“Compañeros, ¿qué están haciendo? Es que no comprenden que están traicionando a quien hace todo lo que está a su alcance por ustedes? ¿O suponen que el general Perón dejó de pensar en el bienestar de ustedes y el de sus familias? Por eso he venido hasta aquí. A pedirles que vuelvan al trabajo, si eso vale mi vida, les doy mi vida. Pero comprendan que esta huelga, en la Argentina de Perón, es una traición a la patria y un gran daño contra el pueblo… ¡que son ustedes mismos! ” Evita presente de madrugada en los talleres ferroviarios de Remedios de Escalada, hablando con los obreros. |
Crisis económica, conciencia popular y huelga ferroviaria
En este año asomaba una crisis económica que ponía a prueba la conciencia del pueblo y su lealtad a Perón.
En efecto, conjugados los factores externos e internos como el boicot impuesto por Estados Unidos a nuestro país, ordenando a los países beneficiados con el Plan Marshall no comprarle materias primas a la Argentina; el consumo superlativo como consecuencia del nuevo poder adquisitivo de la clase trabajadora y el egoísmo miope empresarial, al no acompañarlo con el recambio necesario en los bienes de capital que eran menester para producir más y los primeros síntomas de la peor sequía que tuvo la Argentina en toda su historia. Todos estos factores unificados provocaron una preocupante espiral inflacionaria.
El gobierno decidido a enfrentarla, reclamó a su pueblo austeridad y mayor producción, congelando salarios después de subirlos convenientemente y promoviendo la organización popular en defensa de sus propios intereses y de la Nación.
Esto habría de tener el resultado esperado como lo demuestran todos los parámetros macro y micro económicos disponibles para las mediciones y la Argentina creció, la inflación bajó y el salario no solo no perdió poder adquisitivo sino que lo aumentó.
No todos los sectores entendieron cual era la misión del momento. Algunos gremios, por caso el ferroviario de la Unión Ferroviaria y la Fraternidad controlado por el socialismo más antiperonista, reclamó por mejores salarios desatendiendo la política general del gobierno. La C.G.T. lo intervino y esto desató una importante huelga que duró semanas y donde hubo violencia, detenciones y algo muy importante, la intervención en persona de Evita.
Fue de madrugada a los talleres ferroviarios de Remedios de Escalada en el partido de Lanús, Provincia de Buenos Aires, uno de los más grandes del sistema y habló cara a cara y sin tapujos con los obreros en huelga.
Este hecho inédito en la política argentina, revolucionario como pocos, significó el fin de la huelga, pero también dejó huellas políticas y afectivas en el espíritu de Evita.
En la Razón de mi vida le dedica un breve pero hondo, sentido y penetrante escrito, el cual reproducimos.
UNA SEMANA DE AMARGURA También el papel de Evita es a veces amargo. Toda esta semana pasada, por ejemplo, me ha resultado amarga. Ha habido una huelga y ésta tuvo que ser declarada ilegal por injusta. Yo sé que malos dirigentes -los viejos dirigentes del anarco sindicalismo y del socialismo y los infiltrados comunistas- han dirigido todo esto. Sé que la mayor parte del gremio, y que todo el pueblo ha repudiado el proceder de esos ingratos, indignos de vivir en esta Nueva Argentina de Perón. Sé todo eso y sin embargo toda la semana he vivido amargada. Solamente me consolé cuando decidí salir a recorrer los lugares de trabajo y conversar con los mismos obreros en huelga. Quise hacer esta salida sin guardias ni escoltas que nunca uso y menos en esta ocasión en que iba a ver qué ocurría con los obreros en huelga. Iba pues como amiga, y como amiga no podía presentarme ante ellos con miedo. ¡Ni siquiera con precaución! Además creo que el miedo se me ha ido ya definitivamente. En cada lugar hablé con los obreros. Ellos nunca se imaginaron por supuesto verme llegar, y menos a la hora que llegué: el recorrido duró desde las 12 de la noche hasta las 4 y media de la mañana. Así pude comprobar que la huelga era inconsulta e injusta desde que los mismos obreros no sabían cuáles eran las razones del paro. Así pude informarle al Presidente toda la verdad, la verdad de la calle que para un gobernante es fundamental si quiere llamarse democrático, es decir gobierno del pueblo y para el pueblo. No niego que mi emoción fue muy grande, al encontrarme en cada sitio de trabajo, con hombres leales y abnegados que estaban dispuestos a todo, antes que hacer lo que ellos presentían como una traición al Líder, único e indiscutido de las masas obreras argentinas. Pero esa emoción no me pudo quitar la amargura del alma. Es que yo no concibo que pueda haber en mi país, un solo obrero que no haya comprendido ya, lo que es Perón, y todo lo que ha hecho Perón por los trabajadores argentinos. Aunque los huelguistas sean muy pocos me duele lo mismo que si fueran todos… ¡No lo puedo entender! Por eso salí antes de ayer a la calle. Quería saber si los obreros «sabían» lo que estaban haciendo. Pero cuando me di cuenta de que no sabían, tampoco me alegré: pensé que aun quedaba mucho por hacer, hasta que la masa obrera argentina tenga plena conciencia de la responsabilidad de su misión histórica, que es nada menos que enseñarle al mundo a vivir feliz; a la sombra del Justicialismo de Perón. Este capítulo no es un reproche. Si este libro estuviera dirigido a hacer propaganda tal vez no debiera haber escrito estas páginas un poco tristes. Pero nosotros -dice siempre Perón- venceremos con la verdad. No diremos nunca, que vivimos sin problemas ni preocupaciones. Eso sería mentira y nadie nos creería. No. Tenemos problemas. Tenemos preocupaciones. Sufrimos también nuestras amarguras. Pero salimos de ellas cada vez más unidos, y cada vez un poco más felices; porque nuestro pueblo no deja de seguirnos con lealtad y con cariño. Por el contrario, cada problema que Perón salva y soluciona, con energía, sin violencias, y consultando siempre de alguna manera al pueblo, nos acerca más a todos los argentinos. Algún día habrán de convencerse los enemigos del Justicialismo, que contra la verdad no pueden hacer nada, porque la verdad siempre se impone, sobre todo si el que defiende la verdad, tiene la inteligencia y el corazón de un hombre de los quilates extraordinarios de Perón. Este capítulo tal vez desentone en la mitad de estos apuntes destinados a explicar mi misión. Pero quienes quieran conocer bien todo el cuadro que es la vida mía, no sólo deberán ver las luces… También será útil que conozcan los dolores. Que mi misión en este mundo arrebatado por la guerra, el odio, la angustia y la desesperación, aunque sea una misión de amor y de justicia, tiene que tener sus horas amargas. ¡Precisamente por eso! |