A propósito de la finalización del ciclo kirchnerista y teniendo muy en cuenta que el llamado “relato”, bien puede ser encabezado por la negación de la existencia de la pobreza en nuestro pueblo, nos permitimos llamar la atención sobre la tragedia que se expresa con el vivir a partir de la mentira. El documento que reproducimos, cuya autoría es de Alejandro Álvarez, contiene, además del cuerpo central, imprescindible para la reflexión sobre la crisis de la civilización contemporánea, una introducción que debe ser insertada y “hecha carne” en estas horas de abatimiento, de extrañeza y de desorientación entre muchos argentinos.
*los subrayados en la introducción del texto son nuestros |
Se pueden decir mil mentiras, pero no se puede construir con todas ellas una sola verdad.
Juan D. Perón |
NADA ESTABLE Y
DURADERO PUEDE SER
FUNDADO EN LA MENTIRA
Propuesta elevada al Primer Encuentro Nacional
SOLIDARIDAD
01-12-1992
ÍNDICE
1- INTRODUCCIÓN
2- LA HISTORIA
3- UNA RELECTURA DE LA HISTORIA
4- LA LLAMADA “REVOLUCIÓN
MUNDIAL”
5- LAS NACIONES
6- LA LÓGICA OLIGÁRQUICA
7- ARGENTINA: LA PRIMERA NACIÓN POST-RENACENTISTA
8- PROCREACIÓN, TRABAJO Y CULTURA
9- SOLIDARIDAD, CLAVE DEL FUTURO
10- SOLIDARIDAD, MATRIZ CULTURAL Y MOVIMIENTO
APÉNDICE:
A- ALGUNAS CONCLUSIONES
B- “OBJETIVOS BÁSICOS COMUNES”
NADA ESTABLE Y DURADERO PUEDE SER FUNDADO EN LA MENTIRA
A esta Argentina triste, enajenada y sin rumbo, donde todo parece hundirse en la nada, está dedicada la presente apertura al diálogo fecundo.
1.- INTRODUCCIÓN
Siempre hemos creído en el diálogo, sin ser tontos ni ingenuos, y lo hemos practicado entre nosotros y con nuestros oponentes circunstanciales, creímos y seguimos haciéndolo, en la humildad y en que la verdad habla sin artificios. Sabemos de muchos, “inteligentes” para hacer daño, de otros, “vivos” para hacer trampa, pero también sabemos que solamente el pueblo está dispuesto a construir un Hogar para todos los argentinos.
Estamos cansados de palabras, por eso hablamos, porque no dejaremos que nos incomuniquen mediante el recurso de confundir términos y vaciar nuestro idioma y nuestro lenguaje cotidiano a través de los medios de “incomunicación social”. Creemos que la palabra es sagrada más allá de toda “mancha” o carga que se le adjudique y no estamos dispuestos a clandestinizar nuestro lenguaje porque así lo deseen los circunstanciales usufructuarios de los medios.
La mentira y la miseria van siempre juntas, aunque hoy estén acompañadas de la soberbia y el escándalo. Esta abrumadora conjunción es una de las plagas que ha caído sobre nosotros. Amenaza con destruirnos como personas y como entidad colectiva. Son muchos los argentinos que aceptan hoy el escándalo sin darse siquiera cuenta, como si tuvieran un callo formándose en el alma.
Esta dureza, que se llama dureza de corazón en nuestra lengua, ensimisma y aísla, que es precisamente lo que nos proponemos evitar con la presente invitación a dialogar. La mentira, por su parte, hace su obra, porque aunque tiene las “patas cortas”, muchos son los que dudan aún, de sí mismos, de sus amigos, de sus familiares y de su patria, y por supuesto dudan también de su destino en tanto su única posibilidad de realización, sería solamente una comunidad que se realice.
Hay soberbia en abundancia en esta Argentina aplastada. Soberbia de la llamada “dirigencia” de toda laya y extracción que, rotosa y arrastrada, se pavonea en el más abyecto ridículo por todos los escenarios que medios de comunicación y gobiernos extranjeros le ofrecen siempre que se trate de denigrar a los argentinos, a la Argentina, a América del Sur o a nuestra cultura, y siempre a cambio de entregas cada vez más asombrosas y miserables.
Hay finalmente soberbia y dureza en los llamados “intelectuales” que han abandonado -si alguna vez la cumplieron- su misión en la comunidad, renunciando a reflexionar sobre su propia realidad y enajenando sus cerebros, su “materia gris”, a unas técnicas y unas ciencias que no son para nada inocuas o “apolíticas”, sino que muy por el contrario se han convertido en las explicaciones de por qué nada se puede hacer o en las justificaciones de que todo lo que se hace, se hace con técnicas aprobadas. ¿Por quién?
También los verdugos trabajan con técnicas aprobadas y probadas, pero sólo son verdugos. El pensar se ha convertido en “juego” lucrativo si se realiza de acuerdo a la lógica de la justificación de la ausencia de todo “signo característico de humanidad”, precisamente en las cuestiones más graves y que más afectan al hombre mismo y por lo tanto a la humanidad en su conjunto.
Estamos atravesando, mejor se diría sufriendo, una época de convulsiones gravísimas de carácter planetario. La crisis argentina tiene raíces profundas en nuestra propia realidad, pero se ha ligado y confundido con la explosión de una crisis mundial sin precedente conocido.
No se trata de una crisis de las que la llamada modernidad nos ha tenido acostumbrados desde su aparición en la historia de Occidente, sino de la crisis de la civilización occidental misma. La llamada Revolución Mundial -la revolución mercantil y el Renacimiento, la revolución protestante, las revoluciones inglesas, la revolución francesa, la revolución industrial, la revolución rusa, la revolución fascista, la revolución tecnológica, dos guerras mundiales, más de 400 conflictos “coloniales” incluidas las llamadas revoluciones nacionales del mundo periférico- todo lo que ha configurado, al menos en la “vidriera”, el mundo en que vivíamos, es lo que se ha precipitado en la crisis. La crisis de la Revolución Mundial como proceso ha puesto definitivamente en crisis a la Civilización.
El orden que se ha derrumbado estaba basado en un precario equilibrio que no era ni el terror ni el chantaje atómico, sino el reparto de los beneficios de la explotación de todo el planeta en partes desiguales entre los diversos “enemigos” aparentes, pero socios reales desde Yalta. Hoy, o apenas ayer, anunciaron el fin del acuerdo de Yalta que siendo pésimo como fue, ha demostrado, a juzgar por los efectos de su ausencia, la necesidad de un orden, ya que ningún acuerdo es posible en el medio del caos.
Es precisamente el caos que reemplaza a aquel orden injusto, lo que ha instalado la crisis o en lo que la crisis verdadera y únicamente consiste. Llamaban los griegos cosmos al orden del universo a imagen del cual debía organizarse la familia humana y denominaban caos a la nada. Mas nada hay que lamentar, no era un buen mundo, y si se hunde es por su injusticia esencial, que es su único rasgo perviviente aún. El Nuevo Orden Económico Internacional no es ninguna de esas cuatro palabrejas.
Es sólo una cortina de humo detrás de la cual se pueden ocultar las desnudeces de la miseria moral, política, económica y sobre todo humana de los inútiles pomposos e ineptos que dicen ser los dirigentes del planeta, incapaces de reconocer lo que tienen ante sus ojos, ciegos y sordos a todo y a todos; ciegos guiando a otros ciegos camino al abismo.
Hay, sin embargo, algo destacable en la crisis y son las grandes ausencias; ausencia de un algo o alguien que pudiera descubrirse detrás de esta situación, un interés o un grupo de ellos, una nación, un bloque, una conspiración, algo o alguien a quien responsabilizar por el desastre, nada, y es ésta la primera ausencia. La segunda, aunque sea la más importante de ambas, es la ausencia -al menos en los medios de comunicación y en la conciencia de la mayoría de los dirigentes- de la presencia de la Providencia en el quehacer histórico del hombre.
Ambas se explican mutuamente ya que esa y no otra es la medida exacta de la crisis. La nada, una nada que niega toda posibilidad a la humanidad en su discurso y en los hechos, como los argentinos lo venimos experimentando, no puede sino ignorar -esto es negar- a la Providencia y a sus obras. Recordamos las palabras de nuestro maestro cuando hablaba sobre la Sinarquía, que no es otra cosa que “sin gobierno”, he ahí el desemboque verdadero de lo que sucede. Así estamos los argentinos, sin gobierno, a merced del viento que sople o la influencia circunstancial económica, política, ideológica o personal que se ejerza sobre quien sea el que en cada momento, por puro azar o proximidad, puede tomar una decisión.
Pero ninguna decisión puede realizarse tampoco, salvo las que se refieran a bienes fungibles o muebles, comisiones, coimas, etc., todas de carácter portátil, o sea una política y una economía “pret-a-porter” que incluye la profusión de “regalos” disfrazados de inversiones o de “privatizaciones”, que sólo son vaciamientos encubiertos.
La razón principal de ello no es nuestra resistencia, sino la absoluta y total inanidad de las estructuras del Estado y de las estructuras (de alguna manera hay que llamarlas) políticas y por contraparte la absoluta ausencia de interés en todos los que se acercan en quedar “pegados” al terreno o a “las cosas”, ya que ésta es una época donde todo lo que se maneja en materia de capitales o bienes son solamente símbolos. En rigor, símbolos de símbolos, o sea “bytes” de computadora que representan dinero, el que se supone que representa, a su vez, a los capitales o bienes. Esas son las famosas “inversiones”.
Pero en el medio mismo de lo que puede parecer una crítica a lo que sucede, debemos reflexionar sobre el verdadero valor de la crítica en tanto tal. No es, de ningún modo, vanidad pretendidamente intelectual, sino muy por el contrario una necesidad de aclaración íntimamente ligada con la profundidad de la crisis; sobre todo con la capacidad del hombre argentino de pensar la crisis y reflexionar su particular aporte a la resolución de un problema que atañe a toda la humanidad.
La crítica en tanto proceso inevitable en la formación del juicio que es uno de los procesos normales de todo pensar, no requiere explicación alguna; mas es de otra forma, con otro contenido conceptual, como la palabra crítica se ha convertido primero en una palabreja y luego en una verdadera pesadilla para toda posibilidad de pensar, aunque también su empleo a destajo ha influido gravemente en las conductas sociales y políticas del mundo occidental y no precisamente en un sentido positivo ya que también ha trabado la acción.
El pensar crítico o dialéctico que comenzara en Grecia, continuara en el Medioevo y culminara en Hegel y finalmente en Marx, ápice de un supuesto criticismo que desarrolló los aspectos formales o materiales de los conflictos de la sociedad y de la historia, saltándose nada menos que a Dios y al Hombre, ha terminado dejándole la sensación de la inutilidad de todo pensar que no fuere un pensar de la crítica o sea un pensar en constante crisis.
El vicio así constituido ha dejado a los intelectuales al margen de su propia misión, o ha incentivado el elemento “juego” que algunos aspectos del pensar poseen. Esta esterilización de la reflexión ha dado frutos sumamente amargos y finalmente ha dejado a Occidente -al menos al Occidente oficial, hijo de la Revolución Mundial- inerme frente a su propio derrumbe; mas también lo ha entregado a la voracidad sin límite de un grupo no muy grande de oligarcas internacionales sin tierra, sin sangre y sin creencia alguna, dominados por dos grandes pasiones que los han convertido en desalmados: la negación de la Creación y hacerse en consecuencia propietarios (apropiarse) del resto de la humanidad.
Es por estas razones y otras que sobreabundarían, que no nos proponemos el ejercicio de la crítica más allá de las necesidades en la formación del propio juicio, ya que el pensar no se perfecciona con la crítica sino muy por el contrario se aniquila, tampoco en política la crítica construye sino que termina por aniquilarla en tanto tal, y no es esa nuestra intención. Todo ello es para permitirnos una verdadera reflexión tanto sobre la crisis como sobre las soluciones para el futuro.
La actual situación política que vivimos siendo, como es, hija de la crisis general, no ha menester de crítica alguna que, a tono con lo que la hoy llamada política nos tiene acostumbrados, cayera en lugares comunes y nos dejara sin comprender los rasgos esenciales del futuro al que no encontraremos haciéndonos eco del comadreo de alcoba que la preside, sino profundizando en nuestra propia realidad y en el conocimiento de la crisis global que es su causa, su motor y su marco.
2.- LA HISTORIA
Cada generación a la que se le plantea el desafío de comprender su realidad para poder o bien cumplir con su destino o meramente sobrevivir, ha comenzado por generar una revisión de su propia visión de la historia, para luego profundizar en otras revisiones que, guiadas por la “maestra de la vida y luz de la verdad” en el decir de Cicerón, le permitieran comprender su situación tanto como la de su tiempo y por ello, formularse las tareas de su misión en tanto justificar su paso por la vida.
Una generación, se podría decir, no es la mera sucesión viviente del pasado, no es tampoco, necesariamente, la innovación absoluta, tanto como no sólo está constituida por los nacidos coetáneamente. Una generación es una misión históricamente encarnada.
Y una misión histórica se puede aceptar o declinar, aunque declinarla signifique su desaparición en tanto entidad histórica definida, la pérdida de sentido en la vida personal de sus individuos, incapaces así de ser personas y aún el riesgo para la comunidad histórica de la que forma parte, de su hundimiento o aniquilación.
La misión histórica de la generación de argentinos, que se asuman como tales, será la de habilitar a la comunidad de la que forman parte para continuar existiendo como entidad histórica diferenciada en esta situación concreta y de cara al futuro, sea éste cual fuere, es también su única posibilidad de alcanzar, para cada uno de sus miembros, la posibilidad de “personalizarse”, constituirse en personas verdaderas no en meros individuos, teniendo en cuenta aquella máxima de nuestro sabio General, de que nadie puede realizarse en una comunidad que no se realiza.
No debernos temer hacer nuestra interpretación de la historia, tanto lejana como próxima, si estimamos que de ella habremos de sacar la suficiente luz como para iluminar el presente que agobia a muchos y confunde a todos. No es cosa sencilla y lo que más se teme generalmente no es el pretexto de no coincidir con la “verdad histórica” sino el compromiso que una lectura determinada de la historia genera en el presente, en la acción y en el pensamiento, y en el futuro, como proyecto para la comunidad y las personas.
Todas las interpretaciones de la historia son verdaderas y falsas en cierta medida, dicho sea no por eclecticismo, sino por compromiso, ya que la verdad o falsedad de cada interpretación sólo se pueden medir con el grado de luz o de eficacia que emerge de ellas en el presente y como andamio para construir el futuro. Es que cualquier reinterpretación de la historia sólo es verdadera en la medida de su fertilidad y es falsa en la de sus esterilidades. Al margen de todas las Academias.
3.- UNA RELECTURA DE LA HISTORIA PERO ¿TIENE UN SENTIDO” LA HISTORIA?
Más allá de todas las discusiones académicas sobre el tiempo, es la vida misma del hombre la que tiene un “sentido”, y este sentido, que cada persona debe asumir para precisamente serlo, no es otro que el de su plena realización como tal, realización que no solamente no excluye a nadie, sino que muy por el contrario de ello, debe incluir a toda la comunidad so pena de que nadie pueda realizarse. Aquí es donde la historia encuentra su sentido verdadero que es la realización de la Humanidad como tal y en tanto tal, preparación y puente de su propia eternidad.
“Sentimos, experimentamos, que somos eternos”; diría el sabio General en la última línea de “La Comunidad Organizada”. Y esos sentimientos y experiencia son una experiencia política, además de religiosa y mística. En tanto experiencia política, la construcción de la comunidad no puede menos que ser colectiva, y en tanto sentimiento, no puede ser más que personal. Es personal y colectiva en la construcción de la persona y la familia y lo es también en la comunidad. Es, además, trascendente, en los dos planos del espíritu y de la historia.
Y es finalmente personal e intransferible como la libertad de cada hombre y como su irremediable responsabilidad resultante. Luego, ése es el “sentido” tanto de la historia como de la vida personal, familiar y comunitaria de cualquier comunidad humana histórica y también de su supervivencia: la consecución de los fines para los cuales el hombre existe diferenciado del resto de la vida sobre la tierra, fines físicos, materiales y fines espirituales, superiores al hombre mismo. Fines, todos ellos, que se convierten en la única finalidad admisible de la sociedad y de la política, en consecuencia.
Será entonces enemigo de la humanidad, y ésta implica hasta el último de los hombres, todo aquello que se oponga o impida la consecución de las finalidades expuestas, pero ¿quién es este enemigo? La respuesta es simple: el hombre mismo. Esto es, algunos hombres, mas
¿Pueden ser identificados? Sí, es posible. Y es aquí donde podremos comenzar a reinterpretar la historia o releerla.
UNA “ ENFERMEDAD ENDÉMICA”:
La oligarquía, como forma política, es una “enfermedad endémica” de la humanidad, que la ha acompañado a lo largo de toda su historia conocida, produciendo siempre los mismos fenómenos y efectos. Extrañamente, sólo dos procesos han permanecido incólumes a lo largo de todas las épocas y lugares, la lucha de la humanidad por asumir su sentido y la presencia de esta “enfermedad” que intenta anular los efectos de esa asunción y de ese sentido.
Todos los demás fenómenos históricos, o casi todos, son o pertenecen a una época dada, mas estos dos, no. Así es posible ver que tanto las periodizaciones, de que tanto gustan los historiadores, o las ideologías del “progreso” o del “retroceso” -que también existen- son solamente interpretaciones, que no toman la historia como historia de toda la humanidad sino únicamente de una parte -la parte visible siempre que se crea que hay quienes hacen la historia y quienes la sufren- el resto, generalmente los pueblos, es sólo una “comparsa” o un telón de fondo para los personajes individualizables.
Mas todo eso no es cierto; creyéndolo es que han caído en no comprender, perdidos en un mar de interpretaciones que dejan afuera al hombre, esto es a todos los hombres, que es lo que verdaderamente está sucediendo en la actualidad misma, o sea qué sentido tiene lo que ocurre. Y lo que ocurre tiene un sentido. Razón por la que hemos insistido, quizás cargosamente, en hacer una relectura de la historia.
LA LUZ NECESARIA
Dijimos, la oligarquía es una enfermedad endémica de la humanidad, y es un mal que se repite, que reaparece, que pese a toda idea de progreso o de “avance”, vuelve a repetir los mismos “tics” una y otra vez. No tiene en cuenta ni época ni lugar, es siempre igual a sí misma, y hasta puede llegar a pensarse que es el “testigo” de que los mentados progresos de la humanidad no son tales, aunque es también el acicate y el impulso para un avance que se mide de otra forma que como nos han acostumbrado a medir, cuantificando y sin aplicar calidades que abarquen a todos los hombres.
O se han equivocado o lisa y llanamente han mentido aquellos que han intentado leer el sentido de la historia. Lo uno y lo otro ha ocurrido frecuentemente. Mientras esa lectura no abarque verdaderamente tanto a todos los hombres como a su sentido y finalidad el avance será penoso y el retroceso fácil.
No hay repeticiones en la historia salvo por parte de los enemigos de su finalidad, que reaparecen en la misma medida en que no aprendamos a conocerlos, conocernos y combatirlos.
Aunque más que combatirlos, lo importante es que nadie pueda convertirse en un enemigo o en un portador de esa endemia. A la luz de estas ideas y de esas realidades es que la historia sería solamente la historia de los pueblos -de la Humanidad- por hacer su camino y su relación con la oligarquía que lo hace retrogradar en cada “brote”.
LAS RAZONES DEL LOBO
¿Cuáles serían sus razones? En la Civilización Occidental, las razones en su origen se confunden con el origen mismo de la polis griega que ha sido una de las matrices de nuestra sedicente civilización, quizás la más importante por su perdurable influencia. Allí cobró su primera y más permanente forma y características, allí elaboró una contra-cultura, una metodología y una idea, central en su sistema, que es concebir al hombre como un “animal” y que la tierra está poblada por dos, sí leyó bien, (2), razas: los hombres “verdaderos”, o sea los oligarcas y los “otros”, he ahí, de paso, el origen de todos los racismos casi de cualquier época y lugar.
Pusieron también en práctica la peregrina teoría, que hasta hoy sostienen y practican: “el bien más preciado es apoderarse de los otros”. La única propiedad que tiene sentido, para ellos, es la propiedad de otros hombres, cualquier clase de esclavitud -y ha habido y hay muchas- conlleva esa conciencia y es naturalmente oligárquica. Mientras tanto encubrieron y encubren esta meta con la apropiación, casi siempre indebida, de la tierra y de las cosas, sean las que fueren; no es que no sean ávidos de los bienes materiales, muy por el contrario, lo son, pero ocurre que su finalidad más importante consiste en apropiarse del hombre mismo.
Perdiéndose a sí mismos en ese proceso, ya que la apropiación del otro me esclaviza, no han sin embargo cejado en el intento y ello indica que no ha aprendido aún lo suficiente la humanidad de sí misma o de su historia o que ha olvidado lo que no debía haber olvidado. Entonces el tema, obsesionante, de la contracultura oligárquica, se escucha detrás de las distintas melodías que cada época intenta, sin cambios pero sin cesar.
No obstante, la humanidad ha avanzado por su propio camino, por la senda de intentar alcanzar aquellas sus finalidades que no varían en absoluto con las épocas ni con los lugares, esa peregrinación es la historia de los pueblos que tiene como protagonista no a personajes más o menos disfrazados por el interés del historiador o de su época, sino al hombre mismo, a cada persona, a las comunidades y a las naciones, si las miramos con estos ojos que no son, a no dudar, los ojos con los que las diferentes variantes del llamado “nacionalismo”, en todas las épocas, ha intentado explicarse el fenómeno.
Mas el hombre no es el amo de la historia, vive en ella, es en ella, pero el control de la historia es otra cuestión. Desde el mismo origen de la idea y la consiguiente práctica en la historia, lo que engendra el creer ser el amo de lo que sucede es típicamente un tema de la contra-cultura oligárquica. Los pueblos no piensan ni sienten de esa forma y jamás lo hicieron, la humanidad sabe que el lugar de la Providencia no es el de ella. El hombre sabe que puede y debe cooperar en el desarrollo de la Creación, sabe además, que ni se creó a sí mismo ni es hijo de la “casualidad” darwiniana que lo animaliza.
Esa es, precisamente, su dignidad, su libertad y es también la asunción de su ineludible responsabilidad. La Razón, que llevó a los excesos de la locura a Occidente, hoy abandona toda medida y coherencia pretende encubrir sus desnudeces con harapos. La contracultura oligárquica incentiva el carácter lúdico de la razón para esconder el absoluto absurdo en que ha caído y sobre todo su falta de alma.
Es que la oligarquía nos propone la misma propuesta de Mefistófeles al imprudente Dr. Fausto, debemos venderle el alma a cambio de “los goces de
este mundo”. Esa es la propuesta y la práctica que a lo largo de la historia esta “enfermedad” ha desarrollado y ejecutado.
¿QUÉ ES LA OLIGARQUÍA?
Aunque la pregunta parezca redundante, es absolutamente necesaria ya que la palabra ha sido muy traída y llevada en el último siglo, no siempre refiriéndosela a lo mismo. Para que el diálogo fructifique, debemos hacerlo de modo de entendernos, con precisión y claridad; definamos, por lo tanto, a qué nos referimos con la palabra oligarquía.
Desde el punto de vista político se universalizó (para los argentinos) el término oligarquía como sinónimo de la burguesía terrateniente, sobre todo de la Provincia de Buenos Aires; se extendió, a través de nuestras luchas políticas y civiles a todo aquello que se refiriese a una política antipopular y antinacional. La historia de este siglo fue marcada, aquí entre nosotros, por la llamada “lucha antioligárquica”.
Sin embargo, esta acepción del término es sólo una parcialidad que hoy en día tiende más a confundir que a aclarar, puesto que el fenómeno así designado ha dejado de ser relevante en nuestra realidad. No obstante lo cual asistimos a un proceso oligárquico típico que se ha instalado, aparentemente contra toda razón, en nuestro país y que guarda grandes similitudes con aquel de la correctamente denominada “Década Infame” que el gran argentino José Luís Torres estigmatizara.
La oligarquía no es una clase social, tampoco es fundamentalmente una forma de gobierno, aunque ambas dos cuestiones estén presentes en un gran número de los ejemplos de procesos oligárquicos conocidos. La oligarquía se reconoce por una forma de “ver” el Mundo, de concebir la Humanidad y de reconocer al Creador.
Cualquiera puede ser oligarca, no importa si es rico o pobre, grande o pequeño, colorado, blanco o negro, lo que importa es la conciencia referida a estas tres cuestiones principales.
Dijimos anteriormente que la oligarquía era una enfermedad endémica de la humanidad, y más precisamente, es una enfermedad de la cultura que implanta en las situaciones que le son propicias su forma “enferma” de concebir a Dios, a la Humanidad y al Mundo, desarrollando los temas no de la cultura sino de la contra-cultura. Definir la contra-cultura es definir la oligarquía misma. Los temas se perecen a los temas culturales de la Humanidad mas son precisamente su opuesto.
Lo que hemos llamado oligarquía posee una ideología contra-cultural completa que desarrolla los siguientes temas:
1- es “dualista”, desde el punto de vista teológico y de principios, el bien y el mal son dos principios iguales que se oponen en la Creación, y la Historia no es más que el desenvolvimiento de su eterna lucha, de modo tal que el hombre puede y debe alinearse con cualesquiera de ambas fuerzas, ya que da lo mismo, pues están absolutamente fuera del control y aún del conocimiento del hombre. Así es que el temor de Dios se convierte en apaciguamiento del Mal. De allí la muerte de la libertad del hombre y la ausencia de responsabilidad personal de cada uno de sus actos, además de un sinnúmero de secuelas que sería largo enumerar, pero que son fácilmente deducibles.
2- respecto de la Humanidad, es natural la aplicación de la misma lógica “dualista”, que por otra parte la oligarquía aplicara a todo, concibiendo la existencia de dos razas sobre la tierra, los “hombres verdaderos” o sea los oligarcas y los demás, que han sido creados para servirlos y para ser propiedad de ellos, “herramienta que habla”, llamara Aristóteles a los esclavos. Ya lo hemos dicho, todo racismo y toda otra sospechosa generalización similar aunque esté basada en otra división tiene este espurio origen. Sus resultados están a la vista.
3- es “materialista” respecto del Mundo, aunque su materialismo esencial se ha perfeccionado con los tiempos sin dejar de ser lo que verdaderamente es: mero imanentismo de cuño pragmático y grosero. Pero el encubrimiento de esa tosquedad ha progresado y se convirtió en las actuales teorías acerca del espíritu como emanación o evolución de la materia, llegando a grados increíbles de perversión ideológica como la intención de asimilar el movimiento de las partículas elementales a la llamada “espiritualidad budista”, que es, por otra parte, tan espiritual como un clavo.
Todos estos elementos combinados constituyen el “complejo contra-cultural” y determinan así la naturaleza de lo que hemos dado en llamar oligarquía. Quizás sea necesario afirmar que también como secuela del complejo contracultural oligárquico, se gestan formas de gobierno, se aglutinan pueblos o estados o clases sociales, mas es sencillo reconocer cuando el proceso es enfermo de cuando es sano, con la simple aplicación de las definiciones principales expresadas.
Ahondando en la dilucidación del fenómeno que nos ocupa diremos que paralelamente al agotamiento de cualesquiera forma de gobierno o de organización de la sociedad humana (en torno de un hombre o un grupo de hombres, de un sistema, de una ideología, sea por la espada, la convicción o la necesidad) aparece la oligarquía como reemplazo de forma tal que asume cualesquiera también de las formas antedichas, para, transformándolas en las suyas propias desenvolverse según sus propias leyes que son así “similares” a cualquiera de las leyes de la humanidad en su historia, sólo que son verdaderamente su opuesto.
Es entonces, la oligarquía, al menos como forma política, un signo de la decadencia de cualquier sistema de los conocidos, mas si sus dirigentes poseen tanto la inteligencia como el tiempo suficiente, tiende a establecer un régimen permanente, ya que en general tienen poca duración, donde el complejo contracultural tiende a desarrollarse, tanto como su producto más importante así como su soporte más serio.
Se prueba así que no es una enfermedad de algunas sociedades o de algunas formas de gobierno, como creyeron los clásicos, sino una enfermedad de la Humanidad misma, es una enfermedad “noógena” de la especie, una suerte de abandono u olvido del sentido de la vida tanto por parte de las personas como por los pueblos o las Naciones.
Es la ausencia no solamente de sentido, sino también y por consiguiente, de la conciencia respecto de la finalidad del hombre sobre la tierra. De allí que el restablecimiento de la conciencia tanto sobre el sentido de la vida como sobre las finalidades o teleología del hombre, de la familia, de las comunidades y de las Naciones es la cuestión esencial para salir de la situación de crisis del mundo actual y recomenzar, de esta forma, una nueva etapa en el camino del hombre.
Lo que aparentemente es un abandono de la misión y del destino, es en rigor un abandono por el hombre de su propia naturaleza, una renuncia a su responsabilidad y por ella, también de su libertad.
La mentira de la libertad ilimitada termina con la libertad misma ya que la aparente supresión de los límites no es más que la extensión del caos, de la nada, del desorden, que terminan sumiendo en la más abyecta de las miserias de la servidumbre a todos los hombres, la servidumbre también del espíritu.
Este neopaganismo o neobarbarismo amenaza con terminar no solamente con esta civilización en particular –Occidente- sino con todo rastro de civilización sobre la Tierra. Nada puede esperarse del caos ni tampoco de un pseudo-orden que guarde las apariencias mientras permite que esta verdadero “cáncer” siga carcomiendo a la Humanidad. Se deben atacar las causas mismas para eliminar el problema y, no casualmente, el atacarlas es lo único que engendrará una nueva Civilización.
4.- LA LLAMADA “REVOLUCIÓN MUNDIAL”
Hemos señalado anteriormente, que la crisis de la Civilización es en realidad, la crisis del proceso llamado de la “Revolución Mundial”. Pero ¿qué es la “Revolución Mundial”? No es otra cosa que la reacción neo-pagana a la propuesta histórica de la Cristiandad, vivida como respuesta de la ciudad frente al campo, de la historia (hominizada en la medida de su desacralización) frente a la naturaleza (reino de lo inconciente, de la oscuridad y de la “irracionalidad”), del individuo frente a la comunidad y finalmente de los ricos frente a los pobres.
Se puede decir que el procese llamado de “revolución mundial” es realmente una revolución de los ricos contra los pobres, siendo portador inevitable también, de la enfermedad endémica de la contra-cultura oligárquica, a la cual ha ido adhiriendo, perfeccionando y aplicando en ámbitos cada vez más amplios y profundos en todo el planeta. ¿Ha cobrado conciencia del daño que realiza? No se puede hablar de conciencia si hablamos de una enfermedad, sin embargo, ha aprendido a sobrevivir y a protegerse, tanto como algunos microbios “aprenden” a defenderse de
los medicamentos con que se los combate. Se ha hecho de más en más “resistente” a las medidas políticas, ideológicas, sociales y económicas con las que usualmente se la había combatido con éxito.
El intento de “vaciar” paulatinamente el lenguaje, la capacidad de reflexión, el empleo perverso de los medios de comunicación, la “manipulación” y el crimen, son parte de sus defensas acrecentadas con el retardo en la toma de conciencia por parte de la humanidad del peligro que la amenaza y también producto de la rápida reacción frente a los estímulos, que este sistema ha desarrollado.
Mito es una palabra griega (mithoi) que significa precisamente “palabra”, aunque en el sentido de Palabra sin proferir, vivida y sentida. Por eso los “Mitos son verdades que los pueblos han incorporado a su acervo cultural y han conformado también nuestra cultura. Alrededor del siglo XVI o XVII, el desarrollo del proceso de la “revolución mundial” impuso un nuevo concepto de la palabra “mito” como si significara “mentira” (de modo que la cultura popular fuera desprestigiada y la tradición abandonada, cosa que ocurrió entre los nuevos intelectuales que podían demostrar así su “sapiencia”) que es lo que hoy se quiere decir, al decir que algo es… “un mito”.
No nos opondremos, por ahora, a dicha acepción torcida del término pero la aplicaremos a la llamada “revolución mundial” al mencionar sus mitos.
La “revolución mundial” comenzó con la llamada “revolución protestante” que engendrará las guerras campesinas en el centro de Europa y dará a los aristócratas protestantes la capacidad de repartirse los bienes de la Iglesia y desproteger a los campesinos, encendiendo la mecha de los procesos subsiguientes. Las revoluciones de Inglaterra que permitieron la creación del sistema oligárquico más feroz, enemigo del hombre y persistente en el tiempo de que haya memoria.
La revolución industrial, que esclavizó a millones y contra sus secuelas reaccionó el anarquismo y el marxismo, mitos contemporáneos alimentados por los mitos de la revolución francesa que no liberó más que a quienes se enriquecieron porque ya eran ricos, no igualó más que en la miseria a campesinos y trabajadores y cuya única hermandad o fraternidad fue entre los franc-masones, convertidos andando no mucho tiempo en los partidos ilegales y secretos, de todo colonialismo y todo atropello a los pueblos.
La revolución norteamericana, que comenzó como un intento más o menos serio de crear al “granjero libre” en una “comunidad libre” en el pensar de los “padres fundadores”, pero que basada en los mitos protestantes terminó construyendo una República Imperial y finalmente el rebrote oligárquico más peligroso y virulento de esta turbulenta historia más parecida a una comedia de errores que a aquel mito del “progreso constante y ascendente” en el que todavía duermen muchos su sueño del que despertarán o morirán lastimosamente dormidos.
Por otro lado el costo de la tecnología se mide en nuevas servidumbres para los pueblos y nuevas ignorancia desconocidas hasta ahora para el hombre. El universo tecnológico está fuera del alcance de los “pobres” sean hombres o naciones. Y aunque esto sea también una mentira más, como la calumnia, es un “venticello” que penetra y hace su obra.
La “revolución mundial” está completada. Y también se muere. El proceso comenzado hace quinientos o seiscientos años ha terminado y no precisamente con éxito.
5.- LAS NACIONES
Uno de los primeros subproductos del inicio del proceso de la “revolución mundial” fueron los Estados Nacionales, que concebidos sobre la base de ciertas unidades todavía con carácter de soberanía señorial y para limitar y combatir la capacidad de unidad de la Cristiandad, fueron evolucionando hacia formas cada vez más agresivas a lo interno y en lo externo, buscando la utopía de la “unidad perfecta”, que implica unidad territorial, política, racial, idiomática y religioso- cultural.
No se podía aspirar a lograr tamaño objetivo sin el desarrollo de una feroz lucha “cultural”, que en realidad escondió los factores de simple predominio de grupos enriquecidos y oligarquizados en la búsqueda verdadera de su supervivencia frente al resto de la humanidad. La Cristiandad fue así abatida, y hoy se puede ya percibir sin velos ideológicos, por otra parte todos del mismo cuño, cuáles eran los objetivos que terminaron motorizando ese proceso. La esclavitud de toda la Humanidad.
Sin embargo afirmamos la legitimidad y la autenticidad de las Naciones como entidades con personería y soberanía cultural, y más luego y en consonancia, política, social y económica. Nuestro sabio General nos hablaba del Nacionalismo Cultural señalando de esta forma cuál habría de ser la lucha central del futuro, que ya es hoy, para nosotros.
Las Naciones como idea de asiento físico de los Estados y más luego, con Hegel, de los Estados como resumen (encarnación del espíritu absoluto) tanto de los pueblos como de las naciones mismas, ha torcido una vez más el proceso en el sentido de la contra-cultura, intentando imposibilitar los estados nacionales al marcar una vía sin salida para su desenvolvimiento, por un lado, y por el otro, dentro de la misma conciencia habilitando el llamado Gobierno Mundial que no es otra cosa que el “sin gobierno”, la Sinarquía o sea la oligarquía como sistema planetario. La enfermedad se ha convertido así en una pandemia que amenaza con hacer desaparecer a la humanidad.
Así como el proceso de la llamada “revolución mundial” nació de la pandemia que eliminó a los dos tercios de la población de Europa en el siglo XIV (la peste negra), es posible que paralelamente, la pandemia oligárquica termine dando origen a una nueva Civilización, cerrando así el ciclo iniciado en aquel momento, con la finalización de la peor de las secuelas de la “peste negra”: la oligarquía como sistema.
Pero no todas las Naciones se originaron en el mismo proceso, esa pretendida unidad de proceso es otro de los mitos de la “revolución mundial”, algunas no tuvieron ese origen que pudiéramos llamar “artificial”, sino otros orígenes que se podrían, por el contrario, llamar naturales.
Tal es el caso de España, que tiene en particular para nosotros una importancia nunca desmentida, aunque haya algunos que lo lamentan, lamentándose al par de no ser lo lo suficientemente rubios y anglosajones, para mejor vender su alma. La Nación Española se forjó en el complejo proceso de la Reconquista que durante ochocientos años (ocho siglos) precedió a la Conquista (1483, toma de Granada; 1492, descubrimiento de América), Colonización y Evangelización de América (1492)
Porque no es éste el momento y lugar de hacer una historia de América o de rehacerla, sino el de ir a nuestro objeto inmediato que es la Argentina y la digresión que servirá para comprender nuestras verdaderas posibilidades, nuestro potencial y también nuestras auténticas raíces.
6.- LA LÓGICA OLIGÁRQUICA
Aunque parezca extraño, la oligarquía posee una lógica, que aunque es una lógica que tiende a justificar el conjunto de la contra-cultura, no deja de ser un orden, dizque del pensar, que es posible analizar y controvertir. Es una tarea pesada y quizás árida pero es necesario al menos esbozarla para comprender en profundidad el camino que se abre ante nosotros.
La lógica oligárquica es en realidad muy simple. Apoyada en su dualismo esencial –devenido en Gracia de la observación de los contrarios en la naturaleza y elevado luego por los “filósofos” a doctrinas diversas- lo ha llevado a todos los planos de su peligrosa simplicidad. La lógica de Aristóteles, que ha terminado siendo, en lo esencial, la lógica dialéctica, estableció el principio del “tertio excluso” o tercero excluido, que se constituyó luego, andando el tiempo y las aguas, en la lisa y llana exclusión del hombre, esto es del pueblo, los pueblos y finalmente de la Humanidad toda.
Dicho principio, aparentemente inocente, se podría enunciar como que algo no puede ser y no ser al mismo tiempo, o bien es o bien no es pero queda excluida, exclusa, tercera posibilidad, esto es que algo sea y no sea al mismo tiempo. El principio podría dudosamente aplicarse al mundo material, más aplicado al hombre y a las disciplinas que han hecho de él su sujeto u objeto ha resultado ser un verdadero semillero de desastres, equivocaciones y disparates, cuando no catástrofes graves.
Su aplicación a rajatabla por el complejo contra-cultural a la política, la sociología, la psicología, la economía y la cultura en general ha redundado en la consolidación del proceso de la “revolución mundial” y finalmente los ha precipitado, y sobre todo nos ha precipitado, en la crisis actual, pero oscureciendo las aguas para que parezcan profundas, ha complicado el proceso de comprensión y auto comprensión del hombre e intentando cerrar el camino a toda sabiduría, que proviene de Dios y a toda fe que de Él también nos llega, auspiciando y alentando el auto desprecio de la especie y la Negación del único principio: el Bien, del que derivan todos los demás.
En su aplicación a la política, que es el primer “objeto” a que fuera aplicada dicha lógica, aún antes de que Aristóteles la formulara y quizás por eso la formuló luego, engendró primero la negación de la existencia del “demos”, del pueblo, de donde las “democracias griegas” fundamentalmente la ática, fueran el modelo de las democracias occidentales desde que el “renacimiento” las resucitara en Italia para justificar el dominio de las oligarquías mercantiles en las ciudades italianas amenazado por los “popolani” a los cuales perteneciera nada menos que el poeta Dante Alighieri, una de las primeras víctimas de la “revolución mundial”.
La “democracia griega” que en Atenas llegó a tener 30.000 ciudadanos sobre 350.000 habitantes, donde los 320.000 restantes eran o esclavos, “herramientas que hablan” o metecos, esto es extranjeros sin ningún derecho, fue el resultado de la aplicación de dicho principio y su enunciación, mera justificación ex-post-facto, así nació la lógica del tertio excluso. Desde aquella época ni los hechos ni la justificación han variado mucho. Aplicación al hombre de la observación del mundo material, el principio del tercero excluido termina por excluir al hombre que siempre es y no es, en el ejercicio de su inalienable libertad y responsabilidad consiguiente.
Las inefables “flores” del monopartidismo y el bi-partidismo que se nos obsequian modernamente sea por el liberalismo, el marxismo o el fascismo, así como el “pluralismo equívoco” en el decir coetáneo de SS Juan Pablo II, son productos acabados de la elaboración contra-cultural de la lógica del tertio excluso. Distintos “cortes” analíticos que dejan siempre afuera al hombre, es decir, a todos los hombres, aunque para la contra-cultura sólo sean los “malditos otros”, su “bestia negra”, sola y simplemente los pueblos.
El largo proceso de exclusión combinado por complejos desarrollos contra-culturales de carácter político, organizativo, económico y también social, cultural y tecnológico, oculta tras su fachada, hoy convertida en harapos, la mera dominación oligárquica, que descubre al cabo, que nada tiene en la mano, ni siquiera se tiene a sí misma, ya que no hay, a estas alturas un alguien sobreviviente, una conciencia, un grupo, un Estado, un hombre, que se pueda titular su amo y beneficiario; ni tampoco ningún beneficio que repartir o recoger, sólo el caos que también devora a sus devotos. Así paga el Demonio a quien lo sirve.
Pero el tercero excluido se niega a serlo, y en el tiempo en que verdaderamente se puede medir este proceso que evade todas las periodizaciones conocidas de la Historia, o sea en los últimos 2.500 años, la humanidad ha continuado su marcha a su propio ritmo que no es el ritmo de los “tiempos” artificiales tanto de la “filosofía”, primero, de la Historia, después y de la tecnología finalmente; sino en el tiempo de la recuperación del “sentido” tanto para la vida de las personas como para las comunidades, las Naciones y la Historia misma, vista ahora en otra perspectiva.
El significado de la Vida, Pasión, Predicación, Muerte y Resurrección y Transfiguración de Jesucristo ha dejado en claro no solamente para nuestra Fe, sino también para toda acción o reflexión sobre el hombre y la humanidad, hasta en sus formas más históricamente fugaces, cuál ha de ser el Sentido aún de la política, y hoy diríamos que no puede haber distancia entre Fe y Política, en el momento en que tampoco hay más distancia entre el momento en que vivimos y el caos que amenaza con hacernos desaparecer.
Y no es una cuestión “confesional”, no como acostumbran a aclarar los modernos “doctores de la ley” para encubrir su relativismo ecumenista que es a su vez la capa bajo la que se esconde la contra-cultura, no lo es porque la cuestión ha excedido todos los pretensos límites de las llamadas “disciplinas” en que han pretendido seccionar al hombre dentro de sí mismo para que su cerebro actúe contra lo que su corazón sabe.
Tampoco es sin Ley, pero aún sin reconocerla, en un mundo paganizado, es posible llegar a comprender o al menos a actuar en consecuencia, de modo que la humanidad futura, los argentinos del futuro, tengan algo que agradecernos y habremos, entonces, cumplido como buenos.
Creemos, por lo tanto, que no hay tercero excluido, aunque en la realidad funcione la exclusión de todos los hombres, mientras no se modifique; pero refiriéndonos a la lógica de la que hablábamos, nuestra lógica comprende “algo”, en principio, puede ser y no ser al mismo tiempo, ya que es un “ir siendo” y un “dejar de no ser”, que es el hombre mismo.
No ignoramos las contradicciones o como dirían los antiguos, los pares de opuestos, pero es cada persona, cada ser humano el que en su sí mismo, en su existencia, ha de ir resolviendo estas contradicciones, estos opuestos; y en esa tensión, que no es otra que la tensión del vivir es cómo se construye, con el “otro”, reasumido en la Familia, la Comunidad, la Nación o el Universo, la “persona” libre y responsable capaz de construir, a su vez, una nueva civilización.
La razón primera del fracaso de los procesos nacionales engendrados en el seno del ámbito cultural “renacentista” o como se ha dado en llamar ahora de la “modernidad”, es que ignorando su verdadera filiación, mezclaron explosivamente los temas de la cultura de los pueblos con los temas de la contra-cultura, sin análisis y sin crítica (sin juicio) de modo que estos últimos terminaron dominando y destruyendo todos y cada uno de los procesos, pero desde luego que NO por las razones que el complejo oligárquico se apresuró a deducir para “arrimar la brasa a su sardina”.
Y baste lo dicho como digresión necesaria. Volvamos ahora al tema principal que nos ocupa: La Argentina.
7.- ARGENTINA: LA PRIMERA NACIÓN POST-RENACENTISTA
La afirmación precedente podría aparecer aventurada o interesada e inexacta, sin embargo, en el marco de la relectura de la historia que estamos intentando hacer resulta la única ubicación posible para la comprensión del curso histórico argentino con todas sus particularidades y sus aparentes y flagrantes contradicciones, vueltas, aparentes retrocesos y sobre todo reincidencias, a grado de incitar a algunos a pensar que vivimos una historia circular, una especie de prisión a la que alguien habría condenado a esta porción de humanidad.
No obstante, no es así, y una reinterpretación de nuestra historia a la luz de lo expuesto aclarará, para eso lo hacemos, vicisitudes tanto lejanas como próximas.
La Argentina, que nominara Don Martín del Banco Centenera en ripiosos, pero no menos trascendentes versos (trascendentes para la historia tanto como olvidables para la poesía) tiene los años que tiene su nombre, casi quinientos años; negándonos a aceptar como historia de la Argentina, solamente la historia del Estado del período “independiente”, como parecieran quererlo los historiadores, también en el “negocio del acarreo de agua hacia su propio molino”.
La historia de la Argentina es la historia de las Comunidades o como dijeran nuestros antepasados en época colonial o federal, los pueblos. Hízose la constitución de estos pueblos, sobre las rutas ya transitadas por el indígena, sobre los ríos o sobre los nuevos caminos que trazara primero la “entrada en la tierra”, la misión evangelizadora más luego y finalmente el comercio. Crecieron estas comunidades o pueblos como aquellos de los repoblamientos de la “frontera” en el período de la Reconquista de la propia metrópoli.
La creación del Virreynato del Río de la Plata y la Real Ordenanza de Intendencias, casi paralela a la expulsión de los jesuitas y a la decadencia borbónica ante Portugal e Inglaterra, tuvo sus efectos en nuestra Argentina, en gestación en aquellas épocas, y fue el comienzo de la resistencia al proceso de la “revolución mundial” que comenzó a desarrollarse, ignorándose aún su existencia, pero sí juzgando de sus resultados, que estaban para aquellos argentinos que se ignoraban, bastante claros ya.
No faltaba el pequeño, pero adinerado, grupo de los amigos del comercio británico, amigos también de cuanta “novedad” pasaba por el puerto de Buenos Aires, liberales de Aranda o Floridablanca, enemigos de los jesuitas por moda y por ser amigos del contrabando con Portugal que sus buenos dineros dejaba en sus manos y en las de los montevideanos.
Ya estaban allí los dos elementos motrices de nuestra historia, la Argentina del hombre argentino y la seudo-argentina mercantil, ajena, extraña también a España, pero que ya se sentía ciudadana del mundo… anglo-sajón. Un enclave oligárquico el en costado de la Patria.
De allí en adelante nuestra historia será un permanente volver y retornar de ambas fuerzas. Unos apoyados en su cultura y en su tierra, los otros en su dinero, en la contra-cultura y en el extranjero de turno, no se disputa una tierra, unos enclaves, unos ríos o unas producciones aunque también ellas estén en discusión, se disputa si los hombres de esta tierra han de ser libres o esclavos, no según la retórica liberal del siglo pasado, sino de acuerdo a la comprensión de los contenidos que hemos dado a estas palabras un poco más arriba.
Sin embargo, no pudieron ellos triunfar de nosotros ni, ciertamente hemos, todavía, podido triunfar de ellos, nosotros. ¿Es esto acaso malo o perjudicial? Creemos que muy por el contrario es bueno y sano que así ocurriera, porque en el entretanto la Nación Argentina nació de manera natural y no artificial, en brazos del pueblo todo, no al ritmo de tontas marchas escolares, efemérides de sinvergüenzas o afirmaciones desmesuradas que casi siempre ocultan entregas indecibles.
La Nación Argentina ha terminado quedando desembarazada de un Estado y de una dirigencia que igualmente hubiera debido destruir para poder ser ella misma. La Nación Argentina es nueva y resistente a la modernidad, puede hacer suya la etapa subsiguiente sin las molestias de tener demasiado que olvidar. Nuestro sabio General, su Padre y su partero, cumplió su cometido en medio del caos que ya se avecinaba.
Es aquí precisamente donde el sistema oligárquico, la contracultura, ha empleado todos los medios a su disposición, aunque lo ha hecho en plena etapa de su crisis de decadencia, en su final, véanse sino los materiales que ha empleado, que son por otra parte los únicos de que podría disponer. Una larga resistencia está tocando ya a su fin para ser reemplazada por la actividad constructiva de la nueva Civilización que ocupará el lugar de ésta, si asumimos lo que eso significa.
LAS FORMAS Y LA CULTURA EN EL MOVIMIENTO NACIONAL
Hablar ahora de Movimiento Nacional pareciera retrotraernos en el lenguaje y sobre todo respecto de su carga ideológica, hacia situaciones anteriores al desencadenamiento de la crisis, o al menos anteriores a la conciencia que de la crisis se tiene, por eso deberemos primero decir qué es HOY el Movimiento Nacional, qué significa además definir también qué fue verdaderamente antes, ya que no definimos solamente hacia el futuro, sino que apoyamos nuestra visión del futuro en una relectura coherente del pasado.
En todos los demás lugares del mundo donde han aparecido Movimientos Populares de independencia respecto de las metrópolis de turno, y más allá del nombre local que tuvieren, la ideología “progresista”, que escondía la condescendencia del “socialismo real” hacia los “países atrasados”, los denominó, genéricamente, movimientos nacionales, queriendo significar que se encontraban dentro del “inevitable y necesario curso histórico, señalado por los profetas”, en el estadío más o menos atrasado de las “reivindicaciones nacionales”, o sea de lo que de otra manera denominaban, en el período de las “revoluciones democráticas”. Perdonando la
jerigonza que a ellos pertenece, es dable señalar que de allí proviene el nombre de Movimiento Nacional.
Pero el proceso de independencia nacional de América del Sur, fue a trancas y barrancas, un proceso del siglo pasado que ignoraba tales denominaciones y sobre todo tales contenidos. Nos interesa ver cómo fue en nuestro país en el Cono Sur de América, porque pareciera que guarda diferencias importantes con otros procesos que, si juzgamos por el nombre, serían similares y evidentemente no lo son.
Poner a todos en la misma bolsa fue un método empleado por la contra-cultura, en la denominación de procesos muy distintos entre sí y no solamente por la parte “progresista” del complejo contra-cultural sino también por su sector de lenguaje tecnocrático cuando engloba al grupo de naciones o países periféricos como sub-desarrollados, o sus “demócratas” cuando hablan de “autoritarismo, corporativismo, populismo y últimamente, “fundamentalismo”.
En la Argentina, con serios “engarces” en todo el Cono Sur, el proceso de Independencia contenía dos sub-procesos en su seno:
Buenos Aires y Montevideo, que querían la Independencia para su libre comercio con Inglaterra, ya que disponían de un “mercado atado”, como se lo llamaría hoy.
Concluidas las operaciones militares y políticas que llevaron a la consumación de la Independencia, ambos sectores se hallaron enfrentados unos, los primeros, querían la organización federal de la administración y su reparto del poder de las Comunidades (los pueblos) y garantías del respeto a su personalidad cultural y política; los otros, los segundos, querían un estado centralizado, “democrático” en las formas, copiado de la “vulgata de la revolución mundial”, que le permitiera, además participar en la contra-cultura plena y paralelamente, en realidad principalmente, aplastar a los “naturales del país” para allanarlos a consumir lo que se importaba, ya que ese era precisamente su mercado.
Desde ese momento hasta hoy las cosas no han cambiado, nuestra nacionalidad, nuestra cultura mestizada una y otra vez, teñida de la hibridaciones más extrañas, no buscadas pero sí obtenidas, ha resistido adquiriendo las formas necesarias a cada momento histórico y aprovechándolas para avanzar a su vez, en la espera de la crisis definitiva de sus enemigos, que le entregue la posibilidad de construir su personalidad nacional tal cual es hoy.
Lo que se ha mal llamado, Movimiento Nacional, no es otra cosa, entre nosotros, que la Nación misma, que se ha ido forjando en espíritu y en cuerpo hasta cobrar conciencia de si y de lo que la rodea. Es así que adviene una nueva etapa en el curso histórico de la Argentina que se corresponde, externamente con la crisis terminal de lo que hemos llamado “revolución mundial” e internamente con la irremediable debilidad de los elementos oligárquicos, protegidos, solamente, por el discurso contra-cultual y la confusión engendrada por su intromisión subrepticia en el Campo de la Nación, poniendo en tela de juicio su misma existencia.
De las solas “formas” hemos pasado a intentar comprender que los fenómenos políticos del siglo pasado (montoneras y partido federal) y de este siglo (movimiento radical irigoyenista) no son otra cosa que la Nación misma, que se expresa con las formas de resistencia y ofensiva generadas por su propia cultura en desarrollo y confrontación con la contra-cultura oligárquica.
Ese es precisamente el proceso de gestación de la Nación o sea de la capacidad de los argentinos para reconocernos entre nosotros y diferenciarnos de quienes no lo son, capacidad que ha generado también las formas de organización política.
La contra-cultura ha querido disciplinar al pueblo argentino como lo ha hecho con otros pueblos, al menos por el momento; imponiéndole el sistema político y el reduccionismo absurdo de su necesidad política de dominio como si fuera un pensar serio de los problemas políticos reales, así nacieron la Constitución de 1853, el Código Civil y los Partidos Políticos.
Sobre la necesidad del sistema oligárquico en el mantenimiento de las dos “Constituciones” (la del año 1853 y el Código Civil) mucho se escrito y hablado, pero más que nada, allí están los hechos que hacen que las palabras huelguen. La contra-cultura ha bombardeado a la Argentina desde el siglo pasado hasta hoy mismo con la supuesta “inviolabilidad” de la Constitución (y anexos) ya que sabe que el balance de fuerzas no le va a volver a ser favorable, como después de Caseros nunca más, al menos mientras la cultura del pueblo argentino siga desarrollándose.
Pero la “invención” de los partidos políticos le ha sido aún más fructífera en su aplicación, y también más constante, reflejando con la repetición de la maniobra de su implantación sucesiva el “empate” virtual entre la contra-cultura y la Nación, veamos como:
Durante el siglo pasado no hubo partidos políticos propiamente dichos en la Argentina, los así llamados por una sospechosa comunidad idiomática de los historiadores o bien se refieren a “partidos políticos”, en el sentido de nucleamiento de partidarios de…, o bien a grupos o “roscas” de significación económica o social en apoyo de tal o cual “candidato”. El primer partido político argentino fue la U.C.R. (Unión Cívica Radical) que fue, en contra de la opinión de su jefe, el Dr. Hipólito Irigoyen; la forma que asumió el Movimiento Radical que encabezara la lucha contra el “régimen” en el decir del propio Irigoyen, a caballo entre el pasado y el presente siglo.
La lucha del radicalismo, aún obscura y limitada, fue muy importante para posteriores construcciones, pero el mismo no pudo sobrevivir a la imposición de una forma que, so capa de ser orgánica y disciplinada, sometió al pueblo argentino activo (que era radical, en esa eventualidad) a una forma y sistema que terminó liquidando al movimiento y entregando la cáscara vacía a los manejos del sector radical ganado por la contra-cultura. El tema del “anti- personalismo” vuelve a repetirse monótonamente, también los “ilustrados” unitarios exiliados en Montevideo eran “antipersonalistas”. Volveremos a escuchar el tema.
El proceso abarcado por las personalidades del General Perón y de Eva Perón, fue infinitamente más rico y más complejo, aunque discurriera en el mismo sentido que el anterior. Muchísimo más conscientes de la cultura argentina completa (el radicalismo había sido más, un fenómeno del litoral) no cayeron en el error de “congelar” al Movimiento en un partido político y dieron, en consecuencia un paso más hacia las formas en que la contra-cultura pudiera ser derrotada al par que se permitiera el desarrollo de la cultura nacional argentina. El Movimiento mantuvo su forma flexible y ágil a la vez que amplia, que habilitó así, tanto a su jefe como al pueblo todo, a cumplir con una etapa histórica necesaria en el devenir de la Argentina, el nacimiento del espíritu de la Nación y su reconocimiento por todos los argentinos.
Fue una costosísima victoria política, además de configurar otras demostraciones por todos conocidas y reconocidas, pero fue sobre todo, una victoria cultural sin precedente entre las Naciones de Occidente.
La Argentina no es una Nación creada por la artificialidad estatal de la “revolución mundial”, ni por la “democracia partidocrática”, ni por un más que dudoso “contrato roussoniano” establecido en una Constitución o en sus Leyes, la Argentina es una Nación naturalmente nacida del desarrollo histórico de la cultura de su propio pueblo y plasmada y reconocida en formas propias de desarrollo político y social que tienen el “sello” de su personalidad inconfundible.
Desde los “pronunciamientos” comuneros, ocurridos en toda América, continuidad de los pronunciamientos comuneros de Castilla siempre bajo el lema “Viva el Rey y muera el mal Gobierno” hasta las “partidas” que en la Banda Oriental, en Buenos Aires o en el Noroeste defendieron las fronteras contra el “bandeirante” o el indígena, los pueblos elaboraron su aspiración de autogobierno comunal, metabolizando también el “somaten” y la “Santa Hermandad” que fueron sus predecesores en la época de la “frontera” con los árabes en España misma. Como se ve la Democracia Social, Orgánica y Directa ni es cosa nueva ni mucho menos es un “invento” anglo-sajón. La frontera del Duero era democrática cuando los sajones todavía no conocían a Guillermo de Normandía. (antes de 1066 D.C.).
Ese fue el origen de la “Montonera” posterior a las guerras de la Independencia, hijas de la Guerra Civil, como de sus formas anteriores comportaban también un objetivo y un pensar político profundamente enraizado en el alma argentina que se resumía en aquella “Federación o Muerte” del Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas o en aquella otra de “Religión o Muerte” del General Don Facundo Quiroga.
Más allá de la tontería y la mala intención, que se “aterrorizan” de semejante consignas pero no lo hace de la guerra, la traición, o la entrega, aquellos argentinos sabían a qué se enfrentaban y qué querían, su pensar político era emanación directa de la cultura de nuestros pueblos y era certera respecto a quiénes eran y cómo pensaban sus enemigos que en realidad lo eran de la Nación misma en cuanto personalidad diferenciada.
La incapacidad de la contra-cultura no podía ver otra cosa que la que le dictaba su “visión”, por otra parte estrecha, del Mundo, ni su arrogancia se lo hubiera permitido. Condenada entre las “luces”, la Argentina verdadera siguió su camino alumbrada por su propia raíz.
No es distinta la historia de este siglo, el radicalismo convertido en partido, esto es esterilizado, dejó su lugar al Movimiento Peronista que cumplida su misión, ha sido a su vez esterilizado por el mismo procedimiento que lo fuera antes el movimiento radical, la diferencia estriba en que el peronismo aportó avances considerables tanto en el campo de las realizaciones, como en el más importante aún de haber dado con éxito una batalla cultural decisiva para el futuro argentino.
Las “luces” (pa’ semejante candil es mejor quedarse a obscuras) de esta época condenaron también a ambos, aunque el “combustible” que las mantiene es ya escaso, puesto que los “alimentadores” de la “revolución mundial” están en una crisis terminal, como veníamos diciendo.
La revolución bolchevique o comunista o socialista o marxista o como se la llame, que durante setenta años ofició de anestésico eficaz sobre los pueblos, acompañada por el conjunto de la parafernalia contra-cultura ejercida antes, durante y después de la “guerra fría” que ostenta una gran cantidad de sub-productos venenosos aún hoy en día, ya que si existe un producto estrictamente de “cultura en lata” o contra-cultura, como la hemos denominado nosotros, ese es el mito “democrático”, “progresista” y “mundialista”, al que algunos de los ex-partidarios del “socialismo real” se han abrazado como a un clavo ardiendo.
Las revoluciones “coloniales”, la mayoría de las cuales ha terminado su curso en una situación igual a la criticada, sino peor, lo mismo puede decirse de las “revoluciones nacionales”, en el mundo llamado central, permitieron la provocación de la segunda Guerra Mundial asumiendo, además, la responsabilidad y la derrota. Y en la llamada peri-feria una serie de guerras localizadas y de “atajos” hacia “soluciones populares” que terminaron en derrota, muchas de ellas gravísimas.
¿Significa esto que todos estos procesos fueron realizados contra la voluntad de los pueblos? NO. Significa que habiendo comenzado, la mayor parte de ellos como procesos con amplios apoyos (aunque en algunos casos no fue así) populares, terminaron siendo presa de la infiltración contra-cultural oligárquica y convirtiéndose rápidamente en su contrario. Es que desde el principio mismo de la “revolución mundial” la contra-cultura estuvo “al mando”.
Finalmente la revolución tecnológica, que diciendo que puede liberar al hombre, ha contribuido a hundirlo más en la desesperanza y la confusión, otro mito que hace estragos en su despliegue doble, porque allí, en la ciencia, también existe el “doble discurso”.
Parecería ser éste su último acto, ya que su fortaleza se mide hoy no por la fuerza militar de que disponen, que es tan considerable como inamovible; ni por su poderío económico carcomido por el “cáncer” financiero mundial, sino por su capacidad de librar la verdadera “guerra cultural” en que estamos inmersos. La contra-cultura nos enfrenta con una revolución contra-cultural.
El conjunto de las formas políticas que ha asumido la Nación Argentina a lo largo de su historia, sean de aspecto militar o civil, o ambos, se han sucedido marcando un sentido y no por mero azar, no creemos que haya decadencia de la nación, creemos que hay observadores o desgarrados argentinos que se confunden porque la contra-cultura se protege detrás del Estado, el Himno o la Bandera y aún se hibrida, intentando demostrar que estar contra ellos es estar en contra de la Argentina que de tal modo sería una especie de “marca registrada” de la que son propietarios (¿no lo han hecho, acaso, con el nombre mismo de Perón y con sus símbolos?)
Y ese sentido es el mismo viejo sentido que es también el más nuevo de los sentidos, porque es el sentido que marca la cultura de los argentinos, so pena de abandonar ese ser, para no ser ya más absolutamente nada ni nadie, diría el General San Martín: “Serás lo que debas ser y no serás nada”.
Aquí están entonces, los elementos necesarios para comprender la crisis y también, y en consecuencia, para salir de ella por el único lugar por donde se puede salir que es hacia adelante. De ello trataremos inmediatamente, mas no sin antes hacer algunas aclaraciones imprescindibles para la posterior comprensión del objeto del diálogo propuesto.
8- PROCREACIÓN, CULTURA, TRABAJO
La civilización Occidental ha entrado en su cono de sombra dijimos anteriormente, y es ciertamente así, aunque sería menester agregar que afectando esta situación a todo y a todos y dado que como también hemos señalado, su crisis no es otra cosa que la crisis de la “revolución mundial”, esto ha dejado en claro las diferencias que realmente existen entre Civilización y Cultura ya que si hay algo que puede sobrevivir a la crisis es precisamente la Cultura. Cuando nos referimos a la cultura, nos referimos a una de las producciones naturales y cotidianas del hombre, de todos y cada uno de los hombres, que somos los que la construimos día a día.
Ha dicho alguien por allí, que la historia de la Civilización es la historia de un gran olvido, y replicaríamos nosotros si ello fuera cierto, que la historia de la cultura es la historia de un gran recuerdo tanto personal como colectivo. Cuando la Civilización se derrumba, el recuerdo cultural aflora con más vigor, e imponiéndose, construye nuevamente, he aquí por qué la contra-cultura es el arma principal de esta “enfermedad” perversa y aquí también, porque la lucha cultural está en el centro del combate hoy en día.
La contra-cultura, apelando a algunos de sus más remanidos mitos, pretende que el centro de la lucha se realice en torno a la economía o alrededor de la política, claro está, de lo que ella llama política, que equivaldría a suponer que nada es posible hacer dado que, o bien no se cuenta con los famosos “recursos”, o no se puede acceder al plano político por la misma causa (es muy caro hoy, intentar “hacer” política), o porque el sistema guarda celosamente un “secreto” inalcanzable (sin el Estado “no se puede hacer nada”) que en realidad no es ningún secreto, con el Estado o sin él “no se puede hacer nada”… si primero no ganamos la posibilidad de hacer en conjunto, como Comunidad Nacional capaz del ejercicio de su voluntad, y luego hablaremos de las herramientas se llamen Estado o como se llamen; y esa lucha es una lucha cultural en una enorme medida.
Pero es que la economía existe, se dirá, y contestaremos: quién lo niega. Pero una cosa es su existencia y muy otra es que: primero, sea de la naturaleza que se dice que es y segundo que debamos aceptar su predominio.
Se nos dirá también, pero, ¿y la política? Si política es lo que la contra-cultura dice que es, o sea el arte del enriquecimiento personal mediante la defraudación del erario público o bien el arte de apropiarse de la voluntad y aún de la vida de los argentinos con los inconfesables fines del “zorro en el gallinero”, de ningún modo creemos que eso es política, sabemos que esa es la “política enferma” de la contra-cultura oligárquica, y entonces, ¿qué ha sido de ella? Ha corrido la misma suerte que el resto de los elementos de esta Civilización en crisis, y en la misma medida en que la dirigencia política ha “enfermado”, la política ha corrido su suerte y ha “muerto”, para la cultura de nuestro pueblo, que es, como dijimos, lo que sobrevive por debajo de la crisis.
La primera producción del hombre es más humanidad. La procreación es así, no sólo el cumplimiento del mandato de “creced, multiplicaos y henchid la tierra”, sino también el nacimiento de la economía. Es también el origen de las dos segundas producciones inmediatas del hombre: el trabajo (actividad económica primera), para sostener la nueva humanidad y por lo tanto la familia, originada por el vínculo procreador, y la producción de cultura que es el hábitat natural del hombre en tanto “anthropos” y lo que lo diferencia del mero animal. Anthropos que en griego significa, “el que mira de frente”, muy diferente de la clasificación zoológica de “homo sapiens”, que la contra-cultura se ha ocupado de “divulgar”, para mejor manipular a la futura “herramienta del habla”.
De modo que procreación, trabajo y cultura están íntimamente ligados entre sí y atañen a todos los hombres, porque semejante actividad hace a la naturaleza humana esencial y no es ni un “atavismo” ni una cuestión arqueológica o histórica, sino que es el presente, tanto de la Humanidad, como de la comunidad Argentina y de cada hombre o mujer en particular, como siempre lo ha sido y lo será mientras seamos humanos.
Así es que la contra-cultura se ha esforzado para eliminar todo “signo característico de humanidad”, entendiendo por ello lo que pertenece inalienablemente al hombre, no lo queadquirió una Civilización determinada o la “moda” de una época, sino aquello que es intrínseco a la humanidad como tal. Propagandizan algo llamado “derechos humanos” mientras olvidan ex profeso los derechos de la persona, desde el derecho a la vida hasta el derecho de cumplir con el sentido de esa vida. Hay “derechos humanos”, como hay “derechos de los bebés ballenas” o de los “pingüinos sucios de petróleo”, pero no hay ningún derecho para los innumerables niños abandonados en la calle, solamente en nuestra Patria. Y suma y sigue.
Atacaron primero la procreación con el triple objetivo de impedir el crecimiento de la humanidad, destruir la familia y liquidar el concepto mismo de paternidad, primero y el de maternidad más luego. La ideología “malthusiana” se ligó a la llamada “liberación femenina” en el producto final opresor y genocida, disfrazado de democrático, que es el control de la natalidad mediante la homosexualidad, la destrucción del núcleo familia y la inestabilidad psicológica y racional que condena a los seres humanos que caen en sus redes a ser meros individuos en una manada, sin otras posibilidades más que la falsa realización personal bajo la forma de “lobo”, ferozmente individualista y destructor. Pero no importa, allí estaban los psicólogos, psicoanalistas y demás “yerbas” para “hacerles el bocho” de nuevo al descarriado o de lo contrario “stockearlo” en el manicomio.
La contra-cultura, ha ideado constantes áreas de “stokeo” de “inservibles”, cada día más y más profusas, para guardar a quienes no se quieren adaptar al molde contra-cultural, ahora las calles y las grandes “áreas negras”, barrios llamados marginales que forman las “necrosis” de todas las grande ciudades, también de la Argentina, “stokean” a los indeseables de este próspero “primer mundo de cartón”.
Curiosamente, las “áreas negras” son cada vez más grandes y la ciudad “blanca” cada vez más restringida, ¿será por eso tal vez, que el “primer mundo” se ha refugiado, “stockéandose” a sí mismo en las “aldeas vigiladas” y en barrios muy selectos?
Conjuntamente, la contra-cultura ha cargado sobre los jóvenes y sobre los ancianos o mejor dicho sobre los “acumuladores sociales de memoria y de experiencia”. Sobre los jóvenes arrancándolos de la familia con terribles realidades económicas de angustia y con ideologías por un lado permisivas y “libertarias” y por otro de tremenda represión social y personal; de ahí los pequeños “chamanes” tribales del psicoanálisis.
Sobre los ancianos ha pesado también en alguna medida la angustia económica de las familia, pero más ha sido la inhallable y esencial “insatisfacción” de los matrimonios jóvenes entre sí (divorcio, aborto, control de la natalidad, “dejame hacer mi vida”, etc., etc.) y el resentimiento volcado hacia la generación anterior (las malignas flores del Edipo renacen si no se las corta) sumado a la atonía y el asombro con que nuestros padres o abuelos recibieron tamaño “regalos”, que por asunción de las responsabilidades que no les correspondían o de “culpas” que jamás tuvieron, aceptaron el “exilio” del geriátrico y el consiguiente corte de la memoria en la nueva generación, que es como termina de cerrarse el circuito infernal de la contra-cultura en este aspecto.
Llegole luego el turno al trabajo, fuente de la dignidad del hombre en tanto procreador, progenitor y protector de su familia. Nació la “economía de especulación”, absurdo sólo posible en la más absoluta de las decadencias, que va dejando sin trabajo, sin horizontes y sobre todo sin dignidad al hombre argentino.
Además de las ganancias obtenidas de la especulación con los bienes personales, las vidas y el trabajo acumulado de todo un pueblo durante generaciones, la aviesa intención de reducir al hombre argentino por hambre, está a la vista.
Finalmente, la cultura en lata, emanada de las centrales de operaciones antropológicas que persiguiendo fines particulares (vender alimentos de cierto tipo, un determinado modelo de automóvil o de zapatillas, etc.) coinciden, porque adhieren al complejo contra-cultural, en exponer la ideología de la contra-cultura en todos sus aspectos, hasta los más mínimos, sin dejar de señalar, que hacen además pingues negocios con eso (ver sino, las campañas anti-droga para aumentar el consumo de estupefacientes y excitantes, el monstruoso negocio de la enfermedad disfrazada de salud, etc., etc.).
En la “cultura del trabajo”, se construyó la Argentina que fue y lo fue con todos los factores en contra, tanto externos como internos, en la contra-cultura oligárquica es como desaparece, derrumbándose alrededor nuestro, solamente por pereza de la razón y dureza de corazón o como decía el sabio General Perón por tener el “cerebro marchito y el corazón intimidado”, los hechos hablarán mejor que nosotros.
Negada así la humanidad de los argentinos al negársela por la fuerza, primero y por la artería de los sinvergüenzas, después, sus posibilidades de realización como procreador, como trabajador y como elemento central de su propia cultura, ¿qué destino espera a este hombre sino el zoológico, que ya son, para los oligarcas, las “ciudades negras”?
Es por estas razones y no por vanas estupideces ideológicas o supuestas conveniencias dizque políticas, que insistimos desde hace mucho tiempo en que la relación principal de la política hoy en día es la relación personal de mutuo compromiso, que es la única relación que el pueblo argentino conserva y cultiva en el medio del desastre.
La reaparición de la política es la cultura popular surgirá de donde la cultura del pueblo se genera, de su forma de vivir, de soñar, de cantar; de bailar, de vestir, de rezar, de comer, de relacionarse con su familia, con sus vecinos o sus amigos; siempre invariablemente, del compromiso que necesariamente implica vivir.
La política, no es otra cosa que la traducción inmediata de esos compromisos al Compromiso más rotundo del destino común y la misión común de los argentinos, de la Argentina como Nación, es decir como espíritu común idéntico, indiviso, diferenciado y también universal.
Política personalizada y política de personas íntegras, libres y responsables, ante sí mismas, ante los demás y ante Dios Nuestro Señor, Política, en fin, popular, que no estúpidamente torpe como muchos tienden a confundir; política que no rehúse la responsabilidad del ejercicio de la autoridad pero que huya de lo pomposo, lo soberbio y lo ridículo. Política que tenga claro que lo que se construye no es “poder”, palabreja que la contra-cultura también ha prostituido, sino que lo que se suscita o ayuda a surgir son personas capaces de ejercer su poder verdadero, que consiste en volver e ejercer sus derechos de persona, los de su familia, su Comunidad y su Nación.
Luego habrá “capacidad de decisión” o “ejercicio de la voluntad”, claro que solamente cuando sea en relación con la misión del hombre sobre esta tierra, en esta Patria y en el sentido del bien común de todos los argentinos y bajo la superior Autoridad que todo poder debe aceptar para ser legítimo, la de la Providencia.
9- SOLIDARIDAD, CLAVE DEL FUTURO
A.- LA SOLIDARIDAD COMO CONCEPTO
La solidaridad es un concepto que pertenece, naturalmente a la cultura de todos los pueblos, se pude decir sin miedo a errar, que pertenece al acervo de la cultura de la humanidad. Como principio deriva naturalmente del reconocimiento de “el otro” en tanto “yo mismo”, y a su vez recíprocamente.
En el diálogo, que como comunicación supone la recomposición del discurso común (mi posición es parte de la posición de quién dialoga conmigo, así como su posición abarca parte de la mía), surge la existencia de una solidaridad que nos abarca a ambos y desde el diálogo hasta toda vida humana, que no puede ser sino común a varios otros al par que personal e intransferible, nace la solidaridad reflejada tanto en ese vínculo como en los familiares, comunitarios o nacionales.
La solidaridad supone un campo de compromiso mutuo entre dos o más personas de donde queda excluido el individualismo sin que nadie pierda su identidad, y es más, afirmándola. Es el concepto principal, como se ve, tanto en la construcción de la identidad personal como en el desarrollo mismo de la sociedad desde su célula fundacional, la familia, hasta la concepción de la unidad cultural mayor que es la Nación.
Fue la solidaridad en todas sus manifestaciones, la que mantuvo reunidos a los argentinos de todas las épocas y ha sido el cimiento sobre el que se pudo crear la Argentina como Nación. Desde los primeros “comuneros” criollos al trabajador sindicalizado o al hombre que sirve a su Comunidad hoy, por la única razón de que es parte de ella, hay un hilo conductor, la Solidaridad.
Fue la Solidaridad Social, la que Eva Perón erigiera en principio de su acción y como demostración de su amor, fue junto a la Unidad y la Organización, primer principio, ya que sin ella no puede existir ni la una ni la otra, que el sabio General propusiera como Norte a la acción de su Movimiento en vísperas de retornara su Patria para intentar ejercerla e implantarla entre los argentinos, como él lo hiciera con los dirigentes políticos, militares, económicos o sociales, muchos de ellos sus enemigos de apenas ayer.
Es la Solidaridad, en ausencia de una relación que indica la posible existencia de algo de Justicia para los Hombres, la que puede en su ausencia, reemplazarla con ventaja, ya que la solidaridad no es otra cosa que la Justicia entre los hombres, sin jueces ni fiscales; es la Justicia de las relaciones entre personas libres, responsables, vivas y actuantes.
B.- LA SOLIDARIDAD, FUNDAMENTO DE LA ACCIÓN POLÍTICA TÁCTICA
Decíamos, anteriormente, que la política se regenerará a partir de su ineludible personalización y eso es en lo que la Solidaridad verdaderamente consiste. Vivimos hoy el descompromiso, que es un acto de verdadera salud del pueblo argentino, no adhiere a nada ni a nadie, ni tiene compromisos más que consigo mismo, tiene profundas solidaridades que pese a todo lo mantienen reunido, aunque lejos de los “corralitos” de los partidos políticos.
No habrá política táctica alguna, esto es política viva y verdadera que no incluya, en lugar destacado y principal, las relaciones personales y personalizadas, es decir de compromiso
mutuo entre quienes quieren suscitar o animar una acción política verdadera, es de allí, del crisol solidario de donde saldrán los nuevos dirigentes que serán nuevos por su falta de experiencia anterior o por haberla dejado de lado por inútil y perjudicial, si la hubieran tenido; serán nuevos porque portan una política nueva, tan nueva como su compromiso y el de sus dirigidos.
El proceso que va a terminar recomprometiendo al pueblo argentino con su propio destino no se conseguirá con vanas promesas o maniobras de comité, ni con dobles discursos, ni con ideologías más o menos al uso, sino con la demostración de que “no todo está podrido” en nuestra Patria.
Reintegrarle al hombre argentino su humanidad negada por el “régimen”, en todos sus aspectos, es la forma de reintegrarnos todos los argentinos en una nueva unidad, que no es otra cosa que la Nación misma. Sin esa reintegración, que es el instrumento fundamental para recrear el ámbito de relación de nuestro pueblo y a la vez la protección firme de nuestra propia cultura es imposible pensar en resistir los ataques de la contra-cultura.
Dos son las misiones de carácter táctico, pero permanente que puede asumir quien se proponga participar en el futuro argentino, no en el mero futuro; una de ellas es fundir los actuales dirigentes de la manera antedicha, dando el ejemplo y comprometiéndose con nuestra gente totalmente; y la otra es la prédica, ya que la solidaridad, siendo como es, una reintegración a cada uno de su carácter de humanidad negado, debe ser objeto de una incansable prédica con la palabra y el ejemplo; de esa prédica, de la acción de los predicadores que hoy vuelven a ser imprescindibles (¿y cuándo dejaron de serlo?), saldrán los realizadores de la obra solidaria de construcción de la nueva Civilización.
C.- LA SOLIDARIDAD, BASE Y META DEL PROYECTO POLÍTICO DE LA NACIÓN
La Argentina, ya lo ha demostrado, sólo será Libre e Independiente si lo es según su propio genio, el genio de su pueblo. En la medida de la ofensiva contra-cultural deberá suscitarse la respuesta, más el fundamento de la propia respuesta estará, como decíamos, basado en la cultura de nuestro pueblo y es desde allí de donde extraemos la base del Proyecto Político Nacional Solidaridad.
La cultura popular argentina, parte de la cultura de la humanidad toda, es una cultura solidaria y del trabajo, por eso debemos apoyar allí nuestro Proyecto, no solamente en esos conceptos, sino también en lo que significan como resultante política, organizativa y social.
La organización personal y social básica es la familia, y la primera organización social de carácter general es la Comunidad que es en rigor, una Comunidad de familias, nuestro objetivo principal es no solamente contribuir a que la Comunidad se reconozca a sí misma en la aplicación de los principios antedichos, sino que en la organización resultante está el futuro mismo de la Nación, ya que esta, en su organización no es más que una reunión orgánica y articular de Comunidades.
Dejó el General Perón el modelo que él leyó en el corazón, la vida y la historia de los argentinos: la comunidad organizada, ése es el modelo final al que deberemos aspirar, si es que hemos comprendido el grado de cambio respecto del pasado y el grado de supervivencia ineludible y también deseable del mismo pasado, transfigurado en futuro.
Establece allí, el sabio General, tres formas de ver la Comunidad que se corresponden con la diferencia en las aplicaciones del término sobre todo hoy en día. La primera sería la Comunidad en tanto Comunidad Nacional, común unidad de quienes hemos decidido asumir ser argentinos en respuesta natural de nuestra sangre en nuestra tierra y asumir también lo que la Providencia o el destino nos depare juntos.
La segunda sería la Comunidad propiamente dicha en tanto comunidad de habitación y convivencia en una ciudad, pueblo o aldea, y en este sentido es en lo que la política puede volver a expresarse verdadera y en puridad, la búsqueda de “unidades de decisión” para la Democracia Social, Orgánica y Directa donde el pueblo y sus dirigentes pueden conducir los problemas comunes de forma abierta y también común, es la clave del Sistema Solidario, y la primera de esas “unidad de decisión” es la comunidad de habitación y convivencia de las ciudades, pueblos o aldeas o unidad Comunal.
Pero resulta que en la Argentina, y en el mundo actual hay todavía una gran masa de población que vive en grandes ciudades que escapan a toda medida posible de Democracia Social y Directa, razón por la cual aparece el concepto de Democracia Orgánica junto a los anteriores, ya que como no se pueden crear esas “unidades de decisión” en la gran ciudad para su gobierno, se toman las “unidades de decisión social” que son las unidades orgánicas básicas de las organizaciones sociales existentes (sindicatos, cooperativas, organizaciones diversas del territorio, etc.) y esa es la tercera forma en que se dice Comunidad.
Como se percibe nada de ellos es posible sin la aplicación del principio de la Solidaridad que es el único punto de apoyo en la constitución del proyecto y también su objetivo más alto y decisivo. Mucho se trasegó, sobre todo en los últimos tiempos de apelaciones ideológicas tan absurdas como irresponsables en torno al título: La Comunidad Organizada, con la sola intención de utilizarla como pretexto, ya que ninguno o muy pocos de los que la citan la han leído, y si lo hubieran hecho tampoco adherirían de corazón a lo que implica, la citaban para poder citar al General Perón en la búsqueda de un aplauso que se saben incapaces de obtener por sus desconocidos méritos.
Lo que en 1949 parecía una utopía irrealizable, está hoy mucho más cerca, ciertamente no por nuestro trabajo o nuestra visión, sino por la quiebra resonante del sistema oligárquico en el desenvolvimiento de una crisis que lo supera, provocando este vacío tanto de autoridad como de poder y sobre todo de legitimidad, ya que la legalidad son ellos quienes se encargan de violarla todos los días, así es que nosotros, los argentinos, sólo tenemos nuestra cultura y nuestros principios para continuar siendo nosotros mismos y apelando a ello es que nos encontraremos nuevamente y de modo distinto con toda nuestra historia y también con la Comunidad Organizada como meta y fundamento del Sistema Solidario, que nuestra acción, la de todos, sea capaz de construir.
D.- LA SOLIDARIDAD, CLAVE DEL SISTEMA DOCTRINARIO
Siendo que la Nación Argentina tiene ya su identidad formada y definida, no es nuestra intención discutir precisamente con ella el propósito del cual ha de ser y cómo se realiza su futuro, porque esa decisión está ínsita en la Nación misma, que puede ser solamente de una manera y no de otra, aunque a ella le toque, cuando disponga de los órganos necesarios, el disponer según su voluntad y destino.
En la aplicación del principio del Nacionalismo Cultural, del que ya hemos hablado, es que intentamos “leer” en la cultura argentina y de esa “lectura” aparece el orden que debemos dar a las ideas en torno al “Sistema Doctrinario” de la Solidaridad en acción y desarrollo. Nuestra Ideología, o sistema de principios o axiología, como se la quiera llamar, es inmutable porque hace a la afirmación de la naturaleza humana en todas sus dimensiones (el Bien, la Verdad, la Belleza, la Justicia, etc.). Pero aquí todavía estamos en el campo de las ideas, que por más inspiradas y buenas que ellas sean están muy lejos de realizarse, porque para que puedan hacerlo son necesarios algunos pasos más.
Es necesaria, inmediatamente, la formulación de las teorías que constituirán tanto la acción como el discurso en el tratamiento de los diferentes problemas que la realidad plantea y que deberán ser formuladas en consonancia tanto con los principios como con las formas de ejecución que luego se determinen. Las teorías pueden ser circunstanciales o relativamente permanentes y son la aplicación de cada cuestión o problema de la interpretación de la Solidaridad como “matriz” o patrón permanente de juicio.
Pero todo este edificio está parado en el aire, mientras no tenga la forma de ejecutarse en la realidad viva. Y a la manera en que se ejecuta la ejecución –aunque parezca redundante- la llamamos Doctrina de la Solidaridad. Pensando correctamente todo está dirigido a esa sola formación, que es lo único que permite la acción coordinada y mancomunada de muchas personas que no se conocen entre sí y sin embargo trabajan en pos del mismo objetivo y terminan haciendo que la acción sea verdaderamente solidaria y extensa, obteniendo la eficacia política que no se logra con organizaciones más o menos monstruosas sino poniendo “voluntades en paralelo”.
A la formulación de la doctrina de la solidaridad es que queremos contribuir con la presente propuesta, ya que creemos que surgirá del diálogo y la acción concreta de quienes se lo propongan.
Pero es la Doctrina lo que armará a los predicadores y surtirá a los dirigentes de bases para el desarrollo de las teorías en cada caso, poniendo así finalmente sobre la realidad, realizándolos, los principios de los que hablamos al comienzo.
Suena todo esto a música conocida y es verdad, ya que estamos aplicando al nuevo “centro de la política popular”, la Solidaridad, el mismo método que el General Perón aplicara a la Justicia como anterior “centro de la política popular”, y no es, de ningún modo, como se puede observar un mero reemplazo de las palabras o de algunas fórmulas que en la medida en que fueron ritualizadas perdieron su valor de portadoras del mismo mensaje al que adherimos, aunque en otro momento histórico.
Pero a algunos que recién llegan a las experiencias tanto políticas o sociales como a las de funcionarios o meros “allegados” al poder (en realidad a salones y prebendas, nada más) les parece o que todo lenguaje se ritualiza porque se convierte en el “idioma público”, reservando para usar “entre los que saben” el idioma “verdadero”, o que hubiera una verdad que evade sistemáticamente cualquier pensar político expresable. Pues bien ambas cuestiones son ciertas.
La actualidad de la experiencia política y de los funcionarios es que hay dos lenguajes, el ritualizado y el vacío con el que la “dirigencia” intenta infructuosa, pero arteramente dialogar con el pueblo, que ha devenido en ser una “sanata” ideológica sin sentido ni ilación y la “jerga” interna donde “los que saben” cocinan sus comisiones, tal que la imagen que un inadvertido
podría tomar por verdad como puerca a la política cuando en realidad es lo que hacen los puercos con la política cuando los hombre se han ido o han sido expulsados de ella.
Hay, entonces, una verdad que parece escapar del pensar político y esa verdad consiste en todo lo que hemos venido exponiendo y no como se podría pensar en que el “doble discurso” fuere consustancial con el quehacer político en cuyo caso sería imposible terminar con la corrupción, la injusticia o la entrega ya que nadie medianamente honesto y digno podría aceptar en participar de tamaña porquería; la verdad que permanece incólume es que si la Solidaridad no se realiza como vínculo entre los argentinos, la política y su producto que es la Comunidad Organizada será imposible y junto con esa imposibilidad la Argentina también será imposible.
Finalmente ninguna doctrina o forma de ejecución es aplicable si no está consustanciada con ella tanto el que la predica como el que la aplica y aquí es donde la Solidaridad debe ser el fundamento de la conducta de cada uno porque esa es, por un lado la forma correcta tanto de la prédica como del ejercicio de la autoridad y por otro, la única forma de participar realmente de la cultura de nuestro pueblo, de acercarse a él y finalmente de fundirse para que conjuntamente, la obra de la Solidaridad se complete y realice.
Por lo tanto, la Solidaridad es también el patrón de conducta imprescindible en la puesta en marcha de cualquier política popular pensable y también la guía ética que puede ordenar el “sentido” aquel de que se hablara anteriormente, el sentido de la vida y la sólida verdad que permita la justificación de nuestro paso por la tierra.
10.- SOLIDARIDAD, MATRIZ CULTURAL Y MOVIMIENTO
Hemos venido exponiendo de qué manera y en qué medida el nuevo “centro de la política popular” presenta sus diversas matrices como al menos vista desde hoy, pero la Solidaridad posee, además el potencial suficiente como para ser la “matriz” orgánica que permita no solamente el orden de las ideas, que como dijéramos puede ser solamente lúdico, sino sobre todo, el orden real de las personas en los actos concretos de su vida cotidiana, de su realización política y social y de la concreción de su destino en todas sus dimensiones.
En tanto la Solidaridad responde, a la cultura básica de los argentinos y a sus necesidades inmediatas, tanto como a las perspectivas y posibilidades de la Nación para el futuro y pretende enlazar, con el proceso evidente que ya está empezando a aparecer en el mundo, como alternativa verdadera al sistema oligárquico contra-cultural, es que puede generar también sus propias formas de organización política, que no son como pudiera pensarse, incognoscibles, ya que hemos comenzado a formularnos un pensar válido para poder caminar hacia el futuro, podemos también auscultarlo respecto de las formas generales que la Solidaridad cobraría.
Estas formas no podrán ser muy distintas de su propio cuño cultural y de la sistematización del pensar político a que da origen.
Es decir, la organización humana tiende a ser la exposición “física” de la forma, en que quienes la crean y la integran, piensan respecto de su objeto inmediato o concreto y trascendente, como organización, y de su propio valor (importancia y rol) como operantes de y en ella, sean sólo como partícipes o como dirigentes.
Ya dijimos que la Nación tiene sus propias formas de operación política, social y orgánica;
forman parte de su propia conciencia en su cultura y estas formas han sido históricas y sucesivas, resultado todas ellas, de la aplicación de la misma matriz, con las naturales mas no esenciales variantes de época y de personas.
La matriz de Solidaridad no ha de ser muy distinta, con los mencionados agregados de personas y tiempo histórico. Un movimiento que reúna sin apiñar u oprimir, articulado y que permita tanto la libre organización como la necesaria independencia táctica y operativa de todos su miembros con la condición de aplicar la Doctrina con las teorías que sus integrantes o dirigentes elijan, adhieran a los principios y concuerden con los grandes objetivos, aceptando por encima de su propia capacidad de disposición, una autoridad común que sea la garantía, de que cada hecho en que adhiera o trabaje, los principios se respeten y los objetivos generales se cumplan más allá de la dirigencia misma.
Sin garantías contra el poder, no sólo no habrá adhesión sino que tampoco habrá poder.
Otros de los elementos culturales centrales de nuestro pueblo, y de muchos otros (incluyendo el pueblo español, recordando aquello de “Viva el Rey y muera el mal Gobierno”) es su desconfianza hacia el poder, porque le es ajeno, idea que aparece cuando el poder no ha salido de su seno, sin que esto signifique necesariamente representación o igualdades que generalmente no son posibles, sino consustanciación cultural verdadera; amor, que significa disposición y compromiso para conducir y que despierta, por lo tanto adhesión y confianza, paralelismo de las voluntades y finalmente pasión.
Toda unidad de un pueblo es una unidad heterogénea en su composición, en su organización y en sus “opiniones”, pero es siempre única en el curso de su acción y en sus objetivos, si existe articulación de las partes, que implica el mutuo respeto de sus dirigentes de cualquier nivel o extracción, lugar o sistema de opiniones, y si todo ello está, en las escasas pero muy importantes cuestiones verdaderamente fundamentales referido a una Autoridad aceptada y aceptable que carece, en cambio, de la potestad del poder, el sistema es culturalmente viable.
La Autoridad no es el ejercicio de la capacidad de disposición o de la voluntad, sino el ejercicio de la conducción, la persuasión y el arbitraje, y la custodia de los intereses del último de los hombres, es decir de todo y de cada uno de ellos.
La cuestión de las formas políticas es una cuestión de primer orden de la cultura, no en vano la contra-cultura adhiere a ciertas formas, que “casualmente” son las que el pueblo rechaza basado en su largo aprendizaje, ya que esas formas son la expresión “viva” o bien de la política popular o bien de su contrario, con cualquier sistema ideológico o cualquier discurso político. Conocimiento que no le es necesario al hombre argentino para saber de qué lado están.
De idéntica forma el pueblo sólo adhiere, se compromete, con aquellas formas que son consonantes con su vida entera, primero, y más luego con las que estén más de acuerdo con la direccionalidad política que eso supone, por esta razón, para nuestro pueblo, la política es como debe ser, posterior a su vida concreta misma y sólo llega a ella, es decir se compromete con ella, a través del prisma de su cultura que consiste en sus relaciones y en su saber, que es saber de diálogo entre personas vivas y actuantes, libres y responsables, tal como Sócrates proponía como ámbito y método de obtención de la verdad.
Es así que la lucha cultural articulada y desarrollada en base al principio de la solidaridad, nuevo “centro de la política popular”, comienza a reconstruir tanto al hombre argentino como al mismo pensar, tanto de sí, como el pensar en general, “congelado” en un conocimiento cada vez más “literario” y menos vital, y que por eso es víctima de la contra-cultura y también el que la engendra como su deformación.
Reconstruir al hombre argentino, será reconstruir su capacidad de volver a sentir, para que pueda volver a pensar. Esa reconstrucción no es tarea de algún “salvacionista” sino de él mismo en el ejercicio de la Solidaridad, que descubriéndole también su Fe, reconstruya su confianza en él mismo y en quienes le rodean y lo haga parte plena de su familia, de su Comunidad y de la Nación.
Pero un movimiento de esta naturaleza que a nuestro juicio es el único posible en función de la supervivencia tanto del hombre como de la comunidad nacional argentina no se crea, simplemente es.
Y verdaderamente es así, aunque podríamos decir con igual justicia que un movimiento de esa naturaleza no nace por generación espontánea y requiere de voluntades que lo creen o lo susciten y animen, pero que además sean capaces de pensarlo.
Ambas cuestiones son ciertas. Un movimiento en torno a un nuevo “centro de la política popular”, por un lado ya ES, pues sus fundamentos tanto culturales como Doctrinarios, que son su expresión política le son preexistentes y están vivos en la realidad y por otro lado, el impulso, la animación, la suscitación, son imprescindibles en la común y conjunta operación del Movimiento futuro.
Las formas, los nombres, se van asumiendo en torno a contenidos que ya existen y abarcando otras obras ya creadas; del mismo modo no debe reconocer “fronteras” de división entre los argentinos, que son quienes asumen la misión de la Nación, sean quienes fueren, y sobre todo los límites de los compromisos políticos pasados o presentes, que ni nos estorban ni a nadie molestan, ya que un Movimiento de este carácter aspira a un compromiso superior a las “banderías” o tribus, clanes y roscas, en las que la política argentina naufraga irremediablemente.
La Solidaridad es patrimonio de todos aquellos que la sienten y la ejercen, sean quienes sean y estén donde estén, ya que lo mismo ocurre con las fronteras geográficas de la Argentina a las cuales no debemos ni podríamos construir, tanto el sentimiento como la acción de la Solidaridad que es común a toda la humanidad que sufre de la misma “enfermedad” contra-cultural de la oligarquía como Sinarquía, o sea como asistema, y a la que aplicará el mismo remedio, que por otra parte es el único posible.
ALGUNAS CONCLUSIONES
APÉNDICE- A
Más que extraer algunas conclusiones, que o bien son obvias o bien cada uno debe, si así lo desea, extraer por sí mismo, es preferible insistir sobre las misiones que al par que son misiones del Movimiento Solidaridad, paralela y simultáneamente lo van creando, ya que, como dijimos, en un sentido todavía no existe. Y sin embargo hay misiones y tareas del Movimiento Solidaridad que sí existen, tales como producir el proceso de “conversión” de la mayor cantidad de personas, construir el Poder Solidario, restaurar la Autoridad de la Nación que es la misma que la del Movimiento e incansablemente predicar, predicar, predicar.
La adhesión al Movimiento de dirigentes de cualquier extracción o con cualquier “banderín” obliga al Movimiento a ser más taxativo en lo que hace a la pertenencia, que pese a que es amplia y abierta lo es para quienes adhieren, tanto a la Declaración Liminar como a los “Objetivos Básicos Comunes” y esta adhesión es pública y sostenida.
Eso crea un compromiso mutuo, siempre y cuando sea verdadero y constatable en los hechos, tanto cotidianos como políticos, sociales u orgánicos de que se tome parte.
El nombre y el uso del nombre también deben ser proclamados sin ambigüedades, si se ha cumplido con las premisas precedentemente establecidas, si bien es cierto que nadie puede ser propietario de la Solidaridad, también es verdad que ella habla sólo por sus hechos, y como señala el Evangelio… “por sus hechos los conoceréis”.
El Movimiento Solidaridad deberá ser la forma actual que la Nación asume para resolver las posibilidades de su existencia conjuntamente con las posibilidades de realización de cada argentino y aún de cada habitante de nuestro suelo; quedará en manos de los futuros desarrollos de carácter político o social u orgánico y sobre todo personales, las determinaciones de organicidad y funcionamiento que sólo pueden ser establecidos dentro del desenvolvimiento de las acciones, los hechos y el diálogo o la discusión que de aquí en más se produzcan en todos los niveles.
La formulación de las teorías particulares o generales circunstantes o permanentes es tarea de los que, en la emergencia, vayan asumiendo las responsabilidades inherentes a la participación como dirigentes en algunos lugares, sectores o ámbitos, sean cuales fueren.
Lo mismo puede decirse de la gran cantidad de personas que adhieren y que quieren hacer algo, todos ellos deberán, en principio ser predicadores para lo cual necesitan de la formulación escrita y ordenada de la Doctrina de la Solidaridad, porque el predicador comienza siendo un mensajero, para ser luego un animador, después un partícipe más y si así lo determinan quienes lo rodean, será mañana un dirigente del Movimiento Solidaridad.
Como todos sabemos, los galones no se portan en la hombrera, se llevan en el corazón… de los demás.
Son los únicos cuyo valor es perdurable, reconocible y deseable.
MOVIMIENTO SOLIDARIDAD
OBJETIVOS BÁSICOS COMUNES
APÉNDICE-B
A) RESPECTO DE LA PERSONA
1.- Todo ser humano es merecedor del respeto, acreedor a sus derechos esenciales y a lo necesario para el cumplimiento de sus fines personales y relacionales en entera libertad y en entera responsabilidad, aunque la Ley escrita no lo reconozca expresamente.
2.- El derecho a la procreación es inalienable, para el hombre, como para la mujer, tanto como la co-responsabilidad respecto de la o las nuevas vidas, por ante sí mismos y por ante la Comunidad y la Ley.
3.- El derecho al trabajo digno y necesario a la subsistencia personal y familiar, es un derecho político anexo a la condición de ciudadanía con mayoría de edad y es una responsabilidad tanto personal como Comunitaria su ejercicio pleno.
Derivan de él, el pleno derecho a elegir y ser elegido y el de portar armas en defensa de la Comunidad y la Nación.
Quienes, voluntariamente no trabajan, tienen sus derechos políticos restringidos a solamente elegir en el ámbito comunal y carece de la potestad de portar armas en defensa de la Comunidad o de la Nación sin otras restricciones.
4.- Para sí mismos, para la Comunidad y ante la Ley el Hombre y la Mujer son iguales, poseen los mismos derechos y las mismas obligaciones salvo privilegios derivados de condiciones particulares.
Existen las diferencias funcionales y de sensibilidad que tanto la Comunidad como la Ley deben respetar, al igual que las personas, dentro del marco de la Solidaridad que debe presidir las relaciones.
5.- El derecho inalienable de la persona, la defensa de su cultura, Fe, idioma, costumbres, tradición, vestimenta, comida, música, etc. es lícito por lo tanto la realización de la contra propaganda pública sea comercial, institucional, religiosa o de otro orden y así lo deben reconocer la Comunidad y la Ley.
No significa lo mismo la opinión mayoritaria que las opiniones minoritarias, aunque ellas deben estar protegidas en sus derechos, éstos no pueden ser en ningún caso ni mayores ni mejores que los de la mayoría aunque sí deben ser solidarios unos con los otros.
B) RESPECTO DE LA FAMILIA
1.- La familia es la organización o célula básica de toda asociación humana, matriz y escuela de la Solidaridad, por ello es especialmente protegida e inviolable, tanto para las personas, como para la Comunidad y la Ley.
2.- Esa protección y los privilegios a ella ligados se extienden a sus bienes, residencia y anexos.
3.- Teniendo la familia la importancia que tiene deberán ser responsables solidariamente ambos cónyuges de la salud y educación de sus hijos hasta su mayoría de edad.
4.- La familia ha de ser responsable de la acción participativa en la Comunidad en la que viva o en la que se asocie ya que los derechos y su contra partida de responsabilidades constituyen la Solidaridad en acción.
C) RESPECTO DE LA COMUNIDAD (SOCIAL O DE RESIDENCIA)
1.- La Comunidad constituida como reunión de familias si es de convivencia y habitación como si es de carácter orgánico-social, es la base tanto de la organización de su propio poder y autoridad como el soporte de la del Estado futuro y el lugar por excelencia del ejercicio pleno de la Solidaridad en la Democracia Social, Orgánica y Directa.
2.- La Comunidad de cualquier carácter, debe poseer la capacidad plena sea política, económica, social, cultural y organizativa de su ámbito, dentro de la Solidaridad que debe presidir el conjunto de la Nación, ya que la parte no puede ser superior al todo ni tampoco el todo puede desconocer a sus partes.
3.- Son deberes inalienables de la Comunidad su autosostenimiento y autogobierno, así como sostener al Estado Nacional futuro, contribuir a sostenerlo y apoyarlo solidariamente así como contribuir a la Defensa de la Nación cuando la situación lo requiera. Forman parte de sus obligaciones solidarias respetar y hacer respetar a las personas y familias la integren o no.
D) RESPECTO DE LA NACIÓN
1.- La Nación Argentina debe ser indivisa y soberana política, económica, social y culturalmente; está constituida por todos los habitantes de su territorio organizados en Comunidades territoriales o sociales libres, que quieran ser ciudadanos.
2.- La organización superior del Estado es Centralizado con Gobierno Descentralizado y Pueblo libremente organizado en un régimen de Democracia Social, Orgánica y Directa.
E) RESPECTO DEL CONTINENTE SUDAMERICANO
1.- La Nación Argentina debe prepararse para ser promotora y parte de un proceso de unidad continental en una Mancomunidad Solidaria de Naciones Soberanas de la América del Sur.
NOTA: Los anteriormente expuestos “Objetivos Básicos Comunes” para el Movimiento Solidaridad, sólo son aproximaciones que no pretenden más que eso, ya que los definitivos “Objetivos…” los determinarán el diálogo y la discusión de mucha amplitud, con el agregado del tiempo suficiente de decantación y prueba.