favor (un verdadero sistema de lemas, pero encubierto). El hecho se produce porque, habiendo estallado en mil pedazos los partidos tradicionales, cada sector o fracción resultante no quiere perder terreno ni en las elecciones provinciales ni en las municipales, razón por la cual recurre a encabezar su propia boleta con la fórmula Cristina Kirchner-Julio Cobos y de ese modo tratar de captar votos para sus propios objetivos locales. Para Cristina Kirchner es un gran «negocio» electoral y lejos de impulsar la unidad, propicia la división porque es lo que más rédito le da en votos.
La oposición con más posibilidades de forzar una segunda vuelta, es la Coalición Cívica que encabeza Elisa Carrió. Todo parece en los días previos encaminarse hacia ese escenario, según las encuestas que se manejan y según la sensación que prevalece en población. ¿Qué pasó el 30 de octubre? Dos cuestiones claves: la Coalición no fue provista por la justicia electoral con las suficientes boletas y la propia Coalición no movilizó los suficientes fiscales de mesa o de edificio o de zona, para proveer con sus recursos (boletas de confección propias), a los lugares de votación. Resultado: pierde innumerable cantidad de votos porque no hay boletas y las pocas que aparecieron son consumidas rápidamente por los votantes y por la acción de fiscales o votantes de otros partidos que las hacen desaparecer. No es posible que la Coalición no hubiese previsto esta situación, que hubiera podido remediar o paliar al menos con un fiscal de edificio o de zona,  si es que no disponía de uno por mesa. 
Conocidos los resultados, la actitud poco decidida de Elisa Carrió en denunciar a fondo lo que había pasado, su conformismo y falta de voluntad política, hace pensar en opinión de muchos analistas, de sus propios militantes y de gran parte de la opinión pública, ninguna otra cosa más como que esto estaba planificado previamente. Algo así como no querer llegar verdaderamente a una segunda vuelta.  Si esto fue así, sabrá la señora porque razón. Muchísima gente se sintió defraudada.
En el orden municipal, por ejemplo en el conurbano de Buenos Aires, es virulenta la aplicación del voto cadena, cuya descripción  es la que hemos hecho al  principio de este trabajo.
De los varios casos denunciados, tal vez el más notable y de mayor crudeza haya sido el de Lomas de Zamora, Pcia. de Buenos Aires, donde el intendente Jorge Rossi, consigue su reelección por el dictamen de la justicia electoral después de haber recibido esta, una denuncia por fraude firmada nada menos que por dieciséis partidos y agrupaciones políticas. La denuncia incluye: voto cadena, la aparición de 900 fiscales de otros distritos, documentos falsificados, hurtos de boletas, falsificación de actas, votantes y fiscales intimidados, presidentes de mesa pertenecientes al partido que luego resulta ganador y tal vez, entre lo más impactante, la detección previa al acto electoral de un «instructivo» (disponible en Internet) sin firma desde luego, indicando como proceder para realizar el fraude.
Según los apoderados de las dieciséis agrupaciones, todo esto fue ignorado por la justicia electoral, a la que rebautizaron «injusticia electoral» y el dictamen de la misma fue darle por ganada la elección al intendente Rossi con apenas el 17,5 % de los votos en perjuicio de Osvaldo Mércuri, al que casi todos dan como ganador real de la elección, comenzando por su propias fuerzas, siguiendo por la mayoría de las otras fuerzas electorales y terminando por la propia población de Lomas de Zamora  donde aún hoy, muchas personas lo creen intendente del distrito.
Sin duda alguna, un record notable en materia de elecciones ganadas con pocos votos, con el agregado de que la denuncia sobre fraude fue colectiva y la confirmación final del resultado estuvo en manos de una justicia que está impugnada y cuestionada gravemente.
Inmediatamente de conocido el fallo de la justicia electoral, se escuchó a un candidato explicar que el mismo era un verdadero robo de una justicia corrupta. Pero lo más notable fue el agregado que hizo a continuación: «esto obedece a muyprofundas razones que no se pueden explicar fácilmente«. Sobre el tema hay personas que se preguntan: ¿En la Argentina de hoy y con este «régimen» político, se puede dar algún «mal ejemplo», como podría ser aceptar una denuncia de fraude? y afirman que no puede darse ningún «mal ejemplo» de esa naturaleza, porque si esto ocurriera,  habría un efecto dominó que afectaría vaya a saber a cuantos resultados electorales y  tiraría abajo todo el andamiaje del orden político tal como se lo conoce. Aseguran entonces, que ninguna denuncia de fraude puede prosperar. Sería  gravísimo y que esta es la clave de todo el problema.
Conocidos los resultados de la elección, se confirma la tendencia a la menor participación del pueblo en los comicios, aún teniendo en cuenta que los niveles de abstención y voto en blanco en las elecciones presidenciales son menores que en las elecciones  legislativas. Aún así, el porcentaje en esta elección de la abstención, sumado el voto en blanco y el nulo es de 34,37 % sobre el padrón, superando al 30,25 % que obtiene la fórmula vencedora Fernández de Kirchner-Cobos sobre el mismo padrón. Además, este último porcentaje es el más bajo obtenido por una fórmula presidencial ganadora desde el retorno democrático en 1983 (exceptuando el de N. Kirchner en primera vuelta de 2003 donde salió segundo!!)  ¡Todo esto suponiendo, claro está, que el número de  argentinos sea solamente el que figura en el padrón! Porque de considerarse el número real de argentinos, estas consideraciones serían aún más terribles.

El último acto: elecciones legislativas 2009

   En la Argentina se debía votar para renovar cargos legislativos (nacionales,  provinciales y municipales) el 25 de octubre de 2009, de acuerdo con lo previsto por el cronograma electoral. 
Sin embargo, el mundo entero sufre la explosión financiera comenzada en Estados Unidos a fines de 2008, resultado obvio de una economía lo más alejada posible de las necesidades humanas y volcada abiertamente a la especulación más irracional de que se tenga memoria. Los resultados están a la vista y el gobierno argentino esperaba consecuencias indeseables sobre la economía nacional.
Se resuelve entonces anticipar las elecciones legislativas, porque se aduce o queda tácito, que deberán tomarse decisiones tal vez impopulares y «es mejor» hacerlo cuanto antes. Si esto es así, esas medidas habrían de tomarse justo antes de las elecciones de octubre de 2009 o precisamente durante esos mismos momentos. El cálculo obvio es que, la consecuencia de las mismas restaría votos al oficialismo, por lo cual se decide anticipar el acto electoral para tener las «manos libres», esperando una victoria del oficialismo o en última instancia una derrota que, de todos modos permita tomar medidas antes de la renovación de los cargos, que, electos en junio u octubre, de todos modos sería en diciembre de ese año. El tiempo de junio a diciembre es mayor que el de octubre al mismo mes. Previsible era para aquel último caso, que el gobierno perdiera la mayoría en el Congreso Nacional, cosa que ocurrió y por lo tanto justificaba la maniobra del anticipo.
Importa en este marco, dejar en claro algunas pocas cuestiones que desnudan hasta el hueso la debilidad de «esta democracia», porque son verdaderas «perlas» de un sistema que dice asegurar la voluntad popular. Mienten, no asegura nada, excepto en algunas ocasiones, ya apuntadas, el sistema tiende a burlar la voluntad popular, vulnerándola bajo muchas formas posibles. Queda entonces el «elector», en manos de la fortaleza o debilidad, según el distrito del que se trate, de las fuerzas políticas decididas a cometer fraude o a evitarlo, pero a puro coraje en este último caso, sin apoyo alguno de la justicia electoral,  ni del poder político central, todo en medio de un clima enrarecido por el apuro en votar. Todo apunta a desalentar la concurrencia a votar y a dar «aire» a los insistentes rumores y proyectos de voto electrónico o directamente de voto calificado. ¡Como si el pueblo argentino fuese incapaz de expresar su opinión política y establecer con eso la necesaria legitimidad!
Una de las cuestiones más relevantes, fue la invención por parte del oficialismo de los candidatos «testimoniales». Este novedoso candidato es aquel que, ya  en ejercicio de un cargo, como puede ser gobernador, intendente o funcionario de alto rango, figure como cabeza de lista para explotar su «prestigio» frente al electorado, pero con la explícita y anticipada decisión de que no va a asumir. Es decir que se lo vote, pero no para ejercer el cargo para el que es elegido. Un verdadero disparate y burla al pueblo argentino, claro está en nombre de la democracia. 
Otra de las cuestiones relevantes, fue la actitud de la oposición frente al problema del anticipo del acto electoral. ¿Cuál fue una de las principales quejas que opuso frente a la decisión del gobierno?: que no podían realizar las internas para la  elección de sus candidatos por falta de tiempo. Es cierto, no había tiempo para nada. ¡Pero que hipocresía descomunal aducir esa razón! Dos años antes, cuando tuvieron todo el tiempo del mundo, ningún candidato opositor surgió de elección interna alguna, sencillamente porque no se realizaron y los candidatos surgieron a dedo o por acuerdos. ¡Hipócritas! Creyeron que este adelantamiento les permitía denunciar falta de tiempo. Mentira, no estaban dispuestos a elegir «democráticamente» y tuvieron la excusa que les pareció fantástica para disimular la vacuidad e inexistencia real de esos partidos.
El problema de la partidocracia demoliberal burguesa es que, como vive dentro de cubo, aislada de la realidad, cree que el pueblo puede consumir cualquier estupidez que digan como cierta. ¡Pero olvidan que los argentinos no somos tontos!
El resultado fue el previsto, el kircherismo a pesar de obtener el 31,2% de los votos contra similar cifra del Acuerdo Cívico y Social más sus aliados, no consiguió la renovación del total de las bancas que puso en juego, con lo que en realidad a pesar de empatar virtualmente en las cifras, en rigor perdió claramente. Y lo que perdió estrepitosamente fue el fraude de las candidaturas testimoniales. El pueblo los ignoró.
Un dato final: creció la abstención, que sumada al voto en blanco, pasó a ser, nuevamente, la 1ra fuerza electora. Crece la abstención, no  por desinterés, sino que es una clara actitud política de repudió al sistema que no se cansa de burlar al pueblo.

Una fotografía         

Este comentario que transcribimos nos parece muy claro y con el concluimos este tema: «Si la legitimidad de la democracia como sistema, así como la elección de la autoridad presidencial, pasara sólo por la participación de la población, los datos relevados por lo menos deberían encender la luz de alerta para quienes la consideran como la mejor forma de gobierno conocida. Sin embargo, lejos de presentar preocupación, las llamadas «democracias de baja intensidad» parecen ser el ideal pensado desde el fin de la dictadura militar en 1983. Aunque dentro de ciertos límites, cuando menos participación exista, más cómodos muestran sentirse quienes dicen ser sus defensores. Esto explica tal vez, porque la mayoría de los que discuten con pasión los números del INDEC, no se preocuparon por leer detenidamente los números que dejó la elección del 28 de octubre.» (38)   (Subrayados nuestros)

 

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VIII – UNA PROPUESTA

     Vista entonces la serie de calamidades que operan desde este sistema llamado «democrático», es menester reflexionar seriamente hacia adonde nos dirigimos los argentinos si continuamos en esta dirección.
No es materia para desarrollar detalladamente en este trabajo, pero pensamos que, de no  formularse un proyecto nacional compartido por la inmensa mayoría de la comunidad, no hay ninguna posibilidad de transformar el sistema democrático formal y mezquino en el que estamos.
Algunos serios intentos de reformar el sistema electoral (que es solo una parte de la reforma política que debería acometerse) para trasparentarlo y hacerlo más eficiente, deberían ser tenidos en cuenta, aunque sus autores no deben sorprenderse si los mismos no prosperan y si lo hacen, que sean neutralizados a posteriori, ya que no alcanzan a remover las causas profundas del fraude electoral.
Se conocen distintos proyectos, desde el reemplazo de la lista sábana  por una lista única, donde el votante marque con una cruz los candidatos de su preferencia; autoridades de mesa convocadas con otros resguardos de seguridad, hasta el voto electrónico, entre otras propuestas. Ninguna reforma electoral garantizará por sí misma la eliminación del fraude, si la reforma no ataca la cuestión fundamental,  cual es la participación de toda la comunidad en la toma de decisiones y en el control de los actos eleccionarios. Tampoco garantizará así como así,  que la voluntad política de los gobernantes, permita o no, que se cometa fraude manipulando la justicia electoral.
Porque esos sistemas no garantizaron que en la primera elección de G. W. Bush no se cometiera fraude, precisamente a favor de Bush, en el estado de Florida, donde «casualmente»  el gobernador era su hermano Jeff Bush, con el sistema de marcar en una boleta los candidatos preferidos. (39) Tampoco fue garantía para el candidato cordobés  Juez, que los datos se procesaran en un centro de cómputos (en realidad no lo es para nadie). Su denuncia fue precisamente que ahí se había «procesado» el fraude. Si esto ocurre con el centro de cómputos de una elección donde se utilizaron boletas. ¿Por qué no habría de cometerse fraude en una elección cualquiera donde se utilice el voto electrónico pleno? El problema es ¿quién es la autoridad política y quienes controlan el comicio? De lo contrario, habría que depender de una gran autoridad política con una enorme honestidad intelectual y ética, como la que tuvo Hugo Chávez en Venezuela, cuando perdió el plebiscito para reformar la constitución por 1,4 % y poco le hubiera costado torcer en una computadora esa diferencia tan exigua.

     Nos parece que es urgente enfrentar una convocatoria a la constitución de un Consejo para diseñar un Proyecto Nacional, con la participación de todos los sectores de la comunidad. De todos, al menos de la inmensa mayoría del pueblo argentino.
Una de las raíces del problema, es que cada gobierno que pasa, cree tener una solución  propia  para una cuestión tan profunda como que es de todos y la realidad es que estamos bien cerca del infierno. Ninguna nación exitosa o que haya sobrevivido en el tiempo, independientemente de que compartamos los valores que sustentan, lo ha hecho sin tener un proyecto nacional compartido por todos. Primero se diseña una estrategia nacional que es asumida por casi todo el pueblo de la nación, luego corren por debajo de este nivel la política de cada sector, que es lo que expresa sus diferencias, pero primero se ponen de acuerdo en los grandes temas.
Hace ya 34 años el gral. Perón, siendo presidente por tercera vez y dos meses antes de su muerte, presentó ante el congreso nacional una propuesta llamada Modelo Argentino para el Proyecto Nacional. Han pasado todos estos años sin que nadie la retomara, ni se pusiera seriamente de cara al problema. Sin embargo hemos estado al borde de la disolución nacional varias veces y se han perdido grandes y repetidas oportunidades. Urge por lo tanto constituir el Consejo Nacional que planteamos antes y que está contenido dentro de la propuesta del gral. Perón.
Uno de los grandes temas que debiera contener un proyecto nacional, es precisamente la reforma del sistema político de decisiones, entre estas, como se vota, cuando y quienes controlan. Estando reservada para el proyecto nacional la creación de más espacios para la toma de decisiones y teniendo en cuenta que en el proyecto del Gral. Perón se propone una democracia representativa, republicana, federal y social, esto  es con la ineludible presencia de las organizaciones sociales en la decisiones políticas, entre ellas la electoral (40), sería natural que las nuevas fuerzas intervinientes también tomaran participación en la ejecución y control de los actos eleccionarios, junto a los partidos políticos. Es decir que la democracia sea, no solo representativa sino participativa. De este modo sería virtualmente imposible cometer fraude.

     Anteriormente hemos mencionado la necesidad de edificar una sociedad más justa. La llamamos Comunidad Organizada, donde el sistema democrático sea directo, orgánico y social. El proceso para llegar a esta meta, es diferente a la convocatoria que proponemos para constituir un Consejo para el Proyecto Nacional, que sería una herramienta de transición. Diferentes son sus tiempos y de lo que se trata en el, es de contemplar una ingeniería social que contenga a todos en la toma de decisiones (no solo para los actos eleccionarios), tarea que no puede darse desde un organismo, cualquiera que fuese, sino desde la construcción colectiva de todo el pueblo. Pero es materia de otro análisis y de otro estudio.

Roberto Maffeis
Abril de 2008
Actualizado febrero 2010
robertomaffeis@hotmail.com

BIBLIOGRAFIA Y DOCUMENTACION DE APOYO

  1. E. Palacio, Historia de la Argentina, A.Peña Lillo, Ed. SA., pag. 530
  2. Ibídem,  pag. 574
  3. Ibídem, pag. 578-9
  4. J. Ramiro Podetti, Pronunciamientos Históricos Argentinos, Ed. Hernandiana   SA.,  pag. 26
  5. E. Palacio, ob. cit .pag. 538
  6. Ibídem, pag. 538
  7. Ibídem, pag. 539
  8. J. A. Ramos, Del Patriciado a la Oligarquía, Ed. Plus Ultra, pag. 123-4
  9. E. Palacio, ob. cit. pag. 565
  10. Félix Luna, comentario para el diario La Nación del 23-10-99
  11. Juan D. Perón, Así Hablaba Juan Perón, Eugenio P. Rom, A. Peña Lillo editor, pags. 90-1
  12. Hipólito Yrigoyen, Mi Vida y Mi Doctrina, Ed. Leviatán, pag. 79
  13. Arturo Sampay, Constitución y Pueblo, Ed. Cuenca
  14. E. Palacio, ob. cit. pag. 683
  15. Ibídem, pags. 690-1
  16. Ibídem, pag. 705
  17. J.A. Ramos, El sexto dominio, pag. 62
  18. E. Palacio, ob.cit. pag. 707
  19. Alvarez y F. Bellomo, Organización Guardia de Hierro, Informe Histórico, Revista Hechos e Ideas, N° 14, pag. 110,  1986
  20. J.A. Ramos, ob. cit. pag. 163
  21. José L. Torres, cit. en Ibídem, pag. 226
  22. Juan D. Perón, Perón sinfonía del sentimiento, película de Leonardo Favio
  23. Alvarez y F. Bellomo, ob. cit. pag. 110
  24. Enrique S. Discépolo  en su programa por Radio Nacional en 1951, «Pienso y digo lo que pienso», le decía a su popular personaje Mordisquito, que encarnaba al «contrera» que después será el gorila antiperonista, lo siguiente: «Lo que siempre soñamos para nuestros pobres», y agregaba«A Perón y Evita no los inventé yo, Mordisquito, estaban entre nosotros, entre el pueblo, y con ellos llegamos al Poder»  
  25. Juan D. Perón,  Así hablaba Perón,  pag. 107
  26. Ibídem, pag. 117
  27. Ibídem, pag. 119
  28. Juan D. Perón, Perón sinfonía del sentimiento
  29. Juan D. Perón, 30 años que conmovieron la política argentina, José M. Rosa,  Fasc. N° 26
  30. Juez Jorge Ballestero, su fallo. Causa Alejandro Olmos sobre la deuda externa.
  31. Alejandro Olmos, La mayor estafa al pueblo argentino, película de Diego  Musiak
  32. Juez Jorge Ballestero, fallo cit.
  33. Bonifacio, Carutti, Colotti y otros, Bases para una teoría de la acción –Enfoque  Justicialista, Ed. De la reconstrucción, pag. 52
  34. Muammar El Gadhafi, El libro verde
  35. Ezequiel Gallo, Política y sociedad en Argentina, en Historia de la Argentina,  Ed.Paidós    
  36. Abel Posse, Quebrar el pacto de resignación,  en diario La Nación 17-10-07
  37. Alberto Barriaga, Carta al obispado de Avellaneda-Lanús, 2007
  38. Martín Raffo, Agencia Nodosur, 3-11-07
  39. Michael Moore, Estúpidos hombres blancos, Ed. BSA, pags.23-50
  40. Juan D. Perón, Modelo argentino para el proyecto nacional, Ed. Del Modelo Argentino, pags. 124-5

Nota: todos los datos que corresponden a resultados electorales desde 1983 a la fecha, pertenecen a lo publicado por el Ministerio del Interior de la Nación.

 

INDICE

 A modo de introducción                                                                      
                                                                            
 I     DESPUES DE CASEROS                                                                    
                                                                             
– El planteo ideológico                                                                                
– 1857 – Los métodos para imponer el proyecto liberal:
  guerra interna y fraude electoral                                                       
– ¿Que hacer y como proceder entonces?                                             
– La oligarquía y el régimen                                                                        

II   LA LEY SAENZ PEÑA                                                                            

– Elecciones libres Yrigoyen-Alvear-Yrigoyen                                         

III LA DECADA INFAME                                                                             

– Nacionalistas y Oligarcas                                                                     
– ¿Qué fue exactamente la década infame?                                             
– ¡Usted ya votó!                                                                                       

 

IV FIN DE LA DECADA INFAME                                                                

– Comienza una epifanía                                                                         
– Elecciones  del 24 de febrero de 1946                                                 

 

V 1955 -1973 DICTADURAS MILITARES Y GOBIERNOS 
    SEUDO DEMOCRATICOS                                                                       

– Elecciones de 1973  – Retirada militar                                                   
– 1976 – 1983 – Nueva dictadura militar                                                 

 

VI  RETIRADA MILITAR Y RETORNO A LA DEMOCRACIA                    
     FORMAL

– Elecciones de 1983 ¿Elecciones libres?                                               
– Elecciones de 1989 ¡Síganme, no los voy a defraudar!                        
– La conciencia colectiva                                                                           
– Elecciones de 1995 ¿Quién votó a Menem?                                          

 

VII  DE 1999 a 2007                                                                               

– Elecciones de 1999 – De La Rua, el moralizador                                  
– ¡Que se vayan todos!                                                                              
– ¡Se quedaron todos!                                                                                
– Elecciones de 2003                                                                                 
– Elecciones de octubre de 2007 y junio 2009                                       
– Una fotografía                                                                                        

 

VIII UNA PROPUESTA                                                                               

 

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