Portada de la edición clandestina aparecida en 1958
Este es el segundo libro escrito por Perón en el exilio. Más que tal, es un apéndice o capítulo del primero que escribiese con el título “La fuerza es el derecho de las bestias”. Ya transcurrido algo más de un año en el gobierno de quienes lo derrocaran, la información con que contaba y la cruda realidad de lo que debía soportar el pueblo argentino, posibilitaron este escrito indispensable para todos los peronistas.
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LA FUERZA ES EL DERECHO DE LAS BESTIAS
JUAN DOMINGO PERON
LA ARGENTINA, BAJO LA TIRANÍA
Las características salientes de la dictadura militar que azota al Pueblo Argentino han sido la falsedad, la simulación, la ignorancia y la prepotencia. Cuando hace un año escribía en Asunción del Paraguay, bajo la influencia de los acontecimientos recientes, ya me fue posible penetrar el espíritu que calificaba a los sicarios de la tiranía y me fue posible entonces predecir cuanto ha ocurrido.
Los ciudadanos argentinos que hoy gimen bajo la bota de la canalla dictatorial, como los que estamos exilados, sentimos en pleno rostro el azote de la infamia que una banda de asaltantes, asesinos y ladrones, está infiriendo a la Patria misma, en su afán de someter al Pueblo a los mandatos de una oligarquía caduca y «cipaya» y a la Nación a los obscuros designios del imperialismo, del cual el Peronismo la liberó. Los traidores que arriaron las banderas de la JUSTICIA SOCIAL, de la INDEPENDENCIA ECONÓMICA y de la SOBERANÍA NACIONAL; que destruyeron la felicidad del Pueblo y comprometieron la grandeza de la Nación; que usurparon el poder mediante el «derecho de las bestias» y lo utilizaron como las bestias mismas para asesinar hermanos, masacrar obreros, perseguir a pacíficos ciudadanos, encarcelar peronistas para torturarlos y asesinarlos en las mazmorras de la tiranía; que derogaron por decreto la Constitución Nacional, para imponer otra anacrónica de la época de la carreta, la que a su vez han violado en todos sus preceptos; que han desposeído a millones de ciudadanos por ser enemigos políticos y han interdicto intereses a fin de sacar «coimas» con diversos pretextos; que han vejado mujeres y han atropellado todos los derechos de la ciudadanía, no podrán permanecer impunes y algún día han de rendir cuenta de su conducta miserable.
Después de tanto trabajo y tanto sacrificio realizado por el Pueblo Argentino, las fuerzas parasitarias y reaccionarias, encabezadas por entregadores a sueldo del imperialismo foráneo, están desmantelando las fuerzas productoras del país. A un año de sus despropósitos gubernativos presenciamos ya los efectos de su incapacidad y de su mala fe. Han cerrado más de 17.000 establecimientos, legiones de desocupados comienzan a ambular en busca de pan y trabajo. La vida ha alcanzado un costo superior a todos los conocidos en la historia de la República. Los sueldos y los salarios se miden ya por la miseria y el hambre de los hogares proletarios antes satisfechos y felices. Las industrias se paralizan y los comercios desfallecen víctimas de la falta de poder adquisitivo del Pueblo. Los argentinos, por primera vez en su historia empiezan a emigrar al extranjero y los campos comienzan a presenciar de nuevo el paso tardo de los «linyeras» y los «crotos» que pueblan las vías férreas y los terrenos baldíos.
Como si eso fuera poco, los «gorilas» pretenden arreglar masacrando inocentes, lo que la tiranía no es capaz de resolver por su absoluta incapacidad y por los compromisos con que les atan sus manos el capitalismo imperialista. Millares de compañeros gimen en las mazmorras y en los campos de concentración de la helada Patagonia, por el delito de no pensar como los sicarios que hoy detentan espúreamente el poder usurpado al Pueblo. Miles de compañeros han sido fusilados y masacrados por los «gorilas» en todo el territorio de la Patria, arrojando sobre la historia argentina el más infamante y sangriento baldón que conocen sus anales. La tortura moral y física ha pasado a ser la regla en manos de los oficiales de la marina que, superando la criminalidad más execrable, mutilaron y asesinaron a ciudadanos inocentes e indefensos. La delación y la violencia, como el atropello a los hogares, la propiedad y el derecho, han pasado a ser los procedimientos habituales de las fuerzas que, debiendo representar la defensa del Pueblo, han pasado a ser su más brutal azote.
Los trabajadores argentinos, perdidos sus derechos esenciales y destruidas sus organizaciones, se encuentran indefensos e impotentes para defender sus intereses profesionales y sometidos a la prepotencia de la dictadura y los patrones. Obligados a trabajar en las fábricas y talleres, bajo la amenaza de las ametralladoras, los que pretendieron ejercer el derecho de huelga fueron masacrados o fusilados. Sus dirigentes están encarcelados, exilados o confinados por millares, por el delito de cumplir con su deber de dirigentes, en la defensa de una masa inicuamente despojada y esclavizada.
Los grandes monopolios capitalistas y los intereses foráneos, como «La Prensa» y Bemberg, han reconquistado su antiguo poderío a expensas del dolor, del hambre y de la miseria popular. Se compran cientos de aviones para masacrar al Pueblo con los mismos dineros que se substraen a sus necesidades más apremiantes. Los traidores se aumentan los sueldos mientras los trabajadores deben ajustar su cinturón, el de sus hijos y el de sus mujeres.
En la República Argentina ha vuelto a ser un crimen pedir un poco más de pan y defender la vida y la salud de los hijos. En cambio, el desgobierno de estos modernos sátrapas, busca contratar empréstitos en el extranjero, en los que la Nación perderá la mitad al contratarlos, la canalla dictatorial se robará el resto y el Pueblo deberá luego pagar el total de la felonía y de la infamia.
Entre tanto, obscuros personajes, ignorantes y prepotentes, se disputan en la Casa Rosada el predominio que ha de posibilitarles la impunidad de mejores beneficios. Las bandas formadas alrededor de sus «capos» más audaces y menos escrupulosos, como en los bajos fondos de Chicago, tratan de resolver su competencia criminal, con sus secuaces «gorilas» que, ametralladora en mano, han reemplazado a toda verdad, a toda razón y a toda justicia. Este es el panorama que muestra nuestra pobre Patria a un año de tan calamitoso flagelo.
Frente a este cuadro pavoroso de crimen y de destrucción, se alzan los valores del Pueblo como escudo protector de su grandeza. Millares de compañeros han ofrendado su vida por la causa popular y su memoria ha de vivir eternamente en nuestros corazones y en el recuerdo de su pueblo. Los mártires no mueren sino que nacen a la gloria que es perenne por eso, las tablas de la gloria peronista, recién teñida con la sangre generosa de sus hijos, nos lega el mandato de nuestros muertos queridos, que debemos conservar y ennoblecer en nuestra lucha y en nuestro triunfo. Los pueblos que no saben o no quieren defender sus derechos merecen la esclavitud. Sólo los pueblos fuertes conquistan y disfrutan honradamente de su porvenir porque la Naturaleza ha impuesto, como una ley inviolable, que para alcanzar la felicidad, deba pasarse antes por el sacrificio.
Este inmenso sacrificio que realiza el Pueblo Argentino frente a los desmanes y los crímenes de la tiranía, marcan la etapa inicial de su felicidad. Todo depende ahora de que sepa luchar por su destino futuro y sepa vencer a la alimaña que lo acosa. Sé que el Pueblo está haciendo su esfuerzo y su sacrificio, que también será su felicidad, su libertad y su gloria. La canalla dictatorial no podrá vencer a un pueblo que lucha por su destino. Su propia descomposición marcará la hora de su castigo. La canalla dictatorial que ensombrece el buen nombre de la Patria, ha pretendido cubrirnos de infamias con sus calumnias, sus insultos y sus diatribas, olvidando que estos son atributos que se le rinden al mérito, cuando son proferidos por los canallas.
Sé que el Pueblo no les ha creído sino que se ha sentido herido en sí mismo al escucharlos. Ni el criminal, ni el ladrón, tienen autoridad moral para acusar a los demás. Los hechos están a la vista y el Pueblo puede juzgarnos a todos. Los peronistas saben que volveré, que vivo para nuestra causa y que mi pensamiento y mi corazón están fijos en ellos y en su futuro. No olvidarán que siempre les dije: «UNIDOS VENCEREMOS». Sabemos que circulan cartas apócrifas con el fin de confundir a los peronistas, circuladas por los eternos «camanduleros» de la política o por los generales ambiciosos que ya traicionaron al Pueblo y a la Patria. Nosotros ni entramos en componendas políticas a espaldas del Pueblo, ni apoyamos a los traidores aunque ahora se vistan con pieles de cordero.
Sabemos que la canalla dictatorial busca elegir un gobierno continuista que le cubra las espaldas y les asegure el «cogote» en peligro, pero no tienen gente ni para simular una elección que les permita ensayar el fraude. Algunos almirantes y generales ambiciosos y traidores, pretenden tumbar a los actuales dictadores para hacer luego ellos lo mismo. Los políticos me han tanteado con mano lerda para ver si yo entro en un maridaje que les permita usufructuar los votos del peronismo, declarado fuera de la ley por la tiranía, como si yo fuera el propietario del Pueblo Argentino. Les he contestado que eso deben preguntarlo al Pueblo y no a mí. Este es el panorama político.
engendra sino la violencia Todos luchan por el poder pero ninguno para resolver los problemas del Pueblo, ni cumplir sus objetivos, ni realizar su voluntad. Es que estos políticos y estos militares trabajan para ellos y no para el Pueblo. De ello se infiere lo que serían en el gobierno. La canalla dictatorial sabe, como saben los demás, que mientras el Pueblo esté firme en la decisión de imponer su voluntad soberana, ellos no tienen escape de ninguna naturaleza. Sus fuerzas se descomponen paulatinamente, las disensiones internas los carcomen, el caos político, social y económico está indicando el principio del fin, sus crímenes comienzan a abrumarlos con las consecuencias, empiezan a darse cuenta que la soberbia de la ignorancia es mala consejera y que, manejar un país, no es conducir un velocípedo, como ellos creían. Está madurando su catástrofe. El odio y el deseo de venganza, que sus infamias han despertado en todos los ciudadanos, acumulan una tremenda presión destinada a una terrible explosión que ha de aniquilarlos tarde o temprano. Los que suben con sangre, con sangre caen. La violencia no engendra sino la violencia.
Por eso nuestra intransigencia es absoluta: «PERONISMO O MUERTE» como reza ya en la decisión popular. La lucha política es una lid de voluntades en la que suele vencer el que sea capaz de mantener una voluntad firme y decidida hasta el fin. Millones de peronistas considerados parias, al declarárselos fuera de la ley, demostrarán a esa alimaña que no se puede jugar con el Pueblo cuando éste sabe lo que quiere y está decidido a luchar por conseguirlo. La fuerza puede postergar la solución de un conflicto de opinión, pero no puede resolverlo. La lucha sostenida por nuestras mujeres y por nuestros hombres en este año negro de nuestro destino nacional, es una reivindicación del Pueblo Argentino ante la historia. Si algunos disfrazados de peronistas defeccionaron en la derrota, en cambio muchos millones de peronistas verdaderos han permanecido firmes en el dolor y el sacrificio: a ellos pertenecerá la gloria y el honor, como a los otros el deshonor y la vergüenza. Las horas de prueba pasadas, han purificado nuestras filas, hoy templados por el dolor y el sacrificio. La lucha está forjando y seleccionando a los capaces para llenar los claros de los que han caído en la defensa del Pueblo, para honrarlos y vengarlos en su hora. Nuestra doctrina ha resistido y ha triunfado. Esta dura lucha ha sido la consagración de sus enunciados, el fracaso de la reacción marcará la «HORA DEL PUEBLO» y del castigo.
ALGUNAS EVIDENCIAS CONCRETAS DE LA TIRANÍA
Desde que se produjo la Revolución del 16 de Septiembre de 1955 en la Argentina, las Agencias Noticiosas y los diarios en cadena, no han cesado de transmitir falsedades de todo género pretendiendo insidiosamente deformar una realidad. Menos mal que la realidad es siempre la verdad.
Podemos decir una mentira, pero no podemos hacer una mentira.
1. La dictadura militar, que usurpó el poder y anarquizó el país es llamada por las agencias y sus diarios «El Gobierno Democrático». El Gobierno Constitucional, elegido por el setenta por ciento del electorado, en los comicios más limpios que registra la historia política argentina, es llamado en cambio, «la Dictadura». Si la Democracia se hace con bayonetas, y no con votos, debe ser la cosa más execrable.
2. Durante once años de Gobierno Constitucional, su opinión «despóticamente perseguida», sólo tuvo un muerto, el Doctor Ingalinella, Secretario del Partido Comunista de Rosario, cuyo deceso causó una investigación en el Congreso Argentino, donde el Peronismo tenía 150 de los 162 diputados. El Gobierno provisional masacró miles de obreros mediante el fuego de ametralladoras en Rosario, Avellaneda, Beriso, Córdoba y Capital Federal. Fusiló a obreros en las puertas de las fábricas por el delito de sostener una huelga. Actualmente en la Argentina hay más de cien mil encarcelados, confinados y prisioneros en campos de concentración en las heladas regiones de la Patagonia, en un régimen «siberiano» en que se mueren por centenares. La mayoría de estos prisioneros son obreros.
Si ésta es la libertad que proclaman, su democracia es abominable.
3. A estos mismos dictadores, cuando por dos veces fracasaron en sus intentonas revolucionarias, el Gobierno Constitucional los sometió a proceso ante la justicia ordinaria. Muchos de ellos fueron absueltos, otros castigados con arresto y los menos a prisión. Durante diez años de Gobierno Constitucional ningún hombre fue condenado a muerte. En cambio esta dictadura militar de asesinos acaba de fusilar a cientos de personas, sin juicio y en muchos casos por la simple orden de un oficial, después de haber masacrado a grupos de civiles reunidos en los lugares de los hechos, por el delito de no pensar como ellos.
Si esto es democracia, Tamerlán era un gran demócrata.
4. Salvo casos de abusos policiales, sancionados por la justicia, durante los diez años de Gobierno Constitucional, ningún detenido fue sometido a vejámenes y menos aún a torturas morales ni físicas. En cambio, este Gobierno dictatorial y usurpador, en sólo ocho meses de su nefasta actuación, ha marcado un record en esta clase de infamia. El Presidente de la Corte Suprema de Justicia Nacional, Doctor D. Rodolfo Valenzuela, abrumado por las torturas intentó dos veces suicidarse, habiendo finalmente perdido la razón. El Ministro de Comunicaciones Don Oscar Nicolini, ha sido asesinado en la cárcel, sin que pudiera ser visto, ni aún después de muerto, por sus familiares. El Diputado Don Manuel García según se ha comunicado, «ha fallecido» también en la cárcel, como consecuencia de los golpes a que fue sometido en los interrogatorios realizados por oficiales de marina. El célebre actor argentino Don Enrique Muiño, una de las altas glorias del arte escénico nacional, de 75 años de edad, murió también en la cárcel, como consecuencia de los vejámenes de todo orden a que fuera sometido. El jefe de la Policía Federal, Inspector Mayor Don Miguel Gamboa, ha perdido la razón como consecuencia de las torturas físicas y morales que se le han inferido. Otro tanto sucede con el Secretario de Defensa Nacional, General Don Humberto Sosa Molina y el Ministro de Ejército, General Don Franklin Lucero.
Como estos, miles de ciudadanos eminentes están al borde de la locura o la muerte por la acción de las «checas» que están reeditando las torturas más atroces.
Si estos son los procedimientos que alaba la prensa en cadena, la democracia ha de ser una cosa de la Edad Media.
5. ¬El Gobierno Constitucional clausuró en 1947 la famosa cárcel de Ushuaia (Tierra del Fuego) porque las condiciones de vida en esas regiones heladas eran tan precarias que los penados allí confinados fallecían al poco tiempo, se producen temperaturas hasta de treinta grados centígrados bajo cero y esa «cámara de suplicios llamada de la muerte blanca» ha sido habilitada por estos «modernos demócratas” para encerrar en ella a los presos políticos y sociales. Allí se encuentran actualmente el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Mayor Carlos Vicente Aloe, el Diputado Nacional Doctor Don Alejandro Leloir, Presidente del Partido Peronista, el Diputado Nacional Doctor John W. Cooke, Delegado del Partido Peronista en la Capital Federal, el industrial argentino Don Jorge Antonio, y cientos más de hombres públicos que allí esperan la muerte blanca, mediante el «ingenioso procedimiento» de suministrarles alimentación pobre en calorías y obligarlos a la inactividad permanente. Una idea del régimen imperante en este presidio lo da el hecho de que los detenidos que fueron arrojados allí hace un año, han permanecido desde entonces rigurosamente incomunicados, en celdas de dos metros cuadrados, obligados a hacer dentro todas sus necesidades. Les está prohibido hablar y no se les permite llevar ropas de abrigo.
Esta es otra muestra de la democracia que defienden los diarios en cadena.
6. Durante diez años de Gobierno Constitucional ningún ciudadano, por ninguna causa, ha sido sacado de sus jueces naturales ni juzgado fuera de su jurisdicción y sin las garantías legales y constitucionales.
Esta dictadura, llamada democrática, ha dejado de lado la justicia y la ha reemplazado por comisiones investigadoras ilegales e inconstitucionales que detienen, torturan y condenan sin juicio de ninguna naturaleza a veces porque se niegan a entregar cierta cantidad de dinero que se les exige. Medio pueblo argentino ha sido desposeído de sus bienes lícitamente obtenidos con su trabajo, por disposición arbitraria de estos inicuos organismos compuestos por individuos que, como el famoso «Capitán Ghandi» que resultó al final que no era ni Capitán ni Ghandi, sino un conocido delincuente de los grupos Insurrexit.
Si ésta es la justicia democrática, se puede ser cualquier cosa menos demócrata.
7. El Gobierno Constitucional instauró la justicia social en el país, amparando con una Constitución amplia y en una legislación justa los «derechos del trabajador», los de la familia, la ancianidad y la niñez. Realizó una extraordinaria reforma social, promoviendo las fuentes de trabajo, equilibrando la economía y reactivándola, mejorando las condiciones de vida de la población, alcanzando el más alto índice de felicidad y dignidad popular conocido en la vida de la Nación. Esta nefasta dictadura en sólo un año ha conseguido destruirlo todo. Ha roto el equilibrio económico provocando una terrible inflación que ha llevado a la miseria a toda la población proletaria del país y amenaza alcanzar límites catastróficos en el nivel entre los precios y salarios. Ha desquiciado las finanzas, llevando el signo monetario al desastre, durante la actuación del Gobierno Constitucional el precio oficial del dólar era de pesos 7.50 y el cambio negro de 28 pesos por dólar, hoy esas cantidades se han ido a 18 pesos y 45 pesos, respectivamente. Han transformado una economía de abundancia en una economía de miseria. Han derogado la Constitución Nacional por decreto y con ella los «derechos del trabajador» considerados por los trabajadores argentinos como la «conquista del siglo». Ha provocado la desocupación en masa, paralizando la industria y el trabajo. El país marcha al desastre económico y la clase trabajadora argentina retorna a los negros días de la esclavitud.
Si éste es el tratamiento que se anhela dar a los obreros de la democracia, es natural que los trabajadores no podrán ser jamás partidarios de semejante sistema.
8. El Gobierno Constitucional, para garantizar los «derechos del Trabajador», creó las organizaciones sindicales, reunidas en la Confederación General del Trabajo que contaba con seis millones de trabajadores agrupados en más de dos mil quinientos sindicatos, amparados por la Ley de Asociaciones Profesionales. Esta central obrera contaba con cuantiosos bienes. La actual tiranía militar, representante de la más cruda infamia capitalista destruyó las organizaciones ocupándolas con la marinería y poniendo oficiales de marina como interventores. En ocho meses saquearon las organizaciones y robaron todos sus bienes, entre ellos más de tres mil automóviles que se los han repartido entre los oficiales de la marina.
Si éste es el trato a las organizaciones del pueblo, que tanto elogian las Agencias de la Falsedad los que sentimos real respeto y cariño por los trabajadores y respetamos sus derechos, no podemos ser demócratas a su manera.
9. El Gobierno Constitucional ayudó y amparó la organización y el funcionamiento de la Fundación Eva Perón, institución privada de bien público, destinada a la ayuda social, que llegó a constituir una entidad modelo en el mundo por sus fines y sus realizaciones. Esa fundación fue una ayuda permanente a los pobres en todo lo que la previsión social no alcanzaba a cubrir y su acción es bien conocida en todas partes. La dictadura militar que azota al país destruyó también esa fundación, destinando la Ciudad Estudiantil, la Ciudad Infantil, los Hogares Escuelas, para alojar a los prisioneros de la tiranía. Se paralizó la construcción de diez grandes policlínicos en todo el país y el dinero ha desaparecido de la institución saqueada por estos nuevos depredadores de los bienes del pueblo. Como si todo esto fuera poco, esta banda de alimañas, para quienes no existe respeto ni para los muertos, profanaron la tumba de Eva Perón, sacaron su cadáver haciéndolo desaparecer a fin de que el Pueblo no pudiera seguir reverenciando sus restos mortales y su memoria. Este hecho no necesita comentarios.
10. El Gobierno Constitucional estableció mediante una legislación adecuada y una ejecución racional, la justicia social, la independencia económica y la soberanía política. Esta banda de asaltantes y «cipayos» sirviendo intereses foráneos y espurios, en abierta traición a la Patria, ha destruido la justicia social, volviendo a los trabajadores argentinos a la explotación, a la esclavitud y la indignidad de las que nosotros los habíamos sacado. Han destruido la independencia económica recolonizando al país mediante la entrega de sus actividades económicas a la voracidad de las empresas foráneas mientras se desmonta la industria y se destruyen sus sistemas económicos. Han entregado la soberanía popular a los poderes obscuros y cavernarios de la oligarquía y, en lo internacional, se ha vuelto a ser una factoría. Por eso es muy justo que el Pueblo Argentino haya denominado a ésta como la cuarta invasión inglesa».
ALGUNOS CASOS CONCRETOS DE LA TIRANÍA
Cuando se escriba la historia de este período negro de la vida argentina costará creer que tanta infamia, tanto crimen y tanta destrucción haya podido ser concebida y ejecutada por argentinos. Sin embargo, todo se explicará si se tiene presente que se trata de una ignominiosa y traicionera sublevación de mercenarios, al servicio de los más espurios intereses antinacionales. De ahí su odio irreprimible al pueblo, su deseo de venganza por todo lo hecho en beneficio de la Nación, su furor contra los dirigentes peronistas y su obra en favor del pueblo. He aquí algunos casos concretos de ese odio, de esos crímenes y de ese deseo de destrucción desatados contra la Patria:
1. Ametrallamiento desde el aire y lanzamiento de bombas sobre la población civil de la Ciudad de Buenos Aires, el 16 de Junio de 1955, en el que perecieron y fueron heridas miles de personas inocentes que se dedicaban en esos momentos a sus tareas cotidianas.
2. Bombardeo Naval a la ciudad de Mar del Plata, desde 30 kilómetros de distancia. Ciudad abierta, puerto de pescadores y playa veraniega, en los que causaron miles de muertos.
3. Confiscación de bienes a todos los vencidos. Hacía más de un siglo que ningún Gobierno de jure o de facto tomaba tal medida, que se practicó en el Siglo XIX en plena barbarie política. En 1853, la Constitución Nacional (Art. 18) la declara abolida y anatematizada para todo el futuro de la vida nacional.
4. Decreto que declara «fuera de la ley» al partido más grande de la República Argentina. Esta medida no tiene ningún precedente en la vida nacional. En un siglo y medio de vida independiente, jamás ningún partido fue declarado fuera de la ley por ningún gobierno argentino.
5. Disolución de la Confederación General del Trabajo, con seis millones de afiliados. Intervención militar naval a todos los sindicatos del país e imposición en los mismos, como «segundos» de los interventores militares, de los secuaces de la tiranía.
6. Procesamiento judicial ante los tribunales nombrados por la dictadura de todos los miembros del parlamento argentino constitucional bajo la imputación de «traidores a la Patria». Hombres y mujeres fueron arrestados, engrillados y procesados ante el público, pidiendo el «fiscal» pena de «prisión perpetua» en la Cárcel de Ushuaia donde se halla actualmente un gran número de ellos. El único precedente que tiene este proceso en la historia argentina, es el proceso por alta traición que se inició a los miembros del Congreso de Tucumán que, en 1816, declararon la independencia política de España. Pero este proceso se paralizó en seguida. El 9 de Julio de 1947, en el mismo recinto sagrado de Tucumán, el Congreso Argentino declaró la independencia económica de la Nación. En este caso hasta la fecha del proceso se continúa.
7. Incautación con despliegue de tanques y fuerzas armadas de todos los diarios y revistas de tendencia justicialista. Confiscación de los mismos. Encarcelamiento de todos los directores y redactores. Distribución entre los personajes adictos a la dictadura militar.
8. Encarcelamiento en masa de mujeres. Madres, esposas, jóvenes, ancianas, etc., por el hecho de su afiliación política y procesadas por «asociación ilícita» o sea la figura del Código Penal para las bandas de criminales armados. Muchas han muerto o enfermado gravemente, por la terrible persecución, medida que jamás se tomó en toda la historia de la República. El Justicialismo dio voto y representación política en el parlamento a la mujer, cosa que resistió durante cuarenta años consecutivos, la oligarquía anteriormente gobernante.
9. Campos de concentración en la Patagonia que, en número mayor de veinte, funcionan para encerrar en ellos a obreros, políticos, periodistas, etc., existen en la Argentina con todas las características típicas de estos tristemente célebres instrumentos de tortura.
10. Legitimación de la delegación anónima. Un decreto del Gobierno autoriza a delatar anónimamente, por carta o teléfono, a reales o presuntos enemigos de la dictadura, bastando para ello que la policía y demás órganos represivos procedan al arresto inmediato del acusado. Sobre tal sistema se ordenaron desde septiembre de 1955 a enero de 1956, mas de quince mil detenciones prolongadas a veces por más de un mes, con rigurosa incomunicación en el intermedio.
11. Secuestro de asilados políticos en naciones extranjeras. Los casos que ocurrieron en Paraguay, Uruguay, Bolivia y Chile, a cargo de «comandos» fueron denunciados por los gobiernos y periódicos de esos países, como un incalificable atropello a la soberanía nacional de esos Estados. El asalto por una banda armada de oficiales del Ejército, dirigidos por el Jefe de Seguridad, General Quaranta, a la Embajada de la República de Haití, de donde sacaron a viva fuerza refugiados políticos, es un acto inaudito de violación a los fueros diplomáticos que no tiene precedente en el mundo entero.
12. Infamación de la vida privada. Todos los periódicos ocupados y férreamente controlados por la dictadura, recibieron órdenes expresas de infamar la vida privada de todas las personas destacadas del peronismo.
13. Contratación fulminante de empréstitos y obligaciones extranjeras. Con el argumento de la precariedad del Tesoro Nacional, se tomaron inmediatas obligaciones de este tipo que el Gobierno Peronista rechazó sistemáticamente durante diez años. A pesar de ello mantuvo durante diez años el peso argentino a un cambio exterior máximo de veinticinco pesos por dólar americano y formidable capacidad adquisitiva en el mercado interno. La dictadura que ha hipotecado el país para varias generaciones, produjo la caída vertical del peso (45 pesos por dólar) en el mercado exterior y la elevación de más de cien por ciento del costo de la vida, internamente. Todo esto en siete meses de desgobierno.
14. Desmantelamiento de la industria liviana del país y abandono del proyecto de autoabastecimiento de petróleo. Tres mil industrias nuevas, livianas, competitivas de la importación de Gran Bretaña, nacidas y ayudadas por el Estado durante el Gobierno Constitucional, fueron desmanteladas en cuatro meses. Más de diecisiete mil firmas han quebrado por ello. Simultáneamente se produjo la desocupación consiguiente. Se ha dejado de lado el proyecto de autoabastecimiento de petróleo que Argentina puede realizar y estaba a punto de efectuarse en 1955. Argentina es tributaria de la «Royal Dutch» de Gran Bretaña por un millón de pesos diarios.
15. Ametrallamiento de los obreros que defendían los bustos de Eva Perón. Cuando el dictador Aramburu dio órdenes de destruir con tanques todos los bustos de Eva Perón que los obreros de las grandes fábricas habían levantado a la entrada de los establecimientos en Lanús, Beriso, Avellaneda, 4 de Junio, La Plata, etc., columnas de miles de obreros los rodearon para protegerlos con sus cuerpos inermes. Los tanques y carros de asalto se retiraron el primer día porque los suboficiales se negaron a tirar contra el pueblo. Al día siguiente regresaron tripulados por oficiales y abrieron el fuego. Más de seis mil obreros fueron masacrados en esas ceremonias macabras de destrucción y de muerte.
16. Tormentos físicos y morales a los presos políticos. Como consecuencia de los mismos han muerto numerosos personajes de la política argentina y otros han enloquecido.
17. Supresión del derecho de huelga mediante la movilización. A las declaraciones de huelga declaradas, el gobierno de la dictadura ha respondido decretando la movilización de los trabajadores, por lo cual se los declara miembros del Ejército y su falta al trabajo se la considera deserción que se juzga por los tribunales militares bajo el régimen de la ley marcial. Últimamente han sido fusilados cientos de dirigentes marítimos en los muelles de Buenos Aires por una huelga producida.
18. Derogación de la Constitución Nacional por decreto del gobierno de facto. Tampoco tiene precedentes en la historia argentina. Se ha consagrado con ello —y el aplauso de la prensa regimentada y la aprobación de la Junta Consultiva— integrada por delegados de los partidos minoritarios el terrible antecedente de que un Gobierno de hecho puede derogar por sí y ante sí la Constitución Nacional.
19. Fusilamiento de los prisioneros de guerra. Medida que tampoco tiene precedentes en la historia de los gobiernos argentinos, ni constitucionales ni de facto. El decreto autoriza las ejecuciones de los apresados, incluso por «actitudes sospechosas». Debe recordarse que la ejecución de prisioneros de guerra está vedada por el derecho de gentes y el Derecho Internacional, aún en las guerras de carácter internacional y que, en la última contienda fue calificada como «crimen de guerra».
LA TIRANÍA Y LAS RELACIONES EXTERIORES
Entre los desequilibrios provocados por la acción inconsulta e irresponsable de la dictadura militar, las relaciones exteriores sufrieron el rudo impacto de la incapacidad impulsada por la prepotencia. Nuestro Gobierno Constitucional, siguiendo las normas de la mejor convivencia internacional, había seguido una política de mutuo respeto para con todos los países que nos respetaban. Si alguna vez fue necesario, con serena firmeza, se plantearon las disidencias provocadas por los que pretendieron avasallarnos o humillarnos validos en el poder de la fuerza. Nuestra independencia económica y nuestra soberanía nacional impusieron a veces procederes enérgicos frente a las acciones de los imperialismos. Nunca fuimos soberbios con los débiles, pero jamás dejamos de ser altivos con los fuertes.
La canalla dictatorial ha seguido precisamente la línea inversa, como sirvientes de sus amos imperialistas y mercenarios a su servicio, toda su acción se ha caracterizado por la irrespetuosidad con que trataron a nuestros hermanos latinoamericanos y por el servilismo con que obedecieron a sus patrones. Cerraron la frontera al Paraguay cortando todos los abastecimientos al punto que, para el mes de noviembre de 1955, ya este pueblo estaba privado de pan porque la República Argentina, obligada por un tratado a proveer la harina, se negaba a levantar el bloqueo. Unido eso a los gestos inamistosos de todo orden, como asimismo a la violación de la soberanía nacional paraguaya, por la acción de los «Comandos» encargados de realizar secuestros de personas, hicieron que las relaciones con este pequeño pero digno país, llegaran a un estado insostenible. Todo ello ha seguido agravándose por la acción de la dictadura que interviniendo descaradamente en la política interna paraguaya no ha dejado de ayudar a los partidos políticos enemigos del actual Gobierno.
Con Bolivia, la tiranía ha seguido un procedimiento similar, llegando a trascender que las revoluciones preparadas contra el Gobierno de la Paz, lo eran en Buenos Aires con la intervención de altos funcionarios del gobierno de la dictadura militar argentina. Ello ha ocasionado un peligroso distanciamiento y las relaciones entre los dos gobiernos pueden considerarse tensas e inamistosas. Con Chile ha sucedido lo mismo, agravadas por el asunto de Palena, sector limítrofe en litigio que fuera ocupado con tropas argentinas de Gendarmería y Ejército en un gesto imprudente de la dictadura militar. Sólo la serenidad del Gobierno de Chile evitó que este conflicto pudiera llevar a una difícil situación.
El caso del ataque a viva fuerza y asalto de la Embajada de la República de Haití en Buenos Aires, realizada con el fin de secuestrar allí a algunos refugiados, fue algo verdaderamente inaudito, único en la historia del mundo, rayano en el salvajismo más descarado. Este asalto, realizado por una banda de oficiales de marina y del ejército, dirigido por el Jefe de Seguridad de la dictadura, General Quaranta, no sólo se limitó a su despreciable misión sino que la ejecutó insultando a la señora esposa del Embajador y a sus hijos. Como procede siempre la dictadura, por intermedio del monigote que hace de presidente, aseguró que se haría una investigación y se castigaría a los culpables. Es natural que no se hizo nada, dado que el verdadero culpable era el Gobierno Títere del simulador que lo preside aparentemente. Ello demuestra o que los asaltantes lo hacían con conocimiento del Gobierno o de lo contrario se evidencia que el estado de cosas imperante es tal, que el Gobierno no puede dominar a sus sicarios. Los países europeos, como España, Francia, Italia, Alemania, etc., cuyos intereses han sido avasallados por los servidores del Colonialismo de estos mercenarios a sueldo han cortado todo trato con la tiranía, en defensa de sus legítimos intereses atropellados.
Conocidos los acontecimientos argentinos a través de las «filtraciones» de noticias y descorrido el velo que los cubría con motivo de los fusilamientos y masacres que siguieron al 9 de Junio de 1956, la condenación se ha generalizado en todos los países civilizados y en especial en los latinoamericanos que sienten como propios estos casos de barbarie cometidos contra el Pueblo. Siguiendo su línea obsecuente de servir a los poderosos, la canalla dictatorial ha querido quedar bien con sus amos y sacar ventajas en lo interno, mediante un acto internacional que encarna un grave peligro para la paz futura de los países hermanos de Sur América o, por lo menos, para su armonía. Se trata del proyectado «Pacto Militar de Defensa del Atlántico Sur» en el que se haría intervenir a la Junta Interamericana de Defensa.
La Organización de los Estados Americanos ha tenido hasta ahora una extraordinaria virtud: su inoperancia. Salvo algunos pequeños incidentes entre algunos Estados del Caribe nada ha perturbado la paz en sus oficinas. Mejor así. Siempre resultó peligroso un funcionamiento que pudiera despertar la ocasión dormida de alguien que quisiera conocer cosas inaveriguables u otros que pretendieran llevar allí algunos pleitos que generalmente se han arreglado mediante los «viajeros» de buena voluntad. Hay muchas cosas escabrosas como Belice, las Islas Malvinas, la Guayanas, Curazao y otras islas del Caribe, Guatemala, Puerto Rico, etc., para que alguno se anime a «meter el dedo en el ventilador». Por otra parte, los votos de las últimas reuniones «efectivas», de hace unos cinco años, fueron «demasiados peligrosos». La última «Conferencia del Consejo Interamericano Económico y Social» reunido en Panamá en el año 1951, antes de la Guerra de Corea, en la que todo fue alambicado y capcioso, en busca de imponer soluciones preconcebidas o postergarlas cuando no fue posible alcanzar tales resultados, tuvo un mal desarrollo al que le siguió una peor terminación y clausura: lo insólito reemplazó a lo natural, las formas se perdieron y una evidente irritación apareció en forma de un Secretario Adjunto de un poderoso país que, de «guapo» atropello e irrumpió en la Conferencia. Por su boca dijo Washington, que no le interesaban nuestras palabras ni nuestros bienes, sino una emergencia como hecho total, por la cual América Latina debía preocuparse en producir materiales estratégicos y preparar tropas para la guerra. Desde entonces, «la paz parece reinar en Varsovia» y nadie se acordó más de la Organización de los Estados Americanos, como no haya sido para pagar las cada día más costosas cuotas de su contribución «voluntaria». Mejor costoso inoperante que caro y malo. Por eso, sin duda, el encargado de promover las reuniones de conferencias desdé aquel año de 1951 un tanto tumultuoso, parece haberse olvidado de su existencia.
La Junta Interamericana de Defensa, organismo consultivo de la Organización de los Estados Americanos, trabajó en silencio en todos los aspectos de su incumbencia y propuso soluciones para la defensa continental en forma de órdenes más o menos disimuladas. Hace poco tiempo la dictadura militar argentina propuso a Brasil y Uruguay (países de la cuenca del Plata) un «Pacto Militar del Atlántico Sur» destinado a acordar la defensa continental en esa zona del Océano. Algo así como «el invento del paraguas» porque la Organización de los Estados Americanos, por intermedio de la Junta Interamericana de Defensa, hizo llegar a todos los países americanos, hace más de cinco años todas las previsiones necesarias al efecto, precedidas por la apreciación de la situación estratégica, la resolución y las disposiciones especiales. Sólo queda por tomar las medidas de previsión para ejecutarlas ya que han sido aprobadas por todos los países del Continente.
La dictadura militar argentina, abrumada por la situación interna, como a menudo sucede a esta clase de dictaduras, trata de llamar la atención hacia afuera, intentando desviar la atención pública argentina que repudia cada día con más decisión sus errores y sus violencias. También busca, mediante este expediente en lo exterior, resolver un problema de supremacía naval y otro, en que están empeñados los marinos que hoy dominan al pobre diablo que hace de presidente, para adquirir mayor importancia que el Ejército y disponer de mayores medios de guerra que esta arma actualmente más poderosa. He aquí la situación real del problema. Lo lamentable, son los móviles subalternos que promueven una alteración innecesaria del equilibrio actual de la América Latina, tan preciado en la actual situación de un mundo convulsionado. Los móviles inconfesables no deberían escapar a la perspicacia de las cancillerías que, al prestarles apoyo caen irremisiblemente tanto en el descrédito como en los brazos de la deslealtad. ¿Qué pensarán los países del Pacífico? ¿Qué dirán los demás países del Continente? ¿En qué situación queda el Paraguay, país como los anteriores, de la cuenca del Plata? Los interrogantes podrían repetirse hasta el infinito, como sucede generalmente en estos casos inconsultos e irresponsables.
Repugna a todo espíritu ecuánime, que los países que prometen asistir (Brasil y Uruguay) fueron enemigos declarados de los pactos de complementación económicos, propugnados por el Gobierno Constitucional, por considerarlos pactos regionales y ahora son partidarios de un «verdadero pacto militar regional», reservado sólo a tres países del Continente, en tanto los económicos estaban abiertos a todos los países hermanos de América Latina. Chile y Paraguay, desairados por la dictadura argentina, promueven la reunión de sus Presidentes en Santiago, como un justo acto en defensa de sus mutuos intereses. Luego lo harán otros con justo derecho. ¿No será éste el comienzo de la formación de bloques regionales, tan peligrosos para la paz y la tranquilidad de América? «El Pacto de Complementación Económica» propuesto a todos los países del Continente por el Gobierno Constitucional Argentino y firmado por Bolivia, Chile, Paraguay, Ecuador, Argentina, etc., está dirigido a alcanzar una real cooperación en la efectiva explotación de los recursos naturales, evitando que un desenvolvimiento inarmónico, pudiera un día acarrear luchas en defensa de legítimos intereses.
En 1815, en ocasión del Congreso de Viena, que debía poner fin a la etapa napoleónica, se trató de establecer un equilibrio europeo, dejando a Inglaterra el mar, con lo que se quedó con la «parte del león». En ése equilibrio no se tuvo en cuenta el desarrollo industrial del Continente Europeo y la consecuencia fue indudablemente el desastre de dos guerras que destruían a Europa un siglo después. Hoy sabemos que la Guerra Mundial de 1914-¬1918, no fue por la justicia y la libertad, como nos dijeron entonces, sino porque la industria alemana producía a menores costos y Alemania disponía de una marina mercante para sacar su producción y una de guerra para protegerla. La Segunda Guerra Mundial fue una continuación de la primera. El resultado ha sido una Europa destruida por la imprevisión de los «equilibradores de Viena».
La América Latina comienza su industrialización por razones naturales de su evolución. Sus países van dejando de ser pueblos de pastores y agricultores para transformarse en comunidades industriales, forzados por los problemas demográficos que crean las grandes masas urbanas y por la creciente explotación de los proveedores de manufacturas a precios cada día más elevados, a cambio dé materias primas cada día más devaluadas.
Si los hombres responsables no prevén que ese desarrollo industrial obedezca a previsiones sabias y prudentes es posible que, así como pasó en la Europa de la mitad del Siglo XX, suceda a nuestros descendientes en el Siglo venidero, porque cuando no se tiene buena cabeza para prever, es menester tener buenas espaldas para aguantar. Los Pactos de Complementación Económica están dirigidos especialmente a esa finalidad. Si no prevemos una conveniente y apropiada coordinación en la explotación económica, es posible que nuestros nietos paguen caro las consecuencias de tal imprevisión. Ese era el alcance político del pacto propuesto por el Gobierno Constitucional Argentino que estaba lejos de proponer pactos militares destinados a provocar desconfianzas y promover conflictos, sino la unión de los pueblos en el fecundo esfuerzo del trabajo pacífico y constructivo.
Consideramos insensato promover pactos militares que, en el mejor de los casos, serán tan intrascendentes como inoperantes, tanto más cuando se da oídos a un Gobierno usurpador e irresponsable que careciendo de los organismos constitucionales, no puede dar valor real a los instrumentos internacionales que firme, para realizar inconfesables designios de su política interior. «Los pueblos no tienen amigos ni enemigos permanentes, tienen intereses permanentes», según la feliz expresión de Disraeli. La unión de esos intereses es la única firme, que no cede a la acción destructora del tiempo ni se desvanece bajo las sombras del olvido. Por eso «atar intereses» suele ser también «atar corazones».
Los ideales del Continente, desde la certera visión del Gran Venezolano, como sus intereses a través de nuestros tiempos, van afirmando una verdad indestructible que ha de conformar en el futuro nuestra única seguridad de existencia.
En el mundo superpoblado y superindustrializado del futuro, la lucha y el predominio han de desplazarse hacia los que dispongan de mayores medios alimenticios y de materia prima, en otras palabras: de mayores reservas. Ninguna región de la tierra dispone de mayores reservas que la América Latina, con sus inmensas extensiones inexplotadas. Ese es el seguro de nuestro destino, pero es también nuestro mayor peligro, porque la historia prueba que, cuando los fuertes carecen de algo lo van a buscar y lo toman, por las buenas o por las malas. El imperativo de nuestra unión está, más que nada, en ese hecho: el año 2000 nos encontrará unidos o dominados.
Los desplazamientos del centro de gravedad del mundo han ido siguiendo la línea sinuosa de los mares: del Adriático al Mediterráneo, de éste al Mar del Norte, para luego desplazarse al Océano Atlántico. No sería de extrañar que, siguiendo ese camino se llegara luego al Atlántico Sur. Nuestros países, que constituyen también las reservas de la gloriosa raza latina, provenientes de la vieja Europa, cargada de siglos y de cultura, pueden tener un día la responsabilidad que hoy pesa sobre otros sectores de América. Quiera Dios que ese día no nos pase que, teniendo el mundo en nuestras manos, no sepamos tampoco qué hacer con él. La historia prueba que los pueblos, las naciones, las comunidades que evolucionaron hacia esos grandes destinos directivos necesitaron, antes o después de su advenimiento, disponer de un territorio que conformara una unidad económica, única garantía de permanencia y progreso. Ninguno de nuestros países aisladamente conforma en la actualidad esa unidad, sea por su situación geográfica absoluta o relativa, sea por su clima y producciones, capacidad energética de sus habitantes, etc., pero unida la América Latina conformaría la unidad económica más extraordinaria que se haya dado en todos los tiempos. Obedecer el mandato de nuestro destino histórico es un llamado que viene desde el fondo de nuestra historia, desde cuando un visionario latino¬americano —Don Simón Bolívar— hacía ese llamado desde el Orinoco para que fuera oído por todos los pueblos de esta América que habla nuestro idioma, reza al mismo Dios y espera el mismo destino. Mientras los pactos militares tienden a separar a nuestros países, los pactos económicos tenderán a unirlos.
LA CONSPIRACIÓN DEL SILENCIO
Una conspiración de silencio tendida en el ámbito internacional ha rodeado a la dictadura militar argentina durante este año negro de nuestro destino. La reforma más despreciable de la mentira suele ser la ocultación maliciosa de la verdad. Pero, en el mundo en que vivimos, nada hay tan peligroso como decir la verdad y defender la justicia. Sin embargo, tampoco nada hay tan honroso como hacerlo. Se han ocultado preconcebidamente todas las atrocidades cometidas pero, muchas noticias se han «filtrado» y otras, aunque «falsificadas», han permitido a la perspicacia de las gentes desentrañar la verdad escondida detrás de los velos de la capciosidad y mala intención. Es que se puede decir una mentira, pero no se puede hacer una mentira.
La United Press, al servicio de los intereses de los mercenarios de la canalla dictatorial, no ha dejado infamia por cometer en la falsificación de las noticias para engañar al mundo. Esta agencia, en la que parece que se hubieran dado cita todos los canallas, propietarios de La Prensa de Buenos Aires, no sólo ha traicionado su propia misión, sino que se ha puesto incondicionalmente al servicio de la calumnia más descarada. Es natural que, siendo conocida en el mundo, como tal, recibe el natural castigo de los mentirosos: que cuando dice la verdad, nadie le cree. Basta sólo escuchar a los pueblos para darse cuenta hasta qué punto ha llegado su desprestigio bien ganado.
Los acontecimientos revolucionarios del 9 y 10 de Junio de 1956, han descorrido bruscamente el telón. Las masacres y los fusilamientos han puesto en evidencia el drama dantesco de la realidad argentina. Sin embargo, la conspiración del silencio continúa. No pretendo afirmar que conozco toda la terrible situación en que vive el Pueblo Argentino, con sus cincuenta mil encarcelados y torturados física y moralmente en las condiciones más espantosas; con sus dirigentes políticos, comerciantes y obreros sepultados en vida en la Cárcel de Ushuaia; con sus miles de obreros masacrados en Avellaneda, Beriso, Lanús, Rosario, Córdoba, Mendoza; con sus millares de masacrados y fusilados sin juicio después de ser desarmados y sometidos en los sucesos del 10 de Junio de 1956.
La «Agencia de Noticias» (Bartolomé Mitre 1211, Oficina 8, Montevideo, Uruguay) dice en uno de sus noticiosos: «Allá, en el confín de la tierra, dentro del círculo polar antártico, en el lugar poblado más meridional del mundo, levanta su perfil sombrío, desdibujado en la noche polar, la Cárcel de Ushuaia. Esta era una cárcel de excepción erigida hace muchos años para los criminales condenados a prisión perpetua. Era un sustituto de la pena de muerte que permitió al legislador la hipocresía de cambiar la muerte violenta de la pena capital por la sanción de muerte lenta, hipócritamente escondida en el Código.
Cuando llegó Perón al Gobierno Constitucional, la clausuró. Estaba allí, desmoronándose día a día. La «revolución libertadora» la reabrió destinándola a presos políticos y sociales». «Dentro de esos muros helados, con temperatura de 10 a 15 grados centígrados bajo cero, están sepultados en vida ex legisladores, ex ministros, ex jueces, dirigentes gremiales y hombres de toda clase, entre los cuales algunos que ni siquiera fueron peronistas, como el Doctor Jorge Farías Gómez, caracterizada figura radical conocido por sus trabajos jurídicos y filosóficos». «Algunos de estos presos han sido traídos a Buenos Aires a la llamada Prisión Nacional. Tal es el caso del Doctor Alejandro Leloir, último Presidente del Partido Peronista, cuya esposa fue paralelamente encarcelada y lleva ya seis meses en la Cárcel de Mujeres, repleta de políticas, intelectuales y obreras. Entre la infinidad de periodistas presos, una periodista, Nora Lagos, de la famosa familia de periodistas Lagos de Rosario (Directora propietaria del diario «La Capital», decano de la Prensa Nacional), se encuentra también entre rejas con su hijo de pecho. Entre los traídos de Ushuaia últimamente, se encuentra el Doctor Don John W. Cooke, eminente jurista, experto en economía, talentoso legislador y periodista, director propietario de la revista «De Frente», clausurada al mismo tiempo que el diario «El Líder» y los últimos periódicos opositores como «El 45», «Descamisada», y «El Federalista». Los demás diarios opositores han tenido otro destino: la Confiscación».
9 Y 10 DE JUNIO
Largo sería enumerar los hechos que circunstancialmente conocemos por testigos personales y presenciales. Por eso deseamos sólo ofrecer a nuestros lectores la relación sintética pero completa de un episodio que les ha de permitir formar su propia impresión. La relación de estos sucesos proviene de un oficial que intervino en ellos y que, por razones comprensibles, todavía no puede dar su nombre.
Su informe dice así: «El «golpe» fracasado el 9 de junio fue seguido de una cruel e implacable persecución, en la que se fusiló con ametralladoras sin piedad a miles de ciudadanos que habían sido apresados y desarmados. Incluso fueron fusilados ciudadanos que se encontraban presos desde hacía siete u ocho meses, y otros detenidos antes de decretarse la ley marcial. En camiones militares eran conducidos miles de ciudadanos por los caminos que conducen fuera de la Capital y cada trecho eran obligados a descender por grupos y ametrallados, dejando los cadáveres hasta el día siguiente. Esos infelices fueron sepultados sin identificar. Así se masacraron miles de ciudadanos, soldados y militares». «El domingo 10 de junio, en la Cárcel de Caseros, una de las numerosas mazmorras atestadas de inocentes por el solo hecho de ser sospechados de peronismo, a las 15 horas fueron sacados de la misma, los siguientes ciudadanos: Dr. D. Oscar Albrieu, Ex Ministro del Interior; Dr. D. Alejandro Leloir, Diputado Nacional y Presidente del Partido Peronista; Dr. Don John W. Cooke, Diputado Nacional y Delegado del Partido Peronista; Dr. D. Julio Rocamora, Presidente de la Cámara de Diputados; Dr. D. Antonio J. Benítez, Diputado Nacional y Ex Presidente de la Cámara de Diputados, y cuatro o cinco más pertenecientes al Partido de la Alianza Libertadora Nacionalista y conducidos a la Escuela de Mecánica del Ejército, situada frente a la Cárcel mencionada, donde se los puso con la cara hacia la pared apuntados con ametralladoras emplazadas a efecto frente al muro. Los hicieron pasar de uno a uno al interior de un despacho, en el que se encontraba un juez militar (un capitán) acompañado por otros cuatro oficiales. Allí se les comunicó que habían sido condenados a muerte y que serían fusilados más tarde. Se les instó a declarar sobre diversas cosas relacionadas con la fracasada revolución y las organizaciones peronistas, a lo que los pobres nada podían contestar desde que hacía más de diez meses que se encontraban en la cárcel. Durante estos interrogatorios los mencionados ciudadanos fueron cobarde y soezmente insultados, a pesar de estar presente el sacerdote encargado de asistirlos. Después de tenerlos varias horas contra el paredón de fusilamiento fueron llevados algunos de ellos, individualmente, a presencia del que hacía de juez, que se encontraba entonces con varios capitanes como asimismo con grupos de los Comandos Civiles que desde hacía tres meses se dedicaban a torturar bárbaramente a todos los que investigaban. Allí se les informó que si querían tener una muerte tranquila debían suministrar los informes que ellos les requerían, de lo contrario, previamente serían interrogados» por los civiles. Algunos de ellos fueron trasladados a la «sala de interrogatorios» de donde salieron salvajemente golpeados, para ser conducidos de nuevo al muro de los fusilamientos. A la noche se le hizo un nuevo comparendo, esta vez en presencia de quince oficiales de la Escuela Superior Técnica y algunos civiles y se les prometió perdonarles la vida a cambio de las informaciones requeridas. Como algunos de los presos reaccionaron altivamente, fueron golpeados e insultados. Luego fueron conducidos nuevamente al paredón pero esta vez fueron alineados para escuchar los fusilamientos de numerosos suboficiales y se les advirtió, al terminar el acto, que tenían tiempo de pensar hasta el día siguiente sobre la responsabilidad que les cabía. Finalmente fueron devueltos a la prisión e incomunicados en una mazmorra, sin cama ni colchón, durante diez días».
«La ola de persecuciones siguió en todo el país. La tortura se aplicó en escala jamás conocida. He visto muchos detenidos que se pasaban los días escupiendo sangre debido a las lesiones internas provocadas por los golpes; otros quemados con creosota, infinidad de quemados con cigarrillos, otros con hematomas, etc. La señorita dirigente del Partido Peronista, Doctora Alicia Eguren, después de ocho meses de incomunicación en la Cárcel de Buenos Aires, la trasladaron a la Cárcel de Olmos y la aislaron en una celda que es un «nicho siberiano». Lo mismo ha ocurrido con la dirigente señora de García Marín, y muchas otras dirigentes femeninas». Finalmente se publicó en los diarios de Buenos Aires que serán llevados nuevamente a Ushuaia como si, desde la cárcel y en el riguroso encierro en que se los mantenía pudieran ser responsables de lo que ocurría fuera de los muros de la prisión. Así está la Argentina con sus siberianos campamentos dispersos en la Patagonia. Con sus pontones en el Río de la Plata, consistentes en grandes balsas, sobre las que se han colocado vagones ferroviarios de ganado donde se hacinan miles de obreros. Con sus cárceles excedidas tres y cuatro veces en su población. Una enorme organización se extiende por toda la República y, la delación es el instrumento más usado por el Gobierno. La clase media y la pequeña burguesía, como la totalidad de los humildes, se hallan privados de sus órganos de expresión periodística, pero el panfleto mimeográfico los reemplaza y la «caza del mimeógrafo» es tarea fundamental de la represión. Pero, el Pueblo no se acobarda y las pequeñas hojas circulan por millones por entre la malla de pesquisantes delatores y allanamientos. El Pueblo vence así la intimidación de los «Comandos» que han llegado a ser más célebres y temidos que la tristemente famosa «Mazorca», de la época de Rosas.
Desde que el Partido Peronista y la Confederación General del Trabajo fueron declarados fuera de la ley una inmensa organización clandestina extiende su red a lo largo de todo el país. Es el Pueblo que lucha por su destino porque sabe que los pueblos que no defienden su libertad merecen la esclavitud. La resistencia civil se extiende día a día con sus sabotajes organizados, perturbaciones, trabajo a desgano, huelgas escalonadas, sabotaje individual, etc., esperando la hora que todos anhelan para cobrar la inmensa deuda que la canalla dictatorial ha contraído con el Pueblo.
LA ARGENTINA, BAJO LA TIRANÍA
Hace un año, en octubre de 1955, escribía el Capítulo V de este libro y en esas «conclusiones» anotaba en el acápite V. «El Desequilibrio Económico» una serie de previsiones, que han resultado verdaderas predicciones. Hoy doce meses después, no puedo decir muchas cosas nuevas, todo se ha ido consumando dentro de lo previsto porque los que proceden mal sucumben víctimas de su propio mal procedimiento. Desde los primeros informes de la dictadura se puso en evidencia su falsedad. Pero la «mentira tiene las piernas cortas». Hoy se están descubriendo todas sus patrañas en sus propias confesiones o en los efectos que provocan con sus despropósitos y errores.
Para la manufactura, desmontar la industrial y retornar a ser un pueblo de pastores y de agricultores, como era de esperar, ha producido un efecto desastroso. Las mercaderías exportables sufrieron un grave revés en todos los mercados. La lana y la carne descendieron un 50 % en sus precios internos y de exportación. Las vacas de cría en buen estado bajaron un 60 %. Las de estado regular hasta un 85 %. Sin embargo, la carne de consumo es ahora más cara que antes. Vender trigo, cuando los Estados Unidos regalan sus excedentes, no podrá ser nunca un buen negocio. El aumento de la producción de cereales acarrea una fuerte pérdida (de casi el 50 %), diferencia que media entre los costos de producción y los precios de exportación. Con esa equivocada política cerealista el país subvenciona cada día en mayor medida el consumo en los mercados extranjeros.
Entre tanto, el aumento masivo de los precios, redujo el poder adquisitivo de la población a menos de la mitad. Con ello, el comercio, la industria y la producción vieron disminuir catastróficamente sus ventas y la economía general ha entrado en una peligrosa atonía. La desvalorización por decreto del signo monetario argentino, de 7,50 a 18 pesos por dólar, acrecentó la caída del volumen de ventas, por el encarecimiento de las importaciones y así disminuyó ruidosamente el nivel de vida. La paralización de grandes sectores industriales aumentó aún más el grave problema de la inflación pues, el aumento de la importación con moneda devaluada, llevó a un nuevo aumento de precios, entrando así en una espiral inflacionaria que va llevando al caos a una economía hace un año equilibrada y floreciente.
La dictadura, abrumada por sus errores, dice que hizo esto para frenar una posible inflación, que no existía, ya que en 1955 la Argentina «era el país más barato» según la feliz expresión popular. En la actualidad se comenta que «allí ya no se puede vivir». Y todavía estos ignorantes, malos y mentirosos sostienen que ellos no tienen la culpa, sino el Gobierno Depuesto. En todo este libro está previsto y predicho lo que les iba a pasar. No ha sido para mí necesario recurrir a la astrología ni a los videntes, me ha sido suficiente conocer los bárbaros que manejarían estas cosas para prever los resultados.
Cada día que pasa se descubre una nueva falsedad. Decía el informe del Contador Prebisch: «Todas estas emisiones inflacionarias han elevado la circulación total del dinero a la cifra fantástica de 54.800 millones de pesos a mediados del año en curso» (1955). Ahora el Banco Central de la República Argentina ha informado a su Metrópolis por intermedio del Banco de Londres (Fortnightly Review¬18 de agosto de 1956 ¬volumen 21 ¬Nº 518), lo siguiente. Encaje de oro al 31-12-¬1955: 1.373 millones de pesos oro. Encaje de oro al 30-12-1956. 444 millones de pesos oro. Durante el mismo período el volumen de la circulación aumentó de 31.859 millones de pesos a 37.489 millones de pesos moneda nacional». Según este informe del Banco Central de la República Argentina, pasado a sus actuales patrones en Londres, pueden deducirse muchas cosas interesantes:
Primero: Lo que decía el informe del Contador Prebisch de la «emisión inflacionaria» de los 54.800 millones, era mentira, desde que en seis meses, estos economistas a la violeta que tanto criticaban las emisiones del Gobierno Constitucional, han emitido por mil millones y la emisión total sólo alcanza a 37.489 millones de pesos.
Segundo: Que a los seis meses de gobierno, la canalla dictatorial ha hecho que el país tenga: mil millones menos de pesos oro y seis mil millones más de papel, lo que hará esperar que el 31 de diciembre de 1958 se hayan «tragado» toda la reserva áurea y la emisión se haya aumentado en 12.000 millones más de pesos papel». Es conveniente hacer notar que el incremento de circulante lo ha sido exclusivamente para las necesidades estatales porque los bancos han cerrado sus redescuentos y, por lo tanto congelado los créditos a particulares, lo que ha llevado a la quiebra a más de 17.000 firmas de plaza. El peso ha sufrido también, como los valores de bolsa, las consecuencias de tanta inconsulta medida. En efecto, el peso moneda nacional que antes del advenimiento de estos modernos sátrapas, se cotizaba en el «mercado libre» (cambio negro) entre los 21 y 27 pesos por dólar, es decir a un promedio de 24 pesos por dólar. En la actualidad fluctúa entre los 29 y 45 pesos por dólar, es decir, a un promedio de 37 pesos por dólar. A medida que las falsedades de la dictadura se esclarecen su desprestigio se acentúa. Sus desatinos económicos son evidentes porque en un régimen de tiranía, de ignorancia y de prepotencia no puede haber buena economía.
El caos de la economía argentina es producto tanto de la ignorancia como del entreguismo y de la mala fe. Todo esto podía ya predecirse en 1955 si las Agencias Noticiosas hubieran dicho la verdad. El costo de la vida, elevada entre un 50 y un 70 por ciento, incide catastróficamente en la economía popular creando, con la congelación de los salarios, un problema sin solución. A ello se suma la descapitalización del pueblo mediante la desaparición de los ahorros, la pérdida de las viviendas y la destrucción de las cajas de previsión social.
A todo lo anterior hay que agregar el despojo más inaudito hecho a las organizaciones del pueblo, lo que traducido a números, presupone que a la Confederación General del Trabajo y los Sindicatos se les ha substraído más de 800 millones de pesos en efectivo, aparte de sus numerosas propiedades y bienes diversos. La destrucción de la «Fundación Eva Perón» y el desfalco de sus bienes es realmente inaudito. Más de 4.000 millones de pesos han sido literalmente robados por los marinos que se apropiaron por la fuerza de esta institución civil privada.
La zozobra en que se vive en la Argentina en los días presentes, descarta toda posibilidad de paz y felicidad para un pueblo digno de mejor suerte. Azotado por las injusticias, reducido al hambre y a la miseria, despojado de todos sus bienes y sometido a la pauperización progresiva en beneficio de sus antiguos explotadores, debe descartarse toda posible cooperación popular a un régimen criminal y odiado, aun cuando fuera para resolver los terribles problemas que la incapacidad de la canalla dictatorial ha arrojado sobre la economía de la Nación.
Un hecho es incuestionable: han destruido la felicidad del pueblo, han llevado al país al caos económico y al desquicio financiero y están comprometiendo el futuro de una nación inmensamente rica.
LA DICTADURA MILITAR ARGENTINA Y LOS TRABAJADORES
Cuando la dictadura militar argentina descargó sus «bombas» de falsedades en los informes económicos de 1955, cualquiera podía darse cuenta de la finalidad que, insidiosamente, se perseguía: buscar un punto de apoyo para iniciar una política de limitaciones arbitrarias destinadas a imponer al Pueblo innecesarios esfuerzos e inútiles sacrificios. Como era lógico esperar todos los esfuerzos y todos los sacrificios recayeron sobre los trabajadores que debieron trabajar más, ganar menos, renunciar a sus derechos y obedecer ciegamente a los parásitos que los desgobiernan.
Una de sus primeras medidas ha sido la derogación por decreto de los «Derechos del Trabajador», considerados por los trabajadores argentinos como la «conquista del siglo», contenidos en la Constitución Nacional.
Tales derechos contienen:
DERECHO A TRABAJAR.
DERECHO A UNA RETRIBUCIÓN JUSTA.
DERECHO A LA CAPACITACIÓN.
DERECHO A CONDICIONES DIGNAS DE TRABAJO.
DERECHO A LA PRESERVACIÓN DE LA SALUD.
DERECHO AL BIENESTAR.
DERECHO A LA SEGURIDAD SOCIAL.
DERECHO A LA PROTECCIÓN DE LA FAMILIA.
DERECHO AL MEJORAMIENTO ECONÓMICO.
DERECHO A LA DEFENSA DE LOS INTERESES PROFESIONALES que jalonan un camino de superación de los «Derechos del Hombre» que caracterizaron una época de negación social y colectiva.
El carácter reaccionario de la dictadura se ha puesto manifiestamente en evidencia con su declarado y efectivo anti¬obrerismo característico. Ellos, como cabales parásitos, viven del trabajo ajeno y además quieren que ese trabajo sea despreciado, miserable y doliente. No aceptan que el trabajador pueda tener otra participación en la comunidad que no sea el esfuerzo, la producción y el sacrificio. Se oponen a considerar siquiera que el obrero tenga derecho a la defensa de sus intereses profesionales, posea sus organizaciones y luche por su bienestar. Son contrarios a toda mejora social y enemigos de toda capitalización del Pueblo.
Es indudable que el reaccionarismo trata en esto, como en todo, de engañar recurriendo a declaraciones fementidas con promesas que jamás se cumplen. Comenzaron manifestando que «respetarían las conquistas obreras» y a renglón seguido ocuparon con tropas las organizaciones sindicales, interviniéndolas con marinos; congelaron los salarios dejando pasar el tiempo sin hacer efectivos los «Convenios Colectivos de Trabajo»; derogaron la «Ley de Asociaciones Profesionales»; pusieron en prisión a todos los dirigentes obreros; ocuparon las fábricas; fusilaron a los dirigentes que se opusieron y masacraron a miles de obreros que salieron en defensa de sus dirigentes.
Parecería que este respeto a las conquistas obreras es exageradamente «sui géneris». Si en sus criminales medidas directas produjeron muerte y destrucción, en las indirectas no fueron ni más justos ni más humanos.
Aparejadamente con las violentas medidas militares, provocaron la desvalorización de la moneda. Con ello los trabajadores vieron disminuir su poder adquisitivo en la misma medida que los precios aumentaban, con lo que, en poco tiempo, llegaron a los salarios de hambre, ante una inflación intencionalmente provocada. Con la disminución de los salarios reales, el aumento de los precios, la carencia de poder adquisitivo de la masa, la retracción de las ventas, el cierre de numerosos establecimientos, etc., se ha producido un considerable desempleo.
La paralización del «Segundo Plan Quinquenal», medida peregrina de la dictadura, aumentó en, forma alarmante la desocupación y los salarios, en consecuencias, comenzaron a bajar.
Todo esto produjo conflictos y huelgas con lo que se agravaron aún más los efectos de la pérdida de valores económicos producidos por los terribles desaciertos de la dictadura. Ésta nueva y sensible pérdida no hizo sino agravar la situación de crisis que está recayendo unilateralmente sobre los trabajadores argentinos nuevamente explotados y esclavizados.
La persecución sistemática de los dirigentes, la ocupación de la Confederación General del Trabajo, el despojo de su capital social, de sus bienes y de sus diarios, el atropello a los sindicatos, el fusilamiento de dirigentes, la masacre de obreros, su expulsión en masa sin derecho a despido ni indemnización legal, son todos «comburentes» destinados a activar la combustión que ya arde con cierta violencia en el interior de todas las organizaciones obreras. La finalidad que se propuso la dictadura de deshacer la organización les ha producido un efecto contrario; los obreros están mejor y más férreamente organizados que nunca. Ha bastado tener ese enemigo enconado y violento a su frente, para que las tranquilas y pacíficas organizaciones justicialistas se transformaran en organismos de lucha.
Como un acto más de su hipócrita simulación, la dictadura está tratando de producir nuevas elecciones de autoridades en los sindicatos. Para ello ha procedido a limitar el número votantes a ridículas proporciones y a radiar a millares de dirigentes, declarados fuera de la ley, como sucediera con el Partido Peronista, todo como una manera inicua de entronizar minorías adocenadas. Deben elegir pero, lo que impone la dictadura. De esta manera anhelan tener sindicatos dóciles pero, los trabajadores argentinos saben de sus derechos, tienen sus objetivos y conocen el camino para alcanzarlos. De nada valdrá a la dictadura su empeño y sus violencias: los trabajadores tienen sus dirigentes que actúan aunque sea en clandestinidad. Los dirigentes obreros saben bien lo que hacen. La lucha se está generalizando y va bien llevada. Las victorias de dictadura en el campo laboral son «a lo Pirro» o solamente en las noticias de la prensa regimentada. El éxito de la lucha sindical no se decide sólo en una batalla, sino también en miles de combates. Es precisamente esa permanente alteración social la que perturbando más profundamente a la dictadura, puede llegar a ser uno de los factores fundamentales de su caída.
Esta lucha no está dirigida contra los patronos, a quienes las inconsultas medidas de la dictadura los han perjudicado igual, sino contra el gobierno. Por eso, ahora no interesa un arreglo sino un conflicto. Alguno podrá pensar que nuestras apreciaciones tan terminantes puedan ser producto de un apasionamiento interesado pero no es así. El Contador Prebisch en su «informe consejo” a la dictadura lo dice claramente: «Las medidas inmediatas son apremiantes. En primer lugar, hay que dar fuerte incentivo a la producción agropecuaria, elevando apreciablemente los precios, mediante el desplazamiento de los tipos de cambio. Por supuesto que tendrán que subir los precios de los artículos importados». «El alza de los precios internos tiene, pues, que ocurrir en una forma o en otra… incluso algunos de consumo popular». «Si para compensar los efectos de esta alza de precios y de la que sobrevendrá a raíz del desplazamiento de tipos de cambio, se hicieran aumentos masivos de sueldos y salarios no tardarían en ocurrir nuevas elevaciones de precios y se caería «en la errónea orientación económica» que la Argentina ha seguido hasta ahora en la que «ha sacrificado la producción para favorecer el consumo». A confesión de parte, relevo de pruebas. Sin considerar los aumentos de precios internos ocasionados por la supresión del control de precios y abastecimientos que incidió casi en un cuarenta por ciento en el aumento del costo de la vida, «los desplazamientos de los tipos de cambio» mencionados por Prebisch en su «informe consejo», de 7,50 a 18 pesos por dólar, estaban encaminados a producir otro aumento de más del treinta por ciento. Para mitigar lo cual, este asesor, aconsejaba al gobierno de la dictadura, no aumentar los salarios. Así es muy fácil solucionar los problemas económicos pero, sería más fácil decir directamente que se le rebajen los salarios y los sueldos a todos en la proporción necesaria, aunque muchos de ellos, sus hijos y sus mujeres se mueran de hambre y de miseria. Para qué complicar más las cosas.
Lo que ocurre ahora es, en último análisis, lo mismo: lo que antes un obrero compraba con treinta centavos ahora necesita gastar un peso para obtenerlo o lo que es lo mismo: su salario queda reducido a la tercera parte. Así como nosotros buscamos el estímulo a la producción, aumentando él poder adquisitivo de la masa y con ello el del volumen de ventas, en forma de obtener así los beneficios mayores, sin recargar los precios unitarios; estos economistas especulan sus soluciones sobre el aumento de los precios, sin considerar que con eso destruyen el nivel de vida alcanzado y no satisfacen el estímulo a la producción, porque ésta se ve disminuida a la tercera parte, en proporción a la menor demanda. Con el «desplazamiento de los tipos de cambio», eufemismo usado para no decir que se devalúa el peso a la tercera parte, ocurre algo semejante. Todo lo que antes se compraba con pesos 7,50 deberá abonarse con 18 pesos, en los artículos de importación o manufacturados con materia prima importada (aluminio, hierro, plomo, etc.). De lo cual resulta un encarecimiento integral en los artículos de consumo porque una máquina agrícola que antes costaba 750 pesos ahora costará 1.800, lo que incidirá en los costos de producción. Esa diferencia alguien tiene que cargarla. Si los salarios se mantienen estacionarios es evidente que la carga caería sobre las espaldas de los trabajadores, porque influyendo en el mercado interno de producción el precio de los materiales adquiridos en el extranjero con una moneda depreciada, aumentan los costos, se encarecen los artículos y se reduce el nivel de vida de las masas populares que, con justicia, reclaman un aumento de salarios equivalente a la baja de su poder adquisitivo.
De «estas piedras está empedrado el camino que conduce a los grandes fracasos». Por eso cuando la gente se pregunta ¿Qué pasa en la Argentina?, la contestación es simple: comienza a haber hambre, miseria fisiológica y social y sobre todo, una tremenda injusticia cometida en beneficio de unas cuantas familias, cuyas disipaciones pesan sobre millones de hombres dignos de mejor suerte.
LA POLÍTICA ARGENTINA A UN AÑO DE DICTADURA
Hace diez meses, refiriéndome a la política argentina, escribía en mi libro «La Fuerza es el Derecho de las Bestias»: «La dictadura no tendrá una salida decorosa en ningún caso caerá envuelta en su propio desprestigio, odiada y despreciada o dará al problema de su escape político, una solución desgraciada. Quien mal anda, mal acaba. Si pretende perpetuarse en el gobierno será aún más peligroso», lo que ha resultado hasta ahora una verdadera profecía.
Conociendo a «mi gente» no era difícil predecir que entre marinos y militares ignorantes, ingenuos e inexpertos y políticos inescrupulosos y demasiado expertos, no podían hacer nada bueno en sociedad. Como lo había previsto, los dictadores entraron al gobierno como un elefante en un bazar. Con su torpeza lo desequilibraron todo y luego pretendieron equilibrarlo mediante violencia. Así llegaron las masacres y los fusilamientos. Los resultados no pudieron ser más monstruosos. La situación en un año de dictadura, se ha transformado en una cruel tiranía con una natural unanimidad popular en contra. Sólo los acompañan algunos marinos sin escrúpulos, otros políticos sin votos y el odio intenso de sus conciudadanos.
Un problema de opinión, sólo puede resolverse con la opinión; la fuerza puede posponer la solución, pero no lo puede resolver. Desde que el estado permanente de un país no puede ser la revolución, cuando esa fuerza se opone al Pueblo, termina por descomponerse y sucumbir. Por eso la dictadura militar es un «gobierno de fuerza» que podrá ser duro pero que es frágil. Sólo el gobierno del Pueblo es un «gobierno Fuerte».
En este año de persecuciones inauditas, de torturas sin nombre a los ciudadanos, de atropellos a la propiedad y al derecho, de violación de todos los principios y preceptos constitucionales y legales mediante el empleo de la fuerza, la dictadura no ha hecho sino agravar los problemas existentes y crear innumerables conflictos que, antes ni siquiera existían. Las organizaciones políticas han entrado en un tren inusitado y en una carrera desenfrenada hacia las ambiciones de dominio. Mediante esto han provocado la división de los partidos existentes y han dado nacimiento a otros anacrónicos que sólo se justifican por la existencia de algunos ambiciosos, decididos a sacar ventajas con la ayuda de la dictadura, de la que se han declarado incondicionales.
En tanto el Pueblo, observa con escepticismo, no exento de sorna, cómo nacen las neoformaciones políticas. La dictadura creyó que el problema de la política argentina se resolvería de acuerdo con los cánones usuales en tal clase de conflictos, y, de acuerdo con ello, al ocupar el poder se dedicó a calumniar al Jefe del Movimiento Peronista, lanzando las más inverosímiles falsedades porque creía que, desprestigiando al jefe de un movimiento gregario, mediante la intensa propaganda, dicha organización desaparecería. Así destruyeron los monumentos del Justicialismo, quemaron en las calles sus libros y decretaron que serían punibles hasta con seis años de cárcel y multa hasta un millón de pesos los que tuvieran en su poder literatura peronista, retratos y signos del régimen depuesto. Para un marino o un militar aquello era una cosa de cuartel, que ordenado un acto y amenazado con quince días de calabozo quien no lo cumpliera, todo estaba resuelto pero, el Pueblo no era un soldado y la Nación no era un buque o un cuartel y todo salió al revés.
El adoctrinamiento y la organización de diez años habían reemplazado al caudillo y habían convertido a la masa gregaria en una organización institucional. Pudieron destruir los monumentos, los signos y la literatura pero, lo que no les fue posible desterrar fue lo que el Justicialismo, durante diez años, había inculcado, con la prédica y con las obras, en el corazón de muchos millones de argentinos, antes desilusionados y amargados por la injusticia y la concupiscencia de los poderes públicos y privados de la oligarquía. Por eso, la dictadura militar, se siente hoy defraudada sin salida. Quiere salvar el cuello, que ha puesto en peligro mediante la siembra del odio y del deseo de venganza y, desesperada, no atina sino a matar, sin darse cuenta que con ello no resuelve el problema, sino que lo agrava. Forma una «Junta Consultiva» de políticos sin votos porque cree que ella representan algo pero, a poco andar, se da cuenta que sólo son unos cuantos «animales sagrados» de la política. Con los más obsecuentes pretenden formar un partido mediante el cual puedan tentar un gobierno continuista que les cubra las espaldas pero, no tienen gente ni siquiera para simular una elección, que les permita hacer un fraude, porque los Radicales se dividen y se declaran en contra de la dictadura. Con ello ha quedado en la más absoluta orfandad.
Las huestes del General Lonardi, fallecido oportunamente para la dictadura, han pasado sin más a la oposición, capitaneadas por Amadeo y Bengoa, que antes traicionó al Gobierno Constitucional y ahora sigue firme tratando de traicionar también a la dictadura de la cual forma parte. Esta agrupación neonacionalista, compuesta por elementos clericales y oligárquicos, pretende hacer una revolución a los «gorilas» para luego, desde el gobierno, hacer lo mismo que tratan de realizar los actuales dictadores. Pero, hay un pequeño detalle: no son capaces de hacer una revolución.
Entre tanto, esta etapa de la política argentina ha tenido la virtud de obscurecer más el panorama: las fuerzas políticas se han atomizado siguiendo los divisionismos de todos los ambiciosos que se suman por miles en la actual política argentina, ya que cualquier «Cacaseno» se siente ahora candidato. La consecuencia es que, el treinta por ciento del electorado que corresponde a toda la oposición del peronismo, estará dividido en siete u ocho partidos políticos, contando sólo los más grandes. Radical Unionista, Radical Intransigente, Conservador, Socialista, Demócrata Cristiano, Nacionalista Católico, Azul y Blanco, Demócrata Progresista, Laborista, etc. En otras palabras eran muy débiles, y, para ser más fuertes, se han dividido. El Movimiento Peronista, compuesto por el Partido Peronista Masculino, el Partido Peronista Femenino y la Confederación General del Trabajo, ha sido declarado fuera de la Ley. Con ello nos han hecho un amable servicio, que compensa el despojo de habernos confiscado todos sus bienes pues, nos han mantenido fuera del aquelarre de las ambiciones y ha sido posible mantener la organización clandestina, más fuerte y más pura que antes.
La prisión de todos los dirigentes políticos y gremiales nos ha permitido reemplazar a los adocenados por nuevos dirigentes jóvenes y activos, como una inyección de sangre nueva para una nueva lucha. Es así que, mientras la dictadura asiste a la descomposición de sus fuerzas políticas y militares, a la disensión interna de sus componentes, al caos económico y social que sus inconsultas medidas provocan, a la resistencia del Pueblo escarnecido y tiranizado, el Peronismo trabaja incansablemente por su organización en todo el país seguro de que, en la hora de las decisiones, tranquilas o violentas, el que posea una masa organizada y disciplinada será quien diga la última palabra. Por eso, he recibido la insinuación de algunos «grandes bonetes» de la política argentina para hacer una alianza de buena vecindad; aportaríamos la masa o los votos y ellos la tolerancia de la dictadura.
Pero, el Pueblo no acepta esos «chanchullos», sino que quiere sentir «tronar el escarmiento». Si algunos dirigentes peronistas defeccionaron en la derrota, muchos millones de peronistas leales permanecieron firmes en la defensa de la causa.
La caída ha servido para purificar el Movimiento, intensificarlo y extenderlo. Los malos y los incapaces se han eliminado, para pasar a «merodear» en las filas de los «gorilas». La realidad es que la masa ha superado a sus dirigentes. Este es el hecho más característico del momento actual argentino y quien no lo perciba está condenado irremisiblemente al fracaso.
Tiene la fuerza de un oleaje, tal vez lento, pero incontenible, que va aumentando su potencia con un ritmo avasallador. Su fuerza, como una conmoción subterránea, es notada por todos, pero no todos advierten su origen y su trascendencia. Es que, paralelamente a la reacción sangrienta y usurpadora del 16 de septiembre, luego del primer momento de asombro, desconcierto y atonía del Pueblo, fue surgiendo — «desde abajo»— un estado de insurrección popular con características, modos y procedimientos inéditos en la historia nativa y cuya comprensión y proyección escapan, desde luego, a las mentes habituadas únicamente a los procesos conocidos e incapaces en consecuencia, de captar los hechos nuevos.
Este estado inédito de las masas, lógicamente, no podrá ser manejado ni contenido con los métodos clásicos. He aquí la razón porque los antiguos dirigentes, tanto políticos como gremiales, cualquiera sea el bando en que actúen, o son impotentes o han sido desplazados. Así se explica también que la totalidad de los dirigentes que real y efectivamente se encuentran ahora a la cabeza de las nuevas formaciones peronistas trabajadoras insurreccionales son casi todas figuras que actuaban en segundo plano. Ellos también han surgido «desde abajo».
El origen del estado actual es la obra de «politización” que la doctrina peronista ha realizado en las masas populares argentinas. Nada hay más anacrónico que los planteos y posiciones de algunos antiguos jerarcas y dirigentes desconectados en absoluto del sentimiento popular y del «hecho nuevo” que no han podido captar, ni ver, ni comprender. La fuerza del Peronismo radica en que, su línea intransigente, frente a unos y otros, está en la propia naturaleza de desarrollo histórico, en tanto las otras tendencias sólo viven y pueden obrar en el plano estrictamente político. Sus éxitos sólo pueden ser éxitos políticos, sin la gravitación ni la permanencia del quehacer histórico. Y, por ser éxitos meramente políticos, su signo en el tiempo y en el espacio, es la fugacidad. El quehacer político sólo puede adquirir vivencia cuando tiene como sustento la línea histórica. En épocas de normalidad, es fácil confundir la importancia del hecho político que adquiere así falsamente categoría permanente, pero existen períodos de la vida nacional, en los que está en juego su propio destino en que el quehacer histórico es el dominante. Estos períodos están siempre señalados por la presencia de los «hechos nuevos”. Por eso los antiguos dirigentes gremiales, políticos y militares cualquiera sea el bando en que actúen, están fuera de la proyección histórica: los del elenco de la tiranía, por la propia naturaleza de su proceso, están condenados irremisiblemente; el conglomerado político por su parte, en cuanto a dirigentes, ha sido superado por la dialéctica de los hechos.
En definitiva puede asegurarse sin dogmatismos ni prejuicios, que unos y otros no han percibido las condiciones en que se está desarrollando este modo de la vida nacional. Tanto es así, que todos ellos, los católicos nacionalistas en sus varios matices, los neoperonistas (del Peronismo sin Perón), los bengoístas y los grupos militares detrás del último golpe de estado, constituyen simplemente la réplica y el reverso pero con los mismos módulos del elenco de la tiranía. Es natural entonces que, a los medios y procedimientos de la tiranía, opongan el arbitrio simplista del manotazo militar, del golpe de estado. Un recurso que, además de no ser precisamente infalible, tiene el grave inconveniente cuando fracasa, de provocar y explicar las medidas más extremas de la reacción, retardar en una medida previsible el proceso de la liberación e imponer al Pueblo una terrible contribución de sangre. Pese a sus características bélicas, el golpe de estado, sin embargo, no deja de ser un procedimiento político. En esta hora argentina, sólo la insurrección nacional es el hecho histórico.
LA TIRANÍA AL SERVICIO DE LOS CONSORCIOS
La industrialización del país comenzó con el Gobierno Constitucional del Justicialismo.
Es indudable que el principal obstáculo lo constituyó la oposición enconada de los grupos importadores apoyados desde los centros manufactureros que habían acaparado para sí toda la importación argentina. La acción opositora se caracterizó inicialmente por una guerra sórdida en lo interno y un sabotaje económico en lo exterior.
Todas las firmas abastecedoras de manufacturas, que habitualmente eran proveedoras del mercado argentino desde el exterior, se negaron simultáneamente a instalar fábricas en la Argentina. Frente a ese «boicot» organizado, el Gobierno Constitucional interesó a otras industrias europeas y norteamericanas para completar las manufacturas ya iniciadas por los industriales argentinos. Esta complementación llenaría los sectores de la industria pesada y especial ya que la industria nacional satisfacía bien todo lo referente a la industria liviana y media. Así llegaron al país la F.I.A.T. italiana, la Mercedes Benz, alemana, la Kaiser, norteamericana, y otras numerosas grandes empresas que se instalaron y comenzaron a levantar sus plantas. Este hecho no era nuevo en el país: hacía más de veinte años que algunas de esas empresas hacían gestiones para conseguir del gobierno argentino el apoyo y la autorización para instalarse. Habían tropezado siempre con los servidores ciegos y antipatrióticos de los grandes consorcios capitalistas y, la industria nacional estaba atrasada en cincuenta años como consecuencia. Este es el hecho sintéticamente expuestos.
Todas las empresas llenaron los requisitos legales y muchas de ellas, con la F.I.A.T., nacionalizaron sus capitales y constituyeron Sociedades Anónimas con el aporte de capitales argentinos. Más de cien grandes industrias de este tipo surgieron así en los cinco años del Primer Plan Quinquenal (1946¬1951). Otras tantas hicieron durante el Segundo Plan Quinquenal (1952¬1957).
A la Argentina, que en 1946 no fabricaba ni siquiera los alfileres que consumían nuestras modistas, se encontraba en 1955 fabricando tractores, automóviles, camiones, maquinaria agrícola todo tipo, locomotoras, vapores, etc., después de haber satisfecho toda la producción de la industria liviana y media para el consumo del país.
Es indudable que, uno de los factores que más influyeron para que las fuerzas ocultas de la revolución argentina se dirigieran a los jefes y oficiales de Marina con la fuerza convincente del dinero y del apoyo, fue precisamente el de la industrialización.
La pérdida del mercado argentino representaba para los exportadores de manufacturas inglesas y norteamericanas muchos miles de millones de dólares cada año, de manera que era un buen negocio dedicar, por una sola vez, algunos cientos de millones para comprar a los jefes y oficiales encargados de hacer la revolución, derribar al Gobierno Constitucional y comprometerse a destruir la industria instalada mediante cualquier arbitrio. Efectivamente, todo se realizó como estaba previsto y, en este aspecto, si bien esos jefes y oficiales de las fuerzas armadas traicionaron a la Patria, en cambio, han sido fieles cumplidores de su deber de mercenarios vendepatrias.
El plan se ha realizado minuciosamente como estaba establecido. Se comenzó por constituir una «Comisión» que declaró, como estaba dispuesto, la interdicción de todas las empresas que fueron ocupadas «manu militari», suspendidos sus créditos, anuladas sus autoridades y clausuradas todas sus actividades. Así se conseguía, sin más, una clausura definitiva, con «carácter provisional», «ad referéndum» de lo que dispusieran los nos que, desde bambalinas, manejaban «la cosa». Ello se prestó no sólo para destruir las empresas, sino también para que todos los interventores, funcionarios y «jefes» se «pusieran las botas» mediante el fácil expediente de «requisar en uso» automóviles, heladeras, camiones, tractores, etc., de las fábricas incautadas. Los ladrones hicieron allí «su agosto» y las existencias útiles de las fábricas quedaron reducidas a las máquinas que por su peso no se las pudieran llevar y por su uso no eran de utilidad a estos ladrones uniformados.
En la Mercedes Benz no quedó un camión, ni un automóvil, ni un puesto y como si ello fuera poco, se robaron los automóviles del garaje del Presidente de la Compañía, señor Jorge Antonio, y numerosos vehículos pertenecientes a otros tantos clientes que estaban en reparación en los talleres. Esto mismo se repitió en todas las fábricas intervenidas. Sin embargo, algunas empresas, subsidiarias de los consorcios que dirigían a estos depredadores, fueron devueltas gratis mediante el levantamiento de la interdicción. En otros casos se procedió de la misma manera, pero mediante la entrega de crecidas sumas de dinero a los encargados de la «ejecución». Las demás empresas han sido destruidas o están condenadas a la destrucción. Esta es la triste historia de este sucio negocio de las «interdicciones» en la Argentina. Los comentarios huelgan pero, se nos ocurre solamente acotar una pregunta: ¿qué castigo merecen estos verdaderos traidores de la Patria? El que responderá será el Pueblo a su hora.
Cuesta creer que se puedan llamar argentinos los que, sirviendo intereses foráneos, se hayan prestado para destruir uno de los factores más decisivos de la futura grandeza nacional, de su independencia económica y de su soberanía. Cuesta creer que haya hombres suficientemente infames como para prestarse fríamente a destruir lo que tanto costó levantar en diez años de fatigas, por una miserable paga de «Cipayo». Sólo la carencia total de conciencia y una ausencia absoluta de honradez puede haber impulsado a esta gente a realizar este inaudito despojo a las empresas que de buena fe, han concurrido al desarrollo industrial del país, y sólo el «saqueo» puede haber sido el móvil que impulsara a los ejecutores de semejante depredación.
El saldo de semejante latrocinio será pagado por el Pueblo y las consecuencias las cargará la Nación por muchos años en que deberá seguir siendo tributaria de los manufactureros foráneos que cobran caro por sus mercaderías y de los importadores extranjeros de materia prima que pagan barato a los productores argentinos. Y ha visto el mundo entre tanto cómo se recolonizan nuestros países por la acción de nuestros propios hijos que más obedecen a los intereses materiales que a los sagrados ideales que engrandecen y honran a la Patria. Lo inaudito es que esos hijos putativos vistan el uniforme de la marina argentina y luzcan distinciones que no merecen.
Bien está entonces: «en los tiempos de las bárbaras naciones, de los árboles colgaban los ladrones y, ahora, en el siglo de las luces, en pecho del ladrón cuelgan las cruces».
LA MAYOR INFAMIA
Si cuanto hemos mencionado en este Capítulo de la realidad argentina, presenta a la dictadura como una nefasta asociación delictiva al servicio de inconfesables intereses y pasiones, la destrucción de la «Fundación Eva Perón» es, sin duda, la más inicua y monstruosa de todas sus infamias. Eva Perón, la extraordinaria mujer que entregó su vida en defensa de los humildes y de los desheredados; que, ayudados por el Pueblo, levantó ese monumento que se llamó «FUNDACIÓN EVA PERÓN», creó la Institución con carácter absolutamente privado. Una ley de la Nación le dio su personería jurídica y le reconoció como persona ideal un patrimonio, un estatuto y sus autoridades, todo al amparo de la legislación argentina que reconoce a las «fundaciones benéficas» un régimen especial.
Esa Fundación tenía como misión atender los riesgos que, por una u otra causa, no eran cubiertos por la Previsión Social del Estado. Asimismo, era de su función complementar, con la Ayuda Social Privada, las prestaciones insuficientes de la acción estatal. En ese sentido se organizó en dicha fundación:
1. UN SERVICIO MEDICO INTEGRAL, que se ocupaba desde un nacimiento hasta un sepelio en los casos de indigencia, como de todos los problemas inherentes indirectos ligados a la salud y la vida.
2. HOGARES ESCUELA INFANTILES Y JUVENILES, cuya función era de defensa de la niñez y la juventud. En los Hogares Escuela que funcionaban en todo el país, en número veintiocho, se internaban los niños cuyos padres así lo pedían por no poder atenderlos adecuadamente en sus hogares, como asimismo los hijos de las madres que trabajaban en fábricas o talleres, para pasar el día. De este mismo tipo eran las «Ciudades Infantiles» suficientemente conocidas. Las «Ciudades Estudiantiles» tenían un objetivo similar para los jóvenes estudiantes pobres.
3. COLONIAS DE VACACIONES destinadas a los niños que, en número de medio millón podían pasar, todos los años, quince días en el mar o la montaña.
4. CLÍNICAS DE READAPTACION que tenían por objeto internar niños defectuosos o enfermos por el período de su curación.
5. HOGARES DE ANCIANOS Y ANCIANAS, donde vivían las personas que por ancianidad o invalidez no pudieran solucionar sus necesidades vitales.
6. HOGARES DE TRANSITO; se trataba de grandes establecimientos en los cuales se alojan la esposa e hijos de las personas que, por cualquier causa, se quedan sin hogar. La Fundación los aloja gratuitamente, le consigue trabajo al esposo, les auxilia para instalar su casa y mantiene sobre ellos, por un tiempo, la vigilancia por medio de visitadoras sociales.
7. EL HOGAR DE LA EMPLEADA, magnífica institución creada con la finalidad de alojar a las empleadas que, careciendo de familia en los lugares de trabajo, debían antes alojarse en hoteluchos y pensiones que representaban el más grande peligro moral. En esos mismos establecimientos funcionaban los comedores populares.
8. TURISMO OBRERO, constituido por una gran organización de buenos hoteles en el mar y en la montaña que permitían a la familia obrera disfrutar por una módica suma de sus vacaciones pagas.
9. PENSIONES A LA VEJEZ destinadas a los ancianos que no poseyeran jubilación ni otros medios y que no desearan ampararse en los hogares de ancianos.
10. POLICLINICOS ASISTENCIALES, la Fundación tenía habilitados funcionando cinco grandes policlínicos con siete mil setecientas cincuenta camas y, en construcción otros diez, con el mismo objeto en diversas regiones de la República. La atención era absolutamente gratuita.
11. CAMPEONATOS INFANTILES Y JUVENILES que, anualmente, movilizaba en toda la República, con los clubes infantiles y juveniles, a más de medio millón de niños que eran instruidos y preparados en todos los deportes, bajo vigilancia médica, con sus revisaciones y catastros.
El presupuesto anual de la Fundación Eva Perón estaba alrededor de los mil millones de pesos y se costeaba por donación popular y por diversos porcentajes que se recibían de la Lotería Nacional, Casino e Hipódromos. Su haber patrimonial pasaba de diez mil millones de pesos moneda nacional y, tenían fondo de reserva en efectivo de cuatro mil millones de pesos.
La organización, empleaba a más de diez mil personas en sus diversos departamentos y establecimientos, y se extendía sobre toda la República. Toda esta inmensa organización de bien público fue obra de Eva Perón sin ninguna ayuda estatal ni oficial, sólo su tremendo esfuerzo, su energía inquebrantable, su entrañable amor al Pueblo pudieron en diez años, crear de la nada una institución semejante, pero en ella dejó su vida.
Como agradecimiento las hienas de la dictadura profanaron su tumba, hicieron desaparecer su cadáver, cremándolo y arrojando las cenizas al Río de la Plata. Con ello engrandecieron su sacrificio con el sacrilegio.
Pero la saña de estos profanadores y depredadores no ceso allí: ocuparon la «Fundación Eva Perón» con tropas, encarcelaron a su personal, cerraron todos sus institutos y reparticiones, arrojando a la calle a los viejitos y viejitas de los hogares de ancianos y a los niños de los hogares escuelas. Destruyeron la «Ciudad Infantil» y la «Ciudad Estudiantil» para alojar prisioneros que, en millares, llenan hoy los establecimientos creados para el amor al prójimo y no para el odio enfermizo de estos sicarios.
Más de diez mil ómnibus, camiones y automóviles pasaron sin más a poder de la Marina y de los oficiales de marina. Se paralizaron las construcciones y desaparecieron todos los fondos de reserva, sin saber adonde fueron a parar. Se me informa que muchos efectos de los diversos institutos, saqueados literalmente, se encuentran en las casas particulares de los oficiales de Marina que ocuparon inicialmente la Fundación. Fueron quemados todos los enseres y ropas que llevaban el sello de la Fundación Eva Perón, al extremo que no se disponía de sábanas porque más de cien mil fueron quemadas porque tenían la inscripción correspondiente. Otro tanto ocurrió con fundas, toallas y servilletas, como asimismo se destruyeron los servicios de comedor, copas, vasos, tazas, etc., por la misma causa. Pero cuando la crueldad y la inconsciencia de estos hombres llega a su más repugnante límite, fue cuando con motivo de la epidemia de poliomielitis que se desarrolló en el verano 1955¬-1956. En la Fundación Eva Perón existían más de diez «pulmotores» que, porque tenían la leyenda de la Fundación, no se permitió que se usaran, en tanto fallecían numerosos niños por falta de tales aparatos.
La «Fundación Eva Perón», institución privada, amparada por la ley, ha sido destruida y sus bienes han sido robados en su mayoría. Millares de niños, ancianos, indigentes, vuelven a las calles a mendigar lo que una comunidad egoísta, en manos de hombres insensibles y miserables, les niega. Y hay hombres tan malos y mentirosos que, viendo esto, todavía pretenden justificar una dictadura de ignorantes, malvados y asesinos que no se han detenido ante la majestad de la muerte, ni ante el dolor de los viejos y los niños abandonados y sufrientes. Si toda la vergüenza de la tierra pudiera juntarse en una parte, no sería suficiente para ofrecerla a estos salvajes. Ellos han unido al robo el latrocinio y el escarnio. Algún día deberán responder de su conducta porque hay una justicia que siempre llega y a la que no puede escapar ni el más redomado de los miserables.
LA TIRANÍA FRENTE AL PUEBLO
He creído siempre que toda acción humana, para ser noble, ha de estar inspirada en un ideal. Con mayor motivo se necesita el aliciente del ideal para desarrollar una obra de gobierno. Las horas, como los cántaros, cuando están vacíos, carecen de valor. Pero, los cántaros como las horas, cuando se llenan pueden tener un valor incalculable. Así, como no nace el hombre que escape a su destino, quien no tenga una causa que servir, no merece la vida. Por eso, muchos grandes hombres pasaron por la existencia desapercibidos, porque no tuvieron una razón de ser y, en cambio, otros llegaron a ser grandes, sólo porque fueron los hombres de una causa.
Hay así, dos clases de hombres, los que nacen para servirse a sí mismos y los que, renunciando al egoísmo, se dedican a servir a los demás. El premio al esfuerzo de los primeros suelen ser los bienes materiales; para los segundos, la satisfacción de un deber. Estos están dotados y tienen la vocación del bien público pero, nada hay tan peligroso como cuando uno de aquéllos llega a encaramarse en la función pública.
Los gobernantes de nuestros países y de nuestros tiempos, al empuñar el timón del Estado, se encontrarán con dos caminos que pueden seguir: servir a los grandes consorcios del capitalismo internacional o a los intereses del Pueblo. Si siguen el primero, no tendrán dificultades materiales, todo se les facilitará y hasta tendrán estatua en vida pero, sobre su conciencia pesará el hambre, la miseria y el dolor de su pueblo. Si, en cambio, deciden tomar el segundo, todas serán dificultades. Tendrán en su contra a los grandes imperialismos, a sus agencias noticiosas y a sus diarios en cadena que no cesarán de calumniarlos y hostilizarlos, como también que aguantar los intentos de estrangulamiento económico, con que lo amenazarán todos los días. En cambio, estarán a mano con su conciencia.
Cuando se sirve al Pueblo, los sinsabores se compensan con las satisfacciones y se llega a ser grande sin sentirlo, no sólo por lo que se hace, sino también por las injurias y las diatribas que se soportan. «No se puede ser grande impunemente», decía El Libertador en sus horas de dolor y de amargura, olvidando quizá que «la calumnia, el insulto y la diatriba, son atributos que se rinden a un mérito o a un valor», cuando son proferidos por la canalla. Traicionar al Pueblo sirviendo intereses espúreos es convertirse en mercenario y, así, calificarse sin palabras.
Los individuos que componen la dictadura militar que ensombrece a nuestro país, son hombres sin ideales al servicio de una causa inconfesable. Verdaderos enemigos del Pueblo y de la Nación. Ningún argentino con ideales, podría arriar las banderas de la independencia económica, de la justicia social y de la soberanía nacional que nosotros enarbolamos. Ningún argentino bien nacido podría entregar al colonialismo la riqueza de la Patria, ni servir los intereses foráneos de un imperialismo, a través de la masacre de su pueblo y el fusilamiento de sus hermanos. Ningún hombre de honor podría deshonrar a su Patria por una paga mercenaria que obliga a encarcelar, torturar y escarnecer a su Pueblo. Los hombres han de ser juzgados por sus actos y los hechos que escalonan este año de dolores y sacrificios sin límite de los argentinos, permiten escrutar en las negras almas de la canalla dictatorial, que no ha trepidado en matar, sacrificar y escarnecer a sus hermanos, para servir a los intereses materiales de una oligarquía caduca y de un imperialismo materialista y explotador, en liquidación. La falsedad y la simulación de que han hecho gala, para que sus palabras sean explotadas por la propaganda de sus amos, dispersando por el mundo las mayores falsedades, completan este cuadro de cinismo y de crueldad. Se han llamado a sí mismos «libertadores» cuando en realidad han llegado para tiranizar a su Pueblo. Se dicen «demócratas» y han escarnecido todos los principios de la democracia. Se llaman «honrados» y han deshonrado la función pública con sus robos inauditos al pueblo y a la Nación. Se dicen «Gobierno» y no han hecho sino anarquizar al país, desequilibrando su economía, desbaratando la paz social y destruyendo todo vestigio de ecuanimidad política, en su intento de entronizar a demagogos inescrupulosos, sin votos y sin conciencia. Ahora, cuando el Pueblo les demuestra en toda forma su desprecio y su odio, terminan afirmando que «no les interesa ser queridos, sino justos», como si este sofisma pudiera destruir toda la infamia y la sangre arrojada sobre un Pueblo indefenso y una Patria vilipendiada por esta banda de alimañas que, como decía hace un año, no sólo han llenado de sangre sus manos, sino que han teñido con ella su conciencia.
Nosotros dejamos al país una justicia social consolidada, un Pueblo feliz, una economía libre y equilibrada y setenta y seis mil obras que escalonan a lo largo de todo su territorio. ¿Qué dejarán éstos?: una pirámide de cráneos humanos para que recuerde a los siglos que por nuestra Patria pasaron un día los vándalos, como un huracán de destrucción y de muerte, que no respetó ni a los niños, ni a los ancianos, ni a las mujeres, ni a los muertos. Tal era su crueldad, su inconsciencia y su furia. Estos hombres no sirven ideales porque carecen de ellos. Sólo sirven intereses.
Sí, en lo económico, son agentes nativos de los intereses foráneos, en lo social, son una suerte de «crumiros» al servicio de la explotación y la esclavitud del Pueblo Argentino. Para satisfacer a ambas cosas buscan designios políticos para servirlos con los arbitrios más execrables. Recolonizada la Nación, despojan a los trabajadores de todas sus conquistas y ahora se preparan para realizar un fraude político que les permita consolidar la infamia a través de la estafa a la opinión pública.
Derogada la Constitución Nacional por decreto, escarnecida la justicia por los jueces venales al servicio de la injusticia y la arbitrariedad, sometido el Pueblo por la crueldad de la fuerza, envilecido el Gobierno por la violencia y el latrocinio, descompuestas sus instituciones fundamentales, la canalla dictatorial se prepara para burlar al Pueblo. Para ello ha declarado fuera de la ley a la fuerza electoral mayoritaria e intenta perpetuarse en la dictadura, buscando las formas alambicadas del fraude, fabricando leyes y estatutos que lo único que harán será patentizar y documentar sus dolosas intenciones.
Algunos vestigios de dignidad, que siempre quedan aún en los indignos, se oponen a ello, no porque se persiga evitar la injusticia, sino porque se juzgan demasiado inicuas las formas de realizarla.
Entronizar una minoría insignificante, aun cuando medien las formas más ingeniosas, es sembrar vientos. Cuando un pueblo consciente de sus derechos, que sabe lo que quiere y está dispuesto a luchar por conseguirlo, se opone a ello, podemos asegurar que se prepara para hacerles cosechar tempestades. Eso será lo que pase.
Si la tiranía o sus continuadores no caen antes, la República Argentina tiene ante sí una anarquía para veinte años, en los que las luchas se escalonarán hacia los extremos más desastrosos. Esta es la última vez que la oligarquía «hace pie» porque el Pueblo está decidido a aniquilarla y la aniquilará. El Pueblo sigue la táctica del agua, que se le puede detener circunstancialmente pero, que siempre pasa. Servir a ese Pueblo, hasta en sus excesos, es ahora el deber patriótico y somos muchos millones de argentinos que estamos decididos a hacerlo.
Para nosotros no se trata de cambiar políticos u hombres, sino evitar la explotación, el despojo y la esclavitud de la Nación, de su Pueblo y de sus hombres. Frente a esa causa nada hay suficientemente fuerte como para impedir que luchemos hasta el fin, seguros que en la verdad, la justicia y la sinceridad que defendemos, está el germen de nuestro triunfo final.
A pocos días de iniciada la dictadura militar que ensombrece a la Nación Argentina, coloqué en este libro, a manera de advertencia, lo siguiente: «ESTE LIBRO SEÑALA EL GRAVE PELIGRO QUE LA DICTADURA REPRESENTA PARA EL PAÍS. PARA HACERLO RESALTAR HEMOS TOMADO LOS HECHOS MISMOS EN UNA DICTADURA EN QUE LA AMBICIÓN, LA IGNORANCIA Y LA VIOLENCIA MARCHAN APAREJADAS». Tales hechos, posteriormente, me han dado la razón en todas las circunstancias que el corto espacio de su texto me permitió comentar. Conocía a los hombres y a la función, de manera que me fue fácil deducir de ellos cuáles serían las consecuencias. En estas previsiones que han resultado proféticas, había ya anticipado la mala fe, los errores, la infamia y hasta las atrocidades provocadas por estos modernos vándalos, que luego se confirmaron totalmente en los hechos mismos.
En esta nueva edición, he querido completar el libro con un nuevo capítulo, en el que hago resaltar cómo los dictadores han encanallecido la función pública y cómo se han cumplido, desgraciadamente, la totalidad de mis vaticinios. En este nuevo capítulo anotamos hechos concretos y objetivos, que permiten al lector formar idea de lo que está ocurriendo en la Argentina de nuestros días, porque hemos considerado que la elocuencia de las acciones es más efectiva que toda consideración subjetiva. Sólo queremos mostrar descarnadamente un panorama de crimen y dolor, que azota a un pueblo, hace apenas un año feliz y confiado. Deseamos también evidenciar en los hechos mismos, todo cuanto antes nos permitió prever el conocimiento de los problemas, los hombres y los intereses que intervendrían en este drama sangriento y apasionado, que ha llevado a un país próspero y feliz, al borde del caos económico social, a la anarquía política y a un pueblo tranquilo al borde de la desesperación.
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