Alvarez, Alejandro y Bellomo, Fabio

 

INFORME  HISTORICO

Presentado al General Perón en Madrid, 1967

 

 

 

Informe histórico

 

“Esta es una carta que se juega una sola vez en la vida,

pero no debemos olvidar que estamos escribiendo 
la historia de la Nación.

Si hemos guerreado durante veinte años

para conseguir nuestra Independencia Política,

no debemos ser menos que nuestros antepasados

y debemos pelear otros veinte años si fuera necesario 
para obtener la Independencia Económica;

sin ella, seremos siempre un país semicolonial.”

 

 

JuanDomingo Perón

 

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NUESTRA UBICACIÓN – Una Argentina Antigua y Exterior

 

La República Argentina, originada políticamente en el Virreynato del Río de la Plata, tiene distintas raíces histórico-político-geográficas que el resto de los países de América Latina, aún siendo parte indisoluble del continente, más aún porque sus diferencias, paradójicamente, la uniforman y ligan al resto.

 

La fundación del Virreynato del Río de la Plata, obedeció a circunstancias muy diversas que al concurrir en 1776 dieron marco al desarrollo de la nacionalidad argentina de hoy, y naturalmente, a los conflictos en los cuales se ha desenvuelto a través de los años.

 

Los orígenes mismos son eminentemente geográficos. Las dos corrientes colonizadoras de España en esa parte del continente tuvieron dos puntos de partida totalmente distintos.La primera de ellas, con dos polos de atracción: Asunción delParaguay y Buenos Aires, originada en Asunción y formando una especie de circuito cerrado sobre las corriente fluviales del sistema del Plata (ríos Paraná, Uruguay, de la Plata y afluentes).

 

Es ésta la más antigua (1527-1580) y la de más duro afincamiento. Era la cuenca del Plata, al parecer de los españoles, la comarca del desencanto; no hay allí minas, ni oro, ni piedras preciosas, ni nada que el mercantilismo pueda aparentemente utilizar. Cuando no es la selva, es la Pampa, y las inmensas soledades recorridas por indígenas en estados decivilización muy inferiores enfrentan al europeo con la soledad sin historia y con la aparente incapacidad de estas tierras para quebrar su pobreza y su fatiga metropolitana. El soldado de fortuna debe convertirse en comerciante de las pequeñas villas que se fundan (Asunción, Buenos Aires, Sancti Spíritu, Corrientes) o agricultor a la sombra de las empalizadas de esas mismas villas.

 

La segunda corriente tiene origen en Lima (Virreynato del Perú) también proviene del norte, mas no llega a la llanura. El horizonte impuesto al español, colonizador del Perú, unhorizonte de montañas, riquezas, indígenas en un estado de civilización que los españoles no alcanzan a comprender, les hace perder el impulso en las llanuras desérticas del Sur. Esta corriente penetró en lo que hoy es Argentina, a través de dos vías: la primera por Jujuy y hasta Santiago del Estero (1553), la segunda, a través de la Cordillera de los Andes, desde Santiago de Chile hasta Mendoza, San Juan y Santiago del Estero (1562).Ambas culminan con la fundación de ciudades claves; Córdoba, la primera, en 1573 y San Luís, la segunda, en 1596. Mendoza, Córdoba y San Luis son entonces las fronteras de un país con el otro. El país de la montaña, de la piedra, las minas, el incario y la historia anterior y el país de la llanura, de la tierra fértil, la libertad aérea, del indio pampa y de la ausencia de historia.

 

De tal modo quedan delineadas las dos regiones geográficas en las que se divide la Argentina de hoy, y que es base de soporte del desarrollo histórico de nuestra nacionalidad y sus conflictos.

 

Pasado el período de asentamiento de las colonias, se hace claro el enfrentamiento de los dos países, entre las dos mentalidades. El gran conflicto que preside la etapa colonial del sur del continente tiene como protagonistas a Buenos Aires y Lima.

 

Frente a la ciudad de la riqueza y del oro, frente a la Lima opulenta de los virreyes construida sobre una antigua ciudad del incario y centro de las comunicaciones y comercio de la metrópoli, se encontró Buenos Aires. Buenos Aires y su pobreza, sus casa de adobe, su esfuerzo por sobrevivir, su ausencia en la magia de los poderosos señores que construían al Imperio Español en América, edificado en la frontera de la llanura líquida del Río de la Plata (mar dulce) y de la llanura de la Pampa Húmeda, sin nada detrás salvo la remota memoria vegetal.

 

Tras Lima se agrupan los intereses de los encomenderos (que viven del trabajo semiesclavo del indígena), de los exportadores monopolistas, del oro y de la plata de Potosí, el poder militar de la Capitanía General de Chile (que comprende las actuales provincias de Mendoza, San Juan y San Luís en el corregimiento de Cuyo) en suma, la exportación a la metrópoli de las materias primas. Detrás de Buenos Aires y su puerto, todo el litoral fluvial y lo que significó luego la riqueza inmensa de estas tierras: las carnes saldas, el tasajo, los cueros, el cebo de potro, etc. Son también exportadores de materia prima, pero el destino de su comercio es otro. Inglaterra que piratea el Pacífico y el Caribe a la busca de oro y plata de Potosí y México, comercia con Buenos Aires directamente a través de los portugueses y paga bien; es que Inglaterra ha comenzado a desarrollar una industria nacional que necesita expandirse. Buenos Aires, después de la implantación de la Aduana seca de Córdoba en 1622, victoria de Lima y de sus intereses, no tiene otro camino más que el contrabando a través de la Banda Oriental (Uruguay) y de allí en más habrá de inscribir el desarrollo de la lucha entre el Imperio Español que se derrumba carcomido por su incapacidad para formar una unidad política que determine un cambio económico o lo propicie eficientemente y el naciente Imperio Británico, cuya fuerza le hará presidir, luego, la historia del siglo XX.

 

De tal modo, Buenos Aires ganadera y comercial tendrá que dar la espalda a España y América, para sobrevivir, se tendrá que aliar a los enemigos de España para salvar una prosperidad ganada con el esfuerzo y contribución de todo su hinterland será rapaz como sus clientes, violará las leyes que simula aceptar, dirá una cosa y hará otra, construirá en suma su propia historia con contrabandistas, diplomáticos semioficiales y filibusteros de oficio y ganaderos más o menos concientes de su papel frente al resto de la sociedad.

 

Lima comienza a perder terreno a partir de 1695, fecha en que la Aduana seca se traslada a Jujuy por presión de Buenos Aires y no lo recuperará ya nunca. Los territorios que ha perdido se van convirtiendo poco a poco por la facilidad de las comunicaciones en el hinterland natural de la ciudad-puerto y culminará en 1776 con la creación del Virreynato del Río de la Plata, fecha en que se sanciona con ese acto formal la victoria de hecho de Inglaterra sobre España, del liberalismo ortodoxo de la nueva metrópoli sobre el mercantilismo anterior. Paradójicamente entonces, la victoria de Buenos Aires sobre el resto de las regiones de la cuenca geopolítica de su influencia, al consolidar lo que posteriormente serán cuatro nacionalidades, consolidó también la dependencia con respecto al imperio más poderoso de aquel momento. El aparente, progresismo, de losliberales españoles primero, criollos luego y argentinos más tarde, fue en los hechos, un cambio en la fuente de la dependencia. Sus repercusiones con respecto al problema nacional,  mejor dicho a los problemas nacionales de este momento son amplísimas, han sido naturalmente amplificadas por la historia y la consiguiente sedimentación de las deformaciones económico-políticas propias de la lucha que hemos descripto.

 

De modo que Argentina quedó a horcajadas de dos países, de dos regiones que tienen características propias y una historia, una economía, un contexto social distinto entre sí. El país de la llanura y el país de la montaña. Un país vencedor y otro vencido. El país de la llanura es el que rige sus destinos desde su victoria sobre la ciudad de Lima y su capital, la ciudad-puerto, ha impuesto su dura ley al resto del país y aún a otra tres nacionalidades de América ( Uruguay, Paraguay y Bolivia) directamente, además de generar una corriente durante la etapa de emancipación que llegó a chocar con el nacionalismo libertador del norte de América Latina encarnado por Bolívar, cuyo límite de expansión fue la creación de otro estado tapón como el Uruguay, la República de Ecuador; después de la entrevista de Guayaquil entre San Martín, jefe de los ejércitos del sur y Simón Bolívar, Presidente de la Gran Colombia.

 

Toda la cuenca del Plata fue sometida, el país de la selva, las cuchillas entrerrianas o los esteros del Chaco y el Paraguay tuvieron que rendirse ante la ciudad-puerto que dominaba el comercio y poseía la fuerza y los medios suficientes como para imponerse a tan vasta extensión. Los designios del Foreign Office británico y de sus viejos aliados, los portugueses (luego el Brasil), se cumplieron, al menos en sus etapas originales y siguen dejando anchos surcos en la historia de todos estos países y especialmente en Argentina, pivote fundamental, que fuera, en su política imperial.

 

El norte argentino, el país de la montaña, relegado, hundido, tratado como enemigo, vencido en una misma guerra que nunca comprendió claramente, pero a la que concurrió con valor, quedó a merced del vencedor.

 

La era de la formación de la nacionalidad dejó como saldo a los dos antagonistas de nuestra historia: los intereses de la llanura, la exportación agropecuaria y la posesión de la ciudad-puerto, es decir, la renta de La Aduana de Buenos Aires; y el resto del país, subdesarrollado o desarrollado en la medida en que la lucha se fue haciendo más conciente, más integrado a Iberoamérica monoproductora, semi-campesina y agotada por las exacciones del imperio de turno, Argentina, y he aquí su particularidad fundamental, tiene al “imperio adentro”, aquí el imperialismo no tiene factorías o propiedades, minas o cultivos solamente, ha ganado además una parte de la población, ha ocupado el territorio y lo ha ocupado con los propios hijos del país; de tal manera que ha contribuido, también, a desarrollar una aguda conciencia de lo nacional y una formidable solidez y permanencia del Movimiento Nacional y Socialista.

 

El problema fundamental sobre el que se basan todos los demás de la sociedad argentina es, como queda dicho, el problema nacional, agudamente vivido por los argentinos y por toda la Cuenca del Plata, que soporta, desde sus instituciones fundacionales, una guerra que a través de los años y de las etapas, tiende, con sus contenidos y formas distintas, a expresar a su resolución definitiva: la formación de Gran Argentina Socialista.

 

 

LA GUERRA NACIONAL – Una Argentina interior.

 

Tres regiones geo-económicas dividen la geografía argentina, su historia y su gente. La Llanura Pampeana o Pampa Húmeda: es la región de la ganadería y de la agricultura; su capital, Buenos Aires: la ciudad-puerto.

 

Su historia es la historia del desarrollo del capitalismo-liberal en la República Argentina, un desarrollo capitalista muy particular, ya que la explotación de la tierra desde mediados del siglo XIX va tomando esas características y acentuándolas aceleradamente. Constantemente va marcando; al par que el desarrollo capitalista de la explotación agraria, la consecuente acentuación de la dependencia con respecto a los mercados internacionales de materias primas. Soportó, por lo tanto el vertiginoso deterioro de los términos del intercambio y la oligarquía se obligó aún más a ligarse al Imperio Británico, única solución que se ocurrió para defender sus precios en el mercado internacional.

 

Efectuada la reinversión de las ventas de la tierra de la oligarquía propietaria del bien fundamental de la producción en las industrias o creándolas acicateada por el cierre de los mercados durante la Primera Guerra Mundial y el consiguiente cerco económico del imperialismo, introdújose así un nuevo elemento que en definitiva la destruiría. Las estructuras agrarias de la Pampa Húmeda no son latifundistas en términos estrictos, las grandes extensiones de terreno apto para la cría de ganado son verdaderas “fábricas de vacas” dentro de un mar de “colonias” agrícolas o chacras de pequeños arrendatarios o medianos propietarios.

 

Circundada al norte (sur de Córdoba, San Luís y Santa Fe) por un arco agrícola y de excelentes tierras de invernada y al sur por las inmensas extensiones de la Patagonia. Postrera región de colonización moderna, donde la explotación de la tierra es solamente extensiva y donde pastan casi treinta millones de cabezas de ganado ovino; allí no ha llegado el impulso inicial del país y fueron aplicados los frenos a la colonización debido a las conmociones producto de la agudización de la guerra nacional. Las relaciones de producción de la llanura son típicas del capitalismo liberal (división del trabajo, producción para el mercado, extensión del pago, moneda nacional, etc.) de tal modo que la estructura social también es clara. La oligarquía, propietaria de los bienes de capital reside en la ciudad-puerto; capas medias rurales, agricultores en su mayor parte, a veces arrendatarios, los más propietarios de pequeñas o medinas extensiones, agrupados en colonias de origen inmigrante; es el “gringo” vendido al calor de “ gobernar es poblar”, lema de los granaderos durante la llamada “Organización Nacional” (1870-1914). Y por último el peón rural, paria en su tierra, heredero del gaucho, verdadero obrero rural, un 40% de los cuales son “trabajadores golondrinas” o sea temporario que rotan en las diferentes cosechas y trabajan en todas las faenas, desde la cosecha del trigo del sur de Córdoba hasta la esquila en el sur de la Provincia de Buenos Aires. He aquí la llanura y la naturaleza de las relaciones de imperio a colonia; de desarrollo a subdesarrollo.

 

La región de los cultivos industriales, abarca todo el noroeste del país. Su orografía proficua en cadenas montañosas y valles fértiles se dividiría en dos sub-regiones: Cuyo, recostada sobre la cordillera de los Andes, donde la explotación principal es la vid, y en torno a la cual se han desarrollado Mendoza, San Juan y en menor grado, San Luis. Allí se ve el gradual peso de la extensión del capitalismo en la Argentina, el cultivo industrial tiene característica de explotación capitalista-liberal, pero en él pervive, en la medida en que producen para el mercado de Buenos Aires, situado a mil kilómetros, algunas de las viejas estructuras nacionales anteriores al total desarrollo de la Pampa Húmeda. Coexisten los viejos propietarios de pequeñas o medianas extensiones de tierra cultivada, de origen criollo (San Juan) y las grandes explotaciones de las sociedades anónimas,cuyos propietarios son casi todos “gringos” (Mendoza), las capas medias pueblan las ciudades y el funcionariado estatal y una extensa clase trabajadora en gran parte rural y temporaria y en menor medida industrial y urbana.

 

La otra subregión, el norte (Salta, Jujuy, Catamarca, La Rioja, Tucumán, Santiago del Estero y aún el norte de Córdoba) donde las estructuras capitalista-liberales son más endebles y por consiguiente y a nivel económico, la dependencia en relación con la Pampa Húmeda más acentuada. Principalmente se encuentran allí las zonas del cultivo de la caña de azúcar y el tabaco donde las empresas son a veces dueñas de la tierra, además de poseer la planta industrial, como en Salta y Jujuy, o donde sólo poseen los trapiches, y la tierra tiene carácter de propiedad minifundista, como Tucumán. Todos empero, producen para el gran mercado de ocho millones de consumidores de alto poder adquisitivo  que es Buenos Aires o para exportar. Allí es donde residen, todavía, las viejas estructuras de la vieja Argentina, allí están todavía vivas, las anteriores etapas de la guerra nacional, allí es donde todavía perviven en el hombre de norte, las excelencias del hombre argentino.

 

En cuando al litoral fluvial (Entre Ríos, Santa Fe, Corrientes, Misiones, Chaco y Formosa) la región determinante de sus características ha sido el sur de la misma, esto es Entre Ríos, Santa Fe y el sur de Corrientes. Allí coexisten las más modernas formas de explotación de la tierra; como que es parte de la Pampa Húmeda (estancias modelos y chacras en gran cantidad) y las formas más atrasadas del latifundio no productivo o sólo a medias productivo en Corrientes, que es único lugar de la República donde existen campesinos en el sentido verdadero del término: la explotación forestal donde han sido vueltas a abolir el pago en pesos moneda nacional (reemplazado por el pago en especias o donde se trabaja en condiciones sub-humanas (norte de Santa Fe).

 

En tanto el norte de esta región es zona de reciente colonización, su historia se interrumpe con la Guerra del Paraguay (guerra de la triple alianza) hasta que hace muy pocos años Misiones, Chaco y Formosa se incorporaron al cortejo de Buenos Aires, aunque quien las incorpora no es la ciudad-puerto en su tradicional papel de metrópoli, sino el Pueblo y Perón desde el poder: quien las incorpora es la Buenos Aires ocupada por la Nación y la Revolución. El papel de la región en conjunto fue el de negociar frente a Buenos Aires cuando Buenos Aires pertenece al país o el de enfrentamiento las más, aunque es tradicional y repetido, que los intereses ligados a la navegación de los ríos Paraná y Uruguay pesaron desfavorablemente en el desarrollo de la resistencia a la opresión de Buenos Aires y jugaron, en todos los casos, un papel bastamente anti-nacional y pro-imperial. Fue, sin embargo, el refugio del último federalismo, el último fortín de la nacionalidad y del pueblo separado del poder por el “golpe” de Urquiza en toda la etapa de la guerra nacional que culmina con la ley de capitalización de Buenos Aires de 1880, donde la resistencia cesa visiblemente en el interior y se traslada a la campaña bonaerense.

 

El desarrollo desigual por sus orígenes y desenvolvimiento es pues la característica fundamental de la Argentina geográfica. A esta realidad de base se corresponden concreciones socio-políticas cuyo desarrollo histórico va a dar por resultado la Argentina de hoy. Descripto el desarrollo desigual, réstanos anotar su consecuencia más notoria, la naturaleza de la función de Buenos Aires como la cabeza de la región pivote de la Nación. En distintas etapas de la formación de la nacionalidad, o de la mal formación de la nacionalidad, Buenos Aires actúa centrífugamente, en tanto en otras centrípetamente. Estos dos movimientos del poder metropolitano se complementan perfectamente, tienen una gran coherencia interna y un solo objetivo: impedir la integración de la Nación Argentina, con todo lo que ellos significó, significa hoy y representará mañana, para la estabilidad del imperio de turno de Hispanoamérica y en el mundo.

 

Buenos Aires centrifuga “ideología” en cada etapa en que pretendió “ganar opinión” en el interior del país, Centrifuga liberalismo cuando la oligarquía de la ciudad-puerto posee los resortes del poder. En esas mismas etapas y cuando la reacción frente a lo antinacional se produce, Buenos Aires, su oligarquía, centrípeta, concentra su poder real y lo convierte en represión. En los momentos en que la ciudad- puerto es ocupada por Nación y el Pueblo, Buenos Aires y su poder cumplen con la función integradora que le asignan los sucesivos estados mayores del frente nacional.

 

 

La guerra nacional la ha librado el pueblo argentino a través de toda su historia con diversa suerte táctica, pero con un solo objetivo estratégico: la construcción de la Nación que se expresa hacia adentro de sus fronteras como la concreción de la Revolución Nacional y Socialista y hacia afuera en la integración Hispanoamérica.

 

Los conflictos subyacentes durante la etapa colonial se hacen visibles en los primeros momentos de la Independencia política formal. En 1810 la revolución contra el imperio español es para la burguesía de Buenos Aires el fin de la lucha por el control de la aduana de la ciudad y de comercio exterior, lucha ésta por el poder real, desalojados los españoles se plantea el conflicto entre la Nación posible y los comerciantes cuyos ojos no ven más allá de los libros de contabilidad de las casa, introductores y comerciales.

 

Mariano Moreno, Secretario de la Primera Junta de Gobierno de Buenos Aires, pertenece a un grupo ideológicamente jacobino pero profundamente nacional, esto es ligado al destino de la totalidad del ex virreynato constituido y concebido como unidad nacional. Ellos plantean la necesidad de usar el poder para:

 

1) Extender la revolución fuera de las fronteras (expedicionesal Alto Perú, Córdoba y Paraguay. Planteamiento de los conflictos con Inglaterra y de la segregación del sur de Brasil)

 

2) Coherentemente con la primera premisa, quiere solidificar la estructura al país, revolucionándola, y entonces entiende que deben nacionalizarse las tierras y las industrias (“hacer participar a los pueblos de esta nuestra conquista de la libertad”). La cuestión se centra en la utilización del poder ganado.

 

El partido nacional, al que se adherirán luego las tendencias del interior del país, pretende utilizar el poder para unir la Nación, fortalecer y profundizar la revolución y extenderla al resto de América.

 

El partido antinacional pretende utilizar el poder para ocupar el lugar de España en esta parte del continente. No le interesa el interior, es decir el país, salvo como colonias de una metrópoli comercial, a imagen inglesa. Utilizarán el poder para empequeñecer la República al tamaño del área constituida de Buenos Aires, y ese tamaño será también su política exterior.

 

He aquí a Buenos Aires jugando el doble, contradictorio y falaz papel histórico. Mientras utiliza su poder centrífugamente para dar a conocer los aspectos puramente ideológicos, y por lo tanto falsos, de la Revolución (citación de la Junta Grande) ejerce su poder centrípetamente imponiendo a los representantes de los pueblos su voluntad omnipotente, rechazando diputaciones, como en el rechazo de la diputación oriental, efectuada por Alvear, mesotorio agente británico, que segrega al Uruguay de la Argentina, y dando base al despotismo ilustrado.

 

Aquí comienza la guerra nacional, aquí tiene el primer mártir, y a nivel de estado mayor el ejército del pueblo argentino. Mariano Moreno muere en altamar, cuando va camino aInglaterra, sospechosamente alejado de Bs. As., sospechosamente enfermo de súbita enfermedad (Napoleón moriría en Santa Elena de enfermedad parecida), le acompañabasu hermano que se luego miembro del Partido Federal y diputado del Brigadier General de Juan Manuel de Rosas. El primer equipo de dirección de la guerra nacional que tuvo el pueblo argentino queda así decapitado. La fuerza concentrad de Buenos Aires se impondrá primero en su propio centro. La represión al pueblo ha comenzado, corre el año 1811.

 

Como se arreglaban los viejos negocios del contrabando en el puerto de Quilmes, lejos de la mirada sobornadora del poder real en tiempos de la colonia, así, con la duplicidad aprendida en el turbio manejo, la burguesía de Buenos Aires comienza a imponer su ley al país. La Nación enterrada en los campos que comienzan a poblarse de ganado. La Revolución envasada enlas barricadas de sal que van camino a Inglaterra sus soldados muriendo en los campos de batalla de toda América, para proteger los buenos negocios que beneficiarán a estos señores de la ciudad-puerto. Volverán los hombres de la guerra y no tendrán destino. Serán parias en su patria. Perderemos territorios ganados con su sangre y su esfuerzo, para entregarlos nuevamente al imperio del Brasil. La mano de Inglaterra es larga, los campos uruguayos aún verán desfilar invasores esclavistas comandados por los prusianos traidores que contribuyen a derrotar a Napoleón en Waterloo. Y Argentina será testigo de su propia pequeñez.

 

José Gervasio Artigas, el caudillo nacionalista y revolucionario argentino nacido en la Banda Oriental, morirá como extranjero y exiliado en Paraguay, olvidado de todos. El protector de los pueblos libres ha encontrado una mano amiga en el Dictador Gaspar Rodríguez de Francia. Porque el Paraguay no se rinde. Cierra sus fronteras y crece hacia adentro. Amadeo Bompland será uno de los maestros de la nueva juventud del Paraguay.

 

La Banda Oriental (Uruguay) quedará así en manos del partido antinacional, que luego, y en nombre de un pretendido “nacionalismo uruguayo” comenzará, a través de la burguesía montevideana, a desarrollar una diferenciación en cuyos fundamentos se leen claramente las intenciones de Inglaterra y el Brasil acerca del control del comercio de nuestros ríos interiores y encontrará un dúctil aliado en los comerciantes de Buenos Aires, cegados por la “buena digestión”, que esos mismos intereses le permiten. El período de la reacción antinacional en ambas orillas del Plata, que se pretende extender a todo país, va desde 1811 hasta 1835. Desfilarán los Alvear, los Rondeau, los Rivadavia (autor del empréstito con la Baring Bros. terminado de pagar en 1947 durante el gobierno del General Perón) y algunos otros como Pueyrredón, cuyo mérito mayor consistirá en no entorpecer demasiado la epopeya de la guerra de liberación que el General José de San Martín ha iniciado a través de medio continente, fiel al mandato histórico y geopolítico de la revolución.

 

El interregno de la reacción no duró lo suficiente como para consolidarlos en un poder hostigado permanentemente desde el interior. El General Francisco Ramírez, Supremo Entrerriano, habría de obstaculizar y cercar el poder de Buenos Aires desde 1820 (año que los historiadores liberales han calificado de “anárquico”), llegando con sus tropas hasta el corazón de Buenos Aires, La Plaza Mayor (hoy de mayo) atando los caballos de la montonera entrerriana a las columnas del cabildo de la orgullosa metrópoli.

 

La acción centrífuga de Buenos Aires había desparramado por todo el interior la constituciones unitarias de 1819 y 1826, y la reacción de los pueblos no se hizo esperar. Aún en la Provincia de Buenos Aires el Partido Federal comenzó a tomar cuerpo y en la misma metrópoli el Coronel Manuel Dorrego, héroe de cien combates durante todas las guerras de la Independencia, levanta la Bandera Federal desde los barrios bajos.

 

En todo este período, y pese a Buenos Aires, el pueblo argentino había peleado en todos los campos de batalla de América, hasta Ayacucho, esta última vez a las órdenes del Mariscal Antonio José de Sucre. El General San Martín se había retirado a Europa, vuelto a Buenos Aires durante el gobierno de Rivadavia y regresado sin desembarcar. La conspiración de los comerciantes caminaba sobre rieles bien engrasados con libras esterlinas.

 

Asesinado el gobernador Dorrego por el General Juan Lavalle (“el sable sin cabeza” como lo llamara San Martín) en Navarro, provincia de Buenos Aires, el federalismo de la provincia y el del país todo pone los ojos en un hombre, que siendo el ganadero más importante de ella y su capital general de campaña, victorioso en la guerra contra el indio, es a la vez el industrial más poderoso de la época; es el creador de la industria del saladero, posee un ejército de gauchos de la campaña bonaerense, los colorados del Monte, que asegurará la paz interior y será la base del ejército popular y nacional.

 

El Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas asciende al poder en 1835 como gobernador de la provincia de Buenos Aires, e inmediatamente cesa la guerra nacional. Los pactos interprovinciales le confieren el manejo de las relaciones exteriores de la Confederación a Buenos Aires, y por lo tanto tiene gran parte de las riendas del país en sus manos. La unidad nacional ha sido meta y guía del pueblo sus jefes a través de la historia encuentra en Rosas el primer ejecutor. Ataca así el problema argentino desde sus bases. El federalismo del partido federal es distinto en los caudillos federales del interior y en Juan Manuel de Rosas.

 

El federalismo del Norte (Juan Facundo Quiroga) es un autonomismo frente a Buenos Aires, acérrimo y abroquelado, producto del contenido que hasta entonces tomó el poder porteño en mano de la burguesía de Buenos Aires. Nunca el Norte (hasta Felipe Varela, aunque su paso fue fugaz) comprendió que Buenos Aires serviría tanto para esclavizar a la Nación como para liberarla y que esto dependía de quién o quiénes tuvieran el poder en sus manos. Quiroga, el Tigre de los Llanos, riojano duro y emprendedor, minero, banquero, dueño de una tropa de mulas de transporte a Lima, caudillo de indiscutible valor e inteligencia, jamás lo comprendió. Combatió, no obstante, con valor y diversa suerte contra los enemigos comunes. Fue a morir en una emboscada criminal en barranca Yaco, Córdoba, cuando volvía de Buenos Aires para ponerse al frente de sus llaneros y seguir combatiendo la rebelión unitaria.

 

El Federalismo del Litoral tiene una interpretación liberal de la unidad nacional. Asiente a ella si se realiza en su torno y si la libre navegación de los ríos interiores le es concebida. Causa ésta por la que Estanislao López de Santa Fe, Urquiza de Entre Ríos, y Ferré de Corrientes, traicionarán en mayor o menor medida a la Nación encarnada en Rosas y en Buenos Aires recuperada por él para la Nación y puesta por él a su servicio. La libre navegación del Paraná y del Uruguay que Inglaterra y Francia pretendieron reivindicar a cañonazos y mediante el bloqueo en dos oportunidades durante el gobierno del Brigadier General Rosas, era pues para el litoral el problema central. Era la competencia con la prosperidad de Buenos Aires. Era no comprender el nuevo papel de la Buenos Aires nacionalizada. Aceptar la unidad nacional con esa condición era aceptar la colonización y la dependencia. Proteger el mercado nacional, como Buenos Aires lo intentó desde 1835 hasta 1850, era echar las bases verdaderas de la unidad nacional posible.

 

Por primera vez, y este es el federalismo para los federales de Buenos Aires, se intenta la unidad de la nación respetando lo que la geografía y la deformación económica han malformado: más que respetando, partiendo de esa realidad concreta. Se puede decir que Buenos Aires con Rosas y el Partido Federal es unitaria, realmente unitaria, unitaria de la unidad nacional a través de la unidad del mercado interno y de la paz interior aún a costa de afrontar, como se hizo, una guerra contra el imperio más poderoso de la aliada como siempre con el partido “antinacional” (unitario) exiliado en Montevideo, plaza ocupada por los enemigos de la Nación y de Rosas.

 

La política del partido unitario fue la de reconquistar la aduana de Buenos Aires, sabiendo que era la principal herramienta de dominación en sus manos, tal como era herramienta de liberación en manos de los federales rosistas. Mil intentos hicieron para iniciar la guerra civil y consiguieron jaquear a Rosas a través de los conflictos en el Norte (en el que algunos federales entran por la incomprensión ya anotada), expediciones sobre Buenos Aires y Córdoba (Generales Juan Lavalle y José María Paz), los dos bloqueos anglo- franceses y para culminar la infamia y la traición, la alianza que se llamó pomposamente Ejército Grande, que derrotó en 1852 al Brigadier Juan Manuel de Rosas en Caseros, provincia de Buenos Aires y lo expulsó del poder ocupando la ciudad-puerto.

 

El Ejército Grande, no fue sólo un hecho más en la historia, fue, de algún modo, el resumen del frente antinacional que luego se repetirá a distintos niveles, a través de nuestra historia cuando de derrotar al Pueblo y a la Nación se trata. El General Justo José de Urquiza, gobernador de Entre Ríos, fue su comandante en jefe: lo compusieron el ejército brasileño encuadrado con oficiales prusianos, los exiliados montevideanos y la invicta caballería entrerriana que manchó así su límpida trayectoria anterior y posterior al servicio de la Revolución Nacional y social.

 

Así se vertebra siempre la oposición, armada o no, contra los gobiernos socialistas nacionales en Argentina. Tres son los elementos constantes: un grupo traidor del seno del pueblo, los intereses extranjeros y la cipayería nativa que son quienes, en suma, usufructúan tales hechos.

 

El imperio de turno, Inglaterra en este caso, motorizó los acuerdos y arrimó los aliados; la derrota del federalismos fue la derrota de la Nación en su conjunto; el mismo litoral; su pueblo y sus cualidades, aprendieron así, en la dura experiencia, que nadie puede realizarse en una comunidad que no se realiza.

 

La burguesía de Buenos Aires inició de esta forma la segunda etapa de su guerra contra el país.

 

Urquiza, ya presidente de la Confederación, debe fijar su capital en Paraná, Entre Ríos; se le niega la renta aduanera de Buenos Aires y por lo tanto el poder. Durante el gobierno de Urquiza, el unitarismo ha hecho de la suyas, ha creado el ejército de línea, regular, bien armado y encuadrado; desde el usufructo de la renta de la aduana a la partición del país hay un solo paso. Nuevamente el interior se levanta en armas. El Federalismo no ha muerto, dicen, y la guerra civil ensangrienta los campos del norte, mientras Mitre en Buenos Aires pacta con el Brasil y con el liberalismo uruguayo para ahogar al Paraguay; Urquiza, desde San José primero y en Pavón y Cepeda (batallas entre la Confederación y Buenos Aires) después, entrega la Nación y media América a la Rapiña y la Infamia de la burguesía porteña y sus amos ingleses.

 

Efectivamente, tres guerras se producen sucesivamente y aún superpuestas, de ellas, que en realidad son una sola, saldrá victoriosa la ciudad-puerto y arrojará por cuarenta años a la Nación y al Pueblo argentino en una cárcel de exportaciones y moneda fuerte, de inmigrantes y “progresismo”.

 

Como no podría ser de otra forma, el problema de las rentas de la aduana, es el poder real dentro del país, iba a destruir al Ejército Grande como hecho político. El frente antinacional se quiebra a poco de andar. La Nación sigue existiendo y exigiendo, pese a todo, exiliado su jefe, dispersadas sus fuerzas, la Nación se expresará donde pueda. Donde puede es en el problema de las rentas de la aduana de Buenos Aires. Pero ésta ha sido recuperada por el enemigo del país y vuelve a su política pendular: centrífuga a los cuatro vientos, libertad, igualdad, fraternidad. Pero centrípetamente, se recluye en el ámbito de la provincia y se opone a la Confederación presidida por Urquiza. Estalla la guerra por la capitalización (federalización o nacionalización) de Buenos Aires. La ciudad-puerto es derrotada en la batalla de Cepeda y sale victoriosa en Pavón. Nadie saca ventaja de la victoria, salvo Buenos Aires, que obligada a firmar la paz sigue detentando el poder real. Se enfrentarán nuevamente y se dará la batalla en el mismo Pavón; Urquiza, que tiene ganada la batalla, la entrega y se retira quedando el General Bartolomé Mitre (porteño), sorprendido, dueño del campo y la situación.

 

De allí en más la suerte está echada. La República tiene Presidente, este será porteño y residirá en Buenos Aires. Se declara la guerra de la Triple Alianza (guerra del Paraguay). Ésta es la segunda etapa de este período de la guerra de la ciudad-puerto contra el país.

 

El Paraguay, después de los gobiernos de Gaspar Rodríguez de Francia y del Mariscal Carlos Antonio López, está en manos del Mariscal Francisco Solanos López, hijo del anterior. El Paraguay ha alcanzado el calor de un proteccionismo externo pero necesario, y del aislamiento en que se ha mantenido, un estado superior de desarrollo, ha construido sus propios ferrocarriles (los primeros de América del Sur), ha nacionalizado la tierra, ha creado una incipiente industria (también nacional) que le permite fundir cañones y fusiles, ha educado un pueblo en el amor de la patria grande hispanoamericana y sabe, que sus enemigos están en el Brasil y en Buenos Aires, están en Inglaterra y en Francia. Sus enemigos están en la libre navegación de los ríos y en el “comercio” succionante de riquezas que se efectúa por Montevideo y Buenos Aires.

 

Paralelamente a la declaración de la guerra con el Paraguay, se producen los últimos levantamientos federales en el norte argentino.

 

El General Ángel Vicente Peñaloza (el Chacho), el Viriato argentino, como lo llamará José Hernández, autor del Martín Fierro y federal, se levanta contra la prepotencia de Buenos Aires y es derrotado después de una ardua campaña en la batalla de Lomas Blancas, La Rioja, por los remingtons del Ejército de línea, contra el que se realiza la última carga de lanceros de la montonera argentina. Después del tratado de paz de Las Banderitas, Peñaloza se retira a su pueblo natal. No le bastará este gesto a Buenos Aires, y la prédica del “civilizado” Domingo Faustino Sarmiento, especie de santón laico de los templos liberales, dará sus frutos (“le recomiendo no ahorrar sangre de gaucho” decía en una carta al entonces gobernador de San Luís, Salvador María del Carril). El General Peñaloza, cuya nobleza y patriotismo son innegables muere lanceado en su propia cama por una partida del ejército.

 

El Gral. Felipe Varela, catamarqueño; se levanta en montonera contra Bs. AS. recorre el norte como un rayo, funda la “Unión Americana” y ofrece su ayuda al Mariscal Francisco Solano López, en la lucha del pueblo paraguayo contra los porteños y “macacos” (brasileños).

 

He aquí las tres guerras en una sola, la guerra del imperialismo y sus agentes locales (Bs. As.) contra la Nación y el pueblo argentino. Muerto el Gral. Peñaloza; perseguido hastaTarija, Bolivia, el Gral. Varela; derrotado el heroico pueblo paraguayo, en una infame guerra que dejó un país de siete millones de habitantes en 1864 en escasos doscientos milhombres y ochocientas mil mujeres, en 1870 (hoy Paraguay, tiene la misma población de hace cien años y aún menos desarrollo). Cuajados los campos de mártires, el imperio se revuelve contra lo que queda en Argentina. (Urquiza había recibido orden de Bs. As. de levantar un cuerpo de caballería Entrerriana para ser enviada al Paraguay.  López Jordán, se halla acampando con los dos mil jinetes sobre Paraná, frente a Santa , al enterarse de los objetivos de la leva, dispersa a sus hombres, que ya desertaban por las noches y a escondidas y le envía un carta a Urquiza en la cual le aclara que “no peleará contra los hermanos paraguayos, que sí más bien contra los porteños y macacos”) y en 1880 es promulgada la ley de capitalización de Bs. As. La burguesía porteña a controlado ya el área completa de lo que fuera la Argentina, nada le impide, en este momento, nacionalizar o federalizar Bs. As., ya que el usufructo irá a parar a los mismos bolsillos. La Nación es ya unitaria, sinónimo de extranjera.

 

Buenos Aires solidifica sus relaciones de imperio a colonia con el resto de la Nación y esta parte de América. El imperio de turno ha ganado una vez más.

 

Justo José de Urquiza ha muerto ajusticiado y López Jordán pagará por ello. La segunda etapa de la guerra nacional ha terminado, pero el problema fundamental subsiste: Argentina hará su revolución nacional y social o sucumbirá.

 

La “pax británica” se extiende por el mundo y dentro de argentina. “Gobernar es poblar”, dice Buenos Aires por boca de pro-hombres y se abren las puertas del país para que millones de hombres expulsados de Europa en los reacondicionamientos que se producen después de Sedán y la unidad alemana vengan a la Argentina.

 

“Gobernar es poblar”, primero desbastaron y quemaron, expulsaron al hombre argentino luego la inmensa pampa fue el laboratorio de un gigantesco experimento. La repoblación con extranjeros creó un cinturón agrícola, un mar de chacras en la Pampa Húmeda, una defensa natural contra todo levantamiento nacional que fuera a entorpecer la digestión de la riqueza de la Nación toda por la burguesía, transformada en oligarquía, de Bs. As.

 

La Nación y el pueblo no han dejado de combatir. Ocurre que la guerra nacional tiene dos tiempos a través de todo su transcurso, que se repiten a distinto nivel. La guerra abierta y la preparación de la guerra abierta. Las etapas en que ha gobernado el frente nacional han sido precedidas por una actividad abierta y seguidas de otra en que la Nación y el pueblo, derrotados momentáneamente, se han refugiado en una especie de guerra subterránea que ha ido preparando la etapa siguiente de la guerra abierta.

 

De tal modo,  el federalismo en reflujo, se refugia en la campaña de Bs. As. Y defiende, con mucho menos nivel que al principio, y con mucha menos claridad la autonomía de la prov. de Bs. As. (para ellos la imagen del país) contra la capital. Adolfo Alsina es la cabeza del partido autonomista.

 

De allí en 1880 saldrá la última resistencia a la federalización de Bs. As. Trastocados los papeles el federalismo de la prov. de Bs. As. se resiste a ceder territorio a una nación hecha a imagen y semejanza de la burguesía proimperial porque oscuramente sabe que es sancionar la ley de capitalización. Es formalizar y legalizar la burla y el despojo al pueblo y a la Nación toda.

 

La jefatura del Partido pasa a Leandro N. Alem, Aristóbulo del Valle o Hipólito Irigoyen. En 1891, de la Unión Cívica, dividida en Unión Cívica Nacional (Bartolomé Mitre), y la Unión C. Radical (Alem o Irigoyen) se nuclean los restos del Autonomismo. La U.C.R. cuya jefatura va a ejercer Hipólito Yrigoyen desde el suicidio de L. N. Alem en 1896 será su expresión verdadera. La U.C.R. es el primer partido moderno, con organización a nivel nacional y funcionamiento orgánico. Es más que la respuesta del Pueblo y la Nación al reto demoliberal partidista que lanzara la oligarquía.

 

 En la U.C.R. se combinan el moderno partido demoliberal y la jefatura carismática de un caudillo popular. De allí su carácter contradictorio, donde las instituciones partidarias se oponen al jefe y éste realiza su política popular y nacional cada vez más en contradicción a su propia organización política, que se convierte en su primer y más acérrimo enemigo.

 

 Esta contradicción se resuelve inmediatamente, con la derrota del Jefe nacional y la victoria de las instituciones o cuerpos burocráticos, y mediatamente, esto es, históricamente, con la desaparición de las instituciones y la aparición de otro jefe nacional.

 

Recordemos a Moreno y la Primera Junta, Rosas y el Ejército Grande y ahora será Irigoyen y el Antiperonismo.

 

Desde 1896 a 1916 la conducción de la U.C.R. se obstina en una postura revolucionaria que su jefe entiende la llevará al poder sin elecciones. Pero la oligarquía de Bs. As., ya es la oligarquía argentina, la “pax Británica” se ha quebrado en el mundo, una hábil maniobra el 1916 (las elecciones que dan el gobierno mas no el poder a la U.C.R.) hace que en el partido triunfe la tesis concurrencista de los cuerpos institucionales y que el Jefe deba acceder a subir a la Primera Magistratura de la Nación.

 

Una nueva etapa de la guerra nacional se ha abierto, la herramienta con que el tercer estado mayor de la Revolución Nacional y Social debe empeñar la lucha es insuficiente iinadecuada, no obstante la cual ésta se torna inevitable.

 

Yrigoyen preso de las contradicciones partidarias que la oligarquía alienta contra él y del hostigamiento exterior que la oligarquía realiza directamente, está semi-inmovilizado. Completa el panorama la aparición de tendencias de izquierda (el partido socialista y el anarquismo) y los primeros sindicatos, que orquestados también por la Antinación hacen imposible casi el gobernar con tranquilidad.

 

La inmigración y la reinversión de ganancias de algunos ganaderos en la industria, al par que la Guerra Mundial de 1914-1918, dan origen a las primeras industrias que se radican en el país y más concretamente en Bs. As. Capitales y mano de obra desligadas de la Nación y no integradas todavía a su pueblo y a su historia, introducen una serie de elementos de distorsión adicional en el panorama argentino.

 

“Gobernar es poblar”. Los inmigrantes han llenado de colonias la Pampa Húmeda, han constituido una amplia capa media rural, han expulsado al hombre argentino de la posesión de la tierra. El gaucho de la llanura ha concurrido con coraje a las guerras de la independencia, con valentía inigualada ha participado en la guerra civil en que la oligarquía y el imperialismo precipitaron a la Nación durante 70 años, contra su voluntad, las más de las veces engrillado, lo han llevado a morir en el Paraguayo en la vasta frontera contra el indio. Los que de ellos quedan, cuando vuelven encuentran su tierra ocupada, los campos alambrados y un idioma extraño que les había para decirles que su destino y el de sus hijos es de ser peones de los “gringos”. El mar de colonias agrícolas tiene ya pues, mano de obra barata y segura. Las estancias de la oligarquía navegan en esa custodia.

 

La U.C.R., mejor dicho el Yrigoyenismo, levantó esa peonada y la incorporó a la política activa nuevamente, después de 40 años de ausencia en la escena política argentina.

 

Pero el “gringo”, también estaba en Bs. As. Obrero industrial en Europa de pre-guerra, se incorpora con sus sindicatos, su lengua, su prensa y por supuesto sus ideas, a la sociedad argentina. Desde 1902 se suceden las huelgas y los paros. Pero los obreros industriales hablan y piensan todavía en italiano, alemán o francés.

 

El argentino de la ciudad-puerto tiene dos caminos: será conservador si pertenece a la oligarquía; será radical el “orillero”, el hombre de los barrios bajos, artesano o sirviente aún algunos hombres de las incipientes capas medias, aunque la mayoría captados por un romanticismo muy fin de siglo, usarán grandes bigotes y predicarán el “socialismo” entre los obreros extranjeros. Los anarquistas seguirán hablando italiano por algunos años más.

 

El hombre argentino, las mayorías nacionales serán radicales, yrigoyenistas, esto es, oscuramente nacionalistas y socialistasverdaderos.

 

En 1916 el Yrigoyenismo asciende al poder. En 1916 los cipayos de adentro y el imperialismo desde afuera comenzarán a combatirlo. Internamente la oligarquía inaugurará un método, que utilizará en lo que va del siglo y que aún pretende utilizar, el método de la pinza. Las dos mandíbulas de la pinza son manejadas por el imperio de turno, Inglaterra ayer, Estados Unidos hoy (coexistencia pacífica de por medio).

 

Una la constituye la cipayería de “derecha”, conservadores, demócratas y liberales de toda laya, y la otra, las “izquierdas” cipayas por su origen no nacional, trasplantadas sin arraigo y sin destino como lo fuera el de torpedear y sabotear la liberación nacional.

 

La pinza, funcionó a la perfección contra Yrigoyen (la ciudad-puerto ya la había usado contra Rosas, aunque con otros ingredientes), es así que se produce la llamada Semana Trágica, cuando se declara la huelga metalúrgica en los talleres de Vasena (recordemos al actual Krieger Vasena). La prepotencia patronal y la falta de fe en la Nación, su gobierno y aún en su pueblo, de los trabajadores, hace estallar el desastre que culminará con muertos y represión y asesinatos de larga secuela. El romanticismo de la “izquierda” habría de proporcionar a la oligarquía los mártires que las usinas de Guerra Psicológica del imperialismo utilizarán de allí en más contra el Yrigoyenismo.

 

De tal modo que los trabajadores nacen a la vida política argentina, separados del contexto liberador de la Nación y del Pueblo todo y serán unidos durante cuarenta años al carro de la oligarquía y del imperio.

 

La guerra nacional continúa, el interior acude clamorosamente de nuevo a unirse a la causa nacional y desde 1916 a 1930 (1916-1922, Yrigoyen, 1922-1928, Marcelo T. de Alvear y 1928-1930, Yrigoyen) gobierna el radicalismo.

 

Buenos Aires, vuelve a tomar el carácter de factor de la unidad nacional (Yrigoyen es obligado por la provocación de la oligarquía a intervenir ocho provincias) en un país que es ya definitivamente “unitario” en su organización política. No obstante serán los argumentos “federales” los que falazmente utilizará la oligarquía contra el Pueblo y la Nación en el Poder. De todos modos los federales están muertos –piensan- sus argumentos pueden utilizarse contra sus verdaderos herederos. Así Yrigoyen será “sangriento y bárbaro tirano”, “conculcador de libertades federales”, etc.

 

Paulatinamente, desde 1880 hasta 1930, se ha ido produciendo un fenómeno que se acentuará notablemente entre 1930 y 1945. Buenos Aires se ha ido nacionalizando. Cada vez más hombres del interior (primero de la Pcia. de Bs. As., luego de la llanura y de Cuyo, más tarde aún del norte) van a concurrir a vivir allí. Más que a vivir, vienen “corridos” por la falta de tierras y de horizontes y por los bajos salarios pagados en especial. Los de la Pcia. de Bs. As., porque la tierra ha sido totalmente distribuida en propiedad (fenómeno este de la llanura entera, los santafesinos, entrerrianos y correntinos, irán también a Rosario de Santa Fe). Los cuyanos por los bajos salarios y la mísera vida del obrero vitivinícola, y el hombre del norte, porque allí no hay horizontes, como no sea la esclavitud del cañero, del hachero o del “mensú”.

 

Vienen a Bs. As. y a Rosario. Vienen, más que a vivir, a buscar una nueva oportunidad, a cercar las ciudades, a sentarse en torno a la pampa de las ciudades. Vienen a cercar a la oligarquía y a la metrópoli del imperio. En 1930 cae el gobierno de Yrigoyen, cae el caudillo. Tres causas fundamentales debemos anotar. La vejez del Caudillo, que ha dirigido con mano de hierro al partido durante más de 34 años. Las instituciones partidarias que practican el gobierno junto a la oligarquía para sacarse la molestia de un jefe que responde a los intereses de la Nación y del Pueblo antes que a los círculos y grupos de interés.

 

Y por último, lo que decide el golpe militar que encabezará el Gral. José F. Uriburu, la nacionalización del petróleo argentino. (La tradición nacional de algunos generales como Mosconi, Savio o Baldrich que propugnaban la nacionalización de los recursos enérgicos y de la industria pesada no pesó en el ánimo de la oligarquía).

 

Desde allí a la cárcel en Martín García (isla de la Marina en el Río de la Plata) y a una muerte que sigue al cumplimiento de una misión superior, Yrigoyen, caudillo nacional permanecerá en silencio. La lápida que ha caído sobre la Nación y la represión sobre su Pueblo, sepultarán por 15 años las formas visibles de la guerra nacional.

 

Desde 1930 hasta 1945 (la década infame, será llamada) sólo una leve llama alentará en Bs. As. aquello de que sólo donde hay tumbas puede haber resurrecciones. FORJA, Fuerza Orientadora Radical de la Joven Argentina, seguirá la prédica  Yrigoyenista, esencialmente nacional y socialista, durante el tenebroso período de gobierno discrecional de la oligarquía y del imperio. Todas las palancas económicas fundamentales (y aún las que no lo son) fueron entregadas, o cercadas y luego manejadas por el Imperio Británico.

 

El comercio interior y exterior, el crédito, los transportes, los bancos, todos los servicios públicos, en suma, la Nación estera, fue entregada a la necesaria voracidad de entreguerras del imperialismo. El resto de América, con suerte diversa, siguió aún un destino más tenebroso, ya que sus estructuras nacionales de resistencia fueron como antes derrotadas en el Río de la Plata. Los atisbos de liberación fueron ahogados en sangre.

 

Sandino, Abdizu Campos, Busch, Villaro, son hitos donde los Estados Unidos ha dejado su marca indeleble. La nueva potencia imperial ha heredado el poder de Inglaterra con más pujanza y más soberbia. Las oligarquías nativas, los cipayitos de izquierda y de derecha hicieron de las suyas a través de todo el continente.

 

El nuevo reparto mundial que se avecinaba, iba a servir a la Nación Argentina y a su Pueblo para intentar nuevamente su postergada realización.

 

En 1943, un golpe militar manejado por un grupo de coroneles nacionalistas da por tierra sin mayor esfuerzo lo que Yrigoyen llamaba “el Régimen falaz y descreído”. Un joven y estudioso Coronel de Estado Mayor, dirigía el grupo, era el Coronel Juan Domingo Perón.

 

EL MOVIMIENTO NACIONAL: Una Argentina moderna.

En 1943, el Coronel Perón es capaz pero oscuro coronel. Dos años más tarde, el Coronel Perón es el nuevo conductor del Pueblo y de la Nación en su guerra  nacional y socialista. Hombres de todos los partidos políticos, radicales yrigoyenistas, socialistas y hasta conservadores, concurren a formar bajo su mando. El Pueblo está allí presente masivamente.

Los trabajadores industriales, que suman millones no son ya extranjeros, el “cabecita negra” (mote oligárquico para el desprecio del hombre argentino) que sitiaba Bs. As. y Rosario, el hombre del interior y el hijo del “gringo”, aprietan el cerco e invaden los cotos cerrados de las ciudades “blancas” del colonizador que siendo argentino, ha vivido y vive aún como extranjero y enemigo del país.

 

El 17 de octubre de 1945, la prisión del Conductor en Martín García (el mismo lugar donde estuviera preso Yrigoyen, custodiado por las mismas tropas) moviliza a los trabajadores y el pueblo todo tras su libertad. El régimen cede y Perón, sancionada así su Jefatura indiscutible, marcha hacia el poder.

 

Sus oponentes, el “eterno” frente antinacional, se nuclean en la Unión Democrática y el 24 de febrero de 1946 una abrumadora victoria en las urnas (su consigna había sido “OBraden o Perón”, aludiendo a la turbia intervención del embajador de los Estados Unidos a favor de la Unión Democrática) lo consagra Presidente de la República por primera vez.

          

 

Nueve años dura el gobierno del Pueblo y la Nación. Nueve años de gobierno de la Revolución Socialista Nacional. Perón extendió y explicó (con palabras y con hechos) el carácter de la revolución en la Argentina; entendió profundamente que la Revolución debe unir a la Nación para protegerla de sus enemigos exteriores (el imperio), debe integrarla en la revolución socialista cuya ideología será producto de la Nación toda, de ella misma, de su propia guerra nacional, de su porvenir continental, en un continente también integrado por doscientos millones de hombres libres económicamente y políticamente soberanos, al par que implanten una justicia social, que permita la realización del hombre en una comunidad realizada.

 

En nueve años la Nación fue integrada geográfica, social y económicamente, el pueblo ejercitó realmente el Poder a través de la conducción política y económica del país. En el orden concreto se repatrió la deuda externa, se nacionalizaron los bancos, los transportes, los servicios públicos y los recursos energéticos; se fundó la industria pesada, se amplió el mercado interno, se organizaron los sindicatos obreros, se puso término a la voracidad de las petroleras industriales y agrarias. Se fundó la Marina Mercante, se inauguró una política internacional acorde con las anteriores etapas en que gobernó el Pueblo, quebrándose en ese orden, el pernicioso allanamiento en torno a las grandes potencias, fundando así lo que hoy, es la brillante realidad, del Tercer Mundo.

 

La Tercera Posición comporta hoy más de las dos terceras parte de la población de la tierra. En aquellos años sólo Argentina y su Revolución se atrevía a retar a los señores del universo.

 

Setenta y seis mil obras públicas (correspondientes al primer plan quinquenal 1948-1953) cubrieron el país. En 1955 la Argentina era un país floreciente, con un pueblo feliz y seguro de su destino.

 

Pero los cipayos de adentro y el imperialismo, coaligados, no podían permitir en Hispanoamérica, tamaño experimento que debilitaba ya las bases mismas de su poder omnímodo. Las internacionales todas, desde el Partido Comunista “argentino”, hasta la Iglesia Católica (con en la “Unión Democrática de 1946) aplicaron su fuerza externa e interna para debilitar al Movimiento Nacional. Hubo traidores dentro (recordemos a Urquiza y Alvear), hubo bloqueo económico y escuadras extranjeras navegaron nuestras aguas artillando a la marina de guerra semidesarmada desde meses antes. La provocación de siempre tuvo también su lugar, la sutileza de la oligarquía hizo que esta vez fuera la Iglesia quien proporcionara e instrumentara una provocación que culminó con el incendio de templos, la quema de una bandera argentina y una manifestación el día de Corpus Christi, que la vieja “Unión Democrática” llenó con sus cuadros. Desde “comunistas” hasta “católicos” desfilaron por las calles de Bs. As.; las usinas de guerra psicológica del imperialismo funcionaron una vez más y la pinza también. El Movimiento y su Jefe quedaron inevitablemente tomados entre sus mandíbulas.

 

El 16 de septiembre de ese año la contrarrevolución se adueñaba del poder. El Gral. Eduardo Lonardi, como Urquiza y como Alvear pretendía ser el continuador de un peronismo sin Perón. No se puede usar la piel del oso sin matarlo, pronto su destino sería el olvido y luego la muerte. Es que la oligarquía y el imperio practican aquel refrán castellano que dice: “No ha menester el traidor, siendo la traición pasada”.

 

Desde hace doce años (1955-1967) la resistencia a la opresión y a la contrarrevolución ha sido permanente e incansable. Fusilados, presos, torturados, los militantes obreros y los cuadros políticos del movimiento nacional, fieles a la conducción de su jefe exiliado, has mantenido viva la llama de la Revolución Nacional y Social.

 

En doce años el país ha retrocedido hasta 1930; nuevamente se han entregado todas las palancas fundamentales de la economía al imperialismo anglo-yanqui, nuevamente el régimen ha declarado la guerra al país, nuevamente las perspectivas parecieran ser oscuras y lejanas.

 

El Gral. Perón, a doce años de su alejamiento del poder y de la Patria, sigue conduciendo a la Nación y al Pueblo hacia la nueva etapa de la guerra nacional que ya todos intuyen. En estos dos años y desde la conducción ha ido dando cien batallas parciales, nunca frontales, ha entorpecido al enemigo y lo ha inmovilizado al no dejarlo operar.

 

Fue demostrado, en los hechos, el camino de la Revolución Nacional y Socialista inconclusa: el camino de la lucha armada.

 

No ha quedado en Argentina un solo partido político en pie, una sola institución o un solo grupo de poder que no haya sido tocado y destruido para incorporar una pare de cada uno de ellos a la Nación y otra a la Antinación. Ha soldado el frente propio, al paso que ha aislado y dividido al frente enemigo, sólo sostenido por la fuerza mundial del imperialismo anglo-yanqui.

 

Hoy nos preparamos para la reconquista y entendemos que esta quinta etapa de la guerra nacional es definitiva y decisiva, no sólo en la República Argentina, sino en toda Hispanoamérica.

 

 

LAS PERSPECTIVAS: Una Argentina Combatiente. No hay revolución sin un método revolucionario.

La teoría de la revolución en la Argentina se construye día a día, cuanto más duro es el combate, tanto más profunda y más aguda es la teoría.

 

No nos hemos cargado sobre las espaldas la tarea de liberar a la Patria para sentarnos a teorizar sobre el futuro. Entendemos que la acción correctamente conducida produce hechos correctamente encadenados, que llevan a los objetivos trazados: la Liberación Nacional y Social de la Argentina y de Hispanoamérica.

 

El Gral. Perón así lo entiende, y nuestra táctica tiende a responder a los incentivos concretos de la realidad nacional y continental. No hay revolución en la Argentina sin la participación del pueblo en su realización y construcción

 

La participación del Pueblo a través de Órganos de Poder; genere y encuadre el Movimiento Nacional requiere previamente la movilización popular. No hay movilización popular si no es en torno al poder. Las grandes movilizaciones populares se realizan en torno a un poder. Un poder que es el opuesto al poder del régimen oligárquico e imperial. Un poder que prefigurara Justicia a todos los niveles y la Nación en su integridad. Se trata pues, de crear ese poder. El doble poder. Creado este, la movilización se dará en su torno.

 

La táctica sólo se puede desarrollar desde las condiciones de postración y de tarea institucionales en qué está sumido el país, a partir de los cuadros políticos de la Juventud Argentina, únicos cuadros de “oficiales” de que dispone el Ejército del Pueblo y de la Nación, que está ya políticamente de acuerdo con iniciar esta etapa. El ascenso en el nivel de la lucha y la necesidad de implantar esa Justicia otra, ese doble poder, aclaran el método: la lucha armada urbana.

 

Tres etapas tácticas pueden distinguirse:

 

1) Desarrollo de las operaciones militares tendientes a demostrar la efectiva existencia del Poder de la Justicia Nacional y Socialista.

2) Explotación política de las operaciones militares, tendiente a crear las condiciones de movilización de los organismos de poder en torno al poder nuevo.

 

3) Las operaciones militares (lucha armada) y la movilización popular (organización política) se combinan en la guerra popular y nacional.

 

Abordar el problema de plantear la lucha urbana armada significa tener conciencia de que dicha cuestión implica un complejo problema político, informativo, de entrenamiento y logística.

 

Cábenos resolver la situación política e informativa, que es, en suma, una cuestión de organización interna, del mismo modo que un nivel de entrenamiento puede ser resuelto en el país.

 

Mas los niveles superiores de entrenamiento que los cuadros combatientes necesitan la logística fundamental para su funcionamiento (armas, explosivos, parque, comunicaciones) sólo podrán ser resueltos con el apoyo de las naciones hermanas del Tercer Mundo.

 

Es en virtud de esta necesidad fundamental para la resolución definitiva de nuestra guerra nacional y de nuestra revolución Socialista, que hechos cifrado nuestras esperanzas, hoy por hoy, en resolver el problema planteado de esta manera.

 

El largo planteo de la cuestión, estimémoslo necesario y aún imprescindible para comprender la profundidad que es la Argentina verdadera y nuestras consecuentes necesidades actuales.

 

Creemos firmemente que, Argentina Revolucionaria, es Hispanoamérica Revolucionaria; situación ésta de la cual la historia y la geografía ya han dado cuenta. Nada puede detener esta nueva guerra de la Independencia.

 

Muchos podrán ayudarla y concretar en ello una política internacional ya avalada por todo el Tercer Mundo frente a los imperios de la tierra.

 

“A los enemigos, ni justicia”
      Juan Domingo Perón

 

 

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