Por José Luís Muñoz Azpiri (h)
Hace cincuenta años nos abandonó Raúl Scalabrini Ortiz (1898 – 1959)
Una vida dedicada a los más puros ideales de arte y patria se extinguió hace medio siglo con la persona de Raúl Scalabrini Ortiz. Su nombre, desde ese momento, se integró indeleble a la historia de nuestras letras y nuestro pensamiento político.
Redactor editorialista de los diarios “La Nación”, “El Mundo” y “Noticias Gráficas”; crítico teatral de la revista “El Hogar”; fundador del diario “Reconquista”, editado en los inquietos días del año 1939, autor de “El hombre que está solo y espera”, la más lograda radiografía del porteño, “Política británica en el Río de la Plata”, “Historia de los ferrocarriles argentinos” y “Los ferrocarriles deben ser argentinos”,el ilustre escritor desaparecido puso en su obra de periodista, escritor económico y sociólogo, el sello de una vocación sin mácula y la impronta de un acendrado espíritu patriótico y de artista.
Convivían en Scalabrini Ortiz, en armónica conjunción de pensamiento y arte, los factores que alguna vez, dijo Keyserling, harían al escritor de mañana: la tribuna y la profecía, unidos a la expresión vivaz y depurada. Al igual que casi todos los escritores de nuestro pasado, ejerció un magisterio tanto artístico como social. La herencia de Echeverría y Sarmiento, pensadores consumidos por el fuego nativo, mitad artistas, mitad profetas de ideal y grandeza, se prolongaba en este obrero de la prosa que asignaba a su pluma una misión de redención social y engrandecimiento ciudadano. Libros como “Política británica en el Río de la Plata” e “Historia de los ferrocarriles argentinos” ilustran ampliamente acerca del objetivo que Scalabrini quiso y consiguió cumplir entre sus compatriotas. La primera de estas obras, presentaba una interpretación histórica argentina a través de la política sudamericana del Foreign Office y del Almirantazgo, revelando los pasos manifiestos y ocultos de los Lores en cuyas redes prietas quedaba anudada nuestra diplomacia a través de un panorama que se extendía desde la Revolución de Mayo hasta la creación del Banco Central. El segundo libro demolía, a su vez, el mito del riel “civilizador”, demostrando que, por el contrario dicho “riel” solo había causado estancamiento económico y atraso social a nuestro país. La tesis no sólo era seductora sino de demostración efectiva y convincente. Los ferrocarriles de la Argentina, fundamentos de nuestra soberanía económica, fueron creados y construidos por argentinos: el Oeste llegaba hasta Chivilcoy y marchaba en procura de la cordillera cuando fue enajenado al extranjero. ¡Seis mil kilómetros de ferrocarriles nacionales contaba el país cuando aparecieron las locomotoras y los “wagons” de Birmigham para “civilizar” nuestro territorio!
Cuando Roca abandonó su presidencia en 1886, las vías férreas ya contaban la extensión antedicha, y en ese incremento hay que señalar realizaciones como la del Ferrocarril Andino. Originalmente se había planeado extender el ramal Villa María – Río IV a Mendoza y San Juan, con una eventual prolongación a Chile. El concesionario, Juan Clark, renuncia en 1881, y la construcción del Ferrocarril Andino pasa a ser responsabilidad del Consejo de Obras Públicas de la Nación. En mayo de 1885 el tren llega a Mendoza y luego a San Juan, con una baratura de costos y un rendimiento que asombra “La vía más barata y mejor construida de la República” dice Roca en uno de sus mensajes. Lo es a tal punto, que esos 500 kilómetros tendidos en cinco años aportan, en 1885, un millón de pesos a las Rentas Generales de la Nación. Algo similar ocurre con el Ferrocarril Central Norte, también propiedad de la Nación, que a partir de 1882 se transforma en una fuente de ingresos, autofinanciando dos de sus ramales y prolongándose a Salta.
Pero esta exitosa política estatal habría de clausurarse con la gestión presidencial de Juárez Celman. A los tres meses de asumir el poder se vende el Ferrocarril Andino… ¡al mismo Clark que había renunciado a construirlo! Además se le garantizó una ganancia del 5 por ciento sobre los 12 millones de pesos oro que había pagado para adquirir la línea. En diciembre de 1887 se enajenan los ramales del Central Norte y luego la red troncal, que fue comprada por una firma inglesa para transferirla días después al Córdoba Central Railway; también en este caso la Nación garantizó una ganancia del 5 por ciento a los adquirientes. Poco más tarde la provincia de Buenos Aires vende el ejemplar Ferrocarril del Oeste. “Los ferrocarriles de la provincia se llaman ahora “New Western Railway of Buenos Aires” ¿No se parece eso a la sombra de la bandera inglesa flameando sobre otro pedazo de territorio argentino con más derecho del que tiene para flamear sobre las Islas Malvinas” clamaba Carlos D´Amico en su libro “Buenos Aires, sus hombres, su política”, escrito en 1890.
Así, en menos de diez años, aquella política ferroviaria llevada a cabo por el Estado con sentido nacional se había frustrado. Contrariamente a la tendencia inicial de la década, en 1890 la mayoría de los 9.500 Km. de líneas férreas pertenecía al capital inglés (los franceses recién entraron en el negocio ferroviario en 1885). A partir de 1890, los ferrocarriles que en futuro construyera el Estado Nacional se tenderían en zonas alejadas, escasamente pobladas, como una medida de fomento; las grandes redes troncales eran inglesas.
Las voces de escándalo y alerta ante el despropósito de Juárez Celman – uno de los gobiernos más corruptos de nuestra historia, “ilustre” antecedente de los que harían con los ferrocarriles y el resto del patrimonio público los traidores a la Patria de la década del 90 del siglo XX – fueron muchas, pero al igual que el período de Menem, desestimadas. Se vendía, en pleno éxito de explotación, lo que el país entero había construido con su esfuerzo y su ahorro. Síntesis de estas opiniones es el comentario de El Nacional del 20 de julio de 1887:
“¿Qué no se ha dicho de los ferrocarriles? Todo empréstito era poco para gastarlo en él. Ahora de la Casa Rosada sale esta prosa: el Gobierno “no” debe hacer ferrocarriles: se declara arrepentido de haberlos hecho…” Y sigue diciendo el diario: “El gran secreto financiero consiste, pues, en este doble procedimiento: defender los ferrocarriles del Estado para tener empréstitos, y renegar de ellos luego de ser administrados por el gobierno para vender los ferrocarriles para tener dinero”.
Como en tiempos recientes, acosado por una deuda creciente en oro, el gobierno de Juárez Celman intentaba hacerse de recursos vendiendo los ferrocarriles del Estado, con el pretexto de que el Estado era mal administrador… aunque las líneas enajenadas, tanto de la Nación como de la Provincia de Buenos Aires, fueran un modelo de buena gestión comercial. Todo ello acompañado por una intensa campaña de propaganda que negaba el esfuerzo del pueblo y proclamaba su infundada incapacidad e indolencia. Quienes tales cosas afirmaban y siguen afirmando desde los medios, ni siquiera se tomaron el modesto trabajo de investigar el origen de nuestra fuerza y desarrollo económico. Es por 1940, que la obra de Scalabrini Ortiz encuentra el cenit de su desarrollo y también es la fecha clave de la manumisión nacional. Hoy se reconoce, hasta en el último rincón del país, merced al esfuerzo denodado del escritor desaparecido, que el imperialismo extranjero coartó nuestros esfuerzos de emancipación y libertad y que el “riel civilizador” sólo sirvió para acuñar una locución desprestigiada e irónica.
Durante casi veinte años correspondió a estos documentos innovadores y lúcidos, despertar a la parte más calificada de la población al ejercicio de la verdad. Ninguno de los que gozaron de la “investidura de la palabra” entre nosotros, pudo ponerla como Scalabrini al servicio desinteresado del ideal de redención ajeno. He aquí por qué la figura del escritor se agiganta con perfiles de auténtico prócer nacional.
El magisterio del publicista, ampliado por ejercicio del periodismo, y, ocasionalmente de la tribuna, actuó siempre al margen de toda organización o partidopolítico, contrariamente a lo que en la actualidad algunos afirman. La voz de Scalabrini Ortiz no era un altavoz, sino una conciencia. El nacionalismo que ella representaba es, en nuestro país, una mística que no ha podido articularse aún en “plataforma” partidaria ninguna. El pensamiento nacionalista argentino siempre fue una mística popular y no partido. Scalabrini vivió su pasión argentina y la hizo vivir al margen del bando y las urnas, hasta arder en su mismo fuego múltiple y generoso. Una, dos generaciones atrás de Scalabrini Ortiz, el ideal nacionalista no existía entre nosotros, adormecido por los tóxicos de la reacción y el colonialismo. Hoy, en cambio, representa el fuego en que se consumen los corazones de la patria comenzando por los proletarios. Dicho fuego representa la credencial de la subsistencia y salvación nacionales, antesala de la Argentina eterna que hombres como Scalabrini Ortiz profetizaron, entrevieron y, finalmente, ayudaron a erigir.
Inspirador y jefe de la combativa empresa de “Reconquista”, pulverizador de todos los mitos y cloroformos de la sumisión oligárquica – Scalabrini demostró que un obrero argentino, en 1940, se sostenía con el mismo régimen dietético y el número de calorías de un culí asiático o africano – bestia negra de la City y los innumerables servicios de inteligencia británicos, varias veces encarcelado por su pasión nacional emancipadora – el padre de quien escribe se enorgullecía de haber compartido con él una celda de la seccional 7º en una noche del lejano 1940 – y una de las figuras más altas de la generación a la que pertenecía, hoy es objeto de extrañas alquimias semánticas o artilugios ideológicos para ubicarlo en territorios que nunca recorrió.
La originalidad de Scalabrini Ortiz consistió en abordar la historia nacional y su realidad política contemporánea sin ningún tipo de condicionamiento ideológico. No adscribía a teorías políticas nacidas y desarrolladas en los países centrales pues logró forjar herramientas de análisis propias.
Con él, el patriotismo nostálgico de una sociedad señorial, estática y autoritaria se transformó en un nacionalismo vigoroso, popular y revolucionario, que trascendía la añoranza de nación entendida como estancia propia. Un nacionalismo con olor a moho y hedores de sepulcro, fosilizado en las formas y el culto a los símbolos y absolutamente ajeno al análisis de los engranajes que garantizaban la dependencia; así como también su examen de la marginación y explotación de vastos sectores sociales trascendió el recurso de quienes practican un pensamiento de sirga, mediante la extrapolación de marcos teóricos ajenos, válidos en su contexto de nacimiento pero impracticables en otras latitudes y en otras épocas.
Scalabrini Ortiz fue la reencarnación en la Pampa, de las severas virtudes de un Catón implacable e insobornable. Lejos, muy lejos de las mezquindades políticas coyunturales. Es por ello que muchos desearon para él el destino de Narsés, el general de Bizancio, cegado y obligado a mendigar ante las murallas de Europa.
En los actuales momentos, signados por la confusión y la entropía, que al decir de Shakespeare parecerían integrar el relato de un loco, lleno de estruendo y de furia, que no significa nada, el testimonio vivencial de este luchador incansable se rige en atalaya para vislumbrar tiempos mejores.
Hasta siempre, tribuno, hoy más que nunca tu testimonio y enseñanzas siguen vigentes. Nosotros también estamos solos, desoladamente solos, y todavía seguimos esperando.
Nos permitimos reproducir los excelentes comentarios que suscitó la publicación de esta nota
1. martha romanelli dice:
30 de Mayo de 2009
Felicito al Sr. José Luis Muñoz Azpiri (h) por el artículo dedicado al gran Scalabrini Ortiz, figura que honra no solo la Literatura sino el espíritu de todo argentino de bien y dichoso de ser argentino y por ende de amar a su Patria. Gracias a Agenda de Reflexión por su denodado esfuerzo de enviarnos comentarios tan enriquecedores a nuestro hacer y quehacer nacional.
2. Pilar Camargo dice:
30 de Mayo de 2009
Excelente artículo. Scalabrini imprimía y vendía él mismo su periódico Reconquista. Al no estar enajenado ni a uno ni a otro de los imperialismos, estaba solo y hostigado
Pensar que los veteranos todavia recordamos la estacion Canning del subte y la avenida Canning. ! Cuánto tiempo lleva reconocer los valores del pensamiento y la acción ¡
3. laurapodetti dice:
30 de Mayo de 2009
Muñoz Aspiri (h) lleva generaciones de argentinos comprometidos, se nota en sus trabajos. Se advierte una gran preparación, imprescindible serenidad aunque trasluzca la pasión nacional.
Recuerdo que hace unos años, ante la difusión del excelente libro de Galasso, creo, sobre este pensador, su hijo, Jorge, escribió una carta de lectores a “La Nación”, donde sostenía que su padre no fue de izquierda sino peronista, como siempre tuve entendido, proveniente de FORJA.
Igual estas personalidades ya son patrimonio común. Se debe bregar porque se incluyan en todos los programas de eseñanza, de todos los niveles. Pocos docentes los difunden. Los medios casi los ignoran, salvo casos puntuales
Creo que el pensamiento denominado nacional tiene una larga historia y es muy anterior al autor de “El Hombre que está solo y espera”. En esos años, muy bien retratados también por Manuel Gálvez, candidato en su época, al premio Nobel de Literatura, prolífico autor, activista infatigable, hubo sí una inflexión, ante la crisis. Nuestra historia se entreteje con ellas.
4. Eduardo Leonetti dice:
31 de Mayo de 2009
Entre los versos de Corrientes y Esmeralda, de ese poeta enorme que fue Celedonio Flores, se encierra la clave del homenaje a la esquina que le da nombre al tango y al hombre que la habitaba; ese Hombre Tragedia que tal vez pudo quebrar su soledad al encontrarse con Milonguita, otro arquetipo que de la mujer de Buenos Aires creara el montevideano Samuel Linnig.
“En tu esquina un día, Milonguita, aquella
papirusa criolla que Linnig mentó,
llevando un atado de ropa plebeya
al hombre tragedia tal vez encontró.”
Al escuchar el tango por primera vez, aun no había leído el ensayo de Scalabrini, y por años creí que este ultimo se había inspirado en aquellos versos, donde “cualquier cacatúa sueña con la pinta de Carlos Gardel”. Resulta que fue al revés. Quería señalarlo como homenaje para ambos fundamentales de la cultura nacional.
5. Aldo Buffa dice:
31 de Mayo de 2009
Felicitaciones, es un soplo de aire poder leer un homenaje tan justo a un grande de la historia política argentina. Scalabrini fue un luchador que, al igual que Jauretche, Ramos, expresaron para su època ese nacionalismo popular y patriota que se nutria de los verdaderos apostolados de nuestra historia descartando las ideologias que, viniendo del otro lado del charco, pretendían imonerse como verdades absolutas.
Sus escritos sobre el ferrocarril fueron en sí mismo un manual para los jóvenes que en esos años, pretendíamos entender que era la dependencia, mas allá de las consignas.
Un recuerdo y un compromiso. La Argentina que soñaron estos grandes es posible y
por ello debemos retemplar nuestro patriotismo y desandar el camino hacia ella.
Gracias Muñoz Azpiri porque su escrito honra su y realimenta nuestra lucha.
6. Pablo dice:
31 de Mayo de 2009 | 3:37 pm
Sin ánimo de polemizar estimo que hay que repasar los detalles de nuestra Historia con cuidado. No todo lo que suena “inglés” es antipatria. Cunden por nuestro territorio los más variados apellidos de Euripa, Asia, Africa y España nuestro Imperio Colonial. Si mal no recuerdo “Canning” es un detalle, pero no carece de importancia. Transcribo parcialmente: “En enero de 1812 partió en la fragata Canning y tras tres meses de navegación llegó al puerto de Buenos Aires, el 9 de marzo, acompañado por Francisco Vera, Francisco Chilavert, Carlos de Alvear, Antonio Orellano y Eduardo Holmberg. ¨El 9 del corriente ha llegado a este puerto la fragata George Canning, procedente de Londres, en 50 días de navegación; […] ¨A este puerto han llegado, entre otros particulares que conducía la fragata inglesa, el Teniente Coronel de caballería Don José de San Martín, primer ayudante de campo del General en jefe del ejército de la isla Marqués de Coupigny, el Capitán de infantería Francisco Vera, el Alférez de carabineros reales Don Carlos de Alvear y Balbastro, el Subteniente de infantería Don Antonio Orellano y el Primer Teniente de Guardias Valonas Barón de Holmberg. Estos individuos han venido a ofrecer sus servicios al gobierno y han sido recibidos con la consideración que ofrecen por los sentimientos que protestan en obsequio de los intereses de la patria¨(6)”»
7. silvio coppola dice:
31 de Mayo de 2009
Gran patriota, vio cuando pocos lo hacían. Luchó por una causa que no existía y llegó a convertirla en nada menos que una razón para ser o no ser. Su figura se agiganta en la Historia y todos los estudiosos del quehacer nacional, le deben gran parte de lo que han podido aprender. SILVIO COPPOLA.
8. Roberto Balduzzi dice:
1 de Junio de 2009
Emociona leer este homenaje a Scalabrini Ortiz, sobretodo en esta época de la Patria sojera
9. Marcelo Aparicio dice:
2 de Junio de 2009
José Luís: muy detallado .muy bueno y justo el escrito sobre el a veces olvidado Scalabrini Ortiz. Gracias. Aprovecho este medio para enviar un saludo personal. Los demás lectores me disculpen. Me equivoqué al principio y creí que tu eras hijo de Paco M. A. gran amigo de mi padre, Marcelino A. Tu eres, supongo, sobrino de Paco y Zulema de quienes guardo enorme y cariñoso recuerdo. Aprovecho para saludarte desde Barcelona, donde vivo hace muchos años como corresponsal de France Presse. Y donde, si algún día vienes, te recibiré amistosamente. Un fuerte abrazo.