Peronismo y Cristianismo

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PERONISMO Y CRISTIANISMO

Discurso del Gral. Perón en la clausura del

V Congreso Eucarístico Nacional

Rosario, 29 de octubre de 1950

“Yo agradezco profundamente este magnífico momento que he pasado en este almuerzo de amigos. Las palabras del señor Intendente de Rosario -palabras peronistas- tienen la virtud de todas las palabras peronistas: llegar profundamente al corazón y rendir el efecto que todos buscamos: que seamos cada día más unidos y más amigos.

La clausura de este Congreso Eucarístico, a que se ha referido el señor Intendente, es evocadora para los peronistas; y lo es porque nosotros no solamente hemos visto en Cristo a un Dios, sino que también hemos admirado en El a un hombre; y no solamente hemos admirado y admiramos las liturgias, los ritos católicos, sino que admiramos y tratamos de cumplir esta doctrina. Es muy fácil someterse a los dictados de una religión si en ello hemos de cumplir satisfactoriamente sólo sus formas; pero es difícil una religión cuando uno trata de cumplimentar su fondo. En esto, como en todas las cosas de la vida, la religión tiene su forma y tiene también su fondo. Yo creo que ser un buen cristiano no es sólo cumplir con las formas de los rituales religiosos. No es buen cristiano aquel que va todos los domingos a misa y hace cumplidamente todos los esfuerzos para satisfacer las disposiciones formales de la religión. Es mal cristiano cuando, haciendo todo eso, paga mal a quien le sirve o especula con el hambre de los obreros de sus fábricas para acumular unos pesos más al final del ejercicio. Ese podrá cumplir todas las formas que el cristianismo impone a los católicos, pero no será jamás un buen cristiano.

Por eso, compañeros, el peronismo, que quizás a veces no respeta las formas pero que trata de asimilar y de cumplir el fondo, es una manera efectiva, real y honrada de hacer el cristianismo, por el que todos nosotros, los argentinos, sentimos una inmensa admiración. Amamos a Cristo no sólo porque El es Dios. Lo amamos porque dejó sobre el mundo algo que será eterno: el amor entre los hombres. Y lo amamos por la dignidad humana y el sacrificio contra la avaricia, contra el egoísmo, en beneficio de los hermanos. Así entendemos los peronistas el cristianismo, tratando de practicarlo, de hacer todos los días el bien en nombre del bien mismo, sin mirar otra intención que la de favorecer a alguien que sea menos favorecido que nosotros.

Señores: yo alabo al pobre que se desprende de la mitad de lo que tiene para hacer feliz a otro que no posee ni esa mitad; pero no alabo ni admiro al rico que se desprende de una pequeña parte de lo que atesora para repartirlo insuficientemente entre cuatro o cinco. Este olvida que para ser buen cristiano no debe tener escondido en bodega o en caja de hierro lo que miles están necesitando para vivir.

Nosotros somos simplemente cristianos y queremos serlo. Queremos ser cristianos en nuestras obras y no por la ropa que nos ponemos ni por los actos formales que realizamos; y también por ello, compañeros, nos hemos puesto a la obra de difundir nuestra doctrina. Difundiendo la doctrina peronista, expresándola por toda la República, sabemos que estamos haciendo el bien. Hacerla sin mirar cómo ni a quién, favoreciendo donde podemos favorecer; así es nuestro cristianismo, el cristianismo práctico justicialista.

Señores: yo he querido llegar hasta Rosario, a pesar de que me había impuesto un descanso, más que por mí, por mi señora. He querido hacer el esfuerzo de llegar hasta aquí porque nosotros, los peronistas, como todos los que actuamos en la lucha por el bien y por la verdad, somos calumniados y vituperados. Nadie en la humanidad ha hecho el bien sin sufrir las consecuencias de haberlo hecho. Por eso he aceptado dirigir unas palabras en la ceremonia de hoy. En ellas he de decir lo que siempre he dicho: la verdad, como yo la siento y como yo la sé, seguro de que con ello he de interpretar a todos los compañeros peronistas.
Sabemos que para ello tendremos que luchar. Lucharemos como hasta ahora: con la persuasión. No utilizaremos ni el poder, ni la fuerza, ni la violencia, mientras la persuasión pueda abrir completamente nuestro camino.

Finalmente, compañeros, les agradezco profundamente estos gratísimos momentos, que quizá son los que llegan más profundamente al corazón de los hombres, porque nosotros no tenemos, sino sinsabores y sacrificios, y la única realidad que vemos con inmensa satisfacción es la felicidad del pueblo argentino, única razón de nuestra lucha y de nuestro sacrificio. Y si para ese triunfo fuera necesario multiplicar hasta el infinito nuestro sacrificio, mientras haya vida y haya energía, no habremos de ahorrar ni una sola de ellas para cumplir nuestra misión, como dice mi señora, caiga quien caiga y cueste lo que cueste.”

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