LA INTEGRACIÓN DEL CORAZÓN DE AMÉRICA
Publicado por Agenda de Reflexión El 10 de junio de 1974 se desarrolló en Buenos Aires la VI Conferencia de Países de la Cuenca del Plata, antecesora del Mercosur. En esa oportunidad el presidente argentino, general Juan Domingo Perón, pronunció dos discursos ante los Cancilleres de la Cuenca, el primero a la mañana en la Casa de Rosada y el segundo por la tarde en el Teatro General San Martín. En la Casa de Gobierno En lo que se refiere a estas cuestiones de la integración continental, he tenido la suerte de ser un observador directo de todo el proceso de liberación europea. Puedo decirles que ése era un problema un poco más complicado y más difícil que el nuestro. Este proceso comienza en el año 1958 con el tratado de Roma. Yo lo he vivido permanentemente y he tenido contactos con el general De Gaulle, que en realidad fue quien manejó mucho ese problema, al igual que los italianos que también trabajaron bien. Tengo conciencia –diremos así- de lo fácil que es esto, si se lo hace bien. Ellos lo hicieron bien, muy bien, y a pesar de miles de años de conflictos, guerras y una exacerbación extraordinaria de los intereses locales cuya concurrencia viene sucediéndose –repito- a través de milenios, llegaron a un acuerdo. ¿Cómo no podemos llegar también nosotros a un acuerdo para integrar países, en donde todo nos une y nada nos separa? Aquí es cuestión de hacerlo; allá era cuestión de meditarlo muy profundamente. Aquí ya ni la mediación es necesaria; es cuestión de comenzar –en mi concepto-, por crear una comunidad económica como hicieron ellos, que puso en paralelo los intereses de toda la comunidad y de esa manera, fueron arreglando los conflictos de convivencia en el campo económico y favoreciendo simultáneamente a las partes –repito- colocaron en paralelo los intereses económicos. Posteriormente, recibieron el ataque desde afuera, pero ya una vez unidos, lo contestaron –siempre esto se produce cuando hay competidores extraños extracontinentales– con el Mercado Común Europeo. Esto fue como un círculo: el ataque desde afuera y, en lo interno, la organización para enfrentarlo. Precisamente ése fue el error de Inglaterra, en el concepto de la creación de la Asociación Europea de Libre Consumo, pero, evidentemente, Inglaterra había olvidado que casi toda su producción industrial se colocaba en Europa, esto es las manufacturas. Al crearse el Mercado Común Europeo se le cerraron las fronteras y se les vino abajo la industria, teniendo que nacionalizarla en una semana. La caída de esa industria arrastró consigo la libra, que era la segunda moneda de cambio. Los americanos se vieron obligados a apuntalarla con un empréstito, pero siguieron perdiendo mientras la libra seguía cayendo. Recuerdo que en esa oportunidad, al finalizar una entrevista que tuve con el general De Gaulle, al tiempo en que yo me retiraba, éste vio a un grupo que lo estaba esperando y me dijo: “¡ésos no entran!”. Todo el proceso europeo se ejecutó y realizó con gran éxito; éxito que ha permitido manejar hoy todo el Mercado Común Europeo, en el aspecto de la comunidad económica, con criterio firme y disciplinado, si bien es posible que aún haya cosas que son arbitrarias, como los impuestos exagerados a algunos bienes de consumo como la carne. Hay que tener en cuenta que en Europa se produce carne mala y cara, pero, de todas maneras, de afuera no entra, es decir que no se puede romper el frente común. Si con todo el arrastre histórico de milenios Europa ha podido lograrlo, cómo no lo vamos a poder hacer nosotros que, en cierta medida, nos complementamos y ayudamos entre todos. Creo que ya ha pasado la época histórica en que los países se defendían solos: para el futuro creo que ningún país aislado podrá subsistir. En consecuencia, y aunque no nos gustara, tenemos que unirnos, porque estamos en la parte del mundo que posee las más grandes reservas de materias primas del mundo, en las que se tiene una gran esperanza. Pero también existe un grave peligro, porque aquellos que han agotado sus medios naturales enfrentan un problema grave para el futuro, y como son fuertes y poderosos, pueden ir a buscar lo que necesitan al lugar que sea, por las buenas o por las malas. No nos hagamos ilusiones de que la historia puede cambiar en ese sentido. Si nosotros no estamos preparados para defendernos, nos van a quitar nuestras riquezas y para ello existen muchos medios. Unidos y organizados podemos defendernos. Siempre he pensado eso, y he fortalecido mis pensamientos al haber vivido durante dieciocho años en Europa, la que he recorrido en el período posterior a la Segunda Guerra, en donde empieza una etapa decisiva dentro de la evolución mundial, encabezada por los primeros actos universalistas que se han producido. Recuerdo que en oportunidad de celebrarse en Estocolmo la conferencia sobre la defensa de los medios naturales, hablando con el presidente de esa reunión, le pregunté qué había vislumbrado en ella. Me respondió que había sacado en claro dos cosas importantes. En primer término, que ya no se habló de países, sino de la Tierra. Luego que se convenció de lo tontos que han sido los hombres, al haber muerto por millones defendiendo fronteras que sólo estaban en su imaginación. Tal vez sea un poco aventurado, pero estamos con la punta de los pies apoyada en el universalismo, en la América de las patrias; en cambio, la Europa de las patrias ha desaparecido, como van desapareciendo poco a poco las fronteras. No creo que haya un solo argumento para oponer a la integración latinoamericana. La Cuenca del Plata es, quizá, la zona más importante de América Latina, dentro de esa integración. En ella se concentra la cuarta parte de la población del continente, con un sector extraordinario para las necesidades del futuro, tanto en reservas para la superpoblación, como en medios para la superindustrialización que se va a ir produciendo.
Les deseo que tengan un gran éxito. Ya nos conocemos todos y sabemos cómo pensamos y cómo sentimos, y digo esto porque no se trata sólo de pensar, sino que hay que sentir. Hay que desarrollar una doctrina dentro del continente, porque las doctrinas no se enseñan sino que se inculcan: van un poco al corazón y un poco a la mente, y es eso lo que tenemos que hacer. En el Teatro General San Martín Señor canciller de Bolivia, general D. Alberto Guzmán Soriano; señor canciller del Brasil, embajador D. Antonio Azaredo Da Silveira; señor canciller del Paraguay, doctor D. Raúl Sapena Pastor; señor canciller del Uruguay, doctor D. Juan Carlos Blanco; señoras y señores: Deseo dar, en primer lugar y como es costumbre tradicional, la bienvenida a los señores cancilleres a este país que también es de ustedes. No puedo llamarles “huéspedes” del pueblo argentino porque dentro de nuestra gran familia americana, en cualquier lugar de América en que estemos debemos considerarnos como en la propia casa. Es, señores cancilleres, teniendo eso en nuestras mentes, que debemos trabajar para el común beneficio regional. Así lo siento y así lo digo. Esta VI Reunión de Cancilleres de los Países de la Cuenca del Plata que hoy se inaugura tiene una tarea muy importante que cumplir. Las inmensas riquezas naturales de esta región deben y pueden explotarse intensamente para beneficio de los pueblos que la habitan. Si lo hacemos en forma racional, ello permitirá convertirnos en las naciones ricas del futuro, a lo que justamente aspiramos para bien de nuestros pueblos. En un mundo donde la solidaridad no es ya más un compromiso sino una imperiosa necesidad, el contar con ese verdadero emporio de riquezas es una bendición de Dios que asegura la participación de nuestros países en las grandes soluciones que deberá tomar la humanidad en el porvenir. La región que comprende la Cuenca del Plata es el corazón de América. Tiene, como dijimos, grandes riquezas naturales y una población de un poco menos de sesenta millones de habitantes, que al finalizar el siglo se habrán transformado en más de cien millones. Población ésta que ha surgido del feliz encuentro de hijos de españoles y portugueses con los autóctonos habitantes de esta magnífica zona del continente americano. Pero si es una región con inconmensurables riquezas es también una región de grandes contrastes, donde hay lugares que tienen altos índices de mortalidad, donde hay sitios en que la asistencia médica es casi inexistente y donde se necesita luchar sin descanso para combatir el analfabetismo. Por otra parte, también en la Cuenca del Plata están situados los dos más grandes polos de desarrollo de la América Latina. Al lado de espacios económicos vacíos, hay conglomerados humanos que son de los más grandes del mundo. Los centros urbanos del Gran Buenos Aires y de San Pablo, que ahora se acercan a los 16 millones de habitantes llegarán en el año 2000 a cerca de 32 millones; es decir, se habrán prácticamente duplicado. Conseguir el desarrollo armónico de la región, teniendo en cuenta los intereses de los cinco países a que pertenece el territorio de la Cuenca. Conseguir que esas larguísimas fronteras vacías se dinamicen y se pueblen con habitantes que vivan en paz y seguridad, debe ser, en mi concepto, el propósito y el objetivo del programa a cumplir. Y esto constituye el desafío más grande que se haya hecho en nuestra época a la capacidad y a la imaginación creadora del hombre. Para enfrentar este desafío necesitamos no sólo los más modernos conocimientos técnicos, el conocimiento acabado de la tecnología de nuestros días, sino también una especial aptitud moral y una especial actitud espiritual que nos permitan ver los problemas y buscar las soluciones con una gran comprensión de nuestros mutuos anhelos y aspiraciones, y con gran perspectiva histórica. Estimo que el camino recorrido en estos siete años de institucionalización del programa de desarrollo de la Cuenca puede considerarse como positivo. Posiblemente hayan sido también los años más difíciles en que la tarea versó sobre el inventario de problemas a resolver que venían de antes y no de coincidencias sobre tareas futuras. Aún hoy existe la preocupación de lo que podemos ganar o perder en nuestro quehacer económico diario. Es lógico y natural que así sea. Pero en un programa de desarrollo multinacional no debe interesarnos en lo inmediato sino cuál va a ser la rentabilidad de nuestras inversiones en un plan a mediano o largo plazo. Si con ello contribuimos a que la región se desarrolle en forma gradual y armónica como se pretende en el Tratado de la Cuenca, a que se eleve la capacidad adquisitiva de otros sectores de la población, o que no se produzcan tensiones sociales que tienen un fuerte impacto en la economía, habremos contribuido eficazmente a consolidar la posición de todos los países de la Cuenca. Por eso el desarrollo de esta región exige que todos los países actúen con un sentido de grandeza. Siempre he dicho que los pueblos que tienen que desarrollar un rol por sus riquezas naturales o sus recursos humanos, tienen una especial obligación de actuar con ese sentido de grandeza. Y a todos nos corresponde también una tarea fundamental en ayudar a encauzar, dirigir y armonizar posibles dificultades que se presenten en esta gran familia de países hermanos. Sé también que, principalmente, el programa de desarrollo de la Cuenca es un programa de integración física, que consiste en construir caminos, puentes, utilizar los ríos, construir represas, mejorar y facilitar todos los medios de comunicación. Pero creo que en nuestros días eso ya no es suficiente. He dicho y repetido varias veces que el año 2000 nos encontrará unidos o sometidos. Es ésta una realidad que se impone al mundo americano y nosotros debemos actuar conforme a ella con la decisión y prontitud que la celeridad del proceso requiere. No debemos olvidar y sí tener en cuenta que para los países americanos en desarrollo estos años de fin de siglo van a ser de fundamental importancia. superindustrialización. Se están consumiendo aceleradamente nuestros recursos naturales no renovables, se está contaminando el planeta, algunos países enfrentan problemas de superpoblación y otros, como nosotros, la falta de mano de obra para impulsar su desarrollo. Y ese cY ese consumo indiscriminado o extinción de nuestros recursos naturales no lo hacen los países americanos sino otras naciones que los utilizan en propio beneficio. De allí la necesidad de unirnos para defenderlos y para que su aprovechamiento redunde en beneficio de sus legítimos propietarios y de la región que lo circunda. Necesitamos integrarnos, necesitamos participar de nuestros problemas, de nuestras necesidades, de nuestras aspiraciones culturales y sociales. Con esto quiero decir que la integración de la que hablo no se agota en el simple intercambio o compraventa de bienes de consumo. La integración económica es un aspecto muy importante, pero no es en absoluto toda la integración. Lo que debemos hacer es estudiar los procedimientos, analizar los métodos, las distintas formas en que podemos avanzar en el proceso de integración social, cultural, laboral, técnica y política de nuestro continente. Debemos poner énfasis en estos aspectos no económicos de la integración. Se que los señores cancilleres conocen perfectamente estos problemas, y en una u otra medida comparten estas ideas. Me he permitido hacer referencia a la integración porque creo que allí esta el porvenir de América. Es mi principal anhelo que nuestros países comiencen cuanto antes una tarea efectiva en ese sentido. Debiéramos preguntarnos por qué se han dejado de hacer en la Cuenca del Plata diversas cosas de beneficio mutuo y tratar de imprimir al proceso un ritmo mucho más dinámico y efectivo. Para ello creo que es muy importante se analicen las instituciones y las formas en que pueden ser perfeccionadas para cumplir los fines que nuestros pueblos se han propuesto. Para analizar y perfeccionar esas instituciones mi gobierno y mi país están abiertos a todas las sugerencias, a todos los proyectos, a todas las formas posibles que se propongan para ir haciendo crecer el programa de desarrollo de la Cuenca. A más del aspecto institucional, creo que podemos y debemos impulsar el programa si ponemos énfasis en aquellos proyectos en que existe un verdadero «interés común». Muchas veces nos empeñamos y nos quedamos años discutiendo los problemas que nos separan en vez de avanzar sobre aquellos objetivos que nos unen. Es natural y lógico que los países defiendan decididamente lo que creen ser sus derechos. Pero eso no debe impedir que se siga trabajando en otras cuestiones que no sean conflictivas con el amplio espíritu de colaboración fraternal y de grandeza que caracterizan al hombre americano y que pongamos en esta gesta por nuestra liberación de todo sojuzgamiento todas las energías que el apoyo de nuestros pueblos nos proporcionan para satisfacer sus ansias de mejoramiento, justicia y libertad. Señores: en esta VI Reunión de Cancilleres de los Países de la Cuenca del Plata se deberá responder afirmativamente al juicio de la historia. No dudo que la buena voluntad que ha primado en las reuniones anteriores y el espíritu de colaboración que ahora nos une hará fácil el recorrer juntos el camino que hemos elegido para obtener los resultados positivos que todos anhelamos. Señores cancilleres: lo repito, esta es vuestra casa; no solamente este recinto o la ciudad de Buenos Aires que os recibe con entusiasmo, sino toda la Argentina. Así es como mi pueblo lo siente y para mí es un placer y un honor transmitir ese sentimiento.
Juan Domingo Perón |