cp2

 

MÉTODO DE LA CONDUCCIÓN: «ARTE FÁCIL Y TODO DE EJECUCIÓN’

La conducción, hemos dicho, es un arte fácil y todo de ejecución.
Así definía Napoleón la conducción; y demostró ser un gran conductor tanto en lo militar como en lo político.
Si es un arte simple y todo de ejecución, podríamos decir nosotros que se puede conducir sin tener un plan; vale decir, que se puede conducir a base de improvisación.

LA IMPROVISACIÓN NO PUEDE SER UN MÉTODO COMPLETO

Si sometemos esto a lo que dije primeramente, que la acción de la conducción no es unitaria, sino que se divide en dos grandes acciones una que mira con lente plana todo el panorama, sin que pierda ninguna de sus partes, y eso se llama la conducción estratégica, y la otra que mira con lente de concentración cada uno de los panoramas locales para penetrarlos profundamente y resolverlos—, nosotros vemos que la improvisación no puede ser un método completo para la realización de las acciones de la conducción, porque no se puede mirar con una lente de concentración lo mismo que con una lente plana.
En otras palabras que la acción de conjunto que va hacia un lejano objetivo no puede conciliarse con la lucha parcial y pequeña de la solución de un problema inmediato y parcial.
Esto es lo que impone el método y esto es lo que impone no solamente un conductor para el conjunto, sino numerosos conductores para las partes, pues conducir las partes es más fácil que conducir el conjunto, ya que necesita uno una visión más limitada.
Esto es cierto. Pero tanto es indispensable el conductor estratégico como son indispensables los numerosos conductores tácticos.
Es también real que con una gran conducción de conjunto se puede arribar a un éxito pero éste se conquista con la conducción acertada de las partes.
Es decir, que un conductor sin sus auxiliares no llegará nunca muy lejos en la conducción.

CONDUCTOR Y AUXILIARES: SU NECESIDAD

Por eso, la preocupación de todo el que conduce un conjunto es hacerse rápidamente de los conductores que le sirvan en la conducción parcial. Que esto puede realizarse más o menos desordenadamente por un tiempo, es cierto, pero a largo plazo eso no puede llegar a ser la solución permanente.

¿QUE ES EL MÉTODO?

Señores: cuando hablamos de método de la conducción, hablamos simplemente del método en general. El método no es sólo para la conducción, es para todas las cosas de la vida. Desde que los antiguos se ocuparon de la metafísica y comentaron el análisis de los métodos hasta llegar al estudio del método que parte de Descartes hasta nuestros días, el método ha sido siempre el mismo.
Es decir, es el ejercicio de la inteligencia habituada a la síntesis y al análisis.

OBSERVACIÓN, ANÁLISIS, SÍNTESIS

El hombre observa un hecho real, inmediato, objetivo y lo somete después a una de las operaciones más maravillosas de la inteligencia humana, a ese análisis que desmenuza las partes, penetra en el fondo y toma la realidad efectiva de los hechos en los hechos mismos, y después de esa operación, del análisis llega finalmente a la síntesis.
El análisis no se puede retener en todas sus partes, pero sí sus conclusiones en una ajustada síntesis. Como en todas las cosas de la vida, el hombre sabe tanto como recuerda; y el análisis es lo que se pierde; la síntesis se puede retener. Por esa razón, en esta acción reside toda la base del método.
El método tiene una premisa, después un análisis y su consecuente síntesis; vale decir que la inteligencia hace el juego en tres acciones: va de la síntesis al análisis y de éste vuelve nuevamente a la síntesis.
Bien, señores; esto es, brevemente, la explicación qué quiero fijar bien claramente para determinar el método en la conducción, ha dicho que en la conducción el éxito depende más del método que de cualquiera otra operación que la inteligencia pueda realizar durante la conducción misma, porque los errores cometidos en la percepción del fenómeno que da origen a la realización no pueden regirse en el desarrollo de todos los acontecimientos posteriores: en otras palabras, como dice Martín Fierro, «árbol que nace torcido, nunca su tronco endereza».
Esto nos permite trazar a grandes líneas el origen del método en la acción.
Es indudable, señores, que el método activo, o sea el método de la acción y de la realización misma, no es lo mismo que el sinnúmero de métodos que pueden existir para la realización de un sinnúmero de conformaciones teóricas o de realizaciones prácticas de otros órdenes que el de la conducción. La conducción requiere su propio método, es decir, asimilar la premisa, el análisis y la síntesis, que es la base del método general, al método particular de la conducción política.

MÉTODO SIMPLE

¿Cuáles serán las operaciones a realizar para poner en ejecución un pensamiento que nace de una percepción objetiva y subjetiva de un fenómeno político y social para llevarlo al objetivo preconcebido a través de la realización de todo un sistema de acciones? Esto es lo más complejo del método; pero si el método es complejo, señores, no sirve como método.
Los métodos han de ser simples y objetivos o dejan de ser métodos.
Por esa razón es que quiero llevarlos paulatinamente a través de estas reflexiones a fijar un método objetivo para la acción es decir, un proceso inteligente a realizar en cada caso y con cada fenómeno para abarcarlo, analizarlo y dar la solución.
Es lo que hace el médico: observa al enfermo, estudia su historia clínica, sus síntomas, su parte fisiológica y su parte psíquica; después se encierra, hace su propio análisis, consulta todas las pruebas que pueda haber, radiografías, etcétera, y al final da su conclusión y dice qué tiene el enfermo y cuál ha de ser el remedio para sanarlo de su enfermedad.
El caso que analizamos es exactamente el mismo. Abarca el fenómeno, lo penetra profundamente y después, con todos esos estudios en sus manos, los analiza, los desmenuza parte por parte haciendo el análisis de cada cuestión, relacionando perfectamente bien las causas y efectos, y al final de todo, dice:
—Muy bien; éste es el cuadro sintético, y para llegar a este objetivo que perseguimos, esto es lo que yo tengo que realizar.
La conducción es un arte fácil y todo de ejecución. Y el método que nos conduzca ha de ser también un método fácil todo de ejecución.

PARTES DEL MÉTODO DE LA ACCIÓN

¿En qué consiste y qué es cada una de las partes del método de la acción?
Primeramente es la situación; segundo la apreciación de esa situación, y tercero, la resolución que surge de la apreciación de la situación que hemos contemplado.
Vale decir que de la situación y de la apreciación, o sea del fenómeno y del análisis, fluye lo que hay que hacer.
Eso fluye como una cosa natural, como un proceso lógico y sin forzar la inteligencia del que realiza esa operación.
El método va de la apreciación del fenómeno a la apreciación de ese fenómeno en su conjunto y en cada una de sus partes; y de ahí surge una acción que mediante el sistema de análisis puede planificarse perfectamente.
Podríamos decir que todo el método de la acción estriba en esto: conocimiento del fenómeno o sea de la situación; análisis del fenómeno o sea apreciación, y conclusión, o sea el método de acción.

MEDIR LOS FACTORES FAVORABLES Y LOS NO FAVORABLES

Siendo la conducción un arte simple y todo de ejecución, al método hay
que reducirlo al menor número de operaciones. Es, lisa y llanamente, un cálculo de posibilidades que se realiza mediante un proceso eliminativo de factores, en el cual juegan dos grandes sectores: los favorables y los desfavorables para esa acción. ¿Cómo anulo los factores desfavorables?
Alrededor de todo gira el método de la conducción. Hay algunos que realizan operaciones complicadísimas para llegar a estos resultados.
No se trata aquí, en los fenómenos humanos, de un cálculo actuarial que se pueda hacer con cifras. No se puede aquí realizar un ajustado método de cálculo de posibilidades, porque, desgraciadamente, todavía no hemos podido representar los factores que juegan dentro del hombre y de su alma por números, cifras o coeficientes. De manera que este análisis ha de realizarse como operación libre y natural de la inteligencia con su acción perceptiva y objetiva y con su conclusión subjetiva del fenómeno, que cada uno aprecia de acuerdo con su capacidad, su erudición y su intuición, que muchas veces vale tanto como las dos juntas.

PREVALECE LA INTUICIÓN

Cuando el tiempo apremia, el mejor método es el intuitivo.
Yo he pasado más de treinta años enseñando el método racionalista para la apreciación de la situación, la resolución y los planes de acción. En ese tiempo he aprendido una cosa muy útil, y es lo siguiente: que después de batallar mucho tiempo con los alumnos para enseñarles a prescindir del preconcepto en la apreciación y resolución de las cosas, no hemos conseguido todavía, los racionalistas, matar la intuición de los hombres. Y cuando se le da un problema y se le dice que haga la apreciación y que prepare un plan de acción, generalmente el hombre va con una resolución preconcebida, es decir, toma la resolución antes de apreciarla y es el subconsciente del individuo, trabajando mediante la intuición el que lo va llevando a esa dirección.
Algunas veces cometen gravísimos errores, pero en otras salen soluciones verdaderamente geniales, porque es una fuerza que no podríamos explicar; tiene algo de divino, algo de extraordinario. Por eso he dicho que, a pesar del método, el racionalismo puede ser una gran ayuda, pero va a ser mayor si uno no mata en el individuo el sentimiento natural de la intuición, que suele ser generalmente el que da la gran dirección de marcha en todas las resoluciones.
En el aspecto de la conducción, yo no quisiera influir a nadie en contra de su propia intuición. Yo me inclino al racionalismo en la realización de las cosas, pero a eso, me ha llevado el tiempo y el ejercicio. Pero no quisiera matar nunca, en los hombres que han de conducir algún día, ese sentido extraordinario de la intuición, que suele ser superior muchas veces a todos los métodos y todos los racionalismos.
Aclarado eso, entro más o menos a analizar cada una de las partes del método que fijamos, insistiendo en que se trata del fenómeno de su percepción, de su análisis y de una conclusión en forma de plan de acción.

LA SITUACIÓN

Yo he dicho muchas veces que los hombres proceden bien como bien informados estén.
Uno de los graves errores que cometen los hombres en la conducción política es, precisamente, accionar sin conocer cuál es la situación.
Equivocados de la situación, se afirman las enormidades más espantosas, como aquellos que dicen: «todo el pueblo está conmigo», y muchas veces ni el ordenanza los acompaña.
Desde ese grosero error en el conocimiento de la situación hasta aquel que domina toda la situación, pero se equivoca en dos o tres factores que la influyen, existe un sinnúmero de gradaciones en el error de la percepción de la situación. Pero lo que sí podemos decir es que el noventa por ciento de los errores cometidos en la conducción política de los pueblos estriba precisamente en un conocimiento imperfecto, incompleto o erróneo de la situación. Si todos los hombres conocieran perfectamente bien la situación en que actúan, los errores de la conducción se reducirían en un noventa por ciento. Y eso es lógico, por lo mismo que dice Martín Fierro, que «árbol que nace torcido…», y si se comienza un análisis racional partiendo de un error no se puede llegar, a un acierto a través de un sinnúmero de operaciones, sino que ese error inicial va multiplicándose en cada nueva acción que se realiza para llegar a cometer errores garrafales e inexplicables, a posteriori naturalmente, cuando los hechos con su evidencia aplastante demuestran que se ha cometido un grave error, en la conducción.

LOS ERRORES PROVIENEN DEL CONOCIMIENTO IMPERFECTO DE LA SITUACIÓN

Muchas veces -esto lo vemos todos los días, desde la más pequeña acción política hasta la más grande- se cometen errores groseros en la conducción, inexplicables si uno no advierte la base: conocimiento imperfecto de la situación.
Esto implica para el método que el punto de partida del mismo radica en el conocimiento perfecto de la situación. Entonces recurrimos a los medios de conocimiento de la situación, porque naturalmente, para conocer la situación también existe un sistema, debe existir un sistema.

SISTEMA DE LA INFORMACIÓN

La primera ayuda para el conocimiento viene de la información, por todos los medios posibles, desde el informe parcial hasta la percepción propia y visual.
Es indudable, señores, que, para el que conduce, ninguna observación, ni el informe ni el reconocimiento por interpósitas personas, ni el conocimiento objetivo o subjetivo de otros organismos, pueden reemplazar a la propia observación personal y objetiva. Es decir, que nada reemplaza lo que uno mismo puede porque eso le da —diremos— el conocimiento vivido de una situación que él va también a vivir en el análisis y va a vivir en el establecimiento del plan de acción. Esa información parte del conocimiento personal y objetivo del propio conductor, y en esto estriban muchas veces, los aciertos de la conducción.
Los hombres que pueden abarcar una situación y penetrarla profundamente en poco tiempo, son los que están más capacitados. Claro que en eso debe jugar más la capacidad objetiva que la capacidad subjetiva.

NO ENGAÑARSE A SI MISMO
ESTUDIOS BASES

El hombre está inclinado en sus reflexiones a errar más cuando se fía en sus meditaciones teóricas que cuando se fía en los ojos, que están percibiendo la realidad misma. Por eso, nada reemplaza a esa impresión personal en el conocimiento de los hechos. Sin embargo, como es difícil que un hombre pueda abarcar personalmente el inmenso panorama con el gran número de facetas que presenta un panorama político, es necesario que recurra a lo que en este aspecto del método se llaman los estudios bases. Es decir, de toda la información, de toda la percepción objetiva y de toda la percepción subjetiva que realice el que plantea la situación, es necesario hacer un estudio, estudio que va cristalizando en una ajustada síntesis cada una de las series de asuntos que son decisivos en la situación; vale decir, pelando los árboles sacando las ramas para quedarse sólo con los troncos, porque si no las ramas son las que no le van a dejar ver la profundidad de la situación.
Ese trabajo se llama depuración, y en él se toma la noticia, se comprueba, se refirma o se descarta por errónea, donde se analiza la situación mediante el conocimiento directo o el reconocimiento que uno va a hacer. Cuando hay un problema confuso, va al lugar, conversa con la gente, con los dirigentes, para empaparse bien de la situación, y de allí saca una conclusión que cristaliza en un hecho que plantea ya la situación.
El análisis de esa situación es imposible si uno no ha conseguido primero aclararla perfectamente. Es inútil apreciar una situación si uno no la ha penetrado y conocido profunda y sistemáticamente en todas sus partes.

VIVIR LA SITUACIÓN

Sería largo enumerar todos los sistemas que han de seguirse para obtener una buena información, y, en consecuencia, vivir una situación. No hablamos ya de conocer una situación, sino de vivirla. No es suficiente conocer los hechos, sino que debe asimilárselos para decir que no sólo se conoce la situación, sino que se la ha vivido.
Dentro del método racionalista de la acción, la apreciación de la situación es siempre previa. Cuando uno vive la situación, la tiene perfectamente bien documentada y la repasa una y mil veces; una vez que la va estudiando, va profundizando en el conocimiento de la misma. La fija en monografías, estudios generales y parciales. Esos se llaman los estudios bases, porque allí no solamente está la noticia, sino el estudio de la noticia; no solamente la información, sino también el estudio de la información.

APRECIACIÓN OBJETIVA Y SUBJETIVA

No solamente está la apreciación objetiva que uno haya hecho sino las conclusiones que surgen de esa apreciación objetiva; solamente la deducción subjetiva de los hechos, sino también las consecuencias a que esos hechos pueden conducir. Vale decir, esa preparación previa para presentar el fenómeno, en condiciones de ser utilizado en forma directa en el análisis. El análisis es siempre una operación complicada, y cuanto más se simplifica y facilita, la situación se verá simplificada y facilitado el análisis.
En conclusión, para no alargar demasiado esta exposición, que puede ser materia de todo un curso, diré solamente que en el ejército, desde hace veinte o veinticinco años, tenemos una Escuela de Informaciones que ha formado miles de alumnos que prestan servicios.

LA INFORMACIÓN ES TODO UN ARTE

La información es todo un arte. Cómo captar. Cómo descartar. Porque hay en la noticia, en el rumor, en todas esas cosas una acción sobre la que ha de decidir. Es necesario aislar lo que no conviene y hacer llegar solamente lo que conviene que llegue, porque de lo contrario se está induciendo al error y a la falsa apreciación. Todo esto se estudia.
Por esa razón yo digo que esto sería motivo de un curso; si entrara a explicar cómo se hace para conformar una situación y para aislar un estudio base de esa situación.
Quiero, sin embargo, solamente dar una idea, y nada más que una idea,
para inducir al método. Esa situación general, como el método de la conducción, tiene dos grandes aspectos: la conducción total y estratégica y la conducción parcial o táctica.

SITUACIÓN GENERAL Y PARTICULAR

También la situación tiene esas dos grandes divisiones, llamaremos la situación general, que abarca las noticias que establecen la situación de conjunto y la situación particular que plantean los distintos casos, pues es a la otra en razón de su grado de dependencia, porque el conjunto es la suma de las partes.
Claro que la suma de las partes no presupone, naturalmente el conocimiento minucioso de cada una de esas partes, sino la conclusión fundamental y general de las partes que concurren a formar el fenómeno de conjunto. Si hay una estrategia, hay una situación general, y si hay una táctica, hay una situación parcial local o particular.
Para la conformación de la situación, es necesario siempre dar o tener las noticias de la situación general y también las noticias de la situación particular de cada una de las partes. Uno utiliza la situación de conjunto para la apreciación general, y utiliza las partes para la apreciación de la situación particular.
Señores: la situación, siendo el punto de partida de todo el método, depende más que nada de un acopio de datos, de observación y de información. Es decir, es una tarea de los rastreadores que van buscando y trayendo todo lo útil para conformar la situación.

APRECIACIÓN DE LA SITUACIÓN

La segunda operación del método, que es el análisis, o sea lo que nosotros llamaremos la apreciación de la situación, ¿en qué consiste? En primer lugar, hay que tener también un método para la apreciación, porque de lo contrario, como es un proceso de eliminación, es inútil que uno pretenda abarcar todo y hay que ir descartando lo que no interesa, para quedarse con lo verdaderamente fundamental y hacerlo privar en la resolución de conjunto.

FACTORES QUE INTEGRAN UNA SITUACIÓN POLÍTICA: FUERZAS, ESCENARIO, LUGAR Y TIEMPO

¿Cual es, en mi concepto, el mejor método para realizar la apreciación?
Ante todo, de qué se compone una situación, porque en el análisis tenemos que ir tomando las partes de esa situación, analizándola, y así sabremos de qué se compone la situación.
Ella, en primer lugar, se compone de hombres. El elemento humano en toda apreciación política es el elemento preponderante. Trabajamos con hombres para cosas de hombres, así los consideremos aisladamente o en conjunto. De manera que el primer factor de análisis es la fuerza con que contamos, llamémosla partido femenino, masculino o sindicato, para nosotros, los peronistas. Es necesario el primer análisis sobre la fuerza.
El segundo, la situación de lugar, vale decir, dónde actúa y cómo actúa esa fuerza; en otras palabras, el escenario que hay que analizar porque hay una relación constante y fundamental entre el hombre y su punto de acción o su escenario de acción.
El tercer elemento es el espacio, vale decir, todo lo que juega la situación relativa de lugar, de distancia. Y el cuarto es el tiempo, es decir, el momento actual de la evolución de los hechos, del fenómeno social, del fenómeno político y del fenómeno económico. No es lo mismo apreciar una situación para el pueblo del 17 de Octubre que para el de la Revolución Francesa, o que para el pueblo de Licurgo, al que se ha referido mi señora hace un rato.
Cada uno de esos tres momentos fijaría tres apreciaciones que tendrían
puntos total y absolutamente distintos de apreciación. De manera que el tiempo, vale decir, el momento, es decisivo. Todo fenómeno humano ha de juzgarse en sus condiciones de lugar y tiempo.
Lo que hoy es cierto, mañana puede ser total y absolutamente incierto; lo que es cierto aquí, puede ser total y absolutamente incierto allá.
En la apreciación, esos factores de tiempo y lugar suelen ser decisivos.
Muchas veces con una buena situación se aprecia equivocadamente, porque uno no se ha puesto en las condiciones de lugar y tiempo.
Resumiendo: lo primero es la fuerza; lo segundo, el escenario en que actúa la fuerza; lo tercero, las condiciones de lugar; y, finalmente, lo cuarto, las condiciones de tiempo. Esas son las bases para hacer la apreciación.

FUERZAS: SU APRECIACIÓN

¿Cómo juega cada una de estas bases? Las fuerzas las debemos considerar divididas en dos aspectos: las fuerzas que son favorables a la acción y las que son desfavorables a la acción.
La acción política es una lucha de voluntades.
¿Cuáles obedecen a nuestra voluntad y cuáles a la voluntad contraria a la nuestra?
¿Quiénes son peronistas y quiénes son de la «contra», diríamos nosotros? Es decir, estudiar minuciosamente esas fuerzas.
En su estudio concurre un sinnúmero de fenómenos que no pueden escapar a la percepción del que realiza el análisis o la apreciación: cómo actúa, la base en que está inspirada, la doctrina que la rige, los sentimientos individuales, los sentimientos colectivos, que, desgraciadamente, son distintos, ya que los hombres solos son una cosa y reunidos son otra cosa totalmente distinta.
Los hombres que deciden y actúan han de ser estudiados individualmente, y los que actúan en conjunto han de ser estudiados en conjunto también. No vale para esto, el involucrar a todos los hombres en una misma apreciación.
Señores: yo estoy volando a mil metros sobre la apreciación, porque quiero andar rápido. Indico solamente la gran línea directriz. Cada una de estas cosas daría motivo a ocho o diez clases para profundizarlas, pero si debo dar un curso de tres meses no puedo dedicar a cada una de estas cosas el tiempo necesario. Sólo deseo dar un curso de información, no un curso formativo, porque si quisiera ser formativo alcanzaría a dar solamente tres puntos de los que figuran en el programa. Yo quiero, en cambio, explicar todos los puntos y dar siquiera una información general.

EL ANÁLISIS DE LAS FUERZAS ES FUNDAMENTAL

En el análisis de las fuerzas propias y de las fuerzas contrarias, estriba el cincuenta por ciento de la importancia de la apreciación juzgada en el lugar, en las condiciones de tiempo y de espacio necesarios. Todo ese análisis ha de realizarse preponderantemente con sentido objetivo.
No se puede analizar todo el conjunto y desde todo punto de vista, sino que se debe analizar con una finalidad para ser efectivo.
Si uno quiere analizar sin finalidades, anda dando vueltas en el aire, y esto hay que hacerlo teniendo los pies afirmados en la tierra; quiere decir que todo ha de ser analizado objetivamente, con un objetivo, con una finalidad.
Realizada esa apreciación de la fuerza, descartado lo desagradable y Aprovechado lo utilizable, uno va armando conclusiones por eliminación.
Se trata de aislar perfectamente en los fenómenos humanos o en los hechos cuáles son los factores opuestos cuáles son los factores favorables para aprovechar. Más minucioso es el análisis, mayor el número de condiciones favorables neutralizadas y mayor el número de condiciones favorables aprovechadas. Con eso, hecho minuciosamente, en las condiciones de escenario en que se actúa, del lugar en que se realiza y del tiempo en que se efectúa, se procede a apreciar la situación.

UN EJEMPLO DE APRECIACIÓN

Por ejemplo, para apreciar la situación peronista del 17 de Octubre de 1945 para acá, no hay que apreciarla en 1920 o en 1930. Lo primero que hay que tener para apreciar es el criterio de actualidad, porque algunos aprecian un fenómeno político de hoy con la mentalidad de hace 20 años. Esos se equivocan, porque el fenómeno ha cambiado total y absolutamente.
Si yo hiciese una exposición racional y metódica de este sistema, me llevaría días, pero creo que con esto conformo una idea general, que es lo que quiero ofrecer a ustedes en el tiempo de que dispongo.

LA RESOLUCIÓN. PLAN DE ACCIÓN

De esta situación perfectamente conocida y de esa apreciación perfecta y minuciosamente realizada surgen las conclusiones básicas para la acción.
Es allí donde uno realiza la resolución. Esto es muy importante de decir y de mencionar, porque he observado a lo largo de toda mi vida que el ochenta por ciento de los hombres no saben lo que quieren…, y en los políticos, más del ochenta por ciento.

¿QUE QUIERO? ¿ADONDE VOY?

Cada hombre debe hacerse antes de la acción una pregunta: «¿Qué quiero? ¿Adonde voy? ¿Qué es lo que busco?».
Cuando haya aclarado eso, se le habrá aclarado totalmente el panorama todo lo subordina a esa necesidad y trabaja para ella.
No es fácil encontrar muchos hombres que sepan lo que quieren. Por eso lo primero que ha de surgir de una apreciación es: ¿Qué Quiero hacer? Ese es el objetivo. Esa es la finalidad para la cual uno trabaja. Se coloca el objetivo y entonces se extraen; todas las conclusiones mirando el objetivo y cuáles son las que han de servir a ese objetivo.
Analizando, aislando, cristalizando, tendrá todos los medios o caminos o rutas que conducen al objetivo buscado. Podrá apreciar los vientos favorables y la forma de aprovecharlos, y los vientos en contra y la forma de neutralizarlos, como así también dónde está la fuerza motriz que lo va a llevar. Todo surge de esa apreciación. Con ese objetivo y con todas esas conclusiones surge el verdadero plan de acción. Vale decir que para ir a aquel objetivo desde esa situación y mediante el análisis, yo tengo que hacer primero tal cosa. Alcanzado eso, voy a tal otra cosa y de ahí voy a tal otra cosa.

EL PLAN DE ACCIÓN Y LA EJECUCIÓN

Ese es el proceso metódico de la construcción de la acción. Claro que después que uno ha llegado a realizar esta apreciación a una resolución o a un plan de acción, viene lo más grave, que es la ejecución.
La obra de arte no está en trazar un gran plan de acción. La obra de arte está en realizarlo, porque el plan es solamente la concepción. Y en los hechos sociales, políticos y económicos la acción está siempre por encima de la concepción. Muchas veces una idea no muy buena, pero realizada con tenacidad, da buenos resultados; pero la más hermosa de las concepciones sin ejecución no lleva a ningún resultado.

Por esa razón, señores, todo este sistema está subordinado a esa concepción y ese plan que surja de todo método sea realizado. Y la realización no es una cosa fácil. La realización que surge de ese método que alcance ese plan fija la acción hasta cierto punto.

PREVER NADA MÁS QUE HASTA LA DECISIÓN

Yo puedo fijar en un plan de acción todo, hasta la elección por ejemplo, en el orden político partidario. Después de la elección, teóricamente, yo no puedo fijar nada, porque allí es donde se va a producir la decisión.
¿Qué voy a hacer planes para el caso de que gane? ¿Y si pierdo? Allí está la decisión. Y hasta allí se puede prever; más allá solamente se puede tener una gran línea directriz, como una estrella polar o hilo de Ariadna, que lo conduce a uno hasta ese lejano objetivo de la conducción, pero no más.
Vale decir, que se prevé hasta un hecho decisivo; más allá, la previsión humana no puede llegar sino en grandes direcciones o en grandes líneas.
Hay que prever en el plan, minuciosamente, todo lo previsible, pero no meterse a prever lo que no es previsible, porque no, entonces, no se llega a nada ni se alcanza nada.

ÓRGANOS DE EJECUCIÓN

Señores: por este método, que va desde la situación a la resolución y al plan de acción, para ejecutarlo es necesario, en primer lugar, tener los órganos de ejecución.
Por eso mi interés siempre ha sido el de ir capacitando el encumbramiento de la masa por los cuadros dirigentes, diremos, porque, como muy bien lo ha dicho la señora, nosotros hemos hablado de masas hasta que nos hicimos cargo del gobierno; después hemos hablado de pueblo, porque tenemos la aspiración de transformar esa masa «mutum ed unane pecus»; como decían los romanos, en una organización con una conciencia social y personalidad social.
Hoy, nosotros ya no hablamos de masa como al principio; estamos hablando ahora de pueblo. Cada día hablamos menos de masa y más de pueblo, porque a las masas es muy difícil conducirlas y los pueblos son muy fáciles de conducir cuando uno lo hace de buena fe, de manera que, para esa ejecución, de nada vale todo el proceso racionalista de un método que nos conduce de la situación a la apreciación, a la resolución y al plan de acción, sí no tenemos preparado el instrumento para realizarlo. El instrumento para realizarlo es el pueblo organizado y encuadrado perfectamente.

ORGANIZACIÓN Y ENCUADRAMIENTO: DIRIGENTES

Hago la diferencia de organización y de encuadramiento por que pueblo organizado es una cosa y pueblo encuadrado es otra cosa. El pueblo no vale por su organización ni por el número de hombres que están organizados. Vale por los dirigentes que tiene a su frente, porque la acción jamás está impulsada ni por la masa ni por el pueblo, sino por los dirigentes, que son los que conducen. La masa va a donde la conducen sus dirigentes, y si no, se desborda, y ¡Dios me libre!
De la calidad y de las cualidades que poseen los conductores dependen, en su mayor grado, la calidad y las cualidades de la propia masa. Por eso, nuestro interés justicialista al tratar de formar los cuadros para el encuadramiento de esa masa y convertir, mediante ese proceso orgánico y de encuadramiento, esa masa en el pueblo, es fundamental.
Nosotros queremos que cada uno de esos pequeños conductores, que encuadran esa inmensa cantidad de pueblo, con todas sus organizaciones de carácter económico, político y social, represente una garantía en la conducción de las partes, porque así solamente podrá obtenerse una garantía en la conducción del conjunto. Digo esto porque deseo entrar rápidamente a hacer la aplicación de este método del que he hablado al momento actual de la política argentina, para presentarlo como ejemplo.

UN EJEMPLO: LA ACCIÓN POLÍTICA PARA LAS ELECCIONES PRÓXIMAS

Hasta ahora, solamente he hecho algunas menciones teóricas. Quiero decirles cómo nosotros estamos realizando el trabajo por este método para la campaña política de 1952, cómo estamos tomando la situación, cómo la estamos apreciando, cómo estamos resolviendo y cómo estamos planificando la acción política, porque esto será, sin duda, objetivamente lo más útil.

EL GOBIERNO Y LA LUCHA POLÍTICA

El año 1951 es para nosotros un año eminentemente político. Yo divido el gobierno en dos acciones: la acción administrativa y de gobierno y la acción de lucha. Esta última es la que permite la administración de gobierno. Si no triunfo en la lucha no llegaré muy lejos en la acción de gobierno. Por eso siempre le he dado una gran importancia.
Pero no se pueden mezclar las dos. Este ha sido el defecto de los gobernantes anteriores: mezclar la lucha política con la administrativa y de gobierno. Mezcladas, una interfiere y molesta a la otra, la destruye, la perjudica. Si uno quiere hacer gobierno para la política, volvemos a lo de antes y nos desprestigiamos como gobernantes y administradores, Y no nos prestigiamos como políticos. Esa división ha permitido al peronismo no desgastarse durante la acción de gobierno, como se desgastan todos los gobiernos.

LA ACCIÓN DE GOBIERNO

Para la acción administrativa y de gobierno hemos establecido nuestros planes quinquenales, y todos los funcionarios del Estado están trabajando minuciosamente en la ejecución de esos planes.
Nosotros teníamos un objetivo, y todos se han ido alcanzando. Nosotros comenzamos en aquel entonces quemando nuestras naves. Al iniciar su acción el Justicialismo quemó sus naves.
Sería imposible consolidar una acción política o social sin consolidar previamente, una acción económica. Nosotros comenzamos por hacer una reforma social porque necesitamos el predicamento de las masas, que sólo se podía lograr mediante la satisfacción de lo que anhelaba.

CUANDO LLEGUÉ AL GOBIERNO

Cuando llegué al gobierno, en 1946, se presentaba un panorama muy difícil. Habíamos hecho una reforma social, elevado el «standard» de vida, pagado mejor a nuestros obreros, desenvuelto una acción social quizá un poco más allá de lo que la República podía, quizá un poco ambiciosa y quizá un poco atrevida.
Yo tuve que consolidar eso, porque si lo hubiéramos hecho solamente para tres años y luego hubiéramos retrocedido, habríamos cometido un grave error. Yo me encontré con la situación económica en mis manos para consolidar la acción social realizada. ¿Qué había en la Casa de Gobierno cuando yo llegué? El país debía más de 6.500 millones de pesos. Teníamos 3.000 millones bloqueados en Inglaterra y otros tantos en Estados Unidos, producto de lo que habíamos vendido en los años de guerra. En la administración -—el ministro de Hacienda no me dejará mentir— había muy poca plata; pero teníamos una ventaja: habíamos nacionalizado el Banco Central y tanto el aspecto financiero como el económico lo manejábamos nosotros y no los capitalistas extranjeros. De cualquier manera, la situación era terrible. Salían anualmente del país más de 5.000 millones entre servicios financieros y otras yerbas.
Podríamos decir, haciendo una comparación, que había una manguera que chorreaba permanentemente hacia afuera y nos quitaba la mitad del riego.
No teníamos dinero, pero teníamos grandes ideas y grandes planes. Dimos vuelta la manguera e hicimos que chorreara toda el agua hacia adentro.

TODO TUVO SOLUCIÓN

Hubo que comprar una marina mercante, porque si seguíamos dependiendo, para la venta de nuestros productos, de la marina extranjera, ella nos impondría los precios. Hoy, con gran satisfacción y alegría, puedo decir que todo eso se solucionó. Pero no les puedo decir las preocupaciones que tuve. No quisiera volver a pasar tres años como en 1946, 1947 y 1948.
Parecía que no había soluciones económicas, y no habiendo soluciones económicas todas las soluciones sociales se venían abajo y nos aplastaban.
¡Para fracasar después de tres años era mejor no haber realizado lo que habíamos hecho! Este extraordinario éxito de nuestra economía fue el que justificó la reforma social, porque si esta economía no hubiera sido resuelta la reforma social; hubiera sido un disparate y nos habría llenado de escarnio a nosotros mismos.

LOS GRANDES ÉXITOS SE CONSIGUEN ARRIESGANDO MUCHO

Mediante buenos negocios, mediante buenas ventas, nosotros arreglarnos la situación, situación que muy pocos hombres juzgaban posible, pero que nosotros, jugándonos el todo por el todo hicimos realidad. Y ésta es otra condición de la conducción. El que quiere conducir con gran éxito tiene que exponerse; el que quiere solamente éxitos mediocres es suficiente con que no se exponga nunca, y si no quiere fracasar ni cometer nunca ningún error, lo mejor es que nunca haga nada.
En estos momentos nosotros estamos magníficamente bien: no hay problemas. El mundo, para pagar la guerra, desvalorizó la moneda.
Nosotros, para pagar nuestras reformas, desvalorizamos la nuestra, pero con eso nosotros no pagamos la guerra.

SOLUCIONES PARA CADA SITUACIÓN

Hemos maniobrado, como podremos decir algún día —quizá hoy sea prematuro—, no por sistemas o por métodos, sino con resoluciones, es decir, con soluciones para cada momento.
Cuando el mundo está en un caos tan espantoso como el caos económico y financiero del mundo actual, no hay sistema que resista, no hay método que sea eficaz. Solamente hay soluciones. Vistos los casos concretos, solucionar caso concreto por caso concreto.
Es la única manera de asegurar el éxito, y eso es lo que hemos hecho nosotros en la conducción dinámica y objetiva, como solución para cada uno de los grandes problemas que se presentaron, pero sin ceñirnos jamás a un método. Cuando abandonamos el patrón oro o suspendimos el patrón oro, ¿no dijo todo el mundo que éramos unos animales? Naturalmente que nosotros sabíamos que no lo éramos. ¿Qué pasaba en ese momento? Estados Unidos se preparaba para revaluar su oro aumentando el veinte por ciento, vale decir, haciéndonos pagar una parte de la guerra anterior con el veinte por ciento de nuestro peso.
En ese momento cortamos el cordón umbilical que nos ataba al oro y dijimos: «el peso es un servicio público para la República Argentina», porque de lo contrario ese veinte por ciento se lo hubieran llevado ellos, y nosotros preferimos gastar aquí ese 20% para pagar los platos que se habían roto acá. De manera que hicimos eso y mucho más. Todo ese oro lo cambiamos por barcos y hoy esos barcos han traído casi cuatro veces el oro que costaron.
Costaron un millón y medio de dólares, hoy valen cuatro millones de dólares y nos resultan gratis, porque ellos se han pagado a sí mismos. Vale decir, que se han pagado, valen cuatro veces más de lo que costaron, han traído cuatro veces el oro que costaron y todos los años nos traen millones de pesos en divisas que antes se iban al exterior, cuando teníamos que pagar a los ingleses.

LOS BUENOS NEGOCIOS

Ustedes comprenderán que como esa clase de negocitos hemos hecho muchos. Y no les hablo del negocio que hicimos con la compra de los ferrocarriles y las demás cosas que compramos; no sólo las pagamos, sino que ganamos plata.
Esos negocios son los que han compuesto la economía del Estado. Es inútil pensar que nosotros con reglas o sistemas vamos a arreglarla.
La riqueza se arregla con negocios, tanto entre los hombres como entre las naciones. El que hace malos negocios se hunde, y el que los hace buenos se enriquece. Si con los hombres pasa así, ¿por qué no ha de pasar lo mismo con las naciones? La economía y las finanzas de una nación son las de un hombre amplificadas; nada más que eso.
No hay diferencia entre lo que representan la economía individual y las finanzas individuales y lo que representan las colectivas. Solamente se agrandan. La base de todo consiste en que no hay que olvidarse que para enriquecerse hay que hacer negocios; con honradez, pero negocios. Para el Estado yo pienso así. Yo por el Estado, por el país, hago cualquier cosa.
¡Cómo no va a sacrificar cualquier cosa un hombre por su patria!

NO TENEMOS PROBLEMAS

Quiero llevar a los señores al primer planteo de la situación actual. No tenemos problemas económicos, porque todos han sido ya resueltos. Nosotros hemos proyectado la economía de la Nación para cincuenta años; no hemos pensado solamente para este momento. Esa manguera, que chorreaba agua para afuera, y echa el agua para adentro, está cada vez más gruesa. Mediante lo que hemos ido asegurando, podemos afirmar que la situación de florecimiento económico de este momento será mejor cada día que pase. De manera que no tenemos ninguna inquietud y podemos darnos el lujo de aumentar los sueldos y hacer muchas otras cosas, porque tenemos los medios para hacerlas. En esto también trabajamos inteligentemente, resolviendo las situaciones.

PRECIOS INTERNOS E INTERNACIONALES

Va un cuento muy al caso. Los otros días vino alguien a decirme: «Vea, la carne está muy cara». Le contesté: «¿Cuanto está valiendo la carne?». «Vea, en el mercado está a $ 1,50 y 1,75 el kilo vivo, lo que representa $ 2,50 el kilo». Le pregunté: «¿Qué le parece a usted?». Y me contestó: «Hay que bajar el precio, ponerle un tope para que no suba más, porque si no la gente no podrá comer más carne». Le dije: «¿Qué le parece si subimos los salarios en lugar de bajar el precio de la carne?». Agregó: «Y… la inflación; se establece una carrera y uno no puede saber dónde para». Entonces, le manifesté: «¿No cree usted que hoy nos defendemos con carne? ¿No sé da cuenta, de que si bajo el precio de la carne aquí, los ingleses me lo bajan allá? Prefiero pagar salarios más altos aunque se desvalorice el peso, pero a los de afuera les cobro $ 2,50».
Es decir, que hay gente que todavía no sabe que la economía interna es una y la internacional es otra y que la ganancia la tenemos que sacar de la economía internacional para vivir bien, cualquiera sea el método qué empleemos. No nos importa con tal de sacar el beneficio. No vamos a cobrar menos a los de afuera por el estúpido prurito de decir que bajamos los precios.
Hay que bajarlos, pero inteligentemente, para que no se conviertan en un factor de pobreza en lugar de lo que nosotros deseamos, que es una economía de abundancia.
Ya somos duchos en esto; hemos aprendido todas las triquiñuelas. En economía un poco se aprende en los libros, pero en la vida se aprende muchísimo más.

PODER ADQUISITIVO DEL DINERO

En esto fueron maestros los capitalistas. Ellos le decían al pueblo. Vea el valor del peso. Con este peso se puede comprar una casa. Pero no le decían cuándo iban a poder tener un peso. Lo corrían toda la vida y no lo alcanzaban nunca.
El valor de la moneda no es el valor relacionado con el oro que se fija en Wall Street, sino el poder adquisitivo en el país donde se utiliza y el poder de acceso que el pueblo tiene a esa moneda.
Le he preguntado a un norteamericano, y se lo pregunto a todos, si con un dólar en Nueva York se hace lo mismo que con un peso en Buenos Aires. ¡Qué esperanza! Un bife cuesta diez dólares en Nueva York, o sea ciento cincuenta pesos. Nosotros con ese dinero casi compramos una vaca.

LA SITUACIÓN GENERAL ES BUENA

Yo analizo y veo la situación con hechos realistas y conocimientos profundos de los factores que juegan en todo este complejo problema que es la economía, lo social y lo político.
Nosotros no tenemos problema económico y, como consecuencia de eso, no tenemos problema social. Si el porvenir de la economía es ascendente y si procedemos justicialistamente, lo social seguirá una curva paralela a lo económico. No permitiremos que alguien se quede con el santo y la limosna, sino que se reparta equitativamente de acuerdo con el esfuerzo de cada uno; si eso sucede, nosotros no tenemos nada que pedir. El problema económico y el social están resueltos definitivamente. El problema económico y el social no son preocupaciones para el gobierno. En cuanto al problema político, no tengo ninguna preocupación. Cuando votaban los hombres, ganábamos; ahora que votan las mujeres vamos a robar. ¡Dios me libre cuando voten los pibes!

DEBEMOS TRIUFAR

Nuestro movimiento proyectado en el porvenir no puede tener inquietudes políticas, sociales ni económicas. Partiendo de esa situación, debemos analizarla. Como 1951 es un año político, a base de esa rápida enunciación de la situación general de la República yo puedo hacer una apreciación de conjunto; pero sería insuficiente decir en el campo político cualquier solución y establecer cualquier plan solamente en base a una apreciación general.
Nosotros no solamente debemos estar decididos a ganar unas elecciones, sino a ganarlas en forma aplastante, para demostrar, señores, que hemos hecho un buen gobierno; porque es inútil que sepamos que hemos hecho un buen gobierno. Quien debe decirlo es el pueblo, y éste lo dirá con votos.
Eso es fundamental para nosotros.
Ese será, diremos, el desiderátum de nuestra acción: la comprobación de haber cumplido con nuestro deber, si el pueblo dice por medio de las urnas que está conforme con nuestro gobierno, que le gusta y quiere repetirlo.
Por esa razón, señores, yo he querido organizar esto, y les voy a decir a ustedes cómo he armado toda la acción y cómo estamos realizando todo el conocimiento de la situación.

PLAN DE ACCIÓN POLÍTICO

Estamos realizando la apreciación y llegaremos a tomar una resolución y establecer un plan de acción para el año 1951, hasta las elecciones.
En primer lugar, esto no se puede improvisar. He debido organizar junto a mí todo un cuartel general de acción, donde he llamado a hombres especializados en planes para aislar perfectamente bien toda la situación, formando un estado mayor para armar perfectamente toda la situación, no sólo general, sino particular, y no sólo particular de cada provincia, sino de cada departamento y de cada localidad.

INFORMACIÓN

Para establecer esa situación con la mayor perfección y justeza posibles estamos, hace cuatro o cinco meses, trabajando con miles de rastreadores de noticias que van a los pueblos a ver por qué Juan Pérez pelea con José González, a pesar de ser los dos peronistas; por qué el caudillo equis «bombardea» a tal otro; por qué este señor de aquí está luchando con éste; por qué algún peronista manda a los peronistas a votar por el gobernador del Partido Peronista y por los diputados del Partido Radical; por qué sucede cada una de esas cosas en cada pueblo y en cada lugar. 
Tenemos nosotros el acopio de una información absolutamente fehaciente y completa por hombres que han vivido en el lugar el tiempo necesario para traer todas esas noticias que vienen por nuestro servicio de información, por las delegaciones de todos los sindicatos, por las delegaciones del Partido Peronista y el Consejo Superior, por Control de Estado, veinte fuentes distintas de información. Cuando coinciden diez o doce fuentes, es difícil que no sea como se dice. Cuando hay contradicción en las noticias recibidas, se aparta y se dice: «Dudoso. A comprobarlo».
Por eso, cuando analizamos un problema lo hacemos con un profundo conocimiento del hecho y con una información copiosa de cada uno de los lugares que analizamos.
Así que vamos con esa acción a conformar una situación general que conocemos bien, porque la vivimos hace siete años, y conformar una situación particular, lo más conocida y minuciosa posible, de cada una de las provincias, de cada uno de los territorios, de cada uno de los departamentos, de cada una de las localidades, ¿Por qué? Porque la conducción es así: sin esa información es imposible conducir.
Bien, una vez realizado ese trabajo, nosotros hacemos una apreciación de la situación de acuerdo con ésa información. Hecha esa apreciación, tomamos una resolución y hacemos un plan acción, ¿En qué consiste esa apreciación? Sería largo explicarlo. Hay diez hombres que hace tres meses la están realizando; con eso sólo se imaginarán el trabajo que ello representa. Son hombres especializados que no han hecho otra cosa en su vida y están auxiliados por todos los organismos. Esta es una cosa seria. No se puede hacer a ojo de buen cubero y en base a improvisaciones. Es toda una cuestión de métodos perfectos y completos.

ESTUDIAR LA SITUACIÓN EN DETALLE

¿Qué debo hacer yo? Mediante esa situación, estudiar lugar por lugar. Por ejemplo: En este pueblito de doscientos a trescientos habitantes, en el año 1946 ganábamos por cincuenta votos, y en la última elección ganamos sólo por diez votos ¿Por qué hemos perdido cuarenta? Entonces hay que averiguar por qué hemos perdido esos votos. Viene toda la información y además la comprobación. Me dicen, por ejemplo, que fulano de tal, que era un hombre influyente allí, hacía tal cosa; ahora resulta que anda medio tibio, porque parece que le han puesto los puntos en tal parte… Entonces, nosotros tenemos que sacarle los puntos. Doy ese ejemplo porque es el más común.

SOLUCIONES DE DETALLE

Otro caso: Me dicen que en tal localidad no se ha hecho el camino de acceso; parece que la Municipalidad anda mal. Entonces se cambia el intendente municipal y se construye el camino, es decir, se toma la resolución que nos devuelva los votos perdidos o nos dé más.
Es decir, se está organizando toda una acción, que después sale en forma de directiva. Yo hago la conducción estratégica y cada uno de los hombres del lugar —sean gobernadores, intendentes o delegados partidarios— hacen la acción política para servir a esa acción de conjunto. Se imaginan que, cuando nosotros armonicemos todo ese plan y se ponga en marcha en todas partes esto será una aplanadora.

LA CONDUCCIÓN ESTRATÉGICA NO PUEDE METERSE EN LA CONDUCCIÓN TÁCTICA

Es decir, hay que ir accionando en cada lugar, aparte de llevar a cabo una conducción de conjunto que contemple los acontecimientos totales. Todo este trabajo, minuciosamente realizado, es él que estamos ejecutando en este momento. Hecha esta apreciación, nosotros reuniremos aquí a todos los gobernadores, a todos los delegados partidarios de cada provincia, a todas las autoridades políticas, administrativas, etcétera, y entonces haremos una minuciosa exposición de la situación y la discutiremos con cada uno de los hombres que actúan en el lugar, que conducen tácticamente, con los que yo no me quiero meter, porque yo no puedo conducir la política del lugar. ¿Qué sé yo lo que pasa en la provincia de La Rioja, por ejemplo? ¿Cómo voy a conducir yo, desde aquí, la provincia de La Rioja? Desde aquí conduzco las catorce provincias y las diez gobernaciones; pero el que está en La Rioja conduce esa provincia.
Con el partido pasa exactamente lo mismo. Tiene aquí un consejo superior, que es el que conduce todo el partido; pero tiene sus delegados en toda la República, que son los que conducen en las distintas localidades la acción política. No puede pretender el partido conducir desde aquí cada una de las provincias. El resuelve y toma las grandes resoluciones aun para el interior; pero no conduce en forma directa, porque no conoce la situación. No puede conducir lo que no conoce.

EL MEJOR AMIGO ES EL QUE NOS DICE LA VERDAD. REFLEXIONES y CONSEJOS

Todo este análisis que hacemos aquí es la autocrítica a nuestra propia obra política y de gobierno. Esa autocrítica es la que permite que en rueda de amigos nos digamos la verdad, aunque no nos guste. Hay que decirla, y entre amigos es obligación decirla.
La verdadera colaboración no es alabar siempre, sino señalar los errores, hablando un lenguaje claro de realidad, de verdad y de amistad. El verdadero amigo es el que aconseja, y si es el enemigo el que habla, es mejor que esté cerca.
Decía Alejandro, cuando uno de ellos se iba a ir enojado: «Tú te quedas aquí. Prefiero que me critiques donde me conozcan y saben que lo que dices no es cierto, a que me vayas a criticar donde no me conocen». Aquí pasa lo mismo. Si son dos compañeros que se pelean entre ellos, es mejor que se critiquen de cerca. Se trata de pasiones que es inútil pretender quitarlas a los hombres, porque sería desvirtuarlos.
El hombre tiene sus pasiones buenas y malas; y hay que tomarlo tal cual es, llevándolo despacio y con buena letra, como dicen los criollos. Con ductilidad, con paciencia y con tolerancia. Entre nosotros, compañeros de una misión común, con una doctrina común, no nos podemos ocultar la verdad; la verdadera colaboración está en decirle al amigo: «Esto está mal».
Esa autocrítica es la que nosotros debemos propugnar. Nos reunimos y en círculo reservado decimos todo lo que pensamos. Entre nosotros no puede haber reservas mentales. La reserva mental es una forma de traición al compañero y al amigo. Esto se hace de dos maneras: cuando la gente lo hace con encono y termina a silletazos; si lo hace con sinceridad, lealtad y bondad, termina con abrazos. Eso es lo que buscamos: que estas reuniones terminen con abrazos de amigos que se han puesto de acuerdo y han quedado liberados de reservas mentales, porque la lucha política lleva fatalmente a eso. No son tanto los dirigentes como la gente que los rodea, que siempre viene con cuentos.

CUENTEROS Y ADULADORES

En la Casa de Gobierno quedamos muy poquitos de los que llegamos. Yo he sacado a todo intrigante o al que venía con cuentos. Los que quedan, trabajan en silencio y no dicen nada. El Gobierno es un pobre hombre que está buscando un objetivo lejano y marcha por su camino teniendo de un lado una legión de cuenteros, y del otro, una legión de aduladores, cada una de los cuales, tira para su lado. La legión de la derecha tira para la derecha y la legión de la izquierda tira para la izquierda. Lo sabio está en no apartarse, en hacer una sonrisa y seguir. Eso es clásico en todos los gobiernos y en todas las acciones.
Por eso nosotros, abriendo nuestro corazón y nuestra alma en esas
reuniones, vamos a establecer una acción común en base a un método que trata la situación, su apreciación, su resolución y su plan, y, entonces, después diversificaremos el plan en todo el país y formaremos la aplanadora, vale decir, la inmensa masa que forma el Partido Peronista transformada en una acción con unidad en la concepción y con unidad en la acción.
Señores: éste es el método que seguimos nosotros. Podrá haber otros mejores, no me aparto, pero tengamos como método un método simple, un método objetivo, un método que podamos estabilizar dentro de nuestra organización y un método que con el ejercicio podamos llevar a su más alto grado de perfectibilidad cada día más.

CONDUCCIONES DE TODO MÉTODO

Cuatro son las condiciones fundamentales para todos los métodos: 1º, que sea simple, porque si es complicado no se cumple bien; 2º, que sea objetivo, que vaya a una finalidad y que sepa lo que quiere; 3°, que tenga estabilidad en la acción, que se lo pueda utilizar permanentemente; y 4º, que sea perfectible, que en cada momento lo podamos perfeccionar.
Esas son las cuatro condiciones básicas de toda organización de métodos como de sistemas. Es la base de toda la acción: simple, objetiva, estable y perfecta.
Si cumplimos esas cuatro condiciones, nuestro método, por simple que sea, por primario que parezca, será efectivo. Si no lo cumplimos, por ampuloso, por grande y por científico que sea, nos llevará al fracaso.
En esto no hay que olvidarse de la sentencia napoleónica que es una de las cosas más sabias que he oído atribuir a Napoleón. Preguntado por qué él siempre vencía a los generales austriacos, se limitó a decir: «Los genérales austriacos saben demasiadas cosas». En esto, como decía Martín Fierro, el quid del hombre «no está en aprender muchas cosas, sino en aprender cosas buenas».

 

CAPÍTULO IV

ORGANISMOS DE LA CONDUCCIÓN
CONDUCCIÓN TÁCTICA Y CONDUCCIÓN ESTRATÉGICA

Después de haber escuchado la clase de la señora, tan interesante, especialmente en lo tocante a la oligarquía —que ella trató—, pensaba yo que es, hasta cierto punto, tentadora la oligarquía.
Decía ella que Alejandro el Grande, que sin duda fue un rey descamisado, que al salir de Macedonia regaló todos sus bienes conservando para él sólo la esperanza, también cayó en manos del sentido y del sentimiento oligárquico.
Cuando se apoderó de Persia y entró en el palacio de Darío, y vio su trono de oro, se dio vuelta y dijo a los generales que lo acompañaban: «Esto sí que se llama ser rey». Claro que él siempre había sido un rey descamisado.
También dijo la señora que Alejandro, después de estar entre los persas, se asimiló a ellos y cayó en manos de la oligarquía otra vez.
Le pasó lo que dice la señora que no tiene que suceder a nosotros. Los conductores han caído mucho en eso.
Yo voy a seguir tratando de los otros conductores, de los que no se asimilaron a la oligarquía.

LOS ORGANISMOS DE LA CONDUCCIÓN

Habíamos visto ya los elementos de la conducción, las características modernas de la conducción, la doctrina, la teoría, las formas de ejecución y el método de la conducción. Hoy voy a hablar sobre los organismos de la conducción.
Antes de estudiar la conducción conviene referirse, siquiera sintéticamente, a todos los órganos componentes de la conducción.
Por eso, cuando hablamos de los elementos de la conducción como valores intrínsecos de la conducción misma, nos referimos los conductores, a los cuadros y a la masa en sus características originales.
Cuando hablamos de las características de la conducción moderna, la situamos en el tiempo y en el espacio.
Cuando nos referimos a la conducción, a la doctrina y a las formas de ejecución, nos referimos a los elementos de unidad la conducción.
Cuando hablamos del método de la conducción, establecemos las distintas particularidades acerca de cómo ha de considerarse, desenvolverse y tratarse la conducción en sí.
Hoy vamos a conversar sobre los órganos constitutivos de la conducción.
Vale decir, el conductor, los auxiliares de la conducción, la transmisión, la ejecución y el control de la conducción.
La conducción en sí necesita tener un desarrollo permanentemente orgánico. Es uno de los problemas básicos de la conducción, porque es sin duda, una actividad difícil, no sólo en la concepción, en la planificación y en la ejecución, sino también en el control.
No se concibe una conducción sin un control. Vale decir, que no es suficiente que yo de una disposición, que ha de cumplirse, si no compruebo personalmente que se cumple, porque lo hombres son siempre rebeldes al cumplimiento, unos por inercia otros por apatía y otros por mala intención.
De manera que no es suficiente decirle al hombre lo que hay que hacer, sino que es necesario comprobar si lo hace.
Esa es la experiencia más clásica en toda clase de conducciones.

EL PUNTO DE PARTIDA

Por eso, al analizar cada uno de estos elementos constitutivos diremos, en lo que se refiere al hecho de conducir, que es necesario escalonar claramente cuál es el aspecto en que actúa cada una de las conducciones. 
Por eso debemos establecer, como punto de partida, que la conducción moderna en todos los campos, tanto en lo económico como en lo político, en lo social o en lo militar, se caracteriza por ser una actividad centralizada.
Es decir, hoy no se concibe una conducción como en la Edad Media, donde se dirigía a larga distancia o con gran espacio de tiempo, mediante largas directivas.
¿Por qué? Porque no existían los medios de comunicación necesarios.
Para ir de un pueblo a otro tardaban lo que se tarda hoy en ir en avión de América del Sur a Europa. Es decir, los medios han hecho evolucionar la forma de la conducción. Y lo que digo para estas comunicaciones intercontinentales, lo digo también para las comunicaciones y transmisiones dentro de un territorio.
Hoy para que todo el país quede impregnado de una noticia, de una directiva o de una orden, es suficiente que yo tome la radio en cadena general, diga una cosa, y diez minutos después todo el país esté envuelto en la ola de esa noticia o de esa disposición.

LA CONDUCCIÓN ESTRATÉGICA

Lógicamente, con esto ha ido evolucionando también la conducción. Antes era más necesario confiar en órganos intermediarios. Hoy es posible realizar la conducción directa en ciertos órdenes de acción.
Esto sirve para, la conducción general, o sea lo que desde hoy en adelante llamaremos la conducción estratégica, porque en la política hay también una acción estratégica y hay acciones tácticas, porque la política es una lucha, y donde hay una lucha hay una lucha general y hay luchas particularizadas.
La lucha general es la estratégica y la lucha particularizada es la lucha táctica.
¿Qué hace la estrategia en la política? Prepara las mejores condiciones generales para obtener el éxito táctico en las acciones parciales.
Eso tomaremos en adelante, para entendernos, como definición de lo que es la estrategia política. Estrategia política es la serie de medidas y acciones que la conducción general establece dentro del marco total, para preparar las mejores condiciones de la lucha táctica en los lugares donde ella se realiza.
Y la lucha táctica, o sea la táctica política, es la acción puesta en movimiento en los sectores de acción política para vencer en la lucha dirigida contra los adversarios.
Es decir, en otras palabras, que quien hace la conducción general, el conductor, tiene por misión actuar en el campo político en forma tal que posibilite las mejores condiciones de lucha en cada lugar que ella se realice.

APLICACIÓN DE LA ESTRATEGIA

¿Por qué, señores, debe dividirse este campo? ¿Por qué razón no se hace solamente la táctica y no la estratégica? Nosotros estamos acostumbrados, en nuestra política, a confiar demasiado en la lucha táctica.
Hasta ahora se ha hecho muy poco en el orden de la lucha estratégica. Se confiaba en la acción de los caudillos parciales.
El gobierno cometía un sinnúmero de errores en el orden político, empezando por hacer demagogia en vez de obra de gobierno; hacía política desde el gobierno, en lugar de realizar obra en el campo de las satisfacciones populares, que son la base del predicamento general en política y que los caudillos locales estaban obligados, después, a destruir de una u otra manera.
¿Qué ayuda tenían los colaboradores locales de la acción política general?
Ninguna por parte del gobierno o del que gobernaba y conducía la política en el campo estratégico.
En otros casos se efectúa una acción estratégica en la dirección de la política, pero no siempre acompañada con la acción táctica, porque, eficaz en una forma general, la conducción estratégica afloja los resortes parciales. Entonces, allí donde no hay enemigos, los hombres se ponen a luchar entre ellos en vez de formar un frente para realizar la lucha.

TIPO DE CONDUCCIÓN IDEAL

El ideal, en este tipo de conducción, ha de ser tratar de ejercitar la mejor conducción estratégica, que ha de ser cumplida con una hábil y combativa acción táctica en los campos particulares.
Pregunto yo: ¿por qué deben ser las dos y no una sola?
Primero, porque en la práctica hay inconvenientes y factores desfavorables cuando se realiza unilateralmente la conducción, y segundo, por una razón de ser de la conducción misma: debe haber una conducción estratégica, porque es la que fija los grandes objetivos que deben ser bien y hábilmente elegidos.
Por ejemplo, en nuestra conducción política estratégica, ¿cuáles son los
objetivos que nosotros hemos elegido como gran orientación de nuestro movimiento? ¿Cuáles son las banderas que hemos puesto al frente? La Justicia Social, la Independencia Económica y la Soberanía Política.
¿Por qué razón han sido bien elegidos esos tres objetivos? Porque nuestros adversarios, si quieren actuar, tendrán que tomar los mismos objetivos nuestros.
Nadie puede ir ya en este pueblo contra la Justicia Social, contra la Independencia Económica o contra la Soberanía. Y si van, peor para ellos.

TRES BANDERAS IRREEMPLAZABLES

De manera que, elegidos hábilmente los grandes objetivos estratégicos, la acción de la lucha en cada lugar está facilitada enormemente para los que la realizan. ¿Por qué? Porque tienen tres banderas irreemplazables, contra las cuales ni los adversarios pueden luchar.
Esto lo doy a título de ejemplo de cómo ha de complementarse una acción con la otra. ¿Por qué —dicen algunos— no dirijo yo toda la política del país? No puede ser, por una simple razón: ¿cómo podría yo manejar, gobernar o conducir la política en la provincia de La Rioja, estando yo en Buenos Aires, si allí hay una lucha local encauzada en un medio que desconozco, en una situación que varía diariamente y que yo también desconozco?
Yo necesito que esa lucha local la dirija alguien con conocimiento perfecto del lugar, costumbres, acción y situación diariamente variables.
Esa es la conducción táctica; y así como yo no puedo permitir que ese que realiza la acción táctica me venga a interferir, o a dar las directivas de cuál será la conducción estratégica que yo llevo en el país, tampoco me puedo meter a enmendarle la plana al que sabe y conoce la situación local.

GOBIERNO DE CONJUNTO

Yo mando en conjunto, pero no en detalle. Mando en conjunto creando mejores condiciones para que en La Rioja puedan empeñar su lucha táctica y triunfar.
De manera que en el orden de la organización de las acciones dentro de las características naturales y especiales que cada situación estratégica o táctica plantea a los conductores, cada uno debe actuar en su puesto, ayudando sin interferir, porque toda interferencia es inoportuna y es perjudicial.
Observen ustedes que todos los conflictos que se nos plantean en la conducción política, dentro del Movimiento, son motivados por esas interferencias.
Así llega el desacuerdo; el que está arriba interviene, observa, dice: «Yo estoy con éste». Y así se produce la división en el partido.

¡ESTOY CON TODOS!

Yo, que conduzco desde aquí, no estoy con nadie, ¡estoy todos! Por esa razón no puedo estar con ningún bando ni partido.
Cuando se hacen dos bandos peronistas, yo hago el «Padre Eterno»: los tengo que arreglar a los dos.
Yo no puedo meterme a favor de uno o del otro, aunque alguien tenga la razón. A mí solamente me interesa que no se dividan.
No puedo darle la razón a ninguno de los dos, aunque vea que, evidentemente, alguno de los dos la tiene.
Eso sería embanderarme, y si yo me embandero, el arreglo se hace más dificultoso.
Más bien los llamo, converso con ellos y les digo: «Déjense de cuestiones: ¡qué van a seguir discutiendo!; pónganse de acuerdo y arreglen el conflicto». Y cuando nos arreglamos y nos ponemos de acuerdo, no hay problema entre nosotros que no se pueda solucionar.
Por eso, en mi función de conductor superior, si me embanderase pasaría a meterme en la conducción táctica del lugar, donde, no es mi esfera de acción. Perjudicaría los intereses locales, abandonaría el problema, intervendría en lo que no es objeto de mi conducción, y al abstraerme en ese programa, abandonaría la conducción de conjunto y estaría mal conducido lo estratégico y mal conducido lo táctico. Y ésa no es la función del que conduce desde arriba.

LA LÍNEA DIVISORIA

Por esa razón he hecho esta disertación, para explicar dónde está la línea divisoria entre la conducción táctica y la conducción estratégica.
No hay una línea divisoria; hay un sentido común que dice hasta dónde llega uno en su actividad y una prudencia que anuncia dónde debe detenerse antes de invadir la jurisdicción de los demás, pero sobre todo eso hay un espíritu de amistad, de correligionario, de partidario, de doctrina, que le dice a uno que cualquiera sea la esfera de acción donde actúe, si lo hace con buena voluntad y para ayudar, está bien, y si lo hace con mala fe, con mala voluntad, para entorpecer o para producir fricción, está fuera de su acción y de su misión.
Con buena fe y con buena voluntad, en todas partes; con mala fe y mala voluntad, en ninguna parte resultará eficaz.

CADA UNO EN SU CASA

Por esa razón, al establecer estos elementos de la conducción, yo quiero ser suficientemente explícito para que dejemos ya, dentro de nuestro movimiento, esas ideas perfectamente fijadas: cada uno en su casa y Dios en la de todos, como reza el proverbio.
En este caso, con disculpa de lo que digo, el que conduce lo estratégico es el que está en todas partes, pero de una manera general, y el que conduce lo táctico es el que está todo en su función y en su acción. No se mete en la casa de al lado.
Si actúa dirigiendo la política en la Capital Federal, que no se meta en un pueblo de Buenos Aires. Si actúa en un pueblo de Buenos Aires, que no se meta en la Capital. Si actúa en La Rioja que no se meta en Catamarca. Eso está fuera de la función de ellos.
Y está fuera de la esfera de ellos porque la conducción general y las relaciones entre los distintos sectores de la conducción corresponden a la conducción superior.

EN LA PROPIA ESFERA DE ACCIÓN

Si todos actuamos dentro de esta esfera de acción que nos fija la propia función, nosotros no podremos interferir nunca, molestar o crear problemas inexistentes.
Ya en nuestro país se han producido. La intención de formar una liga de gobernadores se produjo.
En nuestro movimiento, todos esos que han actuado con antigua concepción han producido factores disociantes y de molestias en la conducción.
Hoy, afortunadamente, ya se ha delimitado perfectamente bien. No se ha terminado con las interferencias; pero, sin embargo lo vamos realizando orgánicamente bien.
Cada provincia, con su gobierno y su representante del Partido Peronista en el Consejo Superior, con sus autoridades partidarias dentro de cada una de ellas, con amable comprensión conducción parcial, va desenvolviéndose perfectamente bien.
Cuando hay alguna pequeña cosa, nos reunimos, hablamos nos ponemos de acuerdo.
Sobre todo, viviendo la verdad y no teniendo reservas mentales, no hay
problemas, para nosotros, que no podamos arreglar.
Cuando se produce algún pequeño roce, yo pongo especial atención y en seguida llamo a las partes y les digo: «A ver ¿qué pasa? Vamos a estudiar».
Estudiamos y arreglamos el roce y restañamos lo que pueda haber. No dejo profundizar. Hay que estar atento cuando se produce la rasgadura, para que después no se haga la grieta. Cuando se produce la rasgadura voy y pongo un poco de mezcla, fratacho y… ¡listo!

DIFERENCIAS ENTRE LA CONDUCCIÓN Y EL MANDO

En otras palabras, la conducción no es el mando.
Por eso los generales no sirven para esto, porque los generales están acostumbrados a mandar. Son unos hombres que a los quince años son puestos al frente de una unidad o empiezan a educarse en la disciplina.
Cuando tienen dieciocho años recién empiezan a mandar, y entonces para ellos todo es mando. Luego, cuando llegan a general, les ponen tres o cuatro mil hombres a sus órdenes les dan su grado, el código de justicia militar y el mando. Nadie dice que no. ¡Cómo va a decir que no!
En la política el asunto es otra cosa. Primero, que nadie le da los tres mil hombres; se los tiene que ganar el conductor. El grado no lo tiene, ni tampoco él código, y si manda una cosa sin sentido no le obedece nadie.
Esa es una conducción muy distinta. Aquí hay que arreglárselas para que la gente haga caso y, sobre todo, tener cuidado de no ordenar nunca nada que no se pueda hacer, porque si eso se hace una vez, abre la puerta para que por ahí pasen todos los demás que no quieren hacer lo que deben o lo que conviene hacer.
Es decir, hay que procurar que no desobedezcan por primera vez. Cuando se trata de un asunto escabroso, mejor es maniobrar bien para que no tenga nada que decir nadie.
Desde que estoy en el gobierno nunca he tenido que decir: «Hay que hacer tal cosa»; siempre me las arreglo para que me vengan a decir los demás lo que yo quiero que se haga.
Y, sobre todo, en esta clase de conducción superior es conveniente estar acorazado con la condescendencia y sobre todo con la transigencia.

JUEGO DE TRANSIGENCIAS
 
La política, a pesar de que en ella hay algunos intransigentes, es un juego de transigencias. Se debe ser intransigente sólo en los grandes principios.
Hay que ser transigente, comprensivo y conformarse con que se haga el cincuenta por ciento de lo que uno quiere, dejando el otro cincuenta por ciento a los demás.
Pero hay que tener la inteligencia necesaria para que el cincuenta por ciento de uno sea el más importante.
En esta conducción, nada rígida, todo dúctil, nada imponente, todo sencillo, hay que ser tolerante hasta con la intolerancia.
Naturalmente que hay que tener también el concepto de la energía cuando la energía está justificada.
Un gobierno débil termina con su prestigio, pero no hay que ejercer la energía inoportunamente. Un acto de energía realizado en una oportunidad por impulso, por pasión, por odio o por cualquiera de esos malos consejeros, lleva al desprestigio.
Cuando uno toma una medida enérgica, ha de pensarla muy fríamente, para que no sean las pasiones las qué se la aconsejen, sino el raciocinio. Que sea fríamente meditada, que sea apreciada en todas sus consecuencias y muy consultada antes de tomarla.
Consultar hasta a los propios interesados, que cuando uno los sabe consultar, ellos aconsejan lo que uno quiere, porque es lo justo. Entonces se toma la medida enérgica que no se afloja «aunque vengan degollando», como dijo Martín Fierro. Se lleva adelante y se cumple. De lo contrario, no se debía haberla tomado.

LA DISCIPLINA POLÍTICA

La conducción política es difícil, porque es cuestión de tacto, ductilidad y aplicación consciente de las medidas de la conducción.
Si un general da una orden mal dada, lo más que le puede pasar es arrepentirse y dar una contraorden.
En política, una vez que se toma una medida mala, ya no tiene arreglo.
Dirán que es un torpe, un sinvergüenza, y eso nadie se lo sacará más de encima, porque no tiene el código ni un montón de cosas con que cuentan los militares.
De manera que esta conducción ha de meditarse muy profundamente, porque la disciplina con que se actúa en política es muy distinta a la militar.
Es una disciplina consciente, como lo es también la militar, pero sin rigidez; porque el militar está allí en un servicio; si es soldado, obligatorio, y si es jefe u oficial, en su profesión, de la cual él ha hecho fe para cumplirla y ha jurado realizarla con honor, disciplina y dignidad.
De manera que cuando recibe una orden, buena o mala, está obligado a cumplirla, porque está en su servicio, en su obligación; pero al político si le dan una orden que no le gusta, manda al diablo al conductor y no la cumple.
Es decir, que hay un grado y una forma totalmente distintos de disciplina.
Es una disciplina de corazón, basada en la comprensión y en la persuasión, no en las órdenes ni en las obligaciones.

EL CONOCIMIENTO DE LOS HOMBRES

Los hombres que actúan en política deben ser siempre manejados con persuasión.
Nadie puede actuar si no va convencido de que lo que va a hacer es bueno, lo comparte y lo quiere realizar.
Indudablemente que en esta clase de conducción hay que tener una gran intuición para conocer a los hombres. En política, a los hombres hay que ayudarlos a ir adelante, cuando lo merecen. El que no tiene condiciones y puede ser peligroso para el propio Movimiento, ¡a ése hay que anularlo! En política no se puede herir. Nunca hay que largar a uno con una «pata rota», porque ¡hay que ver el mal que hace!
En política no se hiere: se mata o no se hace nada. Esas son imposiciones del medio en que uno actúa en esa clase de conducción.
Indudablemente que realizada la conducción dentro de las esferas de acción a que me he referido, en lo grande y en lo particular, o en lo estratégico y en lo táctico, dentro de lo perfectamente orgánicas, y cumpliendo cada uno su función, conscientemente, en la realización de esa conducción, puede llegar adquirir un alto grado de perfectibilidad.
Para lograr esta perfectibilidad influye, más que nada, la educación de los tres elementos fundamentales de la conducción; conductor superior, los cuadros auxiliares de la conducción y la masa.

EDUCACIÓN DE LOS TRES ELEMENTOS FUNDAMENTALES

Claro que ese ideal no se alcanza en dos ni en cinco ni veinte años; son necesarios cincuenta años de trabajo para «educar al soberano», como decían antes.
Cuando nosotros decimos que hay que educar al ciudadano, nos ponemos a educarlo. Antes, de acuerdo con las formas de conducción política, les convenía más bien que «el soberano» estuviera muy educado, que no tuviese mucha conciencia de derechos ni de sus prerrogativas.
Señores: yo me extendí un poco en esto porque quería dar una idea general sobre los dos grandes aspectos de la conducción. Por ejemplo, para particularizar y terminar este tema debo decirles que cuando tomé la dirección de la conducción, recién tuvimos nosotros algunas fuerzas orgánicas.
En 1945, cuando se preparó la elección del 24 de febrero vinieron a decir que no teníamos fuerzas organizadas, que cómo íbamos a hacer nosotros frente a esos partidos que hacía tantos años que estaban organizados, que gastaban mucho en su propaganda, que tenían todos sus comités instalados, que gastaban millones en movilizar a sus hombres, y que nosotros no teníamos ni partido, ni comité, ni dinero, ni propaganda, sino la que hacían los descamisados con carbón en la calle.
Para mí, la elección es un acto cuantitativo. Son votos que se meten dentro de las urnas, y para meter votos dentro de las urnas, los hombres que comparten mis ideas y las de todos los que pensamos así ¿necesitamos estar organizados? Lo que necesitamos es gente que vote, y para eso no es necesario organizar.
Es cuestión de llamar a la gente para que vote. Y sí nosotros hemos persuadido al pueblo argentino de que tenemos razón, ¿para qué vamos a tener comités?
Efectivamente, los hechos me dieron la razón en las elecciones, pues con lo poco que pudimos hacer nosotros orgánicamente se recuperó todo lo previsto.
¡Qué iba a conducir una masa como la que tenía el Peronismo, total y absolutamente inorgánica! ¿Qué conducción política podíamos hacer? Para conducir hay que tener una masa organizada, hay que tener comandos organizados y hay que tener un comando superior, también organizado, que pueda actuar. Si no se cuenta con eso, es mejor callarse la boca y no conducir; hay que dejar que todo se conduzca solo, sobre todo en la elección, que es un acto cuantitativo.
Los hechos me dieron la razón en estos problemas, a pesar de que no teníamos nada.

ELEMENTOS Y MÉTODOS DE IA CONDUCCIÓN

El tiempo, que nos dijo que para ganar elecciones no se necesita organización, nos dijo, después, que para gobernar es imposible hacerlo sin tener una organización, porque el gobierno es un acto cualitativo. Ahí se necesita seleccionar a los hombres.
Y hemos pagado caro, en el peronismo, el no haber estado organizados y no haber seleccionado a los hombres con que hemos actuado.

NO HAY NADA DECISIVO

De manera que, bien apreciada, ésa debe ser una pauta que nos presenta la clase de conducción y el valor de la conducción en cada uno de los actos políticos en que actuamos nosotros, considerando como actos políticos el gobierno y la lucha comicial.
En este sentido la conducción tiene aspectos sumamente diversificados, a muchos de los cuales uno les asigna coeficientes exagerados.
Algunos giran alrededor de puntos fijos y dicen: «Vea, el que nosotros tengamos a tales hombres en el Movimiento es decisivo para él».
Otros dicen: «Es decisivo que hagamos tal cosa en tal parte». En política no hay nada que por sí sea decisivo.
Lo decisivo es que aunemos todos los coeficientes de acción efectiva y los conduzcamos bien.
Eso es lo único que la conducción puede hacer dentro de la política.
Los demás son resortes de otra naturaleza, administrativos o de gobierno, pero no de la política.

NO EMBARULLAR LOS TÓPICOS

Y esto divide el otro sector en que actúa la política: el gobierno por un lado y la política por otro. Ni los del gobierno haciendo la política ni los de la política haciendo el gobierno.
Este es otro de los factores fundamentales de la conducción: no embarullar los tópicos, cada uno en su función. Y nada de cada uno fuera de su función, ni en la del vecino.
Por esa razón, al establecer nosotros las bases para la conducción, debemos fijar claramente esos cuatro aspectos.
El que conduce la política actúa en lo estratégico y en lo táctico. El que gobierna, por un lado, y el que conduce la política, por otro.
Por eso, mientras he estado en el gobierno no he querido tomar la dirección de la política y he creado el Consejo Superior Peronista, que es quien conduce.
Nadie podrá decir que estando yo en el gobierno he dicho: «Quiero que fulano de tal sea tal cosa».
¡No! A mí me vienen a preguntar —y me lo preguntan todos los días—:
«¿Quién es su candidato?» Yo, invariablemente, contesto lo mismo: «El que elija el pueblo. Ese es mi candidato.»
Flaco servicio haría si yo me pusiera a digitar quiénes han de ser los hombres que deben actuar en cada parte.
Empezaría por demostrar que faltaba a la verdad cuando decía que cada peronista lleva el bastón de mariscal en su mochila.
Será el pueblo quien los elija, si tienen las condiciones morales necesarias para actuar en la función pública.

QUE DECIDA EL PUEBLO

Yo puedo decir: «Ese no debe ser, porque no tiene condiciones morales para serlo.» Pero si el pueblo lo decide, yo le diré al pueblo: «Este hombre tiene tales condiciones que no convienen». Pero si él no renuncia o el pueblo no lo renuncia, yo tampoco lo voy a renunciar.
Mientras nosotros mantengamos bien dividido eso, no habrá motivos de fricción dentro del movimiento peronista.
Los que gobiernan, los que conducen la política, los que la conducen en el campo estratégico y los que la conducen en el campo táctico deben empujar desde el puesto que les ha correspondido y al que tienen derecho, y empujar lealmente y corriendo ligero, pero no haciéndole zancadillas al que corre al lado para hacerlo caer y ganar él.
No; con formas lícitas, cada uno en su andarivel, como decimos los que hemos hecho atletismo, sin molestar a los costados.
Si la conducción se realiza en esta forma, todo se facilita, absolutamente todo.
El que conduce en grande vive en Jauja, porque no tiene problemas con los hombres, ya que los problemas de las cosas se solucionan inmediatamente.
Siempre es lo mismo. El hombre lo complica todo.
La naturaleza es maravillosa si el hombre no la echa a perder, algunas veces.
Todo esto, que conforma una técnica general para la conducción, está basado en no interferir en esos cuatro aspectos a que me he referido.

HAY QUE EVITAR INTERFERENCIAS

Esto lo debemos fijar profundamente en todo el movimiento peronista.
Si ustedes echan una mirada al panorama, se darán cuenta de que  todos los inconvenientes que tenemos surgen de eso.
El que está arriba se mete en lo de abajo, o el de abajo se mete en lo de arriba o en lo de al lado; el que está en el gobierno se mete en la política, y el que está en la política se mete en el gobierno.
Esta es una acción de conjunto que manejamos de acuerdo respetando en cada caso lo que hay que respetar.
Si yo me metiese en la conducción de detalles de cada provincia o territorio, cometería muchos desaguisados.

LA CAPACITACIÓN INTEGRAL

Nosotros hemos creado una organización que permite que la política esté conducida de acuerdo con el gobierno, porque no podemos dividirla en forma absoluta, ya que el gobierno es parte de esa política y la política es parte de ese gobierno; pero cada uno en lo suyo. Cada uno en su conducción y todos de acuerdo.
Claro está que esto es más fácil decirlo que hacerlo. Pero con la práctica y el respeto de esas grandes directivas llegaremos a ejecutarlas mecánicamente, sin que nadie imagine siquiera que se puede hacer lo que no debe.
Si cada uno entra en esta acción, con la prédica de unos cuantos años —por ejemplo veinte—, tendremos educada a la masa, a los dirigentes y a los conductores.

EL CONDUCTOR, ELEMENTO PRIMORDIAL

De esta misma acción surge que el conductor es el elemento primordial, porque tiene una acción directa y otra indirecta en la conducción.
La acción directa es la que él realiza y la indirecta es la que sugiere, con su propio procedimiento, al resto de las conducciones locales, a las demás conducciones.
Por otra parte, de esa conducción superior es de donde sale la doctrina.
La doctrina no puede salir de otra parte, y es la influencia de esa doctrina la que va preparando los métodos y sistemas de acción en la conducción táctica de toda la política.

LA RESPONSABILIDAD DE LA CONDUCCIÓN

Esa acción directa e indirecta del conductor, su ejemplo, sus virtudes, sus defectos, sus métodos, sus sistemas, trascienden todos hasta el último escalón de la masa. «De tal palo tal astilla». Como él sea, será la masa.
Sus virtudes las cosechará en los hechos y sus defectos los sufrirá también en los propios hechos. Esto es sumamente importante.
Por eso, uno debe tratar, aunque no sea nada, de serlo todo, si tiene la responsabilidad de la conducción.

LA ELEVACIÓN CULTURAL DE LA MASA

Indudablemente que eso se facilita extraordinariamente con la difusión, el perfeccionamiento y la elevación del nivel cívico y cultural de la masa.
Es más comprensible, más fácil y todo se sistematiza mejor cuando hay una alta comprensión y ésta viene con la elevación del nivel cultural.
De ahí que yo crea que el peronismo tiene una función esencial que realizar dentro del pueblo argentino: ir elevando la cultura política, la cultura cívica del pueblo.
Sin eso estaremos siempre expuestos a que nos saquen la masa, engañándola; pero si le enseñamos a la masa a discernir por sí, a apreciar por sí, a comprender por sí, entonces estamos seguros de que no la volverán a engañar nunca más.
Y no engañada, no podrá irse con los que tienen la mala intención, sino que irá con los que tienen la buena intención.

CADA CONDUCTOR CREA SU INSTRUMENTO

Eso será a la vez el reaseguro del peronismo, para que nunca estemos tentados de tener una mala intención, para que seamos siempre instrumentos del pueblo y no lleguemos jamás a hacer del pueblo un instrumento nuestro.
Por esa razón, al hablar del conductor es necesario decir que forma sus fuerzas, las organiza, las instruye, las prepara y las conduce.
De lo contrario, no es conductor.
Cada conductor crea su instrumento, como cualquiera que debe realizar un trabajo. Nadie lo puede hacer en su lugar, de manera que él tenga algo que agradecer.
Si no lo hace él personalmente, con sacrificio de todos los días, con la prédica constante y permanente, con el ejemplo, si él no se empeña con todas sus fuerzas y con toda su vida —y la vida de un hombre es demasiado corta para hacerlo todo— no podrá conducir bien.
Por esa razón, creo —y lo he sostenido siempre— que el genio es trabajo.
Nada puede realizarse por inspiración de nada, sino por la prédica constante y permanente, por la continuidad extraordinaria del esfuerzo.

Solamente así se podrán vencer las malas inclinaciones, a las cuales es  siempre más propensa la gente, que a las buenas.

NO MUCHO, PERO BUENO

De manera que todo eso está sobre los hombros de uno. Es necesario ir arbitrando los medios para realizarlo, pensando que a los pueblos no se les puede dar eso por bolsas; hay también dosificación.
No es suficiente con que el pueblo engulla; es necesario que asimile, y hay que hacerlo de manera que el pueblo asimile.
No hay que hacerlo en la medida de lo que uno puede decir o enseñar, sino en la medida en que el pueblo aprende, dándole suficiente para que asimile. No mucho; poco pero bueno.
Esta prédica de la doctrina, desarrollada paulatinamente, ha de ser convenientemente dosificada.
Nosotros podemos estar contentos con los resultados que, hemos obtenido con nuestra prédica. ¡Hasta nuestros propios adversarios están hablando en peronista desde sus propias tribunas!
Quiere decir que nuestra doctrina no sólo ha entrado en los peronistas, sino también en los contrarios.

LOS CONDUCTORES AUXILIARES

Si es importante la acción del conductor, no le es menos la acción de los conductores auxiliares. Estos representan la multiplicación del conductor.
Si hombres de las mismas ideas y sentimientos, de la misma orientación doctrinaria, de la misma manera de ser, actúan en forma directa, en contacto con la masa, dando los mismos ejemplos, evidenciando las mismas virtudes, inculcando los mismos principios, se llega a inspirar a la masa con mucha más rapidez.
Por esa razón es elemental y fundamental la formación de los hombres auxiliares de la conducción.
Me dirán: ¿por qué nosotros no comenzamos ya en el año 1946 a formar esto?
Diré a ustedes que pensé sobre eso, y que me dije lo siguiente: «Dios nos libre de los malos maestros, porque un mal alumno es un mal, y un mal maestro son miles de males, por todos los alumnos que forma.»

HOMBRES DE UNA MISMA CAUSA

Cuando el peronismo se formó no sabíamos quién era quién. No nos conocíamos, no éramos amigos, porque si hubiéramos dicho que en aquellos tiempos éramos amigos, hubiéramos mentido. Éramos hombres de una misma causa, que pensábamos alcanzar los mismos objetivos, pero que veníamos de todas partes y de todas direcciones. 
¿Cómo podíamos pensar que ya éramos amigos?
Recién ahora comenzamos a hacernos amigos, cuando nos conocemos y sabemos cuáles son los puntos que calza cada uno. Las revoluciones, en su iniciación, marcan las horas de los audaces. Me he dado cuenta de que cuando se produce una revolución, a todos los que vienen a ofrecerse, diciendo: «Yo soy bueno para esto», siempre hay que dejarlos e ir a buscar a los que no vienen a ofrecerse.
Generalmente, ésos convienen más.
Todos saben, tanto como yo, cuántos hombres hemos tenido que sacar de los que actuaron en los primeros tiempos, porque sus valores morales no estaban a la altura de sus ambiciones o de sus deseos.

LA ESCUELA SUPERIOR PERONISTA

La Escuela Peronista pudo haber empezado a funcionar en 1946. Esto que hemos hecho ahora lo podíamos hacer entonces, pero ¿quiénes hubieran venido a la Escuela Peronista? ¿Hubiéramos podido saber quiénes eran y hubiéramos podido seleccionar a los hombres que debían obtener por lo menos la iniciación de esta marcha en la preparación para la conducción?
Eso me hizo pensar muchas veces, y nunca me apuré. Algunas veces sentía la necesidad, pero prefería que siguiésemos desenvolviéndolos más o menos como íbamos.
Ahora que nos conocemos, ahora que entre nosotros mismos nos seleccionamos de acuerdo con nuestros valores morales, ahora un hombre sin condiciones morales que viniese a esta escuela, él solo se iría; no se encontraría cómodo.
Y en el futuro, con los cuadros auxiliares de la conducción haremos lo mismo.
El hombre que no esté a tono con las virtudes que deben tener los que conducen, o los que dirigen, no se sentirá cómodo entre nosotros.

LAS FUERZAS MORALES

Quizá en ciertos aspectos tiene más importancia el conductor auxiliar que el propio conductor, porque el auxiliar es el que está en contacto directo con la masa, y por buenas que sean las intenciones del que conduce de arriba, él no puede dar su ejemplo personal ni llegar con su palabra todos los días a quienes él debe ir formando en la misma mística y en la misma moral.
Un partido político cuyos dirigentes no estén dotados de una profunda moral, que no estén persuadidos de que ésta es una función de sacrificio y no una ganga, que no estén armados de la suficiente abnegación, que no sean hombres humildes y trabajadores, que no se crean nunca más de lo que son ni menos de lo que deben ser en su función— ese partido está destinado a morir, a corto o largo plazo, tan pronto trascienda que los hombres que lo conducen y dirigen no tienen condiciones morales suficientes para hacerlo.

LA DESCOMPOSICIÓN EMPIEZA POR LA CABEZA

Los partidos políticos mueren así, porque ya he dicho muchas veces que los pescados y las instituciones se descomponen primero por la cabeza.
El día en que nos descompusiéramos nosotros, no tardaría mucho en descomponerse todo el Movimiento, disolverse y dispersarse.
Así mueren las instituciones.
Por esa razón creo que es una responsabilidad la que adquirimos los que tomamos los puestos directivos.
Siempre que veo una orquesta, miro al que dirige y pienso: «Preferiría estar tocando allí un instrumento y no ser el director que tiene que vigilar a los que tocan y debe tener una capacidad superior». Es más cómodo tocar y hacer lo que le indican.
En esto de la conducción es lo mismo.
Cuando uno conduce con verdadera pasión, lealtad y sinceridad, es mucho más difícil el puesto del que dirige que el puesto del que ejecuta, y es para eso que debemos formar y preparar, nuestros hombres.

LA CONDUCCIÓN EN GRANDE

Sobre las formas de la conducción en el orden estratégico, en grande, se conduce por grandes directivas, con gran amplitud. ¿Por qué? Porque deben ser cumplidas por todos en distintos lugares, circunstancias y tiempos.
No se pueden dar ordenes que resulten ciertas en una parte e inciertas en otra; que resulten buenas en una parte y malas en otra; débiles en un lado y fuertes en otro.
Hay que dar directivas que permitan que los que tengan que ejecutarlas dispongan de un amplio campo para jugar dentro de todas las soluciones que se pueden presentar.
Por eso se dan solamente directivas para la conducción en grande, o sea grandes líneas de acción con amplio frente para moverse dentro de esa acción.
La conducción táctica se dirige directamente por disposiciones. ¿Por qué? Porque él está viendo la lucha allí y puede decirle al otro: «Haga tal cosa», para tener la unidad y la centralización en la dirección de la lucha.
Por eso, cuando actúa el Consejo Superior Peronista, no debe hacerlo por órdenes, sino por grandes directivas de conjunto pero cuando actúa el que dirige la lucha en una localidad, lo hace por disposiciones rígidas, que no deben ser violadas por nadie, es decir, por órdenes.
La conducción táctica es por órdenes, la estratégica es por directivas.

EL PROPIO CONVENCIMIENTO

Dentro de la conducción debe funcionar, en forma permanente, una información de ida y de vuelta.
Esto quiere decir que uno debe dar información a los que ejecutan, para dar conciencia de acción, es decir, que nadie debe actuar en política sin saber por qué está haciendo algo y que está haciendo, además de llevar la persuasión de que debe hacerlo.
En una orden militar se dice: «Haga tal cosa», y se termino. En política no se puede hacer. El que lo hace se equivoca, debe llamar al hombre y decirle: «La situación es ésta. Nosotros tenemos que lograr estos objetivos.
Yo he pensado que esto es todo lo que podemos hacer, ¿qué le parece a usted?»
Y así lo persuade y lo va convenciendo. Si lo larga sin convencerlo, cumplirá de mala gana o no lo hará, pero si se va convencido, es probable que lo haga.
Y siempre hay la posibilidad de llamarlo después y decirle por qué no cumplió; o por qué lo hizo mal, si en verdad estaba convencido de que debía hacer lo que se le indicó.

LOS SISTEMAS Y LAS FORMAS

Esto de los sistemas y de las formas tiene una importancia extraordinaria, pero implica un trabajo también extraordinario.
Para tenerlo siempre despierto al que realiza la tarea en el punto de contacto es necesario tenerlo permanentemente informado y que él a su vez lo tenga informado a uno.
Así, cuando va mal, se lo puede llamar y decirle: «Va mal, agarre para el otro lado». Ese cambio de opiniones, ese consejo, esa consulta permanente que puede realizarse en las pequeñas esferas, favorece y ayuda extraordinariamente la conducción, sobre todo la comprensión, y uno puede vigilar si cuando trabaja ese hombre lo hace para todos o para él, lo que es muy importante también en la conducción.
Ese sistema de información de ida y vuelta es indispensable en la realización de toda la conducción, no sólo para mantener latente y permanente la acción, sino también para vivir informado sobre lo que hacen en el lugar de la conducción.

EL MUNDO NO GIRA EN TORNO A UNO

Otra cosa que hay que vigilar permanentemente, en la conducción, es que las partes se encuadren siempre en la situación de conjunto y en la acción de conjunto.
Una de las cosas más comunes en la conducción política es que el que conduce en el lugar cree que el mundo gira alrededor del pueblo que dirige, y entonces no hay problema que él no subordine a la acción política que desarrolla allá en el pueblito.
Cuando viene alguna cosa, la resuelve por su cuenta. No es ése el procedimiento.
El debe subordinar el pueblito a la República, porque el pueblito está en la República y no la República en el Pueblito.
El que hace una conducción de su pueblito, departamento, provincia o territorio ha de pensar siempre que va a resolver alguna cuestión de la lucha política, y ha de pensar, también, si eso que él hace favorece a la acción de conjunto o no la favorece, en cuyo caso, si no está seguro, lo mejor es consultar a la acción de conjunto, y allí le dirán si conviene o no conviene, porque ellos están más en la acción de conjunto.

EQUILIBRIO DE LAS MENTALIDADES

Vale decir que nunca, en la conducción táctica de una acción política, ha de pensarse y resolverse unilateralmente, porque así es como se rompe la unidad de acción y se actúa en fuerzas disolventes en vez de fuerzas concurrentes, que es la base del éxito en la política.
De la misma manera, en una situación estratégica falsa, el éxito en el pueblito no salva nada.
¿Qué va a hacer con que venza en el pueblito si perdemos en la República?
Es una cosa bien clarita: en una situación política estratégica falsa, el éxito táctico no conduce a nada.
Por esa razón, en esto hay que llevar a los hombres y a la mentalidad de los hombres que conducen, que nada ha de hacerse fuera de la situación de conjunto, porque lo que decide es esa situación de conjunto.
De nada le va a valer a un peronista ser convencional en Calamuchita si el presidente de la República fuese un radical o un conservador.
Es decir que hay que servir al conjunto, en primer término, y, dentro del conjunto actuar, porque todo se viene eslabonando desde arriba.

LAS DISPOSICIONES y EL CONTROL

Además de la información y del encuadre del conjunto en la acción, es necesario cuidar las disposiciones y el control. Vale decir que hay que utilizar todos los medios posibles para que las noticias, directivas, disposiciones u órdenes alcancen oportunamente a los órganos a que están destinadas.
Una de las fallas fundamentales de los políticos es que se reúnen en organismos directivos y conversando dicen: «Bueno, esto hay que transmitirlo». «Transmítelo», le dicen al secretario. Éste dice a otro: «Transmítelo».
Pasa el tiempo y la noticia, la orden o la directiva llega a algunas partes y a otras no llega.
A algunas partes llega al día siguiente, a otras al año siguiente; a algunas partes llega completa, e incompleta a las otras.

CÓMO ASEGURAR LA UNIDAD DE ACCIÓN

Esto es algo que tiene un valor importantísimo, aunque nos parezca que no.
Que todo el mundo esté igual y oportunamente informado, después de la unidad de concepción, es lo único que asegura la unidad de acción.
De nada vale que nosotros lo pensemos si no lo hacemos pensar a todos los demás que deben actuar.
De manera que esto, que parece una cosa secundaria, es fundamental.
Hay que organizar un sistema de transmisiones permanentes y completas para que las noticias, informaciones, disposiciones, directivas y órdenes lleguen oportunamente y a todas partes, porque si no la aplanadora no se forma.
Esa aplanadora —de que tanto hemos hablado— no marcha, no funciona.
Este defecto lo he observado mucho en nuestro trabajo, y es muy común.
Yo recuerdo siempre a los radicales, y menciono esto como un caso de eficacia de las medidas que se toman contra la acción del adversario.
Siempre, con los radicales amigos míos, he criticado una cosa: “A ustedes los engañaban en la provincia de Buenos Aires, y con el fraude les ganaban la elección. Ustedes se reunían en el comité, lanzaban un manifiesto y se quedaban tan tranquilos por cuatro años”, y la masa también se conformaba.

LEVANTAR AL PUEBLO

Hay que hacer una cosa, hay que levantar al Pueblo. ¡Que manifiesto ni qué ocho cuartos! Una orden: levantar al Pueblo. Frente al fraude se reacciona de una sola manera. Hay que tener todo bien conectado y a la voz de «ahora» se levanta todo mundo, le queman los comicios, le matan los fiscales, cualquier cosa. Es la única forma de combatir el fraude. ¡Pero con manifiestos…!
Indudablemente que para hacer una cosa así es necesario tener la conducción y todo un sistema de acción establecido, de transmisión, para que llegue y se conecte en un todo, y accione todo el mundo junto.
La acción de conjunto es extraordinaria.
Ya vamos a hablar, cuando tratemos de los principios de la conducción, de la acción de masa, que es la base en política.

HAY QUE SER FUERTE EN UN LUGAR Y EN UN MOMENTO

La acción de masa es un principio eterno e inmutable de la conducción, porque todas las conducciones, en el orden militar o económico, la usan.
Es decir, no hay que echar gotas. Hay que echar con el balde para que haga efecto.
Eso se llama el principio de la economía de la fuerza que dice que no hay que pretender ser fuerte en todas partes, porque entonces uno termina por no ser fuerte en ninguna.
También dice que no se puede pretender ser siempre fuerte, porque termina por no ser fuerte nunca.
Hay que ser fuerte en un lugar y en un momento, y por eso hay que tener todo en la mano para poderlo manejar a fin de conducir.

LA ACCIÓN DE MASA

Esa acción de masa destruye cualquier cosa. Recuerdo que una vez, cuando estaba en la Secretaría de Trabajo, en 1944, que salían a la calle la F.U.B.A. y la U.D., yo estaba metido adentro, pero tenía todos los obreros atrás y les decía: «De casa al trabajo y del trabajo a casa».
Venían y me decían todos los días: «Nos están ganando la calle y no hay que dejársela ganar». Yo contestaba: «Y bueno, ¿para qué quieren la calle?; dejémosles que tengan la calle».
«Que hacen manifestaciones, que insultan a la gente, que nos pegan cuando nos encuentran aislados, que matan vigilantes», me decían.
«Paciencia —contestaba—, somos una víctima más de los políticos».

LA ECONOMÍA DE LA FUERZA

Les dije: «Les voy a demostrar que en esto la economía de la fuerza triunfa».
Llamé a los madereros y les pedí: «Muchachos, háganme unos garrotes grandes».
Después llamamos al gremio de la carne y les dijimos: «Muchachos: ¿se animan con 500 bastones a salir a la calle?»
Les dimos quinientos palos, salieron, ganaron la calle y los otros no la volvieron a recuperar más.

LOS VERDADEROS PRINCIPIOS DE LA CONDUCCIÓN

Claro que para hacer eso nosotros esperamos dos meses.
Cuando ellos se habían aburrido de andar solos por la calle, nosotros estábamos fresquitos, listos y con ganas de salir a la calle. Lógicamente, todo se terminó en un solo acto.
Todo eso tiene una técnica, no se hace porque sí. Esa técnica es la que hay que dominar en la conducción, y está basada en principios científicos, en los verdaderos principios del arte de la conducción.
No se conduce a ojo de buen cubero, sino a conciencia y estudiando minuciosamente un problema y resolviéndolo científicamente.
Hay que hacerse un conductor, un profesional, si es posible, dominando los principios del arte y aplicándolos bien y oportunamente.
Todo eso lo vamos a considerar en su momento. Me refiero a que para poder realizar eso, cumplir los principios y ejecutarlos es indispensable que tengamos esto, que es la base.
Se podrá dominar y accionar en conjunto porque de qué sirve el principio si no podemos juntar la gente y hacerla salir en un momento oportuno con unidad de acción y de concepción. Es inútil. Uno se queda con la linda idea.
Decimos muy bien las cosas, las pensamos mejor, pero las hacemos mal, porque no tenemos el elemento de acción, la técnica ni la organización.
Para poder golpear con un martillo, primero hay que tener la fuerza y el martillo. Con esto es exactamente igual.
No se puede accionar en la conducción si uno no ha preparado su instrumento y su herramienta. Cuando tiene la herramienta en la mano, golpea, fuerte y bien.

TRABAJO DE AÑOS Y AÑOS

Todo esto que nosotros tratamos de formar, y que haremos paulatinamente, no se improvisa.
Es trabajo de años y años, porque hay que ir llevando estos, conocimientos a la masa, a los dirigentes, y poniéndolos en práctica para que la experiencia misma lo vaya formando a uno en la escuela de la acción, que es la mejor escuela.
El que lo haya hecho una vez, no se olvida más; el que se haya equivocado una vez tal vez se olvide menos, porque tiene la lección del fracaso, que es una de las grandes lecciones que da la vida. Claro que es una experiencia cara y que llega a menudo tarde, pero siempre vale para la vida.

HAY QUE CONOCER LA SITUACIÓN

Otra de las cosas indispensables en la conducción, y para la cual hay que estar conectado hasta con el último órgano, es que hasta el último hombre conozca la situación; qué es lo que se quiere hacer y qué se debe hacer.
Hay que arbitrar los medios para que todo hombre conozca la situación, sepa lo que hay que hacer y cómo hay que proceder.
Eso hay que llevarlo a la masa. Cuanto más penetrada esté la masa de estas cuestiones, mejor será el procedimiento, más inteligente, más comprensiva y la unidad de acción vendrá con más fuerza y decisión. Esa es otra cosa que hay que sistematizar.
Generalmente, las acciones fracasan porque las noticias son ineficientemente conocidas, porque la persuasión no ha llegado a todos los hombres y unos están indecisos; esto es lo que pasa generalmente aquí, y que yo he tratado de ir terminando por la información.
Es una cosa muy común que en determinadas situaciones todo el mundo diga: «¿Qué dice el General?»
Se habla de un candidato: «¿Qué dice el General?»
Eso no se debe decir en una masa organizada.
Cuando llega la noticia debe llegar completa y todo el mundo debe saber qué se piensa en el medio, arriba y abajo.
Esto hay que sistematizarlo, porque todavía no lo tenemos bien sistematizado.
Si eso se realiza, es posible la ejecución con unidad de acción. Y si se asegura un sistema, es algo que se va produciendo en las mejores condiciones.

EL CÁLCULO DE LAS FUERZAS

Si la conducción política es buena, frente a una conducción política inorgánica, es invencible.
Un partido político que tenga una conducción bien realizada, tiene que ser invencible, porque forma un cuerpo de acción que aplica la fuerza en el momento oportuno, donde hay que aplicar la mitad de la fuerza para vencer, reservando la otra mitad.
Claro que hablo teniendo en cuenta que existe un predicamento político como el del peronismo, porque de lo contrario sería inútil que se condujera bien.
Primero es necesario cumplir las demás condiciones que hemos mencionado, porque si fuéramos demócratas progresistas, por bien que condujéramos, nuestro esfuerzo resultaría inútil.

NECESIDAD DE CONTROL

Otra cosa importante es lo que se refiere al control de la ejecución, que es otro de los factores que cierran el ciclo de la conducción.
Además de todos los elementos mencionados, es necesario ejercer un control permanente y minucioso de la ejecución.
Los hombres son todos buenos, pero si se los vigila son mejores. Es decir, que en la conducción no puede considerarse solamente que las cosas se han de hacer, sino que se debe tener la seguridad de que se hagan, y de que se hagan bien.
Por eso, todos los organismos de la conducción deben tener sus controles de ejecución.
Vale decir, que la función de un elemento directivo de la acción política no sólo ha de conformarse con decir lo que hay que hacer y comunicarlo, sino también en comprobar que se haga.
En todas las actividades es necesario realizar esto.
Aun en el gobierno, yo sigo siempre el mismo sistema. Cuando me olvido, las cosas no se realizan hasta que hago sentir el control.
Ese control de todos los actos es necesario por dos razones primero, para saber si las cosas se hacen, y segundo, porque si todos nos controlamos a todos tendremos mayor interés en andar mejor.
En política, como en muchas otras cosas de la vida, hay que, obrar siempre como si uno estuviera en presencia de Dios, como si estuviera ante una presencia superior.

LA ESENCIA DEL CONDUCTOR

Señores: por hoy yo doy por terminada esta clase con la que he cerrado los capítulos preliminares de la conducción y desde la próxima clase deseo entrar directamente en la conducción.
Todo lo que hemos hablado, como prolegómeno de la conducción, es muy importante, pero la médula misma de toda la parte de la conducción la comenzaremos a tratar en la próxima clase hablando del conductor como la parte vital del arte de la conducción, sus condiciones morales, intelectuales y partidarias.
Haré una rápida recopilación de lo que yo creo que debe ser el conductor, para después entrar inmediatamente a lo referente a la parte inerte del arte.

EL ARTE Y LA TEORÍA

El arte está compuesto siempre de una parte vital, que es el artista; de una parte inerte, que es la teoría del arte.
Lo primero que quiero presentar es lo que considero que constituye el artista en la conducción.
Como en todas las artes, la conducción no escapa a las reglas generales.
Quiero presentar al conductor como considero que debe ser: cuáles son sus valores y cualidades, para después considerar directamente la teoría del arte, analizando una serie de principios que lo caracterizan.

LOS PRINCIPIOS DEL ARTE DE LA CONDUCCIÓN

Nadie puede decir cuáles son los principios del arte de la conducción, ni tampoco nadie se ha animado a decirlo. Unos han dicho mucho y otros poco.
Que existen principios, es indiscutible, porque si no existieran, la conducción no sería un arte. Y es arte y tiene principios, porque de lo contrario no sería arte.
Cristalizando unos cuantos principios, y analizándolos, nos iremos metiendo suavemente, como un tornillo, dentro del arte mismo, pensando que de nada vale la teoría si no se tiene un poco de artista.
Lo que la teoría puede dar es una técnica, y eso no es solamente técnica.
La teoría sirve al arte, pero si no hay un artista se hará una obra perfecta, pero sin vida. La inspiración es del artista. En esto todos tienen un poco de artista, según la cantidad de gotas de óleo sagrado de Samuel que Dios ha puesto en cada uno.

TODOS TENEMOS ALGO DE ARTISTA

Unos lo hacen con acierto y otros con menos acierto, porque de artista y de loco, como dicen, todos tenemos un poco.
Todo el mundo tiene, en esto, un poco de artista. Pero eso se perfecciona extraordinariamente por el método.
Los antiguos decían que al arte se llega por dos caminos por el genio o por el método. Los que no tengamos la suerte haber recibido mucho óleo sagrado, por lo menos tengamos la perseverancia de persistir en el método para arrimarnos al arte.
Por otra parte, la conducción no requiere solamente genios; necesita hombres medianos y de trabajo, que muchas veces son más eficaces.
La inspiración puede dar una solución, en algunas circunstancias; no hay que caer en la escuela que estuvo en boga en 1800 que decía que el arte es solamente para los que nacen artistas y que los que no nacen artistas ¡para qué se van a dedicar al arte! ¡Se nace o no!

SUELE SER CUESTIÓN DE GUSTOS

Esa escuela negativa no es la de la conducción. Si en la conducción aparecen los hombres artistas mejor, pero no son siempre indispensables.
Se puede conducir mejor sin artistas.
En el arte aparece un artista, pero hay muchos otros que pintan bien y que a veces gustan como los mismos artistas.
Hay muchos cuadros de un pintor moderno, que pinta más o menos, y que a mí me gustan mucho. Es cuestión de gustos. Y en la conducción hay mucho de gustos.
Pero, naturalmente, el arte de la conducción es más perfecto en ese sentido, porque a un cuadro o a una escultura uno los acaricia y le gustan o no, pero en el arte de la conducción «el tipo triunfa o fracasa».

FACTORES DE ÉXITO Y DE FRACASO

Yo trataré, en pocas clases, de poner en evidencia esos factores de éxito o de fracaso en el análisis del conductor y de la teoría de la conducción.
Si lo consigo, quedaré satisfecho. Es una cosa bastante difícil.
Yo trataré de hacer un análisis lo más profundo posible, y después que hayamos terminado con la exégesis de esos grandes principios, haremos algunos ejercicios teórico prácticos sobré conducción.
Yo plantearé una situación; ustedes harán la apreciación de la situación, tornarán la resolución y proyectarán un plan de acción.
Eso es lo más práctico, porque sobre la conducción se procede por dos sistemas: primeramente, por análisis y estudio teórico, y después, por los estudios aplicados, que pueden ser situaciones concretas, porque esto de hablar de la conducción es fácil, pero lo difícil es conducir.
No queremos formar hombres que sepan hablar de la conducción, sino que sean capaces de tomar una resolución y ejecutarla.
Esa ejercitación es la que va a ir dándole alas a uno para comenzar a volar en la aplicación de los grandes principios de la conducción. Esas ejercitaciones son también, en algunos casos, análisis de hechos históricos.
Se plantea una situación producida en la historia, se estudia críticamente y se dice por qué fracasó o triunfó. Cuáles son los factores que condujeron al éxito. No se estudia una situación para volverla a aplicar, porque ésa situación no se repite más. Se la estudia como una gimnasia, para ser más sabio en todas las ocasiones.
Ese es el camino para ejercitar la conducción.

LA PROPIA EXPERIENCIA

Yo podría hablarles años sobre esto, porque me he pasado la vida estudiando, pero nunca podría transmitirles la enseñanza que ustedes sacarán en cuatro o cinco trabajos sobre situaciones que ustedes estén
obligados a analizar, a aislar y a familiarizarse con los factores del éxito y del fracaso, como así a apreciar situaciones concretas, tomar resoluciones concretas y preparar un plan, para llevar a cabo una acción táctica o estratégica en la política. En las próximas clases empezaremos a tratar del conductor. Sobre esto he escrito varias cosas, que si las tienen a mano, podrían leerlas.
Hay varios trabajos míos sobre el conductor, y un librito mío habla mucho sobre la conducción. Es de carácter militar, pero es aplicable a la política.
Las condiciones del conductor en la política, son más o menos las mismas que se requieren para la técnica de la conducción.
Claro que las condiciones son otras, y es sobre eso que voy tratar.

CAPÍTULO V

EL CONDUCTOR
SECRETOS DE LA CONDUCCIÓN

En nuestra clase anterior habíamos dejado para tratar hoy lo referente al conductor, es decir, lo que yo llamo la parte vital del arte.
Se ha llegado a discutir muchas veces si la conducción es un arte o una ciencia. .
Asunto difícil —diremos— de establecer en forma categórica, porque en ella uno utiliza todos los conocimientos, sean éstos de la ciencia o sean de la vida, que es la más grande de todas las ciencias para un conductor.
Sin embargo, es indudable que la conducción es un arte; es puramente un arte, y utiliza también, como las demás artes, partes de la ciencia. Si en lugar de arte fuese una ciencia, ya existiría alguna fórmula para crear una obra de arte como la de Napoleón, como la de Alejandro o la de César.

LA CIENCIA Y EL ARTE DE LA CONDUCCIÓN

Creo que todavía no existe una ciencia que capacite al hombre para realizar esa clase de trabajos.
La ciencia, en general, difiere del arte y se rige por leyes, las cuales establecen qué a los mismos efectos corresponden las mismas causas.
El arte, en cambio, es una cosa distinta; no tiene reglas fijas ni leyes, sino que se rige por principios, grandes principios que se enuncian en una misma forma, pero que se aplican de infinitos modos y maneras. Vale decir que nada nos da la posesión de un arte, de un principio como cierto, sino mediante la transformación que el criterio y la capacidad del conductor hace en su aplicación en cada caso concreto, porque las mismas causas en la conducción no producen los mismos efectos.

LOS HOMBRES Y LOS HECHOS

Intervienen los hombres e intervienen los hechos, y aun en casos similares, a iguales causas no se obtienen iguales efectos, por que cambian los hombres y cambian los factores que juegan en la solución del problema.
De manera que la conducción es un arte sui géneris. Es distinto de todos los demás. Es un arte porque presupone, permanentemente, creación. La conducción sin espíritu creador no existe, y es permanente creación porque todos los casos que la historia plantea en la conducción son distintos, como distintos son los factores que intervienen en cada caso.

LA HABILIDAD DEL CONDUCTOR

La habilidad del conductor está en percibir el problema, captar cada uno de sus factores en su verdadero valor, sin equivocar ninguno de los coeficientes que, con distinta importancia, escalonan las formas principales y las formas secundarias del hecho.
Captado el problema en su conjunto, elaborado por el propio criterio y resuelto con espíritu objetivo y real, el hecho se penetra; el análisis lo descompone, la síntesis lo arma y el método lo desarrolla.
Eso es todo cuanto se puede decir de la operación que, naturalmente, se produce en la personalidad del conductor. Es algo extraordinario como lo que sucede con los organismos fisiológicos que, ingiriendo distintas substancias, pueden producir reacciones con efectos similares.

UN ARTE SIMPLE Y TODO DE EJECUCIÓN

El conductor es un ente de transformación maravilloso, que percibe un fenómeno y saca una solución elaborada por sí, parte intuitivamente, parte por el análisis y parte por la síntesis.
Difícil de comprender, porque son fenómenos que no creo haya nadie que pueda explicar de una manera certera.
Lo que sí se puede expresar es que éste es un arte simple y todo de ejecución, como decía Napoleón. Simple para el que tiene, las cualidades y calidades; difícil para el que no las posee. Que esas cualidades y calidades pueden adquirirse realmente, es cierto. De manera que el conductor, indudablemente, puede nacer, pero puede también crearse y perfeccionarse.
De esto se podría hablar con sentido analítico y con sentido filosófico días enteros. Pero no es nuestra finalidad extendernos en conocimientos abstractos de lo que es un conductor, sino en catalogar algunos de los conocimientos que él debe poseer para ser más «sabio» en cada una de las ocasiones en que deba actuar. Por principio el conductor no es solamente un captador, diremos, de fenómenos y que elabora éxitos y fracasos.
Quien proceda con un criterio más o menos formal a cristalizar sistemas, a establecer métodos y a crear recetas para conducirse como para hacer la comida— se equivoca.
Si fuese posible realizar la conducción política con sentido esquemático, con sentido dinámico, mediante sistemas preestablecidos o recetas al alcance de todos, sería una cosa muy fácil.

LA CREACIÓN, EXIGENCIA DEL CONDUCTOR

Pero es difícil precisamente porque la principalísima exigencia de la conducción es crear, y hasta ahora lo que más difícil se le ha presentado al hombre es la creación. Tenemos mucho hecho en el mundo, pero no mucho creado. La tarea del conductor es crear, crear siempre, estar siempre predispuesto a crear.
Al dividir el arte de la conducción deben tenerse en cuenta dos partes fundamentales: la parte vital del arte, que es el conductor, el artista, y la parte inerte, que comprende toda la teoría del arte y su técnica.
Esta teoría del arte y su técnica puede ser aprendida por cualquiera, y, en consecuencia, cualquiera puede llegar a poseer los secretos de la conducción.

UN SECRETO SUPERIOR A TODOS

Ahora bien, conducir ya es otra cosa. Los secretos están íntegramente en la teoría y en la técnica, pero hay un secreto superior a todos, que es el de la creación; algunos hombres lo poseen naturalmente, otros lo adquieren, pero lo alcanzan en distinta medida. Yo lo he calificado como el óleo sagrado de Samuel, como califico a menudo las cosas que no se pueden definir exactamente.
Uno de los grandes errores en la preparación de los hombres de Estado, en el mundo, ha sido precisamente prescindir de la técnica de la conducción.
La conducción política en el orden internacional se distingue muy claramente de la conducción militar.
Se dice que la conducción militar es la continuación de la conducción política, o, en otras palabras, que la guerra es la continuación de la política por otros medios.
Hay una continuidad absoluta entre una y otra conducción. En la política interna la técnica de conducción es también la base de la conducción militar, porque quien hace la conducción de la política por otros medios, vale decir la guerra, utiliza el instrumento natural del trabajo de toda la conducción interna.

UNIDAD EN LA PREPARACIÓN DE LA NACIÓN

Cuando elaboramos dentro del país una política, estamos preparando la conducción de un pueblo en lo interno y también en lo internacional para que haya unidad en la preparación de la Nación. No se prepara la Nación unilateralmente para un trabajo o para otro; la Nación se prepara para que tenga aglutinación, doctrina, una vida nacional y un sentido nacional; se educa, se prepara, se forma, se organiza y se conduce en conjunto. Yo no entiendo la conducción de la Nación en compartimientos estancos por distintas materias.
El hombre no vive por partes, sino integralmente. La Nación no vive por sectores, sino universalmente, y ése es el punto de partida fundamental.

CONCEPTO DE LA UNIVERSALIDAD

Es necesario que el hombre tenga el concepto de la universalidad de la acción política. Esta no se puede dividir: la política forma un campo indivisible e integral. El que no llegue a comprender eso no podrá jamás actuar bien en política.
Vale decir que la política no se aprende por especialidades y por compartimientos: la política se comprende.
Es así como hay hombres que han hecho política toda su vida y nunca la comprendieron; así como hay hombres que quizá jamás hicieron política, pero cuando actuaron, lo hicieron bien, porque la habían comprendido. El error de enfoque y de penetración del aspecto político de la Nación está en no mirar en pequeño, porque es la actividad integral, todo está comprendido por la política; y quien no abarque el programa y mire sólo un sector por un pequeño agujerito no podrá hacer nada en política. ¿Por qué? Porque las grandes causas están en los fenómenos integrales, no en las pequeñas partes que componen ese fenómeno de conjunto.
De manera que para ser conductor político, lo que hay que estudiar es esta política integral. No pequeños sectores de especialización en la política, porque aunque tenga a su lado a técnicos, no le servirán; ésos son asesores y no conductores.

LA POLÍTICA NO SE APRENDE SE COMPRENDE

En otras palabras: no se comprende la política si no se tiene un panorama de la unidad integral de la política, que es universal e indivisible, pero que uno la puede penetrar y comprender. La política no se aprende; se comprende.
Tonto es perder una vida estudiando la política solamente para aprenderla, porque cuando se la ha aprendido, se muere y no sirve para nada. Hay que tratar de comprenderla.
Es imposible aprender la política. Es tan infinito el número de casos concretos que la política presenta, que quien quisiera aprenderlos todos se
moriría antes de haber aprendido la milésima parte. Vale decir que la experiencia política es comprensible para el entendimiento de los hombres, para elaborar el criterio necesario que permita enfocar los problemas y resolverlos de por sí con sentido objetivo.
Jamás pretender acordarse de qué caso ha pasado que se parezca al  que se debe resolver o qué es lo que la teoría dice como principio a aplicar. Eso no tiene ningún valor; es la penetración y la comprensión del problema lo que va a dar la solución.

DE LA SITUACIÓN AL OBJETIVO

De cualquier situación fluye, teniendo en cuenta el objetivo qué es lo que hay que hacer para que marchemos desde esta situación en que vivimos a ese objetivo que perseguirnos. El camino surge de la experiencia de la situación. Y eso hay que mirarlo objetivamente. Es poner en movimiento la materia, directamente, y entonces de ahí va a salir el camino, camino único o camino múltiple; pero camino, que es lo que uno busca entre las situaciones y el objetivo que persigue.

LOS CAMINOS SON INFINITOS

Es difícil establecer también en este campo nada ajustado una realidad concreta. En este tipo de actividad nada hay concreto, sino la situación que plantea cada caso. Y para resolverla, los caminos son infinitos, como infinito es el número de hombres, y como infinito es el número de las distintas y diversas maneras de pensar y de actuar.
Sin embargo, Napoleón —que es uno de los hombres más admirables, no sólo en la solución de los problemas, sino por las ideas que ha legado sobre sus métodos de conducción— tenía una afirmación de extraordinario valor para todo el que conduce, no solo en lo militar, sino también en lo político.
Porque Napoleón fue, por sobre todo, un político. El luchó con una idea política, no luchó jamás con una idea militar. La acción militar de Napoleón fue un medio para ejecutarla. Su objetivo —su gran objetivo—
fue político.
Si él enfrentó a ocho o diez coaliciones, no lo hizo nunca por una razón política. Las enfrentó militarmente, pero por una razón política. Es que siempre la acción militar está subordinada a la política.

EL ÉXITO NO DEPENDE DE LA SUERTE

La guerra no se hace nunca por sí, no tiene valores intrínsecos; se hace siempre al servicio de una idea política. Y él, entonces, ha afirmado una
teoría que para mí es lo más valioso que se puede encontrar en la conducción: una verdadera «trouvaille», como dicen los franceses. En la
teoría que Napoleón esbozó en varias oportunidades, dijo: «El éxito no depende de la suerte, tampoco de la casualidad y no es un designio del destino. El éxito —dijo Napoleón— se construye, el éxito se realiza».
Es decir que el éxito se concibe, se prepara, se organiza, se realiza y se explota, porque el éxito de los hombres está en los hombres mismos, está en su propia acción.

UN CONSTRUCTOR DE ÉXITOS

El conductor es un constructor de éxitos. Esa es la mejor definición que se puede dar de un conductor. Es decir, es un hombre que recibe un elemento —que es una situación— y que recibe un objetivo, que es lo que él debe lograr, partiendo de esa situación. Entonces él concibe.
El éxito es alcanzar el objetivo. Lo prepara, lo organiza, lo realiza, y cuando llega allá, le saca provecho. La conducción es, lisa y llanamente, la construcción de éxitos, y el conductor es un constructor de ellos. Quiere decir que el éxito, puede construirse. Algunos creen que es la casualidad, otros que es la suerte, que es la fortuna. Sí, puede haber éxitos casuales, pero en un hombre que obtiene ochenta éxitos puede haber tres éxitos casuales. Los setenta y siete restantes los ha construido él mismo.
Es difícil que a uno se le de setenta y siete veces la suerte en ruleta; puede darse tres veces…
A Napoleón, que enfrentó durante treinta años cientos de suertes distintas, no fue la casualidad ni el azar quiénes lo favorecieron siempre hasta Waterloo, en que la suerte no lo favoreció. Allí él no preparó ni realizó el éxito; quizá lo esperó al azar, y por ser ésta quizá la única vez que él esperó la suerte, ella le jugó una mala partida. Pero ésa es la realidad.

CONDUCIR ES ELABORAR ÉXITOS

Si yo quisiera determinarles a ustedes cuál es la virtud del conductor y qué es la conducción, podría decirles, como cosa absolutamente cierta, algo vago pero real: el conductor es un constructor de éxitos y la conducción es la elaboración de esos éxitos por intermedio del conductor, que utiliza una técnica, una inspiración y su capacidad propia.
Si tiene una gran técnica, puede salir una linda casa, una buena casa; si tiene una buena inspiración, puede hacerla grande, pero si tiene talento, entonces la hace hasta linda, y si tiene más talento, hace una cosa nueva que revoluciona la arquitectura en el mundo.
En fin, esto tiene infinito número de gradaciones, como infinitas pueden ser las creaciones del hombre.
Sobre el conductor en sí y sobre la conducción, yo no les podría decir nada más nuevo ni más concreto que esto, que por otra parte no es mío; es, en muchos conceptos, de Napoleón.

LOS SISTEMAS, LA RUTINA Y LAS RECETAS

Pero podemos sacar de aquí también alguna enseñanza para la conducción.
Lo primero que se necesita es tener un criterio amplio y descartar los sistemas, la rutina y las recetas. Es decir, que en esto no hay que copiar, hay que crear, porque el arte es creación.
Nadie se ha hecho famoso copiando cuadros o esculturas, ni tampoco copiando ejemplos, porque algunas veces se copian también los malos ejemplos.
Es cuestión de discernimiento de cada individuo; pero lo importante es que cuando se quiere realizar una obra de este orden que tenga algún valor, haya creación.
En consecuencia, hay que poner en juego el criterio, no la memoria, los modelos, las recetas, ni los sistemas. Para esto no hay sistemas.
La convicción es uno de los aspectos de la vida imposibles de sistematizar; no puede haber sistematización. Esa es la enseñanza que surge de la teoría de la construcción de los éxitos.
Por otra parte, es necesario pensar que lo que el conductor enfrenta es una situación concreta y que lo que necesita es una solución, que no encontrará en ninguno de los ejemplos de la historia, ni sacará explícitamente de ninguno de los principios de la teoría del arte.

OBRAS MAESTRAS DE LA CONDUCCIÓN

Los principios de la teoría del arte han surgido de las grandes obras maestras de la conducción política. De manera que, siendo principios empíricos, no los podremos fabricar nosotros, sino que surgen de los hechos.
Por eso la conducción no es una técnica, sino un arte, y de allí que el conductor no es un técnico, sino un artista.
El artista que debe crear tiene ante sí un caso concreto; le encargan la obra, tiene los materiales, todo lo necesario. Él debe darle vida; ésa es la solución que buscará si es escultor o pintor. Si es conductor, le dan un desorden tremendo y tiene que arreglarlo para ir adelante.
Le entregan una Argentina capitalista, sin justicia social, sin soberanía política y sin independencia económica, y tiene que solucionar todos los problemas.
No es que yo quiera citar un ejemplo nuestro, pero sí quiero dar el ejemplo real.
Hay que darse cuenta de los inconvenientes con que se tropieza en la realización de una obra de conducción, los malos ratos que hay que pasar, las amenazas, las noches y los días tristes; pero al final se llega a una solución y entonces la satisfacción compensa todos los malestares.

LA EXPERIENCIA PROPIA ES DIFÍCIL

La experiencia propia en la conducción es difícil. Generalmente llega tarde y cuesta cara, porque se aprende sobre los errores, y la experiencia en carne propia es, en política, maestra de los tontos: hay que tratar de aprender en los errores que cometen los demás.
De manera que en esta gimnasia espiritual permanente, que es el estudio de todos los hechos, de todos los casos y su análisis, se van acopiando, en todas las situaciones, los conocimientos necesarios.
No se estudian los casos concretos ocurridos en la historia de la conducción política del mundo para volverlos a aplicar por si el caso se repite; no, se estudian para ser más sabios en todas las ocasiones, para entrenamiento pura y exclusivamente, para hacer una gimnasia de la conducción. Ese es el valor de los ejemplos.
NO DEJARSE CONDUCIR POR LOS ACONTECIMIENTOS

Pero, aunque parezca una «verdad de Perogrullo», una de las cosas más importantes para el conductor es que tenga presente que quien debe conducir los acontecimientos es él. Y que no debe ser conducido jamás por los acontecimientos.
Esa es una de las condiciones fundamentales del conductor. Que sea conductor; que él conduzca los acontecimientos, y que no sean los acontecimientos los que lo conduzcan a él. Primera cuestión. Y segunda, que debe saber siempre lo que quiere.
Debe conocer siempre cuál es el objetivo sobre el cual marcha.
Estas dos cosas parecen asimismo dos «verdades de Perogrullo», porque conducir, lógicamente, presupone que sea uno el que origina, desencadena y realiza los acontecimientos, y no que sea él el juguete de esos sucesos.
También hay que saber lo que se quiere, cuál es el objetivo por el que conduce.
Yo les diría a ustedes que en la historia son muchos más los conductores que han sido conducidos por los acontecimientos y que no sabían qué era lo que querían, o cuál era su objetivo, que los que han conducido y los que han tenido claro el objetivo y la finalidad por la que luchaban. Es una cosa extraordinaria, pero es así. Es exactamente como yo les digo.

EL SECRETO ESTÁ EN ABARCAR BIEN LOS FACTORES

Otra de las cuestiones que el conductor no debe jamás olvidar es que todos sus hechos tienen factores determinantes y factores secundarios.
Generalmente, como le pasó a Don Quijote, muchos de los hombres luchan, dirigen la acción contra los molinos de viento y se olvidan de sus enemigos. Es decir, son atraídos a esos objetivos secundarios donde gastan toda su energía y su tiempo, mientras ven desfilar los objetivos principales sin apoderarse de ellos y encaminarlos a su voluntad.
Vale decir que en todas las acciones de la política hay factores determinantes o principales y factores secundarios. El secreto está en abarcarlos bien, comprenderlos bien y dominar los fundamentales, dejando libres los secundarios que no tienen mucha importancia; o, cuando mucho, atendiendo los objetivos fundamentales con los medios fundamentales o principales, y atendiendo los secundarios sólo con fuerzas y con medios de segundo orden.

LOS OBJETIVOS SIN VALOR

Otro asunto que a menudo olvidan los hombres en la conducción —y ustedes han de haberlo observado mil veces— es que hay personas que
tienen temas fijos. Se ocupan de cosas sin importancia, se ven atraídas por un objetivo que no tiene valor, y por él desprecian los verdaderamente importantes.
Eso es muy común en los hombres, porque el hombre no solamente tiene criterio para discernir, sino que tiene también pasiones que lo arrastran; y las pasiones lo llevan, generalmente, hacia los objetivos secundarios.
Muchas veces un político, por perseguir a otro, ha perdido toda su acción política. Se hundió él por otro, sin alcanzar el objetivo que persiguió; perdió todo lo que buscaba.
Esto es un asunto muy importante, porque contiene la razón misma de ser de la conducción. Y también está en la naturaleza del hombre. El hombre suele ser pasionista por naturaleza y aun por costumbre. Y el conductor no puede tener esa clase de defectos.

COSAS QUE NO DEBEN OLVIDARSE JAMÁS

En otras palabras, señores: surgiría de todo esto, que yo muy sintéticamente expongo en razón del tiempo, que el conductor debe tener ciertas cualidades y ciertas calidades sin las cuales será siempre obstruido por su propia personalidad durante la conducción.
Hay cosas que no debe olvidar jamás, ya que el olvido de ellas acarreará una serie de inconvenientes y factores desfavorables que se sumarán a los factores desfavorables que los hechos le van a presentar, y que, a medida que él los vaya poniendo en juego durante la conducción, se irán multiplicando en progresión geométrica hasta que el cúmulo de errores y de factores desfavorables anule toda su posibilidad de conducción.
Por eso quiero mencionar brevemente estas cualidades y calidades. Lo sublime de los principios no está en su enunciación, sino en su ejercicio.

CUALIDADES INDISPENSABLES DEL CONDUCTOR

Diremos al pasar algunas de las cualidades que yo creo son indispensables en el conductor.
Empecemos por establecer que el conductor es un artista; no un técnico. Vale decir, que él no elabora nada mecánicamente, que la conducción es producto de su creación. De lo contrario, no va a tener nada que agradecer a su acción de conductor.
En este sentido un perito en ciencias políticas y sociales no presupone, en manera alguna, un conductor, como tampoco un conductor necesita ser un perito en ciencias políticas y sociales. Uno es un técnico; el otro es un artista. Para hacer una «Piedad» de Miguel Angel, o una «Cena» de Leonardo, o un Chacabuco de San Martín —que he citado tantas veces—, o un Wagram de Napoleón, no intervino un técnico. Técnicos ha habido muchos, y al lado de Napoleón había también un técnico. Ahora, probablemente en Napoleón, cuando en Italia venció a los austriacos y piamonteses, no había un técnico — ¡si era un hombre de veintiún años!—, había un artista, y él suplió toda la técnica como la suplió Miguel Ángel y éste era un hombre que no tenía técnica, según sostienen los pintores. Pero él hizo las grandes obras. Otros que han sido técnicos no han hecho ninguna obra. Lo mismo pasa, más o menos, con todos.
No es la técnica sino el arte lo que lleva a la producción de las obras maestras.

CONDUCIR ES ACTUAR

El arte tiene un sentido vital que no puede reemplazarse con la técnica. Por eso digo que no son en realidad los conocimientos ni la extraordinaria erudición los que dan la capacidad.
Conducir es actuar, es crear.
Lo único que la técnica enseña es un sistema, pero no enseña los medios de realizarlo. Eso está en cada individuo o no está.
Por eso digo que no presupone un perito en ciencias políticas y sociales un buen conductor político.
Tenemos tantos formados por nuestras facultades y, sin embargo, no he visto ninguno que se haya destacado en el orden de la conducción política.
La conducción política necesita, para triunfar en este orden de cosas y en primer término, un conductor. Pero un conductor, en la política, no ha de ser sólo eso; tiene que ser un maestro, porque su acción no es solamente conducir, sino que es, primeramente, enseñar, luego formar; organizar después, y, por último, recién conducir.

LO PRIMERO, FORJAR EL PROPIO INSTRUMENTO

Porque el instrumento de trabajo de él es tan heterogéneo e inmenso, que lo primero que tiene que hacer es formar su instrumento. De lo contrario, ¡cómo va a trabajar!
El podría suplir, en algunos casos, con la acción, la falta de instrumento, del mismo modo que alguno podrá modelar a dedo o pintar con el dedo.
Pero no puede ser éste el sistema permanente, porque no llegará a producir obras de arte acabadas, como deben ser las que produce la conducción.

LUCHADORES DE MONTONERA

Por esa razón, él debe ser también el conductor de pueblos, tiene que ser, además de un hombre que conduzca, un hombre que sepa enseñar, que sepa formar al pueblo, que sepa organizarlo y que sepa, finalmente, conducirlo.
Por eso creo que los conductores de la política, en la Argentina, han sido muy pocos.
¿Por qué pienso así?
Porque hemos llegado hasta esta altura y vemos que el pueblo argentino no está todavía ni formado, ni instruido, ni organizado para posibilitar esa conducción.
Nosotros hemos tenido caudillos, no hemos tenido conductores. Si hubiéramos tenido conductores, el pueblo ya estaría educado, formado, organizado, y sería fácil conducirlo. Por eso no lo podemos conducir ahora con un sentido técnico. Somos capaces, de hacer una diablura o una acción popular, pero no somos capaces de construir una obra perfecta a través de los años.
Es decir, somos luchadores de montonera; no somos luchadores constructivos de una organización permanente.
Por eso tenemos todavía el sentido gregario y no el sentido técnico de la conducción.
¿Para qué es ese sentido técnico? Para dar continuidad a las obras y a la existencia misma de la organización y de la conducción dentro del país. Sin esa educación el pueblo no irá muy lejos; cambiará de caudillo, pero no hará nada permanente.
Si los hombres de la conducción no fueran capaces de organizar una acción permanente dentro del pueblo, no serían conductores, serían caudillos.

EL CONDUCTOR Y EL CAUDILLO

La diferencia que existe entre el caudillo y el conductor es natural. El primero hace cosas circunstanciales y el segundo realiza cosas permanentes. El caudillo explota la desorganización y el conductor aprovecha la organización. El caudillo no educa, más bien pervierte; el conductor educa, enseña y forma.
Es decir, son maneras diametralmente opuestas en la acción política, en mi concepto. Si un conductor, después de haber manejado un pueblo, no deja nada permanente, no ha sido conductor, ha sido un caudillo. Esa es la diferencia que yo establezco; no sé si estaré equivocado. Lo que sí puedo decir es que los partidos políticos triunfan o son destruidos por sus conductores.
Cuando un partido político se viene abajo, no es el partido político quien tiene la culpa, sino el conductor; en el último análisis, el culpable es siempre el conductor.
Algún error habrá cometido, o quizás muchos errores, ya que salvar al partido es su función, porque es su causa.
Pero el conductor, cuando sucumbe su causa, también sucumbe él; y generalmente, la fuerza que lo acompaña, con él, sistemáticamente.

LA PERSONALIDAD DEL CONDUCTOR

Algunos dicen que los conductores solamente nacen; que no se hacen.
Es cierto que los conductores de excepción nacen y no se hacen; pero también es cierto que al genio de muchos grandes conductores se puede llegar por el método. El genio, en el fondo, es trabajo en gran parte.
La conducción está al alcance de todos los hombres, y sostener lo contrario sería sostener una escuela negativa.
El hombre se capacita para la conducción, en distintos grados, pero se capacita.
Luego, la conducción se puede alcanzar; uno se puede capacitar, no aprender, que no es el término exacto, sino capacitar, porque presupone la educación del alma y la educación intelectual.

CAPACITACIÓN DEL CONDUCTOR

La conducción puede ser objeto de capacitación. Se obtiene y se alcanza en los sistemáticos, quizá por un sistema muy malo.
Los hombres de criterio, por el ejercicio permanente de su capacidad intelectual, impulsada por los factores morales, pueden llegar a ser un día conductores, sin necesidad de nacer genios.
El genio no se ha podido explicar sino de una manera: es lo inexplicable; lo que el hombre no puede explicar, lo llama genio.
Pero siempre hay un proceso por la inteligencia del hombre, que emplea sus valores en forma bien equilibrada y compensada.
EL CONDUCTOR PERFECTO

Napoleón definía así al genio: representando los valores morales por las coordenadas verticales y los valores intelectuales por la base, el genio es aquel que tiene base igual a su coordenada; es decir, un hombre que tiene repartidos muy armoniosamente sus valores morales y sus valores intelectuales, o sea que es capaz de concebir bien y que tiene la fuerza suficiente para ejecutar bien.
Esa era la definición que Napoleón daba del hombre perfecto para la conducción.
El conductor necesita tener valores espirituales, vale decir, morales, y también necesita tener valores intelectuales, como capacidad, criterio, método, espíritu creador; en fin, un sinnúmero de condiciones que voy a tratar de enumerar a continuación.

VALORES ESPIRITUALES DEL CONDUCTOR

En cuanto a los valores espirituales del conductor, lo que puede afirmarse en este sentido es que un conductor puede carecer de preparación, pero no puede carecer de valores morales.
Si carece de valores morales, no es un conductor, porque los valores morales, en el conductor, están por sobre los intelectuales, porque en la acción la realización está siempre por sobre la concepción.
Muchas veces una mala concepción realizada sistemáticamente y tenazmente llega a un buen resultado, pero una buena concepción con una mala realización no llega nunca a nada.
Esa es la razón por la cuál, en el hombre de arte y en el conductor, la acción está siempre por sobre la concepción. Puede tener carencias intelectuales, pero lo que no puede tener son carencias morales, porque sin valores morales no hay conductor.

LOS VALORES MORALES

¿Cuáles son esos valores morales? Son muchos.
En primer término, yo creo que el conductor debe sentirse apoyado por una fuerza superior, vale decir que debe tener una fe en sí mismo y un optimismo muy grande.
Eso solamente lo impulsa a las grandes acciones, porque los conductores no se empeñan nunca en pequeñas acciones, pues éstas no dan resultados de importancia.

FE Y OPTIMISMO

El conductor es siempre un hombre que selecciona las acciones y se decide por las grandes, por aquellas que para emprenderlas hay que tener la suficiente fuerza de voluntad, que nace de la fe en sí mismo y del optimismo que lleve dentro de sí.
Los pesimistas, generalmente, cuando se han puesto en marcha se anulan a sí mismos y se vuelven a la mitad del camino.
Conviene que el conductor también sea capaz de jugarse todo a una carta, pues aquel que quiere exponer poco no va a llegar a ganar mucho.
Solamente con los grandes riesgos es como se obtienen grandes éxitos.
Y por esa razón el carácter de cada conductor es la fuerza motriz fundamental.
Hay hombres que sostienen la teoría de que para no sufrir grandes reveses es menester no exponerse mucho. Esos no llegan nunca a ninguna parte.

Hay otros que no quieren exponer nada, y ésos no hacen nada tampoco. Es decir que en la conducción se eligen los más grandes objetivos y con decisión, con fe en sí mismo y con optimismo.

https://historiadelperonismo.com/images/bt_ant_01.jpghttps://historiadelperonismo.com/images/bt_sig_01.jpg

 

 

Comments are closed.