HOMENAJE A LEONARDO FAVIO
Hasta siempre compañero Leonardo Favio
Allá por 1999, pudimos tener las primeras copias de su monumental obra “Perón sinfonía del sentimiento”. Desde entonces la hemos exhibido docenas de veces, al revés del sabotaje deliberado con que los grandes canales de televisión la ocultaron. Para nosotros exhibirla y estudiarla, fue y es parte de nuestra militancia. Es tal vez el mejor trabajo de la larga carrera con que nos acompañó. Conjuga su extraordinario esfuerzo por crearla y producirla, con su también militante deseo de dar testimonio. Vaya que si lo logró.
Es una obra historiográfica como aquellas que están destinadas a no morir jamás. Siempre nos acompañará, en nuestro presente y seguro que allí estará esperando a los jóvenes del porvenir para mostrarles que “Por aquí pasó Perón” y que el general también nos espera en el futuro.
El escrito que sigue a estas líneas, era lo que recibía cada persona que iba a presenciar la proyección de la película. Solo un genio puede escribir semejante texto…
Gracias Leonardo Favio, por todo lo que hiciste y muy especialmente por esta lección de historia de belleza infinita y de tanta, pero tanta emoción y tanta pasión puestas al servicio de la verdad histórica.
Roberto Maffeis
6-11-2012
NUESTRO OFICIO
Quien nace cineasta viene con una urgencia:
utilizar o fabricar imágenes para testimoniar la Historia,
transmitir el asombro, los sueños, la Poesía.
Esto no es nuevo, siempre fue así…
el narrador que nos precedió, el más remoto,
se ahonda en el misterio de los tiempos.
Lo hizo Dios como herramienta
para contar su obra, la creación, la vida.
Yo diría que la primera proyección la provocó
la estela errante de una estrella
y el primer narrador fue ese lejano padre
que al verla transcurrir le transmitió el asombro
de esa maravilla a su circunstancial compañero
con un gesto, porque aún no se había afinado la palabra.
Pasado el tiempo hilvanó el sonido y le dijo estrella a la estrella.
Y narró su caída, y al fuego, fuego y describió para asustarnos
el infierno y suavizó el sonido y le narró la vida
y le brotó algún canto y les contó de las flores,
del amor y sus frutos.
Día a día fue mejorando la técnica
de la fascinación y el asombro y dijo:
“Yo quiero que no se acabe el Hombre”
y lo raspó en la piedra y pasaron los tiempos
y trazó su aventura en las cuevas de Altamira,
pero no le bastó, y con los siglos
dibujó la palabra y la incrustó en la arcilla.
Es así como hoy permanecen
nuestros remotos sueños y los dioses que fueron.
Los imperios nacidos “para siempre” y que hoy son arena…
Ese es nuestro oficio…testimoniar el llanto,
testimoniar la historia, cantarle a la pasión,
a la poesía: ser memoria.
Leonardo Favio