En este sitio ver en links:
– TEXTOS CENTRALES-Parte III-Tercera Posición y Tercer Mundo
– DOCUMENTACIÓN-Methol Ferré-La Integración de América en el pensamiento de Perón
– DOCUMENTACIÓN-Perón, Juan D:
*Mensaje a los pueblos del mundo acerca de la Tercera Posición y del Tercer Mundo
*Discurso reservado en la Escuela Nacional de Guerra acerca del ABC y de la Unidad Suramericana
*Unidad Continental y Confederaciones por Perón como “Descartes”
*Acerca de la Tercera Posición y Unidad Latinoamericana
*Acerca de Unidad Continental por Fermín Chávez y Documentos anexos de Perón
*La integración del corazón de América
– OTROS AUTORES-Podetti, Humberto-UNASUR-Alberto Methol Ferré, uno de los padres fundadores
“Debemos comprender los americanos que hemos de vivir unidos, porque cuando los hermanos se pelean los devoran los de afuera. Esta sentencia gaucha de todos los tiempos está llegando al corazón de los americanos.”
Juan D. Perón
“Ni Argentina, Brasil o Chile aislados pueden soñar con la unidad económica indispensable para alcanzar un destino de grandeza. Unidos forman, sin embargo, la más formidable unidad a caballo de los dos océanos de la civilización moderna. Desde esa base podría construirse hacia el norte la Confederación Sudamericana. Unidos seremos inconquistables; separados, indefendibles.”
Juan D. Perón
Como hemos visto hasta acá, después de finalizada la 2ª guerra mundial, la situación del mundo estaba aparentemente consolidada en lo que hacía al reparto de influencias de los vencedores. Todo parecía equilibrado y las potencias vivían la irrealidad de un sueño de dominación eterna, cada uno en sus respectivos territorios.
También hemos apuntado que había países que no participaban en esos dominios y que, algunos de los que estaban dentro de las zonas de influencias, por distintas razones, tenían sus propios proyectos soberanos.
Distintos países alcanzan por entonces su independencia y/o sostienen posiciones soberanas frente a las potencias dominantes.
India, China, Israel, Egipto, Birmania, Yugoslavia, Indonesia, Argelia, Vietnam, Guatemala, son algunos ejemplos de tal aserto.
Y es el caso de la Argentina, que, estando dentro de la O.E.A. Organización de Estados Americanos, tenía un claro proyecto de unidad continental que respondía a los antecedentes históricos y culturales en principio de Suramérica y obviamente hacia toda Latinoamérica, opuesto al propósito de dominación de Estados Unidos.
¿Quién sino Argentina podía formular un proyecto continental? En principio, y sin excluir a ningún país latinoamericano, Argentina poseía y posee una ventaja decisiva respecto de esta perspectiva en el continente. Es que por aquí pasó el Gral. San Martín, quién, además de haber sido un brillante militar tomando en cuenta toda la historia militar de la humanidad, fue un formador de conciencias respecto del hombre argentino y respecto de la necesidad de la unidad continental.
Pero además, por aquí pasó el Gral. Perón, nuevo militar brillante, pero muchísimo más que eso: formador de conciencias, organizador del más grande movimiento de liberación de América, fundador de la Revolución Justicialista, hoy en curso de desarrollo más allá de retrasos objetivos, creador de la última y más revolucionaria fundamentación filosófica universal hasta el presente, e iniciador de la unidad continental en forma concreta.
Estas condiciones pusieron a la Argentina en la privilegiada posición de ser la iniciadora de esa unidad en respuesta al pasado histórico que la justificaba. Quiso el destino que fuese Perón, quién, a su propio decir, fortaleció ese destino e hizo lo que debía, convocar a todo el continente a levantar esa unidad.
El llamado de Perón del 6 de julio de 1947 era la explicitación de una política concreta que en primer lugar proclamaba la Tercera Posición Ideológica-Doctrinaria y un anticipo claro de que se proponía unir a América: “…y debemos, por fin, llevar al Viejo Continente, en particular, que sirvió para nutrir de cultura la vida del hemisferio nuevo, todo lo que nos han enseñado estos profundos ciclos y sacudimientos revolucionarios que, gestándose en la entraña de América y del mundo, sirvieron para despertar en la ciudadanía del continente mayores impulsos hacia nuevos destinos.
Las esperanzas continentales se refugian en esta tierra bendita de América y en esta tierra de Argentina para que tengan el valor realizable tantas esperanzas; y para que pueda medirse en prosperidad y seguridad el afán sin medida de esos Estados, Argentina está dispuesta a materializar su ayuda en los lineamientos de la concurrencia efectiva.
Es el deber sagrado de América el que impone esta directiva;…” (1)
Fue el punto de partida de un despliegue continental que Perón realizó sobre todos los países, en principio suramericanos, pero que, como se podía discernir, involucraba a toda América Latina.
En la ciudad de México entre los días 21 de febrero y 8 de marzo de 1945 se reúnen los países americanos en lo que fue denominada como Conferencia Interamericana sobre Problemas de la Guerra y de la Paz y que se desarrolló en el llamado castillo de Chapultepec.
Cabe recordar que faltan dos meses para la rendición de Alemania en la 2ª Guerra Mundial, que el final de la misma es irreversible y que los vencedores, en este caso Estados Unidos ya está diseñando su política de dominación de la enorme porción del planeta que le “corresponderá” según lo que acuerden con Inglaterra y la U.R.S.S. en las conferencias de Yalta y Postdam.
En teoría los que se pactaba en México preservaría a los países firmantes de agresiones extracontinentales, pero también se preveía la posibilidad de actuar, sancionando o interviniendo militarmente a países americanos por las fuerzas armadas del mismo continente.
En la realidad lo que se aplicaba era la actualización de la Doctrina Monroe, que, como se sabe es la concepción de Estados Unidos por la cual se auto habilita para intervenir donde quiera y cuando quiera, todo ello basado en el supuesto “destino manifiesto provisto por Dios nuestro Señor”. Extraña justificación “religiosa” para dominar e imponer una cultura y una política de hegemonía y supremacía, haciendo valer lo que ellos consideran para todos la “democracia”.
Vendrán versiones perfeccionadas de Chapultepec, tales como fueron los casos del Tratado de Río de Janeiro en 1947 llamado T.I.A.R. Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca. El mismo que fue traicionado miserablemente por Estados Unidos en 1982, aliándose con Inglaterra (potencia extracontinental, pero aliada estratégica de U.S.A.) en contra de la Argentina en la Guerra de Malvinas.
Y finalmente, la creación en 1948 de la O.E.A. Organización de Estados Americanos, instrumento de Estados Unidos para la dominación y sanción en el continente.
Argentina se abstiene de concurrir a Chapultepec y plantea sus objeciones a la reunión, al final de la cual en el acta de la misma se le reclama expresamente a nuestro país “que la Nación Argentina pueda hallarse en condiciones de expresar su conformidad y adhesión a los principios y declaraciones que son fruto de la Conferencia de México, los cuales enriquecen el patrimonio jurídico y político del Continente y engrandecen el derecho público americano al cual, en tantas ocasiones, ha dado la Argentina contribución notable”.
En un segundo momento Argentina adhiere al Acta de Chapultepec al tiempo que declara la guerra a Alemania y a Japón mediante el decreto 6945 del 27 de marzo de 1945 que dice lo siguiente:
Vista la comunicación del director general de la Unión Panamericana, adjuntando copia del acta final de la Conferencia Interamericana sobre Problemas de la Guerra y de la Paz celebrada en México, y copia autenticada de la resolución LIX aprobada el 7 de marzo de 1945 por los veinte Estados americanos participantes de la mencionada conferencia, y Considerando: Que el art. 6 de la citada resolución, referente a nuestro país, establece que el acta final queda abierta a la adhesión de la Nación Argentina y autoriza al presidente de la conferencia para que haga la comunicación del caso al Gobierno argentino por intermedio de la Unión Panamericana; Que en dicha resolución se reconoce que la unidad de los pueblos de América es indivisible y se afirma, con acierto, que la Nación Argentina es y ha sido siempre parte integrante de la Unión de las Repúblicas Americanas, y se considera, igualmente, que la completa solidaridad y política común entre los Estados americanos ante amenazas o actos de agresión de cualquier Estado a un Estado americano son esenciales para la paz y seguridad del continente; Que el Gobierno de la República, consecuente con la invariable política internacional argentina ratificó su posición contraria a la agresión y de solidaridad con los países hermanos, por medio de las declaraciones del ministro interino de Relaciones Exteriores y Culto del 7 de marzo del año en curso, en las que se refirió especialmente a anteriores manifestaciones de este Poder Ejecutivo consecuentes con la tradición y doctrina argentinas; Que los considerandos del Acta de Chapultepec y los principios que enumera como incorporados al derecho internacional de nuestro continente desde 1890, han orientado en todo momento la política exterior de la Nación y coinciden con los postulados de la doctrina internacional argentina; Que la República Argentina ha colaborado siempre con los Estados de América en toda acción tendiente a aproximar a los pueblos del continente; Que esta política tradicional, de las generaciones argentinas desde los albores de nuestra independencia, ha sido inspirada por un sentimiento de real y efectivo americanismo, consecuencia del mandato imperativo de nobles principios que han regulado siempre nuestra vida internacional, manifestados y proclamados por la República Argentina en conferencias panamericanas, incorporados a la legislación multilateral, a la labor de la Unión Panamericana y cumplidos en el terreno de los hechos con desinteresado esfuerzo; Que frente al gesto unánime de los países hermanos que concurrieron a la conferencia de México, el Gobierno de la Nación, animado de los más elevados ideales de solidaridad continental, norma directriz de nuestra política internacional, no puede permanecer indiferente, dentro de un alto espíritu de confraternidad americana; Que el Japón agredió a los Estados Unidos en Pearl Harbour como lo reconoció oficialmente el Gobierno argentino en su decreto del 9 de diciembre de 1941, declarando la no beligerancia de este último Estado, a quien ulteriormente Alemania declaró la guerra; Que no quedan descartadas nuevas agresiones de parte del Japón contra alguna de las naciones americanas; Que países vecinos y amigos, se encuentran ahora en estado de beligerancia con el imperio del Japón, lo que los expone a un posible ataque de este último; Que ante esta situación y los nuevos hechos producidos, el Gobierno de la Nación, consecuente con su tradición de solidaridad americana, se propone, una vez más, unificar su política con la común de los demás Estados del continente, para ocupar el puesto que le corresponda a fin de compartir las responsabilidades que puedan sobrevenir; Que el Gobierno de la Nación acepta y se halla preparado para dar ejecución a los principios, declaraciones y recomendaciones que son fruto de la conferencia de México; Que las disposiciones de los arts. 67 inc. 21, y 86 inc. 18, de la Constitución Nacional y la jurisprudencia de la Corte Suprema de la Nación autorizan a dictar las medidas consiguientes a la aceptación por el Gobierno de la República de la invitación de las naciones hermanas; Que para adoptar tales medidas el Poder Ejecutivo, en las circunstancias actuales, consideró conveniente compulsar opiniones que aseguran el conocimiento de la voluntad general;
El presidente de la Nación Argentina, en acuerdo general de ministros, decreta:
ARTICULO 1.- El Gobierno de la Nación, acepta la invitación que le ha sido formulada por las veinte Repúblicas Americanas participantes de la Conferencia Interamericana sobre Problemas de la Guerra y de la Paz, y adhiere al acta final de la misma.
ARTICULO 2.- A fin de identificar la política de la Nación con la común de las demás repúblicas americanas y solidarizarse con ellas ante amenazas o actos de agresión de cualquier país a un Estado americano, declárase el estado de guerra entre la República Argentina por una parte y el imperio del Japón por otra.
ARTICULO 3.- Declárase igualmente el estado de guerra entre la República Argentina y Alemania, atento al carácter de esta última de aliado del Japón.
ARTICULO 4.- Por los respectivos Ministerios y Secretarías de Estado se adoptarán de inmediato las medidas necesarias al estado de beligerancia, así como las que se requieran para poner término definitivamente a toda actividad de personas, firmas y empresas de cualquiera nacionalidad que puedan atentar contra la seguridad del Estado o interferir en el esfuerzo bélico de las Naciones Unidas o amenazar la paz, el bienestar y la seguridad de las Naciones americanas.
ARTICULO 5.- Comuníquese, publíquese y archívese.
Firmantes
Bavio-Guardo-Reales-Zavalla Carbó-Farrell-Ameghino-Teisaire-Perón-Avalos-Pistarini-De la Colina-Checchi
¿Por que Argentina firma este Acta, quedando pendiente su ratificación por el Congreso de la Nación, inexistente en esos momentos debido a que era un gobierno militar sin Poder Legislativo? Porque a la Argentina no le conviene aislarse del continente aún teniendo perfectamente claro que es una maniobra estratégica de U.S.A., pero que su independencia puede ser preservada en la medida que progrese y se desarrolle el proyecto de Perón de Soberanía Política. Debemos tener en cuenta que estamos en marzo de 1945 a pocos meses de octubre y de que estalle socialmente la Argentina y el Pueblo en un acto de poder inmenso produzca el 17 de Octubre y abra las puertas de la Revolución Justicialista.
A partir del 4 de junio de 1946 y ya en el gobierno, Perón envía al Congreso Nacional para su ratificación legislativa el Acta de Chapultepec a las que había adherido el gobierno militar anterior y del cual él había formado parte.
No fue fácil su ratificación. Sectores nacionalistas de la Alianza Libertadora Nacionalista llevaron adelante un importante campaña contraria a la ratificación, porque consideraban que la misma dañaba la soberanía nacional y nos colocaba “en el furgón de cola” de Estados Unidos. Incomprensibles e insensibles a las razones de la alta estrategia, no vieron, ni comprendieron que ratificarlas no lesionaba la soberanía y que mantener una integración o para decirlo con más propiedad un no aislamiento dentro de las actas, no ataba las manos del gobierno para desarrollar su plan estratégico de unidad continental y de desarrollo de políticas independientes con todo el mundo.
Solo una muestra hubiese bastado para que estos sectores lo entendieran: a dos días de haber asumido la presidencia del gobierno, el 6 de junio Perón anuncia que nuestro país restablece relaciones diplomáticas con la Unión Soviética, cuyos diplomáticos además, habían estado presentes en la ceremonia de asunción al mando de nuestro presidente. Esto significaba un hecho político de enorme envergadura que mostraba a las claras que la Argentina podía y de hecho lo hacía, tomar decisiones absolutamente soberanas. La U.R.S.S. era nada menos que la cabeza del otro bloque en que los vencedores de la guerra se habían repartido el mundo. Entonces, ¿Cual podía ser la sujeción a Estados Unidos?
Muy poco después de la ratificación, esto es septiembre de 1946, el delegado argentino ante la Asamblea General de las Naciones Unidas Dr. José Arce pronuncia en la dicha asamblea un discurso que será la piedra angular de la política exterior argentina: “una cosa es la unidad panamericana y otra muy distinta la unidad latinoamericana”.
Entre el 19 de agosto de 1946 y el 30 del mismo mes, primero en el Senado de la Nación y luego en la Cámara de Diputados donde votan en contra cinco diputados peronistas, entre ellos John William Cooke, dos laboristas y la abstención de la U.C.R., se aprueba la ratificación de la adhesión del año anterior, con la sanción del la Ley 12.837, la que fue publicada en el Boletín Oficial el 21 de noviembre de ese año quedando plenamente vigente.
Dirá el diputado peronista John William Cooke en la sesión de diputados del 30 de agosto de 1946: “La discusión en cuanto a la naturaleza jurídica de los convenios y al alcance de los mismos no hacen al fondo de mi razonamiento, por lo cual no he de detenerme en ella. Entonces para mí solo cumplen una misión fútil estas actas: o reafirman lo que ya es un hecho, y entonces no son tan importantes, o tienden a crear un “sistema” que reposa en un sofisma y, lo que es peor, en un sofisma peligroso: el de la igualdad de los Estados. Es sofisma porque la igualdad jurídica tiene su contrafigura en la desigualdad material que suele pesar más que aquella. […] Yo creo que las Actas de Chapultepec son un peligro y no una esperanza para los pueblos de América.”
La actitud negativa, pero enteramente libre de Cooke en esta ocasión, no le impidió continuar siendo diputado por el peronismo hasta 1955 y ser presidente la Comisión de Asuntos Constitucionales de la Cámara de Diputados de la Nación.
Dirá Juan Atilio Bramuglia: quién era Ministro de Relaciones Exteriores del gobierno argentino, días antes de la sesión en diputados, el 21 de agosto, explicó con claridad el alcance de la ratificación que iba a ser sancionada mediante una ley, “La soberanía argentina no ha sido tocada. Tampoco comprometida. La Carta de las Naciones Unidas y el Acta de la Conferencia de México no tienen esa fuerza, y si la segunda no tiene limitaciones de plazo para su duración es porque no tiene ninguno. No hay en América y para América estados que puedan ser carceleros de ninguno. Nadie en ninguna de las naciones de América están tomadas y aprisionadas por las proyecciones de ninguna conferencia.”
John William Cooke y Juan Atilio Bramuglia
Luego de firmada el acta de Chapultepec y como hemos indicado, Argentina inicia una política firme, decidida y sostenida sustentada por claros objetivos doctrinarios e ideológicos, en relación a la unidad continental y al mantenimiento de su soberanía.
Sin marginarse de los marcos continentales impulsados por Estados Unidos, tanto en Río en 1947 y como en 1948 cuando se crea la Organización de Estados Americanos sostiene posiciones claramente independientes y de no sujeción a lo propuesto por el mandante, de tal forma que, por ejemplo, no ratifica el Tratado de Río de 1947.
En la Conferencia Interamericana de Cancilleres de Bogotá en 1948 y junto a Guatemala denunciará el colonialismo extracontinental en América reivindicando los territorios ocupados por potencias no americanas. Esto obligará a Estados Unidos a pronunciarse a favor de esas ocupaciones, lo cual deja en blanco sobre negro, sus intenciones imperialistas en defensa de sus aliados europeos.
Decimos que, mientras que hacia oír su voz y desarrollaba su política en los organismos continentales, abría y desplegaba en forma totalmente independiente de esos organismos otra política de alianzas, convenios, tratados con cada uno de los países suramericanos, tanto en forma bilateral, como asociados en lo que Perón llamará un “núcleo básico de aglutinación”, esto es un eje de tres países, Argentina, Brasil y Chile que debía cumplir precisamente esa misión, la de generar un “foco” de unidad continental para luego alcanzar a la totalidad de los países, primero suramericanos y luego Latinoamérica entera.
Muy tempranamente Estados Unidos comprendió que esta era la política continental de Perón y así fue como ya en 1947, exactamente el 20 de mayo, el director de la Oficina de Asuntos de las Repúblicas Americanas del Departamento de Estado, Ellis Briggs alertaba a su gobierno con un escrito donde decía los siguiente: “Existe el peligro de que la Argentina aspire a organizar un bloque del Cono Sur, bajo la dominación política y económica argentina” y que por lo tanto era imperioso tratar de aislar cualquier intento “pudiese facilitar la formación de ese bloque”. Estaban en lo cierto, eliminando desde luego la supuesta y estúpida idea de “dominación política y económica argentina” (asunto que en rigor lo ven desde su propia óptica, donde sí, el objetivo central en las relaciones internacionales de Estados Unidos es el dominio imperial). Es que desde esta visión, su cultura no concibe ninguna asociación o alianza de esta naturaleza sin que alguna de sus partes sea dominante. Una cuestión cultural. Por lo demás la lectura era correcta, Argentina impulsa un bloque suramericano con un objetivo, la unidad continental.
Hemos dicho que Perón no desantendía su presencia en los organismos continentales impulsados por Estados Unidos a modo de no quedar aislado y que en ellos fijaba sus posiciones independientes y soberanas.
Paralelamente y desde el comienzo mismo de su gobierno empezó a construir la unidad suramericana por una doble vía. La primera fueron los tratados de complementación económica y la segunda el planteo de una unidad concreta como bloque político con Brasil y con Chile, lo que se llamó el A.B.C. y esto expresamente declarado como un núcleo básico de aglutinación a partir del cual desarrollar esa unidad con el resto de los países.
A estos, va de suyo, los encontraría en gran parte ligados ya por los tratados o pactos bilaterales. Una estrategia perfecta, no exenta de graves peligros y como forma concreta de alcanzar la unidad continental que habían pensado Bolívar y San Martín.
Se trataba de inicio y como principio básico a desarrollar con los países suramericanos, con historia política y fortísimos lazos culturales comunes, de implementar (ya no era un propósito declarativo sino de acción directa) políticas económicas comunes, siendo el objetivo estratégico, también compartido, el de una integración mayor a nivel continental.
Es imprescindible volver a citar el artículo de Perón bajo el seudónimo Descartes del 20-12-51 Confederaciones Continentales (que puede hallarse en nuestro sitio bajo ese nombre y que fuera publicado en el diario Democracia), en razón de que siendo de fines de 1951 deja ver con toda claridad que las acciones de unidad continental, no eran improvisadas y respondían a una concepción y un plan estratégico perfectamente elaborado.
Estos principios pueden ser resumidos del siguiente modo:
No se descuidó el más mínimo detalle para el manejo por especialistas en un área estratégica de la diplomacia, por esa razón y mediante el decreto 14.450 del 27 de mayo de 1951, se crea la Sub-Dirección América del Sur en el organigrama del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto.
Puede leerse en el texto del decreto esta significativa frase, “la evolución el desarrollo alcanzados por la política exterior de la República Argentina, han puesto en evidencia la necesidad de una mayor especialización, para el estudio de los asuntos que corresponden a los actuales Departamentos de Política y Económico Social”.
Pocos años antes del tratado de complementación económica que se firmó con Chile, el 4 de marzo de 1948, Perón dio un paso estratégico de significativa importancia al firmar con el país trasandino un acuerdo de protección y defensa jurídica sobre la Antártida.
Este paso político permitió consolidar dos cuestiones vitales. La primera dejar sentados jurídicamente nuestros derechos sobre la Antártida y los mares australes, y en segundo lugar alcanzar el primero de dos acuerdos bilaterales con Chile antes de lanzar el A.B.C.
Un párrafo del acuerdo lo dice todo, ambas naciones se reconocen mutuamente “indiscutibles derechos de soberanía”, sobre los territorios y mares mencionados.
Era el remate de una política concreta de reivindicación de nuestros derechos soberanos sobre todo el espacio marítimo, insular y continental austral en el que la Antártida y las Islas Malvinas eran el eje central.
Esta política se había iniciado en 1946 en la Cámara de Diputados de la Nación, cuando se aprobó por unanimidad un pedido al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (creadas el año anterior) en reclamo por nuestra soberanía sobre las Islas Malvinas.
Gran Bretaña presenta a su vez en el mismo espacio una nota donde expresa que las islas eran “territorio bajo administración británica”, lo que promoverá el reclamo argentino indeclinable durante los siguientes años hasta 1963 de 28 notas reservando nuestra soberanía.
Además, el 9 de junio de 1948, mediante el Decreto 17.040 fue creada la División Antártida y Malvinas dentro del área especifica del Ministerio de Relaciones Exteriores.
Tres años después, el 17 de abril de 1951 y por decreto del PEN Nº 7388 se crea el Instituto Antártico Argentino, siendo su primer director el Cnel. Hernán Pujato.
La estrategia de soberanía y de unidad de Perón era íntegra y cabal, y no dejaba intersticio alguno frente al imperialismo yanqui.
Recogemos de Alberto J. Sosa y de su trabajo Argentina, Brasil y Chile-A.B.C., (*) el tramo referido a los pactos bilaterales para poder apreciar mejor nuestros asertos anteriores.
(*) La totalidad de este trabajo puede encontrarse en nuestro link Textos Centrales bajo el mismo título.
“Se negociaron convenios bilaterales, gradualistas, que se asentaban en la complementariedad económica, las desgravaciones arancelarias preferenciales, la compensación en los pagos y las transacciones a través de las permutas. Según Harold Peterson con este tipo de pactos “Perón trató de perpetuar el intenso comercio intracontinental que la guerra había impuesto a los Estados sudamericanos. A Chile, Paraguay, Bolivia y otras naciones les propuso pactos que abolirían las tarifas aduaneras, incrementarían el intercambio y proveerían de fondos para préstamos e inversiones. Si se llevaban a cabo, ellos promoverían la formación de un bloque económico bajo la hegemonía de la Argentina”.
El comercio exterior de dichos países había estado orientado, principalmente, hacia Europa y Estados Unidos. La unión aduanera se acuerda con Chile, Paraguay, Ecuador y Bolivia, todos estos países tenían un grado de desenvolvimiento económico relativo, inferior al de la Argentina. En este sentido, Perón expresó : “América del Sur desea unirse, tal como lo permiten los estatutos de ONU y de OEA y tal como se están organizando, con rótulos y realidades progresivas, los Estados de Centro América y los Estados de Europa Occidental. Al multilateralismo de EUA opuso el bilateralismo, para preservar la amenazada individualidad del Estado argentino, disuelta (según Perón) en un organismo como el GATT, en el que la nación del Norte ejercía primacía. Por ello propuso una unión económica austral, a la que se arribaría por vía bilateral.
El Tratado de Unión Económica suscripto con Chile, el primero en orden cronológico, estuvo abierto a la adhesión de terceros estados. Se recurrió a la vía bilateral, aprovechando el prestigio del presidente argentino en América del Sur, respaldado por una intensa acción propagandística. De esta manera, se conjeturó que se podría alcanzar una unión aduanera que evadiese el control de EUA y en la que Argentina ocupase un rol protagónico.
El gobierno peronista con el propósito de organizar las negociaciones bilaterales con los estados vecinos, implantó los Consejos de Unión Económica Nacional. Estos órganos tenían carácter permanente y sede en el Palacio San Martín. Estaban presididos por un representante del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto (Ildefonso Cavagna Martínez), actuando como Secretario General un funcionario del mismo Departamento de Estado, que tenía a su cargo las gestiones administrativas y la coordinación funcional del Consejo. La Confederación General del Trabajo (CGT) y la Confederación General Económica (CGE), estaban representadas en las Comisiones Nacionales de la Unión Económica. La función de dichas Comisiones, era realizar estudios técnicos para el cumplimiento de los objetivos y finalidades previstas en el Tratado de Unión Económica y relacionarse con la Comisión del otro Estado signatario.
Las reuniones conjuntas se realizaban en el ámbito de las Comisiones Mixtas, de carácter binacional y de modo alternado en las capitales respectivas de los Estados signatarios.
Estos órganos no disponían de mediadores institucionalizados, terceros con jurisdicción autónoma respecto de los Estados participantes, para dirimir los litigios que pudieran suscitarse entre ellos. Sin embargo, el presidente argentino pugnó por lograr un liderazgo continental, instando a la unidad por medio de una “dominación carismática”, ahorrando el tiempo y el esfuerzo que demandaba la construcción de una “autoridad racional-legal” de dimensión continental.
Lo destacable en la formulación política de Perón era lo que él ponderaba como tránsito inexorable hacia los grandes espacios económicos. En forma reiterativa aludía al pasaje de los feudos al Estado-Nación y de éste último al Continentalismo.
Tres de los cuatro presidentes que suscribieron pactos económico – comerciales con el gobierno de Perón, habían vivido en la Argentina y estaban influidos por la “doctrina peronista”: Carlos Ibáñez del Campo (1952/1958-Chile), Víctor Paz Estenssoro (1952/1956-Bolivia) y José María Velasco Ibarra (1952/1956-Perú).”
Concretamente los tratados fueron firmados en 1953 en febrero-julio con Chile, en agosto con Paraguay y con Ecuador en diciembre.
En 1954, el 19 de septiembre se firmó el tratado con Bolivia.
Brasil, si bien no firmó, estaba dentro de la estrategia de Perón-Vargas de construir el A.B.C. y por su puesto no se opuso a las firmas bilaterales de Argentina.
Se abstuvieron de firmar Perú y Uruguay.
1- Perón, Juan D., Mensaje a los pueblos mundo acerca de la Tercera Posición y del Tercer Mundo, 6-7-1947