MUERTE DE EVITA

MUERTE DE EVITA

26 de Julio de 1952

Buenos Aires, 20,25 hs

“Se llamaba Eva…Y en la lucha que ella emprendiera contra la injusticia de su pueblo, ganará batallas al conjuro de su nombre.”

Alejandro Olmos

Imagen del amor, la bondad, la dulzura, la femineidad y la entrega hasta el final.

“…Nunca esperó nada ni pidió nada. Nos quiso y eso fue todo. Nunca nos dejará. Y siempre la necesitaremos. Ella también nos necesitó tanto.
Estará siempre con nosotros. Siempre.”

Juan Domingo Perón (1)

Evita cumplió una misión y murió por amor

Desde 1944 y a partir del terremoto de San Juan, luego del cual va a conocer a Juan D. Perón y hasta su partida el 26 de Julio de 1952, mediaron apenas ocho años desde que la artista Eva Duarte pasará de esa condición, a ser la amada Jefa Espiritual de la Nación, Evita. La mujer que encontró una misión en la vida junto a Perón, su amado esposo, que aceptó libremente su conducción, y la que no abandonaría hasta el mismo instante final de su existencia.

La asumió, porque comprendió que Dios y el destino se la habían puesto al alcance de su decisión. No la rehusó y entregó su vida por ella. Esa es su grandeza.

En este punto se debe encontrar el significado de la partida física de Evita. El drama hecho carne. Pero la trascendencia de su paso entre los argentinos, que crece precisamente desde ese mismo momento a alturas inimaginables y para siempre, marca un milagro que se desarrolla en nuestra tierra y con alcance planetario. Su ausencia física, marca y se transforma en un horizonte posible por la humanidad, esto es, el alcanzar la Justicia Social para los Pueblos. Este es entonces el otro sentido de su muerte, un privilegio para muy pocas personas en la historia de la humanidad. Por eso está más viva que nunca.

Servicio Internacional de Publicaciones Argentinas.

Trescientos cincuenta y tres (353) mensajes de condolencias y editoriales sobre su persona y su trascendencia. Son algunos de los enviados desde todos los lugares del mundo y recopilados en este libro. Esto fue lo que produjo la muerte de Evita en 1952. Todos han sido recopilados en este libro del S.I.P.A. Servicio Internacional de Publicaciones Argentinas.

Leemos solo uno de ellos:

“Amó a un Pueblo, a un hombre y a una causa. Por haber amado, pudo Eva Perón, proporcionar la felicidad a miles de familias. Por haber amado, encontró esta mujer la fórmula para solucionar el problema de la justicia social, problema que ni políticos ni economistas habían podido resolver… Pero Eva Perón amó, y ello le simplificó todos los problemas. Este corazón ha dejado de latir, pero sus ecos continuarán repitiendo el amor a su pueblo.Se dice que donde entra la política todo se corrompe, pero Eva demostró que donde entra el amor, la política se subyuga. (2)

Este libro no incluye a los miles y miles de mensajes de amor y condolencias surgidos desde todos los rincones de nuestra Patria. De los hogares de los humildes, de los partidos políticos, universidades, organizaciones económicas, sociales, culturales, sindicales, profesionales, comunitarias y deportivas, entes oficiales, unidades básicas, esquinas de cualquier rincón de los barrios a lo largo y ancho del país donde se erigiera un altar adonde rezarle, y todo espacio donde se congregaran argentinos de buena madera, de pensamiento nacional y sensibilizados por su gigantesca obra humanitaria y revolucionaria.

Ciertamente difícil es mensurar la trascendencia del paso entre los argentinos y de los pueblos del mundo de Eva Perón, Evita. Un lugar como santa obtenido a puro amor y sin esperar los procedimientos eclesiales de la Iglesia Católica. Nunca más cierto Vox Populi, vox Dei.

Tan breve como fue su vida, desde que abandona su actuación artística como Eva Duarte para situarse al lado de Perón, apenas ocho años hasta su partida física, asombra y maravilla, por la entrega hasta todos los límites; su renuncia total a cuidarse físicamente y a los cargos políticos propuestos y sin lugar a dudas, por las soluciones de fondo que, por iniciativa propia o por delegación de directivas de su jefe el general Perón, propuso para el avance social del pueblo argentino y como contribución personal a la Revolución Justicialista.

La mujer argentina alcanzó con ella lugares a los que no había llegado jamás. No solo impulsó y obtuvo el voto femenino, sino que, el protagonismo de la mujer que se inició de su mano, comenzó a imponerse en todos los órdenes de la vida social y política argentina. Atrás quedaba la mujer del segundo plano. Derechos y justicia para ella después de largas luchas sin resultados.

Hoy, el feminismo, aborrecido por ella por escrito en numerosas oportunidades, pretende convertirla en la mujer que no fue, precisamente eso, una feminista. Todo el avance que Evita logró para la mujer argentina, lo hizo desde su femineidad, lo contrario de feminismo. Desde su esencia y biología femenina, algo que la ideología de género, representada hoy por el kirchnerismo y otros progres, no podrán falsear por más empeño y falacias que instauren desde lo medios de incomunicación. Evita fue lo que fue y la patológica enfermedad del progresismo en cuanto a abolir la verdad, no puede alterar la realidad que es como es y no como desean que sea.

Todo esto fue de tal profundidad y hondura, que su ausencia resultó una gravísima pérdida para el Movimiento Peronista, para la Nación toda y personalmente para Perón.

Evita en La Razón de Mi Vida

Limosna, Caridad o Beneficencia

“Tal vez porque mi más profundo sentimiento es el de la indignación ante la injusticia, yo he conseguido hacer mi trabajo de ayuda social sin caer en lo sentimental ni dejarme llevar por la sensiblería.

Por otra parte, Perón me ha enseñando, que lo que yo hago a favor de los humildes de mi Patria, no es más que justicia.

En la vereda de enfrente, algunos mediocres han discutido y creo que deben seguir discutiendo -¡ ya no me queda tiempo que perder en oírlos !- sobre mi obra. No me importa lo que piensen de mí, ni de lo que hago. Me basta saber que hago lo mejor que sé y lo mejor que puedo. Pero me causa gracia la discusión, cuando no se ponen acuerdo ni siquiera en el nombre del trabajo que yo hago.

No. No es filantropía, ni es caridad, ni es limosna, ni es beneficencia. Ni siquiera es ayuda social, aunque por darle un nombre aproximado yo le he puesto ése.

Para mí es estrictamente justicia. Lo que más me indignaba al principio de la ayuda social, era que me la calificasen de limosna o de beneficencia.

Porque la limosna para mí fue siempre un placer de los ricos: el placer desalmado de excitar el deseo de los pobres sin dejarlo nunca satisfecho, Y para eso, para que la limosna fuese aún más miserable y más cruel, inventaron la beneficencia y así añadieron al placer perverso de la limosna, el placer de divertirse alegremente con el pretexto del hambre los pobres. La limosna y la beneficencia son para mí ostentación de riqueza y de poder para humillar a los humildes.

Y muchas veces todavía, en el colmo de la hipocresía, los ricos y los poderosos decían que eso era caridad porque daban (eso creían ellos- por amor a Dios. ¡Yo creo que dios muchas veces se ha avergonzado de lo que los pobre recibían en su nombre!….

…Por eso inventé un argumento que felizmente me resultó bien:

Si lo que yo doy no es mío ¿por qué me lo agradecen? Lo que doy es de los mismos que se lo llevan.

Yo no hago otra cosa que devolver a los pobres lo que todos los demás les debemos, porque lo habíamos quitado injustamente.

Yo soy nada más que un camino que eligió la justicia para cumplirse como debe cumplirse: inexorablemente.” (3)

Cronología de la enfermedad, tratamiento, agonía y muerte.

-A principios de 1950, con precisión el 9 de enero y al inaugurar un nuevo edificio de la sede del Sindicato de Taxistas, Evita siente un fuerte dolor en el costado derecho de su vientre. Pocos días después el médico Oscar Ivanisevich, que era ministro de Educación de la Nación, la operaba de apendicitis.
En el curso de la operación y al retirar el apéndice, que estaba en perfecto estado, Ivanisevich toca y observa algo raro en el útero. Evidentemente no había sido el apéndice el responsable de aquel dolor. Algo mucho más grave se evidenciaba en la vida de Evita.
En rigor los primeros síntomas habían comenzado en el verano de 1948-49, bajo la forma de desmayos, dolores de cadera, hemorragias vaginales, tobillos hinchados y anemia.
Ivanisevich sospechaba de acuerdo a estos síntomas la posibilidad de un cáncer. La operación de apendicitis, si bien justificada por el dolor ventral derecho, algo que ningún médico dejaba de lado y en general procedía a la apendicectomía, fue poco menos que un pretexto para explorar otra patología.
En un reportaje de Ana D’Onofrio al doctor Abel Canónico, (4) presidente de la Sociedad Argentina de Cáncer le dijo que Ivanissevich contó que “cuando sacó el apéndice tocó algo raro en el útero”, pero que nadie se atrevió a poner en ese momento un espéculo vaginal y hacer un análisis. Se preguntó Canónico cómo era posible que alguien no se haya atrevido a ello al advertir tamaño peligro, cuando de haberlo hecho quizás le habría salvado la vida. Reflexionó y expresó: “Eva no era fácil, era una mujer muy temperamental, ella no se cuidaba la salud y ocultaba muchos de los dolores y los síntomas que padecía. No quería saber nada de quitar tiempo a su Fundación para hacerse un chequeo. Se dejó operar porque le dijeron ‘apendicitis’, sólo por eso». (4)

-En el año 1950 particularmente, Evita no disminuyó su ritmo de trabajo, siendo el tratamiento para su mal prácticamente nulo y solo paliativo.
Fueron frecuentes las reconvenciones de Perón para que descansara un poco más y regulase su labor. Por el contrario, solía regresar a la residencia presidencial alrededor de la 05,00 hs después de una agotadora jornada en la Fundación. Evitaba encontrarse con el General porque eso desataba la discusión, por lo que optaba por esconderse de él hasta que se fuera a la Casa Rosada, habiéndolo hecho aún detrás de cortinados.
Luego, increíblemente, seguía trabajando mientras desayunaba con sindicalistas de su confianza. Finalmente su descanso no excedía las 4 hs.
Obviamente esto melló sensiblemente su organismo ya atacado por el cáncer de cuello de uterino.

Un oscuro presagio

El 14 de junio de 1950 Evita pronunció un pensamiento que encerraba un oscuro presagio: “Creo que el mejor homenaje que a diario le rindo a Perón es quemar mi vida en aras de la felicidad de los humildes…”

-En 1951 el físico de Evita se fue deteriorando visible y ostensiblemente hasta que finalmente en agosto de este año pudo hacérsele una biopsia, la que dio como resultado que padecía de cáncer de cuello uterino.
Los síntomas eran desmayos, frío constante y era tratada con transfusiones de sangre.

-El 21 de septiembre de este año, el ginecólogo Jorge Albertelli se transformó a pedido de Perón en el médico de cabecera de Evita.
Luego de ver la biopsia realizada, se instaló durante tres meses en la residencia presidencial para comandar la asistencia a Evita.
Habiendo realizado y analizados todos los estudios necesarios, en un “mano a mano” con Perón, le dijo al General lo siguiente:
«Cuando el diagnóstico se hace tempranamente, existe un porcentaje de curaciones. No es el caso. La presencia de células malignas en la luz de las venas me hace presumir que en un futuro no lejano se produzcan metástasis. Es sabido que la virulencia del tumor es mayor cuanto menor es la edad». (5)
Por eso, sugirió la aplicación de radium (para detener el crecimiento del tumor) la necesidad de una intervención quirúrgica y terapia de rayos X.

Evita saliendo de la residencia presidencial.
Arriba la ventana del centro, es la de la habitación adonde murió

Caía por su propio peso que el diagnóstico de Evita requería ser un secreto de Estado y debía recurrirse, además, a un oncólogo del más alto nivel.

-Un mes más tarde, el doctor Raúl Mendé (ministro de Asuntos Técnicos del gobierno nacional), amigo y confidente de Evita, se reunió con Perón y la familia de ella. En conocimiento del diagnóstico de la biopsia, coincidió con Albertelli en la necesidad de operarla.

El doctor Canónico, quien no trataba ni a Perón ni a Evita, recibió un pedido de Perón transmitido por el doctor Mendé, para que contactara en el exterior a un oncólogo y cirujano de relevancia. El elegido fue el doctor Pack, estadounidense, amigo suyo y a la sazón asistente por esos días al congreso sobre cáncer que se desarrollaba en Buenos Aires. Ya había regresado a su país por lo cual lo llamó por teléfono y coordinaron encontrarse allá.
Reunidos en Estados Unidos, Canónico le informó sobre quien era la paciente y le dijo a Pack, “Yo quisiera que aceptara operarla”. Y al mismo tiempo lo impuso de algunos condicionamientos: no contacto con Evita, no contacto con la prensa ni funcionarios del gobierno excepto los designados para facilitarle todos sus movimientos y no figurar como el médico que fuera a realizar la cirugía
Pack aceptó, viajó a la Argentina, se alojó en la residencia presidencial lo mismo que Canónico y revisó a Evita quien fue anestesiada para no tomar conocimiento sobre quien la estaba analizando.
Su informe coincidió con todos los anteriores y precisó que el tumor de cuello de útero era de Grado 2, que era necesario operarla y que en la misma intervención, según se apreciara por lo que se evidenciaba, resolver avanzar más allá de lo previsto inicialmente.
Finalmente sugirió esperar un mes para la operación, porque Evita estaba siendo tratada con radium.
Pack regresó momentáneamente a Estados Unidos y el doctor Finochietto, director del Hospital Presidente Perón de Avellaneda se presentó ante Evita como su cirujano y médico de cabecera a partir de ese momento.

-El 28 de septiembre de este año el general retirado Benjamín Menéndez, moviliza a pequeños sectores del ejército y de la marina en contra de Perón. El intento de golpe o “chirinada” (término despectivo que utilizó el presidente evocando al sargento Andrés Chirino, matador de Juan Moreira con una bayoneta por la espalda), fue sofocado en muy pocas horas y detenidos todos sus participantes.
Queda dicho que no tuvo relevancia militar alguna, sin embargo, políticamente estaba exponiendo que la reacción gorila había leído correctamente que en el Movimiento Peronista había problemas, tal como se había demostrado en el palco del Cabildo Abierto del 22 de agosto entre la cúpula de la C.G.T. y la conducción de Perón. Algo muy serio estaba preanunciando.

Inmediatamente Evita se dirigió al Pueblo mediante la cadena nacional en estos términos:

“El general Perón acaba de enterarme de los acontecimientos producidos en el día de hoy. Por eso no he podido estar esta tarde con mis descamisados en la Plaza de Mayo de nuestras glorias. Pero no quiero que termine este día memorable sin hacerles llegar mi palabra de agradecimiento y de homenaje, uniendo así mi corazón de mujer argentina y peronista al corazón de mi pueblo, que hoy ha sabido probar, una vez más, la grandeza de su alma y el heroísmo de su corazón. El pueblo argentino tiene derecho a ser respetado y ser defendido en su voluntad soberana, con sus derechos y en sus conquistas, porque es lo mejor de esta tierra; lo mejor de este pueblo, que es Perón tiene que ser defendido así como hoy por todo el pueblo. Yo les doy a todos las gracias en nombre de los humildes, de los descamisados, por quienes he dejado gustosa en mi camino jirones de mi salud, pero no de mi bandera; y les pido con todas las fuerzas de mi alma que sigan siendo felices con Perón, como hoy, hasta la muerte, porque Perón se lo merece, porque se lo ha ganado y porque tenemos que pagarle con nuestro cariño las infamias de sus enemigos que son los enemigos de la patria y del pueblo mismo. Yo espero estar pronto en la lucha con ustedes, como todos los días de estos años felices de esta nueva Argentina de Perón, y por eso les pido que rueguen a Dios que me devuelva la salud que he perdido, no para mí, sino para Perón y para ustedes, mis descamisados.” (6)

1951
El último 17 de Octubre, acto en Plaza de Mayo
Condecoraciones

Evita ya había renunciado a su candidatura a vicepresidente de la Nación el 22 de agosto y el 31 de agosto de 1951.

El 17 de Octubre de ese año en la celebración de esta fecha en Plaza de Mayo, es condecorada por la C.G.T. con la Distinción del Reconocimiento de Primera Categoría. El secretario general de la C.G.T. José Espejo, es el encargado de sujetar el galardón en el costado de su vestimenta.
“Señora, venimos a entregaros nuestra lealtad a vos que sois el símbolo mismo de la lealtad” (7)

Luego el General Perón la condecorará con la Gran Medalla a la Lealtad Peronista en Grado Extraordinario y en un breve discurso dice:“…Que este 17 de Octubre marque en la historia del Justicialismo el nombre de Eva Perón, porque ella con su humildad y su grandeza, personifica a la mujer del Pueblo Argentino…” (8)

Perón y Evita, ahogada en llanto, se abrazan interminablemente

<!-continua texto>

Luego, y previa recomendación de Perón al pueblo reunido en la plaza para que guardase absoluto silencio dada la debilidad de Evita, ella hace uso de la palabra y con la voz temblorosa y como un susurro dice:

“Este es un día de muchas emociones para mí. Tenía que venir y he venido para darles las gracias a Perón, a la C.G.T., a los descamisados y a mi Pueblo. A Perón que ha querido honrarme con la más alta distinción con la que puede honrarse a un peronista y con lo que acabo de recibir esta tarde que no terminaré de pagarle ni entregándole mi vida para agradecerle lo bueno que siempre fue y es conmigo. Nada de lo que tengo; nada de lo que soy; ni nada de lo que pienso es mío; es de Perón. Yo no le diré la mentira acostumbrada; yo no le diré que no lo merezco, mi General. Lo merezco por una sola cosa que vale más que todo el oro del mundo; lo merezco porque todo lo hice por amor a este Pueblo. Yo les pido compañeros, una sola cosa: que juremos todos, públicamente, defender a Perón y luchar por él hasta la muerte. Y nuestro juramento. Y nuestro juramento será gritar durante un minuto: La Vida por Perón.”

Cumplido largamente ese minuto, Evita continua hablando.

“Espero que Dios oiga a los humildes de mi Patria para volver pronto a la lucha y poder seguir luchando con Perón por ustedes, y con ustedes por Perón hasta la muerte.
Aunque deje en el camino jirones de mi vida, yo se que ustedes recogerán mi nombre y lo llevarán como bandera a la victoria.
Mis descamisados, yo quisiera decirles muchas cosas, pero los médicos me han prohibido hablar. Yo les dejo mi corazón y estoy segura, como es mi deseo, de que pronto estaré en la lucha, con más fuerza y con más amor para luchar por este Pueblo, al que tanto amo, como amo a Perón. Y les pido una sola cosa: estoy segura de que pronto estaré con ustedes, pero si no llegara a estar por mi salud, cuiden al General, sigan fieles a Perón como hasta ahora, porque eso es estar con la Patria y con ustedes mismos.
Y a todos los descamisados del interior, yo los estrecho muy cerca de mi corazón y deseo que se den cuenta de cuánto los amo” (9)

-Finalmente Evita accedió a operarse (cosa a la que se resistía tenazmente), supuestamente de una úlcera de cuello de útero, obviamente suprimiéndose cualquier término que sugiriese cáncer, término que le fue cuidadosa y celosamente ocultado. Se internó en el Policlínico Presidente Perón de Avellaneda, el día 3 de noviembre.

El fruto del odio, su prevalencia.

Sobre este caso no están en capacidad de entenderlo algunos periodistas, políticos y médicos, como el caso más recalcitrante del gorila doctor Nelson Castro, que solo creen ver en el ocultamiento de la información, que por supuesto lo hubo pero por muy distintos motivos a los que ellos evalúan o dicho groseramente vomitan. Estos serían en sus versiones maniobras políticas tramposas, pero no ven la trascendencia que el ineludible final de Evita podría tener, primero en su propio espíritu (aunque dio varias muestras de saber lo que tenía); segundo en el espíritu del Pueblo que no aceptaba perder a su amada jefa y, finalmente, en el desarrollo político que el predecible final podría impulsar a los sectores más reaccionarios y oligárquicos en contra del gobierno. Esta comprensión a aquellas personas les está como vedada, son incapaces de razonar por encima del antiperonismo visceral y epidérmico que los conduce y nubla su visión. Gobernados por el odio no entienden nada, o sí entienden, pero su perversidad se antepone a cualquier consideración. (10)

-Ese mismo 3 de noviembre, un comunicado de Raúl Apold informó: “Los médicos que asisten desde hace más de un mes a la señora Eva Perón, han resuelto someterla a un tratamiento quirúrgico. Por tal motivo, la señora Eva Perón fue internada en el Policlínico Presidente Perón de Avellaneda, que dirige el profesor doctor Ricardo Finochietto. El estado general de la enferma es actualmente bueno y permite esperar que sobrellevará satisfactoriamente el riesgo quirúrgico”.

Raúl Apol
Subsecretario de Prensa y Difusión de la
Presidencia de la Nación

Sin embargo el comunicado ocultaba algo de suma importancia, esto es, que Perón había contratado al eminente cancerólogo y cirujano estadounidense doctor George Pack, del Memorial Sloan-Kettering Cáncer Center de Nueva York, para que realizara la operación y este había llegado a Buenos Aires secretamente cuando se le informó que Evita se internaba. Era quien la iba a operar.
Evita nunca supo sobre el diagnóstico real y sobre la presencia de Pack.

El Dr. Pack aceptó no figurar como responsable de la operación y también que quedara el Dr. Finochietto su autor, ya que lo consideraba un gran cirujano. No hablaría acá ni en Estados Unidos de la operación a Evita ya que consideraba que lo único importante era la salud de la paciente. “Esto demuestra la grandeza del doctor George Pack, que como corolario de su vocación humanitaria y desinterés material, no aceptó cobrar honorarios”. Expresó: “Lo hice por deferencia a un grupo de médicos argentinos por los que tengo gran respeto y para colaborar con la salud de la paciente a quien admiraba profundamente, y a quien comparaba con Juana de Arco”.

“Acá había muy buenos cirujanos y muy buenos oncólogos, acá se hacía con frecuencia esa operación. Más bien creo que Perón no quería que si le pasaba algo le reprocharan no haber recurrido a los mejores especialistas. Ahí fue cuando Perón dijo: ‘Si hay que hacer una cirugía grande, que sea también un gran cirujano quien la atienda’. Me consultaron y yo recomendé a Pack. La consigna era que su nombre no tendría que figurar en ninguna parte, ni frente a ella ni frente a la prensa”, contó. (11)

La operación se realizó el 6 de noviembre de 1951. Se le extirparon el útero, trompas, ovarios y algún ganglio sospechoso. Canónico recuerda que la operación se hizo bien, que ella toleró la anestesia y que cerró bien la herida. Todos quedaron conformes. Finochietto quedó a cargo de la paciente.Pack dijo que le parecía haber conseguido sacar toda la parte dudosa, que estaba en el límite y que era difícil hacer un pronóstico a largo plazo, y que estaba más extendido de lo que pensaba, pero era optimista.
Finalizado esto y luego de manifestarle el agradecimiento de la familia, le tocó a Canónico pedir a Pack en nombre de Perón que no figurara como el cirujano de Eva, que en su lugar figuraría Finochietto y que no se hablara de la enfermedad de Eva en ninguna parte.
Solo estuvo en la Argentina 48 hs y su presencia fue ocultada aún hasta para
la prensa. La salud de Evita era un secreto de estado.
En la entrada del Policlínico Presidente Perón donde se realizó la operación,
una gran pancarta rezaba: “DIOS TE SALVE EVITA”.

Dr. George Pack tenía por entonces
53 años y era uno de los cirujanos oncológicos
más reconocidos en el mundo.(12)

-El 11 de noviembre de 1951, hay elecciones generales en la Argentina. Evita, como todas las mujeres de la Patria vota por primera vez, después de habérseles otorgado ese derecho mediante la Ley 13010 promulgada el 23 de septiembre de 1947. Más de 3,0 millones de mujeres ejercen ese día su derecho a votar.
Estando internada y recién operada, ejerce su derecho en la habitación del Policlínico Presidente Perón de Avellaneda.

El total de las mujeres argentinas debieron ser empadronadas y recibieron un documento equivalente al de los hombres.
Evita recibió la Libreta Cívica número 00.000.001

Evita vota el 11 de noviembre de 1951
La Junta Electoral autorizó al presidente de mesa y a dos fiscales para que llevasen la urna al Policlínico Presidente Perón.
La U.C.R. y el P. Socialista se opusieron.

Evita dijo entonces en relación al voto femenino que, “yo me imagino que muchas otras mujeres han visto antes que yo los caminos que recorro. La única diferencia entre ellas y yo, es que ellas se quedaron y yo me largué”.

La fórmula Perón-Quijano obtuvo 4.744.803 votos, casi el doble de la otra de Balbín-Frondizi con 2.416.712 votos.
Contundente resultado, en medio de dificultades económicas producto de la peor sequía de las que estaban registradas desde hacía 80 años. La presencia de la mujer en la votación fue decisiva, paradójicamente siendo ella la que vivía con más nervio en el hogar la acuciante situación económica. Sin embargo…

Evita recién operada

La acompañan en esta foto de izquierda a derecha: Dr. Raúl Mendé, Dr. Armando Méndez San Martín, Dr. Roberto Goyenechea, Presidente Juan Domingo Perón, Sra. Eva Perón, Dr. Ricardo Finocchieto, Dr. Jorge Albertelli y Raúl Apold. (14)

Una supuesta Lobotomía
El amarillismo gorila disfrazado de investigación científica.

Se echó a rodar la noticia de que Perón había dispuesto que se le realizara a Evita una lobotomía entre mayo y junio de 1952, muy poco tiempo antes de morir, esto es, una o más incisiones en el cráneo para reducir los dolores extremos que ella sufría, pero para colmo del absurdo, del dislate y de la “mala leche”, se le atribuyó también la intención de hacerle esa práctica quirúrgica para modificar su personalidad. (SIC) Hay que ser muy hijos de puta para sostener esa hipótesis.
Todo surgió a partir de un informe del neurocirujano Daniel Nijensohn, profesor de la universidad de Yale, USA, quién en 2011 afirmó que la operación se había realizado y el médico interviniente había sido el doctor James L. Poppen, quien había sido muy amigo de Perón.
Una enfermera, Manena Riquelme, asistente de Poppen, habría recibido de este el testimonio de la realización, pero declaró que ella no la había presenciado…(siendo que era su asistente…)
A su vez Poppen, que murió en 1978, había escrito un libro “Perón El Hombre”, donde no refiere una sola palabra sobre el tema.
Resumiendo, Nijensohn afirma que la intervención existió, pero el supuesto autor Poppen, no da ningún testimonio. Su asistente, la enfermera Riquelme dice que este “le contó”, pero ella no participó.
Una interpretación sobre esta falacia: el antiperonismo tiene incontables caminos para ejercer su accionar. Los más insospechados también cuentan. Este es uno de ellos.


El 26 de marzo de 2014 el Canal 13 de TV, transmite en su programa Telenoche un “documental” sobre la supuesta lobotomía. Está a cargo del mismo, el referido Dr. Nelson Castro.
Todo está basado en lo que acabamos de describir, declaraciones de Nijensohn y Riquelme quienes no tienen prueba alguna porque no fueron testigos, pero que el programa les asigna criterio de veracidad irrebatible, soslayando el hecho mas significativo, tal cual es la no referencia a la lobotomía del supuesto autor de la operación, Poppen, en su libro “Perón El Hombre”.
La trampa en este caso, como en tantos otros de los medios de desinformación, consiste en poner en boca de un supuesto autorizado de prestigio (Nelson Castro) los detalles del hecho y, a partir de este punto, todo queda fijado como verdad absoluta. Un verdadero fraude.
Tuve oportunidad de ser espectador de dicho programa y pude ver y apreciar como la propaganda previa al mismo, igualaba y superaba al amarillismo sensacionalista de un medio escandaloso como Crónica TV, anunciando con ribetes aberrantes y esotéricos la supuesta práctica. Pero claro lo anunciaba un tal Nelson Castro!
Es oportuno recoger acá el testimonio de otro médico, el doctor López Rossetti y sacar conclusiones:

“La paciente cursó su enfermedad durante dos años y medio. Del seguimiento de la sintomatología resulta evidente que clínicamente empeoró sensiblemente en los últimos dos o tres meses. A la pérdida de peso se agregó la falta de aire debido a metástasis pulmonares. Los dolores eran tratados con dosis crecientes de morfina, que seguramente estaba dimensionada a los requerimientos en términos de disminuir el dolor producido por el tumor y sus metástasis, como así también proveer la sedación necesaria. La morfina es una sustancia analgésica sumamente potente, sobre todo en una paciente que hacia el final de sus padecimientos pesaba tan solo 36 kg. No parece razonable optar en ese momento por una lobotomía para el tratamiento del dolor, ya que la morfina resultaba suficiente y el cuadro clínico era claramente terminal y el pronóstico de vida era muy malo a cortísimo plazo. Por otro lado, la lobotomía iba acompañada de efectos colaterales claros en la conducta y las funciones emocionales e intelectuales superiores. Los pacientes sometidos a lobotomía cambian de carácter. Los lóbulos frontales resultan ser la parte del cerebro donde anida el ser mismo. La propia identidad, el modo de ser, la emocionalidad, el autocontrol. La persona “lobotomizada” deja de ser quien es. Al menos deja de ser quien era. No la reconoceríamos como tal, no sería la misma. Es aquí donde la historia clínica nos aporta más datos. Quienes interactuaron socialmente con la paciente hasta sus últimos momentos, la describen como coherente y consecuente al temperamento y el carácter con el cual la habían conocido. Son varios los testimonios que avalan esta conducta clínica. Pero hay uno que me consta en forma personal y que aporta datos clínicos de interés. Se trata de María Eugenia Álvarez, enfermera personal de la paciente y que acompañara a la misma hasta el último momento de su vida. Entrevisté a dicha profesional en tres oportunidades. Dos en forma personal y una en forma telefónica. Durante las entrevistas tomé la precaución de repetir preguntas “clave” de un cuestionario previamente formulado. En las tres oportunidades la enfermera tratante respondió coherente y coincidentemente al cuestionario, otorgando verosimilitud al relato en todos sus detalles. Hay algo más. También le consulté, puntualmente, si a la paciente le habían realizado una lobotomía con la finalidad de disminuir los dolores. Respondió negativamente y con argumentos clínicos sólidos. Además de la respuesta formal al cuestionario, del cual se desprende el mantenimiento de la conducta intelectual y emocional de la paciente hasta el final, hay algo más, le creí. En medicina hay un principio rector, “la clínica es soberana”. Esto significa que el examen clínico del paciente en su aspecto intelectual, emocional y físico arroja una impresión diagnóstica relevante. En este caso, el mantenimiento de la intelectualidad, la emocionalidad y el estilo conductual hasta el final de la historia clínica es incompatible con los efectos colaterales de una neurocirugía de lobotomía. En consecuencia, teniendo en cuenta la evidencia testimonial circunstancial por un lado y la historia clínica por el otro, considero sumamente improbable que la paciente hubiera sido sometida a una lobotomía” (15)

-14 de noviembre de 1951, Evita abandona el hospital Pres. Perón de Avellaneda y en una ambulancia donada por el presidente de México Lázaro Cárdenas a la Fundación Eva Perón, regresa a la residencia presidencial.
A partir de esta fecha y a medida que su enfermedad avanzaba, sus salidas de la residencia presidencial fueron muy esporádicas, breves y limitadas.

1º de mayo de 1952: El último discurso de Evita (completo)

1º de Mayo de 1952.
Evita sostenida por el General y por inyecciones de morfina, habla a su Pueblo por última vez desde el balcón de la Plaza de Mayo, Buenos Aires.

“Mis queridos descamisados: otra vez estamos aquí reunidos los trabajadores y las mujeres del pueblo; otra vez estamos los descamisados en esta plaza histórica del 17 de octubre de 1945 para dar la respuesta al líder del pueblo, que esta mañana, al concluir su mensaje dijo: ‘Quienes quieran oír, que oigan, quienes quieran seguir, que sigan’. Aquí está la respuesta mi general. Es el pueblo trabajador, es el pueblo humilde de la patria, que aquí y en todo el país está de pie y lo seguirá a Perón, el líder del pueblo, el líder de la humanidad, porque ha levantado la bandera de redención y de justicia de las masas trabajadoras; lo seguirá contra la opresión de los traidores de adentro y de afuera, que en la oscuridad de la noche quieren dejar el veneno de sus víboras en el alma y en el cuerpo de Perón, que es el alma y el cuerpo de la patria. Pero no lo conseguirán como no han conseguido jamás la envidia de los sapos acallar el canto de los ruiseñores, ni las víboras detener el vuelo de los cóndores. No lo conseguirán, porque aquí estamos los hombres y las mujeres del pueblo, mi general, para custodiar vuestros sueños y para vigilar vuestra vida, porque es la vida de la patria, porque es la vida de las futuras generaciones, que no nos perdonarían jamás que no hubiéramos cuidado a un hombre de los quilates del general Perón, que acunó los sueños de todos los argentinos, en especial del pueblo trabajador.

Yo le pido a Dios que no permita a esos insectos levantar la mano contra Perón, porque ¡ guay de ese día! Ese día, mi general, yo saldré con el pueblo trabajador, yo saldré con las mujeres del pueblo, yo saldré con los descamisados de la patria, para no dejar en pie ningún ladrillo que no sea peronista. Porque nosotros no nos vamos a dejar aplastar jamás por la bota oligárquica y traidora de los vendepatrias que han explotado a la clase trabajadora, porque nosotros no nos vamos a dejar explotar jamás por los que, vendidos por cuatro monedas, sirven a sus amos de las metrópolis extranjeras; entregan al pueblo de su patria con la misma tranquilidad con que han vendido el país y sus conciencias; porque nosotros vamos a cuidar de Perón más que si fuera nuestra vida, porque nosotros cuidamos una causa que es la causa de la patria, es la causa del pueblo, es la causa de los ideales que hemos tenido en nuestros corazones durante tantos años. Hoy, gracias a Perón, estamos de pie virilmente. Los hombres se sienten más hombres, las mujeres nos sentimos más dignas, porque dentro de la debilidad de algunos y de la fortaleza de otros está el espíritu y el corazón de los argentinos para servir de escudo en defensa de la vida de Perón. Yo, después de un largo tiempo que no tomo contacto con el pueblo como hoy, quiero decir estas cosas a mis descamisados, a los humildes que llevo tan dentro de mi corazón que en las horas felices, en las horas de dolor y en las horas inciertas siempre levanté la vista a ellos, porque ellos son puros y por ser puros ven con los ojos del alma y saben apreciar las cosas extraordinarias como el general Perón. Yo quiero hablar hoy, a pesar de que el general me pide que sea breve, porque quiero que mi pueblo sepa que estamos dispuestos a morir por Perón y que sepan los traidores que ya no vendremos aquí a decirle ‘presente’ a Perón, como el 28 de septiembre, sino que iremos a hacer justicia por nuestras propias manos.

Hay mucho dolor que mitigar; hay que restañar muchas heridas, porque todavía hay muchos enfermos y muchos que sufren. Lo necesitamos, mi general, como el aire, como el sol, como la vida misma. Lo necesitamos por nuestros hijos y por el país en estos momentos inciertos de la humanidad en que los hombres se debaten entre dos imperialismos; el de derecha y el de izquierda, que nos llevan hacia la muerte y la destrucción. Y nosotros, un puñado de argentinos, luchamos junto con Perón por una humanidad feliz dentro de la justicia, dentro de la dignificación de ese pueblo, porque en eso reside la grandeza de Perón. No hay grandeza de la Patria a base del dolor del pueblo, sino a base de la felicidad del pueblo trabajador. Compañeras, compañeros: otra vez estoy en la lucha, otra vez estoy con ustedes, como ayer, como hoy y como mañana. Estoy con ustedes para ser un arco iris de amor entre el pueblo y Perón; estoy con ustedes para ser ese puente de amor y de felicidad que siempre he tratado de ser entre ustedes y el líder de los trabajadores. Estoy otra vez con ustedes, como amiga y como hermana y he de trabajar noche y día por hacer felices a los descamisados, porque sé que cumplo así con la Patria y con Perón. He de estar noche y día trabajando por mitigar dolores y restañar heridas, porque sé que cumplo con esta legión de argentinos que está labrando una página brillante en la historia de la Patria. Y así como este 1º de mayo glorioso, mi general, quisiéramos venir muchos y muchos años y, dentro de muchos siglos, que vengan las futuras generaciones para decirle en el bronce de su vida o en la vida de su bronce, que estamos presentes, mi general, con usted”. (16)

Mayo de 1952: entrado ya este año, su estado de salud empeoró notable y rápidamente conforme se acercaba el final inevitable. Pérdida de peso y constante ayuda de morfina para mitigar los dolores.
Nunca perdió su conciencia. Estaba al tanto de todo e intervenía en los asuntos de estado en la medida de sus precarias posibilidades. Su fuerza de voluntad era de hierro.
Con la evidencia de metástasis pulmonares y a pocos meses de su muerte, el Dr. Pack, quien la había operado en noviembre de 1951, envió a los médicos que la asistían lo que se considera el primer citostático para la quimioterapia del cáncer, la mostaza nitrogenada.
No se obtuvieron resultados positivos de su aplicación.
Avanza la llamada caquexia neoplásica, evidenciada por la progresiva pérdida de peso corporal, anorexia y anemia.

-8 de mayo de 1952: contra todas las recomendaciones, asistió al casamiento del cantante de boleros Daniel Adamo con Emma Nicolini, hija de Oscar Nicolini ministro de Comunicaciones de Perón y muy amigo de Evita. Cumplió con una promesa que le había hecho a Emma, ser su madrina en la boda.

-4 de Junio de 1952: el General Perón asume su segunda presidencia. Increíblemente es acompañado por Evita.
Desafía al frío helado de esa jornada y a su ya extrema debilidad.
Recibe dosis de morfina en la nuca y en los tobillos.
Al salir de la ceremonia en el Congreso Nacional, aborda el coche presidencial que está descubierto y va parada al lado del general en el recorrido por Avenida de Mayo. Ayudada por la morfina y por un arnés que la sujeta a un dispositivo en el automóvil que le permite estar parada sin caerse, cumple una vez más con su esposo, jefe del Movimiento Peronista y con el Pueblo a quién saluda, ya despidiéndose.

4 de Junio de 1952
El General Perón acaba de asumir a su 2da. presidencia.
Evita lo acompaña y se despide de su Pueblo
Le restaban 52 días de vida.

Enfermera María Eugenia Álvarez el día en que conoció a Evita

Perón le había insistido fuerte y enérgicamente para que se quedara en la residencia presidencial. Sin embargo su determinación pudo más y no hubieron formas ni recomendaciones que impidieran que fuese al acto de asunción presidencial.
Después de este acto. Evita no volvió a salir de la residencia presidencial hasta su muerte.

Testimonio de Raúl A. Apold a Roberto Vacca y Otelo Borroni

En 1969 los periodistas Roberto Vacca y Otelo Borroni entrevistan al ex subsecretario de prensa de Perón, Raúl Alejandro Apold, quien recordó la determinación de Eva: “Ese día (04-06-1952) llegué a la residencia a las 10 de la mañana para entregarle un ejemplar de “Eva Perón”, un libro que la Subsecretaría acababa de editar y que reflejaba su obra. Perón conversaba animadamente don doña Juana, madre de Eva: ambos están preocupados porque no habían podido convencerla de que no debía asistir a la ceremonia. El general me sugirió que le dijera que hacía mucho frío. Cuando entré a su habitación la señora vestía un pijama celeste. Hojeó el libro con atención y al ver las fotos las lágrimas anegaron su mirada triste: “Lo que llegué a ser y mire cómo estoy ahora…”, me dijo. Para cambiar de tema le comenté que en la calle hacía un frío tremendo, pero me interrumpió: “Esa es una orden del general. Yo voy a ir igual. La única manera de que me quede en esta cama es estando muerta”. No tuve más remedio que comunicarle a Perón que mi gestión había fracasado. El día de Eva Perón era tan agitado como se lo permitía su declinante salud. A las 7 se despertaba y era atendida por las hermanas María Eugenia y Marta Rita Álvarez, diplomadas en la Escuela de Enfermeras de la Fundación. A las 8 llegaba el peinador Julio Alcaraz, quien permanecía junto a ella mientras Irma Cabrera de Ferrari, su mucama personal, servía el frugal desayuno y preparaba la habitación para las primeras audiencias, en general dedicadas a delegaciones gremiales. Perón la visitaba tres veces por día: antes de salir hacia la Casa Rosada, cuando regresaba y para despedirla antes de dormir. Los familiares sólo en las últimas semanas se fijaron turno para atenderla. (Su secretario personal Atilio) Renzi pasaba prácticamente todo el día a su lado: a medianoche era reemplazado por (su amigo personal Oscar) Nicolini, Apold o algún otro funcionario amigo. Tres veces por semana un chofer de la Presidencia traía a su manicura personal. A pesar de sus insistentes pedidos le eran retaceados diarios y revistas: apenas le llegaba, puntualmente el semanario de historietas El Tony. (17)


20 de julio de 1952: dos especialistas alemanes contratados por Perón revisan a Evita.
El diagnóstico es lapidario: muerte inevitable e inminente.

Conversa con su fiel amigo Nicolini, aquel cuya designación en octubre de 1945 al frente del Correo Argentino por pedido expreso de Evita, había servido de excusa para que la reacción oligárquica detuviera al Coronel Perón. Le dice “Me voy Nico, me marcho. Sin remedio. Lo sé. Aparento vivir en un sopor permanente para que supongan que ignoro el final. Es mi fin en este mundo y en mi Patria.”
25 de julio de 1952: Evita llama a su manicura, Sara Gatti y le obsequia una medalla con su rostro en un lado y en el reverso una leyenda que decía Eva Perón a Sara Gatti-1952. Y le dice: “Úsela Sara como recuerdo mío en su cadena” y un pedido muy especial: “En cuanto me muera, quíteme el rojo de las uñas y déjemelas con brillo natural”.
Aquel 25 tuvo su última noche con vida y pudo, a pesar de su extrema debilidad, levantarse e ir al baño. No perdió la conciencia en ningún momento hasta que entrada la mañana del 26 todo se precipita.

Conversa con Perón: “Quería verte un poco, le dijiste.
Hablaste sobre los problemas de tu enfermedad y tus últimas palabras a él fueron éstas: Pase lo que pase, lo único que yo te pido es que no abandones a los ‘grasitas’.” (18)

-26 de julio de 1952, sábado por la mañana: el estado de Evita entra en la extrema gravedad que anuncia el desenlace. Pesaba apenas 37 kilogramos.
Antes del mediodía Evita les dice a su mucama Hilda Cabrera de Ferrari y a su enfermera María Eugenia Álvarez: “Me voy, la flaca se va, Evita se va a descansar”. Fueron sus últimas palabras, no volvió a hablar y cinco horas después entró en coma. (19)

El SJ Hernán Benítez, su confesor, le administra la extremaunción y poco después Evita, cierra sus ojos y entra en coma y en agonía, las que durarán varias horas más todavía.

Hacia las 20 hs: alrededor de la cama de Evita, se encuentran, la enfermera María Eugenia Álvarez y la mucama Hilda Cabrera. Perón, Apold, Nicolini, Juan Duarte (su hermano), el doctor Raúl Mendé, el padre Hernán Benítez, el doctor Ricardo Finochetto y el cardiólogo Alberto Taquini quien en forma constante monitorea el pulso de Evita. El Dr. Finochietto sostenía la cabeza de Evita en los últimos instantes para que no se tragara su propia lengua y evitar una muerte por asfixia.
En habitación cercana estaba el equipo del Dr. Finochietto: los doctores Taiana, Canónico, Albertelli, Carrascosa y Atilio Renzi intendente de la residencia y muy cercano a la intimidad del sufrimiento de Evita.
Su respiración se hace más espaciada y más profunda. Su pulso se va haciendo cada vez más débil.

20,25 hs.: el doctor Taquini mirando a Perón, le dice “ya no hay pulso”. El doctor Finochietto apoya suavemente la cabeza de Evita sobre la almohada y cierra sus ojos.
Es el fin. Tenía 33 años.

“Nos quiso y eso fue todo”. Juan D. Perón

La enfermera Álvarez testimonia sobre el desconsolado llanto de Perón en esos momentos, quien besa la frente de Evita y la enfermera seca su rostro de las lágrimas del General con el pañuelo de este.
Le dice: ¡Que sólo me quedo, María Eugenia”.

21,36 hs.: el locutor oficial Jorge Furnot, lee por cadena nacional el comunicado de la Subsecretaría de Informaciones de la Nación redactado por Raúl Apolo quien iba a leerlo, pero que su congoja se lo impidió.

Comunicado oficial del gobierno sobre la muerte de Evita

“Cumple la Subsecretaría de Informaciones de la Nación el penosísimo deber de informar al Pueblo de la República que a las 20.25 horas ha fallecido la señora Eva Perón, jefa Espiritual de la Nación”.

Serenata a la muerte de Eva

Autor Cátulo Castillo, 1969
Música: Adaggio, de Samuel Barber
Orquesta Filarmónica de Viena

CLIC ACA

Abra y ecualice el sonido

Toquen suave, muchachos,
¡porque se siente enferma!
Tiene la frente pálida,
y hoy ha tenido fiebre.
Se desgajó en la lucha.
Miró al azul su flecha
y estuvo en la contienda
del amor, con su gente.

Toquen suave muchachos…
que esta noche la velan
con su oración de siglos,
con su oración de siempre,
los duendes de los sueños
que habitaron la tierra,
y hoy es noche en que todo
se ha llenado de duendes.

¡Toquen suave, muchachos!
No se olviden que duerme;
se han callado los astros
y el reloj no nos miente.
Las ocho y veinticinco
de la cita en horario.
La viajera ha venido;
la historia se detiene.


¡Toquen suave, muchachos!
La serenata tiembla
frente al balcón en alto
donde la hermana duerme.


Tiene un suspiro tenue
que se anuda en la trenza.
Le dice adiós un pájaro.
Juan la besa en la frente.


Toquen suave, muchachos.
Que el silencio nos duela,
como duelen las cosas
que se van y no vuelven.
Pero ella vuelve siempre,
y ha de volver inmensa
cuando Juan, una tarde de mayo,
nos regrese…


¡Toquen suave, muchachos!
No se olviden que duerme.
Se han callado los astros.
La vida se detiene.

Pasados los primeros momentos de honda y suprema conmoción para Perón, la familia de Evita, todo el equipo médico asistente y las auxiliares, el cuerpo de Evita quedó en manos del doctor Pedro Ara y un conjunto de médicos argentinos, quienes tendrán a su cargo las primeras tareas para embalsamar su cuerpo.

En diálogo del profesor Ara con Perón pocos minutos después del inevitable desenlace, el General le dice:

-Profesor, ésta es su casa. Usted dispone y manda sin que nada haya de ser consultado conmigo. Estoy muy de acuerdo con usted en que la operación no sirva de espectáculo a nadie. Ni los ministros médicos estarán presentes. Tiene usted, doctor, puestas por dentro las llaves de todas las puertas que comunican con el departamento de mi pobrecita mujer. No permita usted que entre nadie, ni aunque sea de la familia. Yo tampoco entraré: vamos a cerrar desde ya la comunicación con mi cuarto.

Entramos juntos a la cámara mortuoria.
Sobre su lecho dormía para siempre el espectro de una rara, tranquila belleza, liberada al fin del cruel tormento de una materia hasta el límite corroída, y de la tortura mental sostenida por la ciencia que, esperando el milagro, prolonga el sufrimiento. Uno de sus médicos, el famoso doctor Ricardo Finochietto, había cerrado sus ojos y sostenía su cabeza en actitud de reposo. Al verme, se dispuso a salir, no sin antes hacerme alguna inteligente recomendación. A los pies de la muerta rezaba en voz alta el padre Hernán Benítez rodeado por la familia y por los más íntimos de sus médicos y amigos. La madre de Eva fue la primera en levantarse. Juntó sus manos, me miró en un gesto como de súplica y salió apoyándose en sus hijos. Pronto la siguieron todos los demás. El último el padre Hernán Benítez que me dijo al pasar: “Que Dios le ilumine”.

El doctor Pedro Ara, embalsamador de Evita frente a su cuerpo.

“Ante nosotros, yaciente, consumida hasta el extremos de lo posible, se hallaba la mujer más admirada y temida, más amada más odiada de su tiempo. Había luchado fieramente contra los grandes y ahora estaba ahí, vencida por lo infinitamente pequeño. Pronto veremos que no debió temer a la muerte: más bien la esperó como a un huésped a quien se recibe sin sorpresa. ¿Se preparó a morir desde los días rosados de su apogeo? ¿A quién creyó encontrar en la otra orilla? Yo sólo sé que en la otra orilla está la Historia, a la que no cualquiera llega…” (18)

-27 de julio de 1952: regresado ya el cuerpo de Evita a su habitación a las 08,00 hs, el que es declarado incorruptible para las primeras semanas de cara a sus exequias, sepelio y posterior embalsamamiento definitivo, Sara Gatti, su manicura, cumple con un expreso pedido que ella le había hecho: “En cuanto me muera, quitame el rojo de las uñas y dejámelas con brillo natural”, y así lo hizo con “Queen of Diamond, de Revlon, el preferido de Evita.

Luego fue colocada en una mortaja blanca y colocaron en sus manos el rosario que le había regalado el Papa Pío XII. En seguida fue acostada en un ataúd de cedro con tapa de vidrio hermética envuelto en una bandera argentina.

Su desaparición física para la Patria, para el Movimiento y para Perón

En los tres términos hay que mensurar la desaparición física de Eva Perón. Siendo ella “un punto de apoyo leal en la lucha”, tal como la definió Perón, es menester tener presente que su pérdida encarnaba justamente esa situación. Perón perdía a lo que era su más leal conducción táctica en el terreno de las acciones, esto es en la rama sindical y en la Fundación Eva Perón, donde se ejecutaba gran parte de la Justicia Social.

Perdía a una compañera cien por cien peronista, que lo entendía profundamente y tomaba sus propias decisiones, pero luego de conversar y analizar cada situación con el propio general.

Perdía a su compañera de vida, a su amor, su amiga, su esposa, quien le retribuía con igual hondura y profundidad ese sentimiento. “Yo tengo una sola cosa que vale, la tengo en mi corazón, me quema en el alma, Me duele en mi carne y arde en mis nervios. Es el amor por este pueblo y por Perón. Y le doy las gracias a usted, mi general, por haberme enseñado a conocerlo y a quererlo…» (Discurso de Evita, en su último 17-10-1951).

Para colmo en el Cabildo Abierto del 22-08-1951 se había evidenciado una incipiente fractura en el Movimiento Peronista, encabezada por la dirección de la C.G.T. que pretendió avanzar sobre el estado, esto es impulsando la candidatura a vicepresidente de Evita y desafiando la conducción estratégica de Perón. Desaparecida físicamente Evita, el general mismo debió multiplicarse más todavía al infinito y hacerse presente, por ejemplo, en la Fundación para cumplir semanalmente el rol que ella cumplía. La reacción tomó debida nota de estas dificultades (ya lo había hecho con el fracasado intento de golpe del 28-09-1951) y redobló su accionar.

Empiezan los atentados con bombas, los rumores y la acción política disolvente destinada a derribar el gobierno elegido por el Pueblo.

La jornada del 22-08-1951, había sido el comienzo del golpe de 1955. La desaparición física de Evita, reforzaba esa situación y la acentuaba dramáticamente más aún. El problema era esencialmente político, interna y externamente, porque el gobierno fue eficiente y cumplió todos sus objetivos sociales y económicos hasta el último día.

La sinarquía internacional vio todo esto. Complicó y subvirtió todo el proyecto de unidad continental e Inglaterra terminó rearmando a la Marina de Guerra desde Malvinas en septiembre de 1955 en el golpe contra Perón.

Al decir del propio General Perón en un reportaje en Panamá, ya en el exilio, el golpe había dejado una gran enseñanza para el Movimiento Peronista, esto es, que sin consolidar la unidad continental, no era posible continuar con la revolución.


Y el día se hizo noche:

A medio día anocheció

Homenaje de Ramón Carrillo a Eva Perón

Allá en la tierra santiagueña, en el viejo cementerio -entre unas piezas dispersas- se encontró hace tiempo una lápida con esta inscripción “Chaupi Punchaupi Tutyarca”. Según la leyenda, tales palabras se grabaron en la tumba de un príncipe hijo del sol, muerto en plena juventud, mereciendo en grado sumo el cariño de sus súbditos; la inscripción quiere decir sencillamente “A mediodía anocheció”.

Acabo de recordar la frase ahora, el corazón oprimido por la angustia ante el destino de Eva Perón. Destino misterioso y profundo el de esta mujer que entró en la inmortalidad como una princesa del sol. El mediodía es la plenitud del día. Sol alto y esplendoroso derramando su fuerza creadora, haciendo brotar de las entrañas de la tierra el máximo de las potencias que en ella se encierra.

Así, Eva Perón, asciende en breves años hasta el ápice de su mediodía y con cariño inconmensurable por la humanidad doliente de su patria-y de más allá de la patria-derrama el conjunto increíble de sus obras y acciones, todas ellas enderezadas al mismo fin: la felicidad de los más humildes, de los más olvidados, de los más desgraciados; también a su conjuro, mediante su fuerza sin límites físicos, aquilatada por un sufrimiento tremendo, Eva Perón transforma al lado de su Líder-y el nuestro-la fisonomía y esencia del pueblo argentino. Los niños, ancianos, las mujeres, obreros, los enfermos de la carne y el alma, los rebeldes, los sin paz interior, los escépticos, los desesperanzados, los señalados por los aciagos signos del infortunio, reciben el amor de Eva Perón, hechos creaciones que perdurarán mientras perdura la vida de los pueblos.

Transcurrirá tal vez mucho tiempo para valorar las gigantescas y universales dimensiones del espíritu de Eva Perón, que ahora la contemplamos sólo como un hecho nacional e histórico.

Quienes hemos tenido el honor de trabajar cerca de ella sabemos que era imposible substraerse al influjo inextinguible de Eva Perón, a su singularísima captación de las necesidades del pueblo, las permanentes y las circunstanciales, a su magnético dinamismo, a su fortaleza realizadora. Subía su vida, como el sol a mediodía.

Y ahora también comprendemos por que para ella no hubo pausa en la lucha, ni reposo alguno, ni baladí entretenimiento, ni un paso atrás ante los obstáculos de la incomprensión, de la mala fe, y hasta de la hostilidad que surgían ante ella, como surgen siempre ante los visionarios porque su personalidad evade el orden común. Su fiebre de amor por el pueblo era contagiosa; emanaba de ella y transcurría por todos los canales de la vida argentina, haciendo surgir de la nada, esas realidades que se llaman Fundación Eva Perón, Ciudades Infantiles, Hogares de Ancianos, Policlínicos, Escuelas de Enfermeras y también la ayuda oportuna al sumergido para dignificarlo, la participación femenina en la vida política, social y gremial de la Nación-incluso económica con su “plan agrario”-todo, en fin, lo que recibe hoy en beneficios el pueblo de la patria; este pueblo que antes jamás, entregó a nadie su corazón y que ahora lo ha encerrado en un solo nombre: Evita.

Y al mediodía anocheció. Belleza, juventud, satisfacciones, descanso, todo ofrendó Eva Perón, en aras de su amor por el pueblo, generado en su amor por el Líder, compañero, guía y esposo. Sobre ella anocheció. Pero la hermosura del destino de Eva, es la hermosura del bien. Y lo impresionante de esta noche humana que nos atribula a todos los argentinos como la pérdida de algo propio, se compensa apenas con el convencimiento absoluto de que, hoy, mañana y siempre, Eva Perón vivirán en el amor de los humildes que son los elegidos de Dios y por eso Dios la recibirá en su seno entre el canto de los ángeles.

Carta del SJ. Hernán Benítez (confesor de Evita) a Blanca Duarte, hermana de Evita. (19).

Fragmento

“…En julio se cumplirán 33 años de su muerte. ¡33 años! Los que ella contaba de edad al morir. Pero, créame, no me parece recordar sino vivir la noche aquella de su muerte. No se me ha vuelto pasado. La sigo viviendo de presente. La contemplo a ella al vivo. De espaldas en el lecho. Serena. Respirando cada vez más espaciada pero más profundamente. La veo emitir el postrer aliento. Sin un solo estertor. Sin un solo estremecimiento. La veo quedarse inmóvil. Su rostro refleja serena beatitud. O acaso, asombro al comprender, en los umbrales de la eternidad, el don inmenso que Dios le hizo en vida al elegirla para servir sin medida a los humildes y para sufrir, asimismo sin medida, padecimientos que jamás se sabrán en este mundo.

Ignoro si vive alguna otra de las siete u ocho personas que rodeábamos al lecho en el instante preciso de la muerte. En ese momento ustedes, las tres hermanas, acompañaban a la mamá en la habitación vecina. Al lado derecho de la cama estábamos por este orden: Finochietto, yo, Juan. El General se hallaba un poco distante, como solía, tras el respaldo trasero. Siempre fue aprensivo al dolor y mucho más a la muerte. A la izquierda recuerdo a Renzi, Nicolini y no sé si Taiana o Aloé.

Como usted recordará, la extremaunción se la había administrado ese mismo sábado, en las primeras horas de la tarde. Ustedes estaban presentes. Luego de su último respiro, le di la postrera absolución. Y, tras ella, recé el primer responso. El rumor de las plegarias sirvió de aviso de su muerte a las personas de la planta baja. Las que comunicaron la infausta noticia al gentío inmenso congregado en calle Agüero y Avenida del Libertador.

«Hermanita, hermanita, fuimos siempre tan unidos…», dijo Juan sollozando. Y se tendió un instante de bruces sobre los pies de Evita. Terminado el responso, me acerqué al General. Lo tomé por la cintura y lo acerqué a la cabecera deslizándole al oído, como si fuera parte de la liturgia: «Bésela en la frente». La besó, regando de lágrimas el rostro de la esposa. Tras él, todos los presentes la besamos.

En ese instante entraron ustedes, la madre y las hermanas, con entereza y dominio ejemplar. Los hombres se retiraron discretamente y las dejaron solas. Yo también quise retirarme. Pero usted me lo impidió, rogándome rezáramos juntos las plegarias de la liturgia.

El cuadro de ustedes acariciando a Evita, sollozando y orando dulcemente merecía los pinceles del Tiziano. Ni a la reina Isabel, la española, pudo rodearla en su muerte tanta majestad y tanta espiritualidad. Lo digo así, con todas las letras, cuantas veces refiero este hecho.

Muy dueño de sí el General dictó al intendente las normas para el velatorio, en el edificio de Trabajo y Previsión. Las exequias comenzarían en la mañana del día siguiente, domingo 27, con la misa de réquiem. A su pedido y en su nombre, invitó al cardenal Copello a asistir a la ceremonia. Monseñor se hallaba profundamente conmovido. Me rogó transmitiera sus condolencias a los familiares. «A la señora madre, especialmente.» Y me aseguró asistiría a la ceremonia. Asistió, por supuesto, con lágrimas en los ojos. Admiraba de verdad a Evita. En el ’55, a la caída de Perón, pagó caro esa admiración. Perón no hizo de él el mérito debido. Y los «libertadores» lo persiguieron con saña. Hasta deponerlo de su arzobispado. Consintiendo en el atropello Pío XII, tan absolutista e independiente como se mostró siempre.

Pasadas las 21, arribó a la residencia el doctor Ara. Antes de dar paso alguno, y sin asomarse a la cámara mortuoria, pidió lo primero, tratar a solas con el General las condiciones de su trabajo. Ocuparon para ello la salita de la biblioteca, en el extremo opuesto a la habitación de Evita. Los acompañó Mende. Allí estuvieron, cerca de una hora, concertando los términos y honorarios del embalsamamiento. El español era amigo de cuentas claras.

Lo conocía yo de tiempo atrás. Eramos amigos. El largo cónclave me vino de perlas para meditar largo rato, a solas en ocasiones, sin apremios de tiempo, ante el cadáver de Evita. Tenía la percepción viva, diría que sensorial, de la trascendencia de esos momentos, cuando miles de millares de seres humildes lloraban desconsolados la pérdida de quien era para ellos su todo.

¿Sabe, Blanca, qué sentimientos embargaban mi corazón, cuando el frío de la muerte iba señoreándose del ser ante mis ojos? Lo primero: «¡Gracias, Dios mío, por el regalo de Eva Perón a la Argentina, aunque nos la lleves cuando más la necesitamos, gracias!».

Luego, sentí sin la menor vacilación que la historia le haría justicia. Algún día el mundo reconocería la pasión casi sobrehumana, y por cierto carisma de Dios, con que ella había servido a los necesitados, inmolándose entera. Esto era lo sustancial de su ser. Esta su misión. Todo lo demás eran postizos e intrascendencias. Pero, le confieso a usted, yo estaba convencido de que el reconocimiento histórico tardaría años, muchos años. No lo contemplaríamos nosotros por descontado. Su nombre para imponerse debía atravesar barreras de prejuicios inveterados, de enconos, de infamias…”


Bibliografía y Documentación de Apoyo

1. Rom, Eugenio, Así hablaba Juan Perón, Ed. Peña Lillo, Bs. Aires, 1983

2. Diario “Al Amal”, Beirut, Líbano, 29-08-1952, en Eva Perón, Los que supieron de su bondad y su ternura, Servicio de Publicaciones Argentinas, Bs. Aires, 1953

 3. Perón, Eva, La Razón de Mi Vida, Ed. Escolar Peuser, Bs. Aires, 1954, pgs. 181 a 184.

 4. D’Onofrio, Ana, reportaje al doctor  Abel Canónico, Diario La Nación 23-07-2000 Bs. Aires.

 5. Albertelli, Jorge, Los Cien días de Eva Perón, Editorial Cesarini Hnos.,  Bs. Aires, 1994.

 6. Perón, Eva, discurso por cadena nacional,  28-09-1951, www.archivohistórico.educ.ar

 7. Espejo, José, Diario Democracia, Bs. Aires, 19-10-1951

 8. Perón, Juan D., discurso 17-10-1951, Plaza de Mayo en IBIDEM

 9. Perón, Eva, discurso 17-10-1951 Plaza de Mayo en IBIDEM

 10. Castro, Nelson, Los últimos días de Eva. Historia de un engaño, Vergara, Bs. Aires, 2007

 11. Canónico, Abel. Reportaje citado.

 12. Pack, George, fotografía INFOABE

14. Albertelli, Jorge, Ob. citada

15. López Rossetti, Daniel, reportaje en Evita Jirones de su vida, Pigna, Felipe, Planeta, Bs. Aires, 2012.

16. Perón Eva, último discurso en Plaza de Mayo, 01-05-1952

 17. Apold, Raúl, reportaje de Vacca, Roberto y Borroni, Otelo en INFOBAE

18. Duarte, Erminda, Mi hermana Evita, Ed. Centro de Estudios Eva Perón, Bs. Aires, 1972, pag. 178.

 19. Álvarez M. E, Testimonio, en Infobae, 26-07-2020.

 20. Ara, Pedro, El caso Eva Perón, Apuntes para la historia, Madrid, CVS Ediciones, 1974, pgs. 62, 63 y solapa posterior.

21. Benítez, Hernán SJ., Carta a Erminda Duarte hermana de Evita.  La misma es de 1985, a 33 años de la muerte de Evita. Dada por  Benítez a Marta Cichero, autora de “Cartas Peligrosas”, 1991.

Comments are closed.