Los Años Felices

 

Los años felices

Sentir y vida cotidiana de los hombres
y mujeres en los primeros tiempos del peronismo

Ellos también hicieron la historia

1945-1955

 

 

“La felicidad del Pueblo y la grandeza de la Nación se fundan en la Justicia Social, la Independencia Económica y la Soberanía Política.”

                                                                                 Juan Domingo Perón

 

 

 

Un Día Peronista:

 

“Sol radiante, cielo puro, diáfano y azul, alegría y un general del pueblo que habla como padre desde un balcón de la Plaza de Mayo.”

 

En la primera década peronista, 1945-1955, el periodista deportivo Luís Elías Sojit, popularizó desde la radio este dicho que significaba palabra más palabra menos, lo que expresamos entre comillas.

 

 

 

 

 

 

 

 

El pueblo peronista en Plaza de Mayo

 

 

 

 

Introducción

 

 

Los pueblos, esos protagonistas

 

Siempre, absolutamente siempre, los pueblos y los hombres que los componen, resultan ser un factor decisivo a la hora de producir los hechos de la historia.

Ya sea por protagonismo directo, por omisión, por ausencia, las voces de los pueblos se hacen escuchar y aún silentes, están presentes. Y esas voces determinan conductas en los gobernantes, en los conductores, en los factores de poder. Es una ida y vuelta constante en el devenir de la historia, por lo cual ignorarlas se convierte en un puente a la incomprensión de la verdadera historia. Un salto a la ignorancia.

¿Se puede analizar el pasado y la trascendencia que tiene sobre el presente y el futuro, sin detenerse a pensar como sentían y como vivían nuestros antepasados?

En el caso del Peronismo, el alcance de esta influencia es tan notorio que sobre él se han escrito océanos de tinta, pero es que, además, el propio sentir del Pueblo Peronista y de quienes no lo eran, forman en sí mismo un tema que amerita una evaluación con la óptica de la felicidad como objetivo en esas gentes. ¿Llegaron a ella? ¿Cómo se sintieron? ¿Qué vivencias tuvieron? ¿Cómo era el diario vivir? ¿Y la relación entre las personas? Estas preguntas y muchas otras en este terreno, suelen no ser frecuentes a la hora de recorrer la historia y sin embargo, hablan de los hechos y de nosotros mismos de manera contundente. Hablan de la historia.

Perón, el 17 de octubre de 1945, después de una jornada extraordinariamente cargada de tensiones y peligros, para él y para el pueblo presente en Plaza de Mayo, pronuncia un discurso, en realidad un diálogo con la gente,  donde en un pasaje le dice que “Por eso, señores, quiero en esta oportunidad, mezclado con esta masa sudorosa, estrechar profundamente a todos contra mi corazón, como lo podría hacer con mi madre y enseguida y más adelante agrega porque ustedes han tenido los mismos pensamientos y los mismos dolores que mi pobre vieja habrá sufrido en estos días.”

El pueblo responde con una ovación enardecida, emocionada y agradecida. Las personas saltan de alegría.  Vibran los corazones. La profundidad del diálogo ha llegado hasta lo más profundo. Y sin embargo se está decidiendo la continuidad del coronel, el nacimiento de un movimiento político y el inicio de una revolución social lanzada hacia el futuro, sin tiempo y con objetivos de grandeza. Las narraciones históricas poco dicen de esta emoción colectiva. Mucho más se analizan los hechos políticos, que sin duda cambiaron la historia de los argentinos porque ya nada fue igual a partir de este momento, pero ¿Cuanto tuvieron que ver la lealtad, la solidaridad, la falta de egoísmo y el amor en este protagonismo popular? Nunca se había vivido algo similar. Y este fenómeno inauguró una etapa de la vida argentina impregnado por esos signos que completaron el carácter de este pueblo, que ya era solidario y afectuoso, y que estaba por entrar a una nueva era de felicidad.

 

Nos proponemos avanzar en esa dirección, en la inteligencia de que, descubrir a aquellos hombres y mujeres argentinos, también es  revelar como se hizo nuestra historia.

 

 

 

 

¿Cómo eran los hombres de cualquier periodo histórico?

 

José Cepeda Adan

“En torno al concepto del estado en los Reyes Católicos”, Cap. VI,

Consejo Superior de Investigaciones Científicas-Escuela de Historia Moderna, Madrid 1956

 

Hay algo muy importante en la historia que se nos escapa casi irremediablemente y es el factor humano sobre el que se operan los acontecimientos que estudiamos.

Tenemos monumentos, crónicas, relatos, documentos, pero no tenemos el ‘hombre’, con sus reacciones, temperamentos, gustos y pasiones. Y sin embargo, fue él quien hizo la historia.

Unamuno, habló de la intrahistoria, de ese fondo oceánico sobre el cual se monta la débil capa de las batallas, sucesos y acontecimientos que han llegado hasta nosotros. “sobre la inmensa humanidad silenciosa se  levantan los que meten bulla en la historia”. *

Conocer esa humanidad silenciosa, es uno de los deseos dominantes en los que se sienten atraídos por el pasado.

Cuando recorremos una ciudad sentimos una extraña sensación ¿Qué será de estos hombres que dentro de unos segundos se harán historia? ¿Adonde irán sus voces, sus anhelos, sus proyectos incumplidos que se nos pierden irremisiblemente? De su vida material tal vez quede algo, de “ellos” nada, esa nada que angustia al historiador porque sabe que representa una verdad básica para comprender el pasado.

Pero, no obstante, el silencio de esos hombres, de su huida por dimensión tiempo, el historiador no se amilana e intenta penetrar en la intrahistoria. No creemos que el pasado sea un mundo cerrado para nosotros; sabemos sí que es muy difícil llega a él., pero no imposible. Tenemos un camino, que son los relatos, documentos y huellas que fue dejando antes de hacer absoluto silencio. Por ellos podemos penetrar hasta conocer al menos una parte de esa humanidad que vivió antes que nosotros. Y podemos aproximarnos a ella porque, en definitiva, el hombre es el mismo siempre. Desde que existe la humanidad, los pecados capitales son siete. Cada época imprime su sello a la vida, pero no destruye la esencia del hombre porque ello supondría la imposibilidad de la historia. Nos atrae el pasado porque nos vemos en el a través de otros hombre y esa coincidencia es el cordón que une el ayer con el hoy.”

 

*Unamuno: “En torno al casticismo”. Pag. 28, Colec. Austral, Buenos Aires,

  1943

 

 

 

 

Tristeza y miseria en los años 30

 

Si algo caracteriza a la década del 30, como la inmediatamente anterior al Peronismo y además ser la 1ª Década Infame, es la tristeza que campeaba en la comunidad argentina.

Se asociaban la descarada entrega política y económica con la miseria.

El fraude electoral era oficialmente una regla institucionalizada, llamada “Fraude patriótico”.  El nivel de vida era paupérrimo; se conocieron las ollas populares en la que para comer un mendrugo de algo había que hacer cola; se multiplican las villas miseria; desocupación y desamparo social eran la regla de estos tiempos.

Pero un signo distintivo en las relaciones personales, es que la misma corrupción de los niveles dirigenciales ha descendido a buena parte de la sociedad misma. El fraude, la estafa, el robo, la droga, la simulación, el incumplimiento, la traición y la mentira son comunes en esos tiempos.

Una excelente fotografía de ese momento histórico la aportamos en este sitio en Otros Autores//Ramos, Jorge A.//Década Infame. Inigualable descripción.

Y es que semejante cuadro penetraba tan hondo en las personas que se traducía en tristeza. Un manto gris cubría a la Argentina.

Enrique Santos Discépolo lo reflejaba en el año 1935, también como fotografía veraz en su tango Cambalache:

 

 

Letra del tango Cambalache

Que el mundo fue y será 
una porquería, ya lo sé.
En el quinientos seis
y en el dos mil, también.
Que siempre ha habido chorros,
maquiavelos y estafaos,
contentos y amargaos,
barones y dublés.
Pero que el siglo veinte
es un despliegue
de maldá insolente,
ya no hay quien lo niegue.
Vivimos revolcaos en un merengue
y en el mismo lodo
todos manoseados.

Hoy resulta que es lo mismo
ser derecho que traidor,
ignorante, sabio o chorro,
generoso o estafador…
¡Todo es igual!
¡Nada es mejor!
Lo mismo un burro
que un gran profesor.
No hay aplazaos ni escalafón,
los ignorantes nos han igualao.
Si uno vive en la impostura
y otro roba en su ambición,
da lo mismo que sea cura,
colchonero, Rey de Bastos,
caradura o polizón.

¡Qué falta de respeto,
qué atropello a la razón!
Cualquiera es un señor,
cualquiera es un ladrón…
Mezclao con Stravisky
va Don Bosco y La Mignon,
Don Chicho y Napoleón,
Carnera y San Martín…
Igual que en la vidriera
Irrespetuosa
de los cambalaches
se ha mezclao la vida,
y herida por un sable sin remache
ves llorar la Biblia
junto a un calefón.

Siglo veinte, cambalache
problemático y febril…
El que no llora no mama
y el que no afana es un gil. 
¡Dale, nomás…! ¡Dale, que va…! 
Que allá en el Horno
nos vamo’a encontrar…!
No pienses más;
que ha nadie importa si   naciste          

honrao…Es lo mismo el que labura   
noche y día como un buey,
que el que vive de los otros,
que el que mata, que el que cura,
o está fuera de la ley…

 

 

dis

 

          

 



Por Radio Nacional en su programa “Pienso y digo lo que pienso”, desarrolla sus “diálogos” con el  personaje “Mordisquito”, a quien lo interroga con una expresión que pasará a la historia, “¿A mi me la vas a contar?”. Fue la prueba de aquel aserto.

 

 

 

 

Testimonio fotográfico

 

 

 

 

  

Circa 1950

 

Esta fotografía vale tanto como un estudio sociológico. Es la salida de fábrica de la Compañía de Fósforos Sud Americana. Como se puede apreciar visiblemente, prevalece en los rostros del grupo de trabajadores y trabajadoras (mayoría) la alegría y la armonía entre ellos. Fueron tiempos felices en los que el trabajo (no el subsidio para no trabajar) estaba garantizado, las remuneraciones eran altas y la seguridad social del estado los protegía. El trabajo era un valor en si mismo y eso penetraba en la conciencia de todos.

 

 

Vacaciones

Testimonio gráfico

 

 

 

  

Clara imagen de los nuevos tiempos: las vacaciones familiares y para todos.

Dibujo de Luís J. Medrano publicado en Perón, treinta años que conmovieron la política argentina, Fasc. Nº 12

 

 

 

Una revolución en el espíritu colectivo

 

 

 

 

“La felicidad de un pueblo en cuanto a sus medios de vida se refiere, se logra con una adecuada legislación en materia de Justicia Social y una equitativa distribución de la Ayuda Social.”

                                                                                                            Evita

 

 

 

 

 

“Y bueno, si el pueblo está contento, eso es lo que me interesa.

La mitad de la tarea del gobierno, para mí, está en que el pueblo esté contento. El pueblo contento comienza el camino de la felicidad y eso es una de las misiones fundamentales del gobierno. La otra es hacer la grandeza del país. Eso se hace despacito y de a poco. Chau.. y que sigan muy bien…”

                                                                              Juan D. Perón

 

Audio de Perón en las escenas finales de la película “Perón sinfonía del sentimiento” de Leonardo Favio.

 

 

 

 

 

 

   ¿Como fue posible que la mayoría del pueblo argentino pasase de tristezas infinitas y profundas, al genuino sentimiento de viva y penetrante felicidad?

Evidentemente debieron operar en la sociedad argentina un sinnúmero de factores que, confluyendo todos ellos, se instalaran en la conciencia y en el espíritu de las personas. El resultado no podía ser otro que la felicidad.

En este orden de análisis es preciso entonces, fijar a modo de marco real y efectivo, cuales fueron, al menos los más importantes, esos factores que desencadenaron este proceso tan notorio.

 

 

 

Los hechos

 

 

Insoslayable resulta en esta enumeración, situarse en el mismo momento en que el Peronismo tiene su alumbramiento, es decir el 17 de octubre de 1945. Es que, además de la épica propia de la gesta en la que el pueblo tuerce el brazo de la oligarquía, reponiendo al coronel Perón en sus cargos y manteniendo todas las conquistas laborales obtenidas y otorgadas desde la Secretaría de Trabajo y Previsión sucede que, en el discurso de aquella noche, Perón frente al pueblo reunido en la Plaza de Mayo, habla de la conciencia colectiva del pueblo trabajador y del triunfo obtenido, pero también le habla (como ya consignamos antes) como padre y gana su corazón y su compañerismo. (*) Esto inevitablemente se traducirá en una formidable confianza en que ya no habrá más desprotección e injusticias. Será lo que va a suceder.

 

(*) Perón iniciaba sus discursos con la palabra Compañeros!!!

 

Y vendrán las conquistas, una tras otra. La educación, impregnada de un sentido humanista, superando el enciclopedismo. La construcción de más escuelas en 10 años que en toda la historia previa.

La educación será un derecho, en los hechos concretos y para refrendarlos tendrá rango constitucional a partir de la reforma de 1949.

Llegará el derecho a jubilarse, no para poquísimas personas como antes de 1945, sino para todos, absolutamente para todos.

El derecho a la salud será efectivo y llegará hasta el último de los argentinos. Se invertirán los términos del problema, habrá enfermedades antes que enfermos y toda la prevención vendrá de la mano de este principio. Llegarán los hospitales, modernos, cómodos y para todos los argentinos.

Habrá viviendas dignas y confortables para centenares de miles de argentinos; descanso semanal, vacaciones pagas y turismo social garantizados; actividades deportivas como complemento de salud de las personas, con la participación masiva de la población.

La mujer alcanzará el ejercicio de todos los derechos políticos y sociales por lo que había luchado durante décadas.

Se dará fin al estado de semi-esclavitud de los trabajadores rurales al proclamarse el Estatuto del Peón.

Serán sancionados y promulgados los derechos de los trabajadores con rango constitucional, también en 1949.

Se instaurará y se ejercerá la Justicia Social, otorgando salarios justos y protección social y laboral para todos los trabajadores, objetivo incumplido y tan lejano para millones de argentinos en tiempos pasados.

La Fundación Eva Perón llegará hasta el último de los argentinos sin preguntar como piensa, asistiéndolo en sus derechos y también realizando la Justicia Social.

Se instalará en el pueblo una clara conciencia de su dignidad y de sus derechos irrenunciables, y de la soberanía nacional como una de sus banderas ideológicas superiores.

Un nuevo espacio, el Movimiento Peronista garantizó por extensión y profundidad la participación efectiva de las personas en el ejercicio de su voluntad de participar en las decisiones y en la ejecución de las acciones, dejando atrás la ficción “democrática” del demoliberalismo.

Con semejante cuadro de realizaciones jamás visto en la historia de los argentinos ¿Como podría sentirse una persona que había vivido él y sus antecesores entre la miseria y la humillación?

Un estado de intensa felicidad embargó al espíritu de millones de argentinos. Fue una  trascendental obra de ingeniera social que los cubrió, los protegió y los resguardó, no sin omitir el reclamo a su propia participación, o sea la evidencia de que se estaba en una verdadera revolución y en una verdadera democracia. ¡Y bien, ¿Cómo no habría de sentirse feliz la mayoría del pueblo argentino?!

 

 

 

La primera gran alegría

 

El 17 de octubre de 1945, además de ser el hecho político que cambió y la historia y partir del cual, ya nada fue igual y “se cayeron las estanterías de todas las estructuras políticas partidarias conocidas”, significó una enorme alegría y sentimiento de felicidad en todo el pueblo humilde y trabajador. Es que empezaban a quedar atrás los sombríos años de la injusticia social y de la esclavitud. De la tristeza y de la mishiadura (pobreza, miseria, indigencia).

Ese día salió un nuevo sol y el pueblo lo entendió así, lo percibió, lo vivenció, se sintió feliz de haber sido protagonista, de imponer una voluntad de justicia. Muy pocas veces en la historia había sucedido algo parecido, en rigor nunca tan plenamente.

El Peronismo es, en este sentido, la culminación de un larguísimo proceso adonde se fue gestando una cultura popular con el objetivo de alcanzar su participación en las decisiones y la justicia social. Hasta su advenimiento fueron más los días de poco sol, que aquellos donde brillaba la esperanza. El 17 cambió la historia.

El testimonio que sigue es el que da cuenta de un perfil humano de altísima envergadura donde se mezcló el “renacimiento de la conciencia de los trabajadores” con un profundo y legítimo regocijo.

Saverio D’Aquila, estuvo en la plaza ese día y precisamente nos habla de la victoria política, pero también de cómo se sintió el pueblo…

 

 

 

 

 

 

 

Testimonio clave

 

18-06-2011

 

Con sus frescos y lúcidos 82 años, somos recibidos por Saverio D’Aquila en su casa de Temperley, partido de Lomas de Zamora.
Vamos a hablar con él, porque es nada más y nada menos, que uno de los centenares de miles que estuvieron presentes aquel glorioso día en la Plaza de Mayo.

“Al momento del 17 de octubre me faltaban 13 días para cumplir 18 años y trabajaba en una fábrica de caños en Pineyro, partido de Avellaneda.
En ese momento ya se hacían sentir las normas y leyes de trabajo establecidas por Perón desde la Secretaría de Trabajo y Previsión: salubridad, aguinaldo, vacaciones, horarios de trabajo, descanso semanal y todo lo demás. Se cumplían rigurosamente. Tal vez algunas estuvieran previamente, pero nadie las cumplía. Nadie.
Recuerdo que se venía hablando desde hacía meses sobre la destitución de Perón. Las fuerzas en su contra eran muchas y muy fuertes.
Todo esto se hablaba mucho entre nosotros, pero faltaba la acción. No recuerdo que existiera organización sindical alguna presente en la fábrica.
Sí cobraron mucha importancia, a partir de la asunción de Perón en 1946.
Cuando se supo que Perón estaba detenido en Martín García, se comenzó a hablar de movilización para que se lo liberara. Así hasta el día 17 en que se produce esa avalancha de gente.
Las 48 hs. previas fueron un torbellino. Se esperaba una represión militar apoyada por los conservadores. El lunes 15 trabajamos, pero los rumores invadieron la fábrica. El martes 16 lo mismo y el nerviosismo era creciente.
La noche de ese martes para mí fue normal. Las radios no decían gran cosa. Las que si informaban algo, eran las radios uruguayas.
El 17 fui a trabajar normalmente. Pero ya se sabía que había levantamientos obreros en La Plata, Berisso, Ensenada y otros puntos del país.
Cuando salí del trabajo el fervor era notorio y la gente decidió ir a Plaza de Mayo. Entre ellos yo y mi amigo Sebastián Di Pino. Compañero del colegio, vecino y amigo para toda la vida.
A las 18 hs, salimos aproximadamente 100 de Galicia y Rivadavia, en dirección a Puente Alsina. A 10 cuadras del puente ya no éramos 100, éramos miles, una cosa tremenda. Nos apurábamos para llegar antes de que levantaran el puente. Pasamos y después lo levantaron.
Del lado de la capital sobre avenida Caseros, había un escuadrón de la policía tirando gases lacrimógenos. Paramos unos segundos para ver que pasaba y un oficial a caballo se nos acercó y nos dijo: ‘muchachos tenemos orden de reprimirlos, mojen sus pañuelos, pónganselos en los ojos, avancen lo más rápido que puedan y Viva Perón.’
Mientras caminábamos la gente brotaba de todos lados y se sumaba a la columna.
Llegamos a Plaza de Mayo entrando por Diagonal Sur alrededor de las 20 hs. Una multitud. El Viva Perón era la constante.
En un momento apareció Avalos en el balcón de la Casa Rosada y quiso hablar. No pudo, la rechifla fue ensordecedora y tuvo que desistir.
Nosotros éramos muy jóvenes, no teníamos ni miedo ni preocupación, sabíamos que Perón iba a venir.
Mas tarde Colom informó que Perón venía desde el Hospital Militar y después se anunció que iba a hablar. Fue el “acabose”.
Cuando apareció Perón se vino abajo la plaza, se vino abajo todo.
Estuvo alrededor de 15 minutos donde no podía empezar a hablar. La gente no lo dejaba.
Al principio no importaba tanto que empezara a hablar. Estábamos contentos de verlo vivo y bien, porque se rumoreaba también que lo iban a asesinar. No quiero pensar lo que hubiera pasado de suceder eso con toda la gente que estaba ahí….
Muchos le preguntaban ¿Dónde estuvo general?, porque le decían general.
Era todo un delirio total, lo interrumpían a cada instante. La gente saltaba a los gritos. No sé como la plaza quedó en pié. Era como tocar el cielo con la mano, viéndolo a Perón.
El discurso termina recomendándonos que nos fuéramos a casa tranquilos, unidos, que no hiciéramos lío ni desmanes, que cuidáramos a las mujeres y a los chicos (había chicos con los padres) y que al día siguiente iba a ser feriado. La gente le había pedido ‘mañana San Perón’.
Salimos de la plaza por la calle Bolívar en tranvía y arriba del techo. Llegamos a puente Alsina y ahí tuvimos que seguir a pié. Todos iban a los gritos pelados en plena madrugada, ‘Viva Perón’.
Yo no avisé a mi familia adonde iba, pero se lo imaginaban. Cuando llegué alrededor de las 3 de la mañana, no hubo ningún reproche, todos contentos, mi padre especialmente, que me preguntó ‘¿Cómo había estado la cosa?’.
En ese momento tuve la sensación de haber hecho algo que lo sentía, del deber cumplido.
Los opositores a Perón, con Botana a la cabeza (editor del diario Crítica) nos daban con un caño, a Perón y a todos nosotros. Para ellos era imposible que pasara lo que pasó. Salir a la calle era como una afrenta.
Rescatar a Perón y enfrentarlos a ellos, eso fue lo que hicimos. Fue una demostración de fuerza y de poder. El 19 fuimos todos tranquilos a trabajar y a cosechar lo que habíamos conseguido.”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 «La felicidad de un solo descamisado vale más que toda mi vida» 

 

“Yo sé que dentro de muchos años, cuando los argentinos se dejen

  acariciar por el recuerdo, llegarán a estos años de nuestra vida y

  dirán. Entonces éramos más felices, Perón estaba con nosotros.”

 

                                                                                                   Evita

 

 

 

 

 

 

 

 

 

“Bienestar de las familias obreras”: “Antes, pocos salían las madres con sus hijos. Tampoco las familias en pleno, porque lo que se ganaba apenas si alcanzaba para comer. (…) Hoy hay para vivir y pasear. Para salir y para veranear. Y como la preocupación del centavo no atosiga a nadie, pueden las madres vestir a sus chicos y sacarlos por las tardes a dar una vuelta al centro. (…) el bienestar de una familia se mide además por cómo se expande a las mujeres y a los chicos la posibilidad de pasear”.

 

                                                                      Diario La Prensa, marzo de 1954

 

 

 

 

 

 

 

 

“…antes de la época de Perón yo la veía a mi madre haciendo fuego en un bracerito, después de Perón mi madre tenía una cocina económica. Antes de Perón mi madre enfriaba la bebida en un balde envuelto en una bolsa de arpillera. Vino Perón y tuvimos una heladera. Antes de Perón nosotros nos bañábamos en un fuentón. Vino Perón y nos entregó una casa con baño instalado, bañera ¿se da cuenta el cambio? Pequeño cambio. Antes de Perón yo lo veía a mi padre que era un esclavo del ferrocarril. Esclavo del ferrocarril. Yo lo veía a mi padre que venía con una mano, por ejemplo, lastimada y ¿sabe con qué lo curaban? Con tierra. (…) Y llegaba a mi casa mi padre y mi mamá lo curaba. Con Perón: respetar un horario. Se entraba a las 8 se salía a las 12. Se entraba a las 2 de la tarde y se salía a las 6. ¿Se enfermaban, se lastimaban? Atención. Ropa para los ferroviarios, calzados, para los ferroviarios. (…) Antes de Perón (…) Los hospitales abarrotados, llenos de gente pobre, más que pobre… Con la llegada de Perón surgieron los famosos sanatorios. Los sanatorios ferroviarios, y ¡qué sanatorios!…”

 

                                por Javier Prado en “Peronismo Explícito, Pág. 17-18

 

 

 

 

 

Las cifras de los hechos que cimentaron la Justicia Social y afirmaron

la Felicidad del Pueblo

                                                                    por María T. Maffeis

 

Ocupación laboral plena: En cuanto al empleo en el período no se detecta trabajo precario y existe escaso empleo marginal.

Hay movilidad estructural ascendente, desde posiciones rurales sencillas a posiciones urbanas autónomas de clase media y asalariadas de clase obrera, y desde segmentos inferiores a segmentos superiores dentro de la clase media. La clase media asalariada creció a una tasa anual del 26% siendo el sector que más aumentó dentro de la población económicamente activa. De igual modo la clase media autónoma (pequeños propietarios de industria, servicios y comercio) aumentó a un ritmo anual del 22, 9% entre 1947 y 1960.

La participación de los asalariados en el ingreso total aumentó en 8 puntos porcentuales entre 1945 y 1954: la proporción de los salarios sobre el PIB alcanzó un máximo histórico de 50,8 por ciento en 1954.

Durante el gobierno peronista, por primera vez en la historia, la deuda externa es cancelada en su totalidad. En 1945 las obligaciones con el exterior alcanzaban la suma de 519.910.262 de pesos, en 1946 bajaron a 114.196.498, en 1950 llegaban a 41.086.681, y en 1952, se formalizó totalmente su pago advirtiéndose sin obligaciones nuevas hasta la revolución de 1955.

 

Crecimiento Industrial 1943-1954

 

 

Año

Número de Establecim.

Propietarios o Directores

Personal Ocupado

Empleados

Obreros

1943

61.172

72.002

87.778

756.282

1946

86.440

115.923

135.484

838.387

1948

81.937

114.969

136.630

917.265

1950

83.370

121.217

143.523

923.824

1954

151.828

224.954

166.980

1.055.496

 

   Fuente: Censos Industriales en Rotondoro, Rubén. “Realidad y Cambio en el Sindicalismo”, Editorial Pleamar, Buenos Aires, 1971.

 

 

Según el censo industrial de 1954 el 60% de los establecimientos correspondientes a pequeñas empresas de gran intervención familiar, se había creado después de 1945. Las clases trabajadoras urbanas fueron las que más empleos sumaron (500.000) en el período entre censos 1947 y 1960. En el caso de los obreros autónomos incluyendo cuentapropistas, artesanos, también se advierte una tasa sostenida de crecimiento a excepción de la del personal doméstico, que descendió en la medida en que las mujeres fueron incorporadas a la actividad fabril y de servicios.

 

Mejora salarios reales y legislación laboral: hacia 1955 los salarios reales eran 60% superiores a los de 1945. El salario real creció el 62% entre 1946 y 1949, también fue incrementado anualmente por el aguinaldo desde 1945.

 

     Aumenta el consumo en los sectores populares y medios (en los primeros años crecía 13,5% anualmente)  los trabajadores tuvieron acceso a más y mejores productos de consumo masivo, desde alimentos hasta prendas de vestir y aparatos de uso hogareño, desde calzados hasta espectáculos. Entre 1946 y 1954 los negocios minoristas se duplicaron para poder satisfacer la demanda acompañando el crecimiento de la industria destinada al consumo interno: la manufactura textil aumentó el 40%, la producción de heladeras eléctricas se cuadriplicó entre 1941 y 1953 y la de calefones eléctricos aumentó ocho veces.

 

     A lo largo del período la tasa de crecimiento de la matrícula de la escuela primaria fue mayor a la tasa de aumento de la población total lo que advierte la incorporación de sectores sociales humildes a la educación. Por su parte, el aumento de la matrícula de la educación secundaria destaca un promedio del 11,5% anual entre 1943 y 1955. Desde 1950 se dispone la gratuidad de la educación universitaria y en 1952 se crea la Universidad Obrera Nacional (luego del ’55 UTN).

 

     Acceso a los bienes culturales: Se implementaron políticas de redistribución de los consumos culturales, en pos de lograr una mayor democratización y federalización del acceso a la cultura. En esa línea se emprendieron el Tren Cultural, los programas de la Orquesta de Música Popular y el de Bibliotecas Populares. Ámbitos como el Teatro Colón, el Teatro Municipal General San Martín, el Enrique Santos Discépolo (hoy Presidente Alvear) y el Teatro Nacional Cervantes, el salón de actos de Facultad de Derecho de la UBA con  recitales de la Orquesta Sinfónica creada en 1948, albergarían a un nuevo público integrado por los obreros y sus familias. En 1951 se inauguró el Anfiteatro popular Eva Perón, situado al aire libre en el Parque Centenario, con capacidad para 10.000 personas y que era utilizado para eventos culturales masivos como el Festival de Teatro para Niños.

 

    Acceso a la vivienda propia: impulsado por planes oficiales y créditos para la construcción y el congelamiento de los alquileres: en el censo de 1947 mostraba que el 70% de los trabajadores alquilaba en capital y conurbano – en el censo de 1960 sólo el 42% alquilaba –.

Según el mismo censo de 1947 sólo el 27% de las viviendas estaba ocupado por su propietario. Se decidió entonces:

 

* Mantener el congelamiento de los alquileres iniciado en 1943: el monto destinado a este rubro en el presupuesto familiar representaba el 18% en 1943 y sólo el 2,6% en 1957.

* Promover la Ley de propiedad horizontal 13.512/48 que admitió la división de propiedades en unidades, dando estímulo a la construcción en propiedad horizontal.

* La reestructuración del Banco Hipotecario Nacional otorgando créditos que cubrían en un comienzo hasta el 100% de la propiedad para la construcción de viviendas unifamiliares: el típico chalet californiano que llegó a identificarse con la “arquitectura peronista”.

  * La apertura de dos líneas de crédito: una destinada a la construcción y otra a la compra de viviendas, ambas preferenciales para los sectores trabajadores con intereses que alcanzaban un mínimo de 2,80%, sin requerir depósitos previos, mientras que las tasas de interés no se ajustaban a la inflación. Otras líneas de crédito se abrieron para los afiliados a las cajas de previsión social, cooperativas y mutuales y para empresas constructoras de viviendas.

       * El número de préstamos escriturados creció en 1948 en un 200% respecto del año anterior, a la vez que se incorporaron nuevas urbanizaciones a cargo del Banco para los fueron utilizados los recursos de la Administración Nacional de la Vivienda (ANV) que fue traspasada a su órbita en 1947.

* Para el Plan Quinquenal de 1952 el BHN lanzó los programas de vivienda “Eva Perón”, que fueron implementados a partir de 1953. Era una categoría de préstamos para la construcción de viviendas que cubrían el 100% del valor de la propiedad, más el 30% del terreno, con una tasa del 4% anual, un plazo de hasta 40 años y con una superficie cubierta que no debía superar los 70 metros cuadrados. En 1954 el BHN estableció una extensión de los créditos para la casa propia hasta 50 años, los destinados a alquiler hasta 30 años y los correspondientes a la construcción de barrios por cooperativas, sindicatos y empresas hasta 5 años de plazo sin amortización.

 

Turismo social: impulsado por los servicios sindicales, las vacaciones pagas, el aguinaldo y la  disposición de las colonias turísticas (Embalse Río Tercero en Córdoba, con capacidad para 3000 visitantes y Chapadmalal en Buenos Aires con capacidad para 4700 personas).

Mar del Plata recibía 65000 turistas en 1930. Hacia el final de los dos primeros gobiernos de Perón recibía 1.400.000 turistas.

 

La Salud Pública, según la propuesta del Dr. Ramón Carrillo, desarrolló las campañas de erradicación de enfermedades endémicas tales como paludismo y tuberculosis, la vacunación masiva y la educación sanitaria. En el período se duplicó el número de camas disponibles en hospitales se elevó de 4 por cada 1000 habitantes a 7 entre 1946 (66.300) y 1954 (131.440). Se logró pasar de 5.000.000 de personas con disponibilidad de agua potable en 1941 a 10.000.000 en 1955 y de  4.000.000 de habitantes con instalaciones cloacales a 5.500.000. La mortalidad considerando el conjunto de la población, descendió del 80,1 por mil en 1943 a 66,5 por mil en 1951.

 

 

 

 

Una pena y no para el olvido

 

El sitio no pretende reflejar solo la felicidad vivida por millones y millones de argentinos. Hay voces contrarias. Entre ellas las de la intelectualidad de izquierda, donde Osvaldo Soriano, brillante escritor, “descarrilla” frente a los hechos frutos del amor y los confunde con la demagogia y la manipulación.

En Cuentos de los años felices, aparece uno, muy particular, “Aquel Peronismo de juguete, donde ocurre lo que ocurre.

Es un cuento donde prevalece la ambivalencia y las contradicciones son flagrantes. ¿Habrá Soriano querido no ocultarlas? Tal vez. Un modo de ser sincero. Pero lo cierto es que finaliza el cuento añorando aquella felicidad de la infancia y no volviendo a creer en Perón.

Se evidencia la extrema dificultad de la izquierda argentina  para advertir el peso de los hechos y en todo caso adjudicarles a estos demagogia populista (¿Qué es el término populismo sino una forma peyorativa de clasificar a la revolución peronista?). Lamentable.

No caben los hechos, no cabe la realidad, como no cabe el peronismo en ningún manual ideológico del marxismo, en ninguna de sus variantes. ¿Entonces? Añoro la infancia, pero me voy de ahí rumbo al paraguas protector de una ideología.

Y más aún, en lo que añora, “…también hay ironía en una miniaturización del peronismo, como si el narrador no se tomara en serio estas anécdotas de la infancia.” (María José Punte-UCA), Véanse las descripciones de los juguetes y de la espera de los mismos por los chicos, él incluido. Y para colmo, fallecida Evita, es el general quien les manda un equipo de camisetas completo. Asombroso, pero demagógico.

El título casi lo dice todo. Y lo que sigue es el drama del marxismo que nada entiende en la Argentina, aunque diga que entiende muy bien porque otros necesitan creer en Perón. ¿Desde que soberbia por encima del pueblo se dice  esto? Es lo que le pasó a Soriano.

Una pena y no para el olvido.

 

 

 

 

 

 

“Aquel peronismo de juguete”

en “Cuentos de los años felices”

por Osvaldo Soriano

 

 

Cuando yo era chico Perón era nuestro Rey Mago: el 6 de enero bastaba con ir al correo para que nos dieran un oso de felpa, una pelota o una muñeca para las chicas. Para mi padre eso era una vergüenza: hacer la cola delante de una ventanilla que decía «Perón cumple, Evita dignifica», era confesarse pobre y peronista. Y mi padre, que era empleado público y no tenía la tozudez de Bartleby el escribiente, odiaba a Perón y a su régimen como se aborrecen las peras en compota o ciertos pecados tardíos.

Estar en la fila agitaba el corazón: ¿quedaría todavía una pelota de fútbol cuando llegáramos a la ventanilla? ¿O tendríamos que contentarnos con un camión de lata, acaso con la miniatura del coche de Fangio? Mirábamos con envidia a los chicos que se iban con una caja de los soldaditos de plomo del general San Martín: ¿se llevaban eso porque ya no había otra cosa, o porque les gustaba jugar a la guerra? Yo rogaba por una pelota, de aquellas de tiento, que tenían cualquier forma menos redonda.

En aquella tarde de 1950 no pude tenerla. Creo que me dieron una lancha a alcohol que yo ponía a navegar en un hueco lleno de agua, abajo de un limonero. Tenía que hacer olas con las manos para que avanzara. La caldera funcionó sólo un par de veces pero todavía me queda la nostalgia de aquel chuf, chuf, chuf, que parecía un ruido de verdad, mientras yo soñaba con islas perdidas y amigos y novias de diecisiete años. Recuerdo que ésa era la edad que entonces tenían para mí las personas grandes.

Rara vez la lancha llegaba hasta la otra orilla. Tenía que robarle la caja de fósforos a mi madre para prender una y otra vez el alcohol y Juana y yo, que íbamos a bordo, enfrentábamos tiburones, alimañas y piratas emboscados en el Amazonas pero mi lancha peronista era como esos petardos de Año Nuevo que se quemaban sin explotar.

 

El General nos envolvía con su voz de mago lejano. Yo vivía a mil kilómetros de

Buenos Aires y la radio de onda corta traía su tono ronco y un poco melancólico. Evita, en cambio, tenía un encanto de madre severa, con ese pelo rubio atado a la nuca que le disimulaba la belleza de los treinta años.

Mi padre desataba su santa cólera de contrera y mi madre cerraba puertas y ventanas para que los vecinos no escucharan. Tenía miedo de que perdiera el trabajó. Sospecho que mi padre, como casi todos los funcionarios, se había rebajado a aceptar un carné del Partido para hacer carrera en Obras Sanitarias. Para llegar a jefe de distrito en un lugar perdido de la Patagonia, donde exhortaba al patriotismo a los obreros peronistas que instalaban la red de agua corriente.

 

Creo que todo, entonces, tenía un sentido fundador. Aquel «sobrestante» que era mi padre tenía un solo traje y dos o tres corbatas, aunque siempre andaba impecable. Su mayor ambición era tener un poco de queso para el postre. Cuando cumplió cuarenta años, en los tiempos de Perón, le dieron un crédito para que se hiciera una casa en San Luís. Luego, a la caída del General, la perdió, pero seguía siendo un antiperonista furioso.

Después del almuerzo pelaba una manzana, mientras oía las protestas de mi madre porque el sueldo no alcanzaba. De pronto golpeaba el puño sobre la mesa y gritaba: «¡No me voy a morir sin verlo caer!». Es un recuerdo muy intenso que tengo, uno de los más fuertes de mi infancia: mi padre pudo cumplir su sueño en los lluviosos días de septiembre de 1955, pero Perón se iba a vengar de sus enemigos y también de mi viejo que se murió en 1974, con el general de nuevo en el gobierno.

 

En el verano del 53, o del 54, se me ocurrió escribirle. Evita ya había muerto y yo había llevado el luto. No recuerdo bien: fueron unas pocas líneas y él debía recibir tantas cartas que enseguida me olvidé del asunto. Hasta que un día un camión del correo se detuvo frente a mi casa y de la caja bajaron un paquete enorme con una esquela breve: «Acá te mando las camisetas. Pórtense bien y acuérdense de Evita que nos guía desde el cielo». Y firmaba Perón, de puño y letra. En el paquete había  diez camisetas blancas con cuello rojo y una amarilla para el arquero. La pelota era de tiento, flamante, como las que tenían los jugadores en las fotos de El Gráfico.

El General llegaba lejos, más allá de los ríos y los desiertos. Los chicos lo sentíamos poderoso y amigo. «En la Argentina de Evita y de Perón los únicos privilegiados son los niños», decían los carteles que colgaban en las paredes de la escuela. ¿Cómo imaginar, entonces, que eso era puro populismo demagógico?

Cuando Perón cayó, yo tenía doce años. A los trece empecé a trabajar como aprendiz en uno de esos lugares de Río Negro donde envuelven las manzanas para la exportación.

Choice se llamaban las que iban al extranjero; standard las que quedaban en el país. Yo les ponía el sello a los cajones. Ya no me ocupaba de Perón: su nombre y el de Evita estaban prohibidos. Los diarios llamaban «tirano prófugo» al General. En los barrios pobres las viejas levantaban la vista al cielo porque esperaban un famoso avión negro que lo traería de regreso.

Ese verano conocí mis primeros anarcos y rojos que discutían con los peronistas una huelga larga. En marzo abandonamos el trabajo. Cortamos la ruta, fuimos en caravana hasta la plaza y muchos gritaban «Viva Perón, carajo». Entonces cargaron los cosacos y recibí mi primera paliza política. Yo ya había cambiado a Perón por otra causa, pero los garrotazos los recibía por peronista. Por la lancha a alcohol que casi nunca anduvo. Por las camisetas de fútbol y la carta aquella que mi madre extravió para siempre cuando llegó la Libertadora.

No volví a creer en Perón, pero entiendo muy bien por qué otros necesitan hacerlo.

Aunque el país sea distinto, y la felicidad esté tan lejana como el recuerdo de mi infancia al pie del limonero, en el patio de mi casa.

 

 

 

 

Ver en este sitio del link Textos Centrales: La Ruta de Perón 1893-1945, Vivienda, Salud Pública, Deportes, Economía, El progreso del pueblo, Fundación Eva Perón, Rama Masculina, Rama Femenina, Reforma Constitucional de 1949.

 

 

  

 

 

Hasta acá nuestra introducción. En las próximas actualizaciones y con el aporte de los lectores, daremos continuidad a este trascendente tema.

 

 

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